Jofre, Dalmau y otros (1)

Historia en capítulos de chicos de instituto. Sucede en algun lugar de Catalunya.

Capítulo I : LA PROPUESTA

Cuántas veces Jofre había soñado con Dalmau! Cuántas veces había deseado que le abrazara y le besase!  Pero los sueños, sueños son, y el chico más arrebatadoramente guapo de todo el instituto no podía fijarse en un chico normalito como Jofre.  Quizás ni había reparado nunca en él. Era de otra clase y las chicas absorbían toda su actividad. Blanca, la de patinaje, no le dejaba ni a sol ni a sombra, preocupada por la competencia de las otras chicas sexys del vecindario.

Jofre era un alumno aplicado, buen estudiante y no tenía problemas con ninguna asignatura. Por eso le extrañó que fuera convocado por Gonzalo, el profesor de educación física, después de las clases. A las seis en punto llamó a la puerta de su despacho.

-Ah, Hola, Jofre!- dijo el profesor al abrirle la puerta. Gracias por venir tan pronto. Pasa, por favor.

¿Qué he hecho algo malo? –preguntó Jofre, preocupado.

-No, en absoluto. Te he mandado llamar porque querría que me hicieras un favor.  Verás… Supongo que conoces a Dalmau, el chico de segundo de bachillerato, capitán del equipo de futbol.

-Sí, un poco –respondió Jofre, intentando disimular la devoción que sentía por ese compañero.

-Pues bien, Dalmau tiene un problema. Necesita ayuda en varias materias. Su rendimiento académico es malo, y si no mejora me veré obligado a sacarlo del equipo. He pensado que tú, el alumno más brillante del curso, podrías darle algunas clases particulares. Cómo lo ves? – preguntó el profesor.

-Bueno. Nunca he hecho esto pero creo que podría llevarlo a cabo sin complicaciones.

-En realidad quería pedirte otro favor. Los exámenes están ya  cerca y para asegurar el éxito de Dalmau, he hablado con el director y él ha accedido a cambiarte de clase y ser su compañero de pupitre si no tienes inconveniente.

-Por mí no hay ningún problema. Pero él estará de acuerdo? –respondió Jofre un poco nervioso y alucinado ante la perspectiva de compartir todo el día con su chico idolatrado.

-Ya he hablado con él y está encantado. Él quiere dedicarse al futbol y hará lo que sea para no dejar de ser el capitán del equipo. Por mi parte, me conviene no perderlo porque es mi mejor jugador, y creo que por lo que a ti concierne también estarás contento con las clases…

-Por qué lo dice? –respondió Jofre intranquilo y rápidamente arrepentido de haber formulado la pregunta.

-Me precio de ser muy observador y darme cuenta de cosas que la mayoría de gente no advierte. Te he visto contemplarlo, admirar su hermosura, y no me extraña. Dalmau es un chico muy guapo, con un cuerpazo alucinante y otros muchos atractivos. Pero él no te conoce. No te has atrevido nunca a hablarle. Ahora tendrás la oportunidad de ser su amigo. Así pues, todos salimos ganando. De acuerdo? Muy bien, vamos a buscarlo ahora mismo. Acompáñame, Jofre.

Salieron del despacho para entrar en los vestuarios del gimnasio.  El equipo había acabado el entreno. Unos salían de las duchas, otros se estaban cambiando. Flotaba un fuerte olor a sudor viril y el espectáculo era interesante. Jofre estaba un poco nervioso ante tantos chicos atléticos semidesnudos. Seguía al profesor, pero trataba de retener todas las imágenes de ese paraíso. Después las recordaría cuando jugase con su manubrio.

-Ah, aquí está. Os presento: Jofre y Dalmau. Todo arreglado  –dijo Gonzalo satisfecho.

Jofre no sabía qué decir. Ante él estaba su ídolo con dos de sus amigos, David y Oriol, y la imagen era de calendario. David, con sólo una toalla anudada a su cintura, hablaba con los otros dos, vestidos con camisetas amarillas pero sin pantalones, exhibiendo sus soberbias piernas musculosas. David, el morenazo, descubría uno de sus mayores atractivos, unos grandes  y abombados pectorales rematados con pezones altivos, como puntas de flecha, que las camisas nunca conseguían ocultar.  Con una sonrisa perfecta y confiada, Dalmau se acercó a dar la mano a su nuevo compañero y profesor.

-Así eres tu, Jofre. Encantado. Siento no haberme fijado antes en ti. Si fueras una chica mona seguro que ya nos habríamos conocido. En serio, soy un poco despistado y siempre estoy pensando en el fútbol. Dicen que eres un cerebrín. Gracias por echarme una mano.

Jofre estaba anonadado. Los ojos azules  de Dalmau le miraban por primera vez, y el corazón le latía con más fuerza. También por  vez primera sintió el contacto físico del adonis del instituto. Tenía una mano grande, fuerte y caliente. O era él el que se sentía cada vez más acalorado y su aparato, ya crecido ante tal panorama,  pugnaba por salir de sus pantalones. Jofre era un poco más bajo, pero ahora a su lado se sentía diminuto.  Prolongó tanto como pudo el saludo y cuando dejó su mano, sintió la necesidad perentoria de recuperar muy pronto ese contacto, y rápidamente le hizo una pregunta a Dalmau.

-No hay de qué. Pero convendría que nos pusiéramos a trabajar en seguida. No podemos perder tiempo. Qué tal hoy mismo?

Esa tarde Dalmau tenía otros compromisos pero al día siguiente ya sería su nuevo compañero de clase. Esa noche Jofre no podía conciliar el sueño. Quizás no podía dormir porque todo aquello ya era un sueño. Tener Dalmau a su lado durante horas sin el incordio de las chicas y sus amigos. Si estaba soñando, deseaba no despertar  jamás.