Jofre, Dalmau y otros (13)

El día empieza con un inocente juego infantil, pero muy pronto se complica y puede acabar fatal. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XIII: Cavall fort ... y ¡chantaje!

Biología, matemáticas, catalán, castellano, y por la tarde, historia y filosofia. Era un día duro, pero Jofre lo prefería. Con la cabeza ocupada, no se agobiaría tanto. Tenía  claro que debía cumplir a rajatabla las órdenes de David para que Dalmau no se enterase que era gay. A media mañana llegó el tiempo de recreo. Deseaba que pasara rápido. No quería encontrarse con el chantajista hasta la tarde. Había acabado con su bocadillo cuando notó que alguien le tocaba el brazo. Era su compañero.

- Noi , ven, vamos a jugar a cavall fort.

-No soy muy bueno –dijo titubeando.

-¡Tonterías! Eres ágil y tienes buenas piernas. Carles está enfermo y nos falta un jugador. Va, ven. Quiero ganar a los gemelos Rius.

En otros lugares el cavall fort es conocido con otros nombres: churro, media manga, mangotero; burro bala; caballo de bronce…

Uno del grupo de los gemelos se apoyó de espaldas a la pared. Delante de él se colocaron los otros cuatro en fila y agachados de manera que pasasen las cabezas entre las piernas del de delante. Así formaron una alargada grupa de caballo. Cada uno del equipo de Dalmau debía saltar y caer a horcajadas sobre las espaldas del grupo de los Rius, intentando hundirlos. Si alguno de los saltadores no tenía espacio para saltar, se movía o tocaba el suelo, perdía el grupo de Dalmau.

El primero que saltó fue el capitán. Cogió carrerilla y voló sobre el caballo hasta el primer tramo de la grupa. Impactó con fuerza sobre el lomo de un chico que, desprevenido, casi se vino abajo. El caballo consiguió mantenerse. El segundo fue Oriol que, fiel a su fama, efectuó un salto de canguro hasta colocarse inmediatamente detrás del cachas rubio, ya en la segunda grupa. A Oriol le gustaba aquella posición, tan cercana a su amigo. Notaba su espalda durísima y la fuerza de aquellos brazos musculosos. Allí, sentía su palpitar, agarrado fuertemente al rubiales. Tocó el turno de Jofre. Saltó bien, pero en el aire se desequilibró y entró en el caballo un poco ladeado. Le faltó poco para caer. No podía rectificar su posición. Debía mantenerse exactamente tal como había caído. Jofre no tenía idea quién sería el próximo en saltar aunque tenía un mal presentimiento. Pronto sintió el impacto de otro cuerpo que se acobló a él de manera magistral, clavando su mano derecha en su ingle, intentando evitar su caída. Aún faltaba un salto y Jofre sentía una doble presión, una muy cerca de los genitales, y otra en su culo.

-¿Te gusta, Jofre?-le dijo David al oído, mientras que su mano derecha acariciaba suavemente la bragueta de su compañero. Jofre estaba acalorado. Por un lado, aquello le resultaba muy placentero, pero por otro, su polla se estaba poniendo morcillona, y en medio del patio, pronto le sería imposible de ocultar. Saltó Joan, el último del equipo y consiguió mantenerse en el tramo posterior del caballo. Jofre lo estaba pasando fatal. David dejó atrás la timidez y le agarró todo el paquete. Jofre no podía defenderse, intentó apartarse un poco y se cayó del caballo.

Habían perdido por lo que ahora les tocaba hacer de montura. El capitán distribuyó el equipo. Oriol se colocó en la cabecera, seguido por Dalmau, Jofre, David y Joan. El empollón no podía creérselo. Delante esperaba el culazo de su adonis y detrás el suyo estaría guardado por el cerdo de David. No sabía dónde mirar. El capitán ya se había colocado y estaba de muerte. Aquellas nalgas macizas, enfundadas en el pantalón ajustado, parecían tener vida propia y Jofre no podía escapar a su hechizo.

-¡Va, noi , muévete. Que no tenemos todo el día! –le gritó Dalmau ya agachado.

Se acercó, con la mirada puesta en aquellas esferas compactas, henchidas de  carne. Pudo sentirlas al colocarse entre las piernas imponentes de su amigo, incluso percibió un leve olor viril que animó otra vez su pene. Casi al mismo tiempo la cabeza de David topó con sus piernas, y colocándose, aprovechó para magrearle los muslos y aumentar su excitación . En el mundo de arriba comenzarían los saltos; en el inferior, sus bíceps se debilitaban ante los toques del morenazo que aprovechaba los momentos de inactividad para potenciar la palanca de Jofre. Entre el amasijo de cuerpos, los roces de su compañero posterior y el cuerpo modélico del anterior, a Jofre le caían goterones de sudor de la frente.

De improviso, un cuerpo macizo topó violentamente con su espalda, y sus piernas temblaron.  Uno de los gemelos Rius había aterrizado sobre la grupa de Jofre. Su estratagema era  hundir el caballo, colocando el máximo de jinetes en las grupas más débiles. El segundo jinete volador escogió también la misma montura. La carga era bestial y las piernas estaban empezando a ceder. Sin ningún reparo, David siguió con una mano acariciando el paquete de su víctima. Jofre deseaba que el juego acabara cuanto antes. Era como una caldera a punto de estallar. Le costaba horrores soportar el juego sexual de su compañero y el peso de los jinetes. Cada vez le flaqueaban más las piernas. El tercer rival había caído sobre el lomo de David, que se mantuvo impertérrito, siguiendo con su masaje genital. El penúltimo oponente impactó encima de Joan, y el último no se dio ninguna prisa en brincar, esperando la caída de Jofre que, continuaba sufriendo los constantes roces eróticos de David, que se divertía viéndolo tan fuera de sí. Cuando finalmente saltó, el segundo Rius no tenía prácticamente espacio donde sostenerse y cayó de bruces en el pavimento. Después  el tramo más débil del caballo se hundió, pero ya no importaba. Dalmau rescató a Jofre de la amalgama de cuerpos caídos, abrazándolo efusivamente.

Magnífic , noi !. Así se hace.  Ya sabía yo que no me fallarías. Estas piernas aguantan lo que les echen -le felicitó dando palmadas suaves a los muslos de su amigo que estaban un poco doloridos después del esfuerzo realizado. Tenían que desempatar, pero sonó el timbre que marcaba el final del recreo.  Jofre volvió a clase entre las felicitaciones de los miembros de su equipo excepto David, que lamentaba que el empollón no hubiese hecho el ridículo.

Despues de las seis clases, llegó el final de la jornada. Con desconfianza Jofre observó que David se acercaba a su pupitre.

-Bueno, noi , nos vemos mañana. Ya verás cómo lo de tu perro no es grave.

-Eso espero, Dalmau.

-¿Tienes una mascota? –intervino David- A mí me gustan los perros muy sumisos. Sobre todo, los que tienen la boca grande y se lo tragan todo.

-No sé  de qué raza hablas, pero vámonos David, que Gonzalo nos espera –respondió Dalmau, saliendo de la clase junto a su compañero de equipo.

A Jofre cada vez le irritaba más el morenazo, pero al mismo tiempo le maravillaba cómo siempre conseguía salirse con la suya. Cumpliendo sus dichosas órdenes, se había inventado una  repentina enfermedad de Mogut, su pointer, para cancelar la clase con Dalmau. Se enclaustró en la sala de estudio hasta la hora convenida. No vio nadie de su clase cuando entró en el pabellón deportivo. El gimnasio estaba a oscuras y la puerta, cerrada. Llamó al timbre y vio aparecer David, en ropa de deporte, con una llave. Una vez entró, volvió a cerrar la puerta.

-Muy bien, veo que sabes lo que te conviene. He cerrado para que no nos molesten.

-¿Tú tienes llave del gimnasio?

-Yo consigo siempre lo que me interesa. Vamos adentro.

Los dos chicos dejaron atrás los vestuarios y entraron en la sala de máquinas. Bicicletas estáticas, cintas de correr, pesas, mancuernas, máquinas de remo y otras para potenciar grupos musculares se distribuían por la estancia donde flotaba un silencio insólito. David le mandó desnudarse mientras él se descalzaba y se sacaba la camiseta.

-Fuera todo, también el slip. Te quiero en bolas. Siéntate en la banqueta negra, mamón.

Jofre no hablaba, se limitaba a seguir sus órdenes. Quería acabar cuanto antes con lo que David tuviese en mente. Ignoraba sus propósitos, pero después de lo sucedido en el patio, aunque no quería reconocerlo, estaba muy intranquilo. Y quedarse completamente desnudo delante del morenazo, con su sonrisa maliciosa, no ayudaba a mejorar su ánimo.

-Va, potrillo, chúpame las tetillas –dijo David, agarrándole por el pelo y colocándole justo delante de sus macizos pectorales.

-Para, coño. Me haces daño.

-Hago lo que me sale de los cojones. Y no te pongas tonto porque te pego un sopapo que te dejo bizco. Va, potrillo, chupa el pezón.

Jofre empezó a lamerlo. A su pesar le gustaban esos pectorales tan amplios y prominentes. Abultaban mucho y en la curva de cada tetilla se erigía un agudo pezón oscuro, que el chupador atendía con esmero. Mordisqueaba las puntas, y su propietario gemía de placer. Labios, lengua, dientes y manos se disputaban el tórax imponente del morenazo.

David estaba como una moto. Entre resoplidos, y acercando su boca al cuello de Jofre le dijo: -Voy a marcar a mi potrillo. No te preocupes. Sólo será un chupetón.

-¿Qué dices? No, no lo hagas. Mis padres…

-Seguro que estarán orgullosos de tener una mariposa marcada en la familia -le respondió con sarcasmo antes de morderle el cuello.

-¡Ahhh, cabrón!

-¡Calla!. Ponte de rodillas, chupapollas. Te aviso: si en algún momento noto tus dientes, te parto la cara.

-¿Por qué me tratas así? –le preguntó, sorprendido por su comportamiento, bastante más violento que en sus anteriores encuentros.

-Hay alguien a quien le gustas… y no lo puedo consentir. ¡De rodillas, he dicho!

Jofre le obedeció. El amo se bajó el pantalón corto y sacó la polla del suspensorio. Era un bonito ejemplar, a medio crecer. David lo balanceó unas cuantas veces para que adquiriese mayor volumen y consistencia. Era un cipote soberbio, de los más grandes de la clase. El morenazo descubrió completamente el prepucio para enseñarle el reluciente glande de color violáceo.

-Quieres mi trompa, ¿eh? Todos los gays sois iguales. Os gustan los nabos gordos más que a las putas.

Era un menhir de carne, del cual emanaba un penetrante olor. Jofre estaba convencido que ese cerdo hacía honor al guarro animal y no se había limpiado desde sus últimas pajas. Sabía qué tenía que hacer. Con aprensión abrió la boca y esperó la embestida del carajo apestoso. Con una sonrisa de triunfo, David empujó su polla rígida hacia dentro con toda su fuerza y sin ningún miramiento para explorar la campanilla y más allá. Jofre quería sacársela de la boca, pero no podía. Ya era la tercera vez que sufría la estocada de ese cipote macizo, pero no conseguía acostumbrarse. Le daba náuseas, tenía ganas de vomitar, la garganta volvía a dolerle horrores con esa invasión sin tregua. Todavía más rápido que la última vez, había engullido todo el mástil carnoso del cerdo de la clase. Sólo entonces el morenazo se permitió unos instantes de reposo antes de volver a la carga, retomando con renovado ímpetu la exploración de todo aquel territorio ya hollado. Aquel movimiento combinado de avance y retroceso parecía no tener fin. Jofre deseaba que acabara ese vaivén infernal. David, en cambio, se lo pasaba en grande. Al final, el morenazo sacó la polla de la boca antes de correrse para manchar de esperma la cara y el pecho del empollón.

-El potrillo chupón va aprendiendo. Le vas cogiendo el tranquillo.

Jofre estaba cansado, harto de ese engreído. Tenía buen cuerpo pero era un rematado cabrón. Cogió una toalla y empezó a  limpiarse.

-Si quieres limpiarte, hazlo, pero aún no hemos acabado. Quiero probar algo nuevo. Levanta.

El chico se incorporó, inspeccionado atentamente por David. Le examinó con interés por delante y por detrás. Al final, como un juez en el estrado, dictó sentencia.

-Te seré franco. Mediocre de cintura para arriba; en cambio, de cintura para abajo ganas puntos. Ya te lo dije anteayer, tu culazo se merece un buen repaso. Ponte a cuatro patas.

-¿Por qué?

-Porque lo digo yo.

-Mira, estoy harto de este circo.

-Claro, payasete ¿prefieres que tu amiguito Dalmau se entere?

-Corta el rollo. Puedes decirle lo que te plaza. Yo lo negaré, y en paz.

-Lástima que a partir de entonces ya nada será igual. Empezarán las dudas, y a mí se me da muy bien fomentarlas.

-¡No me das miedo, Maquiavelo de pacotilla!

-A mí nadie me vacila  y menos tú –respondió David antes de agarrarlo por el cuello y llevarlo hasta la pared. Hizo amago de darle un puñetazo y Jofre giró la cabeza, cerrando rápidamente los ojos.

-¡Para, por favor!

-Ponte a gatas y no te haré daño. El culo en pompa.

Jofre  se puso a cuatro patas, con su trasero respingón en frente de David.

-Así me gusta. Es precioso…

El morenazo se arrodilló al lado de su compañero. Había encontrado un tesoro. Ese generoso trasero le iba a dar mucho juego. Se sacó el pantalón corto pero no el suspensorio que estaba a reventar con su polla cargada otra vez. Después empezó a  acariciar aquellas bonitas nalgas redondas.

-No están duras, pero eso tiene fácil arreglo con cuatro ejercicios. Me recuerdan otras, pero a esas no puedo acceder… La forma es alucinante. Está que te cagas de bueno.

David palpó a conciencia la piel que cubría esos globos respingones. Al tacto eran suaves como terciopelo. Condujo su mano desde la grupa, a través de la raja que separaba las nalgas hasta abajo, donde se escondía un pequeño pliegue rosado, sin un solo pelo. Separó las masas carnosas para poder contemplarlo mejor. Un dedo humedecido de saliva lo exploró, frotándolo levemente. El recoveco no era un pliegue sinó un pequeño orificio cerrado. La yema del dedo empezó a  masajear el centro del orificio tratando de abrir el músculo que lo protegía, pero no conseguía su propósito.

-Está muy tenso. Relaja el culo, potrillo. Si no, te aseguró que te dolerá mucho más.

Jofre estaba nervioso. Nunca había sido penetrado, y la inauguración de su culo con un desgraciado con tanta mala leche como David no le auguraba nada bueno. Impacientándose por la clausura del esfínter, con el dedo atacó con fuerza el músculo para abrir el condenado orificio. Atravesó violentamente el ano y buscó afanosamente aumentar el agujero para introducir un segundo dedo. Jofre chilló de dolor, pero David no cejó en sus intentos, impasible a las demandas del chico.

-Quéjate cuanto quieras, pero no saldremos de aquí hasta que te haya clavado mi estaca.

El chico quería escapar de esas tenazas que le estaban perforando y que sólo le provocaban dolor, pero David lo tenía bien sujeto, y era bastante más fuerte que él. Aún así, Jofre no se daba por vencido y pugnaba por huir. No dejaba de moverse y chillar como un poseído. Harto de sus gritos, le apretó la garganta, con lo que enmudeció, falto de aire.

-Si continúas moviéndote y chillando com un cerdo, te juró que marcaré tu cara para siempre. No me jodas…

Ante la furiosa determinación de David, Jofre enmudeció y se quedó quieto. No sabía de lo que era capaz ese tío, pero no quería comprobarlo.

-Así, potrillo. Ya entró un segundo dedito, y cuando entre el tercero lo cambiaré por algo más gordo, je, je, je.

Súbitamente, oyeron una voz  a sus espaldas que les heló la sangre.


Esta vez no voy a dar un anticipo de lo que sucederá en la próxima entrega. Tan solo os avanzo que el capítulo XIV continuará la acción donde la he dejado. ¿Quién o quiénes son los intrusos? ¿La mujer de la limpieza, el entrenador, algún otro miembro del profesorado, los del equipo de fútbol, Blanca o cualquier otro compañero del instituto…? La solución, dentro de unos días.

Agradezco vuestras constantes muestras de ánimo y hoy quería dar las gracias de manera especial a aquellos que os habéis registrado sólo para hacerme llegar vuestros  comentarios. Moltíssimes gràcies a tothom!

Ben cordialment,

7Legolas