Jerónimo

Hoy me he levantado con ganas de tener sexo con un hombre, estoy cansada de masturbarme. El único que conozco así que apague mi calentura con urgencia es Jerónimo

Esta mañana de sábado no me apetece nadar, he dormido mal. Me he levantado con ganas de tener sexo con un hombre, estoy cansada de masturbarme.

El único que conozco así que apague mi calentura con urgencia es Jerónimo. Tiene sesenta años, rudo, tosco, natural y directo, es guapo y está musculoso, sin un gramo de grasa, me gusta, me excita. Sé que me desea. Va al gimnasio temprano, pero al medio día está en el bar que se encuentra justo tres plantas debajo de mi casa. Si voy ahora mismo lo encontraré allí, seguro. Jerónimo ha sido agricultor y ganadero desde niño, pero una recalificación de su terreno lo hizo rico de la noche a la mañana, vivimos en el mismo bloqueo de viviendas desde hace tres años que llegó él. Jerónimo y yo hemos formado parte de Junta directiva de la Comunidad durante un año, en el que hubo una importante reforma en la comunidad, hasta el mes pasado que entro otra nueva junta, él era vicepresidente y yo tesorera. Un día oí que le decía a un vecino: «ya he trabajado bastante, comencé a los trece años, ahora me tocaré los huevos».

Hace un par de meses se me estropeó el calentador eléctrico, era media tarde de un sábado, bajé al bar y le pregunté al dueño si su hermano podía venir a mirarlo, es un chapuzas al que todos recurrimos; no podía antes del lunes. Lo escuchó Jerónimo y se ofreció a mirarlo. «Cuando estaba en el campo, todo lo reparaba yo». Fue visto y hecho, tardo quince minutos. Cuando le quise pagar me dijo: «si quieres pagarme, déjame que te folle, si no lo ves oportuno estamos en paz». Desde ese día siempre he pensado que tarde o temprano joderíamos a pesar de que me lleva casi veinte años, aunque eso sí, me gustan los maduros. Por otros relatos deberéis saberlo.

Después de darles algunas vueltas decido bajar en busca de Jerónimo, me digo: «Jerónimo, hoy estás de suerte, hoy me vas a follar, cabrón». Es media mañana. Me pongo un panty media negro poco tupido, de esos que tienen una amplia apertura en las entrepiernas, sin bragas, ni sujetador, así no perderemos el tiempo. Tan solo me pongo una sudadera con cremallera y una falda que me llega a la rodilla, meto en su bolsillo interior unas bragas, dos compresas y media docena condones. Finalmente, me calzo unos mocasines.

Allí está Jerónimo, al final, fuera de la visión de curiosos, en la mesa que suele ponerse. Pido un café y un hojaldre al camarero y le indico que la lleve a su mesa. Voy y me siento frente a él. Me dice.

—Qué ¿vienes a pagar la factura del calentador?

—Sí, ha eso he venido

—Tomate el desayuno tranquila, yo lo pago. Te espero en mi casa, ya conoces el camino.

Me tomo el café, doy dos mordisco bollo de hojaldre. Diez minutos después estoy en su casa. Me recibe totalmente desnudo. Jerónimo tiene el cuerpo atlético y bien formado, fuertes brazos y piernas robustas. Mide más o menos lo mismo que yo, un metro y setenta y ocho centímetros. Su polla en reposo es delgada y larga. Noto que mi clítoris, que no miente, aumenta su tamaño. Estoy mojada, realmente llevo ya un rato mojada.

Me quito la sudadera y la falda. Me quedo con tan solo el panty y los mocasines. Me mira fijamente. De mis tetas pasa a mi sexo rasurado y de nuevo a las tetas. Me doy la vuelta y me pongo de espalda. Estamos los dos un rato observándonos. Su polla comienza a empinarse.

Me ofrece un cepillo de dientes con el dentífrico en sus cerdas. Empiezo a limpiarme los dientes. Jerónimo se acerca por detrás, reposa su polla sobre mis nalgas al tiempo que comienza a sobarme las tetas, separo mis brazos para facilitarle la tarea. Cuando acabé me dice:

—Vamos a ver cómo vienes.

Mantiene su mano derecha sobre mi teta derecha, su mano izquierda la desliza despacio por mi vientre y se para en mi clítoris un rato, quiere saber mi grado excitación. Separo las piernas. No logra tocarme todo mi sexo como él quiere. Sin quitarme su mano izquierda del Monte de Venus, dirige su mano derecha por debajo mi culo hasta mi coño. Me soba repetidamente, desde la raja de mis trasero hasta mi clítoris, finalmente me mete dos dedos en el coño, entran con facilidad.

—Sí que vienes caliente. Pero eso lo arreglamos pronto. Se chupa los dedos que me había metido en la vagina, después me los da a chupar a mí, lo hago mirándolo fijamente a los ojos a través del espejo.

—Tienes condones, —le pregunto, porque yo traigo unos cuantos.

—¿No tomas la píldora?

—No la necesito, no puedo tener hijos... ¿Cómo sé que no me pegarás ninguna enfermedad?

—Yo sé cuando puedo follar con goma y cuando no. Yo siempre voy de cara. Te sorprendería a las que me follo de las que van al gimnasio, a unas con funda y a otras sin ella. Ninguna me ha reclamado hasta ahora. Tú tampoco lo harás.

Me toma de la mano derecha y me lleva a su dormitorio.

—Ven, quiero follarte primero por detrás, si quieres te das un masaje por ahí. De momento los dos necesitamos aliviarnos un poco.

Me pongo a cuatro patas casi en el filo de la cama, separo mis piernas y curvo mi espalda a la espera de que entre dentro de mí. No tarda, me agarra por las caderas y pronto noto cómo su polla se abre paso sin dificultad hasta que la introduce totalmente. La mete y la saca, sin salirse, varias veces.

—Preparate, porque yo no espero, cuando me llegue la corrida lleno tu coño y punto.

Comienzo a masturbarme, él a darme envestidas una tras otra. Soy yo la primera en correrme, estoy muy caliente, sabía que nada más sentir su polla dentro y apenas me masturbara me vendría el orgasmo. Las sacudidas me duran hasta que él se viene en mi entrañas, son varias oleadas de semen, con cada una de ella se me escapa un gemido de placer. La deja dentro hasta que flácida se sale sola.

Después nos derrengamos en la cama.

—¿Qué, te ha gustado como te he follado, verdad? Porque tú también te has corrido lo tuyo.

—Sí, ha estado bien.

—¡Cómo que bien! ¿Nada más que bien? ¡Esto todavía no ha terminado! ¡Ven, que te voy a comer el coño como nadie lo hecho en tu vida!

Se levanta, separo mis piernas y las encojo.

—Pues sí que estas llena de leche, pero no importa, es mía.

Jerónimo lame y succiona por todas partes, se centra sobre todo en el clítoris. Pronto noto su efecto. Me inunda un placer que trepa del sexo hasta la coronilla, el orgasmo produce en mí un impacto tal que no pudo contenerme y empiezo a gritar y gemir. Le tiro del pelo para que pare. Quedo exhausta, sin fuerza, sin poder moverme.

Pasado un rato, me dice.

—Qué, ¿soy o no soy bueno?

—Sí, muy bueno.

—¡Ya decía yo! Ahora me toca a mi, mira la cabrona cómo se ha puesto de nuevo —señala su polla. Chúpala un buen rato, que después te la pienso clavar de nuevo en el coño.

Cambiamos las posiciones. Me fijo en su polla, la tengo a unos centímetros de mi cara. Hasta ahora no la había tenido tan cerca. No es muy gruesa, pero es larga, calculo que unos quince centímetros y su glande es de forma afilada. Le subo y bajo el prepucio unas cuantas veces, primero con la mano, después con la boca; le paso la lengua por el frenillo y lo miro fijamente a la cara, se nota que está disfrutando. Me la meto cada vez más adentro, poco a poco, hasta que consigo engullirla en su totalidad, la mantengo así un rato. Repito la operación hasta que me pide que pare.

Se lo que viene a continuación. Me pongo en medio de la cama con las piernas bien abierta. Pone su polla en la entrada de mi coño y la mete de una solo envite hasta el fondo. No me es desagradable, al revés, me produce placer a pesar de lo brusco y rudo que es, quizá soy yo la que está muy necesitada, da igual.

—Si te apetece puedes besarme, porque cuando empiece no voy a parar de follarte hasta que te de toda mi leche —me dice Jerónimo.

Nos abrazamos, le paso mis piernas por encima de su cintura, comienzo a besarle, él me corresponde y durante un buen rato no paramos de intercambiar besos, lamidas de lenguas, mezclas de nuestras salivas. Cuando nos besamos la deja clavada en el fondo, sin moverse, pero cuando cree que es suficiente comienza a follarme poco a poco, pero sin prisas. Lo repite en varias ocasiones. Me habla al oído, casi susurrando, con la voz entrecortada por la excitación: «me encanta estar dentro de ti, estaría así hasta mañana, ¿te gusta, te gusta?». Realmente no espera una contestación, más bien parece una letanía. Lo cierto es que no me desagrada, muy al contrario me sorprende que me sienta tan excitada, hasta el punto que comienzo a correrme de nuevo antes que él. Jerónimo viendo mi orgasmo se viene también. Exhausto se recuesta a mi lado.

Pasado un rato me dice.

—¡Que bueno, qué bueno, tenemos que repetirlo! ¡Aaah, antes de marcharte dejame ese panty, me encanta.

Me levanto, me quito el panty y desde la puerta de su dormitorio lo lanzo sobre su cara, Jerónimo comienza a olerlo. Me voy a la ducha.

Mientras me lavo pienso: ha estado muy bien, pero eso de repetir..., no soy de repetir, menos viviendo tan cerca... Supongo que sí, pero antes me aguardan otras pollas iguales o mejores.