Jeni y Rosa (2)

Donde comienza realmente mi calvario.

No pude contestar, bien lo sabía ella, había arqueado su espalda hacia atrás para hacer más presión e impedirme respirar, entonces… como en sueños oí la voz de Jeni que decía a su amiga, ten cuidado, no puede respirar, lo vas a matar. Al escuchar estas palabras Rosa se levantó ligeramente y en cuanto yo cogí un poco de aire repitió la pregunta y para ayudarme a decidirme pegó un nuevo apretón a mis bolas. Mi inútil experiencia, porque había vuelto a caer, me llevó a intuir que resistiéndome no tenía nada que ganar me pegaría lo que quisiera, era mejor no excitar a la fiera. A todas estas Rosa le preguntó a su amiga: "¿Qué hacemos con él?

-Me gustaría que me chupara el xoxete bien chupado-, contestó ésta, -para empezar me parece una cosa agradable-.

Muy bien, dijo Rosa y dirigiéndose a mí: "mi amiga quiere una buena chupada en el puntito, por tu salud, sobre todo por la de tus bolas, procura que quede contenta", a continuación me mandó meter la cara entre las piernas de Jeni que las había abierto, todo esto lo hizo Rosa sin soltar mis huevos porque, comentó es mejor que tengas las manos libres para que te sea más fácil colocarte bien, pero claro, si tienes las manos libres hay que controlarte. Yo no tenía la más mínima intención de ofrecer la menor resistencia, me metí donde me habían mandado y lamí como si en ello me fuera la vida, hasta que Jeni tuvo un orgasmo que debió ser bastante bueno; cuando al fin se calmó Rosa le preguntó que más quería que yo le hiciera y su amiga contestó que de momento iba bien servida, que ya pediría algo más, pero que debía probar ella mi lengua y Rosa le dijo que sí, pero que para eso alguien debía agarrarme por las pelotas para que no pudiera rebelarme y quien me agarrase debía además dejarme claro que estaba dispuesta a apretar.

Siguiendo las instrucciones de su amiga Jeni ocupó su lugar y sujetó mis bolas, bajo la supervisión de la morenita dio algunos apretones mucho más suaves que los de Rosa, solo lo hizo para comprobar que sabía como debía hacer, ya desde ese momento me percaté de que Rosa era la más dura y cruel de las dos y la más lanzada; así que decidí ser bajo mi nueva controladora aún más obediente.

Rosa tuvo también un orgasmo tremendo, un terremoto vaginal; las piernas le temblaron durante bastante tiempo, cuando recuperó el control, me cogió la cara con las manos y me besó en la boca; correspondí a su beso con entusiasmo, Rosa era guapa y, además, tenía mis cojones entrampados, había decidido intentar ser lo más eficiente posible, lo que no esperaba era que tras que nos besáramos ella dijera: "Un esclavo como este vale una millonada, no podemos dejarlo escapar" y algo en su tono de voz me preocupó, pero no mucho porque Jeni había dicho a su amiga: "agárralo tú, Rosa, yo quiero que ahora me chupe el ojete". Rosa se rió y ocupó el lugar de su compañera, dio un par de apretones para que no se me olvidase cual era mi situación y se dispuso a ver y esperar mientras su amiga me explicaba lo que esperaba de mí.

Volví a chupar como si en ello me fuera la vida, metí mi lengua por su agujero marrón, que por cierto era estrechito y auguraba goces muy serios a quien allí la metiera y le relamí como si tuviera chocolate; la muchacha solo dejaba de gemir para aullar; le debía gustar mucho lo que le estaba haciendo, cuando acabó recomendó a la amiga: "no te lo puedes imaginar, deberías probar". Dicho y hecho, otra vez fue Jeni a mandar en mi paquete mientras Rosa se agitaba frenética.

Cuando Rosa acabó volvió a besarme y repitió, más o menos, las palabras de la vez anterior. Un esclavo como este vale su peso en oro. Se acercó a su amiga y le dijo al oído algo; Jeni cedió mis bolas a Rosa que apretó mientras me preguntaba donde tenía yo la cuerda, porque me iban a atar; un buen apretón, no demasiado fuerte, pero bastante prolongado me convenció de que debía colaborar. Un par de minutos después yo tenía las manos atadas a mi espalda de modo simple, pero extraordinariamente eficaz, a continuación Rosa anunció: "Ahora viene uno de los platos fuertes de la jornada, te agarraremos cada una de un cojón y te iremos dando apretones, tu debes juzgar quien aprieta de modo más fuerte y cruel". Por un momento oí la voz de Jeni que decía preocupada: "A ver si le vamos a hacer un daño permanente" y después la de Rosa que comentaba haber leído en Internet que los testículos aguantan mucho más de lo que parece

No tuve tampoco mucho tiempo de preocuparme, efectivamente cada una había cogido una de mis pelotas y las apretaban a turno, primero una, después otra. Rosa apretaba mucho más fuerte, en un momento dado tuve un mareo y me desvanecí; Jeni se lo dijo a su amiga y esta comentó que yo buscaba apiadarlas y lo había simulado, pero dejaron ese juego; Rosa me hizo ponerme boca arriba, se sentó en mi pecho, me tapo los ojos con sus bragas y empezó a abofetearme. Era mucho más fuerte de lo que yo pensaba, mi cara giraba cada vez que recibía un nuevo bofetón. Cuando pensó que ya estaba bastante trabajado, me preguntó si estaba dispuesto a hacer lo que ella mandase, le respondí que sí.

Rosa cogió su teléfono móvil, marcó un número y unos instantes después la oí que preguntaba: "Marta, ¿cuánto pagarías por darle una buena paliza al profe…? Vale, lo tengo a mis pies, atado, trae los 100 euros, te doy la dirección." Y después de darle una dirección que no era la mía, pero estaba muy próxima a mi casa, colgó. Yo me quedé horrorizado, pero no era el único, Jeni también lo estaba; se encaró con su amiga: "Eso no es posible, no era el trato que hicimos con él y yo no voy a permitir que se lo dejes a Marta, lo matará." Los comentarios de la muchacha no eran tranquilizantes, no tenía claro que tuviera la capacidad de frenar a Rosa. Esta le contestó que no traería a Marta sin haber negociado antes el tamaño de la paliza, que por eso no le había dado la dirección sin más. Pero Jenny no estaba de acuerdo, se acercó a mi y empezó a desatar mis manos; Rosa al verla se acercó a ella y le dio un bofetón que la hizo aullar de dolor y la tiró cuan larga era. Sin quitarle el ojo de encima comprobó que mis ataduras seguían firmes; agarró mis pelotas y volvió a apretar, mientras decía a su amiga: "si no quieres tu parte del negocio, allá tú, pero el esclavo es una mina de oro, seríamos tontas si no lo aprovecháramos.

Jeni no decía nada, miraba al suelo mientras se acariciaba la mejilla, Rosa se le acercó y le levantó la cara obligándole a mirarla: "¿Harás lo que yo te mande?" Pensé que iba a decir que sí, sellando de esta manera mi destino, pero se levantó y le mandó a su amiga un puñetazo que la hizo retroceder vacilando

continuará