Jodiendolo todo 4

Mis amigos deciden tomar cartas en el asunto

Cuando por fin te atreves a saltarte las barreras que te separan de algo, tirando por la borda la juiciosa contención con la que te tratas a ti mismo, cabría esperar algún tipo de cambio… no es necesario que el planeta salga de orbita, con que la cotidianidad se altere un milímetro ya es suficiente. Pero no, normalmente después de superar la tensión, el miedo y la indecisión nada se transforma aunque uno ya no sea nunca el mismo. Así eran las cosas en casa, la misma rutina y el mismo trato se imponían; eran el pacto de normalidad con el que nos enfrentábamos a la transgresión que nos habíamos permitido.

A la mañana siguiente me dije a mi misma que nada tendría por qué cambiar, que había sido un pequeño error, comprensible pero irrepetible, aunque al fin y al cabo no era ni la primera ni la última chica con la que terminaba follando en una noche de copas. Traté de razonar que el hecho de que viviéramos juntas no sería una complicación si aprendíamos a separar las cosas, podríamos seguir siendo tan amigas y compañeras como siempre, de hecho mejores, una vez liberada la tensión sexual y saciada la curiosidad que supuse le despertaría a Alejandra acostarse con otra mujer. No sé qué idea se vendería ella, el caso es que si alguien hubiera sido testigo del antes y el después, no creo que hubiera sido capaz de notarlo.

  • Anaaaaa? – gritó Ale desde la cocina, un par de días después…

  • Dime? – me levanté y fui a ver qué quería.

Llegué al tiempo que se volteaba para encontrarme, nos abrazamos por instinto, apoyó su cabeza en mi hombro y yo mi enterré mi cara en su cuello, el olor de esta mujer tenía un efecto absurdo en mí, la solté bruscamente.

  • Qué querías?

  • Un abrazo como ese – me dijo mientras volvía a abrazarme

  • Tonta!

  • Qué harás esta noche? – preguntó finalmente

  • Salir con los chicos – dije mientras la mecía suavemente.

  • Ya…

  • Y tú?

  • Nada, me quedaré en casa, estoy cansadísima

  • Por qué no vienes con nosotros?

  • No, no me apetece hoy; quédate…

  • Plantéame algo mejor

  • Una noche tranquila, cena y pelis… te interesa?

No! No me interesa que te tires encima de mí, me provoques, me enloquezcas y cuando yo responda, parezcas una niña pillada en falta. No, teniendo en cuenta que las discos están llenas de tías con las que podría hacer lo mismo que terminaré haciendo contigo, pero sin complicaciones. Está claro que no podía decírselo así.

  • Es tentador – comencé con un halago – pero realmente me apetece ver a los chicos – mientras iba diciendo esto, dejamos de mecernos, se separó sin decir nada y siguió cortando pimientos.

Me recosté contra el marco de la puerta a mirarla maniobrar en la cocina. Qué era lo que esperaba de mí esta chica? No lograba comprenderla!


  • Anita, cariño! Siglos y siglos desde la última vez que quedamos – era mi amigo Gerard, sonriendo mientras me abrazaba.

  • Esperemos que sea por alguna afortunada – remató Toni, dándome los dos besos.

  • Chicos, chicos! No hay afortunadas, bien lo sabéis!

  • Tendremos que remediar esa situación cariño, síguenos que tenemos a la mujer perfecta esperándote.

Toni y Gerard, dos amigos geniales recuperados después de dejarlo con Isa del todo; habían sido mi paño de lágrimas y mis compañeros de piso en los primeros meses en Barcelona, quedar con ellos era siempre una aventura, y claro, siempre involucraba chicas nuevas. Nos acercamos a una mesa en la que había al menos siete hombres bebiendo y riéndose de las ocurrencias de una chica morena guapísima.

  • Chicos, Carmen, la famosísima Ana – Gerard haciendo las presentaciones del caso.

  • Famosísima y guapísima – respondió Carmen haciéndolos reír a todos y sonrojándome.

Carmen… que guapa Carmen, una chica morena, blanquísima, los labios delineados perfectamente en rojo; un cuerpo menudo, de caderas estrechas y cintura diminuta, totalmente mi tipo. Nos sonreímos y entendí de inmediato la insistencia de los chicos para quedar; mentalmente anoté el millón de gracias que tendría que darles mientras le pedía a Carmen que me acompañara a la barra por una copa.

Pasamos la noche bailando y riéndonos, no hice ni siquiera el más mínimo intento por conocerla; tenía claro que lo que quería era llevármela a la cama y no volver a saber de ella en la vida. El problema venía siendo que no podía llevarla a mi piso, así que tendría que esperar a que ella propusiera algo.

Saqué el móvil para ver la hora, tenía un mensaje de Alejandra: “vienes a dormir?”. Pensé que era el momento perfecto para picarla “no si hay suerte :P que duermas”, respondí rápidamente para no dejar esperando a Carmen. Seguimos bailando un rato y sentí vibrar el móvil, “no sé si podré dormir sola”, viendo que había mordido decidí ir un poco más lejos: “eso te pasa por quedarte en casa”.

Me entró una impaciencia increíble, a Carmen la tenía al frente, tan disponible como dos minutos antes, pero quería volar a casa y enredarme en los brazos de Alejandra; esperaba que vibrara el móvil como un niño espera reyes, finalmente sucedió: “lo sé, pero te necesito…”.

  • Deja el móvil, bailemos – Carmen me atrajo hacia ella, dudé por un segundo y luego lo volví a guardar en el bolsillo.

Pasamos la noche bailando y bebiendo, los chicos desaparecieron en algún momento sin que nos diéramos cuenta y quedamos finalmente solas.  Entonces comenzó el tonteo serio, hasta que finalmente propuso ir a su casa. Nos demoramos más en cerrar la puerta que en quitarnos la ropa, entre besos y risas llegamos a la cama y nos dejamos caer juntas.

Con toda la risa y los chistes me dio la vuelta sin que me diera cuenta, lo siguiente que sentí fueron sus tetas en mi espalda mientras me comía el cuello, se me fue pegando hasta que noté su coño empapado en mi culo mientras sus manos bajaban por mi cuerpo, instintivamente abrí las piernas pero sus manos no llegaba al sitio donde más las necesitaba, arqueaba la espalda tratando de indicarle por dónde ir, con lo que su coño se pegaba más a mi piel; cuando creí que iba a pegar un grito de súplica sentí sus dedos posarse en mi clítoris, menos mal!

Allí aguanté todo lo que pude, de espaldas, como para no correrme dos segundos después; hacía intentos por penetrarme y se alejaba; en medio del placer registré lo bueno que era follar con alguien que sabía lo que estaba haciendo, luego ya con sus dedos dentro de mí, presionando sobre mi punto g con cada embestida dejé de pensar mientras me contraía con un orgasmo genial. Sentí a Carmen sacar lentamente sus dedos de mi coño al tiempo que se acomodaba sobre mi cuerpo gimiendo así que como pude me di la vuelta, poniéndola sobre la cama; empezamos a besarnos de nuevo, mis manos iban de su culo a su espalda, por encima de sus tetas y bajando por su cuerpo.

No podíamos dejar de besarnos, frente a frente como estábamos me abrazó por la cadera con una de sus piernas, finalmente llegué hasta su coño, aproveché lo mojada que estaba para follarla sin contemplaciones, tan fuerte y profundo como ella parecía poder soportarlo; se corrió un par de veces y finalmente me pidió con el último aliento que parara.

Nos quedamos así, tranquilas un momento mientras el alma nos volvía al cuerpo; de pronto Carmen se sonrió, empezó a reírse y finalmente a carcajearse; yo la miraba divertida.

  • Qué pasa? – le pregunté comenzando a reírme también.

  • Pillada de tu compañera de piso? Y una polla! – a penas logré comprender lo que decía entre carcajadas, se me congeló la sonrisa

  • Perdona?

  • Toni y Gerard te deben 50 euros – volvió a besarme restándole importancia; yo trataba de asimilar la información…

Así que mis amigos habían apostado a que estaba pillada de Alejandra… y esta chica era la prueba? Me acordé de Toni consolándome cuando lo dejé con Isa, su teoría era que mientras más gente te follaras, menos importaban individualmente.

  • Quieres desayunar? – me dijo mientras se levantaba.

  • No, mejor me voy a casa, presiento una mala resaca – me disculpé y empecé a vestirme.

No estaba molesta con los chicos, en medio de todo entendía su razonamiento y hasta cierto punto lo compartía, pero me jodía que en vez de decirme algo a mí, hubieran retado a alguien a llevarme a la cama. No me iba a molestar, lo habíamos pasado bien, ella me gustaba; pero pasadas las 8 de la mañana, no me apetece intimar con rollos de una noche; así que salí de allí lo más rápido que pude.

Llegué a casa sobre las 9, Alejandra se había dormido en el sofá, la tele estaba puesta. Se me erizó la piel de pensar que podría haberse quedado esperándome, le puse una manta encima, apagué la tele y le di un beso en la frente. Era, sin que yo lo supiera, el comienzo de una guerra fría.