Jodiendolo todo 3

Viendo que mi actitud de reírme por nada e ignorar la tensión no estaba dando ningún resultado, decidí jugar su juego...

Pasaron las semanas, el tema estar físicamente juntas y las sesiones de películas en las que terminábamos en la cama sin que nada pasara se hicieron frecuentes; noté cómo prefería quedarme en casa a salir con mis amigos, me parecía que ella también pasaba de los suyos para quedarse conmigo.

De un momento a otro venía hasta donde yo estuviera y nos abrasábamos por varios minutos, después besos en la mejilla, en el cuello, en la nuca… si una provocaba, la otra respondía yendo más lejos; dormir separadas ya era una realidad del pasado, íbamos de su cama a la mía alternativamente, pero ya estaba visto que nos sobraba una habitación.

  • Ana...?

  • Dime?

  • Puedo hacerte una pregunta?

  • A ver? – le dije apartando la cara con interés de la pantalla.

Bajó la cabeza, miró el café, bebió un poco y finalmente me dijo

  • Pues… sí me planteo cosas con una chica… eso qué me hace?

Me descolocó completamente, me quedé mirándola un momento y no pude evitar sonreírme, pensé que eso sólo lo podía decir para venderme otro poco de su supuesta ingenuidad o porque en verdad se lo preguntaba con la angustia con la que me estaba mirando, no sé cuál de las dos alternativas me hizo más gracia, tuve que contenerme para no reírme.

  • Nada… - respondí finalmente

  • Explícate

  • Pues nada, no te hace nada; no tienes por qué etiquetarte – le dije mientras volvía a contener la risa – realmente plantearse algo con alguien no significa nada, otra cosa sería tener algo con alguien, aunque ni así significa nada.

  • O sea… no soy bisexual?

  • No sé chica, tendrías que contestarte a ti misma esas preguntas.

  • Ya... pues tu vas a tener que enseñarme cómo se conquista a una mujer, porque no lo he hecho nunca – noté algo de cabreo en su voz, pero decidí ignorarlo.

  • Joder, entonces no sólo te planteas cosas con ella… - dejé las palabras resonar un momento, igual no la iba a dejar hacer aclaraciones - Bueno, yo la verdad no soy de tomar la iniciativa, así que igual necesitas otra profesora

  • Yo siempre tomo la iniciativa – me miró tan fijamente que pensé que me atravesaría

  • Cómo? – respondí sosteniéndole la mirada

  • No sé, con miradas, con palabras; si un día me ves te darás cuenta

  • Ya…

Tomó aire para volver a hablar pero se quedó callada, volvió al ordenador; yo me quedé mirándola un segundo más. Por un momento me pareció que me ponía sobre aviso de que me estaba dando señales, pero eran demasiado débiles y complicadas para hacerle contrapeso a mi idea de respetar a la compañera de piso. Valía la pena preguntarle quién era la chica y ponerla en aprietos? Y si la respuesta me ponía en aprietos a mi? Decidí dejarlo y seguir leyendo el periódico.


Otro viernes, y nosotras en casa, inventándonos excusas para quedarnos juntas haciendo nada; la situación de tensión y provocaciones escalaba y yo no podía decidir si lo mejor era cortarla o hacer algo; mirándolo en perspectiva tampoco es que hubieran pesado muchas cosas, inclusive aquella noche que dormimos juntas por primera vez, no podía decir que me hubiera tirado los trastos en toda regla. Alejandra podía querer simplemente una amiga cariñosa, mientras que yo deformaba las cosas en mi cabeza a pesar de haberme propuesto firmemente no hacerlo.

Otra vez viernes, y nosotras otra vez en casa buscándonos una excusa para estar juntas; esta vez yo tenía ganas de salir y aquel finde ninguno de mis amigos se había manifestado. Pensé que sería buena idea salir con Ale, tomar una copa en el barrio y volver a casa, nada complicado, así que se lo dije, estuvo de acuerdo y empezamos a arreglarnos.

  • Ale, qué haces? Vamos solo por el barrio – dije mientras abría la puerta.

  • Arreglándome, qué tal estoy? – me dijo con una sonrisa amplísima, acercándose un poco más de lo aconsejable a mí, mirándome a los ojos; sentí un escalofrío en el cuerpo porque aunque estaba tan guapa como siempre, me di cuenta de que su actitud de esa noche sería el coqueteo provocador.

  • Muy guapa – respondí de la forma más casual que me salió de la garganta.

  • Entonces vamos

Me tomó de la mano y me arrastró fuera del piso, caminamos por las callecitas estrechas sin apenas hablar, abrazadas como ya se había hecho costumbre, mi brazo alrededor de sus hombros, el suyo alrededor de mi cintura. Llegamos al bar de siempre, había más ruido y más gente de los normales. Como no había mesas, nos sentamos en la barra; no sé si por el ruido y la gente o porque le daba la gana, pero me hablaba al oído muy bajito.

Pedimos dos cervezas, mi idea era una copa rápida y a casa; su idea era otra, pidió chupitos de jagger, hice un intento por protestar pero al fin y al cabo me estaba poniendo tan nerviosa su actitud que un chupito no me sentaría mal.

Bebíamos y hablábamos de cualquier cosa, realmente no podía concentrarme por la cercanía entre nuestras bocas; de vez en cuando me reía y recuperaba un poco de espacio; me acordé de su aviso de “si un día me vez te darás cuenta”, no estaba haciendo nada concreto pero yo tenía más que claro que esa noche Alejandra iba por mi y no estaba dispuesta a ceder un milímetro que yo perdiera. Viendo que mi actitud de reírme por nada e ignorar la tensión no estaba dando ningún resultado, decidí jugar su juego, pasé de estar aturdida a completamente alerta; también yo le hablaba muy cerca y bajito, obligándola a acercarse más; tomé una de sus manos y la traje hasta mi, le dije alguna chorrada y cuando la tuve suficientemente cerca, puse mis brazos alrededor de su espalda y le di una serie de besos suaves y húmedos en el cuello. Casi podía sentirla derritiéndose mientras la besaba, se quedó tan quieta y tan tranquila… finalmente fui consciente que desde la altura de los taburetes dominábamos el bar y la mayoría de los clientes sentados en las mesas nos miraban divertidos. Nos separamos, ella volvió a verme con esa intensidad con la que me acorralaba en esos momentos pero tenía los ojos vidriosos, se había pasado de alcohol o igual estaba aterrada de que yo por fin reaccionara a sus provocaciones.

Pedí la cuenta, el camarero era lento y yo hacía lo que podía por demorar la vuelta a casa para dejar enfriar el momento que acabábamos de tener; salimos a la calle y el aire me refrescó las prioridades, fui sujetándola por el camino a casa mientras me hablaba de las fases de la luna. He mencionado que siempre me pareció entre adolescente y loca? Una lolita perturbadora…

Por fin abrí la puerta de casa, la llevé a su habitación y cuando estaba por sentarla en la cama, despertó.

  • Me tienes harta – la miré extrañada por el tono de pocos amigos con el que habló, la miré para tratar de descubrir si se trataba de una broma, pero tenía la expresión más seria del mundo, era cabreo o sencillamente asco?

  • Perdona?

  • Joder Ana, no caes nunca, no te enteras de nada! – empezó a desvestirse con prisa, con rabia; pero sin dejar de mirarme a los ojos

Me pilló fuera de base y no entendí exactamente de qué estábamos hablando, se suponía que yo tenía que enterarme de algo y no me enteraba, por lo visto era tan transparente que ella tenía derecho a molestarse por mi despiste. Ya habían caído el abrigo y el jersey, la vi quitarse la camiseta como quien ve la tele de madrugada, finalmente salí del trance idiota en el que estaba y la traje hasta mí.

Sentí la piel de su espalda en mis manos, su aliento en mi cuello y su olor empezó a metérseme en el cuerpo; me parece que dijo algo pero… ya ella lo dijo: yo no me entero de nada. Le quité el sujetador al tiempo que ella deslizaba sus manos por dentro de mis vaqueros para tocarme el culo, en un primer momento de sosiego que pareció darnos impulso; la urgencia se apoderó de nosotras, me quitó la ropa tan rápido que no sé cómo no saltaron los botones de la camisa, yo me deshice de su pantalón y en menos de un minuto estábamos las dos cayendo a la cama totalmente desnudas.

  • Pero tú estás borracha! - Mi cabeza se volvió a encender

  • No - me dijo mientras besaba mi cuello, pasando completamente de mis preocupaciones.

  • Sabes que vamos a tener que vernos así nos arrepintamos…? - me iba empezando a parecer progresivamente peor idea lo que había pasado en los últimos 10 minutos

  • Claro – ella seguía pasando

  • Ale… - me separé, tratando de imponer la razón y la calma.

Me miró retándome a rechazarla, tan pronto tomé altura se incorporó. Traté de pensar rápido: ella ya había sopesado las ventajas y desventajas, no estaba borracha (o eso decía y solía ser suficiente para mí) y no era una niña pequeña aunque me lo pareciera; entonces cual era el problema?

  • Qué? - La tenía de nuevo tan cerca que me aturdía. Dios! Cómo me ponía esta chica…

La tomé por la barbilla y llené su cara de besos por respuesta, tenía una sonrisa tímida dibujada en la boca; esto era ella: tierna y sexy al tiempo.

La tumbé en la cama, poniéndome sobre ella, me entretuve en su cuello mordiendo suavemente la piel sobre su clavícula; con las manos tocaba le tocaba las tetas, pellizcando con delicadeza sus pezones, cortos y gruesos, tan erectos que se enterraban en las palmas de mis manos. Su respiración iba perdiendo regularidad, la sentía tratando de tomar aire profundo y controlarse, yo lo que quería era que perdiera un poco su providencial control, así que puse mis dientes directamente sobre uno de sus pezones y mordí ligeramente, la oí gemir bajito; me dediqué entonces a lamer, chupar y morder ese par de tetas perfectas, yéndome por el centro y los costados, entreteniéndome en su ombligo y sus ingles… ella respiraba como podía, se le escapaban gemidos de vez en cuando.

Se incorporó, tomando mi cara con ambas manos, su boca venía buscando la mía pero yo me resistí a besarla, moví la cara, sus labios cayeron en mi mejilla; la sentí suspirar, no parábamos de tocarnos.

  • Fóllame – me lo dijo al oído en un tono de súplica que me puso un poco bruta.

Volví a tirarla hacia atrás pero me quedé sentada entre sus piernas. Pasé la palma de mi mano por su coño, se le escapó un suspiro de gusto que me hizo sonreír, estaba tan húmeda que mi dedo medio se deslizó hacia su interior casi sin buscarlo, gimió como quien canta victoria pero yo no la iba a dejar ganar tan fácil; me retiré de su interior y busqué su clítoris con el mismo dedo que ya venía más que empapado, me quedé allí haciendo círculos, Alejandra temblaba ligeramente mientras gemía; luego que sentí sus piernas apretar las mías, en ese momento entré de nuevo en su coño con prisa; qué estrecha era! estaba completamente llena por ese único dedo (con lo pequeñas que son mis manos…).

  • Despacio – fue casi un gemido, se le escapaba el aire; con su mano buscó mi mano libre, me tomó de la mano con firmeza, noté cómo se entrelazaban nuestros dedos.

Me sorprendió con un orgasmo que en vez de contraerla, la relajó completamente; su coño sin embargo, si apretaba con fuerza mi dedo hasta que pararon las contracciones  y pude salir de ella. Sentí un pequeño gruñido de protesta, luego me haló hacia la cama; quise besarla pero movió la cara, mi beso cayó en su frente.

Un par de minutos después, estábamos tocándonos con hambre de nuevo, me dio la vuelta y se quedó encima de mí. Me tocaba con algo de torpeza pero su corrida me había puesto a mil así que estaba dispuesta a dejarla hacer sabiendo que ella encontraría sola todos mis botones con algo de tiempo. Me besaba y me mordía sin timidez mi cuello y mi pecho, sentí por fin su mano en mi coño, directamente me penetró arrancándome un gritito de placer y sorpresa.

  • Dime cómo – me dijo besándome el cuello.

  • Así, solo… - sentía sus dedos moviéndose en mi interior a un ritmo perfecto – sí, así – había encontrado mi punto G; me estaba volviendo loca, empecé a moverme más rápido, marcándole la velocidad hasta correrme.

Me levantó hacia ella, nos quedamos sentadas frente a frente en el medio de la cama, abrazadas y mudas; me di cuenta que todo esto había pasado sin que compartiéramos ni siquiera en el más casto beso en los labios, la busqué con la boca pero para mi sorpresa ella movió la cara.

  • No – dijo bajando la mirada.

  • No? – pregunté, cansada de la controversia

  • No… voy a ponerme el pijama – fue su respuesta

  • Guay – dije mientras me levantaba de su cama y me iba a la mía, entre digna e indignada.

Me sentía nuevamente equivocada, como mínimo había entendido algo mal; porque no me parecía haber hecho nada malo, fui exactamente hasta donde ella quiso y ahora tenía la sensación de que me castigaba por algo. Otra vez me dormí cabreada, era con ella por liar las cosas o conmigo por ser imbécil y débil?