Joao (I)

Nuestra protagonista siente la llamada del sexo correr por su cuerpo y desea encontrar un amante que al fin la satisfaga plenamente.

Cuando conocí a Joao comprendí que ahora las cosas serían distintas. En ese momento llevaba ya varios meses sola, con una que otra escapada de fin de semana, pero nada realmente interesante. Andaba ansiosa, mi cuerpo me pedía sexo y no podía complacerlo, ya que los hombres (y las mujeres) con que me había encontrado hasta ese día lo único que habían logrado era despertar cada vez más mi deseo sin lograr calmarlo nunca.

Para ese momento me había acostado con unas 25 o 30 personas (polvos más, polvos menos) y no había conocido el primero con suficiente imaginación o iniciativa. Debo aclarar que nunca me faltó quién se ofreciera a hacerme pasar un buen rato.

Tengo 18 años, piel de caramelo (en todos los sentidos) el pelo largo hasta más abajo de la cintura, pero que no alcanza a tapar mi culo, que modestia aparte sé que hace delirar a muchos hombres. Mis tetas son suaves, firmes y redondas, y mis pezones se ponen duros cada vez que me excito, lo que ocurre con frecuencia. Se marcan entonces en la tela de mi blusa, ya que no uso sostén, y con frecuencia siento los ojos de mis amigos, mis profesores o los desconocidos, clavados en ese punto. Y debo admitir que no me molesta para nada. Lo que lamento es que, de aquellos que se quedan mirando, muy pocos pasan a la acción, y los que lo hacen por lo general no salen con nada nuevo.

A Joao lo conocí en un bar del centro, donde voy con frecuencia a bailar. Él era amigo del dueño y acababa de llegar de Brasil, así que esa noche, además de la salsita tradicional en el lugar, pusieron samba y otros ritmos que a mí me encantaban. Yo estaba en la mesa con una vieja amiga, con quien salíamos de cacería de vez en cuando, y que ya había conocido a Joao el día anterior. Así que él se acercó a la mesa, la saludó y se presentó. Luego, sin pedir permiso, me tomó de la mano y me llevó a la pista. Mientras caminaba delante de mí pude observarlo con cuidado: medía más o menos un metro con 85 cm (15 más que yo) tenía la espalda ancha, los brazos fuertes y torneados, el pelo muy corto. Llevaba unos jeans que dejaban adivinar la forma precisa y perfecta de su culo, y tuve que contenerme para no intentar tocarlo. Al llegar a un espacio vacío en la pista se dio vuelta y quedó de frente a mí. Sus ojos verdes se clavaron en los míos, y me rodeó la cintura con un brazo. Comenzamos a bailar, siguiendo el ritmo, suave al principio y luego cada vez más intenso. Nuestros cuerpos se rozaban constantemente, yo llevaba un vestidito de una tela muy delgada, sostenido apenas por tiritas en los hombros y que a contraluz dejaba ver perfectamente mi silueta. Debajo sólo tenía una pequeña tanga negra. En determinado momento del baile, cuando ya mis tetas estaban a punto de saltar del vestido por la excitación, él dio vuelta y quedó detrás de mi, tomándome por la cintura para llevar el ritmo. Sentí entonces sobre mis nalgas la presión de su verga, que a través de los jeans pugnaba por salir. Al mismo tiempo comencé a sentir los labios de Joao en mi cuello, su lengua deslizándose hacia mis hombros... Sabía que desde donde estaba él podía ver perfectamente mis tetas, con sus pezones duros y la piel erizada. Lo comprobé casi inmediatamente, cuando, aprovechando la oscuridad, sus dedos las rozaron de una manera que casi podría parecer casual. La música se había hecho más lenta, y Joao me dio vuelta de nuevo y me estrechó contra él. Bailamos despacio, mis tetas apretadas contra su pecho, sus manos que se deslizaban suavemente de mi cintura para dibujar la forma de mis nalgas... Cuando acabó la canción ya no podíamos más. Caminamos hasta la mesa, adonde mi amiga llegaba en ese momento acompañada por un hombre que yo no había visto antes (y probablemente ella tampoco). Sonrió, clavando la mirada primero en la bragueta de Joao y luego en mis tetas, y en un gesto común entre nosotras (habíamos sido amantes hace mucho tiempo, y aún jugábamos juntas de vez en cuando) se humedeció un dedo con saliva y rozó uno de mis pezones. Joao la miró con malicia mientras el hombre que estaba con ella me observaba desconcertado. Luego cada uno recogió sus cosas y ella y yo nos despedimos con un guiño. Joao me invitó a su departamento con cualquier excusa que no oí y acepté diciendo algo que ahora no recuerdo. ¿a quién le importaba? Ambos sabíamos bien qué queríamos. Nos fuimos en su motocicleta, el conducía y yo iba atrás, tomada de su cintura. La posición y el viento hacían que mi vestidito a duras penas me cubriera el culo, y mis piernas quedaban desnudas rodeando a Joao, quien a ratos manejaba la moto con una sola mano y con la otra las acariciaba. Yo entretanto le besaba suavemente el cuello, dibujando con mi lengua todo tipo de figuras obscenas. Mis manos se deslizaban por sus costados y se acercaban peligrosamente al cierre de su pantalón... creo que fue muy buena nuestra suerte de llegar vivos al departamento. No sé cómo logró concentrarse y no perder el control de la moto. Frenó frente aun edificio, se bajó de la moto y, sin perder detalle de cada movimiento de mis piernas al bajarme, esperó hasta que estuve de pie a su lado. Se dirigió entonces a la puerta del edificio, saludó al vigilante y entramos directamente en el elevador. Apretó el botón del piso 14 (el último) y mientras el viejo elevador comenzaba su lento ascenso, se dedicó a apretar otras cosas. Su boca se deslizaba por mi cuello mientras sus manos subían por debajo de mi falda y acariciaban mi culo. Con los dientes deslizó las tiras que sostenían el vestido, dejando al descubierto mis tetas, que comenzó a chupar ávidamente. Mientras lo hacía yo sentía pequeñas descargas eléctricas que me hacían gemir. Mi sexo húmedo y palpitante esperaba con ansia sus manos, que en ese momento comenzaron a moverse hacia él. Un roce con el dedo sobre la tela delgada que lo cubría, ya totalmente empapada, y el elevador se detuvo. Joao me sonrió y mientras se abrían las puertas vi como se llevaba el dedo a la boca y lo lamía en un gesto que me descontroló por completo. Caminó detrás de mi hasta la puerta del departamento, el único que había en aquel piso. Mientras abría la puerta seguía acariciando mis tetas, pero cuando entramos me subió las tiras del vestido. Dejó sobre una silla su campera y mi bolso, y de nuevo quedó de pie frente a mí. Me miró a los ojos sin decir nada y comprendí la orden. Me acerqué a él y lentamente le quité la playera, dejando al descubierto los músculos perfectos. Con pequeños besitos recorrí su torso, pasé mi lengua por la piel bronceada mientras mis manos batallaban con el cierre del pantalón. Lo abrí y rápidamente deslicé mis manos dentro de su ropa interior. Su respiración se aceleraba cada vez más mientras mis dedos se movían rápidamente rozando su verga, a la que descubrí más grande y caliente de lo que había imaginado. Cuando él esperaba que la sacara y comenzara la verdadera acción, súbitamente saqué las manos, y con una gran sonrisa me arrodillé ante él y comencé a desatar los cordones de sus botas. Lo hacía lentamente, a conciencia, y él me miraba con una mezcla de rabia y deseo que siempre me ha gustado. Una vez estuvo descalzo, ya no pude encontrar más distracciones, y de rodillas ante él comencé a bajar lentamente su pantalón. Su verga imponente quedó ante mis ojos, y no soporté las ganas de llevármela a la boca. Debo aclarar que siempre me ha gustado chupar pollas, y con tanto tiempo de hacerlo he adquirido una técnica que envidiaría la más experta de las putas. Comencé a recorrer la punta con mi lengua y lentamente me la fui metiendo, chupándola mientras mi mano se deslizaba por la base. Joao entonces me tomó la cabeza con las manos y empujó con su pelvis haciendo que su verga entrara hasta lo más profundo de mi garganta. Sobreponiéndome a las arcadas seguí mamando sin pausa hasta que sentí que estaba a punto de venirse y aceleré el ritmo. Pronto el chorro de semen tibio llenó mi boca y mientras lo saboreaba sentí como escurría de las comisuras de mi boca y caía sobre mis tetas... nunca había recibido una descarga de leche como esa. (pronto te enviaré lo que sigue).