Joder con la suegra!!!! - 5
La madre de mi novia, se ha metido en un buen fregado, y hay que intentar resolverlo.
CAPITULO V
PREPARANDO LA SESION DE BERTA
Y ESTEFANIA
Berta y yo no nos vimos hasta el día siguiente. Era mejor que dejáramos circular un poco el aire, porque los dos teníamos los nervios a flor de piel, y saltábamos a la mínima. Todo aquello estaba resultando demasiado nuevo para nosotros.
La llamé cuando me desperté me duché y desayuné.
“¿Qué tal todo? ¿Hablaste con el tío del chat?”, la pregunté.
“Hola, gordi, bien más tranquila, y si hablé con el tío del chat, y mi madre estuvo de pelotas hasta que se acostó. Mi padre, me preguntó preocupado que qué la pasaba, si es que estaba perdiendo la cabeza. Yo le dije que es que se querría hacer nudista. Bueno no dio para más el tema.
En cuanto al tío del chat, me dijo que estaba encantado de que hubieras aceptado. Que ya verás cómo te gustaba meterte en el mundo de la dominación, y que para él, el sábado era el día ideal, ya que al día siguiente no había que madrugar. Le comenté el material de que contaríamos para la sesión, tomó buena nota de todo y dijo que era mucho más de lo que cabía esperar. Así es que quedamos a las 22 horas el sábado.” Me contó.
“Genial. Has hecho bien tu trabajo. Yo me he bajado un programita de internet que cambia la voz. No la pone metálica como otros que desde lejos se ve que usas un distorsionador de voz. Había varias posibilidades de voces para usar, y he escogido una que, por su tono grave, creo que puede ser la más adecuada. Te la pongo a ver que te parece”, la dije, abriendo el programita.
“Hola sumisa, soy yo Tu amo. Tu puto amo”, la dije.
“Que te parece?, la pregunté ya apagando el programa.
“Genial, tío, me ha dado un escalofrío y todo al oírte. Mi madre, no te reconocerá ni de coña”, me contestó ella.
“Me alegra, porque luego la voy a llamar a que me reporte y transmitirle las nuevas órdenes”, la dije.
“Vale, cari, pero no te pases, ¿eh?”, me dijo.
“He leído que el Amo siempre debe estar atento a las señales de la sumisa, e ir adaptando los tratamientos a las demandas de esta. Entiendo que se refiere a que si la sumisa pide más nivel pues aplicar más nivel o si pide menos pues menos”, la dije sin estar seguro ni yo mismo de lo que decía.
“Bueno pues eso ya lo vas viendo tú”, me dijo ella para terminar de sacarme de dudas.
“Venga pues después de comer nos vemos”, la dije.
Era hora de llamar a Estefanía. Aquí me lo jugaba todo. Si me reconocía la voz, si yo me mostraba indeciso, titubeante, se iría todo al traste.
Ensayé un par de veces mentalmente lo que la diría.
La llamé. No tardó nada en contestar.
“Sí?”, contestó.
“Hola Perra, soy tu Amo”, la contesté.
El corazón me iba a mil.
“Señor, que sorpresa no esperaba que me llamara”, contestó ella entre sorprendida y emocionada.
“He decidido llamarte, perra, porque esto es mucho más ágil que los wasaps. Bueno repórtame”, la dije.
“Si señor, pues como me ordenó permanecí desnuda el resto del día desde el momento en que me lo ordenó.”, me dijo.
“Bien perra, y quien te vio?”, la pregunté.
“Pues mi marido, mi hija, y el novio de ella”, me contestó.
“¿El novio también?, y ¿que le pareciste?”, la pregunté.
“No lo sé señor. Pasé mucha vergüenza. Yo creo que n o me había visto antes ni en bikini, señor”, me contestó.
“Supongo que tu marido diría que estabas loca”, la dije.
“Supongo señor. Le dije que estaba probando a ser nudista, me dijo que suponía que serían cosas de la edad”, me contestó.
“Ja, ja, ja. Bien te voy a transmitir las órdenes para hoy. Quiero que vayas a un sex-shop, el que te pille más cerca de casa, y compres un kit de tapones anales. Venden un kit de tres tapones de 3, 4 y 5 cm. Cuando lo tengas, preguntas por el servicio, y allí te pones el primero, el de 3 cm. Luego cada dos horas te los cambias, y vas aumentando el tamaño. Hasta que llegues al grande. En ese momento te dejas ese puesto, pero igual cada 2 horas haces ejercicios en el lavabo de meterlo y sacarlo. La idea es que tu ano, se vaya dilatando, para que pueda acoger las cosas que le esperan. Has entendido”, la dije.
“Si señor, he entendido, pero no tengo ni idea de donde hay un sex-shop”, me dijo.
“Cuál es tu código postal?”, la pregunté.
Me lo dijo.
“Déjame ver, pues el más cercano es el que hay en la calle………..”, la contesté.
“Ah, mi señor, pues no queda lejos, Ahora mismo voy si ese es su deseo”, me dijo.
“Lo es así es que ves ya, perra. Mañana te llamo y me reportas”, la dije.
“Si mi señor, salgo ya”, me dijo.
Guau, había funcionado a las mil maravillas.
Tenía pensado ir yo también al sex-shop. El encargado es colega, y decirle que, con discreción, la apretara. Que ella no debía de saber que yo estaba ahí. Pero que si tenía ocasión a por ella.
Y así lo hice.
Fui a toda leche para llegar antes que ella.
Le explique al encargado que afortunadamente, no estaba ocupado.
“Oye, va a venir ahora una tía, pidiendo tapones anales. Le ofreces y recomiendas estos. Le dije unos que había cogido. Te dirá que donde está el lavabo, y la aprietas”, le dije.
“Como que la apriete?”, me preguntó.
“Yo me puedo meter en el almacén, ¿no?, ella no debe saber que estoy aquí”, le dije
“Si claro que puedes”, me dijo él.
“Bueno pues la dices que si lo que quiere es ponerse uno, que o está muy acostumbrada o no le será fácil. Que si quiere entráis en el almacén, y la ayudas, a ver que te dice”, le dije.
“Vale entro y la ayudo, ¿y que?”, me preguntó el.
“Bueno tío si la tienes con el culo al aire en pompa, no creo que tenga que decirte que tienes que hacer”, la dije.
“Me la puedo follar?”, me dijo.
“Cúrratelo”, le dije, “me meto ya que estará al llegar.
A duras penas me dio tiempo de meterme en el almacén y buscar un buen escondite, en una especie de armario que había, buen más bien el hueco, sin puertas, pero que agachado podía ver sin ser visto.
Por la puerta entreabierta, vi a Estefanía, hablando con mi colega. Se enfrascaron en una conversación. Observé que Estefanía se iba poniendo colorada por momentos, y supuse que le estaba sugiriendo el ayudarla a ponérselo. Y algo así debía de ser, porque el colega, se fue a la puerta de entrada, la cerró con llave, y cogiendo a Estefanía de la cintura, la llevó hasta el almacén.
Entraron en el almacén, y el la cogió el bolso dejándolo sobre una mesa.
“A ver guapa apóyate aquí con las dos manos”, la dijo señalándola la mesa.
Estefanía lo hizo.
El la levanto el vestido dejando la falda sobre su espalda.
“Vaya, no llevas ropa interior, a eso le llamo yo ir preparada”, dijo el mirándome y guiñándome un ojo. “Pues verás”, le dijo el colega, sacando el tapón más pequeño de la caja.
“Lo importante aquí son dos cosas. La primera lubricarlo, y la segunda relajar el ano para que pueda penetrar bien”, le dijo mientras empezaba a pasarle el tapón por el coño, hasta que se lo terminó metiendo.
“Así, bien lubricado. Tu flujo te ayudara”, la dijo.
En ese momento giró de nuevo la cabeza hacia mí, sacudiendo la mano como diciéndome esta empapada. Jugo un ratillo a meterle y sacarle el tapón del coño, hasta que se lo sacó y se lo apuntó al ano.
“Bueno vamos allá”, la dijo.
Estefanía, que ya a esas alturas no solo estaba apoyada en la mesa con las manos, sino que había apoyado ya también el pecho, lanzó un suspiro y vi como mi colega, con dos dedos de una mano le separaba las nalgas a la altura del ano, y con la otra empuñaba el tapón, que colocó la punta sobre el ano. Empujó un poco. Estefanía lanzó un pequeño gritito. Un ¡Ay!, entre cortado.
El colega hizo oídos sordos, y empezó a empujar el tapón.
“¡Ahhhh!, duele un poquito”, decía Estefanía.
“Es normal”, le dijo el colega., “no está acostumbrado, pero ya casi está. ¿Nunca te han usado el culete?”.
“No, no señor. Mi marido lo ha intentado alguna vez, pero me dolía mucho y paró”, contestó Estefanía.
“Ah, estas casada, bueno así le facilitaremos el camino para la próxima vez que lo intente”, respondió mi colega.
Empujó fuerte, y el tapón se perdió dentro del culo de Estefanía.
Esta lanzo un grito esta vez mas fuerte y prolongado, dio un respingo, e hizo intención de incorporarse, lo que impidió mi colega poniéndola una mano sobre la espalda, y diciéndola,
“No, quieta, relájate, acostúmbrate a tenerlo”.
Mientras se lo decía con la otra mano, se había abierto el pantalón, y se sacaba la polla, totalmente erecta, que sin pensarlo empezó a pasarla por el coño a Estefanía.
Estefanía intentó nuevamente incorporarse, sin éxito por la mano de mi colega.
“Pero eso que es?”, preguntó.
“Esto?, mi polla”, le dijo este.
“Pero eso no hace falta para ponerme un tapón”, dijo ella medio protestando.
“No, pero no pretenderás que te tenga aquí, con todo al aire y no pruebe este, sin duda, delicioso agujero”, la dijo mientras la metía la polla en el coño.
“No sé si puedo, no sé si debo”, decía ella moviéndose sobre la mesa por las embestidas del colega.
“Uhmm, delicioso coñito”, le decía el colega, “tiene la exquisitez de un coño maduro, y la gracia de estar bastante cerrado, pese a haber parido”.
No paraba de bombearla, a la vez que jugaba con el tapón de su culo intentándoselo sacárselo y dejando que el propio ano lo absorbiera otra vez.
Estefanía jadeaba, cada vez más fuerte y más seguido. Sin duda no lo estaba pasando mal. Tenía que haberla visto Berta, tanto decirme que no la puteara, pues no parece que estuviera muy puteada.
Mi colega cada vez le daba más fuerte, y cada vez le sacaba más el tapón hasta llegar a sacárselo del todo y volver a metérselo de inmediato sin ningún esfuerzo. Este juego hizo que Estefanía se agarrara con fuerza al otro extremo de la mesa se sumió en un profundo suspiro terminándolo con grititos que iban incrementando al ritmo de mi colega que ahora también le daba azotes en el culo.
El orgasmo de Estefanía fue muy prolongado, y mi colega, que seguía follándola el coño, llegó un momento que le sacó el tapón del culo y le metió la polla. Estefanía ni lo acusó.
Estuvo enculándola un poco hasta que se corrió dentro de su culo. Cuando se la sacó cogió de nuevo el tapón, y se lo puso.
“Guarda bien mi leche putita, es muy preciada”, la dijo, “y como compensación no te cobraré los tapones, así te motivo a volver cuando quieras más cosas”.
“Si, señor, Gracias señor”, fueron las respuestas de Estefanía mientras se arreglaba el vestido, cogía el bolso, y salía del almacén con alma que lleva el diablo.
“Espera que te abro”, la dijo él saliendo tras ella.
Al rato volvió,
“Joder tío, ¿de donde has sacado esta jaca? La he pegado una follada como hacía tiempo. Muy buena hembra”, me decía mientras se limpiaba la polla con una toallita y se terminaba de subir los pantalones.
“Mejor no quieras saberlo. Quizás algún día tenga que decírtelo porque necesite tu ayuda con ella, pero de momento está bien así”
“Si, tío, si, te debo una”, me dijo él, que se veía que le había sentado el polvo de mil maravillas.
“Una cosa, dame un antifaz, algo que no permita reconocer una cara”, le dije.
Me dio un antifaz negro que solo tenía un pequeño agujero en los ojos. Por supuesto, no me lo cobró.
CONTINUARA