Jet Set (3)
Un rato más tarde estaba desayunando...
Un rato más tarde estaba desayunando, un camarero le servía y Lorena lo supervisaba de pie con las manos detrás, se miraban y sonreían. Cuando acabó salió para embarcar en la lancha, Lorena estaba a su lado.
LORENA: Que pases un buen día, no hagas muchas tonterías.
SANDRO: No creo que me queden muchas fuerzas para eso.
Se despidieron mirándose a los ojos. Sandro pasó por la recepción del hotel, se sentó en un sillón leyendo la prensa, miraba disimuladamente a Helen que ya se había dado cuenta que había entrado hacía un rato, ella disimulaba haciendo su trabajo, pensaba que coño hacía aquel hombre allí tapándose con el diario mirándola, lo veía guapo y sabía que era muy rico, tan rico que tenía muy claro que ella no pintaba nada en su vida, también había oído conversaciones de chicas en recepción, estaba claro que el tipo era un playboy, un mujeriego, ella no quería ser una más en la lista de tías folladas de ningún hombre. Sandro no tenía claro por dónde entrarle a aquella chica, al no aceptarle el sobre de dinero le demostró tener una integridad que le sorprendió, él estaba acostumbrado que no le pusieran ninguna pega para salir y acostarse con una mujer, al revés, les veía en los ojos que les atraía y con cuatro palabritas bien dichas se las llevaba donde quería, pero Helen, cuando se miraron a los ojos no le vio ninguna señal de gustarle, más bien que pasaba de él. Lo que Sandro no sabía es que precisamente por eso le atraía tanto.
Dejó el diario encima de la mesa y se levantó con decisión de hablar con ella. Helen vio que se levantaba y se dirigía donde estaba ella.
SANDRO: Buenos días.
HELEN: Buenos días señor, en que puedo ayudarle.
SANDRO: No sé si te acuerdas de mí.
Helen se acordaba perfectamente de todo.
HELEN: No señor, no me acuerdo, perdone.
SANDRO: Fue a quien le rechazaste un sobre con una buena propina.
HELEN: Ah, sí, ¿puedo ayudarle en algo?
SANDRO: Si no tienes ningún compromiso, me gustaría invitarte a cenar cuando quieras.
HELEN: Lo siento señor, tengo novio.
SANDRO: Pues entonces perdona, he sido muy atrevido.
Se alejaba, Helen pensaba que se lo había quitado de encima cuando Sandro dio media vuelta, se acercó de nuevo hablándole muy de cerca.
SANDRO: No es verdad que tengas novio, lo que pasa es que no estás interesada en salir conmigo, ¿acierto?
Helen sonrió bajando la cabeza, lo había intentado pero no se lo creyó. Sandro se fue pensando que tendría que buscar otra manera de acercarse a ella.
Llamó a su amigo y quedaron para comer, paseó mirando algunas tiendas por el centro, compró alguna cosa y fue al restaurante donde habían quedado. El amigo lo esperaba en una mesa llena de gente, dos amigas llamaron su atención para que se sentara en medio de ellas, los conocía a todos, repartió besos y abrazos a todos los presentes sentándose con las chicas, habían quedado allí para luego hacer una fiesta en la casa de Adriano.
Se subió con él en el coche una de las chicas para que la llevara a la casa de Adriano y mientras conducía.
CHICA: Que coches tan bonitos conduces siempre, hace mucho tiempo que no me llamas para salir algún día.
SANDRO: He estado muy ocupado últimamente.
CHICA: Siempre nos lo henos pasado bien cuando hemos salido.
El recordaba los revolcones que se habían pegado juntos.
SANDRO: En eso tienes razón.
CHICA: Prométeme que me llamarás a mí antes que a cualquier otra que te lo pida esta tarde.
Sandro la miró dándole a entender que llamaría a quién le diera la gana, ella le sonrió.
En la piscina de la casa de Adriano había montada una buena fiesta, unos bailaban, otros se bañaban, se sentó al lado de su amigo, varias chicas les fueron a hacer compañía. Tomaban una copa, hablaban y reían, la chica que tenía a su izquierda.
CHICA: ¿Cuándo saldremos y me lo harás pasar también como la última vez?
SANDRO: Espero que pronto, es verdad que nos lo pasamos bien.
Sandro pensó cuando fue, como olvidarse, en una fiesta donde había mucha gente mayor que él, se estaba aburriendo y pensaba en el momento de largarse de allí cuando la vio, ya habían salido algunas veces y la conocía, ella estaba tan aburrida como él y al verlo se le tiró al cuello de la alegría. Se pusieron en un rincón a hablar, al poco rato se estaban besando y él metiéndole la mano por debajo del vestido acariciándole el coño por dentro de las braguitas. Cuando se fueron a despedir del anfitrión, él le dio la mano y cuando se alejó vio que el tío se la ponía en la nariz oliéndosela, debía de estar oliendo el coño de su acompañante que hacía un momento se lo había estado sobando a base de bien.
Se fueron de la fiesta agarrados de la mano, entraron en el coche que Sandro tenía en ese momento, un Ferrari, se besaron, le apartó la tela del vestido que le tapaba las tetas y se tiró a comérselas, ella le acariciaba la cabeza, una mano se coló por debajo del vestido apartándole la braguita pasándole dos dedos por encima del coño, ella se mojaba por momentos gimiendo, con una mano le apretaba en el paquete a Sandro, sonó un mensaje del móvil, lo sacó del bolsillo y era Adriano diciéndole que estaba en una gran fiesta en un local de la ciudad, se lo enseñó a su acompañante y decidieron ir, salió de allí con un acelerón a toda ostia.
En la fiesta, bailaron, bebieron mucho y se sobaron, llevaban el calentón desde las caricias del coche. Acabaron borrachos en un hotel, follaron con ella sentada en un mueble bajo y él delante, empotrándola a cuatro patas con ella apoyada en un sillón, para finalizar la “fiesta” cuando más calientes estaban salieron a la terraza, follaban con medio cuerpo de ella fuera del balcón sujetándose rodeando la barandilla con sus brazos, él agarrándole una pierna con cada brazo bombeaba como un animal, gritaban como locos del placer, se corrieron que debió de enterarse toda la ciudad de los gritos que pegaban.
Mientras le daba un sorbo a la copa la otra chica que tenía a la derecha le dio un beso en la cara.
CHICA: ¿Qué te parece si buscamos un sitio tranquilo y me follas un rato?, estoy caliente desde que te he visto.
Sandro le dio un piquito disculpándose, al momento fue la otra chica que lo vio que también le pidió uno, acabó repartiendo morreos a derecha e izquierda con ellas cada vez más encima de él, lo estaban calentando, su amigo pensó que esa tarde acabaría en la cama con las dos, ya lo había visto más de una vez en esa situación y sabía cómo acabaría la cosa. Pero Sandro ya estaba satisfecho por el sexo de las últimas horas, se levantó y dándole un último trago a la copa se despidió de Adriano y todas las acompañantes.
Disfrutó conduciendo por las curvas, cuando atravesaba la ciudad pensó que era muy pronto para volver al barco, se desvió para ir a un local de moda cerca del mar. Saludó al propietario y entró, echó un vistazo al interior y la vio, Lady estaba sentada en la barra tomándose un bloody mary, se acercó, ella lo vio llegar sonriéndole y se sentó a su lado.
SANDRO: Hola guapa.
LADY: ¿Qué tal?, que casualidad que coincidamos otra vez. Gracias por el regalito, me hiciste reír mucho cuando abrí el paquete y vi que eran bragas con la nota, “Espero que no te falten bragas para la próxima vez que nos veamos”
SANDRO: ¿Y te faltan o no?
Lady se abrió discretamente la raja del vestido que tenía por delante enseñándole uno de los modelitos que le compró.
Sandro le pidió un buen escocés al camarero y se las miró.
SANDRO: Me gustan más las braguitas puestas que verlas en los aparadores, ¿esperas a alguien?
LADY: Ya sabes lo que espero, ¿dos mil?
SANDRO: ¿Tienes alguna tarifa solo para hablar un rato?
Lady le miró con sus ojos oscuros y le acarició la cara.
LADY: Cobro por el tiempo, da igual follar que hablar o jugar a la comba, pero por ser tú no te voy a cobrar porque me hagas compañía.
SANDRO: Muchas gracias señorita, es usted muy amable.
LADY: No creas, lo hago por mí, tú eres un tío conocido, si me ven contigo pensaran que valgo la pena y me pagaran más.
SANDRO: Joder con los putos negocios.
Rieron, estuvieron hablando y riendo un buen rato. A Sandro le gustaba, una chica que se dedicaba a lo que se dedicaba, y a la vez la veía muy sincera, inteligente y cultivada culturalmente, podían hablar de cualquier tema. La noche avanzaba y se hacía tarde.
SANDRO: Creo que ya es la hora de largarme, siento haberte hecho perder el tiempo hablando conmigo, sé que debes de haber perdido algún cliente por mi culpa, si quieres te puedo compensar con algo.
LADY: No te preocupes, habrá valido la pena.
Lady le dio un beso en los labios agarrándole la nuca y Sandro se fue.
Cuando llegó al barco, Lorena lo estaba esperando, ella era la responsable de recibir a los propietarios y mantenerse a su lado por si necesitaban cualquier cosa, como el padre no estaba Sandro era el “jefe” en ese momento. Según lo que le pedían lo hacía ella al momento, si era comida o algo complicado hablaba con el cocinero o la persona adecuada para conseguírselo, cuantas veces había tenido que enviar a un marinero a comprar ostras o cualquier otro antojo que le había pedido Carlo, ella casi no salía del barco, no tenía familia.
Carlo la conoció cuando hacía de azafata en las grandes ferias comerciales, quedó tan sorprendido de la capacidad que tenía para conseguirle lo que deseaba que le ofreció un empleo, el padre de Sandro siempre la trató bien y con respeto.
Ella era feliz con aquel trabajo, le pagaban bien como persona de confianza de la familia, tenía comida y cama gratis, ¿que más quería? A Sandro lo conoció al poco de empezar a trabajar para la familia, el primer día se miraron a los ojos y supo que era un hombre especial, no tardaron mucho tiempo en liarse, sabía perfectamente la vida de Sandro, que era un mujeriego y le gustaba tirarse a todo lo que se movía que tuviera una cierta clase, no le importaba, se sentía en un papel entre medio de una madre y una amante, él era muy cariñoso con ella, follaba muy bien y era divertido.
Lorena lo conocía bien, Sandro tenía una parte muy romántica y era muy buena persona, prefería fastidiarse él en algunas ocasiones que hacerle daño a alguien, la gente solo le veía la parte material, que era un tío con mucho dinero que conducía coches que giraban las miradas y que hacía lo que quería, a muchos les caía mal o le trataban de pijo idiota por qué no lo conocían y por pura envidia, tenía la suerte de poder vivir como vivía, hacer lo que hacía sin molestar a nadie, trabajando con su padre era responsable, pero fuera de allí no había nada que lo atara, era un tío libre.
Caminaron tranquilamente, él con una bolsita en la mano de la compra de aquella tarde.
LORENA: Ha llamado tú padre que se retrasará un par de días más, parece que está ocupado.
SANDRO: Ya sé yo en lo que está ocupado.
Lorena sonreía, conocía las escapadas de Carlo con sus “amigas” de vez en cuando. Llegaron al camarote de Sandro, él entró y Lorena se quedó fuera en el pasillo con las manos en la espalda, era parte de su trabajo, cuando le decían que ya no necesitan nada de ella se iba dejándolos en la intimidad. Sonreía sabiendo que se estaba comportando de manera muy profesional con Sandro, normalmente no era así.
Sandro la agarró por la camisa estirando de ella metiéndola dentro de su camarote, los dos rieron, se abrazaron y besaron, la giró, le quitó el pañuelo que le cubría el cuello como parte de su uniforme, le desabrochó y quitó la camisa, Lorena sonreía, le quitó el sujetador y la puso delante de un espejo para que se viera desnuda de mitad de cuerpo para arriba, metió la mano en la bolsa y sacó un estuche que colocó encima de una mesa, lo abrió y cogió con las dos manos un collar muy fino de oro y pequeños brillantes, lo pasó por delante de ella y se lo puso en el cuello, Lorena abría la boca emocionada mirándolo por el espejo como le quedaba.
LORENA: Sandro cariño, no tienes por qué comprarme estás cosas.
SANDRO: Claro que tengo que hacerlo, eres la persona que mejor me cuidas, ¿a quién le tengo que hacer estos regalos?
LORENA: A tú novia cuando la tengas.
Se miraron por el reflejo del espejo y explotaron en una carcajada los dos.
LORENA: ¿Has cenado?
SANDRO: No, pide algo para los dos y cenamos en el camarote.
Lorena llamó al cocinero para que le preparara la cena a Sandro, no le podía decir que ella también cenaría con él, de cara al resto de la tripulación tenía que guardar las apariencias, le pidió langosta y marisco de sobras para los dos, se volvió a vestir y fue a buscar la cena, cuando se fue el cocinero cogió otra copa para acompañarlo con el champagne, bajó la bandeja al camarote y cenaron los dos cara a cara, ella se quitó otra vez el pañuelo de cuello para que se le pudiera ver el regalo de Sandro.
SANDRO: Pues si mañana el “jefe” tampoco va estar, te doy el día libre.
Lorena reía.
LORENA: ¿Y para que quiero yo un día libre Sandro?, si no sabría ni que hacer.
SANDRO: ¡Ah!, pues si no sabes que hacer te tendré que acompañar y organizártelo yo.
LORENA: ¡Sinvergüenza!, si querías que fuera contigo, ¿por qué no me lo has pedido directamente?
SANDRO: Por la emoción de saber si picarías respondiéndome como lo has hecho.
LORENA: Y si lo llego a aceptar y me hubiera espabilado por mi cuenta.
SANDRO: Esa era la emoción.
Lorena giraba la cara de lado a lado con paciencia. Cenaron y se acabaron el champagne, Sandro la desnudó dejándole solo el collar, se metieron en la cama y se abrazaron.
SANDRO: Si me llegas a decir que ibas a aprovechar el día que te doy de fiesta para tus cosas sin mí, te lo quito y no te dejo desembarcar.
LORENA: Que golfo eres.
Sandro bajó la mano por su espalda agarrándole el culo, Lorena le acarició la cara y se durmieron.
Al día siguiente Lorena se puso una falda larga hasta los pies y una camiseta de tirantes con un cinturón ancho, no se quitó el collar que le regaló Sandro. Los llevaron hasta el puerto y desayunaron juntos en una terraza.
Se subieron al coche y Sandro salió de la ciudad conduciendo por las curvas que bordeaban la costa.
LORENA: Es la primera vez que subo en este coche, es bonito.
SANDRO: Tú sí que eres bonita.
Lorena reía y le acariciaba la nuca a Sandro mientras conducía con una sonrisa. La llevó a visitar dos pueblecitos, pasearon cogidos de la mano o agarrados, ella se compró algunas piezas de ropa y acabaron comiendo en un bonito restaurante.
Estaban comiendo y Lorena parecía estar más seria de lo que debería estar en un día como aquel, Sandro se dio cuenta.
SANDRO: ¿Estás bien?
Le miró a los ojos dejando de comer.
LORENA: No sé si esta manera de comportarnos nos traerá problemas en un futuro, eso me preocupa.
SANDRO: ¿A qué manera te refieres exactamente?
Lorena respiró profundo y se puso más seria.
LORENA: Estar tanto tiempo juntos, acostarnos cada noche, pasear como hemos paseado.
SANDRO: ¿Tienes algún problema con eso?
Lorena se alteró.
LORENA: Que parecemos novios hostias, y no lo somos ni lo seremos nunca, no quiero que nos afecte.
SANDRO: Puede que no seamos novios pero yo te quiero mucho.
LORENA: Ya lo sé, ¿por qué te crees que te lo digo?, yo también te quiero, pero algún día te enamoraras de alguien, dejarás de hacer la abeja pasando de flor en flor, y entonces ¿qué?
Sandro le prestó toda la atención, no se había parado a pensar en algo así, hasta ese momento nunca se había planteado el tener una pareja estable, pero desde que conoció a Helen empezaba a pensarlo, Helen lo había atraído mucho, parecía tan recta, con principios, estaba convencido que era una persona en la que se podría confiar, conocía la vida de sus amigas, de las chicas con las que se codeaba y no eran de fiar, una mujer que trabajaba para vivir y responsable en su trabajo tenía que ser de otra manera.
SANDRO: No sé la respuesta Lorena.
LORENA: Supongo que no esperarás acostarte con las dos.
Sandro levantó una ceja sonriendo.
LORENA: Que golfo eres.
Rieron y siguieron comiendo.
Lorena hacía tiempo que pensaba en esa situación, tenía la idea de que era su amante, se querían, pero de una manera diferente a como se querría una pareja con la que tuviera hijos y formara una familia. Si llegara ese caso no estaba segura de poder seguir con él, la idea de que él le pusiera los cuernos a su mujer con ella no le gustaba.
LORENA: ¿Nunca has pensado al conocer alguna chica que te gustaría ir con ella en serio, ser pareja estable?
SANDRO: Con las que suelo ir no, pero hay una que me tiene intrigado, es la única que le propuse para salir y me envió a la mierda.
LORENA: Claro, y ahora lo tienes como un reto.
SANDRO: Puede que sea algo más que eso, es guapa, esos ojos cuando te miran, en fin, no sé, es diferente.
LORENA: ¿Dónde la conociste?
SANDRO: Es recepcionista de un hotel.
LORENA: ¡Recepcionista!
SANDRO: Lo has dicho como si fuera algo malo, es educada, culta, habla varios idiomas.
Lorena pensó que o no lo conocía todo lo bien que pensaba o era un capricho pasajero. Juntándose con la gente que salía siempre pensó que se enamoraría de alguna pija de papa de esas, la recepcionista debía ser alguien realmente especial. Sandro estaba callado pensando en Helen, le atraía mucho, de lo que dudaba era de qué si conseguía follársela la vería con los mimos ojos o perdería el interés por ella.
Después de comer visitaron algún pueblecito más, paseaban por sus calles, Lorena se fijaba en todos los detalles.
LORENA: Me ha gustado mucho siempre perderme por las callejuelas de los pueblos, ver la parte antigua, imaginarme como debería vivir la gente hace cien años atrás por ejemplo.
Sandro sonreía y le apretaba la cintura para hacerle cosquillas y que se riera, volvieron tarde a la ciudad, cenaron algo ligero y la llevó a tomar algo al bar de moda. Lorena estaba encantada de salir y pasárselo tan bien como se lo estaba pasando, alguna vez lo habían hecho pero no era algo normal.
LORENA: Este local es muy bonito, me paso tanto tiempo en el barco que cuando salgo es como si descubriera la ciudad de nuevo.
SANDRO: Es el que está de moda este año, quien no está aquí no existe.
Los dos reían y hablaban, Sandro saludaba a un montón de gente, Lorena se fijaba como iban vestidos, que tipo de chica le daba dos besos, se quedaba con los detalles.
LORENA: Menuda fauna estás saludando, que raros parecen, y a las chicas supongo que a casi todas te las debes de haber pasado por la piedra ¿no?, golfillo.
SANDRO: Solo algunas, sí que son raritos sí, la mayoría se creen el centro del mundo y lo único que tienen es dinero.
A Lorena le gustaban ese tipo de comentarios, sabía que la familia de Sandro tenía más dinero que mucho de los que estaban por allí, pero se lo habían ganado trabajando, al menos el padre, y los valores que tenía él eran diferentes a los típicos pijitos.