Jodiendolo todo 5

Lograba llegarme con la indiferencia, me sentía aislada y castigada, me dolía su actitud pero no sabía cómo hacer que me hablara con sinceridad sobre lo que le molestaba

Abrí la puerta de casa, Alejandra estaba en la cocina haciéndose la cena; era la primera vez que la veía en días, sabía que me estaba evitando y cuando nos cruzábamos se limitaba a saludarme o despedirse. Inicialmente me desconcertó su actitud, luego me molesté y finalmente acepté que si esa sería su actitud no era mi problema.

Mientras ponía las llaves en el recibidor ella le daba la vuelta a una tortilla de patatas que se destrozó, regándose por el mesón de la cocina; de inmediato busqué papel y comencé a limpiar, Ale maniobraba para volver a meter lo rescatable dentro de la sartén. Limpiando me manché la camisa, ella tomó papel para limpiarme, nos acercamos y por casualidad nuestros ojos se encontraron. Tuvimos un diálogo de segundos larguísimos, entre la dureza de su mirada y la calma de la mía, yo lo único que quería era que nos llevásemos bien ¿por qué me ponía las cosas tan difíciles? La abracé, llenándola de huevo, oí su protesta pero la tenía tan firmemente agarrada que tuvo que estarse quieta; enterré mi cara en su cuello como siempre.

  • No me vas a soltar, verdad?

  • No, borde de mierda! – le dije al oído en broma.

  • Borde por qué? – seguía seria y tensa, la notaba incómoda

  • Llevo días sin verte el pelo, me quieres contar qué te pasa? – le di un beso en la nuca, la sentí estremecerse al tiempo que me estremecí yo por su olor. Se quedó callada, las dos calladas.

  • Se quema la tortilla, suéltame! – me empujó y se dio la vuelta.

Me quedé allí, el marco de la puerta de la cocina era mi lugar favorito para meditar las cosas mientras la miraba… De alguna manera lograba llegarme con la indiferencia, me sentía aislada y castigada, me dolía su actitud pero no sabía cómo hacer que me hablara con sinceridad sobre lo que le molestaba, pensé que lo mejor sería normalizar la situación a lo que había sido antes del día que  me esperó en el sofá.

  • Vemos una peli? – se lo dije como un último intento de aproximación al enemigo

  • Venga – respondió con la misma voz hostil con la que me había estado hablando

Puse la peli que veríamos y me senté a esperarla mientras se cambiaba, vino con la comida y una cerveza para mí, nos acomodamos y la inicié. Era una de nuestras películas favoritas en común, lo que quería no era ver cine sino que se relajara junto a mí para poder hablar un poco. Después de comer se recostó en mi hombro, no sé en qué momento su respiración se acompasó, se había quedado dormida. Hacía frío, tiré de la manta que estaba siempre sobre el sofá y la tapé. Me quedé acariciando su pelo hasta que la peli terminó, era hora de ir a la cama.

  • Cariño, ven que te llevo a la cama – la desperté lo más suavemente que pude. No opuso ninguna resistencia, la llevé a su cama, y la puse allí. Le di un beso en la mejilla, era hermosa cuando estaba tranquila – bona nit.

  • Nanit – me dijo en un susurro.

Me puse en mi cama con el ordenador, no tenía ni un poco de sueño; en eso me habla Ale por el skype.

  • No puedo dormir

  • Qué pasa? – si hace media hora estaba profundamente dormida…

  • No lo sé, me siento mal

  • Enferma? – le habría caído mal la comida?

  • Deprimida… Vienes a darme un abrazo?

  • Y tanto…

Fui hasta su habitación, me la encontré acurrucada al lado del ordenador, como un gato.

  • Qué pasa Ale?

  • No lo sé… todo está mal – hablaba muy bajito

  • Qué todo? – dije yo acercándome

  • Todo – hizo una pausa para suspirar – yo no debería estar aquí, pasan cosas que no deberían pasar y yo no sé qué hacer

No pude responder, no supe cómo. En vez de eso me acosté a su lado y la abracé, se fue acomodando hasta que quedamos en cucharita; yo le acariciaba el vientre y ella se revolvía; era uno de esos momentos calmos de profunda tensión. Seguía tocándola, en una serie de caricias absolutamente inocentes, desprovistas de cualquier segunda intención, sólo quería transmitirle con mi cuerpo una calma que tenerla así de cerca me impedía tener, pero que parecía ser lo que ella necesitaba.

  • Ya estás menos desesperada? – le dije al ver que se daba la vuelta para enfrentarme.

  • No – me respondió mientras encajaba una de sus piernas entre las mías.

  • Entonces?

  • No hables – se lanzó directamente sobre mi cuello, supongo que tardé un segundo más de lo necesario en entender de qué iba – no quieres follar conmigo? No te gusta?

Estaba desconcertada por sus cambios de humor, por supuesto que quería follar con ella. Metí mis manos bajo el pantalón de su pijama, agarrándola del culo para atraerla hasta mí. Ella no perdía tiempo y en un momento me había quitado la camiseta, luchaba con mi sujetador como un adolescente.

  • Cómo se quita esto? – me dijo mientras me comía el cuello.

Me quité el sujetador y me deshice rápidamente de su pijama; me encantaba esta chica, tenerla desnuda me superaba, me ponía totalmente bruta. Fue ella la que me empujó para tumbarme, lo siguiente que supe era que la tenía encima de mí, comiéndome las tetas con toda la calma del mundo; de pronto se separó y entonces sentí su mano en mi coño, su dedo gordo presionaba mis labios vaginales sin abrirlos, entendí que hoy nos tomaríamos nuestro tiempo. Luego de penetrarme un poco con ese único dedo, fue a tocar mi clítoris produciéndome pequeños temblores. Noté dos de sus dedos entrar lentamente en mi coño, su pulgar seguía sobre mi clítoris; era un trabajo sincronizado perfecto que me sorprendió, se me iba la cabeza; empecé a necesitarla, estaba demasiado lejos, la halé hasta mi para besarla pero corrió unos milímetros la boca, hija de puta! Traté de concentrarme en la penetración suave y profunda a la que me estaba sometiendo, notaba las estribaciones de sus dedos rozar las paredes de mi vagina con cada movimiento, lentamente fui sintiéndome más y más cerca del éxtasis, hasta dejarme ir, totalmente en blanco por varios segundos.

Ella se quedó allí muy quieta, sus dedos seguían dentro de mí, me daba pequeños besos en la frente; abrí sus piernas con las mías y comencé a tocarla, metiendo mi mano desde su espalda para encontrar su coño, estaba mojadísima y metí mi dedo en su coño tan lentamente como ella me tocaba segundos antes, ahora sentía las estribaciones de su vagina rozar mis manos, pensé que así me aprendería la geografía de su coño. Su cara estaba sobre la mía así que la oía respirar y quejarse por lo bajo; por un momento sentí que hacíamos el amor de la forma más íntima y delicada, no puedo explicar la compenetración de estar follándola de esa manera, pero era tan intensa que me asustó; no podía parar así que la hice girar para que quedáramos de espaldas y me separé un poco, de alguna forma tenía que romper ese momento sin cortar el rollo.

  • Te tocas pensando en mí? – le pregunté al oído sin dejar de follarla

  • Si – respondió con la respiración entrecortada

  • Muéstrame cómo

Me senté en la cama para verla, le di un poco de caña para que dejara de dudar, finalmente se empezó a tocarse, sus gemidos iban en aumento, ya podían empezar a llamarse gritos; la veía hacer círculos sobre su clítoris mientras yo seguía penetrándola, ahora sobre su punto g, con la palma de la mano sobre su vientre presionaba hacia abajo para aumentar la sensación de fuerza sin lastimarla. Finalmente se corrió relajándose, la abracé hasta que se recuperó, entonces me separé.

  • Duerme aquí – me dijo halándome de nuevo hacia ella.

  • Vale – nos quedamos mirándonos unos momentos; fue ella quien buscó entonces un beso, pequeño, un contacto de labios tan tierno que era totalmente ajeno al polvo que acabamos de echar.

Unos momentos después me di la vuelta, necesitaba pensar, razonar qué era lo que YO sentía por Alejandra, al margen de sus comportamientos y actitudes; ese momento mientras follábamos me volvía a la cabeza y se me paralizaba la sangre, yo no quería enamorarme de nadie, pero si ya iba a ser inevitable, que fuera por lo menos de una chica que tuviera claro qué quería y que me quería. Claro, no está muy claro que exista una chica así; pero no, tengo la maldita costumbre de pillarme siempre de quien no debo.