Jodiendo con la Seño

Una fantasía clásica...

He tenido profesoras realmente bonitas. Erika, Carla, Isabel… y sobre todo Verónica, la de Mates de octavo. Todavía no comprendo cómo se libró de ser forzada sobre su mesa por todos los alumnos. La hija de puta estaba tan buena que algunos no podían aguantarse y se la cascaban discretamente bajo el pupitre.

Pero cuando conocí a Rebeca (yo tenía casi veinticinco y estudiaba Filología Inglesa) fue como si todas mis fantasías de adolescente se encarnaran en ella.

Aquella diosa tenía treinta y nueve años y estaba casada con un memo que daba clases de Economía en la misma Uni. Lo sé porque me tiraba a dos alumnas suyas de vez en cuando. Una de aquellas veces, mientras me aliviaban el calentón que la zorrita de la profe me provocaba, se me ocurrió que tenía que jugármela.

Les conté el plan a mis golosas amigas y ellas se ofrecieron a colaborar.

Quedamos a la noche siguiente en el piso de una de ellas y esperamos a que llegara Rebeca. La muy inocente había acudido citada por mi amiga para ayudarla en un supuesto problema personal, que requería a alguien de confianza.

El que las dos sinvergüenzas estudiaran Arte Dramático y hubieran apalabrado vender el video que nos disponíamos a grabar a un portal porno especializado en grabaciones amateur, sin duda me ayudaba en la aventura.

Mi sueño estaba a punto de cumplirse.

No soy de los que se echan para atrás, así que después de que ellas la invitaran a pasar, salí con naturalidad de la cocina y le di dos besos.

Rebeca estaba algo sorprendida, pero vi que mi presencia le agradaba mucho. Los cuatro nos sentamos en el sofá (la cámara estaba oculta y funcionando en una estantería que había justo delante) y empezamos a charlar de cosas intrascendentes, Después de un par de piropos sobre su vestido (lo más sincero habría sido describir como le quedaba) Rebeca no dejaba de sonreírme y empezamos a flirtear de la manera más inocente. En eso soy todo un artista, modestia aparte…

No es por presumir, pero ya la tenía a punto de caramelo para cuando una de las chicas se levantó del sofá, y arrodillándose en el suelo frente a mí, hundió la cabeza entre mis piernas y comenzó a desabrocharme el cinturón con los dientes.

Rebeca soltó un grito ahogado y se sonrojó como un tomate. La amiga que aún tenía la boca libre, le dijo que se fijara bien en cómo me había puesto solo por tenerla cerca. La miré a los ojos y la expresión fascinada (y un pelín asustada) con la que me contemplaba me calentó tanto que la besé.

No dijo una sola palabra de protesta y comenzó a bajar por mi pecho y mi vientre, mordisqueándome y cubriéndome de besos. Mi amiga le cedió el honor y cuando sentí su boca abriéndose sobre mi polla supe que había llegado al cielo.

Fue la propia Rebeca la que me arrancó con dulzura la ropa y tras hacer lo propio con sus braguitas, se levantó el vestido y bajó muy despacio, clavándose mi falo en lo más profundo de su vientre. Gimió con tanta hambre atrasada al sentirme dentro, que casi me corro solo de escucharla. Poco después abrió los ojos y mirándome con la expresión más lasciva que he visto en mi vida comenzó a cabalgarme.

Mi boca viajaba de sus pechos a su boca sin saber que elegir.

La levanté en vilo y sus piernas se enlazaron por detrás de mi cintura. Me susurró al oído que la follara fuerte y perdí el control. Estábamos jodiendo como bestias y tardamos en darnos cuenta de que una de las chicas gemía también.

Se estaba masturbando abierta de piernas sobre el sofá. Una mano casi desaparecía dentro de su coñito hasta la muñeca y con la otra sostenía la cámara de video.

Cuando se corriera le costaría lo suyo encuadrarnos.

Sentí la mano de la otra chica acariciándome los huevos. Me susurró que le diera la vuelta a la profe para que pudieran grabarnos bien.

Lo hice justo cuando Rebeca estaba a punto de correrse. Cosa que casi hizo cuando la apoyé contra la mesa y puse mi glande contra su puerta trasera.

Entonces me suplicó que lo hiciera despacio.

Al notar como temblaba me di cuenta de que aquel culito perfecto era virgen.

Le dije que no se preocupara, que ahora me tocaba a mí enseñarle algo nuevo, y mientras la chica que no llevaba la cámara me pasaba un tarro de vaselina, me dispuse a explorar ese territorio donde ningún hombre había estado antes.

Pensé en el capullo de su marido y sonreí.

Los gemidos de Rebeca mientras la enculaba me ponían a mil (la muy zorrita miraba a cámara sin ningún pudor, más allá de cerrar los ojos cuando mi amiga la enfocaba de cerca). La chica giró la pantalla de la misma con una sonrisa cómplice y pude ver la preciosa carita de mi profesora (una mujer bella nunca lo es tanto como cuando llega a la madurez) contraída en una mezcla de excitación, dolor, placer y miedo. Estaba en el cielo y yo también.

El dolor de Rebeca fue cediendo y comenzó a gozar.

Consciente de que veía su cara en la pantalla de la cámara, abrió aquellos ojazos grises y me miró con una expresión de hembra en celo que me hizo perder el control. La mesa acabó por partirse bajo nuestras embestidas, pero yo la abracé y volví a levantarla en vilo antes de que cayera al suelo.

Después y sin que mi polla abandonara su delicado interior la llevé al dormitorio.

Rebeca giró la cabeza y me besó con ternura mientras la llevaba en volandas.

Seguramente se abría hecho mucho daño de haber caído y quizá por eso o quizá por el bien del espectáculo, me pidió que le diera hasta la última gota de mi leche cuando llegamos al clímax. Creedme…

El sueño de todo hombre es romperle el culo a su profesora favorita.

Y una mujer bella nunca lo es tanto como cuando está cubierta de tu semen.

Ahora estoy viendo lo mejor de las casi ocho horas de sexo salvaje que mis amigas filmaron en aquella cama (benditas cámaras digitales) en los momentos en que no estábamos descansando, comiendo o echando un porro (no soy Supermán).

Las escenas más divertidas son las que filma Rebeca mientras retozo con esas dos herederas calentorras de Spielberg. Las mejores partes las editamos (difuminando nuestras caras) y sacamos un buen pico que nos repartimos entre los cuatro.

La experiencia fue tan satisfactoria que el próximo fin de semana la vamos a repetir. Nos hemos comprado un trípode para hacerla más interesante y añadir algún toque lésbico, que siempre vende. Pero… ¿Queréis saber lo mejor?

Anoche Rebeca dejó abierta sin querer la página en la que han subido nuestro video. Y cuando volvió a casa de ver a una amiga, se encontró al subnormal de su marido cascándosela como un mono y sin reconocer a su mujer en la pantalla…

Los tíos casados están ciegos, os lo digo yo.