JHAMAL, mi hermano negro 3
Al cabo del tiempo se vuelven a encontrar y realizan una sesión de sexo bestial
Este relato se lo dedico a Albany, Mr.robbie y a T.P.manchego, mis fieles comentaristas.
JHAMAL, mi hermano negro
3
Cuando abrí la puerta la sangre me abandonó la cabeza y tuve un vahído al ver lo que tenía delante.
Por supuesto que era Jaime, pero con 12 años más (ya había cumplido los treinta), estaba más guapo de lo que recordaba porque su cara había adelgazado y se había encajado en los huesos ya formados dándole una aire atractívamente canalla, una pequeña bolita de oro iluminaba sus oreja izquierda, llevaba la cabeza rapada y se había dejado una corta barba negra que le cubría el labio inferior y la barbilla. Con una rápida mirada vi que llevaba una chaqueta de lino azul marino, una camisa blanca abierta en tres botones que se ajustaba a sus abdominales sin ápice de grasa y unos pantalones casi blancos que se ceñían a sus caderas marcando sus genitales y su rabo que caía sobre su ingle derecha en un segundo pensé que no llevaba calzoncillos (me equivoqué). Me sonrió dejando al aire su maravillosa dentadura banca sobre su piel negra y sus labios carnosos.
Cuando se fue caí en una gran depresión y lo único que me consolaba era introducirme el "plug" en el ano y tirarme en la cama pensando que era mi chico el que estaba dentro de mi. De mi estado de depresión que duro algunos meses, pasé a un estado de euforia sexual que hizo que bajara a los infiernos. Busqué sexo donde me lo dieran, locales que parecían laberintos llenos de hombres hambrientos de sexo, locales con habitaciones oscuras donde te follaban sin identidad, discotecas en donde te te quitabas la ropa hasta que algún tío se arrimaba a ti y después de restregar su cuerpo sudoroso al tuyo te invitaba a ir a un reservado o una cabina y hacer sexo entre dos o entre tres.
Comencé a notar que la locura hacía mella en mí, pero no fue hasta que mi madre me llamó la atención, me dijo que quería hablar conmigo y me puso las pilas como sólo ellas saben hacer. Estaba al tanto (más o menos) de mi vida y me llamó al orden.
A partir de aquel momento me dediqué a la gimnasia y me matriculé en Turismo. No abandoné mis escarceos sexuales ni el vicio de dormir con el "plug".
Dediqué más tiempo de lo normal a la buena forma física adquiriendo un cuerpo perfecto, dejé crecer el pelo hasta que me llegó a cubrir el cuello, me depilé con láser menos las axilas y el pubis en honor a Jhamal. Tenía un éxito tremendo tanto en chicas como en chicos, pero eran estos últimos eran los que se llevaban el placer sexual (pobres chicas), perdonadme pero no tenéis el órgano que me proporciona placer.
Terminé mis estudios y conseguí trabajo como coordinador de eventos en uno de los mejores hoteles de la Costa del Sol. Ese puesto también me proporcionó momentos excepcionales con personas tan diversas como el jefe de una delegación rusa (un animal sexual que no se saciaba), un representante de un jeque (un joven que quería ser una doncella de un harén), y un sin fin de hombres a los que encandilaba con mi buen estado físico y mis buenos modales. En este trabajo no me han faltado futuros novios que, con la disculpa de volver a ver las instalaciones, lo que realmente querían era una noche loca con un hombre, o padres de novias que después de invitarme a cenar o a unas copas acababan en mi cama dándome por el culo como posesos.
Había rehecho mi vida poco a poco hasta que el cabrón de Jhamal me invitó a su página de facebook.
Pasé horas sin saber si contestar o no, pero al final me decidí y pulse la opción de aceptar.
Después de ir al gimnasio para activar mi musculatura, fui al salón de belleza para que me arreglaran el pelo, me dieran un repaso con láser y me pusieran en forma con un masaje, luego fui a casa y me lavé por fuera y por dentro porque sabía que en esa cita habría sexo. Después de estar horas decidiendo qué ponerme, deseche los suspensorios, me decidí por una raída camiseta blanca de tirantes, un pantalón ancho de chándal cortado a la altura de la rodilla y unas chanclas de una marca americana dedicada al surf. En fin, un pibonazo. Coloqué el "plug" en la mesilla de noche como si fuera un ídolo para que Jhamal lo viera al entrar a la habitación.
... Y allí estaba el cabrón, guapo a rabiar, con su sonrisa como si no hubiera roto un plato en su vida y yo mirándole como un gilipollas. Al final reaccioné y le invité a pasar. La ráfaga de su olor que dejó al pasar entró en mi nariz como un chute de popper.
Aquel hombre acabaría conmigo. Tenía un poder sobre mi que me daba miedo... y pasión... y excitación... y...
Cerré la puerta y al darme la vuelta lo encontré junto a mi.
- No me vas a dar ni un abrazo?
Me salió el tono chulesco: - No se si te lo mereces.
Se acercó a mi, apretó su cuerpo al mío y me rozó los labios con los suyos. Aquello obtuvo la reacción que el sabía y yo esperaba. Volvió a acariciarme con sus labios y yo abrí la boca para que su rosada y húmeda lengua entrara en mi. Me apretó el culo para que mi polla (ya morcillona) entrara en contacto con la suya.
Me retiré para respirar. -Espera... espera un momento... Vamos a tomar algo antes...
Me sonrió y asintió con la cabeza.
Le enseñé el apartamento para que supiera dónde estaba cada cosa, se notaba a la legua que allí vivía un gay porque las paredes contenían cuadros y fotografías que me delataban, al igual que los objetos que descansaban en los muebles y la librería. Al entrar en el dormitorio recorrió con la mirada la habitación hasta fijarse en su regalo, se detuvo unos instantes pero no dijo nada, luego salimos y nos dirigimos al salón.
Preparé dos bebidas y nos sentamos en el sofá. Nos miramos fijamente y sin hablar me cogió del cuello y acercó mi cara a la suya - He esperado tanto tiempo este momento- me dijo y sin más me morreó... y yo me dejé hacer por el hombre de mi vida.
Mientras nos lamíamos las lenguas y nos mordíamos los labios, nos acariciábamos y le fui desabotonando la camisa para poder tocarle su piel sedosa que ocultaba unos músculos endurecidos. Mientras le quitaba la camisa el me acariciaba los muslos e iba introduciendo su mano bajo la pernera buscando mis testículos. Yo abrí las piernas para que lograra su meta y yo le bajé la cremallera para encontrar la mía a través de la bragueta del bóxer de tela que encontré bajo el pantalón.
Yo estaba empalmado a tope, pero mi negro tenía su verga dura, caliente y palpitante, y al notar mi mano se estremeció y gimió mientras le descapullaba. Y yo gemí mientras notaba como un dedo suyo había llegado a mi ojete y me lo masajeaba. El calor corporal comenzó a hacer estragos y rompimos a sudar a mordernos a morrearnos con más pasión hasta que le dije que fuéramos al dormitorio.
Me quitó la camiseta y me lamió los rubios sobacos y luego me bajó las bermudas.
- Es tu turno- me dijo. le desabroché el pantalón dejándolo caer al suelo y dejándole sólo con el bóxer blanco del que pugnaba por salir su bicha, metí la mano por la bragueta para darle libertad y me agaché para descapullarla del todo y lamer ese glande oscuro, fruto de mi pasión desde hacía años. Una vez me hube saciado de su jugo, le bajé el calzoncillo para disfrutar por completo de todo su fruto. Le lamí y mordí su escroto, los gemidos de placer indicaban su consentimiento para continuar por lo que continué por todo el tronco negro y nervudo hasta llegar a la cúspide que se hinchaba cada vez más debido a la excitación y al masaje que le daba. Bajé toda la piel que le rodeaba y le lamí lentamente todo el jugo que derramaba hasta que me lo metí en la boca y comencé la mamada. Mi hombre gemía y se retorcía de placer hasta que en un momento en el que creí que se iba a correr, me alzó y me tumbó en la cama boca abajo, me alzó el vientre y jugó con su lengua en mi ano.
No se bien como lo hizo pero en una mano tenía el "plug" y en la otra el frasco de gel que yo tenía guardado en el cajón de la mesilla. Le verdad es que me daba igual como lo había hecho porque estaba tan salido que lo único que quería era que jugara conmigo. Cuando mis labios anales se cerraron en torno a la zona más gruesa de la peonza, emití un gemido agudo de placer. Jhamal supo el placer que recibía y jugó a meter y sacar el juguete para que yo disfrutara con su juego.
Me puso boca arriba, me miró, volvió a besarme, me alzó las piernas y puso la cabeza de su boa negra en la entrada dilatada de mi culo. Entonces me oí decir: -Se un macho... hazme daño...muérdeme... y... fóllame a lo bestia
Fijó su mirada en mi, su expresión había cambiado, sus ojos se transformaron en los de un animal ancestro y la pantera negra que llevaba dentro acudió en su ayuda. Me mordió el cuello hasta que grite de dolor/placer, hizo lo mismo con mi hombro y luego con mis labios para luego lamer la sangre mientras su gran polla entraba en mi interior. El placer de sus lamidas y de su penetración hacía que me revolcara y casi gritara: - Jódeme... jódeme... hazme daño... se una bestia... Te quiero... te quiero... Y mientras, mi macho me follaba como un animal mientras me agarraba los brazos y me mordía el vello de los sobacos, me abrazaba como si fuera una presa a punto de escapar y me volvía a morder y a lamer y a joder... a joder... a joder...
El placer de notar su tranca entrar y salir era total, pero en el momento en el que hizo un movimiento maestro y toco mi punto mágico, me vacié gimiendo/gritando y contorsionando mi cuerpo en espasmos de placer. La presión de mi esfínter en su pollón hizo que se corriera en mi interior, su maravilloso cuerpo se tensó haciendo que su musculatura se definiera, que las venas de su cuello y su frente se hincharan y con un rugido que recorrió toda la habitación se corrió como el animal que llevaba dentro. Los trallazos de lefa se dilataron en el tiempo hasta que vació sus cojones. Luego se desplomó sobre mi y me encontré lamiendo el sudor de su cuello, como si fuera una hembra agradeciendo el apareamiento de su macho.
En los días que siguieron, jodimos como si la vida se nos fuera por la polla. Le dije que se viniera a vivir conmigo ya que la pensión que le daba a su exmujer le dejaba con dinero escaso. Me dijo que necesitaba libertad sexual a lo que le respondí que no había problema, que incluso podríamos salir de caza juntos y que si se terciaba podríamos hacerlo a tres bandas.
Que putón estás hecho- Me dijo.
He tenido un gran maestro- Le respondí.