Joana. Diario de una casada en celo

Joana, una mujer felizmente casada, burguesa y acomodada, incitada por una amiga decide romper con su vida rutinaria y aprende a satisfacerse sexualmente...

JOANA. EL DIARIO DE UNA CASADA EN CELO.

El deseo de hacer algo diferente para romper con la monotonía de mi vida, me decidió a llevar a cabo una secreta travesura, algo que me rondaba por la mente desde hacía algunos días, sin que pudiera explicarme que me impulsaba a ello, si sería la primavera, cierta película de cine erótico que vi recientemente, las miradas de los hombres cuando salía a la calle…no lo sé, pero el caso es que salí a la calle para realizar mi plan.

Me puse un vestido negro, muy formal y discreto, gafas oscuras y un pañuelo negro cubriéndome la cabeza. Me dirigí a una conocida sex shop que había en el centro de la ciudad y al llegar a la puerta, me detuve en seco, miré en todas las direcciones para cerciorarme de que nadie conocido me podía ver entrar y viendo que no era así, de un giro rápido me metí dentro de la tienda. Estuve mirando entre mostradores, estantes y vitrinas llenos de artículos y juguetes eróticos, hasta que se aproximó la dependienta, una chica joven, solícita y atractiva, preguntándome amablemente que estaba buscando.

-Estoy buscando algo para una despedida de soltera. -le dije.

Ella me mostró algunos artilugios eróticos y de humor adecuados para esos eventos entre mujeres.

-En realidad preferiría llevarme uno de estos penes consoladores. -le dije señalando un bonito ejemplar.

-No parece que le vaya a hacer falta uno de estos...! -me comentó sonriendo pícaramente, mirándome de arriba a abajo.

-Es....para mí. Estoy sola, sabe...? -le respondí tímidamente.

Entonces, ella me llevó a un pequeño mostrador que había en un rincón discreto y apartado, mostrándome una amplia gama de dildos y consoladores. Los observé indecisa, pero ella se permitió indicarme uno diciéndome que eso es lo que creía que yo iba buscando. Se trataba de un falo color carne, con una textura suave y movediza que simulaba casi a la perfección un pene humano de buen tamaño. Acepté su consejo experto, contemplando con disimulada satisfacción mientras la empleada lo envolvió en un discreto estuche que introduje en mi bolso y salí de la tienda como un niño con zapatos nuevos.

Yo, tenía entonces 30 años, una reconocida apariencia sexy, suculentos y turgentes pechos, sin hijos,. De mi carácter destacaba mi forma afable, abierta y muy cariñosa, siempre dispuesta a pasarla lo mejor posible. La esplendidez de mi cuerpo encendía las miradas y provocaba el deseo de los hombres allá por donde iba. Para colmo yo era de temperamento bastante ardiente, lo cual me hacía muy sensible a las manifestaciones galantes o lujuriosas del sexo opuesto. Pero el hecho de ser una mujer casada siempre había sido una pantalla impenetrable que me protegía de tantas y tantas incitaciones. Mi marido, era un médico brillante, que antes de los cuarenta ya ocupaba un importante cargo en un hospital privado. Jorge, mi esposo, era algo mayor que yo, de apariencia corriente, muy amoroso y permisivo conmigo. Él era un especialista muy cotizado, que estaba totalmente absorbido por su profesión y aparte de su trabajo en el hospital, impartía clases en la Facultad de Medicina y atendía una consulta privada de su especialidad, lo cual le obligaba a pasar muchas horas fuera de casa, con la consiguiente situación de soledad para mí.

Como era de esperar, la situación de una mujer como yo, hermosa, desocupada, ociosa, acomodada a una vida fácil, pero bastante desatendida por su pareja, suponía un riesgo explsivo, era una bomba de relojería en potencia.

La posesión de mi nuevo juguetito, que guardaba celosamente en secreto, me permitía sentirme algo más liberada, podía tener mis propios goces sensuales en solitario, en los momentos en que me lo pedía el cuerpo, ya que con frecuencia se sentía hambriento de disfrute carnal. De momento, ya no dependía tanto de mi marido para satisfacerme.

Algunas mañanas, estando a solas, mi imaginación volaba muy alto. Mas de una vez, observé desde la ventana de mi dormitorio, como iba y venía el joven jardinero por el exterior de la vivienda, fantaseando con la paradoja de sufrir necesidades no cubiertas teniendo tan cerca un hombre joven y pletórico de energía que al mínimo gesto o llamada se avendría a complacerme con su vigoroso y dotado cuerpo. Mi cabeza se llenaba de fantásticas escenas, disfrutando juntos, que bien podrían ser reales. Pero al final siempre se imponía la cordura y el instinto de conservación de mi acomodada realidad. Así que reprimía mis ansias y en vez de poner a prueba al jardinero en mi propia cama, me recostaba yo sola, medio desnuda, cerraba los ojos y me dispensaba yo misma un intenso y refinado rato de placer jugando con mi flamante consolador, encendiendo mi lascivia más primaria hasta conseguir el rapto sensual que me llevaba al climax y al desahogo de mi excitación.

Estas inofensivas diabluras, eran mi desquite secreto, eran mi principal pecado transgresor. Mi marido ignoraba mis prácticas ocultas, ya que no veía la necesidad de participárselo, siendo que no rompía mi status de esposa fiel y entregada.

Jorge volvía a casa casi todas las noches muy cansado y solo podíamos resarcirnos de nuestra carencia de sexo los fines de semana. Para él, lo más importante era aprovechar su éxito profesional. Sin embargo, era un hombre inteligente y afectuoso que me adoraba a su manera y siempre me juraba que algún día iba a reducir su ritmo de trabajo para dedicarse más a mí. Sus prestaciones en la cama me parecían buenas, era bastante animoso follando, pero interiormente no podía dejar de pensar que me sabía a poco. Sentía que él mantenía una importante deuda conmigo y que alguna vez me la tendría que cobrar.

Una de esas mañanas primaverales, me desperté y comprobé que Jorge no estaba en la cama. Salí al jardín vestida todavía con el escueto y sugerente camisón de dormir y me lo encontré sentado frente a la mesa que teníamos debajo de una sombrilla, vestido para ir a la calle, hablando por teléfono. Me aproximé a él por detrás, abrazándole, mientras él mantenía una conversación con alguien del hospital, prometiendo que en unos minutos llegaría. Yo seguí retozando con él, haciéndole arrumacos en reclamación de más atención, desesperada, quejándome mimosamente de que por culpa de su excesivo trabajo no podíamos disfrutar juntos todo lo que sería deseable. Intenté ponerlo cachondo, medio desnudándome para dejar mis pechos descubiertos frente a su cara, mientras él me prometía darme todo lo que quisiera conforme se fuera liberando de sus ocupaciones, me ofreció una semana solos en una isla paradisíaca, con todo el tiempo para gozar uno del otro, sin pacientes ni salas de urgencias por el medio.

Comencé a consentirle todo su cuerpo, en tanto que lo iba desnudando, abrazándolo, dándole una serie de besos de lengua profunda, rebozando nuestros labios voluptuosamente, hasta que me puse tan caliente que, a pesar de sus intentos de zafarse, logré despojarle de su ropa, ofreciéndome yo desnuda y con los pechos agitados y desafiantes cerca de su cara. Él me decía que no se lo pusiera tan difícil porque tenía mucho trabajo esa mañana y no podía demorarse. Le tomé la polla, chupándosela refinadamente para ponérsela al límite. Jorge se excitó de tal manera que acabamos entrando al salón, nos recostamos sobre el sofá, se abalanzó sobre mis pechos, lamiéndolos y chupándolos anhelante, babeando de gusto sobre mi piel tensa y febril. Le obsequié con otra felación desmedida, con libaciones concienzudas en su glande y allí sobre el sofá, improvisamos un polvo breve pero muy intenso, penetrándome terriblemente en posición misionera, con mis piernas envolviéndole por la espalda, en perfecto acoplamiento. Estando ya cerca del éxtasis, sonó el teléfono.

-No contestes cariño, por favor, por favor! – Le atajé yo suplicante.

Pero ya era tarde, él había sacado su polla de mi concha, se había desentendido de mí y estaba atendiendo la llamada.

-Si, si. Ahora mismo iré, estoy saliendo de casa. – contestó.

Se volvió hacía mi y me dijo que era un paciente en estado crítico que requería su presencia urgente.

-No me importa….no te vayas amor mío, yo también te necesito! -Le rogué con cara de disgusto.

Me estaba dejando a medias, en un estado de horrible insatisfacción.

Jorge se vistió rápido, y yo me puse el batín con desgana, decepcionada. Al salir le seguí hasta la puerta abrazada a él con ganas de más….pero me dio un beso de despedida, prometiéndome que muy pronto haríamos ese viaje que me había prometido, de forma que muy pronto estarían unos días solos, sin nadie que les molestase, en un lugar de ensueño.

-De veras?

-Si, te lo prometo. Esta tarde intentaré volveré pronto. Te quiero..! –me dijo despidiéndose, mientras yo seguía agarrada a él, cariñosamente, aunque muy despagada.

Al abrir la puerta de la casa, apareció mi amiga Carla, que llegaba en ese momento. Mi marido la saludó brevemente y se marchó; hice pasar a mi amiga, saludándonos efusivamente.

-Qué terminando un polvito rápido de buena mañana…? -insinuó Carla al verme ligera de ropa.

-Que va….ojalá! –le contesté.

Al preguntarle a que se debía su visita a hora tan temprana, Carla me dijo que había venido para verme antes de que saliera.

-Salir a estas horas…..? Pero qué dices…eso quisiera yo!

-Veo que no ha mejorado lo de Jorge….-me comentó ella.

-Pues no, apenas nos vemos por su dichoso trabajo.

-Tu lo que necesitas es un cambio, Joana!

-Si. Necesito algo, ya! No sé ....hasta estoy pensando en tener un hijo que llene mis horas –le dije llevada por mi desesperación.

-No te lo recomiendo. Eres joven y todavía puedes disfrutar mucho de la vida antes de atarte con un bebé. -repuso ella.

Carla me propuso ayudarme para darle un vuelco a mi aburrida existencia; precisamente había venido a verme para que la acompañara a un club social que ella frecuentaba últimamente. Me dijo que se trataba de un sitio para mujeres como nosotras con maridos muy atareados, que se pasaban el día trabajando y que no tenían tiempo para atenderlas y ser románticos con ellas. Allí, era frecuentado por hombres muy apuestos que tenían tiempo libre para pasarla bien con las chicas divertidas que asistían como invitadas.

-Vamos allí….nos sentamos, tomamos algo, hablamos y porque no….? ¿eh? –dijo Carla riendo.

-No qué..? –pregunté intrigada

Me respondió que allí podría conocer gente nueva muy interesante para entretener mi soledad.

-Pero…ahora mismo?

-Claro! Acaso tienes algo mejor que hacer…?

-No!

Al ver a mi amiga tan entusiasmada, le pregunté si ella conocía bien el sitio a donde quería llevarme, que me explicara más detalles, ya que me sorprendía que no me hubiera hablado nunca acerca de ese club. Ella, reaccionó evasivamente y me prometió que me encantaría, pero no me iba a adelantar nada, quería que lo descubriera por mi misma. En principio se trataba de presentarme para que la dirección del club me aceptara y a partir de ahí me pondrían en contacto con alguno de los caballeros. Me explicó que aquello no era un club familiar tradicional, aquí los miembros asistían sin sus consortes, para conocer otras chicas solteras o casadas que acudían como invitadas de la casa.

Acepté con algunas reticencias y decidí ir con ella a conocer ese sitio tan maravilloso del que me hablaba. En unos minutos ya me había vestido, lo más elegante posible, pues así iba Carla de bien ataviada con una minifalda negra, una chaqueta color ocre claro y un sombrero que le deba un porte muy elegante.

Llamamos a un taxi para que nos llevara hasta la periferia de la ciudad, en la dirección que le indicó Carla. Se detuvo delante de un edificio nuevo, una especie de villa amplia, ajardinada y envuelta por una frondosa vegetación.

En la entrada había un recepcionista, quién al ver a Carla la reconoció amablemente, avisando de nuestra llegada. Al instante, salió a recibirnos una señora de mediana edad, esbelta y elegante, de belleza otoñal, y maneras distinguidas. Era Laura, la directora de relaciones públicas de la casa. Carla hizo las presentaciones.

-Ésta es mi amiga Joana, que ha venido para conocer el club. Si le gusta el ambiente tal vez se decida a visitarlo de vez en cuando. -le dijo guiñándole el ojo.

La mujer me observó detenidamente y comentó que sería bienvenida, asegurándome mucho éxito a causa de mi belleza.

Seguidamente, nos mostró las diversas instalaciones con bar cafetería, salas de esparcimiento, jardín, varios saloncitos, para reuniones y entrevistas y un conjunto de habitaciones muy cómodas y acogedoras destinadas a la intimidad privada. Nos invitó a pasar a una de las salitas, nos sentamos, se podía escuchar una agradable música de ambiente, Laura nos ofreció algo de beber. Carla y yo pedimos un Bloody Mary que nos fue servido de inmediato por un apuesto joven. Estuvimos platicando un ratito y en esto sonaron unos discretos golpes en la puerta, ésta se abrió y asomó un hombre joven quién le hizo una seña a Carla y está se acercó a la puerta, se besaron tiernamente y después de cuchichear durante unos segundos se aproximaron a nosotras. Laura, la anfitriona, me dijo que era uno de los chicos de la casa, con quién Carla había concertado un encuentro, con el fin de hacerme una demostración. Era un tipo de unos 25 años, bien trajeado, de aspecto fuerte, rubio y con una coleta atada sobre la nuca. Tomó a Carla por la mano jalando de ella para llevársela durante un rato.

Yo me quedé algo cortada a solas con Laura, ésta, me invitó a sentarme de nuevo ofreciéndome otra bebida, que aunque la rechacé en principio, ante su insistencia opté por aceptarla.

Adivinando mi desconcierto, me preguntó si Carla me había explicado las actividades que podía realizar en el club y al decirle que no, que había querido sorprenderme, se rió divertida y tomó un mando a distancia para poner en marcha el televisor. Al encenderse la pantalla, aparecía la imagen de la casa en circuito cerrado. Primero, se recreaba una cama primorosa, cubierta por un sobrecama afelpado, de color blanco, cruzado por un amplio estampado rojo que atravesaba la cama como si fuera un río de púrpura. La habitación se veía muy cuidada y tenía un aspecto muy voluptuoso. En otra secuencia, se podía ver a Carla y al joven residente subiendo las escaleras con las manos cariñosamente enlazadas. Entraban en la misma alcoba.

-Oohh! Si esa es Carla…!! Es en directo? –le pregunté exaltada.

-Si, riguroso directo.

-Pero ella sabe que la estamos viendo…?

-Si, claro de eso se trata…ella me ha dado permiso para presentarte alguna de las diversiones de esta casa. -respondió.

Me explicó que estas demostraciones visionadas, para dar a conocer las actividades de la casa, solo se daban con el consentimiento de las parejas y solían hacerse con alguno de los 3 chicos residentes que tenía el club a disposición de las señoras visitantes. Luego estaban los miembros fundadores del club, hombres importantes y adinerados de todas las edades que son los que sufragaban los gastos de mantenimiento de la entidad. Las chicas admitidas como invitadas podían satisfacer sus necesidades sexuales a su capricho con alguno de los jóvenes y guapos chicos residentes una vez por mes, sin coste alguno. Todas las citas y grabaciones eran controlados y preparados por Laura, con el pleno consentimiento de las interesadas para aceptar o no.

Seguimos viendo lo que aparecía en el monitor. La pareja se quedó parada frente a la cama, Carla puso sus manos sobre los hombros de su acompañante y le empujó suavemente para que quedara recostado sobre el lecho.

Sin quitarse ninguna prenda, comenzaron a besarse apasionadamente, hasta caer sentados sobre la cama. Después, se despojaron muy meticulosamente de su ropa, se pusieron a retozar entrelazando sus cuerpos, lamiéndola todo el cuerpo de arriba abajo, mordisqueando sus partes más sensibles, en un estado de clara excitación. Carla se puso sobre él, en posición de 69 y después de hurgar dentro de su pantalón extrajo su pene tieso, largo y combado, introduciéndoselo en la boca con avidez, al tiempo que él apartándole la braguita a un lado le lamía concienzudamente la vulva y metía la punta de la lengua sobre su clítoris.

Siguieron unos minutos, él le devoraba el coño y ella succionaba sus testículos jalándoles con sus labios como si fuera a romper su bolsa y arrancárselos.

A continuación, Carla se incorporó a medias, tomó de su bolso una pequeña funda, de la que sacó un condón y lo acopló a sus labios, con los que aprehendió la polla de su amigo, alojándola dentro del preservativo. Se situó a horcajadas sobre él, insertándose el pene hasta el fondo de su chocho. A partir de esto, se entregaron a un recital de sexo desenfrenado, alternando varias posiciones, mientras Carla gemía sucesivamente, y suspiraba quejumbrosa de placer. Luego de un largo bombeo de su verga bien enclavada en su vagina, acabó con una vigorosa serie de vaivenes que lograron una intensa corrida de Carla, seguido de los estremecimientos del chico en su orgasmo.

A todo esto, yo seguía extasiada pendiente de la pantalla, sin reparar en Laura, la administradora. La resistencia del joven era increíble, era un tipo apetecible, una auténtica máquina de follar, ideal para pasar grandes momentos de lujuria y actuar con total desenfreno. Sus atrevidos actos ya no me parecían tan graves, ni tan desvergonzados y deshonestos. Mi mente estaba interiorizando la situación con cierta condescendencia, aunque formalmente me resistía a hacer algo parecido.

-No puedo creer que Carla haya podido hacer algo así…..! – exclamé.

-Hay quién le encanta complacerse y disfrutar. Aquí cada cual hace lo que le apetece. –dijo Laura.

-Aah, bien…..Pero yo soy una mujer felizmente casada y no podría hacer eso. –insistí.

-Hummm….si estuvieras tan felizmente casada, no estarías aquí, querida…. –me contestó.

Antes de que se apagara el televisor, sonó el teléfono y Laura contestó afirmativamente a alguien que preguntaba por ella; poco después llamaron a la puerta y entró un joven caballero, situándose junto a nosotras.

-Vaya….esa es Carla, de lo mejor del Club –comentó el desconocido.

Me revolví hacia ellos, incómoda, preguntando si no era la primera vez que Carla hacía eso.

-Claro que no, cariño. Ella es una de las más valoradas entre las mujeres que frecuentan el club… -dijo Laura.

-Ella es como una artista natural del porno. –aclaró el hombre.

-En serio…? – pregunté incrédula.

-Oh!...permítame mi nombre es Fredy….

Aahh! Perdona Fredy, te presento a Joana. Joana…. él es uno de los miembros del club, uno de los directivos fundadores.

-Encantada! –le dije mientras me tendía la mano.

Laura le advirtió de que yo estaba de visita en plan de observación, añadiendo que esperaba contar conmigo como nueva visitante invitada. Él manifestó que cuando me uniera al club le avisara, porque quería ser el primero en saberlo, ya que en esos momentos estaba buscando a alguien especial como yo.

-Si ya estás decidida, te invito a tener un primer encuentro conmigo esta misma mañana. –dijo Fredy dirigiéndose a mí.

-Hamm..no creo que esté preparado para esto. –le contesté.

-Me parece muy bien. Hablaremos más tarde… -medió Laura.

-No hay problema, ha sido un placer conocerte… adiós, Joana. –se despidió Fredy.

Me quedé cabizbaja, con una sonrisa de vanidad por la preferencia que había despertado en él. En esto, llegó Carla muy alborozada y feliz, se sentó a mi lado, mientras Laura se ausentó para dejarnos a solas.

-Ay… hola! –saludó

-Pero Carla..! como has podido traerme a un sitio como este? Cómo has sido capaz de hacer eso?

-Al verte en el monitor me he sentido avergonzada! –le regañé.

-Eso pasa siempre la primera vez….pero si lo piensas bien es la situación perfecta para mujeres como nosotras. –respondió.

-Tu crees…?

-Si, somos mujeres a las que nos gusta el sexo, necesitamos expresar lo que sentimos y estoy segura de que tú en tu casa no lo consigues. Aunque claro, tampoco quieres perder a tu rico marido, ni tu casa maravillosa, ni tu coche de ensueño. Me equivoco..?

-Nooo..! Entonces?

-Este es un club secreto y muy selecto, de aquí no se hace publicidad alguna. Estarás en el mayor anonimato, porque el acceso es muy restringido y solo se puede ingresar con la aprobación de todos los miembros. Aquí la gente es muy discreta y todos los encuentros y reuniones se celebran en salones separados. Las presentaciones las hace Laura, según el gusto de cada socio. Los hombres son todos gente influyente, amables, excitantes y generosos. –me explicó Carla.

-¿Queé quieres decir con eso de generosos…?

-Cariño, no seas tan simple…no se trata de tejer un romance, se trata de convertir la amistad en un intercambio de placer. Si les gustas te solicitarán a menudo, y te colmarán de regalos y otros favores. Como todos los hombres son guapos, yo me siento como viviendo una fantasía. Exacto!

-No entiendo nada.. la verdad. – le repliqué.

-Mira, nosotras venimos por puro placer, no es por dinero, estamos forradas y no lo necesitamos, pero si queremos pedir algo especial los hombres pagan o hacen lo que sea por hacerlo. Cuando alguien da tanto por mí, sin limitaciones, me siento como una reina de verdad y eso me encanta. Estoy segura de que aquí muchos hombres pagarían muchísimo dinero por ti, si tu se lo pidieras.

Me volvió a explicar que allí las chicas no pertenecían al club, se trataba de un ramillete de selectas jóvenes entre los 25 y 40 años. Un verdadero grupo de élite, ya que Laura se encargaba de escoger a las admitidas, entre solteras, casadas viudas o divorciadas. Las que conseguían su aprobación tenían el estatuto de invitadas, lo que les permitía poder venir siempre que quisieran, usar las instalaciones, tener citas con los asociados así como acceso a los 3 residentes, sin obligarse a nada.

-Estás loca si crees que yo haría algo así, Carla! – exclamé.

-Claro que eres capaz…todo el mundo tenemos un lado oscuro y perverso. Nunca te has preguntado como sería ser una prostituta y vivir del sexo? En realidad todas lo somos y si no dime porque te vistes tan bien, te cuidas el pelo, te pintas los labios, te cortas la uñas, te pones medias…para estar sexy,, igual que una prostituta quieres excitar a los hombres con tu belleza física y sexual, te conviertes en un objeto deseado y eso es lo que somos, objetos sexuales, pero sin embargo nos podemos sentir muy valoradas.

-Oye…me haces sentir fatal…!!

-Bueno, cuanto más intentes ignorarlo más fuerte se volverá tu lado perverso, hasta que no lo puedas aguantar más y entonces corres el peligro de liarte con el hombre equivocado, en el lugar equivocado y tu matrimonio se romperá…Así que este es el sitio perfecto para pasar inadvertida, no te lo pienses más.

-Bien, gracias por la invitación, pero definitivamente esto no es para mi, yo no soy ninguna prostituta..!

-Bien…! pues sigue follando poco y mal con tu marido; no entiendo porque lo haces si él no te valora en absoluto, piensa que eres de su propiedad y ya no se preocupa por ti. Además, tu crees que alguien que te dedica todo el tiempo que tu quieras para hacer el amor contigo, te dejaría sola?

-Creo que ya es hora de irme. Jorge me prometió que hoy vendría a cenar conmigo.

Carla me hizo saber que dudaba de que mi marido cumpliera su palabra llegando a tiempo para cenar conmigo. Le repliqué que yo si confiaba, ya que me lo había prometido. Nos despedimos afirmando nuestra disparidad de opiniones.

Por la noche, preparé la mesa como para una cena íntima, con mantelería escogida, velas y una botella de champañ, me puse un precioso vestido de lamé plateado, que realzaba mi figura y le daba un toque de sensualidad y elegancia. Si quería zafarme de las tentaciones que me proponía Carla, tenía que seducir a mi marido de forma definitiva para que cambiara nuestra vida de pareja. Esta noche tendríamos nuestro propio club de sexo y placer en nuestra propia casa. Tenía claro que estar enamorada de un hombre y no tenerlo todo lo que deseaba, más pronto o más tarde enfriaría nuestra relación y hasta se desvanecería la atracción como pareja.

A la hora prevista para la llegada de Jorge, sonó el teléfono. Descolgué el auricular toda alborotada y –¡oh decepción!,- era Carla que me llamaba para ver como iba la cena. Le dije que Jorge se estaba retrasando pero que vendría seguro, me había dado su palabra. Ella aprovechó para recriminarme mi candidez, pues ya me había pronosticado por la mañana que él me fallaría una vez más. Me estuvo machacando que para mi marido el hospital era su santuario, estaba casado con él, el trabajo era su verdadera amante y a mí me tenía desatendida, como un mueble más que decora la casa. Le supliqué que dejara de atormentarme.

-Sabes que Jorge no acudirá a la cena….! Creo que pasaré mañana a recogerte, pues me ha dicho un pajarito que hay alguien muy interesado en estar contigo. Será lo mejor. -insistió.

-Noo…!! –Colgué bruscamente el teléfono y me dije enojada: ¡Ya basta!

Pocos minutos mas tarde volvía a sonar el teléfono. Esta vez si era Jorge, mi marido, que me llamaba pidiéndome perdón porque llegaría a casa mucho más tarde de lo previsto. Había surgido un problema de última hora y estaba en una reunión de emergencia con la dirección del hospital.

Presa de una rabia incontenible por la decepción, colgué el teléfono, golpeé la mesa con la mano tirando una copa al suelo que se hizo añicos. Cené sola, muy triste y preocupada, después me recosté en la cama, otra vez sola, sin conseguir acostumbrarme a ello, pensando y rumiando los acontecimientos de ese día.

Estaba tumbada, con mi reducido camisón, contemplando mis piernas y mis senos tan apetecibles para tantos hombres, maldiciendo una vez más mi desgraciada soledad; algo que no debería sorprenderme a esas alturas.

Las fuertes impresiones vividas esa mañana en el club, se agolparon en mi mente, la visión de Carla practicando sexo de alto voltaje con un hermoso hombre joven, eran toda una lección. No sé cómo se le había ocurrido a Carla llevarme a ese sitio, seguramente intuía mi estado interior de abandono e insatisfacción. ¿Sería que se me notaba exteriormente mi estado de celo? No lo podía creer! La verdad es que al principio fue un poco chocante, pero al ver a otra pareja hacer el amor por TV se me despertaron mis pasiones más ocultas. Realmente, viendo a mi amiga por el monitor sentí algo de vergüenza y mucha fascinación a la vez.

En cierto modo admiraba a Carla, por su desenvoltura y brillantez social. Se comportaba con un desparpajo y simpatía increíbles, algo que cautivaba a los que la conocían. Ella pasaba por un momento radiante a sus treinta y pocos años, su cuerpo delgado y bien proporcionado, su abundante cabellera morena, su clase para vestir le daba una apariencia encantadora y sensual. Su marido, un rico empresario de la construcción, era un hombre demasiado ocupado y torpe que no cumplía las exigencias y atenciones que ella decía necesitar. Como en mi caso, era una mujer caprichosa, rodeada de bienestar material y dinero abundante, pero igual que yo, vivía una existencia vacía y aburrida, nos faltaba algo para sentirnos reinas de nuestra casa. Tampoco tenía hijos, lo cual le daba mucha libertad de movimientos.

Tan desvergonzada coquetería y la entrega voluptuosa y decidida a los placeres sexuales con aquellos hombres, distinguidos y acaudalados era sin embargo, una apuesta demasiado fuerte para mí. Yo quería pensar que no estaba mentalizada para ser la entretenida y objeto sexual de aquellos selectos caballeros. Ni por todo el oro y los honores del mundo.

Sin embargo, esa noche me sentí profundamente frustrada, ya que la visión del trance erótico de Carla durante su cita, me había abierto el apetito carnal de forma especial, haciéndome concebir un delicioso plan para resarcirme y recrearme con mi marido en una noche de largo e intenso jolgorio sexual, pero después de la llamada de Jorge, sentí la desolación y la amargura del desencuentro.

En ese momento, después de quedarme con las ganas, con la mesa y la cama puestas para nada, me obsesioné de tal manera que comencé a pensar que no sería tan malo probar a visitar el club y verme con alguien, yo necesitaba sentirme deseada por los hombres, por un hombre dominado por el deseo, un hombre que sacrificara algo por estar conmigo, para hacerme el amor como si yo fuera una diosa, alguien que me apreciara como a una joya muy cara. Me encantaría vivir esa sensación. Quizás Carla tenía razón cuando decía que debía dejar salir mi lado oscuro al exterior, más a menudo. Pero donde estaba mi lado oscuro…? Sólo podía saberlo liberándome de mis rígidas ataduras morales, olvidándome de algunos tabúes sociales, rompiendo el cristal que separaba mi triste realidad familiar de ese otro mundo tentador que me había ofrecido mi sorprendente amiga Carla.

Mientras mi pensamiento se llenaba con estos estímulos fantasiosos, mi cuerpo se calentaba por momentos. Tomé el consolador del cajón de mi mesita y lo pasé entre mis pechos varias veces, luego los restregué por mi vientre, mi pubis, iniciando un breve juego placentero en mi entrepierna. Sentía como si estuviera engañando a Jorge, pero me gustaba. Pronto el dildo pasó adentro y estuvo moviéndose a sus anchas, frotando mi clítoris al gusto, consiguiendo que me excitara por completo, acabé retorciéndome de placer hasta que alcancé el consuelo de un intenso climax; después, ya más relajada, me quedé dormida. Jorge llegó tardísimo y no se atrevió a despertarme.

A la mañana siguiente, me llamó Carla para comprobar mi estado de ánimo. Insistió en que la acompañara a tomar algo en el club y, al final, abandonando mi resistencia acepté ir con ella.

Una vez dentro del club, mi amiga me dijo que se alegraba de que me hubiera decidido.

-Pero aún no estoy segura de querer hacerlo! –le advertí.

Salió Laura a recibirnos y me saludó cariñosamente, felicitándome por haberme decidido finalmente.

-En principio sólo he venido para observar una vez más, si no te importa. –le aclaré.

Nos ofreció tomar algún trago y le pedí un Gin Tonic, que nos fue servido por otro de los apuestos residentes. Laura tomó el mando a distancia y se dispuso a encender el monitor.

-Hay mucha gente a la que solo le gusta mirar pero si quieres algo máaas….creo que por aquí hay algún caballero a quién no le molestaría ayudarte. –comentó insinuante.

-Pero las citas son así, a la vista de todos?

-No, no… Esto es un club muy seguro, si tú lo pides nunca se graba lo que haces, se respeta escrupulosamente tu privacidad para que nadie pudiera verte. Estos circuitos sólo se abren con el consentimiento de estas parejas, para su uso a modo de demostración –afirmó Carla.

Inesperadamente, sonó el teléfono y Laura contestó a alguien que preguntaba.

-Si...si, precisamente está aquí conmigo ahora. -contestaba.

-OK, hasta luego Fredy. -se despidió.

Pasados unos minutos, llamaron a la puerta de la salita y entró Fredy, el conocido pretendiente de la mañana anterior.

-Vaya..vaya..! Qué placer volverte a ver por aquí, Joana! –dijo saludándome.

-Hola Carla! estás preciosa, como siempre! -dijo.

-Veo que estais ociosas. Os propongo un juego. Ver juntos un vídeo muy caliente que tengo preparado en plan de muestra. Sabeis...? me gustaría observar vuestra reacción ante las escenas de sexo que vamos a ver.

-Creo que no lo entiendo….! –respondí sonriendo.

-Es fácil, -dijo- si aceptaís Laura pone la cinta en el monitor, nos deja a los tres, yo me quedo aquí sentado y tan sólo os miro mientras pasa la película. Qué..., empieza la diversión?

Nosotras nos miramos con una risita cómplice de picardía. Carla le dijo que bien, que íbamos a seguir mirando, mientras Fredy, sentado frente a nosotras, observaba atentamente nuestra cara y nuestras reacciones.

Encendió el monitor, en la pantalla aparecía una hermosa mujer joven, enfundada en un vestido amarillo, cortito y ceñido a su esbelta figura que caminaba con movimientos felinos hacia un hombre joven sentado en una silla, al acercarse la cámara pudimos ver que el hombre era el mismo Fredy, vestido con traje de natación, el slip, un gorro y unas gafas acuáticas. Debía ser un acto algo fetichista de la pareja. Ella avanzaba hacía él, se subía el vestido, insinuante, dejando ver su rosada conchita, mientras él le sacaba una fotografía. Una vez junto a él hizo unas figuras sinuosas con su cuerpo, se arrodilló y comenzó a besarle el sexo por encima del pantalón de baño, mordisqueando suavemente su abultamiento.

Nosotras permanecimos impasibles, contemplando con fingida indiferencia los actos de la pareja ante la mirada ansiosa de Fredy.

A continuación, la chica le bajaba lentamente el pantaloncito jalando de la cintura, y dejaba al descubierto el pene medio parado de su amante. Lo envolvía cuidadosamente entre sus dedos, e inclinándose se puso a lamerlo con delicadeza hasta que alcanzó plena erección y se convirtió en un mástil de carne. Se lo introdujo en la boca, chupando devotamente el glande, hasta que fue engullendo todo el tronco. Él suspiraba excitado, apoyando sus manos sobre la cabeza de la chica.

Ver tan minuciosa felación era algo tan incitante que nuestros cuerpos comenzaron a sentir los primeros cosquilleos. Apretamos las piernas que teníamos destapadas hasta la mitad de los muslos, yo al comprobar la mirada fija de Fredy sobre mi cuerpo, me sentí bastante impresionada e hice un amago de revolverme en el asiento, mordiéndome discretamente los labios.

Después de la virtuosa mamada, ella le estuvo chupando los testículos, succionándolos con sus labios durante unos minutos, lo cual hacía bramar de placer al hombre.

A esas alturas, Carla y yo estábamos muy alteradas, a punto de desmelenarnos, nos retorcíamos en el sofá, nos habíamos subido un poco el minivestido, dejando ver nuestras braguitas blancas e inmaculadas. Me sentí descontrolada, olvidándome del mundo que me rodeaba, Carla boqueaba excitada, y yo de Fredy solo percibía una figura borrosa y etérea, en cuyo centro dos ojos como focos de intensa luz proyectaban su halo de lujuria sobre mí. Mis manos impacientes y necesarias pasaban por mi cuerpo, se agarraban a mis pechos, a mi entrepierna, provocándome un ardor y una exaltación irrefrenable. Carla y yo no tardamos en subir nuestro vestido hasta la cintura, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, masajeando nuestras vulvas por encima del panty mientras nuestras piernas abiertas, flotaban suspendidas en el aire.

Era un espectáculo a varias bandas, Fredy encendido y babeando de vernos a las dos tan arrechas y en el monitor la chica se había sentado sobre él, clavándose la polla hasta el fondo y moviéndose como si estuviera sobre una cabalgadura. Él la tenía atenazada con una mano en la nalga y la otra sobre un pecho. La chica gemía desesperada cada vez que la polla le llegaba al fondo de la vagina.

Nosotras le seguíamos el ritmo, con la respiración agitada, los pechos convulsos y la boca medio abierta, yo me chupaba un dedo ansiosamente y con la otra mano me acariciaba el sexo húmedo y encendido o me frotaba los pechos.

La chica bajo los pies al suelo y continuó penetrada, culeando voluptuosamente sobre el pene de su amante. Seguidamente cambiaron la pose y la puso a cuatro para penetrarla y follarla por detrás.

No pudiendo aguantarme, alcancé el bolso y extraje el consolador rojo, ese compañero de mi soledad, que tantos alivios me había dado. Aparté la braguita que cubría mi sexo, y lo inserté entre mis piernas, comencé a frotarlo sobre el clítoris y luego lo deslicé adentro de mi vagina jugando con el enajenada de gusto, en un mete y saca convulso, con la boca abierta y relamiéndome los labios con la lengua. Carla había hecho lo propio y también estaba chupando su propio dildo de vinilo y jugando con el dentro de su vagina.

Fredy, nos miraba complacido, mal disimulando una notable erección, regodeándose de lo que veía y feliz por su acertada diversión.

La pareja adoptó una última posición, ella se recostó en el sofá con el culo en el extremo y él arrodillado sobre ella la penetraba ferozmente a lo misionero. Al poco, ella parecía que se venía y el hombre sin sacar su verga siguió golpeando el sexo de la chica hasta que dio un gruñido y se estremeció de gusto, eyaculando dentro de ella. Luego, sacó su polla aún dura e impregnada de semen y dejó que ella le diera las últimas chupadas.

Primero me corrí yo y algo después lo hizo Carla, quedándonos extenuadas y con las piernas abiertas y extendidas. Fredy se puso en pie y exclamó:

-Eso ha estado muy bien..!

-De verdad, te ha gustado? –dije yo confundida.

-Habeis estado geniales.

-Huyy! Yo he pasado mucha vergüenza…! –comenté yo tímidamente.

-Quieres subir ahora conmigo…? -propuso Fredy, emocionado.

Hubo un silencio por mi parte, a lo que él insistió:

Qué me dices?

Desconcertada, miré a Carla como pidiéndole ayuda para decidir, ella me guiñó el ojo como asintiendo.

-Creo que no estoy preparada… –Respondí insegura.

-Lo estás, hace meses que estás preparada. –intervino Carla.

-Quizá mañana…a lo mejor! -concedí para salir del paso.

Entonces, Fredy se sentó muy pegado a mí y me susurró al oído.

-Mira Joana....desde que te ví ayer estoy obsesionado por ti. El hecho de venir aquí con Carla es porque deseas entrar en juego y no acabas de decidirte. Entiendo tus primeras dudas, pero conmigo no hace falta que demuestres aprensión por entregarte, sé cual es tu situación y quiero ser el primero. Al final será.....por eso te ruego que no me des más largas. ! –remachó Fredy despidiéndose.

-Es que así de repente se me hace difícil, Fredy! -le dije retirando su mano de mi muslo.

-Mañana a las 11 estaré esperándote en la biblioteca y volvemos a intentarlo, si?

-Vale, vendré mañana a esa hora, pero no te prometo nada.

Se despidió de mí con un cálido beso. Al quedar solas, Carla exhaló un leve gritito de júbilo. Como felicitándome por lo que había conseguido, ya que no era habitual en el club tener una cita el primer día.

-Sería una estupidez por tu parte dejar escapar esta ocasión, Joana.

-Dime Carla, tu has estado alguna vez con él?

-Si, claro. He estado con él varias veces. Es un fenómeno en la cama, ya has visto en el vídeo como las gasta. Me hizo un valioso regalo, pero es difícil de retener, ya que le gusta cambiar de chica. Tú, con tu falso recato, aparte de disfrutar a lo grande con él, le puedes sacar mucho más por conseguirte.

Después, Carla y yo abandonamos el club. Ya en mi casa a solas tumbada en la cama medio desnuda, rebobiné lo que había pasado y no podía describir lo bien que me sentí después de aquello. Sé que lo que hice fue algo totalmente degenerado, no podía creer lo viciosa que pude llegar a ser por un momento. Pensé que si alguna vez Jorge se enterara se sorprendería muchísimo. Creo que le sorprendería más esto que el hecho de que tuviera un amante. Fredy era tan guapo y misterioso….. me mojé mucho al imaginar que me hacía el amor. Y además estaba dispuesto a concederme el capricho que le pidiera, para consentir follar conmigo.

Seguí meditando si Jorge sentía lo mismo o ya no se preocupaba por mí, siempre esclavo de su trabajo y del dinero. Dentro de mí, sentía como si ya tuviera un amante y en realidad lo tenía pero en mi corazón. Carla tenía razón, esto era lo que necesitaba, deseaba dejar de ser la dulce y encantadora ama de casa. Extraje el consolador de mi mesita y acompañaba mis pensamientos con sensuales rozamientos por todo mi cuerpo. Mi corazón me decía que fuera una puta, una zorra, una prostituta y era lo que estaba deseando de verdad; estaba bien tener una buena casa, un coche caro, una vida fácil, pero también necesitaba, -iba a decir amor, pero no es verdad,- lo que me hacía falta era pasión, necesitaba un hombre que me deseara tanto como yo a él, un hombre que me adorase, que me poseyera como yo necesito, un hombre siempre disponible, que tuviera una polla muy dura y apetitosa y que me la metiera muy adentro con frecuencia. Me podía imaginar como sería….!

Incitada por todas estas reflexiones, me fui acalorando, comencé a frotar el consolador por mi cuello, sobre mis pechos, restregándolo voluptuosamente hasta bajar por el vientre y meterlo ansiosamente entre mis labios vaginales. Me llegué a excitar tanto, que acabé retorciéndome en la cama de puro placer, me introduje casi todo el pene de suave vinilo y mientras pensaba en el club, en su lujurioso ambiente y en mi pretendiente Fredy, iba sacudiéndole un movimiento delirante de meter y sacar, que después de unos minutos me produjo un delicioso orgasmo.

Al día siguiente, antes de ir a la cita con Fredy llamé a Carla para rogarle que me acompañara, ya que su presencia me infundía mucho ánimo y para la primera vez lo necesitaba. Ella se había concertado una cita con alguien, de manera que unos minutos antes de las once nos encontramos allí; antes de dejarme sola, me deseó mucho éxito en mi estreno. Busqué a Fredy y lo encontré en la biblioteca, al verme se levantó para saludarme con un beso y me llevó a uno de los saloncitos. Nos sentamos en un pequeño sofá solos por primera vez, me empezó a explicar que las mujeres casadas tenían allí una seguridad especial, ya que antes de recibir alguna proposición de cita, Laura les daba a conocer los detalles del solicitante, para evitar la sorpresa de encontrarse con alguien conocido. Para recibir chicas también se investigaba su identidad previamente. De esta forma se había formado un círculo muy cerrado. Hablamos relajadamente un poco de nosotros, de nuestros gustos y aficiones, de nuestra vida privada e íntima, hasta que me fui encontrando cada vez más cómoda. Entonces, él me abrazó por encima de los hombros, mientras me hablaba acercando su cara a la mía. Me estuvo cortejando un buen rato, tratando de vencer mis últimos reparos, besuqueándome en el cuello y las mejillas. Como yo no le rechazaba, se fue creciendo en sus tocamientos hasta que se dio cuenta de que yo estaba ya bien caldeada y lista para ir a la cama. Agarrándome por ambas manos me dijo:

-Joana...creo que estás ya preparada, vamos a la habitación.

-No...nooo, hoy todavía no porfa!

-Más demoras...!? Mira, te haré un valioso regalo en prueba de mi aprecio por ti, pídeme lo que se te antoje, sin límite de precio. Vamos Joana...no tiene sentido reprimir tus ansias ni un segundo más! -me decía esto mientras me apretujaba un pecho con su mano.

Esta vez no pensaba en rechazar la tentadora oportunidad, realmente lo deseaba, por eso me había presentado con el pelo recogido más arriba de la nuca, para facilitarle mi cuello, un vestido muy sugerente, corto, casi provocativo, de una pieza y color rojo, muy escotado, ceñido al talle, marcando mis redondeces. También había previsto mis prendas interiores como una llamada más a la sensualidad, un tanga negro y sujetador a juego moldeando mis pechos firmes y abundantes.

-Joana...estás preciosa!! muy sexy....si.

Hice un mohín de agradecimiento mirándole fijamente a los ojos.

-Me encanta ese perfume que llevas, hueles a ángel...!

-Ay! a mi me parece que represento al demonio...jajaja!

Antes de enardecernos más, me tomó de la mano y me condujo escaleras arriba hasta la segunda planta. Nos detuvimos delante de una habitación en cuya puerta figuraba el nombre de "Primicia". Fredy sacó su tarjeta, y la pasó por una hendidura electrónica para abrir. Una vez dentro, mi miró complacido, con la satisfacción de haber conseguido algo imposible, accionó el cerrojo de seguridad y nos encontramos parados uno frente a otro en un confortable dormitorio, adornado con un centro de rosas rojas, y un cubo de plata conteniendo una botella de champañ, sobre la mesa. Puso una música ambiental muy apropiada para el momento que íbamos a vivir.

Me sentía deseosa de entregarme a aquel hombre que tanto había porfiado para lograr poseerme. Yo sabía que era una mujer que levantaba el deseo de muchos hombres, lo cual me encantaba, aunque siempre había pasado de todos, pero aquello era distinto, eran unas circunstancias que le añadían un plus de pecado oculto. Con esta premisa y el ambiente de aromas incitantes, las flores, la música, tenía ya ganas de transgredir mi estrecho mundo cotidiano y dejarme llevar por el torrente de lujuria que nos estaba esperando.

Él, se quitó la americana, me abrazó con fuerza por la cintura e hizo que nuestros cuerpos se pegaran, al tiempo que me besaba con su lengua caliente, ocupando y rastreando todo el interior de mi boca. Su lengua empujaba a la mía a un lado, haciendo valer su posición dominadora al allanar mi primer territorio interior y atreverse hasta muy adentro. Le ofrecí mi boca abierta y entregada totalmente, él se separó de mis labios y nos disparamos nuestro aliento como si nuestras bocas fueran lanzallamas. Me tomó la cabeza, sujetándome suavemente con sus manos por entre el cuello y las mejillas, mientras volvía a besarme con pasión. Le correspondí atenazándole por la nuca suavemente. La música de fondo debilitaba el chasquido de nuestros besos arrebatados.

Sus grandes manos descendieron acariciándome la espalda casi desnuda y se posaron sobre mis nalgas sobándolas con deleite. Se hincó de rodillas, introduciendo sus manos debajo del vestido, agarrando y amasándome los glúteos a lo que yo respondía acariciando sus cabellos, enzarzando mis dedos entre ellos, haciendo que apoyara su cara sobre mi vientre. Luego, se levantó, apartó los tirantes de mi vestido deslizándolos por los hombres y me desprendió parte del vestido dejándome el torso al descubierto; la visión de mis apretados pechos convulsos por la excitación dentro del coqueto envoltorio negro de fino tejido de encaje, me pareció que le tenía extasiado. se abalanzó sobre mí, me retiró el sujetador, comenzando a lamer y chuparme los senos, se detuvo en cada unos de mis pezones, deleitándome con su lengua concienzudamente...después de excitarlos un rato se me pararon bien duritos, siguió repasando su lengua por la piel de mi escote, subiendo por mi cuello hasta rebasar mi mentón que temblaba de placer. Me mordisqueaba la cara, el cuello, las orejas, sacó su lengua todo lo que pudo apuntándome con ella recta y extendida sobre mis labios, para que yo la dejara penetrar en mi boca. Alternaba estos besos con ansiosos lamidos sobre mis pechos, parecía que iba a devorarlos, los tenía sujetos y levantados con sus manos, mientras yo apoyaba las mías sobre sus hombros. Su lengua volvió a crecer fuera de su boca, yo se la chupaba repetidamente con mis labios, cual si fuera un pene en erección.

Se aferró con ambas manos a mis senos turgentes por la excitación, me acariciaba con intensa pasión, acompañando sus manoseos con ardorosos lametones y besos en mis pechos y mi cuello, ofreciéndome continuamente su lengua extendida fuera de su boca, para que yo la saboreara con interminables chupadas. Sin pausa, se puso a succionar mis pezones, con verdadera gula. Toda su lascivia se estaba volcando en mis exuberantes pechos, yo me inclinaba hacía atrás para facilitarle el acceso a ellos, mientras gemía todo el tiempo presa de alta calentura, mirándole desafiante, lasciva y con la boca entreabierta. El embestía con su cara sobre mis tetas, de forma intermitente, me hacía temer que iba a romperlas.

Le saqué la camisa precipitadamente, le acaricié el torso ansiosamente, fulminándole con mi mirada cargada de deseo. Después de comerme las tetas a conciencia, volvió a besarme, le gustaba darme su lengua, yo la lamía y con mis labios jalaba de ella para extraerla de su boca, pero esta vez nuestros labios quemaban, el roce se convirtió en mordiscos suaves, que yo inicié para demostrarle lo excitada que me tenía.

Pero Fredy era un hombre experto, quería ponerme más arrecha todavía. Metió su mano por debajo de mi vestido, sus dedos apartaron mi tanga, para tocar suavemente con sus yemas la flor de mi vulva entreabierta y palpitante. Mi concha, recién depilada para la ocasión, acogió sus primeras caricias manuales con el mayor gusto. Le respondí con el cuerpo agitado, retorciéndomecon desmedido calor, lanzando sonoros suspiros.

-Oh! Ooooh! Joana….! -rugió Fredy.

-Aaahh!

Huuu….te deseo…Fredy!

Él sacó la mano de mi sexo y me puso el dedo impregnado de mis jugos entre los labios, para que pudiera yo chuparlo con incontenible fruición. Luego, muy acalorado, me saboreó una vez mas los pechos, embelesado, mientras yo se los ofrecía levantando mi busto hacia su cara.

Me tomó por el talle y me recostó sobre el borde de la cama, para arrancarme el vestido hasta los pies, dejándolo caer en el suelo, sin desprenderme del tanga. Se inclinó sobre mi sexo, hundió la cabeza en él, apartó la diminuta tanga, comenzando a lamerme el coño con la punta de su lengua. Me hizo revolcarme de gusto, mientras yo metía dos de mis dedos en mi boca, los chupaba y los mordía para calmar mi gusto. Me revolvía convulsivamente, con gemidos rítmicos al sentir el contacto de su lengua directamente sobre el clítoris.

-Ah! Oh!....aah! oooh!

Después de unos minutos de acertado chupeteo, del ir y venir de su lengua magistralmente por el punto más sensible de mi sexo, me llevó al éxtasis del placer por primera vez.

Después de mi orgasmo, con más dominio sobre mi misma, me incorporé sentándome en el extremo de la cama, le bajé los pantalones y la ropa interior. Él, se quitó el calzado, dejando su cuerpo totalmente desnudo, era más bien delgado, pero proporcionado y bien dotado.

Se quedó parado frente a mí, le acaricié las piernas de abajo hacia arriba hasta llegar a las nalgas, donde detuve mis manos sobre ellas, abrazándome a él con mi cara pegada a su bajo vientre, mientras Fredy me sostenía por los pechos. Bajé mi cara, tomé su verga dura y tiesa como un palo con una mano y la dirigí a mi boca hambrienta. Su pene era perfecto en todo su esplendor, ligeramente curvado, rígido y caliente, su glande rosado e hinchado como un capullo a punto de estallar.. Comencé a pajeárselo suavemente con la mano mientras le chupaba con codicia la cabezota, mis succiones se tornaron cada vez más frenéticas, viendo como su falo crecía y se inflaba cada vez más. Luego, descendí con mi boca hasta sus huevos, chupándolos y sorbiéndolos dentro de mi boca. Mientras le prodigaba está placentera maniobra, noté como su cuerpo se estremecía y como súbitamente su polla comenzó a expulsar varias chorretadas de leche espesa y tibia sobre mi cara y cuello, pringándome involuntariamente.

-Ooohh! -exclamé.

-Perdona Joana.....lo haces tan bien que no he podido resistirlo! -se disculpó acariciándome la cabeza.

Me liberé para limpiarme la cara con un pañuelito y darle una última mamada para eliminar un hilo de semen que fluía de su pene.

Pronto me demostró que aquello no había hecho más que empezar, Fredy era un fenómeno extraordinariamente potente y ya estaba listo para seguir.

Me recostó sobre la cama, apoyando mi culo sobre el extremo de la misma, me abrió las piernas en compás, se acopló a mí apuntando con su enorme tranca sobre mi sexo. Su tamaño era bien grande, casi temí que no pudiera meterme tal instrumento en mi cuevita, pero ésta estaba tan bien lubricada y con tantas ganas que se hubiera tragado sin problema hasta el sexo de un caballo. Me la introdujo suavemente hasta el fondo de mi vagina, fue delicioso como la deslizó toda dentro, lentamente, disfrutando de la penetración, haciendo que me mordiera los labios de placer, y sentir fuertemente como el hombre estaba dentro de mí, llenándome con su pieza de carne ardiente. Hurgaba con su verga en el fondo de mi vagina, comenzó a sacudirme empujones furiosos, entrando y saliendo en mi concha, mientras yo le ofrecía el mejor blanco, doblando mis piernas y enlazándolas alrededor de su cintura. Me la clavaba como un estilete, haciéndome gritar de gusto cada vez.

Después de varios minutos así, sacó su tallo de mi coño, se recostó boca arriba en la cama y me colocó sentada de espaldas sobre él, clavándome su pene en esa posición. Mi cuerpo subía y bajaba al ritmo de sus furiosos puyazos, como si estuviera cabalgando a un potro salvaje, ayudando a mis movimientos con sus manos agarradas a mi cintura. Mis tetas se balanceaban en el aire a la par que me movía.

Todavía extrajo su polla de mi cuca y me puso a cuatro sobre la cama, mientras él arrodillado detrás de mí me penetró una vez más y comenzó a follarme vivazmente, como si fuera su perrita, dándome vigorosas embestidas sobre su sexo y haciendo que mis tetas se bambolearan por el efecto de los achuchones que me daba. Él se incorporó ligeramente, sin dejar de estar penetrado para ajustar mejor la inserción de su pija, llegando a golpear con sus huevos sobre mi vulva a cada movimiento. En pocos minutos, sentí como su cuerpo se tensaba , su pene acusó unos latidos y dejaba su descarga dentro de mí, esta vez. Su polla aún se mantuvo dura y gruesa, intentó sacarla y al rozar la entrada de mi vagina, mi goce se hizo más intenso y una sensación como de corriente nerviosa invadió mi cuerpo, sentí unas ligeras convulsiones, me estaba corriendo deliciosamente otra vez.

Había transcurrido casi una hora, seguimos aún unos minutos, recostados juntos para reposar y recrearnos en las emociones que acabábamos de vivir, mientras mantuvimos una breve conversación.

-Me tienes impresionado, eres la mejor mujer que he tenido en la cama, Joana...! -dijo abrazándome.

-Te confieso que he disfrutado mucho estos momentos...! mi vida ha cambiado desde ya. -contesté.

-Lo que tu necesitas es esto, te lo noté desde la primera vez que te vi esa cara de insatisfecha. Sabía que eras una auténtica hembra encelada y desatendida.

-Yo te puedo dar todo lo que te hace falta, Joana...!!

-Mira Fredy......yo no quiero tener un amante, ni sentirme obligada, aunque me has hecho muy feliz.

-Te entiendo. Siendo así, lo mejor es que pruebes con algún otro hombre del club para afirmar tus ideas.

-Si, lo haré, antes de decidir como llevar mi nueva vida.

Fredy, se apretó a mí y me beso la mejilla.

-Eres maravillosa, Joana...!! por suerte para mí, tu marido está ciego.

Se levantó de la cama y sirvió dos copas del espumoso que había a nuestra disposición. Brindamos por nosotros, acarició mis pechos, derramando un breve chorrito de champaña sobre ellos y comenzó a chuparlos y saborearlos con avidez. Luego, hice yo lo mismo sobre su verga disfrutando de ricas succiones que sabían a champaña y a macho. Después de estos contactos tan incitantes, se tumbó pegado a mí, de forma que el contacto de nuestra piel terminó de incendiarnos. De nuevo sentí como arrastraba la dureza de su polla sobre mis muslos, desplazó su cuerpo sobre el mío, me besó largamente en la boca y casi sin darme cuenta noté que me había insertado la cabecita en el coño, abrí las piernas, su capullo jugaba a restregarse sobre mi botón del placer, y luego noté su empuje apartando mis labios y como se hundía en mi sexo de forma implacable. Gozamos por largo tiempo del acto que todavía nos faltaba, cada vez más rabiosamente, hasta que mis uñas se clavaron en su espalda y mis labios fueron objeto de sus crueles mordiscos. Me hizo ver las estrellas de gusto, con un trabajo perfecto que me hizo correrme un poco antes que él.

Después de ese día, mi vida fue una aventura constante, ya que estuve en los brazos de varios hombres, a cada cual más fogoso y entregado y pasando un tanto de mi atareado esposo.

Gracias a Carla, una verdadera amiga.

Autora: Aphrodita

Sugarcane.sp4@hotmail.

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