Joe (1)

Joe es un señor que ha llegado nuevo a la oficina dinde trabajo, nos hemos conocido y tenido un primer encuetro algo especial

Hola a todos, queridos amigos. Hace mucho que no envío un relato. No lo he hecho porque mi vida sexual se podría decir que ha entrado en una especie de monotonía. Si se le puede llamar monotonía a participar en fiestas sexuales organizadas por mi marido y mi hijo en las que yo soy la única mujer del encuentro. Si, mi vida sexual es plena y satisfactoria. Aparte de mi marido y mi hijo, tengo una serie de amigos con derecho a disfrutar de mi, y yo de ellos, por supuesto.

Como dije, no tenía nada nuevo que contar, ya que creí que ya lo estaba viviendo todo en el sexo. ¡Qué equivocada estaba!

Hará como cosa de dos meses en la empresa donde trabajo hizo un reajuste de plantilla y de organización del trabajo, y como consecuencia de esto Joe se incorporó al departamento donde trabajo.

¿Quién es Joe? Es un hombre de unos cuarenta y tanto años, alto, con el pelo castaño, no muy abundante pero si cuidado. De complexión fuerte, no gordo. Pero eso sí, educado, muy educado y amable.

Desde el principio todas las mujeres de la oficina nos fijamos en él, por que aunque en le departamento hay varios chicos jovenes, alguno de ellos muy guapos, Joe tenía com un halo de misterio a su alrededor que lo hacía muy interesante a todas las mujeres.

Era la comidilla de todas cuando coincidíamos solas a la hora del descanso, todas estaban embelesadas con él y hacían comentarios jocosos sobre lo que haría si éste les propusiera algo. Yo me mantenía en una segunda fila. A mi también me gustaba mucho, pero soy la mayor del grupo y cualquiera de ellas tenía mejor tipo que yo, además aquí soy la “simpática Ana”, la que nunca liga, la que se tiene que conformar con un polvo a la semana con su marido. ¡Si ellas supieran la verdadera vida de la “simpática de Ana”!

El caso es que Joe no mostraba interés por ninguna de las chicas de la oficina, quizás al estar casado no querría tontear con ninguna y sólo se limitaba a hablar de cosas relacionadas con el trabajo.

A mi desde primera hora me gustó mucho, como dije, era educado y amable y siempre estaba dispuesto a ayudar, con él me sentía muy agusto y a pesar de mi apetito sexual lo veía como un buen compañero, incluso como un amigo y no sentía deseos de hacer nada con él.

Pero todo eso cambió pronto. Una mañana le pedí que me ayudara con el ordenador, se había quedado bloqueado y no había manera de hecharlo a andar. Joe se acercó a mi mesa y para mi sorpresa se puso detrás de mi y pasó sus brazos sobre mis hombros y se puso a tocar el teclado. Nunca lo había tenido tan cerca. Llevaba un perfume discreto con un olor muy agradable. empezó a explicarme algo del ordenador, pero yo no le estaba echando mucha cuenta, estaba pendiente de su perfume de sus brazos sobre mis hombros...

• Ana, ¿Te estás enterando de lo qué te explico?

• ...Si, si...perdona es que yo...no...

Volvió a explicarme de nuevo cómo solucionar el problema del bloqueo del ordenador, esta vez si puse atención a lo que me decía:

• ...otra vez que te pase sólo tienes que pulsar aquí y aquí y ya está, ¿lo ves?

• Si, si. Me ha quedado claro. Gracias por todo Joe.

• No hay de que mujer, para esos estamos los compañeros. A todo esto es la hora del descanso, ¿te apetece un café?

• ¿Un café? Si, si, con mucho gusto. Espera recojo esto un poco y nos vamos.

Joe esperó a que recogiera todo y nos marchamos juntos a una cafetería que hay cerca de la oficina. Me gusta ir a esa cafetería porque no hay mucha afluencia de público y el camarero es un chico muy agradable y siempre trata a los clientes con exquisitez.

Nos sentamos en una mesa y Joe se encargó de traer los cafés y unas tostadas de mantequilla y mermelada. Joe empezó a hablarme de muchas cosas, de su trabajo en la antigua sección donde trabajaba, de su matrimonio de sus hijos (tenía tres). Yo le escuchaba atenta, era agradable escuchar a ese hombre, su voz armoniosa, el uso que hacía del lenguaje. De pronto deja de hablar y lleva uno de sus dedos a la comisura de mis labios (me había manchado de mermelada) me limpia y deja su dedo cerca de mi boca, no lo dudé: le cogí de la mano e introduje su dedo en mi boca, limpiándole el dedo de restos de mermelada.

Nos quedamos callados mirándonos fijamente, fueron unos segundos muy intenso, donde, al menos por mi parte, se había creado una tensión y un morbo increíbles. Él fue quien rompió el silencio:

• Perdona mi atrevimiento, pero es que te habías manchado.

• No hay de que, yo te agradezco tu detalle.

• A mi me ha gustado mucho el tuyo...

Bajé la mirada como avergonzada mientras le dedicaba una tímida sonrisa.

• Espero no haberte molestado, Joe

• En absoluto. Ya te he dicho que me ha gustado tu detalle de limpiarme el dedo... y cómo lo has hecho.

Llegado a ese momento decidí lanzarme a la aventura de ver hasta donde estaba dispuesto a llegar Joe.

• ¿De verdad qué te ha gustado como te lo he limpiado?

• Si, mucho. Tienes unos labios muy cálidos y... sensuales.

• Ya se ha acabado el tiempo de descanso...

• Espera mujer, no tengas prisa, aún hay tiempo.

Tras decir esto se acercó a mi, me agarro de la barbilla y me dio un beso junto a los labios. Yo reaccioné con cierto desagrado, me había gustado mucho, pero no se lo quiera poner tan fácil. aunque allí mismo me hubiera abierto de piernas para él.

• ¿Te ha molestado mi beso?

• Eres un descarado...

• Siento mi atrevimiento, pero ¿te ha gustado?

• Este no es el lugar para...

• Entonces te ha gustado, ¿verdad?

Ya no podía seguir fingiendo y le dije que sí. Se levantó de la mesa y pagó la cuenta del desayuno. Me agarró de la mano y me ayudó a levantarme. Sin soltarme la mano abandonamos la cafetería. Apretaba mi mano con fuerza, sin llegar en ningún momento a hacerme daño. Me dejaba llevar por él sin saber dónde me llevaba y sin querer preguntárselo. Tenía curiosidad por saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar Joe conmigo... y unas ganas locas de que me follara.

Llegamos cerca de la oficina, sacó unas llaves del bolsillo y abrió un coche aparcado junto a la acera.

• Entra.

No dije nada y entré en el coche, sentándome en la parte de atrás. Él, tras cerrar mi puerta, abrió la suya y arrancó el vehículo, saliendo rápidamente. No me decía nada y yo permanecía en silencio. Estuvimos un rato circulando hasta llegar a las afueras de la ciudad donde Joe rompió el silencio:

• Ana, siéntate en la parte central del asiento.

• Así está bien.

• Si, perfecto. Ahora quiero que te quites las bragas.

• No llevo.

• Perfecto, entonces súbete la falda y ábrete de piernas. Quiero ver que escondes hay debajo.

• Será mejor que pares el coche, podemos tener un accidente.

• No tengas miedo.

Dudé un momento, pero al final le hice caso y me subí la falda hasta las caderas y me abrí bien de piernas, dejando mi coño al aire. Vi como Joe regulaba el espejo retrovisor.

• Tienes un buen coño Ana. Dime, ¿follas mucho?

Me daba miedo que siguiera conduciendo y le rogué que buscara un lugar apartado y que parara el coche para “jugar” más tranquilos. Joe me hizo caso y buscó un lugar apartado y detuvo el vehículo. Yo pensaba que se pasaría ala parte de atrás conmigo, para mi sorpresa no se movió de su asiento.

• Dime Ana, ¿Follas mucho?

• Con mi marido.

• Debe hacerlo mucho, ya que tienes el coño muy abierto.

• Es que mi marido la polla muy gorda.

• Ese coño no es de una sola polla. Venga dime,¿cuántos tíos te follan?

Después de preguntarme esto vi que se había sacado la polla del pantalón y se estaba masturbando. Me sorprendió el juego de Joe, pero me pareció divertido y le seguí el juego.

• Tienes razón, me follan muchos tíos.

Cuando dije esto Joe empezó a respirar con fuerza a la vez que se masturbaba con más ganas. Aquello me pareció excitante y divertido y seguí con le juego.

• Siempre procuro tener al menos a cuatro tíos para mi sola.

• Sigue..sigue...

• Primero les chupo las pollas uno a uno hasta que se las pongo bien gordas...

• No pares... no pares...

• Luego me pongo a cuatro patas y les invito a que me follen. Primero por el coño...

• Si... si...

• Cuando se han corrido dentro los cuatro les pido que me follen el culo...

• Ya... ya... ya...

Joe se acaba de correr.

• Ana, ¿te importa venir a limpiarme?

Salí del coche y entré por el lado del copiloto. Joe tenía los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos y tenía la mano derecha y la polla llena de semen.

• En la guantera hay pañuelos.

Yo estaba ya muy caliente y prescindí de los pañuelos. Le agarré la mano por la muñeca y con mi lengua recogí los restos que tenía entre los dedos hasta dejárselos limpios. Luego me agache hasta su pene, y primero lamí el semen que había por alrededor de su ya flácida polla, y luego me la metí en la boca para sacarle los restos que había en su pene. Se la dejé bien limpia.

Con la polla de Joe aún en la boca alcé la vista para mirarle. Estaba con la cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados. Así que yo también cerré los míos y seguí chupándole la polla.

A la vez que lo hacía acariciaba mi coño. Poco a poco a Joe se le fue poniendo de nuevo la polla grande, yo aumenté el ritmo de mis caricias vaginales a la vez que se la chupaba con más ganas.

El tener la polla de Joe en mi boca hizo que mi calentura fuera aumentado cada vez más, hasta que Joe dio una especie de berrido inundando mi boca de nuevo con su leche. Yo me acariciaba con mucha fuerza y cuando me tragué el semen de Joe tuve un orgasmo bestial.

Me incorporé y mientras me relamía los restos de la corrida de Joe le dije:

• Joe me ha gustado mucho lo que hemos hecho.

• Yo también he disfrutado mucho.

• Se nos hace tarde.

• Si, pero esto hay que repetirlo.

• ¿Esto?

• ¿Qué quieres decir?

• La próxima vez la quiero dentro de mi.

• La tendrás, te lo prometo.

Joe puso dirección a la oficina y para que no nos vieran entrar juntos yo me bajé una par de manzanas antes.

Continuará...