Jeni y Rosa (6)
Donde Marta nos pone a todos firmes.
Rosa se enfadó: "¿qué pasa, no vas a pagarme mi dinero?" dijo irritada y Marta le respondió dándole un bofetón que la mandó contra el quicio de la puerta de lo que pasó a continuación yo me enteré algo más tarde, de momento solo oí la confusión y el ruido de la pelea, cogí de la mano a Jeni y le pregunté qué pasaba, ella me dijo que Rosa y Marta estaban peleando (en realidad la fortachona estaba dándole una tunda de padre y muy señor mío a Rosa), comenté que hacían mucho ruido y así no iba a poder dormir, al oírme mi cuidadora me recordó que no podía dormir al menos hasta que la enfermera lo autorizara, y siguió pasándome el hielo por la cara, la verdad es que el tratamiento me estaba sentando muy bien, pero yo disimulaba porque tenía bastante más que ganar si simulaba estar todavía tocado.
Las reflexiones fueron cortadas por la llegada de Marta y Rosa, esta iba a cuatro patas, la enfermera sentada sobre su espalda, había puesto sobre ella todo su peso y culo, bastante grandes por cierto; le había puesto también una cuerda alrededor del cuello y la usaba como rienda con la mano izquierda, con la derecha la tenía agarrada por el pelo. El gesto de dolor de la vencida era evidente, me encantó verlo, debía de tener las rodillas destrozadas. Sé lo que pasa por experiencia propia cuando se te sienta sobre las espaldas, y te obliga a caminar, alguien mucho más grande que tú. Sin bajarse de su asiento, ni siquiera puso los pies en el suelo para descargar al caballo de parte del peso, la enfermera empezó a combinar preguntas con órdenes. Primero a mí: ¿cómo te encuentras? Yo, hablando flojito intencionadamente: "mejor que hace un rato, pero todavía mal". A Jeni: "¿cuánto hielo queda dentro de la funda? Jeni: "prácticamente nada, se ha derretido ya todo, habría que ir a buscar más a la nevera". La enfermera: "ve y mira lo que queda, pero de momento no traigas más, antes de seguir con la cura hay que ver como está, y si acaso mete cubiteras para hacer más cubitos, no sé cuántos nos van a hacer falta todavía. Después date una ducha y ven aquí limpia y desnuda, quiero, sobre todo, ver como te ha quedado la cara, si te han quedado señales, así que no dejes en ella ni rastro de maquillaje".
Jeni salió de mi dormitorio a cumplir las órdenes, Marta se dirigió a mí: "levanta el brazo derecho, el izquierdo, la pierna derecha " Yo la obedecía procurando hacer un poco menos de lo posible, no forzar mi cuerpo en absoluto; por preocupación, pero sobre todo para seguir siendo mimado, también porque tenía miedo, en mi vida he sido sometido por mujeres muy fuertes, alguna además muy cruel, pero nadie jamás se había ensañado conmigo como Rosa. A todas estas Marta me preguntó que cosas me había hecho su caballo, a medida que iba respondiendo a sus preguntas la enfermera le daba bofetadas a su cautiva, mientras le decía cosas como "estás loca, eres una salvaje, espero que con la lección que te voy a dar hoy aprendas que el cuerpo humano tiene un límite, solo cuando le conté lo de los zapatillazos la gigantona se echó a reír, así que te calentaron el mojino, comentó; pero cuando oyó las cifras volvió a preocuparse. "Tú, Rosa, no tienes el menor sentido de la realidad, ni el menor sentido común, novecientos azotes es una cifra como matar a cualquiera y de una forma muy cruel", y anunció, "a ti solo te daré noventa, verás como aúllas".
En estas llegó Jeni, llegaba desnuda y limpia como le habían mandado, Marta le dijo: "vamos a donde haya más luz, para que te vea bien", fueron a salir ellas dos solas y yo comencé a gemir, cuando la enfermera se volvió hacia mí para ver que pasaba, le dije que no me dejara solo con Rosa, entonces Marta me cogió en brazos y me sacó de la habitación, a Jeni le mandó que se encargara de llevar a la perra.
Marta me tumbó sobre el sofá, ató a la perra a la pata de la mesa y le ató las manos a la espalda, después fue junto a Jeni, le inspeccionó el cuerpo de arriba abajo y de izquierda a derecha sin dejarse nada, después le mandó darse maquillaje donde tenía los golpes y le dijo que se pusiera las gafas de sol. Cuando Jeni volvió la miró y le dijo que cogiera dinero del monedero de Rosa y bajara a comprar unas pizzas porque algo teníamos que comer, y que trajera alguna bebida de naranja para ella, ésta obedeció la orden.
Marta entonces se giró hacia mí me dijo que iba a revisar mi cuerpo con todo cuidado por si había algo grave, me preguntó si yo estaba de acuerdo o prefería que lo hiciera un médico, por respuesta le di las gracias y añadí que no merecía que me tratara tan bien; ella se ruborizó, me sonrió y dijo que no me preocupase, que ya me partiría la cara en algún momento, pero que lo haría cuando yo tuviese una mínima posibilidad de defenderme o huir; sin más palabras comenzó a recorrer mi cuerpo por los pies, muslos, subía, bajaba para poder ver lo que había por delante y por detrás, llegó a las pelotas, se rió y dijo: "vamos a ver lo dañadas que están estas pobres pequeñas, y este colgajillo" y con su enorme mano me frotó la zona; entonces mi mejor amigo, traidor y lujurioso como siempre, saltó como si fuera un muelle. Marta se echó a reír alegremente: "ya veo que estás bastante bien", pero no soltaba mi carne felizmente prisionera de su mano, al contrario, pasó la uña de su dedo índice suavemente a lo largo del "colgajillo" que reaccionó poniéndose todavía más duro ante el regocijo de la enfermera: "vaya, vaya, miren dónde tenía la fuerza el amigo, ¡quién lo habría dicho!", a continuación me giró y revisó mis glúteos, "la zona carnosa está bastante machacada, pero el ojete no está mal, no te han dado por él" y me metió ligeramente un dedo haciéndome dar un respingo. Ella volvió a reírse, sobre todo al ver que mi erección no bajaba, se lo metió en la boca, "me gustaría comerme todo esto", dijo y yo le contesté que estaba de acuerdo con que lo hiciera, ella contestó que aún no era posible, antes de someterme a cualquier esfuerzo extra debía comprobar si estaba en condiciones de resistirlo, siguió observando mi cuerpo, hasta que llegó a la cara, ahí se paró, se separó de mí, fue junto a Rosa, levantó su cara tirando del pelo y le dio un par de bofetadas muy fuertes, levantó la mano una tercera vez, pero la perrita que lloraba, y mucho, le suplicó que no lo hiciera, Marta se frenó.
Llegó Jeni con las pizzas, Marta le mandó como tenía que disponer todo, a la perrita le pones un trozo en el suelo, ya veremos si le doy otro, ponle agua en un plato hondo y que coma y beba así, si puede, si no que reviente, y regañó a Jeni: "lo que le habéis hecho es inhumano", Jeni se echó a llorar. Marta, sin hacer caso de las lágrimas de la llorona, me mandó levantar y acompañarla al baño, me llevó abrazado, me hizo orinar en su presencia en el bidé, dijo que era para ver si se veía algo raro en la orina, por ejemplo sangre, a simple vista no se veía, me mandó lavarme las manos y volvimos a la cocina, Jeni había terminado de ponerlo todo, entonces Rosa dijo que ella no estaba dispuesta a comer así, que quería comer en la mesa como los demás, por toda respuesta la gigantona levantó un pie y lo colocó en el cuello de la perrita, empezó a apretar y Rosa a gemir de dolor, cuando finalmente Marta liberó el cuello de su pie solo le dijo a Rosa: "si no quieres comer no lo hagas, pero si comes lo harás así, yo creo que debes comer para que puedas resistir la paliza que te espera" y le enseñó la zapatilla rosa.
Gracias a todos los que me habéis hecho comentarios
.