Jofre, Dalmau y otros (25)

Jofre lleva su perro a la consulta, pero esa visita tiene otro propósito: el chico quiere liarse con el joven veterinario. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XXV:  Mogut un perro sano

-Como tú quieras, pero continúo viéndolo ilógico. Vale, tu amigo veterinario no te cobrará nada por la revisión de tu perro, pero, corcho, no está a dos manzanas de tu casa. Su consulta está a  15 kilómetros.

-Sí, ya sé que es no es lo más normal del mundo, pero Adam me pareció un buen profesional y Mogut últimamente está un poco extraño.

-No insisto. Ya estamos llegando. Según el GPS falta muy poco. Continuaré con el reparto. Confío acabar en una hora larga. Cuando termine te llamo.

- Gràcies por traerme, Víctor. Eres un sol.

- De res , Jofre. Nos conocemos desde pequeños pero todavía consigues sorprenderme. ¡Hasta luego!

Pocos minutos después Jofre bajaba de la furgoneta de su amigo con Mogut, su perro.

La casa que tenían delante no era muy grande. El edificio, alargado ya tenía sus años y la fachada reclamaba una restauración, pero probablemente Adam ni se lo planteaba recién abierto su negocio. Llamó a la puerta y le abrió una mujer de unos sesenta años. Le atendió muy amablemente al tiempo que acariciaba al perro. Pasaron a la sala de espera, con la mayoría de asientos vacíos. Una chica con un loro que no se callaba ni a la de tres y un perro faldero amarrado a un anciano que leía el diario, probablemente sordo ya que se mantenía impertérrito a las voces del pájaro. Mogut estaba nervioso. Era un lugar extraño y quería olisquearlo todo, pero Jofre lo mantenía muy sujeto, tratando de calmarlo frotándole suavemente  el cuello.

-Va, Mogut, seu, seu!

Al final, el perro se sentó a su lado sin dejar de menear el rabo. Ahora venía lo más complicado. Cuando su padre se lo mandaba siempre le obedecía, pero con él era más díscolo.

-Va, Mogut, jeu, jeu . Va, jeu!

Le costó bastante más que a su padre. No obstante, al final el can se tumbó en el suelo, indiferente al perrito. Afortunadamente acababa de entrar en el despacho del veterinario el loro parlanchín y por fin tuvieron un rato de tranquilidad. De todos modos, ahora quien comenzó a ponerse nervioso fue Jofre. No tenía nada claro cómo reaccionaría Adam. Lo había llamado y aparentemente le había gustado su propuesta, pero una cosa era visitar la mascota de un amigo y otra muy diferente estar dispuesto a una relación con él. Tenía razón Víctor cuando le decía que siempre la liaba.

Pasaron veinte minutos hasta llegar su turno. Se levantó, sintiendo cómo palpitaba su corazón,  y traspasó la puerta con Mogut. Adam le recibió con una sonrisa muy cordial. Le dio un beso y hablaron unos minutos antes de ocuparse de su paciente. El licenciado no había equivocado su profesión, realmente tenía un don para los animales y Mogut estaba más relajado que de costumbre. Fue examinándolo sin prisas y después de un cuarto de hora lo devolvió a su amo.

-Mogut está perfecto. Un pointer precioso. Sólo se trataría que los paseos diarios fueran más largos. Es un perro de caza y necesita bastante ejercicio… ¿Puedo ayudarte en algo más?

-No…, bueno, en realidad sí. Te agradezco que lo hayas visitado, pero me planteaba si nosotros… si, bueno que… me gustó conocerte en el coche y…

-¿Qué quieres decirme? ¿Quieres que lo repitamos ahora? –le preguntó sorprendido, con una sonrisa en su rostro.

-Perdona, soy un estúpido. Lo siento yo…

-No, si lo encuentro perfecto. Pocas veces entran en mi consulta chicos guapos, y no se me ocurre mejor manera de acabar el día.Ahora cierro la consulta y estoy contigo. Normalmente después voy a correr o al gimnasio, pero hoy cambiaré el ejercicio por uno más divertido –le respondió dándole un beso.

-¿Y ahora qué hago con el perro?

-Tú sabrás…No, es muy simple. Dejaremos el perro en el jardín de atrás. Estará un buen rato captando todos sus olores y tratando de cazar todo lo que se mueva. Mi habitación da al jardín, así no se angustiará, aunque dudo que reconozca tus jadeos, je,je,je. Ahora vuelvo.

Jofre respiró tranquilo. Había ido mejor de lo que esperaba. Uno y otro se gustaban y lo que empezó el día del autoestop hoy continuaría. Le había encantado contemplar a Adam mientras examinaba a Mogut con esos brazos fuertes que en pocos minutos le rodearían poderosos y esa cara angulosa, con la sombra de una barba incipiente que le daba un aire más viril. Por descontado ese Adam era mucho más maduro que el rubiales del instituto. Tardó poco tiempo en ordenar sus papeles, guardar la bata, despedirse de su tía, la recepcionista, y cerrar la consulta. Subieron por las escaleras con una antigua barandilla de hierro forjado y atravesaron el pasillo hasta el final donde se encontraba el dormitorio de Adam. Una habitación espaciosa, decorada con carteles de grupos de rock y puzles de imágenes pintorescas, en la que destacaba una cama generosa con una colcha con dibujos de animales.

-Ya lo ves, cuando me trasladé aquí, una amiga me regaló esta colcha, la perfecta para un veterinario –le dijo mientras dejaba entreabierta la puerta de atrás que daba al balcón del jardín. Mira, ahora tu perro no parece añorarte. Está demasiado ocupado persiguiendo no sé qué.

Los dos se sentaron en el lecho. Por un instante Jofre miró la colcha, pero rápidamente sintió la caricia del anfitrión en su mejilla, seguida de besos ardientes, cada vez más vivos y acelerados. Unieron sus labios, bailaron sus lenguas y los corazones latieron más rápido. Adam le masajeaba los hombros sensualmente y, cada vez más caliente, se despojó de su camisa mientras el veterinario aprovechaba la desnudez de su pecho para magrear sus tetillas. El más joven contraatacó, pasando su mano por debajo de su camiseta, tratando de llegar también a sus pectorales, pero no lo consiguió incapaz de contener su creciente excitación provocada por esos dedos ágiles que apretaban sus pequeños pezones.

-Para, para –le repetía Jofre entre gemidos cortos y breves risas. Al final sus manos lo liberaron por un minuto, tiempo mínimo necesario para sacarse la camiseta y las bermudas. Llevaba un slip muy divertido lleno de pequeños Snoopies.

-Como puedes ver, no me esperaba tu plan. Me hubiera puesto un slip más sexy.

-A mí me gusta. El mío es demasiado soso- le dijo, liberándose del pantalón y mostrando un bóxer gris.

-Bueno, en realidad, lo importante, es lo que oculta… –le replicó al tiempo que con rapidez le magreó el paquete –y aquí hay unos huevos y una barra de carne dura que me voy a comer… ¿Repetimos el 69 del otro día?

El empollón asintió y se tumbó en la cama. Adam se puso encima de él, pero con su boca a la altura de los genitales que quería devorar. Sin embargo, fue su amigo el que inició el festín, descubriendo lo que los Snoopies ocultaban, un mango ya bastante recio que él contribuyó a endurecer más llevándoselo a la boca. Chupaba el glande de su amigo quien respondía con ronroneos de placer y caricias en las bolas y la parte interna de los muslos. Cuando se acostumbró a la mamada que le practicaba el benjamín, Adam cambió los dedos por la lengua, dando enérgicos lametazos  a los testículos y al largo fuste liso de su amigo. Le gustaba esa carne tan lozana, donde se combinaba la frescura con la bisoñez. Con la lengua recorrió el largo talle hasta su cúspide y allí se quedó, encharcada entre su saliva y el abundante líquido preseminal que fluía del meato. Patinaba por la suave ondulación del glande hasta la corona para volver a ascender y repetir la jugada. Jofre suspiraba. Sin duda Adam tenía una técnica bastante más depurada que sus compañeros de instituto y con sus toques lograba erizarle la piel.

Gotas de sudor perlaban el cuerpo de Jofre, pero no le molestaban en absoluto; eran el tributo lógico de aquel desenfreno de dos cuerpos jóvenes. Le encantaba mamar aquella tranca y esos cojones peludos y simultáneamente sentirse excitado con el tratamiento bucal de Adam a sus genitales. El veterinario no tenía bastante con esos ataques y extendía su radio de acción al bajo vientre, las piernas y la zona interna más alla del escroto y que terminaba en la obertura anal. A Jofre le gustaban sus maniobras pero despertaban su intranquilidad. Temía esos dedos audaces tan próximos a su ano; no obstante, aquella comida de falo era antológica y al final sólo deseaba continuar disfrutando de aquel placer alucinante. Adam tenía buenas tragaderas, había logrado zamparse todo su aparato y se lo sacaba y volví a meter como si fuera la cosa más sencilla del mundo. El cuerpo de Jofre se estremecía. Notaba que le faltaba poco para llegar al éxtasis, pero deseaba que Adam se corriera al mismo tiempo. Por eso, sin previo aviso, su dedo índice se introdujo en el culo de su amante. Entró con facilidad y, a pesar de ser todo un novato, buscó afanosamente la dichosa próstata. A ciegas fue probando y por fin alcanzó su objetivo. El veterinario chilló de gozo y simultáneamente los dos eyacularon lefa fresca.

Adam se incorporó pronto y colocó su mano en los glúteos de su amigo.

-¿Qué vas a hacer?

-Nada especial. Jugar un poco con tu culo.

-No. Prefiero que no lo toques.

-¿Por qué?

-Porque tuve una mala experiencia. Un cabrón quiso violarme y no quiero revivirlo.

-Jofre, no puedes dejar que ese malnacido se salga con la suya. Debes poder disfrutar de todo tu cuerpo. Puedo echarte una mano.

-Ahora mismo no me veo capaz de que alguien me folle.

-No te pido eso. Te meteré solo un dedo, como tú has hecho conmigo. Tengo crema lubricante.

-Nunca lo he probado…

-Por favor  confía en mí. No te preocupes, te juro que no te haré ningún daño. ¿Me dejas ayudarte?

-Bueno… pero pararás si no lo soporto.

-No te arrepentirás, no te muevas –le dijo mientras se levantaba para coger un tubo de la mesilla de noche.

Ya a su lado, lo colocó medio tumbado, mirando hacia arriba, con el tronco pegado a la cama y las piernas flexionadas y un tanto abiertas.Desde el tobillo fue recorriendo lentamente la pierna con caricias muy suaves hasta llegar a la ingle. Allí una mano se internó por el vello púbico para estimular otra vez los genitales de Jofre,  mientras que la otra se alejaba frotando las nalgas redondas de su amigo. Su color y tacto eran un poco diferente a la resta del cuerpo, más blanco y suave. Le gustaba pasar una y otra vez su mano por ese culo pletórico y miraba con avidez el pequeño orificio que pronto estrenaría. De todas maneras, no quería apresurarse. Gracias a sus meneos, la polla del chico volvía a estar morcillona. Sus dedos no estaban quietos, ahora sobaba los huevos, ahora frotaba con energía el largo fuste  cada vez más duro. Los gemidos de Jofre, cada vez más audibles y seguidos, demostraban que iba por buen camino. Con la polla ya erecta, se concentró en ese agujerito rosáceo tentador.

La mano ocupada en las nalgas no había cesado de acariciar esa zona y rotar de manera cada vez más cercana a la pequeña obertura. Finalmente embadurnó el dedo corazón con crema lubricante y lo posó justo encima del ojete. Suavemente, con un leve movimiento circular trató de introducirlo levemente. Jofre estaba tenso, pero poco a poco consiguió vencer su resistencia y adentrar la primera falange en el interior de su culo. Jofre no se quejó y después de unos instantes de reposo continuó el avance, ahora intentando insertar todo el dedo. Fue más fácil y, ya completamente oculto en las entrañas del benjamín, empezó a moverlo con maestría. Conocía perfectamente los  recovecos anales y por un momento rozó la próstata, lo que provocó un temblor y un suspiro en el novato. Empezó entonces una sinfonía en la cual ese dedo invasor jugaba con Jofre, frotando y dejando de frotar el sensible órgano. Por descontado, el chico no era insensible a sus toques y su polla, completamente vertical, parecía el palo mayor de una barco de vela. Al final, el dedo corazón masajeó con ahínco la próstata y, entre gemidos sin freno, el chico volvió a vaciarse de leche, gritando el nombre de Dalmau.

-¿No hay sido tan traumático, verdad? Y a propósito, ¿quién es ese Dalmau?.–le preguntó Adam, tumbándose a su lado, sonriente, dándole un beso.

-Lo siento. Dalmau es un chico que me gustaba. Veo que aún  lo tengo metido en la cabeza… Pero olvídalo. Lo nuestro ha sido genial. Tenemos que preparar otra sesión ahora con dos o tres dedos, y después otra con….

-Para, Jofre, para. No deseo que entre nosotros haya nada serio. Me gustas, pero no quiero vínculos ni compromisos con nadie. Sólo quiero follar. Tú eres un romántico y deseas otra cosa. ¿Me equivoco?

-Tienes razón, pero me gustaría que…

-Jofre, acéptalo. Tú y yo somos muy diferentes y no funcionaría nunca.

-Pero eso no puedes saberlo. Yo creo que hay buena entente entre nosotros y…

-Por favor, no insistas. Lo siento, pero no quiero intentarlo. Los compromisos sentimentales no van conmigo. Dentro de medio año vuelve a traerme a Mogut, pero no es buena idea vernos a menudo. No soy el hombre que buscas.

Se vistieron, el chico abrió otra vez el móvil y se dio cuenta que Víctor le había telefoneado dos veces, la última, diez minutos antes. Mientras le llamaba, Adam fue a buscar a su perro. Se escuchaban sus ladridos, ahora cuando oscurecía el pointer ya estaba cansado de ese jardín y deseaba volver a casa. Su propietario se despidió amigablemente del joven veterinario quien correspondió a su beso con un fuerte abrazo. Pocos minutos después la furgoneta de Víctor se detenía al lado del edificio.

-La consulta ha sido más larga de lo que esperaba –le dijo Víctor.

-Bueno, en realidad, no ha durado demasiado… He vuelto a enrollarme con él. Hay un asunto que no te he comentado –le respondió su amigo, explicándole todo lo sucedido esa tarde y el encuentro dos días antes con Dalmau.

-¿Jofre, de verdad quieres que te sea franco?

-Sí, por supuesto aunque duela.

-Pues creo que no hiciste lo correcto. Es lógico que Dalmau no quisiera que anunciaras vuestra relación.

-¿Ah sí? Tú y Núria habéis empezado a salir y lo habéis comentado a vuestros amigos. Es lo normal.

-No te pongas a la defensiva. Desgraciadamente todavía una relación homosexual en el instituto no es lo normal.

-Pep y Gabriel no se ocultan. A veces se abrazan y caminan unidos de la mano.

-Sí, pero ellos son los friquis de la clase. El chico más gordo y Pep, que no tiene muchos amigos. Dalmau es muy diferente a ellos y a ti. Él es el líder de la clase y de todo el instituto. Pero yo veo otro motivo aún más decisivo. ¿Cuántos futbolistas famosos conoces que sean homosexuales?

-Ninguno. ¿Por qué lo preguntas?

-¿Eso no te da que pensar? Yo conozco sólo dos casos, y ninguno en nuestro país. Por simple cálculo matemático, es imposible que no haya una cantidad significativa. La homosexualidad es un tabú en el deporte y en el futbol en particular. Conocido esto, es lógico que Dalmau, que ve su futuro como futbolista, no quiera hacerlo público.

-Quizás tengas razón. Otra vez me equivoqué. ¡Hostia, cómo puedo ser tan burro! Y lo cierto es que, incluso cuando me alejé de él, me costaba hacerlo. Hoy mismo lo llamaré.  No quiero buscar más tíos, lo quiero a él. Como mínimo no se ha enterado de mi aventura con Adam.


Hace un año empecé la historia. Es un buen momento para dar las gracias a todos los que habéis leído algún capítulo y sobre todo a aquellos que seguís el relato fiel y pacientemente. ¿Y el futuro? El decorado del próximo episodio será la biblioteca del instituto donde volveremos a encontrar a Jofre y Dalmau.

Ben cordialment,

7Legolas

PD. Alquve, desearía poder conectar contigo.