Jeni y Rosa (5)
donde aparece Marta en escena y...
"Está bien", dijo Rosa me echó de encima de sus piernas empujándome, después de esto las abrió, "mete aquí tu lengua, cuando acabes de hacerme el servicio le darás a este imbécil la paliza que se merece", y la agarró por el pelo dirigiendo la cabeza de la vencida a su objetivo.
Lo que más me asustaba de Rosa era que con los orgasmos en vez de calmarse, como nos pasa a casi todos, se enardecía. Cada vez se le ocurría una maldad nueva, que caía sobre uno de nosotros y lo encontraba divertido. De momento tuvo un orgasmo colosal y a continuación le exigió: "pégale, dale una paliza, Jeni vino a patearme, pero yo pude desviar sus coces y con una zancadilla la tire al suelo, me subí encima, me fui moviendo hasta colocar mi culo desnudo sobre su cara, la muchacha de los ojos verdes se asfixiaba debajo de mí, pero Rosa no estaba dispuesta a consentirlo, me empujo y cuando desmonté a Jeni, Rosa le desató las manos.
"Así la pelea estará más equilibrada, tu eres el sexo fuerte pelea atado" y lo dijo sin que se le notara el cachondeo, incluso parecía que hablaba en serio. Tampoco tuve tiempo de reflexionar sobre la naturaleza humana, mi rival venía directa hacia mí con la confianza que le daba saber que jugaba con ventaja y que en ningún caso iba a perder la pelea porque ya se encargaría Rosa de resolver sus problemas. El combate planteado así me volvía a convertir en un perdedor; podría huir, intentar esquivarla, pero, en un espacio tan reducido como el de la habitación, no estaba claro por cuanto tiempo; tarde o temprano ella me atraparía y haría valer sus dos manos libres o el apoyo del ama.
Bastante temprano ella me atrapó, intenté defenderme, pero estaba claro que no tenía nada que hacer, estaba acorralado contra una esquina e intentaba con una de mis piernas mantenerla a distancia, hasta que me atinó con una patada en la espinilla de la otra pierna y caí al suelo, a partir de ese momento ya no había más historia, al menos yo lo sabía, estaba vencido y solo quedaba una duda, cuanto me pegaría mi vencedora, o sea, cuanto le mandaría Rosa que me pegase.
La reflexión no puede parar las manos ajenas, Jenny se había sentado sobre mi pecho, con las rodillas a ambos lados de mi cabeza para que yo no pudiese girarme, dejándome la cara indefensa ante sus puños. Unos puños pequeños pueden hacer tanto daño como unos grandes, basta con que te golpeen más veces y ella me pegaba con auténtica furia mientras su amiga le gritaba: "mátalo, mátalo", ya no era Rosa la única que estaba enardecida, Rosa se había sentado también sobre mi cuerpo, detrás de Jeni a la que agarraba las tetas, se las masajeaba, le apretaba los pezones, le mordía el cuello... A todas estas Jeni se movió hacia delante, tomando mi cara con su culo, asfixiándome, frotando su clítoris contra mi boca y mi nariz A todas estas yo gritaba suplicando clemencia, hasta que mi voz dejó de funcionar, mis ojos casi de ver y mis oídos a duras penas distinguieron un timbre que llamaba a la puerta, desee de todo corazón que fuera la policía. Jeni dejó de pegar, Rosa fue a abrir
Unos instantes después volvió Rosa acompañada de una muchacha, a pesar de que mis ojos estaban casi cerrados por los golpes y la inflamación que había alrededor pude distinguir la enorme figura de Marta; quise llorar, pero en aquel momento ya era incapaz de hacerlo, ya era incapaz de casi nada, simplemente supe que iba a morir e intenté concentrarme y rezar, por si acaso Fue entonces cuando me percaté de que algo extraño estaba pasando, algo que no entraba en mis supuestos lógicos; oí la voz de Marta que parecía llegada de ultratumba y que preguntaba: ¿pero qué le habéis hecho? Y la voz de Rosa que en un tono pretendidamente sarcástico le contestaba que dado que yo soy el sexo fuerte, me habían molido un poco para que la pelea entre nosotros dos fuera un poco más equilibrada. En contra de lo que yo esperaba Marta no se rió, ni me pegó, ni humilló; al contrario, con un tono de voz preocupado comentó que yo estaba muy mal, les mandó que me soltaran las manos y me acostaran en mi cama, mientras ella fue a la nevera, comprobó que había hielo, cogió la funda de una almohada y metió parte del hielo dentro, la fue pasando por mi cara y mis costillas, por los sitios donde yo había recibido más golpes, unos segundos después mandó a Jeni: "sigue pasándole el hielo por donde lo he ido haciendo yo, cuenta hasta veinte en cada sitio antes de pasar al siguiente y no dejes que se duerma, pero en ningún caso le des ni el más mínimo golpe, ya le habéis dado una paliza terrible y no sabemos si tiene alguna lesión interna grave, si se duerme puede morirse", después de decir esto se fue con Rosa a otra habitación, le mandó, esto lo supe después, que qué bajara a comprar una pomada antiinflamatoria a la farmacia más próxima.
Me quedé solo con Jeni que lloraba como una magdalena y decía frases pidiendo perdón y asegurando que no se había dado cuenta del daño que me había hecho, yo no contestaba nada porque no podía, además estaba asustado porque notaba como mis ojos se cerraban peligrosamente y había oído las palabras de Marta ordenando a Jeni que no me permitiera dormirme, Marta estudiaba enfermería, sus razones tendría para haber dicho lo que había dicho.
Cualquier reflexión quedó cortada por la entrada de la enfermera, que traía la pomada, en mi habitación, con mucho cuidado me la fue aplicando; con el hielo la inflamación había disminuido mucho y ya podía ver bastante bien; con un hilo de voz le di las gracias, ella solo dijo que curarme era su deber profesional, que cuando estuviera bien ya me daría la paliza que yo merecía, pero no la creí y me tranquilizó su actitud, supe que nadie me iba a pegar más, al menos mientras ella estuviera allí; cuando acabó de curarme le dijo a Jeni que esperara cinco minutos y después fuera por más hielo y volviera a pasármelo como antes, que en una media hora se vería si yo salía adelante sin más o habría que llamar al médico y a la policía, Jeni se echó a llorar otra vez, Rosa se enfadó: "¿qué pasa, no vas a pagarme mi dinero?" dijo irritada y Marta le respondió dándole un bofetón que la mandó contra el quicio de la puerta