Joao (II)
Después de los preliminares la pareja disfruta en la cama de una grandiosa sesión de sexo. A la mañana siguiente ella conocerá también al perro de su amante.
Joao se inclinó hacia mí. Me besó, sintiendo en mi boca el sabor de su semen. Sin quitarme el vestido, recogió con su lengua todo el que había caído en mis tetas. Me tomó en brazos y me llevó hasta la habitación, donde me depositó en una gigantesca cama. Cerré los ojos. Sentí las manos de Joao quitándome las sandalias de tacón que llevaba, luego sentí su boca, besando suavemente mi pie. Subió por mis piernas muy despacio, besando y lamiendo. Mi sexo estaba húmedo de nuevo. A medida que la boca de Joao se deslizaba por mis muslos, comencé a gemir suavemente. Intentaba moverme, pero él me sujetaba por las caderas. Llevé una mano a mis tetas y comencé a acariciarme por encima del vestido. Joao entonces me dio vuelta, dejándome tendida boca abajo sobre la cama. Siguió besando mis piernas, luego mi culo... mordisqueaba mis nalgas, deslizaba su lengua entre ellas y yo estaba cada vez más caliente. Tomó entonces con sus dientes la diminuta tanga y comenzó a deslizarla hacia abajo. Con ayuda de sus manos me la quitó por completo, mientras los jugos que salían de mi sexo comenzaban a caer sobre la cama. Siguió con mi culo, su boca y sus manos no se quedaban quietas no un segundo, y yo sentía que me iba a enloquecer. Me retorcía sobre la cama, subía y bajaba el culo como metiéndome una verga inexistente. En una de esas levantadas Joao puso la mano entre mis piernas y me sostuvo. Comenzó a meter la lengua por los lugares más profundos, mientras yo temblaba. Al mirar por encima del hombro solo veía mi culo y tras de él los ojos cerrados de Joao, que con dedicación lamía cada vez más profundo. Luego me puso otra vez boca arriba, y enterrando sus dedos en mi cintura me hizo abrir las piernas. de inmediato acercó su rostro a mi sexo, sacó la lengua y lamió los jugos que salían de ella. Yo gemía. Joao se acercó ahora un poco más y comenzó a recorrer con la lengua todos los recovecos de mi concha, metiendo y sacando la lengua de mi raja. Entonces tomó mi clítoris entre sus labios y comenzó a chuparlo. La sensación era tan intensa que sentí que iba a explotar. Pero él aún no había terminado. Sin dejar de chupar y mordisquear muy suavemente mi clítoris, comenzó a hurgar con un dedo en mi rajita. Me lo fue metiendo suavemente, mientras yo jadeaba y me acariciaba las tetas. Movía el dedo en un mete y saca muy suave, mientras su lengua seguía trabajando. Lo sacó un segundo pero fue solo para meterlo de nuevo, ahora con otro. Yo me movía tratando de que entraran más, más profundo. Él lo comprendió y sin dejar de chupar me los metió hasta el fondo. Ahora mis gemidos debían oírse en todo el edificio. Los movía dentro de mí con una habilidad impresionante, mientras mi clítoris en su boca parecía estallar. A cada embestida de su mano yo gemía más fuerte, hasta que me vine en un orgasmo tremendo, dejando su mano y su cara empapadas con mis jugos. Sin sacarme los dedos, Joao se recostó a mi lado y me besó. Sentí cómo el sabor de mis jugos en su boca se mezclaba con el de su semen que quedaba en la mía. Y mientras nos besábamos él comenzó a mover otra vez sus dedos, muy despacio. Lo miré a los ojos y me sonrió, bajó la tira del vestido y me acarició una teta. Y como un niño pequeño comenzó a chuparla, mientras su mano se movía allá abajo. Jugaba con el pezón, lo mordía suavemente, mamaba con un ritmo preciso, el mismo con el que en ese momento metía y sacaba los dedos de mi concha. Yo estaba a punto de correrme otra vez, mientras miraba su enorme verga totalmente erecta. Joao pareció leerme el pensamiento, y justo entonces sacó los dedos de mi concha y clavó en cambio su dura verga. Entró hasta el fondo y comenzó a moverla con maestría. La sacaba casi toda, para luego metérmela de modo que yo sintiera como entraba cada centímetro. Jadeando en mi oído como un perro fue acelerando el ritmo y terminamos al tiempo, en un orgasmo delicioso. Cuando sacó la verga sentí como chorreaban por mis piernas mis jugos mezclados con su semen. Finalmente me quitó el vestido. Exhausta por la larga sesión de baile y sexo, me quedé dormida.
A la mañana siguiente, tras una ducha y un buen desayuno, recorrí el departamento. Era enorme, con un gran ventanal que daba una panorámica hermosa de la ciudad. Joao me había dejado una nota diciendo que volvería en un rato. Mi vestidito no había quedado en muy buenas condiciones después del trajín del día anterior, así que me puse una camisa de Joao que apenas me cubría el culo y me senté a mirar por la ventana. Junto al sofá dormitaba un enorme perro, quien al verme se acercó a olisquearme como lo hacen siempre los perros con los desconocidos. Era un enorme mastín de color gris plata, y parecía amable. Le acaricié la cabeza y se recostó de nuevo junto al sofá. Estaba bebiendo mi café y pensando en la noche que había pasado, cuando el perro se levantó de nuevo y comenzó a olisquearme. Como yo llevaba apenas una camisa, sin nada debajo, pronto quiso oler entre mis piernas, me puse de pie y di un par de pasos hacia atrás. El perro me siguió, mientras yo intentaba apartarlo con la mano. En ese momento se escuchó el sonido de las llaves en la puerta y el perro corrió a la entrada a saludar a su amo. Joao entró, dejó un par de bolsas con comestibles que había traído se dirigió a mi y me saludó con un beso mientras me acariciaba el culo. Luego se acercó al perro y lo saludó con cariño. Veo que ya conociste a Aldo, me dijo sonriendo. No te preocupes por él, es un buen perro. Luego entró a la cocina, bebió un café y conversamos de cualquier cosa. Unos minutos después ya estábamos rodando por la alfombra, arrancándonos la ropa para comenzar otra vez.
Tras un rato de otros juegos sexuales, abrió una gaveta y sacó un frasco de miel. Lo abrió y comenzó a derramar el contenido entre mis piernas. Yo esperaba que lo lamiera, pero lo que hizo me desconcertó. Llamó a Aldo y dejó que el perro comenzara a recoger con la lengua la miel de mi concha. A pesar de que la sensación era deliciosa, intenté cerrar las piernas y levantarme. Pero Joao se había puesto detrás de mí, y con sus piernas mantenía abiertas las mías mientras con las manos me magreaba las tetas. Finalmente me rendí y cerré los ojos. Comencé a disfrutar cada vez más esa lengua áspera y enorme que hurgaba en mi sexo en busca de miel. Cuando ésta estaba a punto de acabarse, vi que el pene del perro, largo y rosado, estaba totalmente afuera, y me asusté. Temía que el perro quisiera hacer algo más que lamer. Cuando estaba a punto de quitarme, Joao me sujetó y me dio vuelta, quedando yo boca abajo y él sobre mí. Ya estaba tranquilizándome cuando me dijo al oído: -Mira, chiquita, te voy a hacer una aclaración: esta es mi casa y Aldo es mi perro. Cualquier mujer que coja conmigo coge también con mi perro. Ya no puedes arrepentirte. Pero no te preocupes, sé que te va a gustar. Y acto seguido me tomó por las caderas y me puso de rodillas, obligándome luego a apoyar las manos en el piso. La señal fue clara para el perro, quien de inmediato se montó sobre mí y comenzó a restregar su pene largo y baboso contra mi sexo, buscando una entrada. Joao lo cogió entonces y me lo metió. Gemí de dolor y placer. Nunca me había metido una verga tan grande, y el perro la movía sin parar. Entretanto Joao se ponía frente a mí y me metía su verga en la boca. La chupé mientras el perro continuaba culiando, lo hizo como por 10 minutos. Yo no podía creerlo, me había corrido tres veces y el perro no paraba, como no paraba Joao de meter y sacar su verga de mi boca como si lo estuviera haciendo en mi concha. Finalmente se vinieron ambos, el hombre en mi boca y el perro en mi raja, con un chorro impresionante. Pero mientras Joao sencillamente sacaba su verga y me hacía limpiarla con mi lengua, la verga del perro se había hinchado en la base y mientras intentaba soltarse me provocaba un último orgasmo. Joao sonrió al ver la escena y me dijo tranquilamente que en unos minutos pasaría. En efecto, poco después la hinchazón bajó y el perro se soltó, dejándome exhausta sobre la alfombra.