Jet Set (2)

Saltó de la lancha al barco...

Saltó de la lancha al barco, subió a la primer cubierta y caminó por el pasillo hasta la popa, se paró al lado de una mesa de donde cogió una fresa de un recipiente lleno de fruta, se intercambiaron una sonrisa cómplice mirándose a los ojos con la chica de la tripulación que estaba detrás con las manos cruzadas en la espalda.

SANDRO: Hola papá.

Caminó comiéndose la fresa y se sentó al lado de su padre que estaba acomodado en un buen sillón.

SU PADRE: ¿Qué quieres tomar Alessandro?

Era el único que seguía llamándolo toda su vida con el nombre completo.

SANDRO: Nada gracias.

Su padre le hizo un gesto a la chica que se acercó.

SU PADRE: Tráeme un vodka por favor y a este una copa de champagne que combina muy bien con las fresas.

La chica sonreía, Sandro no le dio importancia, estaba acostumbrado a decirle algo y que su padre hiciera lo que le salía de los cojones. La camarera se acercó con las bebidas, se las dejó delante y se apartó volviendo detrás de la mesa, su padre levantó el vasito, brindaron y le dieron un primer trago.

SANDRO: Parece que lo de mamá iba en serio.

CARLO (su padre): No me lo recuerdes, me ha sacado un montón de millones la cabrona, por no hablar de las propiedades que se ha quedado.

Cogió el vaso otra vez y se lo tragó todo de golpe, se puso de pie y empezó a caminar.

CARLO: Me voy, tengo una reunión importante en la ciudad.

SANDRO: ¿Hasta estando de vacaciones tienes que trabajar?

CARLO: Alguien tiene que hacerlo, a mi hijo solo le interesan los coños y los coches deportivos caros.

Rieron los dos, la chica se tuvo que girar un poco para que no la vieran reír también.

CARLO: Haces bien, mírame a mí, toda la vida cuidando a tú madre y ahora me abandona. Por cierto, ya sé que ayer estuviste a punto de conseguirlo.

SANDRO: La puta bolita dio un salto en el último momento.

CARLO: Estoy seguro que alguien de esta familia un día lo conseguirá. Pasároslo bien.

La lancha se alejó con Carlo, Sandro miró a la chica que dio unos cuantos pasos corriendo y se tiró encima de él abrazándolo.

CHICA: ¿Ha dicho “pasároslo bien”, sabe algo?

SANDRO: Mí padre lo sabe todo Lorena.

Lorena le quitaba el polo desnudándolo.

SANDRO: ¡Nena!, a ver si viene alguien y nos pilla a pleno rendimiento.

LORENA: Ya he dado órdenes de que nadie pase por la zona privada aunque el barco se esté hundiendo.

SANDRO: Entonces tenemos un rato para hacer algunas cositas antes de que nos llegue el agua al cuello.

Se rozaban las lenguas fuera de la boca mientras ella se deshacía del pañuelo que llevaba anudado al cuello, de la camisa y el sujetador, Sandro le metía las manos por debajo de la falda levantándosela, Lorena se arrodilló en el suelo desabrochándole los pantalones quitándoselos con la ropa interior y los zapatos, le agarró la polla que la tenía a media asta y se la metió en la boca pegándole unas chupadas que Sandro levantaba el culo del sillón de gusto, se la subió al máximo en un momento, chupaba, succionaba, se la tragaba entera volviéndola a sacar, lo pajeaba, Sandro estaba gimiendo y a punto de pasar el punto de no retorno, la agarró por los sobacos levantándola, Lorena se puso de pie, le metió las manos por debajo de la falda cogiéndole las bragas, estiró de ellas y se las arrancó, ella se subió a horcajadas encima suyo.

LORENA: Que sinvergüenza estás hecho, te he dicho muchas veces que aquí en el barco no tengo toda la ropa que me gustaría, y me acabas de dejar con unas bragas menos.

SANDRO (riendo): Cuando baje a tierra te compraré unas cuantas bonitas como tú para que estés tranquila.

Lorena le sonrió tirándose a su boca comiéndosela, se colocó bien y la polla le fue entrando en el coño, los dos gimieron, a Sandro le encantaba como follaba con ella, hacía años que se enrollaban y lo conocía bien, sabía cómo moverse para ponerlo cachondo perdido y hacer que se corriera cuando a ella le daba la gana, se movía adelante y atrás frotándose el clítoris con el cuerpo de él, gemía intentado ahogarlo para que no se enterara el resto de la tripulación, se sujetaba el pelo y él le acariciaba las tetas y el culo moviéndose los dos cada vez más, Lorena sentía que le chorreaba el coño de la excitación, follar con Sandro era lo mejor que hacía en su vida, lo disfrutaba como no lo había hecho con nadie. Bajó las manos sujetándose en su pecho y se corrió, él al oírla le llenó el coño de leche apretándole el culo.

Estuvieron un rato estirados uno al lado del otro, ella le pasaba los brazos por el cuello y le apoyaba la cabeza en el hombro, él le colocaba el suyo por la espalda, para Lorena era su mejor momento, oliéndole la piel, besándole el cuello, a Sandro le gustaba estar así, sentía que le daban cariño y se relajaba.

Se vistieron, él comió y se metió en su camarote a descansar un rato, cerró los ojos descansando escuchando música, la puerta se abrió y entró controlando que nadie la veía Lorena, le sonrió y se quedó en bragas y sujetador estirándose a su lado, pegó el cuerpo al suyo y le rodeó con un brazo la barriga, él le acariciaba el pelo, cerraron los ojos y durmieron un poco sin decirse nada, no hacía falta, se conocían perfectamente.

A media tarde Sandro volvió al puerto, paró el coche en el centro de la ciudad y fue de compras, entró en una tienda especializada, una dependienta lo saludó con amabilidad, le pidió que le enseñara bragas de una conocida y cara diseñadora.

Con la compra hecha volvió a su automóvil y condujo rápido por las curvas de la montaña, llegó a la entrada de una mansión con vistas sobre el mar, llamó y la verja se abrió, dejó el coche delante de la entrada principal y se abrió la puerta, una empleada con su uniforme le esperaba, la saludó y la siguió hasta un gran salón, una señora le esperaba sentada tomando un té mirando el mar por unos grandes ventanales, se paró delante de ella.

SANDRO: Hola Lucrezia.

LUCREZIA: Que malo eres, te he dicho toda la vida que me llames mamá no Lucrezia.

Se abrazaron y besaron.

SANDRO: Mamá, ya me conoces, solo falta que me digan que tengo que hacer algo para no hacerlo.

LUCREZIA: Eres un provocador, de tú hermano mayor tendrías que aprender, se casó con una buena chica italiana, tienen dos niños y está en América llevando los negocios de tú padre.

SANDRO: Yo también trabajo con papá.

LUCREZIA: Eso me preocupa, estás demasiado tiempo a su lado y cuanto más tiempo pasa más me recuerdas a él.

La camarera entró y le sirvió un té a él también.

SANDRO: Mamá, pensaba que las amenazas del divorcio no la acabarías cumpliendo.

LUCREZIA: Ves como estás tan tonto como tú padre, ¿cuántas veces le he amenazado con divorciarme?

SANDRO: Qué yo sepa solo esta vez.

LUCREZIA: Pues eso niño, ¿por qué no lo iba a cumplir?

SANDRO: No sé, nunca os imaginé separados.

Sandro bebió de la taza y su madre se recostó en el sillón.

LUCREZIA: ¿Quieres que te cuente una historia?

SANDRO: Sabes que de pequeño me gustaba que me las contaras antes de dormir.

Lucrezia miró a su hijo con cariño. Perdió la vista mirando al mar y empezó a contársela.

LUCREZIA: Una familia vivía en una pequeña isla de Italia, eran panaderos, la hija pequeña con dieciocho años ayudaba llevando el pan en un capazo repartiéndolo por las casas, los bares y restaurantes del puerto. Era una familia feliz, no ganaban mucho dinero pero estaban muy unidos y repartían lo poco que tenían.

Un día al hacer el reparto por el puerto, la chica vio un barco muy grande atracado, un hombre muy atractivo la miraba desde la cubierta, ella giró la cabeza avergonzada, por supuesto nunca había tenido novio ni se había acercado a ningún chico, ¿entiendes que te quiero decir?

SANDRO: Sí mamá, que nadie se la había zumbado.

Su madre miró para el techo con paciencia, pensó que tenía razón en pensar que Sandro se estaba volviendo tan bruto como su padre.

LUCREZIA: Aquel hombre bajó del barco y se ofreció muy amable a ayudarla para llevarle el capazo lleno de pan, ella no quería pero él se lo quitó de las manos, fueron los dos caminando, cuando llegaban a un restaurante, ella cogía el pan que habían pedido y entraba para entregarlo, él la espera pacientemente fuera en la calle, seguían andando y él le hablaba de cosas bonitas, ella se ponía colorada de vergüenza, cuando acabaron el reparto ya de vuelta delante del barco fue la primera vez que la chica le miró los ojos, vio unos bonitos ojos verdes que la enamoraron junto con las bonitas palabras que le decía.

SANDRO: El barco supongo que también tendría algo que ver, la niña tonta no era.

Lucrezia se enfadó.

LUCREZIA: ¿Cómo puedes ser tan materialista?, ya te digo yo que te pareces cada día más al cafre de tú padre.

SANDRO: Algún detalle de esa historia me suena de algo.

LUCREZIA: Era tan parecido a ti, tan guapo como tú, bueno, tú eres más guapo que llevas una parte mía y se nota.

Reían los dos dándole otro sorbito al té.

SANDRO: ¿Me estás explicando vuestra historia?

Lucrezia movió la cabeza confirmándoselo.

LUCREZIA: Cada día la esperaba y daban ese pequeño paseo repartiendo el pan hablando, unos días más tarde la chica le dijo para ir a pasear fuera del pueblo, por un caminito que rodeaba la costa para estar fuera de la vista de las chafarderías. El tercer día el chico le cogió de la mano, el quinto la besó…

SANDRO: ¿Pasa algo mamá?

LUCREZIA: No hijo, el séptimo entraron en una cabaña de pescadores abandonada. Se besaron, el chico le metió la mano por debajo de la falda, ella se puso muy nerviosa, pero él sabía hablarle y darle confianza, le prometía que sería la mujer para toda su vida, la convenció y le bajó las bragas…

Sandro abrió los ojos de sorpresa.

SANDRO: Mamá, mamá, puedes saltarte algún detallito íntimo sin problemas, no quiero escandalizarme de mi madre.

Lucrezia le sonrió.

LUCREZIA: Perdió su virginidad, se la entregó a aquel hombre guapo y apuesto como el mayor tesoro que tenía, ella consideraba que tenía novio, un novio que la haría muy feliz el resto de su vida, soñaba con él. Dos días después cuando volvió al puerto ilusionada, el barco no estaba, había desaparecido, el chico que le había robado el corazón también, le cayó el capazo al suelo y lloró mirando al mar.

Sandro avanzó el culo en el sillón prestándole más atención.

LUCREZIA: Fueron los días más tristes de su vida hasta ese momento, hacía su trabajo destrozada y por las noches lloraba sin poder dormir. Pasaron unos días, la chica estaba pensando de qué manera se lo podría decir a la familia, como decirle a su madre que le había dado su virginidad a un extraño que estaba de paso, pensaba que si se lo explicaba su madre la iba a matar. Iba distraída pensando en esto cuando volvía a última hora para su casa, vio en el puerto el barco de nuevo, se acercó y estaba todo cerrado, no había nadie, al entrar en su casa sus padres junto con los de aquel chico estaban hablando, el muchacho la esperaba con una ramito de flores que le entregó. Fueron oficialmente novios, al poco tiempo se casaban y ella se iba con él en el barco para vivir en su casa.

Sandro se volvía a recostar en él sillón mirándola sonriendo.

LUCREZIA: El negocio le funcionaba muy bien y ganaba dinero, nunca le faltó de nada a la chica. Se quedó embarazada y unos cuantos años más tarde tuvo otro hijo. Fueron pasando los años, con el turismo la pequeña isla se fue modernizando y sus habitantes podían vivir mejor. Pero entonces se convirtió en un trozo de tierra muy golosa para la mafia, empezaron con algunos negocios, se fueron haciendo los dueños de la isla y acabaron cobrando un impuesto a los comerciantes, los padres de ella que se habían hipotecado para mejorar la panadería no querían pagar, su padre era un hombre de profundos principios, jamás dejaría que lo extorsionasen ni que lo amenazasen, su hija les ofreció ayuda, ella se haría cargo de aquellos pagos para que pudieran vivir tranquilos, su padre no quería ni oír hablar de eso, los…

Lucrezia paró de hablar tapándose la boca con la mano. Sandro se levantó abrazándola.

LUCREZIA: ...los, los mataron a todos, a toda la familia Sandro, no dejaron ni uno, una mañana entraron varios hombres y los acribillaron como ejemplo para los demás si no pagaban.

Empezó a llorar y Sandro la consolaba.

SANDRO: ¿Por qué has esperado tanto en explicármelo, yo no me acuerdo de nada de lo que me has dicho?

LUCREZIA: Te lo ocultamos, tú hermano era mayor pero tú todavía eras muy pequeño. Tú padre nunca me dejó que te lo explicara, ahora que no me puede mandar en nada más lo he hecho, es lo primero que quería hacer si conseguía el divorcio.

SANDRO: ¿No te habrás divorciado de él por explicarme la historia?

LUCREZIA: No hombre, lo he hecho por sus infidelidades, toda la vida poniéndome los cuernos, ya no tengo más paciencia con él, es tan golfo como tú.

SANDRO: ¡Mamá!

LUCREZIA: Sí hijo, tú te salvas de momento porque no tienes novia ni mujer, pero el día que la tengas mucho me temo que serás como él.

Sandro se agachó delante del sillón de su madre cogiéndole las manos.

SANDRO: Falta mucho tiempo para eso mamá.

LUCREZIA: Algún día encontrarás a alguien de quien te enamoraras y sabrás de qué te hablo. Anda vete ya, no pierdas más tiempo escuchando batallitas de tú madre.

Sandro le besó las manos y las mejillas, se despidió y se fue. Bajó a la ciudad y fue directo al bar del casino para hablar con el camarero.

CAMARERO: ¿Quiere tomar algo?

SANDRO: No gracias, ¿Conoces a la chica con la que me fui el otro día?

El camarero sonrió.

CAMARERO: Sí, viene a veces por aquí.

SANDRO: Dale esto cuando la veas por favor.

Le dio un paquetito y una buena propina que el camarero se guardó en el bolsillo, le dijo que no se preocupara que se lo daría él en persona. Al salir pasó por la recepción del hotel, buscaba a Helen, un chico ocupaba su puesto de trabajo, pensó que debía tener el turno de la mañana.

Se desplazó hasta un restaurante donde se encontró con su amigo Adriano, cenaron y después fueron a tomarse una copa, sobre las once se despidió de su amigo aguantando algunas bromas sobre que se estaba haciendo mayor.

Llegó al barco, se metió en su camarote y se dio una ducha, se metió en pelotas en la cama, un rato más tarde se abrió despacio la puerta y entró Lorena, se quitó un batín y se metió con él también desnuda, se pasaron los brazos por encima abrazándose.

LORENA: Tú padre ha llegado muy tarde, me ha pedido que te cuide, no veas lo colorada de vergüenza que me he puesto, se ha vuelto a ir para coger un vuelo.

Sandro la abrazaba más fuerte.

SANDRO: Supongo que le harás caso, si me tienes que cuidar espero que lo hagas.

Lorena metía su cara entre el hombro y el cuello besándoselo.

LORENA: ¿Cuándo no te he cuidado yo a ti?

SANDRO: Siempre me cuidas y muy bien.

Lorena bajó una mano agarrándole el culo, Sandro sonreía y se quedaron dormidos.

Se despertaron, Sandro se levantó, fue a un armario y sacó un paquete tirándoselo encima de la cama a Lorena, ella lo abrió con una sonrisa, eran unas cuantas bragas de diferentes colores y modelos.

SANDRO: No me vuelvas a reñir porque te las rompo.

Lorena se levantó de la cama, se acercó a él con sensualidad y le besó apoyándolo contra la pared. Le susurró.

LORENA: ¿No te gusta que te riña cuando te portas mal?, haber si esto te gusta más.

Se arrodilló en el suelo y le agarró la polla pajeándola, él cerró los ojos, no por lo que le estaba haciendo, por lo que sabía que acabaría pasando. Lorena le hizo una paja lenta hasta que le fue creciendo la polla en su mano, se la metió en la boca y fue chupando y succionando, tenía la mitad de la polla dentro y notaba como acababa de crecer en su boca, seguía pajeándolo y succionándole el capullo, Sandro gemía acariciándole el pelo, se la metió entera en la boca tocándole la garganta un par de veces dejándola llena de saliva, lo pajeó con más fuerza cogiéndole y amasándole los huevos, se miraban a los ojos, Sandro le acariciaba la cara. Se la volvió a meter entera subiendo y bajando la cabeza a buen ritmo follándoselo con la boca, Sandro gemía temblándole las piernas, se la volvió a coger con la mano haciéndole una paja muy rápida colocando su boca delante abierta para que se corriera en ella, Sandro notaba como le subía un orgasmo tremendo, empezó a tirarle lechazos, el primero directo en la boca, el semen le llegaba hasta la mitad de la barbilla, el segundo en medio de la cara igual que el tercero, Lorena no paraba de mover su mano ordeñándolo, a él las piernas ya no le aguantaban, cuando parecía que se estaba acabando Lorena se la metió en la boca succionándosela sacándole las últimas gotas que le pudieran quedar, se la sacó y lo miró con una carita de niña mala que hizo partirse de risa a Sandro.

LORENA: Mira, yo ya he desayunado.

Sandro le ayudó a levantarse y se metieron en la ducha juntos riendo.