Jofre, Dalmau y otros (50)

En uno de sus últimos días en el instituto, Jofre tendrá que afrontar una reunión muy desagradable. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo L:  Claustro de profesores

-¿Pero tú crees que funcionará?

-Sí, tiene que funcionar. Lo hemos repasado mil veces. Suerte que el profesor Vidal al final accedió. Sin él, sólo serían acusaciones sin ningún fundamento. Ahora, tenemos el viento de cara, y además contamos con el factor sorpresa.

-Supongo que tienes razón... Aunque al principio lo vi todo muy negro, con el profesor allí postrado en la cama del hospital. ¡Pobre hombre! Desmayarse cuando ya te despedías en el umbral de su casa, después de haberlo confesado todo... Realmente estaba obsesionado contigo... y no soportó ver que sus fantasías se desvanecían en un instante.

-A ver...–dijo Dalmau, intentando no recordar aquellos momentos complicados repasando la documentación que contenia su carpeta- Las impresiones de pantalla, el informe médico, la declaración jurada... Sí, no falta nada. Todo listo. Toma.

El chico rubio le pasó la carpeta a su novio. Jofre, estupefacto, tardó en reaccionar, excepto su cara, que adquirió el tono colorado de cuando le vencían los nervios.

-¿Yo? Pero yo supuse que...

-Que entraría yo, ¿no? –dijo Dalmau, con su sonrisa serena, sin atisbos de mofa por ningún lado.

-No sé si podré... A ti se te dan mucho mejor las situaciones conflictivas.

-Puede ser, pero esta vez debes hacerlo tú.

-¿Y si vamos los dos? –propuso Jofre, tratando de devolverle la carpeta que el decatleta rehusó.

-No puede ser. El director lo dijo muy claro: Sólo uno podría participar en la reunión del claustro de profesores. Además, tú eres mejor opción que yo. Allí dentro, viendo a ese cerdo a mi alcance, a duras penas podría contenerme, y seguro que no sería mi mejor actuación... No, Jofre. No lo dudes. Lo harás bien. Confío en ti. Haz tú lo mismo –le dijo mientras le apretaba la mano, como si tratase de tranmitirle su convicción en el éxito de la empresa y todo su afecto.

Pocos minutos más tarde la secretaria les avisó que ya podían dirigirse a la sala de profesores. Dalmau pasó el fuerte brazo por encima de los hombros de Jofre, tratando de infundirle ánimos, completamente indiferente a los chicos con los que se cruzaban. Desearía poderle ahorrar ese percance, pero sólo con su chico el plan tenía esperanzas de éxito. No dudaba de que Jofre era un cerebrín. únicamente le preocupaba el malnacido que estaba en la sala. Si se burlaba de  Jofre, si le hacía algun daño... –pensó, tensando los  músculos por un momento, antes de volver a acariciarle la nuca..

-¡Ánimo, Jofre! –exclamó mientras le abrazaba con fuerza.

-¡Después dónde nos encontraremos?-dijo Jofre, visiblemente nervioso.

-No me moveré de aquí ni por un terremoto.

- ¡Adéu!

-Fins després, maco! –le susurró Dalmau, dándole un último beso.

El chico entró en la sala de profesores. Estaba a punto de acabar su singladura en el instituto y ése era uno de los pocos espacios vírgenes que nunca había hollado. Alguna vez había descubierto la puerta medio abierta y había caminado un poco más lento de lo habitual para poder dar un vistazo a ese recinto reservado a los profesores. Ahora penetraba en él, pero no examinaba el lugar, intimidado, sintiéndose el centro de todas de las miradas. Todos le conocían, aun así notó un ambiente de sorpresa y en ciertos asientos, un aire desaprobatorio. Se sentó en uno de los pocos lugares vacíos, entre el bibliotecario y la profesora Roca.

-Todos conocéis a Jofre Clarà, nuestro mejor alumno de bachillerato-rompió el silencio el director del instituto, el profesor Puig.

-Sí, pero no alcanzó a comprender porque se ha colado en la reunión-replicó Gonzalo, el entrenador.

-La normativa del claustro es clara. Pueden participar en algunos momentos de la reunión personas no pertenecientes al claustro, siempre que la dirección lo estime oportuno para aclarar cualquier tema y por supuesto sin derecho a voto.

-Ya, pero este chico, en el tema que nos ocupa no puede ayudarnos a resolverlo porque es parte del problema-arguyó el entrenador.

-Si lo he invitado es por una poderosa razón. Tiene algo importante que comunicarnos... Cuando quiera, señor Clarà.

Jofre se alzó, con las piernas temblorosas, sólo esperaba que no flaquearan antes de acabar la lectura del papel que ahora asía con fuerza. Tosió levemente y sin mirar a su auditorio, con los ojos concentrados en el documento, su voz empezó a interpretar el escrito, una voz un poco insegura pero claramente audible. Leyó:

-“Yo, Genís Vidal i Sunyer, ante la imposibilidad de asistir a la reunión del claustro de profesores por grave enfermedad, deseo hacer llegar a todos los profesores, una breve declaración jurada ante notario...”

-¿Qué broma es ésta? –saltó la señora Selva- ¿Desde cuándo una ausencia por enfermedad debe ser justificada con un documento legal? Indignante...

-Por favor, no interrumpa, señora Selva, rápidamente lo entenderá. Continúe, señor Clarà –espetó el director un tanto molesto.

-Yo fui el responsable de las fotos tomadas en la biblioteca de los señores Dalmau Rovell y Jofre Clarà, en pleno arrebato amoroso. Lamento mi conducta ya que la revelación pública de esas fotos perjudicó ostensiblemente a los afectados. En mi descargo sólo puedo alegar que esa triste acción, impropia de uno de sus profesores, fue inducida con amenazas por otro docente...

-¡Esto es alucinante! ¡Vaya disparate! ¡Que salga de la sala este crío lleno de fantasías y difamaciones!-gritó el profesor Ferrer.

-...el señor Maurici Ferrer i Ferrer , prefecto de disciplina... –chilló más fuerte Jofre.

Exclamaciones de sorpresa se alternaron con voces críticas contra el chico, al tiempo que el profesor Ferrer, indignado, se levantó para hacer callar a Jofre. El bibliotecario y la profesora Roca lo protegieron.

-¡Nunca me había sentido tan humillado! ¿No quiero oír mentiras! ¡Señor Puig no sé qué se trae entre manos, pero de este delito contra mi honor rendirá cuentas ante la justicia! –gritó ofuscado Ferrer.

-No, señor, esta acusación se sostiene en hechos claros e inequívocos, y ya que se opone a escuchar el resto de la declaración, ¡el señor Clarà se lo resumirà en dos minutos!

Jofre estaba nervioso, como siempre, pero esta vez, no entendía cómo, en ese violento rifirrafe se creció, su voz no se apagó. Los razonamientos volaban raudos, puñales que esperaba hundir en ese hombre, responsable de demasiados males.

-Usted exigió al profesor Vidal que tomase fotos mías follando con Dalmau.

-¡Qué disparate! ¡Es una absoluta falsedad! El profesor Vidal es un degenerado. Es cierto, yo íntuía sus malas artes y sus deseos libinidosos hacia algunos alumnos...  Se lo advertí, no me hizo ningún caso;  por eso ahora trata de hundirme.  Desde hace tiempo no miro ningún correo suyo. Esas fotos, como bien dice, son suyas y de nadie más.  Su bajeza no conoce límites.

-Lástima que el señor Vidal guarde todos sus correos electrónicos,. Aquí están las impresiones de pantalla de sus demandas y de su último mensaje después de haber recibido las fotos. Un mensaje, por cierto muy poético. Se lo leo: “El rubio y el cerebrín, a la mierda por fin.”

- Nen , todos sabemos que eres muy inteligente. Lástima que malgastes tu inteligencia en estas habilidades. Eres muy diestro fabulando cuentos ridículos y creando montajes, pero lo que dices no tiene ningún sentido. ¿De verdad crees que me importa lo más mínimo la vida íntima de dos chavales calentorros? A mí no me van los tíos ni los niños. ¿Qué ganaba con dar luz pública a cuatro folleteos de colegiales? Va, responde.

-Nunca ha soportado a Dalmau y quería que fracasara, que la Masia fuera sólo un sueño imposible de cumplir –gritó Jofre.

- Nen, te ofusca lo que sientes por ese macarra. Yo no lo he perseguido, simplemente actué siempre como correspondía, cumpliendo mis deberes de prefecto de disciplina.

-Sí, era muy justo y ecuánime con él. Por eso  lo insultaba, llamándole “carne de presidio.”

-Tonterías. Lo siento, chico, pero tus montajes no se sostienen. No hay ningún móvil real, más allá de vuestras fantasías persecutorias. Me niego a ser la cabeza de turco de vuestras frustraciones. Seguro que el profesor Vidal debe estar encerrado en algún lugar y tú y Dalmau falsificastéis esta declaración jurada. Es muy serio lo que habéis hecho. Te sugiero, por tu bien, que te retractes -replicó Vidal.

-No, señor Vidal, esta declaración jurada es  real y firmada por un notario. Yo mismo lo he confirmado, No pensará que soy tan estúpido de dar por ciertos todos los chismes que me cuentan los alumnos del centro –intervino el director muy serio-. No, señor Vidal, el señor Clarà no es un embustero.

-He pasado en poco tiempo de la sorpresa y la incredulidad –habló el señor Deulofeu, el bibliotecario, dirigiéndose al profesor Ferrer- a la sospecha. ¿Busca un móvil para implicarlo en esos desmanes además de las pruebas que nos brindan sus correos electrónicos y la confesión de Vidal, confesión que por otro lado no le comporta ningún beneficio a su autor? Pues bien, yo sí la encuentro, y precisamente en lo que se dirimirá dentro de un rato en esta misma sala. Durante todo el curso ha ido entonando la consabida canción de la indisciplina y el caos en las aulas... Dalmau ha sido el golpe de efecto para demostrar la veracidad de sus discursos. La oveja negra de cursos pasados volvía a las andadas, ahora follando aquí, y con el morbo añadido de que el amante fuera un chico. Además, él mismo le dio más carnaza, cuando tumbó a David Negre después de la final del torneo. Desde entonces sólo ha tenido que ir recogiendo las redes de su pesca hecha a conciencia. Muchos profesores lo han visto como el hombre providencial, el futuro director que restaurará el orden en este templo del saber...

-Viendo sus elucubraciones, señor Deulofeu, me parece que no le conviene leer tantos libros antiguos. Corre el riesgo de confundir la realidad  con la fantasía más delirante -replicó mordaz el profesor Vidal.

-¿Fantasías? No lo tengo claro... Algunos reconsideraremos nuesto voto en la elección de esta mañana. Como mínimo, yo presentaré una candidatura alternativa. Hay demasiadas zonas oscuras... –intervino la señora Selva con firmeza, mirando tanto al profesor Ferrer como al resto del profesorado- Estaba dudosa, pero oliendo la podedumbre que descubro, una no puede permanecer impasible. La autoridad y la disciplina son sin duda necesarias, pero no a cualquier precio, y menos como un trampolín para medrar.

La discusión continuó, pero Jofre estaba agotado. Cada vez le costaba más seguir los comentarios de unos y otros, el temblor de las piernas no cedía, y se sentó para no caerse al suelo, ajeno ahora a la pelea dialéctica entre miembros del claustro que él había iniciado. De todos modos, poco después el director le ahorró seguir asistiendo a ese diálogo desagradable y conflictivo, le permitio salir de la sala, con una sonrisa satisfecha en su rostro. El señor Puig podría probablemente confiar el instituto en mejores manos de las que en un principio deseaban apropiarse de él. No había acabado la asamblea, pero creía que en la hora que faltaba hasta la votación, los partidarios del señor Ferrer irían claudicando ante la nueva opción, mucho más atractiva, de la profesora Selva.

-¿ Què, Jofre, com ha anat ? –le preguntó Dalmau a bocajarro cuando le vio salir.

Por unos instantes no acertó a responderle. Estaba abrumado, y después de la jungla de ahí dentro, descubrir a su Tarzán rubio, con esos bellos ojos solícitos, preocupado por él  no tenía precio. Lo abrazó y casi desfallece entre sus brazos. Esa sensación de fuerza y calidez era divina, esos labios suaves que acariciaban su cuello.

-No tienes qué explicarme mucho. Se escuchaban los gritos desde aquí. Quise entrar cuando te enfrentaste con el maldito cabrón de Ferrer, pero esta puerta es sólida como el acero... Has sido muy valiente. Una vez más, estoy muy orgulloso de ti. ¡Eres un crack!

Pasaron unos minutos en el  pasillo, uno preguntando y atendiendo a su chico, y el otro respondiendo y dejándose cuidar por su novio cachas. Dalmau lo miraba amoroso, pero no podía evitar que sus ojos mostraran una fría dureza cuando citaba al maldito profesor Ferrer. No quería verlo nunca más. Había querido encumbrarse a través de él sin importarle arruinarle la vida. ¿Cómo podía haber gente así? No era estúpido, tenía muy claro que el mundo podía ser una selva, pero no alcanzaba a  comprender que en su pequeño rincón, en su instituto, trabajaran lobos como ese. Trataba de despejar de su mente la imagen de ese malnacido. De repente tuvo una de sus locas ideas.

-¿Así que tardarán como mínimo una hora en salir de la reunión, eh?-preguntó el chico rubio, frunciendo el ceño, cosa que a Jofre siempre le intranquilizaba un poco.

-Sí, incluso más porque la votación puede alargarse, visto el ambiente caldeado entre el grupito de Ferrer y Gonzalo, y el resto.

- Perfecte . Pues ahora vamos a tomarnos una pequeña revancha con esos imbéciles. ¡Vamos a follar en la sala de profesores!

-¿Pero qué dices? ¿Cómo quieres que entremos ahí y...?

-No, hombre, no –le interrumpió, sonriendo Dalmau- No estoy tan majara. Me refiero a la antigua sala de profesores, la del piso de arriba, la que se han agenciado la camarilla de cabrones de Gonzalo.

-Pero si viene algún profesor y nos ve...

-Ahora estás con las neuronas bajas. Todos están obligados a participar en el claustro, así que tenemos el campo libre. Y los conserjes y demás  nunca se acercan por allí. Están hartos de ser tratados como escoria por Gonzalo y sus camaradas.

-Tú crees que es buena idea que...

Dalmau salió presto hacia su nuevo objetivo, dejando a Jofre con la palabra en la boca. Se apresuró a seguirlo. Nunca se acostumbraría a esas ideas repentinas de su chico, pero deseaba volver a distrutar de todo él, libres ya del peso que les atenazaba esa mañana. El atleta ya subía las escaleras. Le encantaba observar sus rotundas nalgas a corta distancia,  admirar esa cadencia admirable de esos melones pujantes que tensaban el tejido del pantalón. Llegados al piso superior, en breves zancadas llegaron hasta la puerta de la sala. Dalmau quiso que Jofre abriera la puerta. No pudo.

-Mau, está cerrada, era de prever. Si  cierran las salas de la biblioteca, también ésta por descontado. Ha sido una pérdida de tiempo.

-Mi hermano Oleguer me enseñó algo sobre esta sala. Mira -dijo el chico mientras presionaba levemente un cristal de la ventana más próxima a la puerta y lograba desplazarlo un poco. En el espacio abierto introdujo la mano,  sus hábiles dedos abrieron el seguro de la puerta. En pocos segundos estaban dentro. Dalmau le señaló el sofá del fondo, al otro lado de la mesa, pero cuando Jofre iba a sacarse la camiseta, el muchacho rubio  le detuvo.

-Mejor no te la quites.

-¿Cómo? ¿No me has dicho hace un momento que...?

-Sí –le interrumpió Dalmau- ya lo sé, pero no quiero tentar más la suerte de lo debido...

-A ver, si tú no lo ves claro, yo menos. Vamos a los lavabos de esta planta. A estas horas no hay nadie. Esto no es buena idea. Nos estamos metiendo en la boca del lobo y sinceramente, ya he tenido bastante con la escenita de antes. Si aparecen Gonzalo o Ferrer o el resto de la camarilla, no creo que nos reciban con una sonrisa –replicó Jofre cada vez más nervioso, hablando atropelladamente y sin despegar la vista de la entrada.

-No te embales, Jofre. Si te he pedido que no te desnudes es porque debemos hacerlo con rapidez, antes de que acaben la reunión. Si controlamos el tiempo, no corres ningún peligro. No pienso ir a los lavabos. Ese desgraciado me ha hecho la vida imposible durante años. Siempre con sus códigos de conducta y sus normas específicas sólo para mí. Me jodió con las putas fotos, pues muy bien, avui cardarem en el seu cau –aseveró con determinación el atleta antes de hacerle un guiño a su chico y frotarle cariñosamente el hombro- Tranquilízate, todo irá bien. Además, tu amiguito ya está bien dispuesto.

Dalmau había bajado su otra mano hasta la entrepierna de Jofre para acariciar sin ningún pudor ese bulto creciente. Era mágico, sentir esos toques y su cuerpo respondía en un  abrir y cerrar de ojos. Lo deseaba así que no se hizo rogar. Se sentó en el sofá, acuciado por esos dedos tenaces que trabajaban esa bragueta ya henchida, anhelantes de liberar la columna de carne aprisionada al otro lado de la tela. Con cuidado le bajó la cremallera mientras  le chupeteaba el cuello. Jofre gemía ante esa boca voraz que le atacaba y conseguía aumentar todavía más su excitación. Un escalofrío le recorrío el cuerpo entero cuando notó esos labios firmes saludando la cabeza de su falo. La lengua ya era veterana en esas lides y se paseaba por todo el glande, saboreándolo y bañándolo de saliva al tiempo que las manos jugaban con sus testículos y se aproximaban a su oquedad anal.

Jofre quería corresponder a las atenciones de su chico, pero no podia, tanto por la oposición de Dalmau como por las sensaciones de goce que se agolpaban en su cabeza y que no le permitían nada más que aceptar pasivamente esas descargas placenteras. Su polla era pasto de las fauces de esa indómita bestia sexual, incesante en su actividad. El chaval moreno notaba una y otra vez el calor ardiente de esa cavidad bucal que lo acogía y que nunca disminuía su ritmo, indiferente al resto del mundo, atareado en su labor de lamer, chupar y devorar la tranca que le encandilaba. Los dedos del sátiro rubio ya hurgaban su ano... A pesar de la excitación, Jofre se recobró un poco. Veía perfectamente a su semental. que mostraba ya con claro orgullo, desabotonados los pantalones, la formidable verga que atesoraba. No tenia bastante con mirarlo, esta vez deseaba algo novedoso y diferente.

-¡Mau!, no lo hagas como siempre.

Dalmau interrumpió su felación. Lo miró extrañado.

-¡Com! ¿Què vols dir? No t’entenc.

-Quiero que hoy seas más rudo, que me la metas de golpe.

-Te haré daño y no...

-Mau, sé perfectamente lo que te estoy pidiendo. Ya conozco a tu amigo... Va, no me seas blandengue...

-¿Blandengue? Ahora verás.

El chicarrón se vistió con un condón, ensalivo sus dedos, levantó las piernas de Jofre, humedeció la entrada anal y se dispuso a penetrar la delicada membrana. Antes lo miró otra vez y volvió a preguntarle: -¿N’estàs segur?

-¡Si, fóllame, ya!

Dalmau no dijo nada más, toda su fuerza se dirigió hacia ese pequeña abertura entre las nalgas de su chico. Situó el glande lustroso que rezumaba líquido preseminal en ese punto y bruscamente comenzó a empujar con brío, transformando el imponente badajo en un macizo ariete capaz de atravesar la puerta más sólida. Jofre quería que demostrara su ímpetu y contundencia, pues eso le daba, no se andaba con chiquitas y su pollón penetraba las estrechas paredes rectales merced a la poderosa fuerza y resistencia del tarzán rubio. No cejaba ni un segundo en la operación, al contrario, aumentaba el ritmo de las acometidas, entre los gemidos de Jofre, el frotar de los dos cuerpos y el chirriar del sofà, poco acostumbrado a esos ejercicios amorosos.

El sabelotodo se debatía entre sensaciones diferentes. De un lado, aquel taladro enorme le estaba horadando y el culo le dolía horrores; por otro, le excitaba mucho esa dureza, ese nuevo comportamiento de su novio, brusco y viril. Lo que con un extraño supondría una experiencia dolorosa, con él se convirtía en una faceta más de su juego amoroso. Tanta estimulación no era en balde, progresivamente en su cuerpo se agudizaba esa sensación de placer, de frenesí que iba aumentando de intensidad. Ya faltaba poco para sentir ese clímax ansiado cuando Dalmau se paró en seco. Sacó rápido el badajo, con un susurro le mandó meterse debajo del sofa y permanecer en silencio absoluto. Después el atleta saltó por encima del sofà para esconderse en el espacio entre el sofà y la pared.

Jofre no entendía qué había sucedido. Su cuerpo a punto de disparar leche, ahora  retraído y confuso. Tras la vorágine corporal, era ahora la razón quien tomó las riendas, aunque no conseguía poner las cosas en claro. Nervioso, infestaban su cabeza visiones y pensamientos inconnexos, entre ellos, la imagen de Oriol en el cau , masturbándose con la camiseta favorita de Dalmau. ¿Por qué en esos momentos tenía que recordar al amigo enamorado también de su novio? No lograba sacárselo de la cabeza, quizás porque esa historia no podía orillarla, ignorarla como si no hubiera sucedido. No se lo había contado a Dalmau, pero algo tenía que hacer. Dudaba...

Detrás del sofá, acurrucado, el mocetón rubio vigilaba. Un leve ruido y una sombra en el pasillo lo habían alertado. Ahora, ojo avizor, observaba esa sombra amenazadora que permanecía fuera mientras agudizaba el oído. Sí, su instinto no le había fallado. Tres sombras habían estado charlando y ahora una se alejaba mientras las otras dos iban a entrar en la sala. Las conocía demasiado bien. Gonzalo y el profesor Ferrer. Con un leve susurro avisó a Jofre. No entendía lo que había sucedido. Faltaba media hora para el fin de la reunión de profesores.

-Lluc no cerró la sala. Ese tío es un cretino. Nunca se entera de nada.

-Bah, no importa... Nadie del instituto se atreviría a entrar en nuestro refugio.

-Estoy harto de este instituto de mierda. Me han rechazado. Antes todo eran halagos y promesas, y al final han votado a esa puta.

-Son basura. Como mínimo, no te has rebajado a seguir con la función. Te has ido antes de acabar. Sólo se merecen el desprecio.

-Sí, pero el año que viene las cosas cambiarán.

-No me preocupa lo más mínimo.

-¿No, Gonzalo? Tú tampoco eres insustituible. Seguro que la guarra te sacarà a patadas de la dirección del área de deportes.

-La tetuda y su ridículo equipo no me dan miedo. Estoy llamado a ser algo más que un vulgar profesor de educación física.

-¿Cómo? No te entiendo...

-Lo sabrás a su debido tiempo. Confío en ti, pero...

-Siempre con tus misterios, Gonzalo... Yo estoy al borde del ataque de nervios... Ese niñato de Jofre y el macarra de Dalmau, jodiéndola como siempre. Si los tuviera delante, les rompería los huevos. ¡Cómo los odio! Pero la puñalada trapera me la ha clavado Vidal. Se va a enterar... Traicionarme así...

-Va, salgamos de aquí, de este ambiente putrefacto. Ya tengo los papeles que quería, vámonos a refrescar el gaznate. Aquí dentro me asfixio.

- I aquells dos marrecs follant ... No sé cómo no vomité viendo las fotos... Lo expulsaste del equipo, pero ahora lo han fichado en el club de atletismo. ¡Condenado Dalmau! ¡Siempre con una flor en el culo! ¡Siempre cae de pie!

-¡Bah! Sí, tiene mucha suerte, pero nunca hará nada ese guaperas cagón. Es como un tubo de metal: dorado y reluciente por fuera, completamente hueco por dentro, ja, ja, ja.

Los dos profesores abandonaron la sala y pasados unos minutos, los dos chicos salieron de su escondite. El atleta rubio, con el ceño fruncido y los ojos echando chispas, no permanecía quieto ni un segundo.

-Gonzalo se tragarà sus palabras. T’ho ben prometo, t’ho juro -proclamó solemnemente Dalmau.

-Lo sé. Eres un deportista alucinante. Gonzalo, en cambio, es idiota profundo. Lo que me intriga son sus misterios...

-¿Misterios? Ese tío, con delirios de grandeza, no es más que un mamarracho, un payaso que no se ha dado cuenta que sus días de entrenador cabrón se han acabado para siempre. Me encantará visitar el instituto el próximo año para verlo como un simple auxiliar de gimnasio, o mejor aún, dedicado a limpiar vómitos y meadas.

-Sí, pero no sé... Yo diría que Gonzalo no muestra todas sus cartas y la partida todavía no ha terminado.

-No digas eso. Ya me subo por las paredes sólo de verle, si tiene algo que puede mejorar su situación, yo...

-Aunque quizás tenemos una baza que no sospecha –añadió Jofre que seguía con sus cábalas, sordo a las últimas palabras de su compañero..

-¿A qué te refieres?

-A un papel arrugado lleno de extrañas fórmulas.

-¿Al papelucho que nos dio Uri con las letras repetidas?

-Sí, la verdad no sé si es perder el tiempo dedicarnos otra vez a desentrañar su significado, pero creo que no tenemos nada más.

-No, no es perder el tiempo si hay una mínima posibilidad de descubrir lo que ese cerdo se trae entre manos –replicó con determinación el rubio-. Mañana por la tarde nos  encerraremos en mi habitación y no saldremos hasta haber resuelto este misterio. No se saldrá con la suya ese hijo de la grandísima puta. ¡Te lo juro!


Ya conocéis quién estaba detrás de las fotos, falta por saber qué se trae entre manos Gonzalo. A ver si en el próximo episodio los dos chicos descubren el enigma. Quizás necesiten la ayuda de alguien más. Ya veremos. Os emplazo dentro de unos quince días si las musas no me abandonan, para seguir narrando su historia.

Se va acercando el final. Faltan dos capítulos y os quiero dar las gracias como siempre. Sin vuestro apoyo este relato no lo hubiera escrito, o lo habría suspendido a medio contar. A ver si seguís opinando y valorándolo. Os animo a hacerlo.

Apa siau!

Ben cordialment,

7Legolas