Jofre, Dalmau y otros (12)

Por Sant Jordi en el instituto se mantiene la tradición y se reparten flores y libros, pero el regalo de dos chicos será mucho más húmedo y excitante. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo XII: Por Sant Jordi, rosa, libro y ducha

Jofre estaba contento. El 23 de abril era un día mágico. El barrio se transformaba por unas horas. Era costumbre que por Sant Jordi los catalanes regalasen una rosa a sus madres, amigas, novias o esposas, y que se intercambiaran libros. Por eso calles y plazas se llenaban de puestos de libros y flores, y a pesar de no ser festivo, era una jornada muy diferente de cualquier otra. Incluso los pájaros podían darse cuenta. El único nubarrón del día era Blanca que se pavoneaba por el instituto con las dos rosas que le habían dado: una de Dalmau y otra de un admirador secreto. Jofre estaba convencido que la segunda rosa se la había autoregalado para que el capitán del equipo de fútbol se sintiese celoso. De todos modos, la reina de Saba no estaba satisfecha: Dalmau había entregado otra rosa a la señora Selva, la profesora más sexy del colegio. Otras chicas de la clase también habían recibido su flor. Ester, la de Carles, y Núria, la de Oriol, pero solo Teresa la  acompañaba de un libro que también le había regalado Joan, su flamante novio. Ese Joan era uno de los bellezones de la clase, sólo por debajo del capitán, pero Jofre tenía claro que no jugaba en su liga: le iban las chicas o, mejor dicho, sólo tenía ojos para Teresa.

A Jofre le gustaba ese día tan especial, pero también era cierto que los últimos años no lo vivía con la euforia de antes. Era el día de la cultura, pero también del amor, y durante toda la jornada veía parejas felices con sus regalos, y él se sentía involuntariamente ajeno a esa dicha, siempre excluido de esa fiesta envidiable. Seguía los rostros hermosos de Joan y Teresa, y envidiaba sus miradas de afecto, sus pequeñas caricias…

Ese día todo el mundo estaba en la calle. A pesar de las demandas de Blanca para que Dalmau la acompañase a dar un paseo para visitar los puestos, el adonis sólo accedió a estar con ella una hora. Por algún motivo tenía un especial interés en volver pronto a casa para la clase con Jofre. Cuando llegó ya le esperaba su profesor particular, apoyado en la pared del portal leyendo.

-Me he retrasado. Lo siento, pero es que las tías no saben qué es el reloj.

-No importa. Estaba leyendo El juego de ·Ender , de ciencia ficción. Se lo había pedido a mis padres. Y el señor Deulofeu, el bibliotecario, me ha regalado un libro de poemas de Salvat-Papasseit.

-Bueno, veo que no te falta lectura. Podría haber llegado mañana y no me hubieras echado en falta.

-No es cierto. ¿Y el libro de Blanca? –preguntó Jofre con curiosidad.

-Blanca no me ha regalado ningún libro. Dice que es perder el tiempo, pero dejemos eso. Va, sube. Quiero enseñarte algo.

Entraron en casa de Dalmau y fueron directamente a su habitación. Allí, cogió unos folios grapados que pasó a su compañero. Era una lista con la conjugación de doscientos verbos irregulares en inglés.

-Me la sé enterita. Algo tenía que hacer durante el viaje a Prada de Conflent. Va, preguntámela mientras nos duchamos.

-Dúchate tú. Yo te espero aquí.

- Noi, no seas tonto. ¿A qué viene esa timidez? Va, entra conmigo. Si estás  chorreando de sudor…

Minutos después los dos estaban en el baño. Dalmau se había sacado ya toda la ropa mientras Jofre conservaba su eslip. Estaba nervioso. Su polla no era insensible a los encantos evidentes de su amigo. Alto, rubio, muy atlético, con unos brazos impactantes. Le gustaba verle así, tan insultantemente bello y tan confiado. Él no podía apartar los ojos de su cuerpo, pero el apolo no se daba cuenta porque estaba pendiente únicamente de su memoria, tratando de superar el reto que él mismo se había impuesto.

-Muy bien. Te felicito. De cincuenta, no has tenido ni un solo fallo.

-Bien. Ahora nos pegamos la ducha, y después seguimos. Soy un crack del inglés.

-No exageres, Dalmau, no exageres.

Al entrar en la bañera, el adonis dio la espalda a Jofre, y automáticamente la polla del moreno creció desafiante. Era imposible permanecer impasible ante el soberbio culazo de su amigo. Esos globos pujantes de carne parecían querer evadirse de la espalda aunque necesitarían mucho impulso para remontar el vuelo debido a su volumen y contundencia. Parecían diseñados por un erótico compás, con una raja larguísima y curvilínea que llegaba hasta la espalda. Dalmau debía tomar el sol completamente desnudo porque los glúteos tenían el mismo bronceado que el resto de su cuerpo. Cuando su propietario se dio la vuelta vio a su profesor con una erección de caballo imposible de ocultar en su sucinto calzoncillo.

-Por lo que se ve, ya estás preparado para nuestra ducha pajera. Mejor, así ganamos tiempo –le dijo sonriendo- Va, entra, semental mío, je, je, je.

Dalmau cogió el mango de la ducha y empezó a remojar a su amigo. Primero la cabeza, siguieron piernas y brazos y finalmente el tronco. El agua estaba templada, ligeramente caliente.  A Jofre le parecía estar soñando. No podía ser real compartir una ducha con su serafín, sin nadie más alrededor. Después de unos minutos Jofre fue el encargado de duchar a su colega que cerró los ojos ante la catarata que le vino encima. Adoraba verle así, con su mirada oculta pero con una expresión de dicha en su rostro. La melena rubia empapada, sus facciones armónicas, la piel suave y brillante, los músculos vigorosos de todo su cuerpo. El profesor no se perdía detalle. No comprendía cómo podía ser tan hermoso.

-Va, basta de agua. Pásame el jabón –le dijo Dalmau. Pronto los dos estaban llenos de burbujas y espuma, impregnados de un suave aroma a lavanda. De repente, Jofre tuvo un escalofrío. El rubiales le había puesto las manos en la parte posterior del cuello y empezó a masajearlo.

-¿Te lavo la espalda?

Jofre asintió con un movimiento de cabeza, y el tío más guapo del instituto se aplicó en su cometido. No era el baño sensual que Jofre hubiese preferido. Los toques de Dalmau eran rápidos, certeros y enérgicos. Cada poro de su piel deseaba sentir la mano del capitán. Aquel masaje no podía calmarlo, al revés, lo excitaba más y más, notando como su compañero se acercaba sin reservas al final de la espalda. Efectivamente,  no se detuvo sino que continuó frotando sin pudor alguno, aunque sin detenimiento, las bonitas nalgas de su profesor.

-Es tu turno –le dijo Dalmau después, poniéndose de espaldas a su compañero de ducha. Jofre, tras respirar hondo unas cuantas veces, intentando dominar los nervios, empezó a lavar la ancha espalda de su adonis. Con las manos sentía su dureza y detectaba músculos que ni  siquiera imaginaba que existiesen. Sus toques eran un poco más sosegados. Era un crimen no detenerse un momento en aquellos monumentos. Sin prisas y sin olvidar un solo centímetro  fue descendiendo por aquella pared de carne alucinante, percibiendo que Dalmau no estaba nada intranquilo. Finalmente llegó con sus manos a la estrecha cintura, donde siguió el ejemplo de su alumno. Empezó a lavar esos recios balones de carne muy dura, sin asomo de flacidez. Eran una pasada como se mantenían firmes a pesar de sus ataques constantes. Palpó los hoyuelos laterales que, al contraerlos Dalmau, profundizaron aún más el desnivel que los separaba de la pujante zona central de los glúteos. Hubiera estado horas adorando aquella maravilla, pero el capitán puso fin a su masaje demasiado pronto. Abrió otra vez la ducha para sacarse el jabón. Estaban en esta labor cuando Jofre sintió como la mano de su compañero le agarraba la polla y con maestría empezaba a darle un vigoroso meneo.

-Va, noi , tocámela. Que yo también tengo ganas –le dijo, acercando más su cuerpo al del chico. Se inició una competición entre dos brazos que pugnaban por estimular más y mejor la verga del otro. Los dos disfrutaban de sus respectivas habilidades masturbatorias. Jofre estaba tan cachondo que acercó su cabeza para darle un morreo. El capitán ladeó un poco la cabeza, alejándose. Jofre no lo veía claro y se abstuvo de besarlo. Intuía que un paso en falso con Dalmau podía ser muy peligroso. Por eso actuaba como un mono, sólo imitandolo que el otro hacía. El líder centraba su atención en el cimbrel y los huevos, pues él ejecutaba exactamente los mismos movimientos. Estaban excitadísimos y cercanos a la eyaculación cuando Dalmau obligó a Jofre a dejar su aparato.

-Para, para, noi . Si sigues voy a correrme, y todavía no quiero. Déjame descansar un momento… Sé que es abusar, pero ya sabes que estoy en cuarentena sexual y no puedo follar con las pibas. ¿Por qué no me la chupas un poco? Ya lo hiciste una vez y te prometo que será la última. Lo necesito en un día como hoy. No puedo más…

-Bu e no… Preferiría no tener que hacerlo. Es bastante engorroso… -se justificaba Jofre, tratando de aparentar un cierto asco, cuando en realidad lo deseaba con todas sus fuerzas.

-Va, noi . Te lo juro. Será tu última mamada. ¿De acuerdo?

- D’acord , lo repetiré por lo de la cuarentena, pero a mi manera. Siéntate aquí. Así si me arrodillo tendré tu polla a mi nivel. Tienes una tranca de cuidado. No me la metas. Deja que yo me la coma poco a poco. Si en algún momento me da asco y no quiero seguir, lo dejamos, ¿vale?

-OK. Eres un amigo. Apóyate en mis muslos. Te será más fácil.

Aprovechó su invitación para magrear los abombados muslos del futbolista rubio. Dalmau se trabajaba a conciencia toda la pierna, con cuádriceps y gemelos muy marcados.

Por segunda vez iba a tragarse el vergón de su amigo. Le había dicho que lo necesitaba; él también. Tenía delante esa serpiente deliciosa que lo observaba con su único ojo. Era mayor y más gruesa que la de David, pero no le atemorizaba como la del morenazo. A primera vista, eran igual de chulas, pero la de su amigo tenía mayor sensibilidad. Acercó la boca a la criatura y sacó la lengua para darle un primer lametazo al meato. Inundó con su saliva el pequeño ojo y continuó bañando la enorme testa calva de ese cíclope. Cuanto más la chupaba, más deseaba seguir saboreando esa piel rosada y sana. Los labios besaron el cabezón y se abrieron para introducir el formidable animal en su boca. Jofre empezó a respirar por la nariz, de otro modo se asfixiaría. Con calculada lentitud, el chico iba tragando el grueso y alargado cuerpo. Dalmau no presionaba. Por un lado disfrutaba de las habilidades orales de su amigo, y por otro, estaba pendiente de su rostro. Al primer síntoma de molestia de Jofre, le sacaría el badajo, se lo pidiese o no. Llegó un momento en que Jofre no se vio capaz de tragar más. Aquello era demasiado largo. De todos modos, no cejó en sus atenciones bucales. Sacaba parte de la polla y se la volvía a meter, friccionándola ansiosamente con sus labios. Le excitaba sentir el roce del poderoso carajo. Dalmau se moría de gusto.

Aunque tenía la boca súper ocupada, el empollón tenía las manos libres. Sin pausa movía su cipote de arriba a abajo para conseguir el regalo que tanto deseaba. El movimiento frenético combinado con el aparato que viajaba por su boca desembocaría pronto en una buena corrida. Sin embargo, fue el futbolista el que se avanzó. Cuando sintió que la tranca estaba a punto de erupción, la sacó entera de su mamador, y erguida empezó a escupir dosis abundantes de nata pastosa, entre los gemidos de gozo de Dalmau, seguidos poco después por nuevas cargas de esperma caliente de Jofre. El chico atlético le acariciaba la frente suavemente y, casi susurrando, le agradecía la mamada.

-Dicen que nacieron rosas rojas de la sangre del dragón que mató sant Jordi. Me parece que ya sé de donde salieron las de color blanco –dijo Dalmau, mirando las manchas de semen que habían colonizado toda la bañera.

-No seas bruto-le respondió Jofre, cogiendo otra vez el mango de la ducha para remojarse otra vez. Allí, de pie, Dalmau le dio un cachete en el culo antes de salir de la bañera. En la habitación del capitán del equipo de fútbol se vistieron mientras el profesor preguntaba más verbos ingleses a su pupilo.

-Sí, realmente te sabes la lista. Te felicito. Ya sabía yo que no eras tan burro como creías.

- Gràcies por lo de burro.

-A propósito, Dalmau, hay algo que no consigo entender… ¿Por qué el entrenador está obsesionado en que apruebes los exámenes para jugar al fútbol a estas alturas del curso? ¿No jugáis todo el año?

-¿Pero cómo me preguntas eso? Tú tienes aún menos idea sobre deporte escolar que yo de trigonometría. ¿No has oído hablar nunca de la Octogonal?

-Me suena, pero…

-Eres increíble, noi . Durante todo el año hay una liga escolar, pero el mes de mayo es diferente. Desde hace veinte años se celebra una competición llamada la Octogonal porque participan ocho colegios de la comarca.

-Vale. Ahora comprendo a Gonzalo... ¿Y para ti qué es mejor: ganar la  liga escolar o la Octogonal?

-Me gustaría conseguir los dos trofeos, pero el segundo tiene un premio especial. El pichichi, el que marca más goles en el torneo, tiene derecho a una estancia de quince días en la Masia del Barça, el lugar donde se forman sus equipos infantiles y juveniles.

-Vale, vale. Ya lo entiendo.

-Y tú, noi , ¿por qué me das clases? ¿Qué ganas? ¿Gonzalo te dará un premio?

-No. Lo hago porque quiero. Porque siempre me has caído bien aunque apenas te conocía.

-Pues eso no es justo. Ya me lo imaginaba y por eso… Déjame un momento tu sombrero de la suerte y cierra los ojos. Espera un momento. No los abras, ¿eh?

Dalmau se levantó rápido. De un cajón sacó una caja de plástico con algo dentro. Lo colocó encima de la mesa, medio tapada por el sombrero tirolés.

-Ya puedes abrirlos. Espero que te guste.

Jofre vio sobre la mesa una caja de plástico, pero el sombrero no le dejaba ver el contenido. Lo apartó. Dentro había una flor, una rosa amarilla. Estaba emocionado.

-Te lo explico. No pienses nada extraño. Por Sant Jordi quería regalarte un libro, pero iba muy perdido, y no sabía si acertaría. Y el otro día Gabriel me explicó algo sobre el lenguaje de las rosas. La amarilla simboliza la amistad. Por eso, te la quiero regalar… Eh, no te pongas sentimental –le advirtió cariñosamente.

A Jofre se le escapaban las lágrimas. No podía hablar y tenía claro que estaba haciendo el ridículo más espantoso de su vida, y además con el chico que más le importaba. Secándose las lágrimas como pudo y con la voz entrecortada le respondió:

- Moltíssimes gràcies , Dalmau… Eres un tío formidable. De verdad…

-Va, tranquilo. No pasa nada. Sólo es una flor. Si llego a regalarte un ramo entero, salimos en barca.

Y Jofre se puso a reír con la cara todavía llorosa. Un poco más tarde, ya más sosegado, charlaba con su amigo cuando sonó el teléfono. Era David. Después de platicar con su capitán quiso hablar con el profesor. Jofre estaba inquieto. Se puso al aparato.

-Hola, Jofre. ¿Te acuerdas de mis trabajos de lengua?

-Sí, no te preocupes. Los tendré listos muy pronto.

- Molt bé . En cuanto a lo otro, lo repetiremos mañana, después del entrenamiento de fútbol. En la sala de máquinas del gimnasio. No faltes. No te conviene. Tendrás que dar esquinazo a Dalmau.

-Pero tú me dijistes que…

-Veo que no escuchas. Yo te aseguré que no se lo diría ayer, cuando volviera a verlo, pero mañana es otra historia…Aunque si prefieres que lo sepa…

-No, no está bien. ¡ Adéu !

Adéu ! Y lávate bien los dientes. Mañana los quiero limpísimos, je, je, je.

Jofre disimuló tan bien como supo delante de Dalmau. Decidió marcharse poco después de la llamada de David. Tenía miedo que dijera algo que lo delatase. Salió de la casa de su amigo, agradeciendo una vez más el regalo. Con las prisas se había dejado su sombrero, pero prefirió no volver. Se encaminó hacia su casa, admirando la flor y recordando las palabras del más apuesto de la clase. No estaba dispuesto aquella noche a pensar ni un solo minuto en el desgraciado de David. Había vivido el momento más intenso con su alumno y no quería estropearlo. Ya se imaginaba con él, compartiendo un amor de película. Recordó entonces unas frases que le había leído su amigo  Víctor días atrás cuando le explicó su enamoramiento: “Cuidado con las fantasías románticas imposibles. Uno puede encumbrarse a lo más alto, siguiendo una quimera, y desde tan arriba, cuando se desvanezca el sueño y se imponga la realidad, la caída será brutal”.


El próximo mes hago unos días de vacaciones, pero os seguro que mantendré la cita con vosotros, con nuevos episodios. El trece es el número de la mala suerte, y ese capítulo que empezará con un inocente juego infantil, acabará de una modo muy diferente.  Escribir esta historia es una actividad que simultáneamente me satisface y me supone un esfuerzo que me compensa. Gracias por vuestra participación.

Fins a la propera , cordialment ,

7Legolas