Jeni y Rosa (3)

Donde Rosa domina a jeni y nos castiga a los dos.

Jeni no decía nada, miraba al suelo mientras se acariciaba la mejilla, Rosa se le acercó y le levantó la cara obligándole a mirarla: "¿Harás lo que yo te mande?" Pensé que iba a decir que sí, sellando de esta manera mi destino, pero se levantó y le mandó a su amiga un puñetazo que la hizo retroceder vacilando

Se lanzaron la una contra la otra como auténticas salvajes, intercambiando golpes, mientras yo intentaba por todos los medios desatarme, tenía la certeza absoluta de que la pelea la ganaría Rosa, aunque físicamente estuvieran igualadas había un desequilibrio que venía dado por pura crueldad y por desgracia para mí, mi vaticinio se cumplió; en un momento dado lo vi, vi el miedo en los ojos de Jeni, sus golpes fueron perdiendo contundencia y algunos minutos después terminó en el suelo suplicando clemencia, mientras Rosa que se le había subido encima y la había inmovilizado, le enviaba bofetada tras bofetada. Finalmente, la vencedora preguntó: "¿harás lo que yo te mandé?" y Jeni contestó que sí, que se rendía sin condiciones y no sería yo quien se lo criticara. La vencedora tenía alguna señal de la pelea, la perdedora era una pura señal. Rosa le mandó que viniera junto a mí y me diera puñetazos en la cara y la vencida no lo dudo.

Después de que yo hubiera recibido un buen castigo, Rosa mandó a su amiga a por cuerda, le mandó que se tirara al suelo con las manos a la espalda y se las ató; yo me eché a temblar, había perdido a mi única posible aliada. Hecho esto, Rosa inspeccionó la casa, encontró varias cosas que le hicieron gracia, entre ellas la viejas zapatillas de mi sobrina Eva, las tomó en la mano y dijo: "cuando era pequeña y había sido mala me daban en el culo con unas como estas, vosotros sois los pequeños y habéis sido malos, voy a azotaros a los dos", se sentó en una silla y preguntó: "¿Quién viene primero?" Los dos nos esforzamos por llegar el primero, pero ganó Jeni, la vencedora la acarició la cara, casi con dulzura mientras le decía: "La pequeñita ha sido mala y ha desobedecido a mamá, a mamá, doliéndole mucho no le queda otro remedio que castigar a la niña mala para que no vuelva a desobedecer". Le anunció el castigo: "serán veinte tandas de veinte zapatillazos cada una, pero si eres buena y complaciente te podrás librar de alguna, en cuanto a ti", dijo dirigiéndose a mí, "te van a caer treinta tandas de treinta azotes cada una, si quieres librarte de alguna tiéndete en el sofá boca arriba para que yo me siente en tu cara mientras le doy su paliza a tu defensora". Lo hice sin dudar, la idea de recibir novecientos zapatillazos me horrorizaba, moriría de dolor mucho antes de que acabase.

Rosa se acomodó sobre mi cara de una forma que casi no me dejaba respirar, mandó a la vencida que se colocase sobre sus piernas, le anunció que si gritaba por cada grito le subiría una tanda de veinte, y le anunció que le iban a caer cuatro tandas seguidas, que si resistía sin gritar, le perdonaría la quinta. A continuación la zapatilla comenzó a caer sobre el culillo esmirriado de Jeni que hacía esfuerzos por no gritar, pero se agitaba convulsa, mientras se oía la voz de la verdugo que contaba: "dieciocho, diecinueve, veinte; ha terminado la primera tanda, te has portado muy bien y has sido una niña muy valiente. Ahora te daré la oportunidad de librarte de la tanda numero dos, quiero mear, ¿Qué se dice?"

"Se dice: aquí está mi boca, ama, para lo que usted quiera, y muchas gracias por pensar en mi", dijo Jeni que estaba horrorizada y se esforzaba por no llorar, pero que no podía evitar que una lágrima pequeñita se le escurriera por la comisura del ojo. Rosa la mandó levantar, acuclillarse y abrir la boca, avanzó hasta que su coño estaba justo sobre los labios de su cautiva, le dijo: "Si no te cae al suelo ni una gota te perdonaré dos tandas en vez de una", a continuación comenzó a mear en la boca de su compañera que hizo de todos los colores para que nada cayese al suelo y lo consiguió, llevándose una felicitación del ama.

Te voy a dar la cuarta tanda de azotes, te recuerdo que si la aguantas sin gritar te librarás de la quinta, resiste porque después tendrás un descanso mientras le apaleo a él.

Jeni consiguió no gritar, pero cuando acabó la cuarta tanda de los ojos le caían unos lagrimones como naranjas, su cara estaba contraída en una mascara de dolor, Rosa volvió a acariciarla mientras le decía: "pobre pequeñita, mamá le está teniendo que pegar porque ha sido mala, pero la nena no volverá a ser mala, verdad" y sin esperar respuesta se dirigió a mí. "Bueno, bueno, te voy a dar seis tandas para empezar; por haber sido un cojín tan cómodo te voy a perdonar una tanda, si aguantas las otras cuatro sin gritar, te perdonaré la sexta, ¿entendido?", yo dije que sí, me mandó colocar sobre sus piernas y comenzaron a caer zapatillazos sobre mi culo:... veintinueve y treinta. Entonces comprendí que mi sobrina Eva, cuando me pegaba no lo hacía con toda su fuerza ni muchísimo menos; los zapatillazos de Rosa me había dolido mucho más. Yo estaba horrorizado al pensar que solo me habían caído treinta zapatillazos y ya estaba roto, con lo que faltaba. Me sacó del pensamiento la voz de Rosa que preguntaba; "¿quieres librarte de otra tanda?"...