Jenny

Remordimientos, una posible confesión y un matrimonio apurado.

1

Jenny

A pesar de mi edad, de pronto me llego ese momento de reflexión que casi todo mundo tiene en alguna etapa de su vida, Mucho más si la forma de vivir es disipada, como era mi caso.

El detonante de ello fue una hermosa morena, dulce y cariñosa quien sin conocerme me había abierto su corazón.

Nos vimos por primera vez en una fiesta, no en una de aquellas a las que solía asistir donde la hierba pasaba de mano en mano, entre otras cosas mas fuertes. Más bien era una tranquila reunión con amigas y conocidas, si bien la mayoría de las presentes éramos del ambiente, también había alguna que otra hasbian…

Aquel lugar a mí me parecía aburrido, por lo regular estaba acostumbrada a cosas más, digamos fuertes.

Ella estaba sentada con una conocida mía y al acercarme nos presentaron. Su voz era muy sosegada y sus maneras sumamente suaves, hasta elegantes podría decirse.

Vestía de manera sobria y yo con mi normal desfachatez, que en este caso se había traducido en un entallado top y pantalones de mezclilla. Me di cuenta que su conjunto era de marca, zapatos caros y un perfume discreto.

Se veía bastante natural, cosa que me gustó porque también yo lo prefería. De manera cotidiana me maquillaba lo menos posible, en realidad mi estilo era sumamente sencillo.

Su sonrisa abierta y franca me mostro unos dientes bien cuidados, blancos y hermosos, un pequeñísimo lunar revoloteaba sobre su labio cuando hablaba y al hacerlo se notaba que era una chica educada. Movía la cabeza lentamente asintiendo a lo que yo le decía y su melena castaña y lustrosa se mecía con suavidad.

Mi amiga nos dejo a solas con la plática y note que me gustaba su compañía, al grado de que aquel par horas que pasamos juntas me parecieron cortísimas. Al final nos intercambiamos números telefónicos ya que debía irse.

Si bien me causo buena impresión, al pasar los días se me olvido, mi vida era un verdadero torbellino.

Cuando el cel sonó y vi el número, no tenía idea de quien era. Contesté y al escuchar esa vocecita dulce sonreí, platicamos trivialidades y me invito a salir.

Fue una noche hermosa… Después de unas copas me invito a su departamento y nos hicimos el amor de manera suave, sin prisa alguna.

Me sentí sosegada y satisfecha, aunque aquello no era lo mío. Estaba acostumbrada a otro tipo de sexo, de ese ruidoso, desbocado y porque no decirlo, extremo.

Yo no soy para nada una tomboy, de hecho, soy bastante lo contrario, me gustan las chicas rudas, fuertes y dominantes porque mi carácter es pasivo, llegando a la sumisión y Delia no tenia un pelo de todo eso que a mí me gusta.

Al otro día me sentí extraña, pero me había gustado y nada habría pasado a más si no me hubiera vuelto a llamar y después nuevamente, hasta que sin siquiera proponérmelo me vi comprometida con ella.

Fue todo aquello tan rápido que en menos de un mes ya habíamos firmado papeles y estábamos casadas ante la ley. El siguiente paso era evidente, una vida juntas y ahí fue cuando comenzó mi dilema…

¿Qué le dices a tu pareja cuando te pregunta sobre tu vida, tus amores pasados, las vivencias y placeres, odios y deseos?

¿Le podría confesar que dos mujeres bastante mayores me habían desnudado dentro de un auto? ¿Qué había gemido como loca cuando me hacían eso?

¿Qué otras me habían atado como animal y me habían cojido usando consoladores?

¿Qué mi WhatsApp estaba lleno de contactos que alguna vez se habían acostado conmigo y me buscaban continuamente para satisfacerse?

¿Qué consumía hierba y encocada me habían poseído desenfrenadamente?

¿Como confesarle que su ahora esposa, drogada, se había dejado follar por un perro?

Me propuse llevar una vida a su lado, hermosa, llena de dulzura e intenté que mi pasado no interfiriera. Había decidido no platicarle sobre mi vida… Seria lo mejor.