Jet Set (13)

Se despertó tarde, sin darse cuenta...

Se despertó tarde, sin darse cuenta estiró la mano para comprobar si Lorena estaba en la cama, encontró el vacio, el mismo vacio que tenía en su corazón, recordó que ese día comía con su madre. Se levantó y fue al comedor, estaba preparado para que desayunara, se sentó y un chico salió con una bandeja sirviéndole, cuando lo vio acercarse se imaginó que era Lorena, no podía quitársela de la cabeza y se entristecía. Su padre se sentó al lado.

CARLO: Voy a pasar varios días en las oficinas centrales, cualquier cosa que necesites llámame, no me gusta verte así.

Le acariciaba con cariño el hombro.

SANDRO: Muy bien papá, ya se me pasará.

No tenía ganas de explicarle a su padre todo el rollo de Helen y Lady, ¿para qué?, era su problema y tenía que solucionarlo él solo.

Al medio día entraba en la casa de su madre, hacía un día soleado, habían preparado la mesa en el porche con vistas al jardín y la piscina con el mar de fondo. Les sirvieron el primer plato.

LUCREZIA: ¿Cómo estás Sandro?, no veo que lo superes.

SANDRO: Sabes mamá, alguien intenta putearme, lo de Helen fue una trampa.

Lucrezia dejó de masticar mirándolo fijamente.

LUCREZIA: ¿Qué quieres decir?

SANDRO: Es muy complicado, la chica que te quería presentar y otra que conocí al mismo tiempo eran la misma persona, las dos se interesaron por mí y algo llevaba entre manos que no estoy seguro de si lo consiguió o no, me reconoció que la habían contratado, pero no creo que supiera quien fue.

Su madre lo escuchaba en silencio, miraba al mar y pensaba.

LUCREZIA: ¿De Lorena sabes algo?

A Sandro le cambió la cara, ahora era él quien miraba al mar pensando en Lorena antes de contestarle.

SANDRO: No mamá, ni un mensaje para despedirse, nada.

Lucrezia le acarició la cara.

LUCREZIA: La quieres y la echas de menos, es normal, siempre pensé que hacíais una buena pareja, por eso os envié a Italia juntos, tenía la esperanza que os dierais cuenta de lo que os queríais.

SANDRO: Creí que lo hiciste para que no me pasara nada y que la visitáramos como dos turistas para disimular.

LUCREZIA: Eso también, pero no era lo más importante, podía haber tenido la información de otra manera, desde que me divorcié de tú padre puse todo lo que tenía a mi alcance para saber la verdad, sospechaba de él, con el tiempo lo habría descubierto igualmente. Aconsejada por alguien que conoce bien como funciona ese tipo de gente me dijo que si te presentabas tú con lo que te parecías a tú padre seguro que te dirían la verdad y no te harían nada, Carlo está vivo, si se hubieran atrevido a tocar a un hijo suyo sabían que se hubiera abierto una guerra que ellos tenían muy pocas posibilidades de ganar, con los contactos, el dinero y la mala leche que tiene tu padre los abría machacado, habrían tenido que volver a hacer negocios de mierda en aquel puto pueblo.

SANDRO: ¡Mamá!, esa boquita, es lo que me decías cuando era pequeño.

LUCREZIA: Sandro, he llegado a un momento de mi vida que me suda el coño todo.

Sandro sonreía, le hacía gracia oír hablar así a su madre.

Acabaron de comer y estaban tomando el café.

LUCREZIA: Supongo que tú padre debe seguir con sus viajes para que le meneen la sardina.

A Sandro le entraba la risa.

SANDRO: Ya lo conoces mamá, no va a cambiar ahora.

LUCREZIA: Y tú igualito que él, te veo en el futuro haciendo lo mismo.

SANDRO: ¿Sabes?, no hace mucho empecé a pensar que tener una familia, una mujer que me quisiera con la que poder tener hijos podía ser una buena idea, hasta me había visto en una casa como esta criando a unos niños felices.

LUCREZIA: ¿Otro nieto?, estaría bien.

SANDRO: ¿Te haría ilusión?

LUCREZIA: Claro que sí, me gustaría verte feliz con una mujer, con la madre de tus hijos. ¿Has pensado quien podría ser ella?

Sandro volvió a quedarse callado mirando el mar, los ojos se le humedecían.

LUCREZIA: Claro, ¿con quién va a ser?

SANDRO: Bueno mamá, me voy, tengo que acabar algunas cosas del trabajo esta tarde.

Le dio dos besos a su madre apretándole una mano y se iba a ir.

LUCREZIA: Habla con tú padre.

SANDRO: ¿De qué?

Le miró fijamente a los ojos.

LUCREZIA: De todo.

Mientras conducía de vuelta pensaba en la conversación con su madre, los silencios que hizo pensando, le insinuó que Carlo algo tenía que ver con todo aquello, o tal vez la situación que tenía con él le había jugado una mala pasada y se equivocaba pensando que su padre era más maquiavélico de lo que era. Carlo con él siempre se portó bien, le demostraba que lo quería como padre, le ayudaba en todo, incluso facilitándole la relación con Lorena, en esos momentos a Sandro le parecía difícil que su padre lo hubiera puteado, pero podría ser que teniendo tanta información de todo como tenía supiera quién o por qué le estaban haciendo eso.

Llegó al barco y se estiró en su cama pensando, su padre tardaría unos días en volver, conociéndolo y de la manera que se había comportado esos días sería difícil sacarle información si él no quería dársela, tenía que pensar en alguna estrategia para sonsacarle.

Unos días más tarde llegó su padre, le escuchó las últimas novedades sobre el negocio, le dejó descansar y una tarde que lo vio tranquilo tomándose un vodka en popa se decidió a hablar con él, le pidió un vaso de chupito al chico que hacía el trabajo de Lorena y la botella, cuando se la trajo le llenó el vaso a su padre y el suyo, lo levantó y se lo bebieron de golpe.

CARLO: ¿Qué quieres Sandro?, porque cuando haces estas cosas es que me quieres convencer de algo.

Su padre era un tío espabilado y lo conocía, no iba a ser fácil sonsacarle nada. Le hizo un gesto al camarero para que los dejara solos, se puso de pie mirándolo muy fijamente.

SANDRO: Papá, ¿que sabes de toda esta mierda?

Carlo lo miró levantando una ceja, le había pillado desprevenido que le hablara tan claro y directo.

CARLO: ¿De qué mierda?

SANDRO: Ya sabes de qué te hablo.

CARLO: No me está gustando mucho la manera como me lo estás preguntando.

SANDRO: Me importa un carajo si te gusta o no, dime la verdad.

Carlo se sintió acorralado por su hijo hablándole de aquella manera como nunca se había atrevido a hacer. Se levantó rápido poniéndose delante de él.

CARLO: ¿Qué coño quieres que te diga?, yo no sé nada, has tenido mala suerte y ya está.

SANDRO: Y una mierda, tú lo sabes todo, ¿qué quería la loca de la doble personalidad?

CARLO: Y yo que sé joder.

SANDRO: Así sabes de lo que te hablo cabrón, porque yo no te he dicho nada de tía con doble personalidad.

El mamonazo lo puso nervioso y lo pilló al contestarle demasiado rápido sobre la doble personalidad, Carlo se puso tenso mirándolo con mala leche apretando los puños, Sandro le miró las manos.

SANDRO: ¿Me vas a pegar, así piensas solucionarlo, pegándome?

CARLO (gritando): ¿Pero qué coño quieres?

SANDRO (levantando la voz): Quiero al padre que siempre he admirado, al que le fui capaz de perdonar que hiciera lo que hizo en el pueblo en su momento, sus motivos tendría, no quiero al padre que es capaz de pegarme por no tener los cojones de decirme la verdad, ya está bien de tratarme como un niño inmaduro que tienes que decidir tú por él. Dímelo joder.

Carlo bajó la cabeza relajando los puños, le miró a los ojos y le habló con voz tranquila pensando cada palabra que le decía.

CARLO: Cuando empezaste a follarte a Lorena no le di mucha importancia, al contrario, me alegré pensando que te parecías a mí, que eras tan pichabrava como tú padre, no pasó mucho tiempo que me di cuenta que teníais entre vosotros algo más que un polvo para desahogaros, hablé con Lorena y le hice prometer que estaría contigo hasta que encontraras una pareja.

Sandro abrió los ojos.

SANDRO: ¿Qué hablaste con Lorena para que no siguiera conmigo si conocía a alguien?

CARLO: Eso mismo, me preocupaba porque pasaba el tiempo y lo vuestro cada día era más fuerte, os veía juntos, la complicidad que teníais, y no podía ser. Por casualidad me hablaron de una chica que era capaz de tener doble personalidad y que cobraba por liar a la gente, había trabajado para un conocido y me dio buenas referencias, le dije lo que quería y él se ocupó de hablar con ella para que a mí no me conociera, yo mismo hablé con mi amigo el dueño del casino para que la contratara en recepción, y funcionó, consiguió enamorarte lo suficiente para querer presentármela, el mismo día que quedamos para cenar y que me la presentaras hablé con Lorena para que abandonara el barco. La loca del coño de la doble personalidad tenía que desaparecer, pero está tan jodidamente mal de la cabeza que las dos personalidades se habían enamorado de verdad de ti, está como una puta regadera, cuando le dije al intermediario que hablara con ella me explicó que fue una conversación como si estuviera hablando con dos chicas a la vez, está fatal, se quería quedar para ver si acaban las dos enamorándote, que su misión no acabaría hasta que me presentaras a las dos como tus novias, entonces me enteré que habías hablado con ella, la obligué a largarse de aquí amenazándola y desapareció, no sé donde están ninguna de ellas.

Sandro miraba a su padre como si no lo conociera de nada.

SANDRO: No lo entiendo.

CARLO: Tú nunca entiendes nada, no puedes quedarte con cualquiera idiota, una empleadilla o una recepcionista, no te das cuenta, no son de tu clase social, puedes aspirar mucho más alto.

SANDRO: ¿Eso me lo dices tú?, un muerto de hambre en su puto pueblo de mierda que se hizo millonario como un mafioso sin escrúpulos, y ahora me vienes como si fueras de la jet set toda la vida, ¿qué ha pasado con aquel padre que conocí cuando era pequeño?

CARLO: Es el mismo padre que te compra los coches que te sale de los cojones, el que permite que lleves una vida de lujos que otros no podrían ni soñar, ese es tú padre.

Sandro sacó del bolsillo la llave del coche tirándosela al pecho, cayendo después al suelo.

SANDRO: Ten el coche.

Sacó de la cartera la tarjeta de crédito y se la tiró también.

SANDRO: Y esto también, búscate a otro que trabaje para ti, me voy, no puedo seguir contigo, a este padre no lo reconozco.

CARLO: ¿Y el McLaren que está a punto de llegarte?

SANDRO: ¿De eso me hablas, es lo único que te preocupa?, métetelo en el culo papá.

Dio media vuelta y se dirigió a la salida del barco, Carlo se giró metiéndose las manos en los bolsillos mirando el mar serio, Sandro era la primera vez que tuvo los cojones de hablarle así.

Llegó en taxi a la casa de su madre, se abrazó con ella, Lucrezia entendió que algo grave debía pasar con su padre. Se lo explicó todo, Lucrezia pensó que ella le dijo que hablara con Carlo y por lo visto había encontrado la manera de que confesara. Sandro pasó una primera semana en la casa de su madre sin hacer nada, descansando y recuperándose mentalmente de todo lo sucedido, no contestó ni las llamadas de su amigo Adriano ni a las de su padre.

Unos días más tarde Sandro habló con su madre, le propuso de hacer algunos negocios para trabajar y no estar todo el día sin hacer nada como hacía su amigo Adriano, le caía muy bien y sabía que le ayudaba en todo lo que necesitaba a su manera, pero tenía una forma de pensar y ver la vida muy diferente a la suya, Adriano podía estar todo el día tirado en su casa sin hacer nada y salir por la tarde a buscar chicas y alcohol, a partir de ese momento era otra persona, se encontraba en su ambiente, era divertido y capaz de cualquier cosa para pasárselo bien.

Cogió una rutina de hacer deporte cada día, sudar y darse una relajante ducha, después paseaba por el jardín, tomaba el sol en la cara si hacía buen día y pasaba el tiempo.

Una tarde estaba sentado mirando el mar en el jardín y alguien le tocó el hombro, se giró y vio a su padre, volvió a girar la cara sin hacerle caso, Carlo se sentó a su lado.

CARLO: Sandro por favor, escúchame.

SANDRO: No tenemos nada de qué hablar.

CARLO: Vuelve al trabajo por favor, te necesito, hay reuniones para negociar y tú eres el mejor, en el que tengo más confianza, ayúdame.

SANDRO: Te voy a ayudar igual que tú a mí, lárgate, ya te he dicho que no tenemos nada de qué hablar.

Carlo le miró los ojos bajando la cabeza.

CARLO: Perdóname hijo, cometí un error, me equivoqué.

Sandro giró la cabeza mirándolo, lo vio realmente arrepentido.

SANDRO: Es la primera vez que te oigo disculparte por algo, mañana iré al barco a trabajar, pero seguiré viviendo con mamá, tú ayúdame a mí también en lo que puedas.

Carlo se levantó agradeciéndoselo, dio unos pasos para irse y volvió atrás.

CARLO: Tengo el McLaren en el puerto, lo puedes recoger cuando quieras.

SANDRO: Ya te dije lo que podías hacer con él.

CARLO: Por favor Sandro, no seas tan orgulloso como tú padre, cógelo por favor, ¿qué voy a hacer yo con él?

SANDRO: Ese es el problema papá, me parezco demasiado a ti y eso solo me ha traído problemas.

CARLO: Llévate el coche, tráetelo aquí y me lo quitas de encima, haz con él lo que quieras.

Carlo se fue y Sandro siguió mirando el mar cagándose en su padre, le había pedido perdón, no lo había visto hacerlo antes, pero había conseguido que volviera a trabajar con él.

Se acercó su madre cogiéndole una mano.

LUCREZIA: ¿Estás bien?

SANDRO: Sí mamá, ha conseguido lo que quería, mañana vuelvo a trabajar con él.

LUCREZIA: Ese trabajo te gusta, sería una tontería no hacerlo.

SANDRO: Y quiere que me lleve el coche nuevo.

LUCREZIA: Pues no seas tonto y tráetelo a casa que te lo mereces, a ver si encima que te putea le vas a dejar el coche ese al viejo para que vaya vacilando por ahí, si ya no se le aguanta tiesa.

SANDRO: ¡Mamá!, por favor.

Se morían de risa los dos.

Al día siguiente Lucrezia le pidió a un empleado que acompañara a Sandro al barco, le agradeció al chofer que lo llevara hasta allí y bajó del coche, se metió las manos en los bolsillos y se miró el McLaren 720s de color azores que estaba aparcado delante del barco. Unos meses atrás su padre le preguntó que quería para su cumpleaños, este año el regalo me lo haré yo, le contestó, sin saberlo Carlo hizo la paga y señal personalizando un coche espectacular, en aquel momento todo le iba bien y lo hizo con una ilusión tremenda, ahora estaba dando vueltas alrededor mirándolo sin tanta ilusión, sentía perdidas en su vida más importante que aquel montón de fibra de carbono y aluminio que tenía delante, si había aprendido algo últimamente es que nada material podía llenar un vacío en el corazón, aquel vacio de cariño, de amor, de la compañía de la persona que quieres, las simples conversaciones con ella valían mucho más que un aparato carísimo con ruedas, no tenían precio.

Subió al barco con la cabeza baja, cuando llegó a cubierta saludó al marinero que estaba de guardia y se dirigió al despacho de su padre, cogió su portátil de una estantería y se sentó en un sofá, saludó a Carlo que no le había quitado la vista de encima desde que entró y miró los e-mails atrasados, Carlo sonrió de tenerlo otra vez trabajando con él y se concentró en lo suyo. Trabajó un par de horas, (esos cabronazos no se matan a trabajar no), Carlo le pidió que tomara algo con él en popa, cuando estaban sentados le dijo que en un par de días tendría que salir de viaje para negociar unas cosas que interesaban para el negocio, Sandro lo aceptó moviendo la cabeza sin hablar, su padre sacó del bolsillo las llaves del McLaren.

CARLO: Toma, el coche es tuyo, si quieres lo tiras al mar, haz lo que quieras.

Sandro lo miró serio de reojo y se las quitó de la mano de un tirón, Carlo reía.

CARLO: Tengo que reconocer que tienes buen gusto para los coches.

SANDRO: Cállate anda.

Se fue, Carlo se quedó sentado pegándose un lingotazo de vodka sonriendo, estaba consiguiendo acercarse a su hijo de nuevo, perder a uno le había hecho daño pero perder también a Sandro que siempre había sido su ojito derecho no lo podía permitir. Toda la vida le había comprado lo que él quería sin reparos, para que estuviera contento, le hubiera podido sacar lo que le hubiera dado la gana pero Sandro siempre fue comedido y responsable, sí que tenía una colección de coches importante repartidos en varios garajes pero esa era su afición, lo único material que le hacía ilusión, nunca le pidió para comprarse una vivienda, podía haber escogido cualquier mansión que quisiera, pero el tío cuando necesitó una casa alquiló un apartamento.

Sandro se miraba el interior del coche con la puerta abierta, se sentó dentro acomodando el asiento, el volante y los espejos a su medida, acarició el asiento y el volante sintiendo el contacto de la piel en sus dedos, como esperando que el coche le diera el visto bueno para conducirlo, apretó el botón de arranque y el motor cobró vida con un fuerte sonido ronco, puso la marcha atrás y muy despacio lo desplazó encarándolo a la salida, configuró el modo de conducción y la dureza de la suspensión, apretó el botón con la “D”, soltó el freno pegándole un pisotón al acelerador saliendo el coche cagando hostias derrapando pegándole la espalda al asiento, atravesó la ciudad y entró en la carretera de curvas que llegaba hasta la casa de su madre, apuró las marchas cambiando dándole golpecitos a las levas detrás del volante, derrapó en cada curva, entró en la propiedad de Lucrezia y derrapó el coche de lado para llevarlo directo delante del garaje, apretó la “P” dejándolo en punto muerto y escuchó el ronroneo del motor de ocho cilindros relajándose, una sonrisilla le apareció en la cara, ese coche era de lo mejor que había conducido.

Un par de días más tarde salía de viaje de negocios, tenía billete de vuelta para el día siguiente temprano así que no estaría mucho tiempo fuera de casa. Cuando salió de la reunión llamó a su padre.

SANDRO: Todo bien papá, nos saldrá bastante más barato de lo que pensábamos, se les notaba que tenían demasiadas ganas de vender, necesitan capital y les he prometido hacer un primer pago en cuanto firmemos, ya te explicaré en persona los por menores.

CARLO: Bravo Sandro, eres el mejor…

SANDRO: Ya.

Le cortó a su padre la euforia y lo entristeció, Carlo quería recuperar al Sandro de antes, el tío alegre y simpático con el que trabajaba, bebían y hablaban pasándoselo bien, desde la discusión su hijo no era el mismo y no encontraba la manera de volver a recuperarlo. Sandro sabía que su padre le quería, pero no podía comportarse con él como antes de que se entrometiera tanto en su vida, y peor aún, en sus sentimientos, era imperdonable, verlo preocupado por él era una de las maneras de devolverle la moneda, una pequeña venganza.

Cuando llegó se fue directamente a la casa de Lucrezia, era media mañana y pensaba tomarse el día libre, una hora más tarde le llamaba Carlo.

CARLO: Sandro hijo, pensaba que vendrías a verme para celebrarlo y que me explicaras los detalles de la operación.

SANDRO: Hoy me tomo el día libre, ya te lo explicaré mañana, no hay nada que celebrar.

CARLO: Ven a comer conmigo por favor, desde que te fuiste me siento muy solo.

SANDRO: Eres especialista en que la gente que te quiere se aleje de ti, algo no estarás haciendo bien, mañana nos vemos.

CARLO: Sandro por favor…

SANDRO: Hasta mañana papá.

Colgó el teléfono y se lo quedó mirando serio, no le gustaba hacerle eso a su padre pero todavía tenía demasiado rencor por lo que le había hecho.

LUCREZIA: ¿Te pasa algo Sandro?

SANDRO: Nada, papá quería comer conmigo y no he querido.

LUCREZIA: ¿Le estás castigando por lo que te hizo?

Miró a su madre serio y se lo confirmó con la cabeza.

LUCREZIA: Nunca has sido rencoroso, le podrías dar una oportunidad.

SANDRO: ¿Tú se la vas a dar?

Lucrezia se giró alejándose, Sandro corrió para cogerle el brazo.

SANDRO: Perdona, perdóname mamá, no debí contestarte así, lo siento es que me hizo una putada muy gorda y no puedo olvidarme tan fácilmente, a veces pienso en no volver a verlo.

Lucrezia le acariciaba la cara.

LUCREZIA: Es tú padre Sandro, es la familia, todos nos equivocamos y cometemos errores, pero nos queremos, si no somos capaces de perdonarnos entre nosotros a quién vamos a perdonar, ya nos sentimos mal por tú hermano, no creo que lo volvamos a ver más, si también te pierde a ti se derrumbará.

SANDRO: He tomado otra decisión, voy a buscar a Lorena, me voy a gastar todo el dinero que tengo ahorrado para contratar a quien sea para encontrarla, me da igual si a papá no le gusta, nos iremos a vivir donde sea, la quiero mamá, la quiero mucho y tengo que encontrarla.

LUCREZIA: Tranquilo Sandro, si hace falta yo te ayudaré, llama a tú padre por favor.

Sandro sacó el teléfono del bolsillo llamando a Carlo.

CARLO: Dime Alessandro.

SANDRO: Que vendré a comer contigo.

CARLO: Haré que nos preparen tú comida preferida, no te arrepentirás, gracias.

SANDRO: De acuerdo papá hasta luego.

A Carlo se le notaba ilusionado. Lucrezia miró a Sandro con una sonrisa moviendo la cabeza confirmándole que había hecho bien. Descansó un rato y al medio día salió para el barco.