Jofre, Dalmau y otros (40)

Oriol y David en las ruinas de una caserón abandonado, sin curiosos que molesten. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XL:  Oriol y David de paseo

Ya estaba acabando otro capítulo del trabajo del instituto cuando su móvil sonó. Le dio pereza contestar -era David- pero debía hacerlo. No quería que se mosquease antes de tiempo.

-Hace días que no sé nada de ti.

-Es que ando muy liado con el trabajo de investigación.

-Bueno, pues hoy ya has trabajado bastante. Te conviene un cambio de aires. En diez minutos paso a recogerte con el coche. Espérame fuera. Daremos un paseo.

David colgó sin darle tiempo a replicar. Es cierto que Oriol lo había evitado tanto como había podido, pero su novio no era de los que desistía. A la hora prevista, subió al coche de David que lo recibió con un beso fugaz. En doce minutos –al morenazo le gustaba la velocidad- llegaron a un desvío que se internaba por un pista forestal. Dejaron el coche en una breve explanada, y siguieron caminando hasta una vieja mansión abandonada hacía lustros. A Oriol le disgustaba el lugar; a David le encantaba ese espacio desolado y maltrecho, ejemplo de la fortuna mudable. Subieron la breve escalinata hasta el gran salón, uno de los escasos rincones que conservaban el techo.

-No entiendo tu afición por este sitio de mala muerte. A mí me deprime.

-¿Qué dices? Aquí uno aprende lo que no sale en los libros. Si uno no está muy atento a la realidad e intuye las dificultades, al final  sucumbe, los conflictos le vencerán. Siempre al acecho, en guardia, sino quieres acabar como los antiguos señores de este palacio –David se sentó en una de las pocas sillas aún con respaldo antes de continuar su discurso- Además, uno disfruta mil veces más de lo que posee después de visitar un antro como éste.

Oriol se le aproximó. Allí su hablar incansable y la sonrisa perenne se congelaba, víctima del abandono, del paisaje desolador que lo envolvía. Acarició la mano de David, necesitaba sentir su calor  en esa sala desvencijada.

-Siempre tan cariñoso, ¿eh? Va, Uri, daremos un poco de calidez a este escenario lúgubre –dijo David mientras le invitaba a sentarse a horcajadas sobre sus rodillas.

No, de frente –le dijo cuando Oriol a regañadientes se sentaba entre las piernas de su novio- Quiero ver ese rostro pecoso y esos ojillos que me encienden. Va, bésame como sabes.

Oriol acercó su boca a la de su compañero, sin ímpetu ni pasión, entreabrió los labios, y en un instante toparon con los de David que esperaba ansioso. La lengua de Oriol actuaba, pero no con la vivacidad de otras veces; de todos modos lo que a él le faltaba, David lo compensaba, lamiendo y chupando boca, cara y cuello de su amante. Cuando no tenía bastante con labios y lengua para colmar su apetito, aplicaba los dientes sobre su piel pecosa, como si fuera una res a la que debía marcar con los hierros del amo. Oriol entonces no podía acallar los jadeos: por un lado, le excitaba aquella manera salvaje de poseerlo, pero por otro, se sentía vulnerable y temeroso, a merced de esos colmillos afilados que a veces le hacían sangrar. David atacaba con especial deleite sus lóbulos hipersensibles. Le gustaba verle cómo trataba de rehuirlo y cómo se retorcía cuando persistía y se ensañaba con su oreja para llevarlo al delirio.

Mientras Oriol se recobraba del asalto auricular, David se despojó de sudadera y  camiseta para exhibir su torso imponente. Sí, incluso ahora, cuando el pecoso ya había decidido romper su relación dentro de pocos días, ese pecho continuaba revelándose como un potente afrodisíaco.

-¿Quieres jugar con estos pectorales de macho, eh? Pero desnúdate antes. Me gusta verte en cueros.

El chico le obedeció aunque no se dio prisa en quitarse toda la ropa, operación que siguió David con todo detalle. Le encantaba ese cuerpo pequeño y ligero, pero bien diseñado, sin un ápice de grasa. Era adorable, si bien su mayor atractivo no era anatómico: su carácter risueño, esa simpatía a raudales que no dejaba a nadie indiferente. Es cierto que podía llegar a abrumarle, pero necesitaba sentir el entusiasmo y la humanidad de ese chico tan poco corriente. El canijo no era consciente de su magia, difundía una alegría cálida, sincera e insólita en el cínico mundo que habitaban. En parte le envidiaba: desearía gozar de ese espíritu simple, eternamente fresco. Los ojillos de Uri no sabían mentirle, veía claro sus reservas; no obstante, no le preocupaba demasiado, como siempre conseguiría llevar a Oriol por donde quisiese. El pecoso era suyo y permanecería con él, pero debía lograr que se alejara de la amenaza que representaban Jofre y Dalmau, esos imbéciles.

El canijo volvió a montar sobre las rodillas de su novio, menos entusiasta que de costumbre. David flexionó sus potentes pectorales y como siempre, a pesar de querer evitarlo, esas tetazas la atraían como un poderoso imán. La mirada fija en esos agudos pezones, los labios ansiosamente humedecidos, los dedos ceñidos a su cintura moviéndose nerviosamente, esa cabecita se acercó a los globos carnosos que estimulaban su apetito. Antes de lamer el pezón más próximo alzó la vista, como pidiendo permiso al propietario de tales maravillas.

-Todo tuyo, pero, ya lo sabes, sin morder si no quieres volver a casa un poco más “calentito” que de costumbre –le susurró David con aquel tono tan propio de él, donde  invitación y amenaza iban de la mano.

Sus manos masajeaban una y otra vez los pectorales del chico moreno que, con los ojos entornados, sólo emitía débiles suspiros de gozo. Oriol era un maestro adorando esas tetillas que a duras penas podía abarcar con sus manos extendidas, esos músculos sólidos y prominentes no se alteraban con los manoseos, sin embargo el sexo de su amigo no permanecía impasible, lo sentía crecer sentado sobre sus muslos. Lamió la gorda aréola, esa piel suave que culminaba en el ostentoso pitón que despertó sorbiéndolo con los labios. Le encantaban esas puntas de flecha firmes y delicadas al mismo tiempo. Mientras su boca se ocupaba de una, la otra era atendida con presteza por sus dedos hábiles, acompasados con los dulces gemidos de David. Ahora los chupaba y los acariciaba, después los pinzaba para sentir los escalofríos de su novio. Disfrutaba de esa situación, controlaba a un hombre de voluntad indómita aunque eso era puro teatro. La realidad, muy diferente: él lo controlaba apenas unos minutos; David, en cambio, trataba de orientarlo, no, más bien de dirigir su vida.

Volvía a bailar su lengua alrededor de un pezón ya completamente erecto, inundándolo con saliva, nadando sus dedos entre los charcos y agarrándose a esos punzantes islotes que se estremecían cuando volvía a jugar con ellos. Sintió entonces la mano del compañero, acariciando su pelo y besándole ahora el cuello, satisfecho de sus cuidados. Uri se puso nervioso, conocía el percal. David no tenía claro lo que era la sutileza. De todos modos el moreno no se ensañó esta vez, bajó la cremallera de su pantalón para liberar por fin la butifarra aprisionada en su interior y así empezar un estimulante juego uniendo las dos pollas con su mano, frotándolas simultáneamente. Dos altivas trancas muy arrimadas y barnizadas por el líquido preseminal que fluía abundante. David estaba incómodo, se levantó para despojarse del pantalón y calzoncillo. Así estaría mejor, sin nada que obstruyese el placer. Uri volvió a sentarse sobre él y el moreno cogió otra vez los dos cipotes para reanudar la operación.

Se aplicaba con afán para estimular esas dos trancas vigorosas, movía la mano arriba y abajo, alternando su mirada entre esos címbreles lozanos y el rostro excitado de Uri. Parecía en trance, con los ojos prácticamente cerrados, atento sólo a los toques que recibía de su amigo. De súbito, Oriol suspiró de manera vehemente, el morenazo había substituido la mano por los labios para adorar su polla enhiesta. Sentía los labios envolver el capullo, la lengua jugaba con esa parte tan sensible y por un momento se estremeció: los dientes de David rozaban el glande. Quiso sacar la picha, pero el muchacho moreno reaccionó agarrando sus testículos con fuerza.

- No et moguis –le avisó secamente, liberándolo por un momento de su encierro bucal- Me gusta demasiado tu polla para querer lastimarla, pero si te mueves tanto no te quejes después.

Oriol no replicó mientras su amante devoraba otra vez su cachirulo. Sí, le excitaba, pero al mismo tiempo le asustaba un poco ese juego diabólico donde todas las partes de la boca agresora participaban en la adoración fálica. Esos dientes cortantes se paseaban por su piel rosada y delicada, no presionaba las mandíbulas, pero sentía su amenaza. Por fin dejó en paz su polla para animar la suya. La veía allí erguida, lista para ser usada como ariete para invadir el culo o su garganta  aunque desearía volver a sentir la finura de sus primeros encuentros; sin embargo, David no estaba para cursilerías.

-Uri, gírate, levanta el culo y siéntate sobre mi pollón. Va, quiero exprimir este melocotón hasta reventarlo.

- No t'acceleris –protestó el pecoso-. Ese melocotón tiene amo y quiere conservarlo durante muchos años.

-Sólo es una manera de hablar… Cuidaré de él. No te haré nada que no haya hecho antes.

El más bajo obedeció sin rechistar nada más. Miró ese cipote altivo, de soberbia firmeza,  lástima que tuviera que sentirla como una abrupta estaca en sus entrañas. Como mínimo esta vez sería él quien controlase la penetración. Hubiese deseado lubricar un poco el ano, pero David estaba demasiado ansioso. Quería horadarlo ya.  Acarició el pollón antes de situarse justo encima. Lentamente iba a proceder a la invasión del duro cipote, enderezándolo con una mano cuando David lo empujó hacia abajo con fuerza. El falo penetró con súbita rapidez el ano y se internó entre los gritos de Uri.

-¡Para, para! ¡ Que em trenques , me cago en Déu ! - se quejaba el pecoso al tiempo que trataba de zafarse inútilmente de los brazos de David que lo mantenía bien sujeto y continuaba su avance, sordo a sus requerimientos. Ese tronco, viejo conocido, le parecía hoy un taladro siniestro que hurgaba más y más en su interior, como tratando de alcanzar un punto virginal. Sus profundas paredes rectales se resistían al avance de aquel duro cálamo que las frotaba insistentemente. Empalado, en las entrañas de Oriol nacía una sensación contradictoria, el dolor de esa incursión salvaje despertaba paradójicamente el goce. Aquella potente verga se movía en su interior, y ahora David, asiéndolo por la cintura,  levantaba y bajaba su cuerpo, alejando y aproximando el culo a ese pilón de mortero que lo hacía picadillo.

Seguía sin descansar un segundo, impelido por el deseo. Las quejas anteriores de su amigo se convertían ahora en gemidos cada vez más sonoros, pero todo eso tanto le daba, lo único que perseguía era continuar sintiendo esa deliciosa corriente de placer que le embargaba. Le encantaba machacar ese culo redondo, con esas nalgas paradas, separadas como maduros gajos de fruta afrodisíaca, pero con un estrecho canal interior por donde viajaba su polla. Podía clavar la tranca en muchos coños, pero ninguna no soportaría sus ataques anales. Cada vez sentía más y más cerca el punto del clímax, adoraba esa sensación de frenesí, de placer pleno. Un poco más, sólo un poco más, pronto se desbordaría ya. Entre gritos y suspiros, estalló dentro de Uri, satisfecho de regar con cremosa leche el interior de su chico.

El pecoso, libre del agarre de David, se levantó con rapidez. Ya sabía que una vez complacido, David pasaría olímpicamente de él, por eso empezó a pajearse con brío. Su culo estaba dolorido y parte del esperma del moreno se escurría por el ano. No le gustaba que eyaculase dentro. De todos modos, no perdió ni un segundo en discutir otra vez con él, apretaba su verga una y otra vez mientras con la otra mano se magreaba los pezones, el abdomen y los muslos. El culo lo dejaba de lado, lo tenía demasiado resentido. Pronto notó cómo llegaba esa sensación de éxtasis cuando su picha empezó a manar esperma caliente.

Pasaron unos minutos. Los dos chicos no tardaron en vestirse, casi sin dirigirse la palabra. Uri había cumplido una vez más con la comedia, con su papel de muñeco follable, un papel que esperaba abandonar pronto. David estaba contento, dibujaba una sonrisa sin el toque irónico habitual.

- Nunca me cansaré de follar este culito adorable – dijo David - Lástima que este fin de semana no pueda repetir.

-¿Por qué?¿Qué pasa?¿Otra cita con alguna chica? –le preguntó Oriol molesto.

-¿Celoso? ¿No te lo he dicho, verdad? Este fin de semana me voy a Madrid solo, sin compañía. Mi padre se ha marcado un detallazo. Ya sabes que me pirro por el tenis y me ha regalado entradas para el open internacional.

Òndia , quién tuviese un padre forrado como el tuyo! ¿No admite hijos adoptivos?¿Pero… seguro que estarás solo?- preguntó suspicaz.

-Me paga las entradas –continuó hablando David, sin responder de inmediato a Oriol – además del viaje en AVE…

-¡En AVE! ¡Qué envidia! A mí también me gustaría viajar en esos trenes rapidísimos!

-Sí, ya me lo has dicho un millón de veces, pero no me interrumpas. La estancia tenía que pagármela yo con mis ahorros, pero tengo mis contactos. Conozco un chico madrileño que se llama como yo, es una pasada jugando al tenis, y me dejará dormir en su casa.

-Ya, y ese David no debe ser feo ni gordo…

-De hecho es bastante guapo: alto, ojos azul celeste, pecoso como tú pero menos, moreno y un cuerpo muy fibrado. No, no lo he visto desnudo, pero se nota. Y no tienes de qué preocuparte, aunque es divertido, tú eres mejor. No pasará nada. Seguro. Confía en mí.

¿Confiar en él? Ese tío debe creer que soy idiota profundo.Tengo ganas de mandarlo de una vez por todas a la mierda –pensó Oriol.

-¿Le gustan las tías?

-No, no. Es de los tuyos, pero tiene algún rollete más o menos fijo, algún follamigo, ya sabes… A uno de ellos le da clases de tenis… y me parece que el alumno queda muy satisfecho, ja, ja, ja. Esta vez no podrás quejarte. Te lo he explicado de pe a pa.

-Veo que sabes mucho de él…

-Es mi estilo: conocer muy bien al otro, tratando que no averigüe demasiado sobre mí.

-Pues que te vaya bien –respondió Oriol, sin mirarle a los ojos, prefiriendo no seguir ahondando en el tema-. Yo, como siempre, aquí, tratando de acabar por fin el maldito trabajo de investigación. A este paso me veo convertido en topo porque llevo días casi sin ver la luz del sol.Y además ahora tampoco podré sentarme porque eres un animal.

-Siempre tan exagerado. Aunque disimules a ti te encanta el sexo con un poquitín de rudeza…  Además, este fin de semana tendrás tiempo de sobra para reponerte. Eso sí, lo mejor sería que no vieras a Dalmau y Jofre. No te convienen.

-Yo no me meto en tus historias. No tienes por qué meterte en las mías…

-No, siempre y cuando no intuya que tus amigos torpedean nuestra relación. El sabelotodo de Jofre no para de inflarte la cabeza. Más le valdría dejarte en paz. Ya arruinó a Dalmau con sus amores imprudentes. Y del rubiales, prefiero no hablar. Ahora probará suerte con el atletismo, pero no funcionará. Es un fracasado y acabará arrastrándose por los peores tugurios.

- ¡No diguis això! No comprendo por qué les detestas tanto. Ni él ni Jofre pueden poner en peligro esta relación porque la ignoran. De hecho no necesito a nadie para darme cuenta de que lo nuestro tiene los días contados.

Ximpleries! Nuestra relación es mucho mejor que la de cualquier papanatas de la clase. No tenemos necesidad de abrazarnos en público, ni de susurrarnos frases ridículas. Todas esas historias, con esas poses románticas absurdas, naufragan al primer contratiempo; la nuestra no. Y siempre hay ese punto de sorpresa, libres de cualquier rutina estúpida.

-Pues, mira, yo a veces envidio sus pequeñas costumbres: el beso con que se saludan, caminar con las manos unidas…

-No me hagas vomitar…Lo nuestro es menos predecible, mucho más excitante. Va, para que veas que no te olvido, te tengo una sorpresa relacionada con el viaje.

-¿Una sorpresa? ¿Qué es? –mudando el semblante y mirándolo sorprendido.

-Está en el coche. Después te lo doy.

Diez minutos más tarde entraban otra vez en el auto. Oriol estaba intrigado ¿A qué sorpresa se refería David? Había apresurado el paso para tratar de llegar lo más pronto posible. ¿Quizás tenía que ver con Madrid o con el tenis o con…? Bueno, era estúpido darle más vueltas, en breves momentos conocería la respuesta. Por fin David abrió la guantera del auto y extrajo un pequeño paquete.

-Estoy convencido de que te gustará. –le dijo sonriente- Así tendremos otra cosa en común.

-¿Otra cosa en común? –caviló Oriol sin entender por dónde iban los tiros. Sin perder tiempo abrió el regalo. Una pequeña caja protegía… ¡Una locomotora AVE! ¡Al·lucinant! Ahora lo entendía bien clarito. David viajaría a Madrid como pasajero en el tren de alta velocidad, y él por fin tendría esa cara miniatura en su maqueta ferroviaria. No se cansaba de mirarla, no cesaba de tocarla como si necesitara ese contacto para garantizar que no era una fantasía.

-¿Y bien? –preguntó David satisfecho de la reacción de su chico – ¿Además del tren, no me merezco yo también alguna atención?

Uri le abrazó efusivamente, besándolo una y otra vez.

-Vale, vale, ya veo que te ha gustado de verdad. Y si no es pedir demasiado, estrénala el sábado cuando yo no esté y piensa en mí –le dijo el chico moreno, apartándose un poco para encender el coche- Va, y basta de emociones, salgamos ya de aquí.

En un cuarto de hora, Oriol volvía a entrar en su cau para guardar la joya de su colección. Quizás debía replantearse la inminente ruptura con su novio. A ratos parecía que le molestaba su presencia, que lo  ignoraba, a veces incluso le agredía pero otras, notaba que no le era indiferente, que David, el duro, era sensible con él, que le importaba. Ojalá el morenazo tuviese solo ese rostro amable… ¿Y si le daba una nueva oportunidad? –se preguntaba, colocando la locomotora en el primer estante, admirándola una vez más- Tal vez el problema no era David sino él, que era demasiado exigente con su novio. Ese chico le había confesado su bisexualidad, a veces lo trataba mal, pero él mismo tampoco era perfecto. A sus espaldas había follado con Borja, con Dalmau, con Jofre… Ojalá la vida no fuera tan complicada y existiese sólo un negro negrísimo y un blanco casi transparente, en lugar de tantos matices de gris que lo liaban todo. ¿Tenía algún futuro su relación con  David? ¿Ese chico trataba de arreglar su relación de verdad o sólo era un parche más?¿Por qué, maldita sea, le había ofrecido ese regalo?


El próximo episodio nace en un bar donde Dalmau y Joan apuran sus últimas cervezas, pero la noche es larga y promete más emociones… Son curiosos los efectos del alcohol: tanto desinhibe como amodorra, tanto aviva el ingenio como embota el sentido.

Gracias por estar otra vez aquí, aguardando mi cita quincenal. Sin duda vuestra paciencia ya es legendaria.

A reveure, cordialment,

7Legolas