Jet Set (16)

Carlo oficialmente vivía en Luxemburgo...

Carlo oficialmente vivía en Luxemburgo cerca de la central de los negocios, pero pasaba más días durante la semana entre el barco y la casa de Lucrezia que en la suya. Lorena y Sandro pensaban que Carlo quería volver a conquistar a Lucrezia, tantas visitas y noches durmiendo en su casa no podía ser otra cosa.

Lucrezia desnuda se movía en la cama encima de Carlo, se lo estaba follando bien follado, los dos gimieron y gruñeron corriéndose, ella se levantó y se puso un batín de seda.

CARLO: ¿Cuándo me vas a dejar vivir contigo?

LUCREZIA: No creo que lo haga, me gusta tenerte como amante, así los dos podemos hacer lo que nos dé la gana. Si te follas a otras me da igual.

CARLO: Vamos Lucrezia, hace tiempo que no…, lo que hacía, solo pienso en ti.

LUCREZIA: Pues yo estoy pensando en hacer un viaje, me han dicho que hay sitios que hombres jóvenes te ponen mirando a cuenca la mar de bien.

CARLO: Que cabrona, te estás vengando por despecho.

Ella se giró enfadada.

LUCREZIA: ¿Por despecho?, mírame, mírame bien la cabeza, no ves una cornamenta como un puto ciervo del Himalaya.

CARLO: Yo diría que en el Himalaya no hay ciervos.

LUCREZIA: Sííí, son como yo, que no pueden aguantar los cuernos de grandes que los tienen gilipollas.

Carlo se levantó cogiéndola, tirándola en la cama con él colocado en medio de sus piernas.

CARLO: Como me pones de verraco cuando te enfadas y me insultas.

LUCREZIA: ¡Va!, si no se te va a levantar ese pellejo muerto que tienes ahí debajo.

CARLO: Cabrona.

Le hacía cosquillas y los dos reían como hacía años que no lo habían hecho. Carlo se desvivía por su ex mujer, quería pagar por los disgustos que le había dado en el pasado, le hacía regalos carísimos que ella se reía de ellos, le hacía cabrear, le menospreciaba y no paraba de cachondearse de su virilidad, pero Carlo se lo pasaba bien con ella, volverla a conquistar era un reto para él, invitarla a cenar en buenos restaurantes con conversaciones interminables le gustaba, estaba descubriendo a una nueva Lucrezia. Ella por su parte disfrutaba de su pequeña venganza, sabía que los dos se querían, nunca dejaron de hacerlo, pero no le iba a facilitar las cosas, si quería volver a vivir con ella le iba a hacer pasar una prueba detrás de otra aparte de tener que aguantarle sus comentarios sobre su miembro.

La familia estaba unida y eso les hacía felices a todos, aunque los tres tenían una espina clavada por Vicenzo.

Nuestros protagonistas, Lorena y Sandro, hacía tiempo que estaban juntos y se sentían muy unidos. En un viaje a las Maldivas, que les pagó su padre por insistencia de Sandro recordándoselo, estaban en un bungalow en medio del mar, Lorena salía del agua subiendo las escaleras que llegaban a una bonita terraza, se paró delante de Sandro estirado en una hamaca mirándola, admirando el cuerpazo de su pareja mojadito por el agua del mar mientras se retorcía la melena para quitarse el agua, Sandro se levantó arrodillándose delante de ella, Lorena se paró mirándolo, aquello no era normal, no irá a… pensó, abrió una cajita y dentro había un anillo con un pedrusco importante.

SANDRO: Mi amor, creo que ya ha pasado bastante tiempo para tomar una decisión sobre nosotros, ¿te querrás casar conmigo?

A Lorena le temblaban las piernas, se quedó con la boca y los ojos abiertos, aquello no se lo esperaba, había pensado que algún día a lo mejor se casarían, pero que se lo pidiera en aquel momento y de aquella manera no se lo esperaba y la sorprendió. No había podido decir ni pio que Sandro le estaba colocando el anillo en el dedo, levantó la mano abierta mirándolo, él esperó un poco y como no reaccionaba se levantó mirándole muy de cerca la carita a su amor.

SANDRO: ¿No me vas a contestar?

Lorena se le tiró al cuello abrazándolo, se había quedado sin habla pero necesitaba sentirlo entre sus brazos, Sandro había hecho por ella más que ninguna otra persona en su vida. Crecer sin familia no fue fácil, se sentía orgullosa de no haber caído en las drogas o cosas peores que le ofrecieron consiguiendo trabajos para ir tirando. Que el hombre que amaba desde hacía tanto tiempo le estuviera ofreciendo crear su propia familia la desbordaba, Sandro la zarandeó un poco para que reaccionase.

SANDRO: Cariño reacciona, me estoy preocupando.

Lorena le miró los ojos besándolo con pasión, él le aceptó el beso, le fue llevando adentro apoyándolo contra una pared, se quitó el sujetador del bikini y se arrodilló bajándole el bañador a Sandro, le agarró la polla, se la chupó, pajeó y succionó hasta ponérsela tiesa con él gimiendo del placer, se la comió como una loba, a Sandro le temblaban las piernas, empezó a gritar y se corrió en la boca de Lorena que no paraba de chupársela hasta que le sacó la última gota.

SANDRO: Esto ha estado muy bien pero no me has contestado.

Lorena lo miró, con la boca llena de semen le dijo que sí cayéndole por los lados de la boca.

SANDRO: ¡Joooder!, mañana te lo vuelvo a pedir.

Lorena salió corriendo al cuarto de baño riéndose para no tirarlo todo por el suelo, Sandro la siguió y se metieron los dos en la ducha, se abrazaron debajo del agua.

SANDRO: ¿Así, vas a hacer feliz a este desastre de tío casándote con él?

LORENA: Este desastre de hombre es el que más he querido en mi vida, claro que me caso contigo, me caso y lo que tú quieras.

SANDRO: Pues lo que quiero es que te corras tú ahora.

Se arrodilló y le metió la boca en medio del coño.

LORENA: Ya es la segunda vez que te arrodillas delante de mí esta mañana, no sé cual de las dos ha sido mejor.

Se moría de risa y gemidos.

Cuando volvieron Lucrezia los invitó a comer un domingo, al llegar se encontraron con Carlo que también estaba por allí como la mayoría de días de la semana, todos estaban contentos por su situación sentándose en una mesa redonda en la terraza, les preguntaron cómo se lo pasaron en las vacaciones, las típicas preguntas aderezadas con un poco de cachondeo de Lucrezia por el hecho de que las pagara Carlo, Lorena y Sandro se miraban con complicidad, le hizo una señal, parecía un buen momento.

SANDRO: Tenemos una buena noticia.

Sus padres los miraban con curiosidad.

Sandro se sacó del bolsillo el anillo y se lo puso delante de ellos a Lorena.

SANDRO: Le he pedido matrimonio a Lorena.

CARLO: Hombre felicidades, ya era hora, pensaba que ibais a estar toda la vida tonteando.

LUCREZIA: ¿Le has dicho que sí Lorena?, yo me lo pensaría mejor.

LORENA: Claro que lo he aceptado, es un encanto tú hijo.

CARLO: Lucrezia por favor, como estás últimamente.

LUCREZIA: Si a la pobre le tiene que ir tan bien como a nosotros no se lo deseo.

CARLO: Te podrás quejar de cómo te ha ido a ti.

LUCREZIA: Pues sí, tengo muchas quejas y nadie me las atiende.

CARLO: Yo cariño, yo te las atiendo todas.

LUCREZIA: ¿Tú?, que cara más dura.

Lorena y Sandro los miraban riendo.

SANDRO: ¿Se puede saber que os pasa a vosotros?

CARLO: Tú madre que esta últimamente muy guerrillera.

LUCREZIA: Tú padre que está fatal y ya no se le levanta.

CARLO: Lucrezia por favor, las intimidades no le interesan a los chicos.

Ellos se tapaban la boca para no reírse.

LUCREZIA: No pasa nada, que sepan que te estás gastando la fortuna en viagra, se las compra a kilos para levantarse el pellejo.

CARLO: Eso no es verdad, os prometo que os está mintiendo.

SANDRO: Papá, no pasa nada por tomarte algo para que te ayude.

CARLO: Coño que no es verdad, no me hace falta, ni tengo un pellejo.

LUCREZIA: Anda que no.

CARLO: Chicos no hacerle caso, se está vengando de mí.

Se levantó y se metió dentro saliendo con un estuche.

CARLO: Ahora veréis en que me gasto el dinero.

Le dejó el estuche delante a Lucrezia, ella le miró de reojo y lo abrió, había un collar espectacular, lo giró para que lo vieran Lorena y Sandro.

LORENA: Que bonito Lucrezia.

LUCREZIA: ¿Te gusta?, te lo regalo.

CARLO: ¿Me lo desprecias?

LUCREZIA: Yo quiero otras cosas, no estas mierdas materiales.

SANDRO: Pónselo papá.

Carlo se levantó sacando el collar del estuche, lo abrió y se lo pasó por el cuello a Lucrezia abrochándoselo detrás, aprovechó y le dio un beso en la mejilla. Lucrezia lo miró con cariño.

LUCREZIA: Que te tenga que decir tú hijo como hacer las cosas ya te vale.

CARLO: Lo importante es el detalle, ¿no?

LUCREZIA: Pues no, ha sido más importante el beso que el regalo, ¿no te das cuenta inútil?

Carlo se pasaba la mano por la cara, la paciencia que estaba teniendo con su ex para volver a conquistarla.

SANDRO: Te está diciendo que quiere más besos y menos regalos.

CARLO: Pero si yo le quiero dar muchos besos, es ella que me los rechaza.

LOCREZIA: Porque cuando me besas es porque me quieres meter el pellejo, que siempre piensas en lo mismo joder.

CARLO: Que no tengo ningún pellejo coño, y…, vale tienes razón.

SANDRO: Quiere que la cuides, la beses y la abraces solo por hacerlo, estar sentados agarrados uno al otro, cosas así.

LUCREZIA: Muy bien Sandro, explícaselo, a ver si se entera lo que tiene que hacer que no es más tonto porque no se entrena.

LORENA: Demostrar los sentimientos, hay que abrirse a tú pareja.

Lucrezia señalaba con el dedo a Lorena.

LUCREZIA: Hay le has dado nena, eso es lo que necesito.

SANDRO: Papá, si quieres conseguir algo tendrás que ir cambiando.

LUCREZIA: Si él lo único que quiere es mojar el churro y poco más.

Carlo se quedó en silencio comiendo, ya había sobrepasado la dosis de paciencia con Lucrezia, ese día se estaba cebando con él, si no hubieran estado invitados Lorena y Sandro se hubiera ido. Sandro le hizo un gesto con la cabeza a su madre para que se diera cuenta que se había pasado de la raya, Lucrezia le acarició la cara a Carlo, este la giró mirándola serio.

LUCREZIA: Perdóname, ya sé que hoy me estoy pasando, me gusta mucho tú regalo y te lo agradezco de verdad.

Carlo movía la cabeza diciéndole que estaba bien, ella le agarró la cara con una mano y le dio un beso en los labios, a Carlo le volvió a salir un sonrisa, le había demostrado que lo quería poniéndose cariñosa.

LUCREZIA: Y tienes un pellejo muy feo.

Los cuatro se descojonaban de risa, Sandro se fue de la casa de su madre convencido que sus padres volverían a estar juntos, de lo que no estaba seguro es que Carlo fuera capaz de serle fiel, demasiados años haciendo el golfo por ahí, precisamente lo que él no quería hacer, iba a poner todo de su parte para estar al lado de Lorena siempre.

Les invitaban a eventos que iban juntos, salían con asiduidad en las revistas del corazón, Sandro dejó de ser uno de los solteros más preciados y en todas las fotos salía con Lorena. Para ella era una novedad que no llevaba muy bien, tener que aguantar algunos periodistas siguiéndolos en alguna ocasión se le hacia una montaña, Sandro estaba acostumbrado y era capaz de vivir sin darle importancia, podía tener a dos o tres fotógrafos esperándole cuando salía del puerto y el tío ni se inmutaba haciendo vida normal.

Empezaban a buscar fecha para la boda, sus padres entre discusiones y polvos iban haciendo la lista de invitados. Viviendo en el barco eran felices, la vida les sonreía y todo lo tenían de cara. A Lorena que quería ser útil y no estar sin hacer nada Sandro y Carlo decidieron dejarle la gestión del casino hotel, tenían contratado a un experto director que lo llevaba todo, ella solo tenía que reunirse con él y darle algunas ideas, como al resto de la familia el trabajo no la mataba y podían dedicarse tiempo el uno al otro.

Lorena por la vida que había llevado no tenía ni permiso de conducir, Sandro se puso pesado en que se lo sacara y ella a regañadientes le hizo caso, más que nada para que dejara de darle la brasa con el asunto. Sandro le regaló un todo terreno que cuando lo conducía todo el mundo se le apartaba, parecía un tanque, ella se quejaba de que era demasiado grande y él se cachondeaba diciéndole que no se quejara que el próximo sería un camión, todo por el miedo de Sandro a que alguien le diera un golpe con el coche y le hiciera daño, cualquiera que chocara con ella saldría mal parado del monstruo que le hacía conducir, una vez se acostumbró lo conducía radiante aparcándolo delante del casino cuando tenía una reunión o para ir de compras.

Quedaron con Adriano para tomar una copa después de cenar en un bonito restaurante, se presentó con una de las amigas que antes compartían con Sandro, ya estaba avisada de que delante de Lorena nada de recordar viejos tiempos, solo conversaciones actuales y muchas risas. Después fueron a un local a tomar la copa, Lorena conocía a muchos de los amigos y amigas de Sandro, no era tonta y sabía que muchas de aquellas chicas se las había pasado por la piedra, pero no podía recriminarle nada, lo hizo antes de comprometerse con ella y siempre supo todas sus aventuras, ella decidió ser su pareja y no le importaba lo que hiciera antes, incluso hizo un trío con Lady, el único, pero en aquel momento le apeteció y se dio el capricho.

Estaban en grupo riendo de las tonterías de Adriano, Lorena miraba a la sala y vio a una persona, un tipo alto guapo que la estaba mirando fijamente desde el otro extremo, se le congeló la risa, atravesó la sala confirmando al verlo mejor lo que se temía, llegó delante de él que la seguía mirando como un cerdo repasándola de arriba abajo.

EL TIO: Que guapa estás Lorena.

LORENA: ¿Qué coño haces aquí Robert después de tanto tiempo?

ROBERT: Visitar a una amiga famosa, te he visto mucho por las revistas, mi putita se ha hecho muy famosa.

LORENA: Eres un hijo de la gran puta, lárgate y déjame en paz.

ROBERT: Dame tú teléfono y me voy.

LORENA: Y una mierda, que coño te has creído.

ROBERT: Pues montaré un escándalo, tú misma.

LORENA: Te lo doy y desapareces.

Robert lo apuntó en su móvil y se fue despidiéndose con una risilla burlona, a Lorena no le gustó nada aquella visita, volvió junto a Sandro, ella pensaba que nadie se había enterado, Sandro acercó la boca al oído de Lorena.

SANDRO: ¿Y ese?

LORENA: ¿Quién?

SANDRO: Ya hablaremos cuando lleguemos al barco.

Lorena le dio un beso en los labios y siguió seria, él se dio cuenta que a partir de ese momento ella no se lo estaba pasando bien, no tardó en despedirse de lo demás y salir agarrando a Lorena del hombro, llegaron al barco y pidieron una copa sentándose en el salón.

SANDRO: Muy bien, habla.

LORENA: No me lo digas tan serio por favor.

Estaba acostumbrada al buen humor y el cariño de Sandro, que le hablara serio y preocupado le sorprendía.

SANDRO: Vamos Lorena, ¿te crees que no me he enterado de nada?, no te pierdo el ojo de encima nunca, te he visto hablar con aquel tío y muy contenta no estabas.

Lorena giraba la cabeza, se le estaban humedeciendo los ojos.

LORENA: Se llama Robert, nos conocimos al poco tiempo de empezar a hacer de azafata en las ferias, me contrataron para una empresa de productos de belleza, cada día venían dos modelos, una chica y un chico, con él fuimos hablando y el segundo día quedamos para cenar. Tuve una relación con él que no acabó bien y ya está.

SANDRO: ¿Y ya está?

LORENA: Al poco tiempo empezó a tener más trabajo, viajaba mucho y no me fue muy fiel, eso es todo.

Se miraron serios, Sandro sabía que eso no era todo, algo pasó o le dijo que Lorena no era la misma. Se fueron a dormir.