Jofre, Dalmau y otros (20)

Oriol y Dalmau, dos chicos, van en bicicleta hasta un estanque solitario. Allí, a resguardo de miradas inoportunas, se bañarán desnudos y se conocerán mucho más. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XX:  Dalmau se sincera

-Va, Oriolet, no te quedes atrás. ¡Pedalea con más ganas!

-Ya voy, pero mis pobres piernas son la mitad que las tuyas –le respondió casi sin resuello el pobre chico que, encima de su bicicleta, iba siguiendo a duras penas la de su capitán. ¿Cómo se le podía haber ocurrido ir de excursión una de las pocas tardes que tenían libres? Estaba la mar de bien tumbado en el sofá cuando su compañero lo sacó literalmente de su casa, obligándolo a coger la bici para recuperar los antiguos paseos. ¿Paseos? Eso no era un paseo sino una tortura de Dalmau I, el Sádico.

Por fin, su compañero se paró al final de la cuesta, oteando el otro lado. Realmente el capitán de fútbol estaba de vicio y su ropa de ciclista aumentaba su atractivo, con el maillot arrapado y esos shorts ajustadísimos que cubrían medio muslo y acentuaban el encanto de esas piernas súper definidas. Sus espaldas anchas y la cintura estrecha dibujaban una figura que impactaba  No llevaba casquete con lo cual quedaba a la vista su abundante cabellera rubia que envolvía un rostro de postal, con sus pómulos ligeramente enrojecidos por el esfuerzo. Lo había examinado una y otra vez durante años, pero aunque se había acostumbrado a su atractivo, tenía claro que su belleza no era nada común.

-¿Lo ves? Allí, abajo, rodeado por la alameda, el Gorg Perdut, nuestro destino.

-No me extraña el nombre: Estanque Perdido. Hace mucho rato que no vemos a nadie. No deben conocerlo ni los conejos.

-Descenderemos siguiendo la senda, y en diez minutos nos daremos un baño.

-¡Diez minutos! Tú eso lo dices muy rápido, ¿pero has visto la pendiente? Ese camino no es apto ni para cabras. Claro, tú tienes una Enduro flamante , pero yo con mi BH abollada no llegaré vivo.

-Oriol, mira que eres exagerado. Va, te la cambio –le dijo, bajando del sillín- Ya verás cómo  en un periquete llegaré al estanque sin ningún rasguño.

Un cuarto de hora más tarde dejaron las bicicletas apoyadas en dos álamos blancos cercanos al agua. Soplaba una ligera brisa, hacía bastante calor y apetecía darse un chapuzón en el estanque. Era ovalado, a lo sumo debía medir unos treinta metros de largo y cubría en su parte central. Estaba limpio, no había restos de civilización, esto es, plásticos botellas o colillas; lógico ya que era de difícil acceso. Dalmau lo conocía gracias a Oleguer, su hermano mayor. El paraje respiraba paz; eso es lo que Dalmau ansiaba, pero los acontecimientos de los últimos días y de los próximos no favorecían la tranquilidad. Se habían quitado zapatillas y maillots, y descansaban un momento, a pecho descubierto, antes de meterse en el agua. El guaperas miraba a su amigo que estaba estirado sobre la hierba, mascando chicle.

-Oriol, tenemos que hablar…

-Lo dejamos para después. Primero nos bañamos, ¿vale?

-No, lo haremos ahora.

-¿Te has fijado en ese escarabajo? Qué verde brillante más chulo tiene.

- Noi , mírame, va.

-Es que ya me cansa el tema. Ya te lo dije hace días, y no quiero que me sermonees. Soy gay te guste o no, y eso no puedes cambiarlo aunque te  ponga enfermo. ¿Nunca te das por vencido, eh?

- Noi , hoy no quiero hablar de ti sino de mí. ¿Te enteras? Sólo te pido cinco minutos, y después te dejaré en paz.

-Vale, Dalmau, te escucho –le dijo, girándose y buscando la mirada de su amigo. Había adoptado una expresión seria, con el ceño fruncido, parecía más pendiente de expresar lo que tenía en la cabeza que en observar las reacciones de Oriol. Algo le pasaba.

-El otro día cuando me confesaste que eras gay me quedé de piedra, pero no por lo que te imaginas.

-¿Ah no? Me dirás que ya lo habías intuido porque no soy como tú. Siempre despuntando en cualquier deporte, siempre entre chavalas, siempre tan seguro de ti mismo…

-Uri, yo nunca había pensado que tú lo fueras. Bueno, una o dos veces me había rondado esa idea por la cabeza, pero siempre la había descartado, y ojalá no lo hubiera hecho. Y todo eso que me atribuyes, no demuestra nada.

-No te entiendo. No sé lo que me quieres decir –le miró atentamente su pecoso compañero.

-Es fácil de entender. Yo también soy gay.

-Ja, ja, ja. Muy gracioso. No tienes por qué burlarte de mí. ¿Dónde está la cámara oculta? -le respondió en tono jocoso.

-No es ninguna broma.

-¿Cómo? No lo comprendo.

-Durante todos estos años he protagonizado una farsa. Al principio estaba confundido; sin embargo con el tiempo todo se ha ido aclarando, y no me gustaba lo que sentía. Rechazaba a los homosexuales porque no quería que me identificasen con ellos…He follado con tías a docenas, y esta semana volví a hacerlo con Blanca. Tenía que conseguir que me gustaran, ser como la mayoría, pero…

-¿No se te levanta?

-Oriol, sí, mi polla funciona, pero no es lo mío. Deseo y sueño con tíos. No puedo cambiar eso y cada día que pasa se me hace más difícil ocultarlo. Y cuanto más trato de reprimirlo, más lo anhelo. Me había prometido que nadie nunca conocería mi secreto, pero tú confiaste en mí… Estoy hecho un lío. No sé si soy diferente a todo el mundo. Los perfiles que veo no se ajustan conmigo, ni los de uno ni los del otro lado…

Dalmau cerró los ojos y no dijo nada más. Oriol se acercó y lo abrazó por el cuello.

-No pasa nada, Dalmau. No hay dos personas iguales. Los estereotipos intentan reducir la realidad, simplificándola. Entre los gays hay gente de mucha sensibilidad, pero también auténticos cazurros, exactamente igual que entre los otros. Y no te creas tan único. El saltador australiano que ganó un oro en los últimos juegos olímpicos es de los nuestros… Ya has sufrido bastante. Tu Oriolet está aquí.

El más pequeño acarició tiernamente la mano de Dalmau, y éste respondió agarrándola con afán. Así permanecieron un rato sin decir nada y eso era una proeza para Oriol. Al final, el atleta rubio rompió el silencio.

-Va, vamos a probar el agua. Lo necesito-dijo el capitán mientras se sacaba short y slip y se tiraba de cabeza en el estanque. Oriol no se acostumbraría nunca a los stripteases de su amigo. Hubiera querido grabarlo. Sin ninguna pereza, se desnudó y… ¡al agua, patos! Dalmau se había internado en el estanque, braceando un poco; Oriol prefirió no seguirlo, medio sumergido en una zona próxima a la orilla. Lo veía nadar con brío, como siempre, y pensaba en ellos dos. ¡Qué imbéciles habían sido! Si con trece años se hubieran confesado lo que sentían, se hubieran ahorrado muchos sinsabores. Como mínimo en su caso el sentimiento de soledad había desaparecido antes, con sus primeros contactos, pero Dalmau estaba en todo momento bajo el foco, el objeto de atención perenne, y siempre disimulando… ¡Qué infierno!

El capitán volvía a su zona, primero nadando y después, cuando ya tocaba fondo, caminando. La vista era impactante. Se acercaba sin prisa y la menor profundidad del estanque iba revelando paulatinamente el cuerpo del adonis rubio. Ahora el agua le cubría medio pecho, ahora estaban completamente a la vista sus pectorales macizos con esos grandes pezones salientes que despertaban la libido de Oriol, ahora  aparecía su ombligo entre abdominales marcadísimos, ahora veía sus primeros pelos púbicos…Dalmau se detuvo, mirando a su amigo, sonrió y le hizo un ademán para que se aproximara. No tuvo que repetírselo. El más bajo se incorporó y caminó a su encuentro, fascinado como siempre por su anatomía. Otras veces lo había visto  enteramente desnudo, ahora la parte inferior del cuerpo estaba cubierta por el agua, pero hoy el espectáculo era más atractivo que nunca. Un apolo musculoso que minutos antes le había confesado su homosexualidad le estaba esperando.

-Caramba, si tenemos aquí a Tarzán, tan macizo como siempre. ¿Estás buscando a Jane?-le preguntó socarrón, acariciándole el fuerte brazo.

-No, he roto con Jane. Te prefiero a ti, Chita.

-Muy gracioso –dijo Oriol, dándose la vuelta, pero sin moverse del sitio.

-Va, no te enfades, Oriolet meu - le susurró al oído mientras le cogía por la cintura -Hoy haré lo que quieras.

-¿Sin tapujos?

-Sin ningún tapujo.

-Pues le sacaremos partido a tu liana –le respondió Oriol, introduciendo la mano en el agua para tocar el miembro de Dalmau, y acercando su cara a la de él. Nunca antes le había besado. Su bello rostro permanecía quieto, sin intención de rehuir el contacto. La melena rubia que se movía ligeramente con la brisa, aquellos ojos de un azul intenso, la nariz elegante, los pómulos marcados, los labios bien perfilados que dejaban entrever dientes blancos sin tara, la mandíbula cuadrada; en fin, le maravillaba ese rostro tan simétrico que tenía al fin a su plena disposición. Su primer beso acarició tímidamente la mejilla, pero los siguientes ya fueron a conquistar los labios rosados semiabiertos del adonis, que correspondió sin vacilaciones a los besos de Oriol. El rubiales nunca había besado a otro hombre en la boca, pero su amigo no notó su bisoñez ya que era todo un experto en los juegos bucales con las tías. Muy pronto los labios sensuales y una lengua vivaz saludaban a la del canijo, se intercambiaban saliva y se adentraba en su interior.

Había agarrado la polla de su amigo, sumergida en el agua, y a pesar de no mirarla, ocupado con el morreo incomparable con Dalmau, su mano friccionaba la maciza palanca que crecía a lo ancho y a lo alto por momentos. El glande ya sobresalía del agua y parecía un rosado náufrago en medio del estanque. Sus dedos miraban de darle consuelo, acariciándolo con devoción. De todas maneras pronto dejó la preciosa polla ante las acometidas fogosas de su ardiente compañero quien le llevó a una zona menos profunda para jugar con su cuerpo sin tanto líquido por medio   . Estaba desconocido, parecía querer recuperar el tiempo perdido. Cuando se pajeaban, de chicos, ya llevaba la voz cantante, pero ahora era un torbellino. Sentía su lengua, sus manos, todo su cuerpo a todo gas, sacándose por fin la máscara  y abordando lo que deseaba realmente, un macho.

Ahora el capitán le estimulaba las tetillas, frotándolas y pinzando los pequeños pezones. Sólo entonces dejaron sus labios el rostro del muchacho para desplazarse hasta su pecho y contribuir a su estimulación pectoral, lamiendo las pequeñas puntas y mordisqueándolas lo que provocaba en su amigo espasmos de placer. Sin duda sus amigas pronto lo añorarían, pensaba Oriol, viendo la boca magistral de su amigo. Y desde la aureolas de su torso, esa lengua experta fue descendiendo por los incipientes abdominales y su pequeño ombligo, lamiéndolos sin descanso. En ese hoyuelo, Dalmau aminoró su actividad, tanto para recuperar fuerzas como para afrontar de una vez por todas el reto tantas veces deseado y descartado. A escasos centímetros tenía la verga de su amigo, ya crecidita con tantos estímulos. La conocía perfectamente, la había tenido muchas veces entre sus manos; sin embargo para su lengua era extraña. No entendía aún cómo siempre se había negado a mamársela. Ahora tenía tantas ganas.

-Si no quieres hacerlo, te la chupo yo, y en paz -le dijo Oriol.

-No, hoy no salgo del estanque sin conocer el sabor de la leche de mi cangurito.

Y dicho esto, con una mano le agarró la verga y después de descubrir el prepucio, su lengua curiosa rozó la sensible carne del glande. No tuvo bastante e instantes después volvió a lamer el capuchón como si fuera un helado suculento. Bañaba con saliva el vértice de su tranca, y los dedos la repartían por toda la superficie lustrosa. Sin advertírselo, abrió la boca y devoró el glande, y poco después fue avanzando en la ocupación del bonito fuste de su amigo. Oriol estaba alucinado. Se percataba de la inexperiencia de su amigo, pero el tío le echaba ganas, y nunca en su vida se había excitado tanto, como viendo su aparato tragado por el buenorro del instituto. Ahora se lo sacaba para lamer con fruición sus pelotas, ahora llenaba sus carrillos con agua del estanque para duchar la tranca, ahora se entretenía con los labios acariciando la  corona del glande… Oriol estaba en la gloria. No era la mejor mamada que había recibido, pero el capitán apuntaba maneras. Le gustaba lo que hacía y aprendía muy rápido. Al final el parlanchín tomó la iniciativa. Colocó sus manos en la cabeza y el cogote de Dalmau, y empezó a marcar el ritmo de la follada bucal, con su vergón entrando y saliendo, cada vez más acelerado, de la boca del adonis. Éste no se quejaba del émbolo carnoso que se movía en su garganta. Cuando estaba  a punto de eyacular, Oriol quiso retirar su pija, pero Dalmau la retuvo en su interior hasta recibir y saborear por primera vez la leche viril.

-¿Cómo ha ido? –le preguntó al novato unos minutos después.

-Perfecto. Quizá me siento un poco extraño. Es la novedad, pero me ha gustado. Cada vez lo tengo más claro. Gràcies, noi .

-No, gracias a ti por estrenarte conmigo. Estoy cansado de tanta agua. Salgamos que no quiero convertirme en rana.

-Como quieras –le respondió Dalmau, avanzándose. Su compañero volvió a ponerse malo con la visión trasera de ese ángel. La espalda del mozarrón, ancha y musculosa, ceñida en  una estrecha cintura, culminaba en un par de contundentes balones henchidos de carne dura, con nítidas hendiduras en sus flancos, que subyugaban a Oriol. No conseguía sustraerse del hechizo de aquel culo adorable, de esas nalgas deliciosas en movimiento. Al final le dio una palmada al trasero de su amigo, quien se giró sorprendido.

-No seas travieso. A la próxima te aplicaré un correctivo –le dijo, parodiando al prefecto de disciplina del instituto.

Dalmau volvió a darle la espalda, caminando más lentamente y presionando los glúteos para marcar sus eróticos hoyuelos. Oriol, animado por el reto, palmeó otra vez la nalga, y ahora el capitán fue rápido como el rayo. Lo sujetó por la cintura, lo alzó del suelo y le llevó en volandas, a pesar de sus forcejeos, hasta la orilla. El prisionero intentó evadirse, pero aquellos brazos musculosos, con bíceps como puños, no cedieron.

-Ya que te gusta tocar el culo a la gente, ahora te zamparás uno –dijo Dalmau, colocándose delante de él, de espaldas, con los glúteos muy cerca de su cabeza. Su amigo pecoso tenía muy claro que eso no representaba ningún castigo sino una bendición. Antes que el capitán cambiase de opinión, colocó sus manos en las dos nalgas, recorriendo su pronunciada curvatura. La piel era lisa y firme, sin granos ni estrías, ideal para besarla. Era una maravilla digna del mejor artista, prominente, prieta y altiva. Dedos, labios y lengua recorrieron toda su superficie, desde la cintura donde nacían hasta su curvo final en los fuertes muslos de futbolista. Allí, en el tramo inferior, estaba la joya de la corona de ese culazo, el ano oculto entre dos firmes, rotundas y escultóricas nalgas que separó con fuerza con las manos. El pequeño orificio aparecía ante él, rosado, lampiño y cerrado. Se le hacía la boca agua.

Como dotada de vida propia su lengua salió rápida al encuentro de esa maravilla. Ese pequeño orificio le atraía como un imán, y no podía y no quería liberarse de su influjo. La punta de la  lengua se posó en ese delicado pliegue. Era muy suave y rápidamente lo baño con saliva sin vacilaciones. Le encantaba y lentamente la pequeña membrana fue cediendo y pronto la lengua penetró en el angosto pasaje virginal. Adoraba ese culazo, extasiado con el fuerte aroma viril de la zona, tanto o más embriagador que el que nacía del pollón del adonis. No cesaba en sus lametazos, ansioso por obtener el máximo goce posible, de igual manera que su amigo que contraía el culo, moviéndolo espasmódicamente, disfrutando de su primera comida anal. Dalmau estaba cachondísimo y su manos estimulaban el resto de su cuerpo, pellizcándose los gordos pezones oscuros, y sobre todo la enorme tranca que frotaba con ahínco. Arriba, abajo, arriba, abajo… Los gemidos de Dalmau eran claramente audibles, cada vez más fuertes y ansiosos. Finalmente, el tiarrón expulsó su carga de esperma entre gritos de placer. El atleta se dejó caer en la hierba al lado de su amigo que siguió acariciando su prodigiosa anatomía, ahora ocupado en sus piernas escultóricas. Dalmau buscó los labios de Oriol, y se estiraron en la hierba abrazados.

Aquella tarde había sido un regalo. Oteaba un mundo nuevo. Le gustaban los tíos, era un hecho contrastado. Lástima que no era fácil vivir la homosexualidad en su entorno. Miraba a su amigo, ese chico que sentía tan especial y a quien le estaba tan agradecido. De repente el pecoso abrió esos ojillos siempre vivaces y el capitán le sonrió.

-Ha sido mágico, Oriol, pero sobre todo, por lo que más quieras, no se lo cuentes a nadie.

-Descuida, puedo parecer un parlanchín, pero sé guardar muy bien los secretos que me importan. Confia-hi!

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Con el capítulo que sobrepasamos la veintena, Jofre volverá a aparecer en escena, pero lógicamente no estará solo. No quiero anunciaros nada más, sólo explicaros el significado de la palabra catalana “cau”. Dependiendo del contexto, se traduce como madriguera, escondite, refugio… En el capítulo 21, Jofre conocerá el cau de un amigo .

Soy un pesado, vuelvo a daros la lata. Otra vez os agradezco vuestra compañía y deseo que estos días especiales que se acercan  podáis disfrutarlos con la gente que amáis.

¡Bon Nadal!

7Legolas