Jofre, Dalmau y otros (51)

Un enigma y dos relaciones por resolver. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo LI:  El papel descifrado

-No pienso salir de esta habitación hasta haber solucionado el maldito enigma.

-Pero ya le hemos dado mil vueltas y no hay modo de entender de qué se trata. Tal vez garabateó este papelucho sin ton ni son, y las letras no tienen ningún sentido.

-¿Sin ton ni son? No sé, carai , lo que significan, pero nadie normal va repitiendo una y otra vez esas cuatro letras, cambiando su forma y orden, y manteniendo ese “igual a F”

-Sí, es verdad. Parece una fórmula. F=c, d, r. F=d+r+c. F= RCD.... pero no logro entender qué significa.

-Pues deberíamos. Si viene del bruto de Gonzalo, no puede ser muy elaborado.

-Sí, el tipo no es nada sutil.

-Pues eso aun me da más rabia... No me doy por vencido, todavía no –replicó Dalmau, examinando una vez más el papel con la letra del entrenador.

De repente, una sombra invadió el dormitorio. Oleguer había salido de su habitación, pero no observó el ambiente acostumbrado en la alcoba fraternal cuando se citaba Mau con su novio. La puerta no estaba cerrada, ni siquiera entornada, y no se escuchaban sus sonrisas ni otro ruido, vio intrigado a su hermano y Jofre enfrascados en la lectura de un papel. Estaban ensimismados con un misterioso escrito entre manos.

-¡Hola, Jofre! ¿Qué hacéis tan calladitos? –preguntó entrando en la habitación.

-¡Ah, hola Oleguer!- dijo Jofre sorprendido, volviendo la cabeza.

-Desde hace horas examinamos esta ridícula servilleta con al parecer algún mensaje oculto, pero no conseguimos entender lo que pone –respondió Dalmau un tanto hastiado.

-Seis ojos ven más que cuatro, y a veces uno está tan cansado de mirar algo que no repara en lo más elemental. Pasámelo –pidió el hermano mayor alargando la mano para recoger el escrito- Y por qué tanto interés por una servilleta arrugada. ¿De quién son los garabatos? –prosiguió Oleguer, fijas ahora vista y mente en las combinaciones de esas cuatro letras.

- Del pallús, del fastigós i  pitjor entrenador del món, del maleït Gonzalo –gruñó Dalmau.

-¿De Gonzalo? Uhmmm... Ahora entiendo vuestro interés.

Jofre le explicó de manera prolija todo lo que les había contado Oriol sobre ese papel, de cómo su amigo Borja, el pinche del instituto, lo había recogido del comedor de los profesores después de que el entrenador lo hubiese tirado al suelo el día siguiente de la final del torneo de futbol. Oleguer iba asintiendo con un ligero movimiento de la cabeza, pero ni abría los labios ni despegaba sus ojos del escrito. Cuando acabó la explicación, el silencio se apoderó de la cámara. Nadie decía nada. Los dos chicos sólo miraban expectantes al recién graduado. A Jofre le sorprendió descobrir que fruncía el ceño igual que su hermano cuando barruntaba algo.

-¿Qué? ¿El detective ya ha resuelto el caso? –rompió el silencio de la alcoba Dalmau incapaz de contener su impaciencia por más tiempo.

Su hermano ignoró la pregunta, prosiguió con sus meditaciones hasta que de repente esbozó una sonrisa. Sus ojos brillaron, miró a su hermano y una mano le agarró por el hombro.

-¡Mau, crec que ja ho tinc!- exclamó Oleguer- Y si es eso,  tú mismo podrías haberlo averiguado.

-¿Yo? No sé a qué te refieres. Va, desembucha, germanet, no nos tengas en ascuas.

-En las letras hay dos conjuntos bien definidos: la F y las otras tres letras, que van cambiando de posición.

-Sí, hasta aquí llego. No nos descubres nada nuevo –replicó Dalmau, un tanto impaciente.

-Calma, espérate un momento –continuó el hermano- Me he concentrado en la F. ¿Qué podía significar? Iba pensando palabras que comenzasen con esa letra y que guardasen relación con Gonzalo o que tuvieran importancia para él.

-Fantasma, fisgón, fétido...-enumeró Dalmau.

-¡Final del torneo!-añadió el cerebrín.

-Te has acercado, Jofre, pero creo que la palabra es más fácil: ¡Fútbol! En realidad, se me ha ocurrido viendo una combinación de las tres letras. ¿No te acuerdas de uno de nuestros juegos de memoria cuando éramos críos? –preguntó dirigiéndose a su hermano y señalando una repisa del armario- ¿No recuerdas esto?

Los otros dos chicos miraron el estante que indicaba, el que hospedaba la larga hilera de álbumes de cromos de la ligas de fútbol. Oleguer cogió uno de ellos y lo hojeó.

-¿Todavía no caes?-volvió a preguntar, inquisitivo, a Dalmau.

  • ¡Ah, claro! ¡El juego de las alineaciones! –respondió satisfecho el decatleta, mirando a su novio- Miraba la colección tantas veces que me aprendía enteritas las plantillas de todos los equipos. Nos pasábamos horas poniendo a prueba nuestra memoria, retándonos, por ejemplo, a ver quién de los dos conocía más entrenadores de equipos de segunda división.

-¿Y no te suena la única combinación que se repite tres veces: RCD?

-Siiiií. ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Está chupado!-gritó alborozado el rubiales.

Jofre estaba perplejo. No entendía la alegría de los dos hermanos Rovell. Vale, de pequeños se habían inventado juegos de memoria con los futbolistas, pero ¿qué demonios tenía eso que ver con el mensaje cifrado de Gonzalo? Ajeno al gozo de los otros dos, reclamó una explicación. No estaba acostumbrado a ser el último en comprender un acertijo.

-A ver, quizás está chupado, ¡pero yo no me estoy enterando de nada! –exclamó Jofre quejoso.

-Perdona, estimat –se disculpó su novio- Además de aprenderme el nombre de los futbolistas, también memorizaba los escudos de los equipos y sus iniciales. FCB era el  Barcelona; MCF, el Real Madrid; SFC, el Sevilla...

-¿Y qué significa RCD?

-Son las iniciales que aparecen en el escudo del Espanyol, el segundo equipo de la ciudad de Barcelona que juega en primera división... Sí, no pongas esa cara. Quieren decir: Reial Club Deportiu.

-¿Eso tiene algún sentido? –preguntó Jofre no muy convencido- Vale, supongamos que tengas razón, Oleguer, pero no entiendo qué relación puede tener con Gonzalo?

-No lo sé –respondió con sinceridad el primogénito de los Rovell.

-Espera... –a Jofre se le iluminó el rostro- A no ser que... ¿Y si la F no quisiera decir “Fútbol” sino “Futuro”?  Sí, claro, hablaba de “su” futuro: trabajar en el Espanyol...

-Y por eso tanto le da si le degradan en el instituto porque tiene previsto ingresar allí –confirmó Dalmau.

-Sí, podría ser, aunque hay algo que no me cuadra –admitió Jofre- ¿De verdad creéis que confiarán la plantilla de un equipo de primera división a un entrenador de instituto, por muchas triunfos escolares que haya ganado?

-No, hombre, no! –respondió Oleguer- A ese pelagatos no le darán el equipo profesional, pero sí quizás, entrar en el cuadro técnico de alguna de las secciones inferiores.

-Vale, eso tiene sentido. Parece que el caso está resuelto –dijo Jofre, mirando a su noviete.

El semblante de Dalmau se ensombreció. La sola idea de que el odiado Gonzalo no fuese escarmentado después de todo el daño que había hecho, le retorcía el estómago. Hubiese preferido no desentrañar el probable significado de ese mensaje críptico. Ese hijoputa desaprensivo, con la psicología de un puerco y la empatía de un gusano merecía acabar limpiando los lavabos del gimnasio; en cambio, culminaría su carrera deportiva en un club de primera. Le asqueaba, pero lo peor para Dalmau era reconocer su incapacidad para abortar el nuevo destino del entrenador del instituto. Su hermano captó de inmediato su frustración y posó la mano en su hombro.

-No te fallaré, germanet . Moveré cielo y tierra para complicar el plan de futuro de ese cabrón. No se saldrá con la suya. No, después de lo que te hizo. Os dejo. Tinc feina.

Oleguer salió rápido de la habitación, poco después oyeron el cerrar de la puerta de la casa. Desde las últimas palabras del hermano mayor de Dalmau, los otros dos chicos no habían abierto boca. El álbum de cromos aun permanecía sobre la cama, pero el mocetón rubio estaba en medio de la alcoba, sin prácticamente moverse, absorto. No era habitual. Su novio le miraba un poco preocupado. Aunque ya habían pasado semanas, la herida de la final del torneo todavía no había cicatrizado. Dudaba si debía intervenir, al final se decidió.

- ¿Què passa, maco? -le susurró dulcemente al oído- Soy yo el hombre de los silencios y las reflexiones inacabables.. . No me quites el puesto.

El rubio sonrió y con ese gesto pareció espabilarse. Acarició a Jofre, frotándole el cogote, y le miró con esos ojos de un azul límpido.

- No passa res . No te preocupes. No te quitaré el puesto de meditabundo oficial. Simplemente me duele que el bastardo de Gonzalo pueda conseguir lo que se proponga.

-Tu hermano conoce medio mundo. Tiene amigos por todas partes. Seguro que encuentra algun contacto en el Espanyol y entonces pondrá toda la carne en el asador y así a ese cerdo le llegará su San Martín.

-Quizás... Pensaba que puede que a estas alturas ya lo tenga todo atado y bien atado.

-No creo. Ayer no quiso decírselo a Vidal y estoy convencido de que no le faltan ganas de difundirlo por todo el instituto. Le encantaría poder comunicar a todos su salida por la puerta grande, pero no es estúpido. Lo contará cuando lo haya firmado.

-Ojalá tengas razón. No se irá de rositas ese cagón como me llamo Dalmau -remarcó resueltamente Dalmau- Y es que si lo comparo con el señor Vellxaruc, son como la noche y el día. Ese hombre no tenía por qué confiar en mí, buscarme por todos lados y después ayudarme tanto como lo está haciendo... Para Gonzalo, en cambio, fui sólo una herramienta que mandó a la mierda  cuando ya no le servía. ¡Maldito hijodeputa!

-Pues yo creo que ese cabrón es un cegato. Yo no te veo inútil, en absoluto, tan cuadradito –murmuró Jofre, juntando su cuerpo con el suyo al tiempo que  masajeaba sus fuertes hombros.

Dalmau no continuó hablando, se limitaba a ronronear como un gato mientras Jofre proseguía el masaje, frotando con las palmas los henchidos pectorales del mozarrón. A pesar de la camiseta, se apreciaban los ostentosos pezones, dos puntas de flecha se marcaban en la ropa. El chico moreno ahora pinzaba con saña esos pequeños bultos que sobresalían, pero a pesar de los gemidos del atleta, éste no rehuía esos ataques; por el contrario, los reclamaba, acercando más los soberbios pectorales a su verdugo.

-Espera-le ordenó- Mi hermano tardará en volver.Tenemos tiempo. ¡Sígueme! Vamos a bañarnos

-¿Cómo? ¡Bañarnos! Yo creía que.. ¡Yo no quiero darme una ducha! –protestó Jofre.

-Ven. Haremos algo diferente –replicó su novio, quien con un guiño venció las reservas del cerebrín. Lo condujo hasta una estancia que nunca antes había visitado.

-Es el baño de mis padres –le informó el chico rubio, abriendo la puerta.

El invitado alucinó.  En su vida no había visto uno tan espacioso. Veteados mármoles y azulejos portugueses revestían la habitación que grandes espejos ampliaban todavía más. De todos modos, lo que impresionó vivamente al visitante fue la bañera que dominaba la pared más alejada de la entrada. Enorme, de un blanco impoluto, allí dentro podrían gozar de las delicias del baño estirados dos adultos sin tocarse apenas.

- ¡Mare meva! ¿Això és una banyera o una piscina?

-Fué un capricho de mis padres: la mayor del catálogo. Les encanta bañarse juntos. Yo y mi hermano somos más de ducha, pero hoy tengo ganas de probarla contigo.

Mientras hablaba, Dalmau iba desnudándose. Jofre lo imitaba, sus dedos desabotonaban su camisa de manera mecànica, sin fijar la vista en la operación ni un segundo, sus ojos seguían encandilados el desvelar gradual de las maravillas que escondía su chico. Ya lo había visto muchas veces desnudo, pero parecía que nunca se acostumbraría. Lampiño, con ese pecho imponente definido con el par de pectorales macizos, con los pezones como guindas del pastel; debajo la tabla de abdominales modélicos; brazos fuertes y muslos muy desarrollados; y de colofón, ese pollón del que colgaban dos bolas de billar, completamente rasuradas.

Casi se atragantó Jofre cuando el decatleta se inclinó para abrir el doble grifo y regular el caudal y la temperatura del agua. Ese culo soberbio, redondo y altivo, se le ofrecía como el mejor regalo. Esta vez Jofre no se contuvo, magreó con fruición esas nalgas altivas y macizas.

El cachas giró la cabeza, sonriendo.

-Tócalo cuanto quieras. No se gasta.  Es curioso, a todas las chicas les encantaba.

-¿Curioso? Este culo es una pasada. Duro como una roca y suave al mismo tiempo; redondo y erótico, con esos hoyuelos laterales y esa pronunciada curva con esa raja que no se acaba hasta casi la cintura... ¡Una maravilla!

-Va, deja los discursitos para otro rato, y si tanto te gusta, saboréalo –replicó el decatleta abriendo con sus manos los firmes cachetes para exponer el pequeño ano.

No tuvo que repetírselo. La boca de Jofre asaltó con presteza la delicada membrana rosada, oliendo el acre aroma de ese chico tan viril. Le embriagaba, su lengua parecía poseída, lamiendo deseperadamente esa cavidad palpitante. Toda su boca se dedicaba con esmero al divino orto y las sólidas nalgas que lo protegían. Dalmau no era indiferente a tantas atenciones, sus gemidos lo delataban. Finalmente, el cachas retiró el culo. No podía preparar el baño con tales cuidados.

De una repisa cercana, atiborrada de esponjas, jabones y frascos, fue seleccionando algunos productos que fue vertiendo en el agua, cuyo color tomó un tono níveo. Pronto una densa capa de espuma estuvo dispuesta para el baño de los jóvenes amantes. Los dos se sumergieron en la bañera, más rápidamente el chico rubio, sintiendo la cálida caricia del agua y oliendo el perfume del jabón y las sales. Sólo sus cabezas sonrientes en un primer momento estaban secas y libres de jabón.

Era perfecta la temperatura del agua, esa calidez relajaba los cuerpos, pero Dalmau no estaba dispuesto a que ese baño se convirtiera en una pasiva terapia termal. Sus labios buscaron rápidamente los de su camarada y pronto sus lenguas se saludaban vivamente, penetrando las bocas ansiosas. El rubio le mordisqueaba el labio inferior entre gemidos placenteros mientras sus manos se hundían bajo la espuma para frotar el cuerpo de su amante. Jofre estaba convencido de que el rubiales le había mentido, su desenvoltura dentro de esa piscina jabonosa demostraba que era todo un experto usando ésa u otras bañeras con sus novias del pasado. No obstante, a Jofre no le importaba, se limitaba disfrutar de sus caricias y arrebatos amorosos

Dalmau llevaba la voz cantante, sus dedos estimulaban todo lo que estaba al alcance, pero tenía dos partes predilectas, las tetillas que pinzaba certeramente y sobre todo su barriga hipersensible. Con una simple caricia sobre el ombligo, todo Jofre se estremecía y acto seguido trataba de proteger su vientre para evitar nuevas incursiones. Sin embargo, Mau era muy rápido y mucho más fuerte, pronto conseguía que el chico moreno volviera a temblar, incapaz de soportar las cosquillas, entre las risas de su novio.

Jugando con Mau, aunque sumergido, Jofre percibía que el pollón del semental ya estaba listo. Le encantaba sentir el volumen de ese bate macizo tocando sus piernas, se bamboleaba, y alargó el brazo para palpar la dureza de ese carajo que adoraba. Lo asía con una mano, aunque no podía rodearlo enteramente a causa del grosor. Desde allí, frotaba el vergón surcado por mil venas. Sus dedos recorrían la superficie del capullo, muy suave por efecto del jabón, desde el meato de donde manaba el líquido preseminal que se confundía con el agua hasta la pronunciada corona que señalaba sus límites. De repente, Mau soltó un pequeño grito. Jofre se había vengado: le había pinzado la delicada piel del glande.

-¿Qué te ha gustado?

-¡Te has pasado un huevo!  ¡Ahora verás!–respondió el mozo rubio, que con un rápido movimiento se puso encima de él, agarrándole las manos.

Uno y otro sonreían. Dalmau, montado a horcajadas sobre él, entre agua y espuma exhibía su tranca completamente erguida. A Jofre le encantaba esa visión de su chico dominador, con los brazos tensos, mostrando sus potentes músculos. El rubio acercó el rostro a su amigo para volver a besarle.

-Como prefecto de disciplina de esta piscina, debo aplicarte un correctivo –anunció el semental- y el meu germanet será el verdugo. Antes pero, me pondré el bañádor.

-¿El bañador? –pregunto extrañado Jofre, que no entendía de qué iba ese juego.

-Sí, “este” bañador –le contestó, enseñándole un condón XL con el que cubrió el pollón.

Jofre veía delante cómo se bamboleaba esa formidable columna carnosa, digna compañera de su propietario. Antes podía compararlo con un soberbio árbol invertido, con la copa en la parte inferior, pero ahora todo el follaje había desaparecido, con lo que el poderío de ese tronco resaltaba todavía más. El empollón levantó las piernas sin ninguna preocupación, todo lo contrario, sólo deseaba volver a acoger ese falo. No se hizo esperar, como un tiburón salido de las profundidades marinas le acometió con fuerza, penetrando por la estrecha cala. El espolón se abría paso vigoroso entre las paredes rectales y Jofre sentía centímetro a centímetro cómo iba internándose el pollón. Era una sensación novedosa, allí entre agua caliente. aunque pronto la temperatura de esos dos cuerpos superaba la de la bañera. Las  gotas de sudor caían de sus cabezas, entre chapoteos los movimientos enérgicos de Dalmau cubrían a su novio y uno y otro gemían henchidos de pasión. El semental no descansaba, probaba nuevas posturas, pero el badajo volvía una y otra vez a su dinámica folladora. Una y otra vez, inagotable. Al final, Mau sacó la picha de ese culo abierto, se quitó el preservativo para correrse entre las tetillas de su invitado. Escupió trallazos de semen, confundidos entre la espuma, mientras Jofre ansiosamente se pajeaba. Pronto también su esencia blanca nadaba por la bañera.

Más tarde, después de nuevos juegos amorosos, retozando a sus anchas, ya cansados del agua, salieron de la bañera. Dalmau le prestó un albornoz; él, en cambio, se secaba el cuerpo enérgicamente con la toalla. Con la visión de esa toalla repasando los genitales del rubiales, Jofre rememoró una vez más la escena que había contemplado hacía pocos días, la paja insólita de Uri con la camiseta del mejor deportista del instituto, en el cau . Era el sueño recurrente de las últimas noches. No tenía nada de extraño. Le implicaba demasiado, pero a pesar de lo que había visto, no deseaba alejar al canijo de su lado. No, Uri era alguien muy especial e íntimo. Con el recuerdo del canijo, cien pensamientos, algunos extraños y contradictorios, asediaban otra vez su mente, pensamientos de los que no se liberaba ni tan siquiera con la panorámica del magnífico cuerpo de su chico.

- ¿Jofre, maco, què et passa? –dijo de repente Dalmau- ¿Dónde estás, en la luna o en Marte?

- Res, no em passa res. Estic bé.

-¿ Segur? Semblaves en un altre món. ¿Te preocupa algo?

Jofre miró a su chico. No quería prolongar esa situación por más tiempo. Debía confesarle lo que había visto en el cau de Oriol. No deseaba poner en aprietos al pelirrojo, pero tenía que saber a qué atenerse. En realidad quería poder solucionar el conflicto de la mejor manera para todos, si eso era posible. El deportista que tenía a su lado era un regalo, aun mayor de lo que la mayoría podía imaginar. Bajo un cuerpo admirable latía un corazón noble y generoso. Se lo había demostrado repetidas veces. Debía contarle lo que sentia Uri por él, aun cuando eso pudiera enturbiar e incluso cambiar completamente la relación entre Dalmau y Oriol, o bien la suya con su novio rubio. No podía esconderle eso.

-Bueno, sí hay algo que quería decirte –confesó Jofre- Antes de ir al hospital el sábado me pasé por el cau de Oriol. Y sabes, instalamos su nueva mesa.

- Molt rebé . Yo, con este fin de semana de locos, no he podido. Me encanta que le ayudases. Tengo muchas ganas de volver a verlo.

-¿Es especial, eh?

-Sí, mucho. Una vez Blanca me recriminó que yo estaba demasiado pendiente de él. Ya sabes cómo puede ser de irritante cuando quiere. Aquel día acabamos a gritos. No volvió a sacar el tema. Quizás le protejo, es cierto, pero nunca me lo ha pedido, me sale espontáneamente. Si el día del gimnasio,  David y sus compinches llegan a golpearle, te juro que habría sacado fuerzas de no sé dónde y de la paliza los habrían sacado en ambulancia hacia el hospital.

-¿Tanto?

-Claro. Es mi mejor amigo, y si alguien se mete con él, lo defenderé a muerte, sin vacilar. Además se hace querer. Siempre alegre y sensible, a veces parece alocado, pero es su disfraz. Una gran persona y no tiene ni un gramo del pecado nacional, la envidia. Nos conocemos desde críos. Supongo que es por eso por lo que hay una química especial, a veces no necesito ni hablarle. Le miro, me sonríe y ya está... Y no tiene que contarme nada. A veces desearía conocer a a su noviete clandestino, pero tengo suficiente con saber que les va de fábula. Sí, Uri es muy especial...  ¿Pero a qué vienen estas preguntas? –cuestionó Dalmau intrigado y un tanto incómodo, sorprendido él mismo del discurso hilvanado acerca del canijo.

-Mau, hay algo que hace días quiero decirte , pero no sé cómo hacerlo y nunca encuentro el momento oportuno. Ya sabes que me cuesta a veces decir las cosas de manera directa y yo...

-Va, suéltalo-replicó rápido el cachas, clavando sus pupilas azules en Jofre.

El cerebrín sentía la mirada azul de su novio. No era hostil ni preocupada, solo muy atenta. Jofre balbuceaba, le costaba expresar sus ideas. El día antes se había enfrentado al señor Ferrer en pleno claustro de profesores, en cambio ahora no conseguía articular palabra. No era extraño. Esta vez no sabía cuál sería la reacción de Dalmau tras escuchar lo que sentía por el pecoso. Aunque Jofre no decía nada, la expresión de su cara reflejaba la trascendencia del asunto, y la mente del mozarrón rubio no permanecía ociosa. Al principio pensó que se trataba de algo nimio, una anécdota, pero se sobresaltó cuando tuvo una corazonada.

-¿Es Uri, verdad? ¿Qué pasa con Uri? –preguntó Dalmau intrigado y con un punto de alarma en su voz – ¡Va, diga’m!

La exclamación de su novio consiguió romper el silencio de Jofre. Había llegado hasta allí, ya había lanzado la piedra y no podia frenar su caída, para bien o para mal...

-Sí, es Oriol. El otro día, en el cau, me confesó que te quiere mucho...

-¿Y? –preguntó Dalmau sorprendido –Eso ya lo sé. ¿A qué viene tanto sigilo y tantos nervios?

-No lo entiendes –continuó Jofre, molesto consigo mismo por ser incapaz de dar la noticia de manera rápida y espontánea-   Para tu amigo  no eres sólo un amigo... Sí, el te quiere muchísimo, bueno en realidad es más que eso... él te AMA.

-¿Què dius? –dijo Dalmau perplejo antes de esbozar una sonrisa- ¿Es broma, no? Aquí hay una confusión. No te enteras. No puede ser, pero si sale con ese novio misterioso. Después de la pelea me aseguró que ahora les va de fábula y...

-No. Créeme -le cortó Jofre- No te dijo la verdad porque, como siempre, no quería complicar la situación. No hay relación, no hay novio, no hay nada de nada. Sólo amor por ti. No me lo invento. Te lo juro. Ahora lo único importante es saber qué sientes tú por él.

El deportista siempre contestaba rápido y con aplomo, pero ahora, por primera vez, Jofre vio como tardaba en responder. Vacilaba. Fruncía el ceño y sus pupilas azules se achicaban. Su toalla permanecía inmóvil entre sus hombros, como todo su cuerpo. Jofre desvió la mirada, no quiso atosigarle, pero le vencían los nervios. Necesitaba conocer sus sentimientos. Dependía de eso.

-Nunca me lo había planteado –interrumpió finalmente Dalmau sus pensamientos- . Oriol siempre ha estado a mi lado y sinceramente nunca me imaginé que fuera gay. Lo supe hace poco cuando ya te conocía. No sé... A veces es difícil saber qué sientes exactamente por otra persona, sobre todo cuando hace tanto tiempo que la conoces, siempre ha estado cerca de mí.

Jofre bajó la mirada. Ya intuía la decisión del mozo rubio. Él sería el descartado. A pesar de esos meses maravillosos, no podía competir con una relación de tantos años. Quería alejarse, no escuchar la confirmación de sus miedos...

-No, Jofre, no te pongas triste. No pienso dejarte –afirmó rápido Dalmau, tocando la cara de su chico - Yo te amo a ti, Jofre. Lo tengo claro, pero no sé definir mi relación con él...

-Pues vete despidiendo de Oriol porque quiere irse lejos. Se ve como un estorbo en nuestra relación... Le rondaba la idea de irse a vivir a  Italia, con su tía, y no estoy convencido de haberlo hecho desistir...

-¿Qué dices? ¡No, eso no! –le interrumpió azorado.

-Sí, es así. No exagero.

-No, no puede hacerme esto. ¡Lo necesito a mi lado! ¿Dónde está? –exclamó Dalmau hondamente preocupado, y con cada nueva palabra aumentaba más su pesar que desembocaba en angustia.

Jofre lo miraba. Dalmau no era el de siempre. Habitualmente  muy seguro y confiado en sus dones, ahora parecía un triste muchacho desvalido, al que hubieran privado de su principal sostén. El empollón  no descansaba, trataba de procesar cada una de las las frases y reacciones del mejor deportista del instituto.

-Mau, me parece que tenemos un problema por resolver...-concluyó Jofre, frunciendo el ceño.

-Tal vez  sí -admitió Dalmau, sentándose en el borde de la bañera, abatido.


Ya sólo queda un episodio. Supongo que será largo porque debo cerrar la historia. No sé si esta vez lo tendré acabado para la fecha acostumbrada, pero en cualquier caso concluiré la historia tal como lo había pensado desde hace mucho tiempo. Os agradezco vuestros ánimos y vuestro apoyo. Han sido básicos para mi historia. Y no me alargo más que el tiempo pasa deprisa y debo preparar las últimas andanzas de esos muchachos catalanes.

Apa siau,

Cordialment,

7Legolas