Jodiendolo todo 7
El final...
Era viernes del último fin de semana que Ale estaría en Barna; mis amigos me arrastraron a las discotecas, lo había pasado fatal sin una razón concreta, toda la situación me desconcertaba a un punto escalofriante. Soporté como pude la noche, bebí poco y tan pronto los vi contentillos me marché; llegué a casa a eso de las 4, no podía dormir, así que me puse con el ordenador. En eso sentí la puerta, Ale se chocó con todo lo que podría haber en el camino entre la puerta y su habitación, me di cuenta de que venía muy borracha, tuve que frenarme para no ir a ver si estaba bien, luego de un momento tocó a mi puerta.
Pasa
Guapa, qué tal estás?
No tan bien como tú – le dije divertida mientras la veía sentarse en el borde de mi cama
Tienes un momento?
Claro
Llevo tanto tiempo queriendo hablarte… - me dijo con una sonrisa inmensa
Y por qué no me hablaste?
Porque se ve que pasas de mí…
Cómo vas a decir eso? – Cerré el ordenador y lo puse en la mesilla para incorporarme.
Pues te digo que mi padre está enfermo y ni me preguntas qué tiene, te digo que me voy y ni me preguntas cuándo… no sé, ni siquiera me hablas cuando estás en casa
Jo, Ale… no… si no te pregunté nada es porque me tomaste por sorpresa – Qué tía! Ahora era mí culpa que no hablásemos… - Yo si te hablo guapa, yo lo único que quiero es…
No, no me hablas, pasas de mi culo; no sé Ana, no sé… – se iba molestando con cada palabra, yo flipaba en colores; tomé sus manos entre las mías y las apreté
No cariño…
Si Ana, coño! – tenía los ojos brillantes, se estaba quebrando lentamente. La abracé, la dejé llorar el tiempo que fue necesario, me acordé de la primera vez que la tuve así, lloraba por su ex. Cómo se había torcido todo desde entonces…! - Yo es que…
Tu nada, cállate, tu y yo no sabemos hablar – le dije tratando de evitar los malos entendidos y los silencios hirientes que vendrían si seguíamos por ese camino.
Me quedé acariciando su cabello, intoxicándome con su olor… a estas alturas tenía más que claro que me había enamorado de la manera más imbécil de esta chica, limpiaba sus lágrimas con mis dedos mientras me grababa su cara en la memoria. En un suspiro se soltó de mi abrazo, apagó la luz de la lámpara de mi mesilla y se recostó junto a mí; tomó mi cara con sus manos y empezó a besarme, no era un beso apasionado pero tenía una intensidad que dolía; su boca era todo en lo que podía pensar, me fui enajenando entre los besos que nos dábamos, cuando volví a ser consciente estaba comiéndome el cuello de esa forma que me ponía tonta.
Nos tomamos un tiempo infinito en desnudarnos, parecía que nos daríamos todos los besos negados por meses en ese mismo momento, unos encima de otros. Sus manos se habían multiplicado porque me tocaba por todas partes pero con mucha calma. Mis manos estaban pegadas a sus tetas; no pude contenerme más y la tiré hacia atrás, me entretuve en sus pezones, ella ni siquiera gemía, controlaba pobremente la respiración con los ojos firmemente cerrados. Seguí bajando por su cuerpo, al besar la línea de su monte de venus la sentí empujar todo su cuerpo contra mi boca mientras abría las piernas. Comencé a lamer sus ingles, se revolvía con cada movimiento que yo hacía, deslicé mi lengua por todo el largo de su coño sin molestarme en abrir sus labios; se le escapó un gemido de abandono delicioso; repetí el movimiento con más profundidad y fuerza, me estremeció lo mojada que estaba y lo perfecto de su sabor, seguí lamiéndola así hasta que la oí suplicar. Entonces succioné todo su clítoris y una vez teniéndolo dentro de mi boca comencé a escribir el abecedario sobre su botón con la lengua; nunca la había sentido temblar como temblaba; me agarró de la mano para apretarla, segundos después sentí las contracciones de su coño sobre mi cara, relajé la presión de mis labios y volví a las lamidas largas para que ella también se relajara.
- Ven – me haló hacia ella – dios… tu boca… - Sonreí mientras la abrazaba, volvimos a besarnos lentamente mientras le acomodaba el pelo – me gusta que hablemos así, déjame tocarte.
Me dio la vuelta, nos quedamos en cucharita, con sus piernas abrió las mías y comenzó a masturbarme lentamente, metiéndome la mano entre las nalgas para llegar a mi coño.
- Te necesito – me dijo mientras me comía la oreja, se me erizó la piel y no supe si era por su lengua o sus palabras tan breves pero brutales – no sé cómo pedírtelo ya…
Mientras me hablaba empezó a penetrarme deliberadamente lento pero muy profundamente, era una posición en la que yo sólo podía dejarla hacer o rogar, me decidí por lo primero, no necesitaba correrme en seguida. Era un placer tan intenso e íntimo que perdí completamente la noción del tiempo, Ale me llevaba hacia un orgasmo brutal, de esos que se presienten desde minutos antes de llegar, en los que no puedes evitar sentir que estás dejándote un pedazo del alma. Me meció suavemente mientras me recuperaba física y mentalmente; tenía que volver a ponerme la armadura para no largarme a llorar.
Después de unos minutos comenzaron otra vez los besos, necesitaba tenerla otra vez y lograr que perdiera el control por dos segundos… podía vivir tranquila con tenerla dos segundos. La subí en mis piernas mientras nos besábamos, estaba sentada encima de mí y el contacto entre su coño y mi piel la hacía gemir con cada movimiento. Aproveché la posición para meter mi mano entre nuestros cuerpos, con solo tocarla me di cuenta de que estaba más que mojada, sin esfuerzo entraron dos de mis dedos en su coño, la sentí arquear la espalda para recibirme. A partir de ese momento ella marcaba el ritmo y los movimientos, yo trataba de recibir su cuerpo con embestidas de mi mano mientras ella perdía el aliento, seguimos en ese ritmo infernal hasta que se corrió.
Sabía, por lo estrecha que era, que si no sacaba mis dedos pronto le dolería luego, así que la cargué e intenté retirarme lo más suavemente que pude pero empujó con fuerza hacia abajo impidiéndomelo. Se abrazó de mi cuello mientras comenzaba a cabalgarme de nuevo, esta vez con más calma y muchísima profundidad. Comenzamos a besarnos con una ternura que me partió el corazón, después de unos minuto se deshizo en un orgasmo impresionante, sentí su corrida resbalar por mi mano hacia mis piernas, empapándome completamente. Se quedó sentada sobre mí con mis dedos entre su coño y su cara enterrada en mi cuello, notaba la humedad de su sudor (o sus lágrimas) en mi espalda, me dediqué a besar su cuello mientras se calmaba.
Tuve que dominarme para no llorar porque finalmente sentí que la tenía y era claro que igualmente la estaba perdiendo, era una victoria de mierda. La mecí suavemente hasta que ella misma deshizo el abrazo; nos acomodamos juntas en la cama, con su cabeza sobre mi pecho.
Llevo tiempo tratando de acercarme a ti – empecé a decirle con mucha calma – queriendo que hablemos, que me cuentes qué piensas; pero eres – busqué una palabra – tan fría, tan… cambias con el viento! He terminado por entender que no quieres dejarme entrar.
No
Déjame terminar – la interrumpí, iba a terminar de hablar antes de que ella se ofendiera y se metiera en su caparazón – lo respeto, aunque me jode que esto sea lo que quede de lo amigas que fuimos.
No entendiste... siempre te he querido Ana. Siempre te he querido cerca – dijo moderando la primera afirmación.
Yo también cariño, yo también – traté de mantenerme serena y aguantar el nudo en la garganta, pero tuve cuidado de contestarle a las dos cosas.
Y lo de ser tu amiga – me dijo levantándose para mirarme – me la suda – completó muy serena – Si me preguntas a mí, lo que me jode es que te escudes en la amistad para no involucrarte.
Joder Ale, no es así…
Si he sido distante lo siento, lo siento si no te dejé entrar. Te necesitaba, te necesito, te quería así de cerca…
No respondí, ponerme a explicarle cómo veía desde mi punto de vista que habíamos liado las cosas era innecesario, en su versión yo sólo quería ser su amiga, supongo que así le sería más fácil irse. No íbamos a ganar nada si nos admitíamos que por malentendidos nos habíamos hecho daño de esta manera. Me dolía el alma en partes estratégicas, me dolía sobre heridas viejas de otras chicas, me generaba un malestar tan sordo y tan profundo que no estaba segura de estar respirando. La contuve entre mis brazos toda la noche, cuando por fin pude dormirme soñé que estábamos en una fiesta juntas, ella tocaba un instrumento incomprensible que me hacía reír como imbécil.
Siento que abre la puerta de su habitación porque de un momento a otro todo su olor se me mete en el cuerpo; pasa por el salón hacia la cocina, no levanto la mirada porque sé que me está mirando… aquí empezamos, no? Se me acerca y me dice al oído
Me abres la puerta? Tengo las maletas… ya llegó el taxi
Por supuesto – con todo el dolor del mundo me levanto y la acompaño hasta la puerta de la finca, saco una de sus maletas y le aguanto la puerta con el cuerpo hasta que sale; no quiso que la acompañara al aeropuerto, supongo que es mejor así.
Adiós Ana – me da un beso en la mejilla, que dura un segundo más de lo debido – que vaya muy bien.
A ti también Ale
Se ve que nos cuesta separarnos, el taxista ya terminó de meter las maletas en el coche, Alejandra se separa y me mira, es un silencio lleno de esperanzas de parte y parte que vamos a dejar que se pierdan. Sonríe con resignación mientras toma aire profundo y se mete en el taxi. Yo me quedo en la puerta hasta que el taxi voltea por otra calle tratando de entender cómo puede el corazón recuperarse de dolores como este, como el que me produjo Isa y otras antes que ella… me contesto que somos adictos a estos juegos, son la zanahoria que nos cuelga delante para soportar la vida; claro, no estamos destinados a satisfacernos más que en parte.
Muchísimas gracias a todos por sus comentarios, decirles que esta pequeña historia se escribió a sí misma; yo solo la puse en palabras.