Jofre, Dalmau y otros (44)

David acude al refugio de Oriol, pero esta vez el encuentro tendrá consecuencias… Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XLIV:  La decisión de Oriol

-¡Pum, pum, pum! ¡pum, pum, pum!

-¡Ya voy! ¿Quién es?

-¡Soy David! ¡Abre de una vez, collons !

En pocos minutos el aporreador de la puerta entraba en el cau de Oriol, con su escenario habitual, los trenes moviéndose ordenadamente por todo ese microcosmos que dibujaba la gran maqueta.

-Oriol, ¿estás sordo o qué?

-No, entiéndelo, después de tantos días durmiendo tan poco, me he quedado traspuesto… -se excusó antes de bostezar sonoramente.

-Veo que sigues con tus jueguecitos. No crecerás nunca.

-Que me guste jugar con trenes no es nada malo.

-Bueno, haz lo que te plazca mientras continúes divirtiéndote como los adultos. Va, si he venido hasta aquí no ha sido para ver correr tus trenes, sino para correrme contigo–dijo David, desordenándole el pelo y acariciándole el cuello.

-¡Para, sisplau ! –protestó Oriol, apartándose de su novio.

-El tren que circula por la vía de arriba es el AVE, ¿no? –prosiguió David, indiferente a sus protestas, sobándole el hombro- Es la mejor locomotora con diferencia. Tengo un gusto exquisito cuando hago regalos.

-Sí, es una pasada- respondió el canijo, centrando su vista en esa máquina de tren. Le encantaba. Ya le había echado el ojo en la tienda de modelismo, pero no estaba a su alcance. Ahora era suya por obra y gracia de su novio.

Mientras Oriol seguía embelesado con las evoluciones de la locomotora, su chico se despojó de su polo negro Lacoste. Volvía a exhibir su mayor tesoro, un pecho poderoso, con dos soberbios pectorales henchidos de músculo coronados con ostentosos pezones oscuros. Satisfecho, frotó las puntas con los pulgares antes de reclamar la atención de Oriol.

-Va, ya basta de pasatiempos infantiles.

El chico hizo caso omiso de sus palabras y siguió concentrado en su maqueta. De súbito, las máquinas y la iluminación se apagaron. Cuando Uri iba a girarse para reclamar a David que volviera a encender el circuito, se vio rodeado férreamente por sus fuertes brazos y, sordo a sus quejas, lo alzó unos centímetros del suelo para llevárselo como si fuera un fardo hasta la habitación interior.

-No me gusta que me ignoren –respondió David, aplicando todavía más presión sobre el canijo que se debatía y pataleaba tratando de desembarazarse de ese duro abrazo. A pesar de sus esfuerzos, David no le dejó escapar y siguió avanzando hasta su destino. Allí, lo lanzó al colchón mientras cerraba la puerta.

-¿Pero qué te crees, David? ¿Estás tonto o qué?

-¿No te ha gustado el transporte hasta aquí? Ha tenido su gracia.

-No. Siempre haces lo que te da la gana. Estoy harto de toda esta historia. Esto nuestro es un asco, sólo corre en un sentido, el tuyo. Nos vemos, nos hablamos, nos encontramos y follamos sólo cuando TÚ quieres, y yo no cuento para nada. Soy un cero a la izquierda, o peor aún, soy un número negativo. Así no podemos seguir. Es un infierno.

-No te pongas melodramático. Deberías dedicarte al teatro, lo harías muy bien en papeles trágicos. Bueno, en realidad, serías un actor muy polivalente porque en comedias tampoco encontrarían un bufón más ridículo.

-Tú, en cambio, el papel de Yago, el de Otelo, el manipulador, amante del secreto, tortuoso y cínico, no deberías ensayarlo ni un segundo porque lo llevas metido en la sangre. ¡Lárgate! ¡Vete a la mierda!

David no replicó, le arreó tres guantazos que le dejaron enrojecidos sus cachetes. Uri se encogió un poco, cerrando los ojos. Lo había vuelto  a hacer. Era la tercera vez que lo golpeaba, la anterior poco antes de que se convirtiera en el nuevo compañero de clase de Dalmau. Le había abofeteado por última vez, no habría una cuarta. Le escocía, pero era peor su dolor interno y su decepción. ¿Cómo podía golpearle alguien que decía quererle? No tenía ningún sentido. Ninguno. No podía volverlo a justificar. No, no podía ni debía hacerlo, corría el riesgo de que aquello se convirtiera ya en una maldita costumbre. Debía cortarlo cuanto antes siempre, claro está, que tuviese agallas para enfrentarse a un tío duro de pelar como David.

Igual que en las otras ocasiones, sintió como los labios substituyeron a los golpes. David trataba de mitigar el daño cometido, pero los dulces murmullos y las caricias no podrían sanar su herida, ya no. Le susurraba al oído palabras para consolarle y justificarse, promesas de un verano feliz donde los dos dejarían atrás los nervios de ese final de  curso tan complicado. Le acariciaba dulcemente el cuello y sintió cómo su atacante le chupaba los lóbulos, uno de los puntos más sensibles de su anatomía, pero esta vez era muy diferente, un toque tierno y delicado, lejos de los feroces mordisqueos de costumbre. A pesar de la pena que sentía, aquellas lamidas le producían un placer que no quería sentir, un goce que por más que se lo propusiera no podía aplacar. Deseaba ser el más frígido de los hombres, privado de todo deseo sexual, pero su cuerpo reaccionaba de manera muy diferente,  con rabia se daba cuenta que su polla iba empalmándose sin remisión.

-¿Te gusta, eh? –le dijo zalamero, tocándole levemente el bulto evidente en la bragueta de sus bermudas- Mejor será que te las quites, tu polla quiere tomar aire fresco.

El canijo se desnudó. No tenía sentido que se aprestase a follar con el chico que le había golpeado hacía pocos minutos y con quien deseaba romper ese mismo día. ¿Era el miedo que guiaba sus pasos? ¿Era una estrategia para recuperar el ánimo antes de afrontar la ruptura definitiva? Aunque pudiese parecer ilógico disfrutaría de ese cuerpo una última vez, de ese cuerpo a veces demasiado rudo y salvaje, pero también sensual y familiar. Cuando estuvo en bolas, David se desvistió en un santiamén.

El chico agarró su polla y la de Uri para menearlas juntas. Sus dedos se movían arriba y debajo de esos dos pepinos rosados y lozanos. Dos columnas carnosas, más o menos del mismo grosor aunque sin duda destacaba más la de Oriol por su baja estatura. Aquella no era la picha de un enano sino un buen espadón. El movimiento constante y frenético avivaba los gemidos de Oriol aunque a veces eran substituidos por breves gritos de dolor cuando su amante arañaba su sensible glande unos segundos. Se divertía el morenazo con esos rápidos ataques, le encantaba esa sensación de dominio sobre su pequeñín, esas quejas lastimosas manifestaban su poder incuestionado y acrecentaban su ego. Infinitamente mejor esas “caricias” que no la ñoñería de antes, propia de románticos ilusos, de borregos sentimentales.

Se llevó el capuchón rosado a la boca. No solía hacerlo, pero cuando David se aplicaba con la lengua, las descargas de placer se sucedían en el cuerpo del pecoso. Esos labios voraces, esa boca ansiosa le llevaban al cielo, avivado por mil estímulos. De repente esas sensaciones idílicas cambiaron completamente cuando los labios fueron substituidos por los dientes que sintió adyacentes a la corona del glande, presionándola levemente. Tenía claro que no lo mordería, pero de todos modos le intranquilizó y aplacó su excitación. Siempre hacía lo mismo, se inventaba cualquier historia para ponerle nervioso, como si le encantase llevarlo a ese estado de turbación y temor. Era un polluelo entre las fauces del zorro.

-¡Joder, para ya! Antes con las uñas y ahora con los dientes. ¡No soy un muñeco!

David se sacó la polla de la boca, mirándole divertido.

-Ya paro. Va, chupa la mía –le dijo colocando su polla a pocos centímetros de la boca del canijo- Y no quiero revanchas. No soy tan tolerante como tú –añadió presionándole la nuca.

Con un punto de rebeldía, Oriol dejó de lado el cimbrel que le ofrecía para centrarse en los peludos testículos que encharcó con su chupeteo constante. Le gustaba llevarse a la boca alternativamente ese par de huevos compactos, pero nunca tenía bastante y su lengua exploró también el perineo, ese territorio sensible entre los genitales y el ano. De todos modos, no pudo dedicarle mucho tiempo. David le agarró del pescuezo para que se ocupara por fin de su verga ya crecida. Exhibía su atractivo, altiva, potente y maciza, y Uri volvió a adorarla como tantas veces, desde la cima hasta el final del tronco, usando manos, labios, boca e incluso la nariz, refregándola contra el  pilar de carne, palpando su dureza y percibiendo el viril aroma que desprendía y que lo excitaba.

-No, no te la comas más. Voy a hacer un boquete en tu culo –dijo David entre gemidos de gozo, incapaz de contener mucho tiempo más la corrida con tantas atenciones.

Uri, con desgana, le ofreció el ano expuesto entre esas redondas nalgas, claramente separadas como porciones de melón apetitosas. A David se le hacía la boca agua, no tardó en hundir, con la brusquedad acostumbrada, su pollón en su interior, levemente lubricado por la saliva con la que el canijo había mojado el delicado ano. Era imposible no notar ese taladro gigante que lo penetraba con fiereza, como si quisiera traspasarlo. Oriol se mordía los labios y apretaba los puños, no le daría el gustazo de sentir sus quejas nunca más, resistía los violentos embates sin protesta alguna, harto de su violencia y completamente indiferente a su dolor. Finalmente consiguió albergar todo el tronco en su interior y comenzó el tosco ritual. Con él,  el placer reapareció, pero no era un goce compartido, más bien, dos placeres disfrutados en cámaras estancas. Uri gozaba, pero para él eso no era ya un juego a dos, sentía lo mismo que en una paja, un placer solitario, incapaz de compartirlo con él. El placer iba inundándolo, crecía y se hacía cada vez más imperioso. Finalmente se corrieron los dos simultáneamente, entre sonoros gemidos.

Uri no alargó el encuentro, se vistió con presteza, y ultimó su vestuario, calzándose las náuticas mientras David seguía tumbado. Con parsimonia el moreno fue recuperando su ropa, sorprendido ante el mutismo de su novio. Hoy Oriol permanecía callado, mejor así, su cháchara le resultaba insoportable. Los dos dejaron la alcoba, David a pecho desnudo porque había dejado el polo negro en la habitación de los trenes.  Cuando volvió a ponérsela, miró a su compañero que lo miraba con seriedad.

-¿Qué mosca te ha picado? ¿A qué viene tanto silencio?

Oriol estaba nervioso, su locuacidad legendaria había desaparecido. Sabía muy bien lo que quería, pero las ocurrencias y las bromas no le servirían de nada en ese trance. No se decidía a hablar todavía, pero no rehuía la mirada. Le observaba atentamente: la figura altiva, ese bello rostro dominado por su negra cabellera. Era guapo, sólo sus ojos disminuían su atractivo, calculadores y fríos.

-Tenemos que hablar.

-Guárdate los discursos para otro día. No tengo tiempo.

-Ya, tú nunca tienes tiempo. Ahora ¿a quién le toca, a Blanca?

-Siempre con tus celos estúpidos. ¿Nunca cambiarás?

-No. ¿Y tú, lo harás?

-Estoy muy bien como estoy. No pienso cambiar nada.

-Pues mira, te lo digo claro: David, hemos acabado.

-Sí, si ya hemos acabado de follar por hoy. Mañana o pasado, otra vez.

-No, yo…

-Mira, Oriol, no vuelvas con las historias de los últimos días y tus dudas. A nuestra relación no le pasa nada.

-Piensa lo que te parezca. Me da igual, pero yo no seguiré ni un minuto más con eso.

-Uri, empiezo a creer que estás majara. ¿Y esto me lo dices justo después de que hayamos follado?

-Me has contagiado tu cinismo. Tú follas con Blanca, con Gina o con la que se te pone a tiro, y  un rato después, no tienes ningún problema en joder conmigo y en hacerme daño. ¡Ets un porc!

-El niño se pone gallito.

-No soy ningún niño.

-Yo creo que sí, y me estás pidiendo a gritos otro correctivo.

-No te atrevas a golpearme otra vez, no te lo consentiré –le replicó, apretando puños y dientes, pero con la voz trémula.

David dudó un momento y cambió su semblante, ahora apaciguador.

-Va, no he oído nada… Esta pequeña discusión no tiene sentido. Entiendo que estés nervioso con todo el rollo del trabajo de investigación, vuelve a jugar con tus trenes, y mañana cuando estés más relajadito, vienes a mi apartamento y…

-No, David, no me esperes ni mañana, ni pasado, ni el otro.

-Seguro que esos dos malnacidos te han inflado la cabeza.

-Nadie sabe lo nuestro, pero no quiero continuar contigo. Estoy harto de que me trates así. Esto se terminó.

- Molt bé . ¿Quieres romper? No sé si te das cuenta de lo que supone. Ten claro que esto tendrá consecuencias, y algunas muy desagradables… Ya te lo advertí: Blanca esta misma noche sabrá que la madre de Núria es una borracha. Sobre todo le insistiré que cuando se lo refriegue en  la cara le diga el nombre de su informador.

-Siempre se te ha dado bien escarbar en el fango… Ya que hablas de Blanca, yo también le debo una llamada para felicitarla por su nuevo maromo.

-No tienes huevos.

-Ya que compartimos novio, será divertido confesarnos nuestras experiencias.

  • Pierdes el tiempo. No nos hemos hecho fotos, no te he escrito postales…

-¿Seguro que no hay nada? Durante un año hemos salido juntos y algún rastro sí que hemos dejado… ¿Por Navidad, quizás, o las salidas de los viernes por la noche?

  • No te creerá.

-¿Estás dispuesto a exponerte? Blanca no es de esas chicas que piensan bien de todo el mundo. No la veo como una paloma, más bien como una víbora o una zorra. Y el flamante capitán, con asuntos de faldas y pantalones al mismo tiempo, será la comidilla de este verano.

David, cabizbajo durante unos segundos, tardó en responder.

-No te necesito para nada. Si no quieres salir conmigo, aquí te mueras. No pienso gastar más saliva para convencerte si eres tan estúpido de no entender que soy tu único pasaje a la felicidad.

-Contigo nunca seré feliz.

- ¡Gamarús! Te mereces la desgracia porque te obstinas en ganarla. ¿No te das cuenta de que muy pronto  te quedarás solo?

-No es cierto.

-En el instituto se te acaba tu papel de bufón de la corte. ¿Crees que te harán caso cuando ya no compartáis las horas de clase? Eres un payaso que divierte a ratos, nada más. Insustancial y perfectamente prescindible.

-Tengo mis amigos que…

-Te refieres a Jofre, Dalmau, Joan o la Núria de los cojones… ¿Es eso, no? Pues a ver si despiertas ya de una vez. Cupido poco a poco va desintegrando esa triste panda de palurdos. Joan con Teresa, Núria con Víctor…

-¡Dalmau no!

-Ya me cansa hablar contigo. ¿Cómo es posible de que no veas más allá de tus narices? Debe ser porque concentrado en tus juguetitos, no sabes cómo funciona el mundo real.  Jofre es absorbente y cuando empiece la universidad en Barcelona se llevará a Dalmau con él. No les verás más el pelo. Entiéndelo, Jofre, en sus nuevos círculos podrá presentar a un tío como Dalmau porque aunque sea tonto es guapo, pero tú… Tú no tienes nada. Entonces empezarán sus excusas: los estudios, el apartamento, su relación de pareja, y te irá apartando. Te darás cuenta de lo “maravilloso” que es el sabelotodo. ¿Y sabes por qué lo hará? Porque en ti ve una amenaza, eres el mejor amigo de Dalmau, y además gay, no puede exponerse a tanto peligro. De todos modos, no te preocupes, no discutirá contigo, convencerá al musculitos para que sea él quien te pida que te alejes.

Oriol no sabía cómo replicar. Todos los razonamientos de David lo iban hundiendo lenta pero inexorablemente. Deseaba responder a sus argumentos, pero cada nueva intervención de su ex era un nuevo peso que debía cargar y pronto no podría soportarlo.

-Sí, Oriol, toda esta gentuza te abandonará a pesar de tus desvelos. Me han dicho que Jofre y Dalmau vuelven a salir juntos. Son uña y carne, mejor dicho, son culo y mierda. Eres tan bobo que seguro que has tenido que ver en su reconciliación. ¿Verdad que no me equivoco?

-No, ¿qué pasa? ¡Són amics meus!

-No, no son tus amigos. Diría que quieres a Dalmau mucho más de lo que reconoces. Eres tan idiota que ignoras incluso lo que sientes. Ya puedes negarlo tanto como quieras, yo mismo tardé mucho en darme cuenta, pero los hechos son claros. Cuando el rubiales me golpeó después de la final, ¿tú qué hiciste?  ¿Me auxiliaste, te preocupaste por mi estado, allí postrado en el suelo? No, pasaste de mí y seguiste como un corderito a ese lobo rabioso, indiferente a mi humillación. A lo hecho, pecho. Te quedarás solo. Ten al menos el sentido común de no entrometerte en la relación de esos dos imbéciles. Te ahorrarás un disgusto cuando te rechacen.

-Vete –sólo acertó a  decir Oriol, hastiado.

-No, no me iré hasta acabar con nuestra relación de manera definitiva. ¿Es lo que quieres, no?

-Sí.

-Oriol, estoy hablando en serio. Te quedarás solo y te arrepentirás más pronto de lo que crees. Es tu última oportunidad.

-No insistas, lo nuestro ya es historia.

-Eres idiota y a partir de ahora un desgraciado…El fracaso de la relación la has provocado tú y tus inseguridades.

Oriol reaccionó con energía ante ese último reproche. Como un resorte, levantó la cabeza y replicó con firmeza: -No, David, por aquí no paso. ¿Mis inseguridades? Más bien habla de tus mentiras constantes, de tus dobles juegos y de tu dureza;

si de algo debo culparme es de haberte tolerado demasiadas cosas….

David no le replicó, se limitó a dibujar una sonrisa condescendiente, como tratándolo de idiota, antes de desviar la mirada hacia la maqueta.

-El señorito ya ha decidido… Bueno, pues toca recuperar mis regalos. Es lo justo.

David abrió su mochila sin ninguna prisa y después se acercó el montaje ferroviario.

-La locomotora del Orient Express es mía, el vagón comedor del Transiberiano también,  y por supuesto, el AVE.

Oriol vio triste cómo David arrojaba sus mejores miniaturas sin ningún miramiento dentro de la mochila.

-Bueno, ya está, ya lo tienes todo.

-No, todo no. Esas vías con el ribete azul son las que te regalé por tu cumpleaños, ¿verdad?

-Pero están pegadas.

- Cap problema - el chico agarró un martillo y con la parte posterior, utilizándola como palanca, arrancó la vía llevándose parte del decorado. Sin inmutarse del socavón creado, sistemáticamente fue creando nuevos agujeros en la maqueta.  Oriol, cada vez más compungido, asistía casi sin poder creérselo a la destrucción de su obra. No protestaba, sabía que era inútil, pero le hacía daño.

-Veo que lo llevas con más resignación de la que esperaba. No te preocupes, pronto se acabará. Sólo falta esto –dijo, señalando una de las cuatro patas de la mesa que sustentaba la maqueta- Ésta es la que reparé cuando estuvo a punto de ceder hace unos meses.

Con un fortísimo puntapié, David la rompió y un tercio de la maqueta se desgajó del resto y cayó al suelo con estrépito. Hierro, plástico, escayola, cartón, todo confundido en una masa informe. Uri no pudo soportarlo más, sus piernas se doblaron y sus rodillas toparon con el suelo.

-Ah, pues ya veo que sí te afectaba…Lo dicho: eres un crío, más preocupado de su último juguetito que de una relación de carne y hueso. Sinceramente no creo que   seas nunca lo suficientemente maduro para conseguir aquello que tanto demandas. Incapaz de obtener nada ni de conquistar a nadie, siempre con tu victimismo a cuestas. Tú te lo  has buscado. Este es el final, pero recuerda nuestro trato: mantén la boca cerrada. No sabes de lo que soy capaz.

David recogió su mochila y miró fijamente al chico, que continuaba apoyado en sus rodillas, encogido, cabizbajo y mudo.

-¿Qué, todavía no se escapa ninguna lágrima? Bueno, ya llorarás a cántaros cuando me vaya. Lo dicho, un niño de dieciocho años. ¡Qué triste! No quiero verte más. ¡Fins mai!- concluyó David antes de salir del cau .

Pasaron los minutos. ¿Diez, veinte, quizás media hora? Oriol había perdido la noción del tiempo, allí entre el amasijo de restos de su maqueta. No se había movido, después de lo sucedido, no tenía ganas de nada. Su ex tenía razón: era un pobre estúpido, un payaso para todo el mundo, quizás tan sólo significaba algo para su padre. Algunos calificarían a su progenitor como un tío cargante, pero era mucho mejor que el resto, que sólo buscaban que les divirtiera un rato. Había sido el pasatiempo del instituto, el chico sonrisas, y ahora, con el fin de esa etapa, se quedaría solo. El circo recogería su carpa, el escenario desaparecería y con él su antes entregado público. No era noticia, era algo que sabía que sucedería, pero ahora en la inminencia del cambio le abrumaba porque no encontraba su sitio.

Sí, se sentía desprotegido y abandonado. Él mismo había cerrado la puerta a su novio. Solo y ahora incluso sin sus trenes que siempre le daban ánimo… Era un crío –le repetía siempre David-, en realidad desearía serlo, retomar la inocencia, libre de preocupaciones… De repente, escuchó golpes en la puerta. No abriría otra vez. Seguro que era su ex para continuar ensañándose con él.

¡Pum, pum, pum! ¡Pum, pum, pum! ¡Uri, va, deixa’m passar!

Era la voz grave de Dalmau. No se movió, pero los golpes y las voces del chico rubio no cesaron.

-¡Pum, pum, pum! ¡Pum, pum, pum! ¡Oriol! ¿qué ocurre? ¿Por qué no abres? Sé que estás aquí. Me lo ha dicho Núria. ¡Va, Uri! ¡Pum, pum, pum! ¡Sóc en Mau! ¿No em reconeixes?

Al final, Oriol se levantó y le dio acceso. Dalmau se quedó sorprendido. La cara de su amigo era un poema: ojos enrojecidos,  ausente su sonrisa sempiterna y una mirada de insólita tristeza que le robó su serenidad.

-¿Qué te pasa, Oriol? –le preguntó preocupado, abrazándolo, tratando de descubrir la causa de su estado. Sus manos palpaban sus costados pero no parecían magullados, auscultaba sus ojos aunque su mirada afligida le hacía daño. Le observaba atentamente, pero su silencio le llevó a ampliar su radio de acción, tratando de captar en la estancia algo que le ayudara a explicar el motivo. Rápidamente lo averiguó.

-¿Quién ha hecho esto?-estalló furioso-¿Quién ha sido el bastardo que te ha destrozado la maqueta? ¡Fill de puta, carallot, malparit!

Oriol no respondió y Dalmau lo apartó suavemente de su pecho, pero agarrándolo por los hombros le miró inquisitivo, esperando su respuesta.

-Va, Oriol, dime quién ha sido-le reclamó el atleta sin acritud, tratando de contener al máximo su enojo-. Va, no pasará nada. Te garantizo que, sea quien sea,  no volverá a molestarte.

-No ha sido nadie. Fue un… un accidente.

-¿Accidente? No sé a quién deseas proteger, pero está muy claro que alguien, con toda su mala leche y  a conciencia, lo ha roto. ¡Si parece que ha pasado un vendaval y un terremoto juntos!  ¡Quién ha sido? ¡Dímelo! –gritó Dalmau, lleno de indignación por ese ataque furibundo contra su amigo.

-No te lo diré. ¿Qué ganas con saberlo?

-¿Cómo? ¡Es que esto no puede quedar así! No puedo tolerar que te hagan daño. Si a ti no te importa, a mí sí… Va, Uri –dijo Dalmau, mudando el tono de su voz, ahora suplicante- dime exactamente lo que ha pasado. ¡Sisplau!

Oriol apartó la mirada y mantuvo su silencio. Dalmau entonces se acercó a la maqueta destruida. Una salvajada. Aquella maravilla hecha pedazos. Le revolvía el ánimo. Y si a él le afectaba, cómo debía sentirse su creador tras ese mutismo inaudito. Al final el rubiales cedió, aceptó la extraña decisión de Oriol.

-Tú ganas –rompió el silencio, abrazándole otra vez- Me iré sin saber quién es el cabrón malparido, no te entiendo, te juro que no te entiendo… Esperaba encontrarte feliz entre tus trenes y te veo así… Y no me dejas ayudarte… Maldita sea, y ha tenido que pasar precisamente ahora cuando debo ir al instituto sin falta. Es urgente, pero no quiero dejarte solo… Jofre no puede…, Joan tiene entreno, pero llamaré a mi hermano o Núria para que estén contigo. Mañana pasaré por aquí con Jofre a reparar este estropicio –concluyó Dalmau con decisión, sin derecho a réplica.

-No sé lo digas a nadie, sisplau . No quiero que nadie más lo sepa. Y vete tranquilo. Ya estoy mejor.

-¿Cómo quieres que esté tranquilo cuando un mierda te ha hecho esto?

-No pasará nada más. Seguro. Con vosotros seguro que la reconstruiré en poco tiempo –le contestó, ofreciéndole su sonrisa que a Dalmau le supo a poco, como una burda máscara para ocultar su desconsuelo.

Los dos chicos se despidieron. Dalmau tenía que visitar al profesor Vidal para convencerlo de que cambiase la nota del trabajo de investigación de Jofre, pero alargó su abrazo, deseoso de transmitirle su apoyo y su cariño. Debía irse, le costaba, al final fue Oriol el que se retiró.

- Va, ves-te’n. Mi padre no  se lo creería, pero por una vez soy yo el que apresura a alguien, ja, ja, ja. Va, vete tranquilo.-le dijo Uri.

-Tengo un asunto en el instituto y después quizás me pase por el gimnasio, pero...

-Por favor, no vayas.

-¿Dónde? ¿Al gimnasio? ¿Por?

-David no quiere verte por ahí. Lo dijo el día de la final.

-No me preocupa lo más mínimo lo que diga ese cretino. Además, sólo será cosa de unos minutos. Vaciaré la taquilla del vestuario y ya está.

-Ya lo haré yo por ti.

-Uri, no soy ningún cobarde. Iré después y cuando salga, para que estés tranquilo te llamaré. Y no sufras más. Por hoy ya has tenido bastante. ¡Adéu, maco! -le respondió el chico rubio, acariciándole, a manera de despedida su nariz.

Dalmau se alejó, y con la distancia desapareció su sonrisa. Estaba molesto consigo mismo. Últimamente había descuidado a Uri y ahora lo había visto hundido. No había querido revelarle la identidad del agresor, pero sin duda era alguien familiar porque no habría dejado pasar a un desconocido ¿Y si el culpable fuese ese novio secreto? No tenía ni idea, de hecho lo ignoraba todo de él. Si fuera así, en Dalmau tendría su peor enemigo. De todos modos,  ahora no era momento de venganzas sino de cuidar de Oriol. Era un sol. El pobre, abrumado como estaba, aún se preocupaba por él. David sólo era un bravucón… El apolo rubio se puso a correr, quería llegar pronto a su destino. Tal vez si la “entrevista” con el profesor Vidal la ventilaba con presteza, podría pasar más tarde por casa de Uri. ¿Cómo era posible que alguien quisiera perjudicarle deliberadamente? No podía comprenderlo y no cesaba de recordar su mirada desolada. Le rompía por dentro. Se sentía fatal por su impotencia, le dolía, le había fallado.


No ha sido la mejor tarde de Uri. Tampoco Dalmau está satisfecho. En la primera entrega del 2013, el rubiales visitará al profesor Vidal para tratar de que cambie la nota de su novio. No es fácil de conseguir cambiar el parecer de ese profesor, deberá aplicarse mucho…

Como tantas otras veces, os animo a escribirme comentarios y a valorar el relato. Aprovecho la ocasión para desearos unas felices fiestas.

Bon Nadal i feliç 2013!

Cordialment,

7Legolas