Joder con la suegra!!!! - 8

La madre de mi novia, se ha metido en un buen fregado, y hay que intentar resolverlo.

NOTA DEL AUTOR :

Vuelvo a publicar este capítulo despues de eliminar el anteirior Joder con la suegra!!! 8 , por que estaba todo el texto repetido, mal ubicado en la categoría y ademas con errores comentados por nuestro amigo KITONU, que han sido corregidos.

Disculpar las molestias

CAPITULO VIII

PRIMERA SESIÓN DE BERTA Y ESTEFANIA

Ya en la calle, la dije,

“Se acabó la tormenta. ¿Que tal?”.

“Aun me tiemblan las piernas. Que corrida me he pegado, y perdón por hacerlo, pero no he podido evitarlo. Y tu colega, sabe lo que se hace. Bien, muy bien, me ha gustado mucho, pero sobre todo espero que tu estés contento y orgulloso”, me dijo ella.

“Bueno después de superar el impacto inicial de ver a otro tío usarte, pues si, me ha gustado, y además he aprendido mucho”, la dije.

“Pero, aunque me usen otros, tu sabes que yo a quien quiero es a ti, a mi Amo”, me dijo abrazándome por la cintura.

“Que zalamera eres, los gritos y la corrida te los has pegado con el colega, no conmigo”, la dije.

“Uhmm, mírale celosillo. Tiene muy buena polla, y después de toda la sesión, no aguantaba más”, me dijo ella.

A todo esto, ya era medio día y aún no había llamado a Estefanía para que me reportara y mandarla tareas para el fin de semana, ya que no iba a estar.

La llamé. Me reportó todo lo del día anterior, incluso que la habían follado en el sex-shop, y estaba muy preocupada porque no sabía si debía hacerlo o no.

La dije que siempre que estuviera cumpliendo una orden mía, y alguien quisiera usarla de la forma que fuese, debía de entregarse.

Berta me daba codazos, como diciendo que no me pasara, pero ya estaba dicho.

También la dije que el sábado, por la tarde, debería ir a un centro comercial, siempre con el tapón anal más gordo puesto, a una tienda de ropa, y que buscara alguna que tuviera el probador de cortinas. Que estuviera mirando ropa hasta que entrara algún tío acompañando a la mujer, y en ese momento se metiera en el probador, dejara la cortina semi cerrada, y se desnudara por completo, aunque fuera para probarse una bufanda, que intentara asegurarse de que algún hombre la veía y que a partir de ahí actuara en consecuencia.

El domingo, la dije, que descansaba, y que ya la informaría el lunes de cuando hacíamos la sesión.

Bueno en principio, ya había dejado a una entretenida.

El sábado, como estaba previsto, nos fuimos al chalé de mis padres en la sierra. Eso sí, después de mil y una recomendaciones de mis padres de no dejarlo todo “Patas arriba”.

En el maletero, llevaba todo el material que habíamos comprado, así como un ordenador portátil, esperaba como en otras ocasiones, poder piratear algún rúter cercano, ya que, si no tendría que usar el móvil, y la conexión se ralentizaría mucho.

Nada más llegar lo primero fue encender la calefacción. La casa llevaba meses sin usarse, y entre la humedad, y el frío que ya iba haciendo, no hubiera habido quien parara allí, y menos en pelotas.

Mientras la casa se calentaba, sacamos todo del coche, cambiamos las sabanas de la cama, metimos la comida que habíamos traído en la nevera, en definitiva, hicimos la casa un poco más habitable.

Cuando entendí que ya estaba suficientemente caliente, le dije a Berta,

“Va a empezar la tormenta”.

Ella que estaba tumbada en el sofá, se levantó como por el efecto de un resorte, y se puso firme delante mía.

“Sumisa Berth, desnuda y en posición de espera”, la dije.

Sin dudarlo, se desnudó entera, se quedó de pie con las piernas separadas, y las manos en la espalda.

Yo tenía todo el material en el cuarto donde haríamos la sesión por la noche, así es que fui hasta allí, y me traje todo el kit de inmovilización.

Traje los grilletes para muñecas y tobillos, el collar y la correa, una mordaza, un tapón anal y el flogger que ya había usado mi colega en el sex-shop.

Le puse los grilletes en las muñecas y los tobillos, estos unidos con una corta cadena, para que la dificultara andar, el collar con su correa, la puse el tapón anal, y la mordaza.

“Sumisa a cuatro patas delante del sofá”, la dije.

Se puso a cuatro patas delante del sofá en paralelo a este.

Yo me senté en el sofá y le puse las piernas sobre la espalda. Encendí la tele, y estuve más de una hora, viendo la tele con Berth como apoya piernas. De vez en cuando la azotaba el culo con el flogger, para que no se olvidara de lo que hacía así.

Ya casi había llegado la hora del aperitivo, así es que le bajé las piernas, y la dije,

“Perra, sirve a tu Amo el aperitivo”.

Ella se incorporó y se fue dando pasos cortos hacia la cocina. La verdad es que era un espectáculo verla irse de espaldas, meneando levemente el culo camino de la cocina. Se la veía encantada de que la usara así. La verdad es que yo no entendía casi nada, pero deje que las cosas siguieran su curso.

Volvió al rato con el aperitivo.

“Disculpe, Amo, si quiere usar a su perra como mesa, le ruego sostenga la bandeja mientras me coloco”, me dijo.

“Si, trae”, la dije cogiéndola la bandeja para que cumpliera lo que había dicho.

Se puso de nuevo a cuatro patas. Intentó ponerse un cojín en las rodillas, que yo le quité de un tirón.

“Las comodidades te las daré yo. No las adoptas tu”, la dije.

Sabía que tenía que estar jodiéndose las rodillas. El suelo era de plaqueta de pizarra, y no era precisamente blando, pero entendía que concesiones ni una y menos atendiendo una sugerencia de ella.

Me tome el aperitivo, y la dije,

“La tormenta ha finalizado”.

La quité todo lo que le había puesto a excepción del tapón anal. Me gustaba verla menear el culo con el brillo del tapón saliendo entre sus nalgas.

Comimos, nos echamos un rato la siesta, y luego fuimos a pasear por el pueblo, a saludar a algunos conocidos que teníamos por allí.

Picamos algo en un bar con los conocidos, y a las 20:30 estábamos de vuelta, para preparar la sesión con el tío del chat.

Lo primero que hicimos fue abrirnos una cuenta nueva en Skype, para no dar las nuestras.

Luego Berta estuvo puntual para contactar con el ciber amo. Este se sorprendió muy agradablemente cuando le dijimos lo de hacer la sesión por cam.

Cuando por fin conectamos que no fue fácil, los dos nos presentamos con máscaras. Lo primero que pidió fue que se desnudara, y adoptara la posición de espera, mientras que nosotros hablábamos.

Berth, obedeció, quedando siempre en un segundo plano, permaneciendo de pie con las manos en la espalda y las piernas abiertas.

El hombre me explico, que lo fundamental para iniciar a una sumisa es la humillación. Me lo definió como abatir el orgullo y la dignidad y altivez de la sumisa. Utilizando un símil taurino, me dijo que eran como los puyazos que se le daban al toro, para bajarle la bravura.

Mer dijo que la hiciera exhibirse sobre todo en ambientes, no deseados para ella, como por ejemplo delante de un grupo de viejos, o de un grupo de mujeres, o ante alguien de la familia…

En fin, todo aquello que pudiera herir su orgullo.

Me dijo que, para muestra, la diéramos la primera orden, que sería exhibir todo lo que tiene a la cam para que el amo, pudiera verlo bien.

Berth, empezó por mostrar su boca abierta, a indicaciones mías. Yo movía la cam para que el amo pudiera verlo como si fuera él, el que estaba mirando.

Las orejas, la nariz, las tetas, los pezones haciéndoselos apretar para que viera el amo su flexibilidad.

Él hacia comentarios siempre ofensivos sobre lo que iba viendo.

Baje la cámara por su cuerpo hasta el ombligo, luego hacia el pubis, y dijo que pese a estar rasurado debía depilárselo con láser y que empezara por areolas, pubis, glúteos y por supuesto todo el sexo. La dijo que aproximadamente eso podría tener un costo de 600 euros, y que debía ella pagárselo siempre con su cuerpo. En otras palabras, la decía que tenía que prostituirse.

Le seguí enseñando su cuerpo, llegando al coño, la hizo tocarse el clítoris, para ver cuando la salía. Luego abrirse bien los labios para verla la vagina y la hizo meterse dos dedos y sacarlos para ver lo mojados que los sacaba. Al verle los dedos llenos de flujo, la dijo que era una puta guarra, que estaba totalmente cachonda sin reparar en el sufrimiento que la esperaba. La dijo que se pusiera en el suelo a cuatro patas con el culo hacia la cam, para poder verla bien el ano, que después de sacarse el tapón que había llevado puesto todo el día se le quedó muy abierto, por lo que pudo verlo sin problemas. La hizo meterse dos dedos en el ano, y permanecer así mientras que nosotros seguíamos hablando.

Me explicó que hay clubs generalmente clubs swinger, que también tenían Bdsm, y que había amos o curiosos en el Bdsm, que pagaban por hacerse con los servicios de una sumisa, aunque esto era algo bastante “bajo cuerda”. También me dijo que podía usarla para llevarla a clubs de intercambios, e intercambiarla con otra, que, con todas estas cosas, se iría domando su carácter, algo fundamental para lograr una buena sumisa.

Luego ya se metió con los tratamientos físicos.

Me dijo que el siempre empezaba las sesiones con unos azotes, que era una especie de calentamiento, pero que, una vez realizados estos calentamientos, él prefería aplicar tratamientos locales, es decir, no intentar aplicar castigos en todo el cuerpo, sino ir por zonas.

Me mando un dibujo de las zonas más indicadas para tratar por sesión. Me dijo que al margen de los azotes que deberían ser por todo el cuerpo desde las pantorrillas hasta las axilas, pasando por muslos delante y detrás, el pubis, las nalgas, el coño, el ano, el vientre, la espalda, las tetas, todo.

También me llamó la atención sobre la necesidad de un continuo cuidado de la sumisa. Me dijo que el principal deber de un Amo, es proteger a su sumisa, y que debía someterla a controles médicos para que le revisaran las zonas sobre todo más sensibles de ser heridas.

Me dijo que, si seguíamos para adelante, seguramente con el tiempo contactaríamos con más amos, y de entre estos alguno sería o conocería a algún ginecólogo de confianza, que pudiera realizar los reconocimientos, sabiendo de que va la historia.

A todo esto y después de un buen rato de cháchara, Berth, seguía en el suelo a cuatro patas, y con dos dedos metidos en su culo.

La posición tenía que ser incómoda de narices, y hasta el propio Amo, se asombraba de que no dijera nada, siendo como era novel.

Luego ya empezamos con lo que en sí era la sesión de Bdsm. Me dijo que la pusiera los grilletes en tobillos y muñecas, el collar con la correa. En este punto, me hizo que pasara a la perra al decirle que teníamos jardín, me dijo que la sacara a dar una vuelta, aunque él no pudiera verlo, y que si la perra, quería aprovechar para mear o cagar, que lo hiciera.

Al final, me conecté con el móvil a Skype, así el Amo también podría presenciar el paseo.

Salimos al jardín, y la di tres vueltas. El jardín es pequeño, y tampoco había mucho más en la parcela.

Entonces el Amo me preguntó si la calle donde vivíamos era muy transitada

Le contesté que no, que era una urbanización y más a esas horas ya entrada la noche.

Me sugirió que extendiera el paseo por la calle.

Me quedé pensando unos instantes. Efectivamente la calle era poco transitada, pero eso no quitaba para que nos pudieran ver desde otro chalé, o algún coche que pasara. Aunque con lo poco que íbamos por allí, aquello tampoco representaba un gran problema.

Así es que me decidí a hacerlo.

El Amo me dijo que la protegiera al menos las rodillas para que no se las desollara y que me llevara una camiseta larga por si hubiera que cubrirla en algún momento.

En el garaje tenía que tener rodilleras de cuando patinaba. No me costó mucho encontrarlas. El dije que se las pusiera y salimos a la calle a pasear.

El Amo me dijo que la quitará la máscara que él no podía ver la cara por la postura y que para ella sería más humillante ir con el rostro al descubierto.

Caminaba a cuatro patas, no sin dificultad, aunque poco a poco se fue acostumbrando a las rodilleras y empezó a caminar mejor.

El Amo me insistió en que la dijera que meara.

Que fuera olisqueando el sueldo y que cuando encontrará algún sitio donde hubiera meado otro perro, lo hiciera ella también.

La verdad es que era cómico verla caminar con la nariz pegada al suelo, olisqueando todo.

Desde algunos chalés ladraban perros, no tanto por ver a la perra paseando, sino por oír a alguien en la calle. Recorrimos unos 100 metros calle arriba.

Al final encontró un sitio junto a unos contenedores de basura, que la pareció lugar idóneo para mear.

Adoptó la posición en la que mean las perras, pegando el coño al suelo, y meó.

Yo procuré que el Amo tuviera un buen plano incluso del chorro saliendo por el meato.

Absorto en estos menesteres no me di cuenta de que unas luces se aproximaban a los contenedores.

Sólo el ruido del camión ya tenía, me hizo ver que el camión de la basura venía a vaciar los contenedores.

Pese a que el sistema de recogida es automático, en este camión venían dos operarios que recogían también los restos de la poda y siega.

Lógicamente no les había pasado inadvertida la escena y la tenían bien iluminada con las luces laterales que el camión tiene para ver en los trabajos de recogida.

Uno de ellos se acercó a la perra haciéndola una caricia en la cabeza,

"Bonito animal”, me dijo, “¿muerde?"

"No, está muy bien educada la perra", contesté.

"Y mama?, Me preguntó.

"Sólo cuando se lo mando", le contesté.

"Y se lo podrías mandar ahora?", Siguió preguntando.

"Depende", le contesté.

"Tío, somos basureros, no tenemos dinero", me dijo.

"No quiero dinero, más bien que seáis capaces de usarla como basura", le respondí.

“Vale, ya entiendo. Esto va del rollo ese de la dominación y las sumisas y todo eso. Pero vamos si usted quiere jefe, vaciamos aquí mismo uno de los contenedores, extendemos la basura y que nos la mame rebozándose en ella", me contestó el hombre.

“Me parece buena idea, pero no quiero que os la mame solo, sino también que la folléis.

El otro y el conductor, que por cierto era negro, miraban con incredulidad, pensando que les estaba haciendo perder el tiempo.

El Amo, que estaba presenciando toda la escena, me decía que Ok, que siguiera.

"Está bien. Con condón, y cuando terminéis deberá ella de recoger toda la basura que extendáis por el suelo, volver a meterla en el contenedor”, le dije.

“Eso está hecho Jefe. ¿Lleváis condones?”, les preguntó a los colegas.

El negro dijo que sí, que tenía.

“Perra, saca la lengua, jadea, demuestra a estos señores tu ansiedad”, la dije a Berth.

Esta lo hacía lo mejor que sabía y motivaba las risas y los comentarios jocosos de los basureros.

En un momento volcaron uno de los contenedores, el de orgánico, y a tientas con las manos fueron buscando bolsas, que no contuvieran residuos duros, esparciéndolas por el suelo entre dos contenedores.

Cuando crearon un buen lecho en los que se veía restos de carne, de pescado, macarrones, tomates alguna compresa usada, verduras, y un sinfín de cosas más, haciendo de toda una mezcla mal oliente.

El que había estado hablando conmigo sacó una lona del camión, y la puso sobre los dos contenedores manteniendo la tapa abierta.

Con eso consiguió que lo que pasaba bajo la lona prácticamente quedar invisible. Se soltó los pantalones, que cayeron a sus pies, los calzoncillos fueron detrás, dejando a la vista una polla de un tamaño mediano totalmente erecta.

Me hizo una señal pidiendo si podía usar a la perra, y le dije adelante, dándole la cadena para que pudiera moverla a su antojo.

Cogió la cadena con una cara como de decir, Coño que es verdad que nos vamos a follar a esta piba, que normalmente no estaría a su alcance, y la colocó de rodillas sobre el lecho de basura. La cogió la polla se la metió en la boca, y empezó literalmente a follársela.

Los otros dos le imitaron, también se desprendieron de los pantalones y calzoncillos y le arrimaron sus pollas tiesas a la boca de Berth.

Berth, demostró estar cogiendo una habilidad tremenda con esto de mamar pollas. Los tres iban alternándose en follarla la boca, y ella no tenía arcadas, ni vomitó como ayer con el colega.

Incluso el negro, que, sin llegar a ser una polla descomunal, si era más grande que la de los otros, le follaba la boca metiéndosela entera, sin que Berth demostrara muchos problemas para tragarla entera. Estuvieron así un buen rato, retirándole la polla de la boca, cuando veían que se corrían si seguían. El Amo, tenía visión de todo.

Según iban sacando las pollas de su boca, se iban poniendo el condón, preparados para follarla.

Estuvieron dándole polla por coño y culo casi hora y media. Se iban alternando, y o se la metían a cuatro patas, o la cogían en vilo entre dos y el otro la follaba. El negro incluso la cogió de pie y se la metió, sujetándola por las nalgas. Ella por un instinto de no caerse le abrazo la cintura con sus piernas. Así la estuvo follando hasta que el que había iniciado la conversación se puso detrás de Berth, y se la metió por el culo, haciéndola un sándwich impresionante.

Ellos siempre procuraron tocar lo menos posible el lecho de basura, para no mancharse.

Cuando se dieron por satisfechos de usar sus agujeros, se quitaron los condones, la pusieron nuevamente se rodillas en el lecho de basura, y se pararon los tres hasta correrse en su cabeza. La llenaron de semen la cara, el pelo...

Cuando terminaron los tres la dijeron que se tumbara en el lecho de basura y que se rodara hacia un lado y otro intentando que la basura se la pegara a su cuerpo.

Algo se la pegó, pero no lo que ellos querían.

"¿Podemos mearla?", Me preguntó el de siempre.

Le hice una señal con la mano como que adelante.

La mandaron abrir la boca y empezaron a mearla en ella y luego por el resto del cuerpo.

El negro se mantuvo al margen. Cuando los dos terminaron, él se puso en cuclillas sobre la cabeza de Berth, la tapó con una mano la nariz, y le metió la polla en la boca.

"Trágalo todo, puta perra", la decía.

Berth, si quería respirar no le quedaba otra que tragarse toda la meada del negrete. Y eso hizo.

Cuando terminó, ahora con el cuerpo mojado de la orina la restregaron nuevamente por la basura y ahora sí se le pegó mucha más basura.

Me pidieron permiso para hacerla fotos. Yo les dije que, sin problemas, pero sin cara, y para asegurarme la puse unas hojas de lechuga que había en la basura tapando la de nariz para arriba.

Ellos supongo que agotarían la memoria del móvil de hacerla fotos y vídeos, incluso abriéndola el coño y metiéndole basura en él. Yo lo supervise todo para que no se viera en ningún momento la cara.

"Buff", dijo el de siempre, "Se nos ha hecho tardísimo. Ya recogemos nosotros la basura con palas para terminar antes".

Berth volvió a su posición original de cuatro patas y ellos en un momento, recogieron toda la basura del suelo.

"Muchas gracias tío", me dijeron, "ha sido un verdadero placer totalmente inesperado. Gracias otra vez".

Se montaron en el camino. Y se fueron.

Yo esperé a que se alejaran para recorrer los cien metros de regreso al chalé, para asegurarme de que no supieran donde vivía.

Ya en jardín, enchufé la manguera y la di un buen lavado a Berth, ordenándola luego que se duchara y se asegurara que su coño quedaba bien limpio por dentro, si restos de la basura que la habían metido.

Yo aproveché para despedirme del Amo. Dadas las horas que eran no podíamos seguir más.

Él me dijo que los dos habíamos estado a un alto nivel. Ella que era una sumisa entregada, y buena, que obedecía todo, y que yo no me cortara y que la diera, que ella lo iba a demandar.

Le agradecí yo a él todos sus consejos, y nos dimos los correos por si organizábamos otra sesión.

Cuando Berta terminó de ducharse, salió en cueros y me dijo,

“Si el Amo no desea nada más me voy a la cama estoy rendida”.

“Vale vete acostándote. Yo voy a comer algo”, la dije.

Mientras picoteaba algo a modo de cena, pensé en todo esto. Realmente no sabía que me sorprendía más si la facilidad de Berta para hacerlo con otros tíos, o la facilidad mía para adaptarme, bueno no solo adaptarme sino provocarlo.

Al fin y al cabo, era totalmente nueva la situación. Mañana hablaría con Berta, a ver ella que sentía, como estaba.

Por la mañana, durante el desayuno, la pregunté,

“Bueno cari, ¿que tal tus experiencias como sumisa?”.

¡Quieres que te diga la verdad?”, me preguntó ella muy seria.

”Si claro, dímela”, la dije.

“Si alguien, en la peor de sus predicciones me hubiera dicho que yo iba a estar follando con tres desconocidos, encima de un montón de basura, y que me iban a follar por todos lados, que me iban a mear, que iba a pasear por la calle a cuatro patas desnuda, etc., le hubiera mandado a un manicomio. Ahora siento que he perdido un tiempo precioso. Me encanta ser usada, no saber que me va a pasar, si me van a follar, si me van a pegar, si me van a mear. Pensar que esos tíos que no conozco de nada tienen videos y fotos mías en esas situaciones, que pueden enseñárselas a los amigos, que pueden publicarlas en internet…, me encanta. Creo que nunca he tomado una decisión más acertada que ser sumisa tuya”, me contestó.

“Vaya, me alegra oír eso. Pensé que quizás te habría sobrepasado”, la dije.

“A ver, son cosas muy fuertes. Como se suele decir, no me educaron para esto, pero una vez que se prueba…”, me contestó muy complacida.

“Bien, bien. Ahora tenemos que dedicarnos de lleno en preparar la sesión con Stefy. Una cosa te quiero decir, es inevitable que las dos coincidáis en las sesiones”, la dije.

“Sí, lo tengo asumido”, me contestó.

“Bien el sitio que tengo visto se llama La pastelería del BDSM. Quedaremos allí con tu madre. Cuando llegue, tu actuaras de tutora. Es más, se lo dirás. Llevaras una máscara que te cubrirá toda la cara y un cambiador de voz. No creo que te reconozca, máxime con los nervios que tendrá en ese momento. Entonces tú la llevas a la habitación que nos alquilen, y la mandas desnudarse, compruebas que trae el contrato firmado, y la pones los grilletes en manos y tobillos, el collar con su correa, y muy importante las lentillas opacas. En el momento en que las tenga puestas, y una vez que tu compruebes que no ve nada, por ejemplo, llevándola la mano a la cara sin que se lo espere, ya te puedes quitar la máscara. Si ya se, si en un momento dado se le cae una lentilla la hemos jodío, pero bueno simplemente se descubrirá antes todo, aunque lógicamente prefiero que esto ocurra, cuando esté bien dominada. La enseñas cual es la posición de espera, y la haces que la adopte. Luego tú te metes en la jaula, que hay en la habitación, cierras la puerta, y me llamas. Algo así como Amo, las perras estamos listas”. Yo estaré fuera y entraré. Cuando lo haga le dices a Stefy, perra saluda al Amo.

¿Me sigues?”, la fui diciendo a Berta.

“Solo nos falta el día. ¿Sabes si tu padre viajaba esta semana que entra?”, la pregunté.

“Les oí la otra noche hablando en la cena, de que parece que se va el lunes temprano, y no vuelve hasta el viernes”, me contestó.

“Puff, pues me dan ganas de tener con ella primera sesión el lunes, y de allí traérnosla directamente aquí, y tenerla hasta el jueves noche, por ejemplo. ¿Que te parece?”, la pregunté.

“No será demasiado fuerte para empezar?”, me dijo.

“Seguramente, pero no tendremos muchas ocasiones así”, la dije.

“Mi padre, viaja mucho, habrá más semanas que se las tire fuera. Yo creo que sería mejor empezar más suave.  Quizás la semana que viene tener dos sesiones, una el lunes, y otra el miércoles, por ejemplo, y así va cogiendo el ritmo”, me dijo Berta.

“Sí, puede que tengas razón. De todas formas, todo dependerá de cómo vaya la sesión del Lunes”, la dije.

Nos dedicamos a pasar el resto del fin de semana lo mas en pareja posible. No podía tampoco olvidar esa faceta.

El domingo por la tarde volvimos para casa después de haber pasado un sábado noche tremendo y un domingo por la mañana de relax.

Berta y yo habíamos repasado lo que haríamos al día siguiente con Stefy.

Aproveché yo todavía lo que quedaba de tarde para acercarme a la pastelería del BDSM, y enterarme un poco de cómo iba la cosa.

Me atendió un tío muy simpático al que a grandes rasgos el plan que tenía para el día siguiente.

Me dijo que dentro del establecimiento había un pequeño cuarto precisamente para cosas así o parecidas donde si alguien se adelantaba a la llegada del otro, podía esperar sin necesidad de meterse todavía en las salas.

Me contó que todo el material que tenían estaba totalmente desinfectado y que para todo lo que fuera penetrar era obligatorio el uso siempre de preservativo.

Que, dadas las actuales circunstancias, todos los asistentes, tenían que realizarse el Test de seroprevalencia, que costaba 40 € por persona, y que sin él no se podía acceder a ninguna sala.

Me pareció una medida muy acertada.

También me dijo que la sesión que hiciéramos podía ser privada o abierta al público.

Le pregunté sobre lo de abierto al público en qué consistía. Me dijo que podía ser gente que solamente mirara tanto hombres como mujeres o bien que alguien también se interesara en participar.

En este último caso era ese interesado en participar el que hablaba directamente con el amo y fijaban las condiciones.

Le pregunté qué condiciones serían ser esas.

Me dijo que dependía, que podían usar a la sumisa como esclava y aplicarla algún tratamiento, o simplemente como furcia. Lo que si me dijo es que fuéramos pronto, ya que cuando se hacían sesiones el tiempo mínimo era una hora. El precio de una hora de alquiler de sumisa para sesión BDSM sin sexo eran 150 euros. Con sexo 200 euros, y sexo solo incluido anal, 75 euros, y en el caso de los voyeurs, los que solo miraban, eran 30 euros media hora, tiempo más que de sobra según él para hacerse una buena paja.

Reservé una sala para el día siguiente a las cinco de la tarde.

De vuelta a casa fui echando cuentas. Podía sacarlas entre las dos 1000 euros, siempre que hubieran interesados, claro, aunque solo con dos horas cada una y algo más de los mirones, y tal se podría llegar muy fácil a ese importe.

Además, y aquello me ponía muchísimo me iba a follar a Estefanía y delante de su hija.

A la mañana siguiente llamé a Estefanía a las nueve. Me dijo que el sábado había hecho lo que la ordené, que estaba segura de que dos hombres que estaban con sus mujeres en la tienda la habían visto totalmente desnuda, pero que el tema no había pasado de ahí.

Yo la dije,

"Bien perra, realmente lo que quiero es que obedezcas.

Esta tarde tienes que estar a las 17 horas en "la pastelería del BDSM, y la di la dirección. Cuando llegues preguntas por la tutora Berth. Ella te irá preparando para cuando yo llegue. ¿Alguna duda?", La dije.

"No, mi Amo allí estaré", contestó ella con la voz visiblemente alterada de ver que iba a conocer a su Amo.

Quedé con Berta a las cuatro y cuarto, en su portal para irnos para allí.  Antes nos pasamos por un macro-chino, para comprarle un disfraz. Estuvimos mirando alguno que pudiera estar en sintonía con tema, y lo único que encontramos fue uno de morticia. No era más que una túnica negra con capucha, y una máscara que la cubría toda la cara, y a la vez tapara el cambiador de voz.

Cuando llegamos a la Pastelería, lo primero que nos enseñaron El Obrador- La Mazmorra, era la sala que nos habían asignado. Estaba en el sótano. Era un lugar bastante ambientado, de forma hexagonal, con su potro, su cruz de San Andrés, su jaula, cepos para manos y pies, unidos y separados, hasta un Burro Español. Alguna vez lo había visto en las torturas de la inquisición, pero tenerlo delante, impresionaba aún más. Era un aparatejo con cuatro patas, y arriba una madera grande, directamente un trozo de árbol cortado en pico de manera que se pusiera encima a la sumisa con las piernas abiertas para que el pico diera directamente en su vagina. Además, tenía una especie de tetones en toda la parte superior del pico, incrustados en él, que también terminaban en pico, que supongo que sería para mortificar más a la víctima, y luego muchos grilletes, látigos, fustas varas, etc.

Además, puede ver unas ventanas en las paredes con los cristales en negro. Nos explicaron que eran para los voyeurs.

Nos cobraron 300 euros por el alquiler para los tres durante cinco horas, más 120 de los tests. Nosotros nos los hicimos nada más llegar y a Estefanía se lo harían cuando llegara. Total 420 euros. Le estaba pegando un viaje a la tarjeta que tendría que empezar a reponer rápido.

Nos dijeron que si había interesados en entrar en el obrador, primero mirarían un rato por la ventana, y luego pedirían el acceso mediante un sistema luminoso. Nos señaló una luz que se encendía cuando alguien quería entrar, y unos botones para decir si o no aceptábamos la entrada. Nos dijo que recibiríamos un 70 por ciento de la recaudación por mirar.

Me di cuenta de la hora, ya casi estaría a punto de llegar Estefanía.

“Berth, cámbiate”, la dije a Berta.

Berta, se quitó la ropa delante del hombre de la pastelería y se puso el disfraz que habíamos comprado.

El hombre me dijo que, si era sumisa, le dije que sí, que era una y que venía otra, y me dijo que iba a haber muchos interesados en entrar. Que la carne joven siempre atrae.

Yo fui a una de las ventanas, que veían dentro del obrador, sin ser visto. Había dejado una video cámara grabando camuflada, porque no creo que allí dentro estuviera permitido hacer videos, pero eso no me lo perdía yo por nada del mundo.

Al poco rato, entró Berta con su madre. Ya la habían hecho el test, y la ordenó desnudarse. Realmente no llevaba mucho, el vestido y los zapatos, pero la hizo doblarlo bien y colocarlo adecuadamente en una estantería en un lado de la sala. En seguida supuse que esto era una pequeña venganza por las veces que la madre, hubiera hecho recoger la ropa a la hija.

La hizo leer el contrato, y firmarlo. No añadió nada.

Luego la dijo que se pusiera las lentillas opacas, y que adoptara la posición de espera.

Una vez así, ella se metió en la jaula y dijo,

“Amo, las perras estamos listas”

Entre en el obrador.

Berta dijo en voz alta,

“Perra, póstrate ante Amo Richard”.

Vaya ya me había buscado un nombre. Pero me gustaba. Amo Richard. Así sería.

Stefy, se arrodillo en el suelo, y se inclinó hacia adelante como si quisiera besarme los pies. Yo entré haciendo ruido con mis tacones, y dando golpes en la mano con una fusta, y haciéndole un gesto de ok a Berta de lo bien que lo había hecho.

“Hola Perras”, las dije.

Berta se quedó callada, pero Stefy contestó con un

“Hola Amo”

Me acerqué a ella, la cogí del pelo la levanté la cabeza, y la di un bofetón,

“Solo hables cuando se te autorice para hacerlo”, la dije.

Asintió con la cabeza. Miré a Berta, que me hizo un gesto con la cabeza como diciendo… te has pasado.

“Perra, ponte en posición de Inspección, es como estás, pero con las manos en la nuca, y separa más las piernas”, la dije.

Stefy obedeció al instante.

La fui inspeccionando cm a cm de su cuerpo. Lógicamente me fui entreteniendo más en las zonas que más me interesaban. Las tetas, los pezones, que se los recorrí con la lengua y los dientes, y la verdad es que bajaba con la emoción de un principiante la primera vez que se enfrenta a un coño.

Stefy respiraba cada vez más aceleradamente a medida que mis manos iban acercándose a su raja. Cuando al final uno de mis dedos se abrió paso por ella, tuvo un estremecimiento que la hizo temblar todo el cuerpo. Mis dedos siguieron su camino hasta la vagina. Estaba empapada.

“Estas muy mojada, perra”, la dije, “Tendremos que secarte tanta humedad”.

“Tal y como estas, inclínate hacia adelante, y abre la boca, y permanece así”, la dije.

“Sumisa Berth, vamos a calentar a pupila”, le dije a Berta señalándole el flogger que había traído conmigo.

Yo me puse delante de Stefy, me saqué la polla, y se la metí en la boca.

“A ver que sabes hacer con tu boca”, la dije.

Ella mantenía sus manos en la nuca, por lo que todo el trabajo tenía que hacerlo con la boca.

Berth, se colocó detrás de su madre, y empezó a azotarla con el flogger.

Apenas le daba intensidad a los azotes, Stefy ni se enteraba de ellos.

Sumisa Berth, ¿estas abanicando a la nueva perra?”, la dije.

“No, mi amo, perdone, la doy fuerte”, me contestó empezando a manejar el flogger como lo habíamos hecho con ella.

Ahora si los azotes sonaban como tenían que sonar, al estrellarse con el cuerpo de Stefy. Yo la iba indicando con una mano donde debía azotarla, y ella obedecía fielmente. Espalda, culo, muslos, coño tetas colgando, y vuelta a empezar.

Mientras Stefy mamaba sin parar, solo lanzando algún leve quejido cuando alguna latigazo la daba bien en alguna zona más sensible.

Yo iba viendo como su cuerpo iba mostrando las marcas de los azotes, mientras yo me afanaba por meterle la polla entera en la boca. Después de varios intentos, su nariz termino pegada a mi pubis. Si ella supiera a quien le estaba comiendo la polla. Aquello aún me ponía más. Por momento a ella le faltaba el aire, se le ponía toda la cara roja, y en ese momento se la sacaba, toda llena de babas que colgaban de mi polla y su boca y la dejaba respirar unos instantes, para volver a ahogarla a continuación.

Berth le cogió gusto al flogger, y cada vez azotaba más fuerte y con más exactitud. El coño de su madre, era uno de los objetivos preferidos. La veía con la otra mano tocarse el coño porque sin duda aquello la estaba poniendo a ella también.

Realmente solo había una solución follármela. La llevé de su correa hasta le potro, la hice inclinarse sobre el en horizontal. La sujete los grilletes de las manos y los pies a los pies del potro. Yo me coloque detrás de ella,

“Berth, ponte delante de la novata y dala el coño para que te lo coma”, le dije a Berta.

Me miro como diciendo tiooooo, pero obedeció.

“Arrima esa silla siéntate cobre su respaldo con las piernas bien abiertas, que la novata pueda comértelo bien”, la dije.

En esa postura, el coño de Berta quedaba justo a la altura de la boca de Stefy. Esta en cuanto que olió a coño, empezó a mover la lengua como una posesa.

Me quedé un momento mirando como la madre comía el coño a la hija. Me preguntaba que pasaría si en ese momento le quitaba las lentillas y veía a quien le comía el coño. Pero no estaba dispuesto a hacerlo. Al menos ahora.

Empecé a restregarla la polla por la raja, pensando para mí, te voy a pegar la follada de tu vida, perra.

“Bien perra Stefy. Vas a tener el enorme placer de que mi venerable polla penetre tu sucio y viejo coño. Recíbela como a un regalo del cielo”, la dije.

Algo se alteró dentro de ella, al menos en su coño.  Mi polla sobre él, empezó a notar palpitaciones cada vez más fuertes en sus labios.

Se la metí entera de un golpe. Se abrió camino con facilidad por el uso y por lo mojada que estaba.

Ya estaba, ya la estaba follando. Parecía mentira pero tenía los coños de madre e hija a mi disposición.

La estuve follando con ganas. Cada vez que sacaba la polla, arrastraba tras ella cantidad de flujo, fruto sin duda del alto estado de excitación que tenía.

La recordé,

“Perra Stefy, sabes que no puedes correrte. Solo eres unos agujeros para que mi polla los use, nada más. Tu no debes gozar con ello”

Así dicho quedaba muy bien, pero otra cosa es aguantarlo. Decidí ser permisivo en esa ocasión, y permitirles a las dos correrse.

Pronto Berth me dijo,

“Amo, permiso para correrme”.

“Tienes mi permiso”, la dije.

Mientras seguía follando a Stefy, alternando su coño y su culo. No sabría decir cuál de los dos agujeros era más acogedor.

Con voz casi de ultratumba, como no queriendo molestar, Stefy dijo,

“Amo, permiso para correrme”

“No tienes permiso, perra, eso hay que ganárselo”, la dije mientras la sacaba y metía la polla en sus dos agujeros. Ahora tendía el dilema de donde correrme yo. Coño o culo.

Los jadeos eran continuos por parte de Stefy. Sabía que no iba a tardar en correrse, así es que me dispuse hacerlo yo también, y lo haría en su coño.

“Ahora, puta, vas a recibir mi bautismo de leche. Como eres novata permitiré que te corras conmigo. Ese honor no lo tienen todas. Vamos cerda toma mi leche”, la dije incrementando el ritmo de la follada y vaciándome dentro de su coño.

Casi a la vez, ella empezó a tener espasmos, y a bufar como una mula, y se corrió también echando liquido blanco en cantidad por su coño.

Apenas habíamos terminado de corrernos, cuando la luz que anunciaba que alguien quería entrar se encendió.

Ahí estaba mi financiación. Respondí con el botón verde, y la puerta se abrió y entró un tipo alto, bien vestido. Se dirigió hacia mí y salimos para hablar. Me ofreció 400 euros por sesión de una hora con las dos sin límites. Le dije que, sin límites, no, que no quería determinadas cosas, como marcas permanentes, scat, fotos o videos.

Estuvo de acuerdo, y me dijo que se quedaba solo con las dos. Que si quería mirara por la ventana.

Y así lo hice.

Estando fuera vi como las ataba a las dos a la cruz de San Andrés. No me había fijado, pero era doble, estaba pensada para dos sumisas. Cogió un látigo que había colgado. Me recordaba al que se usa para domar a los caballos. Lo blandió en el aire con suma destreza, un par de veces y al tercero fue directamente contra el cuerpo de las dos. Las cogió a las dos de un solo golpe. Repitió el golpe varias veces, cambiando de posición para que el látigo diera por igual a una y a otra. Perdí la cuenta, pero sus espaldas, nalgas y muslos, marcaban claramente cada latigazo recibido.

Se acercó a mí el tío de la pastelería.

“Este es un buen cliente, sabe tratar muy bien a las sumisas. Le adoran. Se aprende mucho de él”, me dijo dándome una palmadita en la espalda, y siguiendo con lo suyo.

Cuando el hombre terminó la tanda de latigazos, la capacidad física de ambas había descendido notablemente. Sabía cómo y dónde azotar, para precisamente eso, desbravarlas.

Cogió pinzas japonesas de presión, y les puso en los pezones y los labios del coño.

Cogió cuerda de bramante y se las ato a Berth en las pinzas de los pezones. Paso el bramante por argollas que tenía la cruz en su parte superior y las ato a las pinzas de los pezones de Stefy, totalmente tirantes.

Cualquier movimiento de una, torturaba sus propios pezones y los de la otra.

De las pinzas de los labios le colgó unas pesas. Eran unos soportes en los que se podían ir incorporando aros de metal para así aumentar el peso. Les puso cinco aros en cada labio. Entendí que eran 500 g. en cada labio. Se alargaron bastante, por el peso.

El hombre cogió una vara, la metió entre los labios de Stefy y empezó a moverla entre ellos golpeándolos. Al dolor de las pinzas de presión, más las pesas, se unían ahora los golpes que, pese a no tener casi recorrido, por lo que los desplazaban a un lado y a otro, debían de ser fuertes. Stefy, se agitaba con cada golpe con lo que estiraba sus pezones y los de Berth.

Luego le tocó el turno a Berth, haciendo lo mismo en sus labios. Ahora que me fijaba bien a Berth, se le estiraban mucho más los labios que a Stefy.

El resultado fue el mismo, sus pezones sufrían los continuos movimientos de Berth al recibir los golpes en los labios.

Cuando terminó este tratamiento con la misma vara las estuvo azotando las tetas por debajo, dándoles algunos varazos también arriba que tiraban aún más de sus pezones hacia abajo. Se lo repitió a las dos. Yo suponía que a esas alturas los pezones ya serian una masa de carne totalmente prensada.

El hombre decidió poner final a ese tratamiento.

Las quitó las pinzas de todos lados, y las soltó de la cruz. Ahora se fue para el potro.

Quitó la parte de arriba, y dejó al descubierto una cuerda con nudos hechos, al estilo de las cuerdas para escalar.

Las puso a las dos sobre la cuerda. Esta pegaba justo en sus coños. Se metía por la raja.

No entendía en que consistía este tratamiento, pero no iba a tardar en descubrirlo. Les sujeto los tobillos a las patas del potro, y accionó un interruptor.

La cuerda con los nudos empezó a moverse en un principio despacio. Cada vez que un nudo pasaba por sus coños, las dos instintivamente intentaban sin éxito moverse hacia arriba.

Poco apoco la cuerda iba incrementando la velocidad. Yo suponía que las tenía que estar abrasando el coño por el roce.

Las dos gritaban como locas, mientras la cuerda iba cogiendo su máxima velocidad.

Las mantuvo así como cinco minutos.

Cuando terminó paró la máquina, y las soltó del potro.

Si dijera que de su coño salía humo, seguro que no me equivocaba.

Las sujeto por las muñecas a los ganchos de la cruz, y las dijo que abrieran bien las piernas, y con las botas negras de cuero que llevaba, las dio  10 patadas a cada una en el coño.

El castigo estaba siendo tremendo, intensísimo. Yo sobre todo tenía miedo por Stefy, porque la quedaran marcas y no se la quitaran antes de que volviera su marido.

Después de las patadas, el hombre se desnudó, y las puso a las dos de rodillas a mamarle la polla.

Cuando lo hicieron las puso a las dos a cuatro patas en el suelo se puso un condón, y empezó a follarlas coño y culo alternativamente.

Luego las cambio de posición poniéndolas boca arriba.

Las estuvo masajeando el clítoris, hasta que las dos lo tuvieron erecto, en ese momento, la puso a cada una un estirador de pezones, que en este caso fue de clítoris. En definitiva, era una estructura

cilíndrica de aluminio, compuesta por cuatro patas, un aro abajo y arriba un tornillo del que colgaba una pinza de presión que llegaba hasta el aro de abajo.

Ya solo la presión de la pinza en el clítoris tenía que ser muy dolorosa, máxime cuando accionó el tornillo para estirarlas el clítoris un buen trozo.

Luego sacó del bolsillo del pantalón una bolsita negra. La abrió y sacó de ella un aro que por un lado estaba liso, y por el otro una hilera de pinchos que recorría todo el aro. Se lo puso en la polla, como es lógico con la parte lisa hacia su cuerpo, y empezó nuevamente a follarlas alternativamente.

Con cada envite que pegaba los pinchos tenía que estar clavándose o semi clavándose en la vagina de las dos sumisas. El ano de ambas también fue duramente castigado por este artilugio.

Se encendió una luz amarilla sobre la puerta que indicaba que faltaban cinco minutos para agotar los sesenta minutos contratados.

Al ver la luz el hombre las dijo que con una mano cogieran el estirador de la otra y tirarán hacia arriba para arrancarlo, mientras él se corría ya sin condón sobre sus caras.

Cuando lo hizo y viendo que ninguna era capaz de arrancar el estirador de la otra, cogió con cada uno comuna mano, les pegó un tirón fuerte, y las dejo a las dos tiradas en el suelo retorciéndose del dolor y con la cara y el pelo lleno de semen.

Mientras el ambiente fuera del obrador se había animado mucho.

Todas las ventanas habían estado ocupadas algunos con la polla en la mano pajeándose viendo torturar a las dos sumisas.

Otros esperaban en la puerta la oportunidad de entrar.

Cuando el hombre terminó de vestirse y ya desde la puerta se volvió y aplaudió a las dos sumisas, aplausos que también se produjeron por parte de los que presenciaban el espectáculo.

Se dirigió hacia mí me estrecho la mano y me dijo

“Buenas perras Amo, aguantan muy bien. Espero que el marido de la mayor no vea muchas marcas en su cuerpo”.

“¿Cómo sabes que está casada?”,  le pregunté.

"Pues sencillo lleva alianza, tú no o sea que tú no eres el marido", me respondió.

"Correcto, está en lo cierto", le respondí.

Saco una tarjeta del bolsillo y me la dio.

"Llámame cuando vuelvas a traerlas, me gustaría que un colega las conociera", me dijo.

" Vale, lo tendré en cuenta, Amo Carlos”, le dije.

Que nivel, pensé para mí. Con tarjeta y todo, y además en la tarjeta había unas siglas en grandes E.D.C., me sonaron a las siglas que me dijo mi colega del sex-shop, aunque sería mucha casualidad, que me entornara a uno allí, pero claro tampoco hay tantos sitios en Madrid donde poder ir los aficionados a estos temas, en fin, me guarde la tarjeta.

Entré a ver qué tal habían quedado las dos había cola fuera esperando para usarlas.

"Qué tal sumisas? las pregunté.

"Increíble amo, muy intenso pero bien", me dijo Stefy.

"Amo, este tío era un puto psicópata, pero cuando he visto que se iba, casi me tiró a agarrarle los pies para que no se fuera aún", me dijo Berth.

Las inspeccioné a las dos los pezones y el coño.

Los pezones ya habían vuelto a su ser.

El coño lo tenían bastante hinchado, incluso Stefi lo tenía algo morado en un labio y se notaban las huellas de los pinchos del aro con el que las follo el tío.

Pero era todo totalmente asumible, así es que permite la entrada a nuevos interesados.

Esta vez fueron dos tipos que me dijeron que solo querían follarlas por los tres agujeros y media hora les cobre 200 € a los dos.

Cuando terminaron de follarlas estos dos, otro pidió entrar.

Este me dijo que había visto que la jovencita había sido una niña mala que se había comido la polla de 3 tíos y que se la habían metido en el coño y el culito, y que la otra que parecía la madre, lo había consentido y también se había comido la polla de los tres por los tres agujeros y que entonces necesitaban las dos unos buenos azotes y que además quería follarlas y mearlas pero que se tragaran el meado y su leche.

Cómo se trataba de un servicio especial que incluye los azotes, el meado que se lo tragaran y tal y además era con las dos, le cobre también 400 € como al primero.

El tío pago encantado.

Con este consumíamos ya 3 horas y media de alquiler del obrador y la verdad es que había aún muchos interesados en entrar a usarlas. También había recaudado mil euros, y faltaba lo que nos dieran por los voyeurs.

Lo que parecía evidente, es que el tema funcionaba, aunque también influyera el que eran nuevas, y eso siempre atrae, aunque el amo del chat ya me había dicho que este mundo mueve mucho dinero.

En la hora y media restante, solo dio tiempo a que entraran dos tíos más, entre los dos pagaron 600 euros, y además recaudamos otros 300 de los voyeurs. En total me fui para casa con 1.900 euros. Había cubierto con creces el alquiler del obrador, y todas las compras que había hecho.

Mientras el último cliente, usaba a las sumisas, yo me fui a hablar con el tío de la pastelería, a ver si le sacaba algo de información sobre el tal Amo Carlos.

La verdad es que no me pudo aportar mucha información, me dijo que eran de un club de dominación, y que, al margen de usar sumisas, también las reclutaban para su club. Lo que si me dijo es que era claro es que manejaban mucho dinero, por lo que gastaban allí y que nunca regateaban lo que les pedían por usar a las sumisas.

El ultimo cliente salió 10 minutos antes de que se cumplieran las 5 horas. Llamé a Berth, para que saliera,

“Entra, ponte la máscara y la túnica, dile a Stefy que se quite las lentillas, y todo lo que tiene puesto que se duche, se vista y se vaya para casa. Que tendrá fuera un taxi esperándola. Pregúntala que le ha parecido la sesión. Luego te sales, tú tal cual. Ya te cambiaras en el coche. Quiero que llegues a casa antes que ella, y que una vez allí le medio eches la bronca por haber estado fuera tantas horas, Pregúntala algo así como ¿Dónde te has metido todas estas horas?, tengo curiosidad por saber su respuesta”, la dije.

“Si, mi Amo”, me contestó.

Al salir, le dije al tío de la pastelería que podía decir a todos los interesados que habían quedado con ganas de usar a las dos sumisas, que el miércoles volvería a traerlas.

Me quedé fuera esperando a Berta en el coche. No tardó mucho en salir.

“¿Qué?, ¿Que te ha contado tu mami?”, la pregunté.

“Pues me ha dicho que no sabía cómo sería por ser la primera vez. Que quizás esperara algo aún más fuerte, pero que le había gustado”, mientras me decía esto se quitó la túnica, quedándose en pelotas en el coche para cambiarse de ropa.

“Yo la he preguntado que tal con el Amo, al ser la primera vez que la sometía, y me ha respondido, que muy bien, pero que realmente el que le había gustado más fue el segundo, se le notaba que iba a humillar, a torturar, sin ningún tipo de miramientos”

“Vaya con la mami, le va la marcha. Bueno a ver a ti que te cuenta en casa”

Nos subimos para casa.