Jekill y Hyde 4

Siguen las confesiones

CONFESIONES

JUANA

Estoy con Raquel en el bar del hospital. Todavía me cuesta aceptar la realidad. Que José, una persona tan dulce y tranquila, haya sido capaz de desplegar entre nosotros, semejante espiral de violencia, es algo que me excede totalmente.

O quizás, lo que me excede, es reconocer que nosotros, los que supuestamente más lo queríamos, hayamos sido capaces de provocar en él, semejante reacción. Por suerte Joaco está bien dentro de todo y fiel a su forma de vivir la vida, se lo ha tomado con filosofía.

Además ha estado de acuerdo en no acusar, al que hasta hoy creía ser su amigo. Porque si de algo estoy segura, es que Joaco, nunca lo vió así. José solo fue para él, un instrumento para saciar sus más profundas perversiones. Y yo, su más  estrecha colaboradora.

Nos conocemos desde pequeños y hemos concurrido a las mismas escuelas e instituto, solo se ha separado José en la Universidad, al elegir Ingeniería, pues Joaquín y yo cursamos juntos medicina.

Desde siempre estuve enamorada de José, alto, muy rubio, ojos azules y espaldas anchas, pero encandilada con Joaquín, moreno, delgado, fibroso y pícaro. Se que suena raro, pero mientras uno me ofrecía cariño y seguridad, el otro desbordaba atrevimiento y desenfado.

Y así fuimos creciendo. Al llegar a la adolescencia, las cosas se empezaron a complicar, sobre todo me empecé a preguntar, qué habría de cierto en lo que contaban mis amigas de sus encuentros con Joaquín, muchas de ellas con novio.

Hacíamos las tareas juntos, siempre en término, no faltábamos nunca a clase, y ese ritmo lo marcaba José. Hasta que un día, en que ya habíamos comenzado tercero de secundaria, y acabábamos de terminar un trabajo en mi casa, nos estábamos despidiendo en la puerta, cuando Joaco me pidió volver a entrar, porque se había olvidado un apunte. Lo acompañé adentro, mientras José esperaba en la puerta.

Al llegar a mi pieza y en voz baja me pidió que al otro día me excusara con José de ir a la escuela, alegando cualquier dolencia, y nos encontraramos en la entrada del parque, que tenía algo importante que mostrarme. Y yo acepté divertida. Ni siquiera tuve una duda.

Cuando nos encontramos al otro día, dejando a José preocupado por mi malestar, me llevó de la mano al interior de un laberinto que no conocía y sacó un porro. Por los restos que se veían en el piso,el lugar era un auténtico picadero. En lugar de escandalizarme, me pareció un atrevimiento divertido. Y así compartimos nuestra primera trasgresión juntos. El tema es que, ya sea por la flojedad de estar fumada o por la excitación de la aventura, pasamos una mañana super divertida. A la que siguieron otras parecidas.

Para fin de ese año, una Noche de Sábado, en la que José tenía su reunión de scouts, estaba viendo tele relajada en casa cuando llamó Joaco.

  • Hola chica, ¿tienes ganas de aventura ?

  • Ja, ja. Tu no cambias. ¿que tienes en mente?

  • Unos amigos organizan un botellón para parejas en el picadero y no quiero ir solo.

  • Pero José no está, no estaría bien que yo vaya.

  • Me importa una mierda José. En media hora te paso a buscar.

Esa fue su primera orden. Ni se me ocurrió discutir. Y no me arrepentí. Eran chicos muy majos y divertidos. Dos horas después volvíamos bebidos y fumados, cantando entre risas a los gritos, tomados por la cintura. Al llegar al portal e ir a despedirnos, me besó en la boca. Y yo solo le dí un puñete en el hombro divertida.

Inventando cualquier excusa para escaquearme de José, los botellones se volvieron a repetir a lo largo del verano. Y los besos también.

Todo el año siguiente fue un in crescendo de situaciones cada vez más atrevidas y divertidas. Mirarnos con Joaco durante las tareas, sabiendo que José, con toda su solemnidad no se enteraba de nada, nos descojonaba.

Ya en bachiller nos imponíamos desafíos con papelitos, que nos pasábamos en sus narices. Recuerdo una tarde donde subimos el nivel. Estábamos repasando para un exámen, cuando Joaco me pasó una hoja diciéndome que era mía. Solo tenía una leyenda

  • Sácate las bragas y pásamelas.

Lo miré alucinada, pero él estaba serio. Me pareció atrevido y me causó excitación. Maniobrando delante de las narices de José me las saqué y se las pasé por debajo de la mesa. El caradura las arrugó en su puño, se las llevó a la nariz y suspiró.

  • Tengo que preguntarle a mi madre que jabón usa para lavar los pañuelos. Tienen el aroma de los dioses.

Me puso cardíaca. José concentrado en la tarea ni contestó.

Empezaron a sucederse botellones, porros y  salidas de los tres, donde me pedía que no use ropa interior o que me toque el chichi a espaldas de José y le haga oler los dedos a él. Y despedidas con besos, ya no tan castos.

Mientras tanto mi relación con José estaba estancada, mucha complicidad, besos abrazos y magreos a mis tetas, pero en cuanto intentaba juntar nuestras pelvis o acariciarle la polla, se retiraba espantado.

Una tarde, en segundo de Bachiller, íbamos los tres a la casa de Joaquín a terminar una tarea pendiente. Joaco insistió en  llevar sus cosas y las mías.  Al llegar a su puerta supe por qué. Me pidió delante de mi novio, que tome las llaves de su bolsillo derecho. Al meterla tenía toda la polla dentro. Me pareció tan divertido que tardé un rato en encontrar la llave.

Y llegó el día de la fiesta de mi cumpleaños dieciocho. Mis padres me dejaron la casa y se fueron al pueblo con los abuelos. Sabían que con José de por medio, no había peligro de desmadre. La realizamos en la terraza de mi casa. Bailamos, reímos y lo pasamos super divertido.

Llegó el momento de la torta y de la entrega de regalos. José me regaló un collar de oro con dos figuras combinadas, una para él y otra para mí. Juntas hacían un todo. Me pareció encantador y ante el aplauso de todos, nos lo pusimos, y nos besamos.

Cuando llegó el momento de Joaquín, se palpó los bolsillos, se golpeó la frente con la palma de la mano y exclamó

:

  • Seré gilipollas, lo olvide en el auto, acompáñame a buscarlo.

Me tomó de la mano y bajamos corriendo entre risas, Al llegar abajo giró sobre sus pasos y me condujo a la cocina. Me sentó en una silla, ante mi asombro se bajó pantalones e interiores y me ofreció su erguida polla.

Ante mi reticencia, me ordenó.

  • No es un pedido, ¡Chupa!  Este es tu regalo, es hora de pasar de nivel.

Y no me disgustó. Cuando me llenó la boca de lefa me la tragué toda y mientras nos estábamos arreglando, me dió una cajita con un par de aretes de oro.

  • De ahora en más, cuando estés conmigo los llevas puestos.

Y me los coloqué.

Subimos, mostré el regalo, José felicitó a Joaco por el buen gusto y la fiesta terminó, La gente se retiró y me despedí de José con un beso. Me aprestaba a acostarme, cuando sonó la campanilla.

Abrí la puerta y era Joaquín. Se quedó parado afuera, mirándome serio, retándome a que lo invitara a pasar. Supe lo que tenía que hacer. Lo tomé de la mano y lo metí en mi casa.

Cuando lo estaba llevando a mi dormitorio, se negó y me condujo al de mis padres. Me dejó parada frente a la cama y me ordenó

  • Sácate la ropa mirándome a los ojos. Déjate solo el colgante y los pendientes.

Y así lo hice, mientras él me imitaba, cuando los dos estábamos desnudos, nos acercamos y nos comimos la boca, abrazándonos desesperados. Cuando finalmente nos separamos, me condujo a la cama y me hizo colocar de rodillas en el borde, mirando el espejo del placard.

  • No te muevas de esta posición, que se vea el colgante del cornudo, no le saques los ojos de encima.

Cuando se arrodilló detrás mío y comenzó a comerme el coño creí morir de gusto. No se de donde sacó un pequeño frasco, pero mientras me pasaba la lengua, me metía algún tipo de crema, un poco en el coño, un poco en el culo. Era algo tan excitante que yo botaba en la cama produciendo que él no acertara. Situación que él corregía con un fuerte cachete a mis nalgas.

Ya me entraban dos dedos en el culo, cuando él se paró y tomando su polla con la mano, le apuntó a mi coño y me penetró. Ni siquiera lo detuvo el himen. Entró de una hasta mi matriz. El grito que pegué, no lo conmovió, por el contrario, lo excitó más. Tampoco lo detuvo mi primer orgasmo y cuando creía que todo iba acabando, la sacó y me la metió en el culo. Así, a lo bruto, sin pedir permiso.

Lubricada como estaba, solo me produjo placer. Cuando baje la cabeza para sentir el orgasmo que llegaba, Tomó mi trenza y tiró.

  • Te dije que no saques los ojos del colgante del cornudo, puta.

Estalló en un orgasmo descomunal, que se introdujo como fuego en mis entrañas y me arrastró con él entre convulsiones. Sin decir una palabra más, se vistió y se fué dejándome dolorida y satisfecha, pero nada arrepentida. Desde ese momento, antes de cada encuentro con él, iba preparada, con el culo limpio y bien lubricada. Él no usaba condones.

Cuando empezamos la facultad, todo se desmadró. Todas las semanas teníamos que hacer, o  lo inventábamos, algún trabajo para la facultad. Nos reuníamos en su dormitorio o en el mío, y follábamos como enfermos, sin importar quien estuviera fuera. Y muchas veces el que lo estaba, era José.

El mayor placer de Joaco, cuando terminábamos de follar y José entraba a conversar con nosotros, era inventarle alguna aventura con la novia de algún compañero, donde le contaba con lujo de detalles lo que nosotros acabábamos de hacer, ante la cara de reprobación de mi novio.

El día del incidente, José tenía reunión de Scouts. Joaquín me invitó a la inauguración de un bar de copas y me exigió que fuera con el vestido más provocativo que tuviera, sin ropa interior. Una vez allí, nos ubicamos en la barra y me pidió que me cruce de piernas de cara a las mesas, disfrutando de las miradas salidas de los hombres y las de asco y reproche de sus novias.

Cuando no dábamos más de calientes, sabiendo que mis padres no estaban, salimos disparados para mi casa. Al llegar y bajar del auto, dispuesta a entrar, me retuvo.

  • Para eso hay tiempo. Ahora quiero estrenar el tapizado del auto.

Me metió en el asiento de atrás. Me bajó el escote. Me subió la falda, se amorró a mi almeja y me metió una comida de coño que me llevó a los cielos. Cuando se levantó con los pantalones bajos y mis piernas encajadas en sus hombros, me ensarto con tanta violencia, que casi me saca la polla por la boca. Y cuando empezó a bombear empezó el delirio.

  • Uff...uff...uff….. Adi...Adivina..quién..está...viniendo.

  • Aghh...aghh… No ...te ...distraigas… sigue...sigue..Hmmm

  • Es… José… ya está…..al lado…..de la puerta..

El solo imaginarlo me puso al borde del orgasmo. Cuando la puerta se abrió y apareció la cara de Jose, mirándonos con los ojos como platos, mientras  Joaquín me seguía martillando, me llegó el calambrazo. Cuando pegó el portazo, exploté en un orgasmo demoledor, y detrás mío, Joaquín me llenó el coño por primera vez.

Quedamos desplomados uno sobre otro, recobrando el aliento.

  • Acabaste dentro.

  • Mañana vamos por la pastilla, no te preocupes.

Finalmente la farsa había terminado. Joaquín propuso ir a guardar el auto e ir a comprar algo para comer mientras yo me aseaba, y así lo hicimos. Me pegué una ducha. Preparé mi culo para la jodienda. Me puse una bata sugerente sobre mi cuerpo desnudo y me disponía a esperarlo, cuando golpearon la puerta. Vaya que se había apurado. Bajé sonriendo a abrirle a mi nuevo novio.

  • Joaco, que rápido volviste. Estás apurado por repet…..

Quedé paralizada cuando vi a José con el rostro ensangrentado, parado a la puerta con un bolso en la mano.

DESCUBRIMIENTO

Me mira, sin poder creer lo que ve, nunca me ha visto desnuda.. Tira el bolso al piso, me toma del cuello y me arrastra al sillón. Me tumba en la misma posición que me vió en el auto. Se baja los pantalones y el slip.  Y aparece la polla mas alucinante que ví en mi vida. Solo de verla, me mojé toda. Se pone mis piernas al hombro, toma la polla con su mano y me ensarta.

Alucino, no puedo creer lo que acabo de ver. Antes de que pueda razonar lo que va a pasar, siento el pollazo. Nunca me sentí tan llena, ni el día que Joaquin me desvirgó. Por suerte, todavía tengo lefa de él en el coño y el monstruo resbala dentro, sin causar mayores daños

  • ¿Qué haces? ¿Estás loco?.... Eso no me entr…..Aggg. Nooo,  por favor, para aaaggghhh mm….

Increíblemente, tengo un orgasmo demoledor, pero José no para. Está enloquecido. Lo que sigue es demencial, durante media hora me martilla sin cesar, me saca media docena de orgasmos, antes de llenarme de lefa. Parece un surtidor. No termina nunca de bombear. Quedo agotada, tumbada semi desmayada. Pero José quiere más. Casi no ha perdido la erección.

Me levanta, me da vuelta y me pone doblada boca abajo sobre el brazo del sillón. Embadurna un dedo con la mezcla que me sale del coño y me lo mete en el culo. Luego dos. Finalmente tres. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Tomo conciencia y reacciono.

  • Nooo..Ni se te ocurra...Me vas a reventaaaaayyyy

. El glande ya está dentro

  • Ay...ay...ay…

Rítmicamente me encula, poco a poco va metiendo todo, hasta llegar al fondo. A pesar de tenerlo entrenado y lubricado esperando a Joaquín, siento el tirón.

Finalmente el dolor va cediendo paso al placer, Poco a poco colaboro con la enculada y finalmente explotamos juntos. Por fin José está satisfecho, retira su polla ensangrentada y se va a lavar al baño.

Quedo derrengada sobre el brazo del sillón, con el culo al aire, chorreando lefa. Extrañamente satisfecha. La culpa, algo tiene que ver. Quizás se lo debía a José. De haber sabido lo que tiene entre sus piernas. Otra hubiera sido la historia.

Cuando José se está yendo, golpean la puerta. José sabe quién es. Toma un grueso jarrón y abre. Joaquín, apenas llega a descubrir, quien está frente suyo, que ya le han partido el jarrón en la frente.

Nunca conté lo que pasó entre José y yo ese día.

NACIMIENTO

Han pasado dos años del incidente, que para Joaquín, fué una anécdota graciosa. Cada vez que recordaba la cara de José cuando abrió la puerta del auto, se cagaba de risa. Para nuestros padres en cambio, no lo fué tanto. Querían mucho a José y nuestra traición les supo mal.

Cuando les contamos que estaba embarazada, ya que con todo el incidente, nunca tomé la píldora del día después, todo fue peor. Finalmente nos casamos dos meses mas tarde. Tuvimos  que dejar los estudios. Nos instalamos en su casa y Joaquín entró a trabajar con mi padre, feliz de su próxima paternidad. Era su venganza por la golpiza. La humillación final

La nena nació bien, es una rubia hermosa que hace las delicias de sus abuelos, pero la relación con mi marido se enfrió, su carácter se agrió a medida que la vió crecer y vió el parecido. Sin el morbo de la humillación a José, lo demás le sabía a poco.

SUMISION

Han pasado cinco años desde mi ruptura violenta con José. Y debo decir que lo he comenzado a extrañar, los recuerdos de los buenos días volvieron, más ahora que sé donde está. La nena crece bien, los abuelos la quieren mucho y a pesar de que hace dos años que me divorcié, los padres de Joaco no me han abandonado y colaboran con la crianza. Además se llevan muy bien con mis padres que la miman como si fuera su hija.

La historia de los padres de José es más triste, enloquecieron buscándolo, arrepentidos por las circunstancias del incidente, finalmente, Raúl murió en los brazos de su esposa. Supongo que eso fué demasiado para ella y no lo pudo tolerar,  terminó internada en un instituto psiquiátrico. Cada tanto la voy a visitar y le llevo a la nena. Siempre me dice que es igual a su hijo de chiquito y me pregunta por qué José no la va a visitar.

Al tiempo de nacer la nena, Joaquín retomó sus andanzas de humillador serial. Follándose todo lo que se le cruzaba. Hasta que lo pescó mi padre con una empleada casada follando en un depósito. Los despidió a los dos.

Joaquín terminó en el hospital cuando lo cruzó el marido de la adúltera.  Tras el escándalo nos divorciamos.

He retomado los estudios con la ayuda econòmica de mis padres. En este momento estoy preparando un examen para mañana. No me puedo distraer. La materia es muy importante. La nena está con los padres de Joaquín para evitar que lo haga. Justo comienzo un tema nuevo cuando suena mi teléfono.

  • Zorra, deja lo que estás haciendo y baja sin bragas. Te espero en el auto.

Me levanto de la silla. Me saco las bragas, y sin dudar bajo excitada.

SARA

Tomar el control de la administración de la estancia, supuso un cambio radical en la forma de llevar las cosas. Como primera medida y para que el cambio no resultara abrupto, Clara siguió administrando como hasta ahora, pero con una sustancial mejora en su salario. Ella en realidad, era la que manejaba todo hasta el momento, porque Don Jaime y su hijo, solo se dedicaban a hacer sus negocios personales con la plata de doña María

Lo siguiente, fue contratar un estudio contable, para auditar la gestión anterior y conocer el real punto de partida de la nueva. Además, para mi tranquilidad, auditar en forma permanente la actual administración, informándole directamente a la propietaria.

Por último, se decidió contratar a un estudio de abogados, para  llevar las demandas contra Don Jaime y su hijo y además tenerlo de asesor en todos los asuntos legales de la operación. Preferentemente con un abogado joven trabajando en el lugar.

Lo más llamativo fue, que todo este despliegue de gastos, solo significaba un  cinco por ciento del valor de la facturación posible, contra un treinta que se esfumaba. Le propuse a Doña María, que por dos años utilizáramos ese monto recuperado, para introducir mejoras, eso implicaba modernizar todo sin menguar los ingresos a los que estaban acostumbradas. La idea le encantó y nos pusimos manos a la obra.

El dinero disponible para inversiones, producto de haber terminado con los robos, era tan importante. Que los cambios empezaron a ser visibles a la brevedad. Automatización de todas las operaciones. Importación de nuevas maquinarias. Provisión a las fábricas de energía solar y eólica e incorporación de nuevas industrias afines, como la fabricación de dulces y chacinados.

Uno de los más importantes fue, la construcción de pequeños puestos de control a lo largo del perímetro, con suministro de energía solar, agua de bombeo y pequeños botiquines en caso de emergencia, todos ellos provistos de cámaras y conectados por teléfono y wi fi con mi despacho, la casa de Ramón y la administración. Eso otorgaba amplia cobertura de seguridad, a todos los empleados desplegados en el campo.

Otro objetivo fue eliminar la burocracia. Sobre todo informatizar toda la operación, y proveerla de una red, para poder acceder a su control diario de forma remota, desde todos los puntos de producción y control, Finalmente dejamos libre un cinco por ciento de las utilidades, para repartir en forma proporcional entre todo el personal cada cierre de ejercicio.

En solo un año, con solo veintiséis años, había logrado cambiar tantas cosas para bien, que estaba entusiasmado, me sentía útil, veía crecer a mis ahijados con alegría y recibía la visita de Victoria con cierta frecuencia. Cada tanto, justo es decirlo,  y en contra de lo pactado, cuando Julia se ponía muy cargosa, Ramón me la mandaba a la hora de la siesta para que la calmara un poco, mientras el malcriaba a gusto a sus hijos. Todo parecía encaminado y lejos de los problemas, hasta que llegó el siguiente incidente.

Recorría las instalaciones al final del día, tal cual era mi costumbre, cuando volví a encontrar el portón de los establos abierto. Volví a entrar y volví a escuchar quejidos desde la misma caballeriza. Me acerqué cabreado y la imagen me golpeó. Pancracio estaba sin camisa de frente a la pared, con las manos atadas en cruz y el pijo de Jorge lo estaba azotando.

  • Negro de mierda, te dije que quiero mi caballo preparado cuando yo llego.

Tomarlo de los pelos y arrancarle el rebenque de las manos, fue un solo movimiento. Sin soltar el pelo y arrastrándolo de rodillas, con una mano, con la otra desaté al peón. Lo volví a girar arrodillado  de espaldas a Pancracio y le ordené

  • Bájate los pantalones, pijo de mierda.

Me obedeciò aterrado

  • Tú Pancracio. Fóllatelo.

El peón me miró excitado y pensando en vengarse con una sonrisa de oreja a oreja, peló una verga que reíte de la mía, ahora entendía el capricho de Victoria. Cuando lo enculó, el grito del marica se escuchó desde su campo. Pero no se escapó. Cuando le solté el pelo, Jorge ya colaboraba con la enculada, entonces ví a Vicky que miraba desde la otra caballeriza con ojos desorbitados.

Pasé al otro lado. La tomé de un brazo y me la llevé a mi cabaña. Le levanté la pollera y la reventé de un pollazo ya que estaba sin bragas. El resto de la noche, colaboró ronroneando como una gatita. Al pijo no lo vimos más. Aunque Pancracio renunció y se fue a trabajar al campo de al lado.

El incidente no trajo ninguna consecuencia, para ese entonces, la estancia era un ejemplo de efectividad y labor cooperativa, la gente me quería, me respetaba y me temía en la misma proporción, habían corrido comentarios y sabían que conmigo no se jodia, pero que jamás dejaba a nadie tirado.

Las mujeres en cambio, eran un capítulo aparte. Salvo Julia por nuestra historia y Carmencita que me tenía aprecio por mi ayuda, el resto murmuraba cuando pasaba cerca, ninguna se acercaba demasiado, también habían escuchado historias. El misterio de porque no usaba mi nombre verdadero, generaba las teorías más disparatadas. Desde que, por celos había matado a mi mujer,  hasta la de que había matado al hombre que se le acercó. Se llegó a decir que estaba poseído. En eso no estaban tan errados.

Después del incidente con su novio, al que doña María no le dió importancia,  Victoria se mudó a la capital, en busca de un hombre de buen pasar para casarse. Yo me arreglaba con algún polvo robado a alguna fémina del pueblo. Pero vivía sin compromisos. Abocado full time a mis tareas, a compartir momentos con mi compadre y a malcriar a mis ahijados, para la desesperación de Julia.

Una de esas tardes, me llamó la Señora María a sus oficinas y me presentó a una pareja que recién había arribado a la estancia en un remisse. Eran Saúl, un hombre muy bien parecido de unos cincuenta años que me señaló como su prometido. Hombre fino y educado pero de manos laxas y uñas arregladas, que estaba con su hermana Sara, una mujer de bandera de veinticinco años, morena de  ojos verdes, alta, cintura de avispa, botas y pantalón de montar que marcaban un muy buen culo, rematado con una camisa abotonada a punto de reventar en el escote. Cuando entré, la muchacha me repasó de arriba abajo con cara de asco.

Lo había conocido por las redes, se habían gustado, hay que decir que la señora, a los cuarenta y ocho años, era una belleza madura muy apetecible, y se habían comprometido. El tema, es que habían decidido convivir un tiempo antes de casarse y venían a pasar el verano en la estancia. Me pidió que los atendiera y les facilitara todo lo que necesitaran.

A la semana siguiente, él y su hermana se presentaron en los establos y pidieron que les ensillen los caballos de mala manera. Como realmente no quería tener más problemas, lo dejé pasar. Poco a poco se fueron enemistando con todo el personal, preguntaban por todo y criticaban a todo el mundo. Una de las más molestas era Clara. Las preguntas sobre las finanzas que le hacía el tal Saúl, no eran nada discretas.

Un mes después. Una tarde en que  los hermanos habían salido en su habitual cabalgata, estaba en mi oficina cuando sonó la alarma de intrusión en unos de los puestos perimetrales. Accedí a la cámara y la escena que contemplé me dejó muy preocupado. Por suerte todo quedaría filmado.

Sara estaba colgada del cuello de Saúl intentando besarlo y éste la evitaba

.

  • Pero que mierda te pasa, te quieres quedar quieta.

  • Me pasa, que desde que llegamos, solo tienes ojos para esa vieja de mierda. Es la primera vez que haces algo así, desde que nos conocimos.

  • Esa vieja de mierda es la dueña de todo esto, y después que me case, pasará a ser mío también. No voy a arruinar todo, porque vos estés caliente.

  • Es que hace meses que no me prestas atención ¿me vas a cambiar por esa vieja estrecha ?

  • Después que todo pase, tenemos una vida por delante. Si no quieres esperar, ya sabes lo que tienes que hacer. Pero si la cosa te interesa, podrías colaborar un poco, en lugar de rascarte las tetas todo el día.

  • No pretenderás que me levante a la vieja yo también. Ja, ja, ja

  • No seas estúpida. La llave de todo esto la tiene el administrador. Podrías usar la pinta de puta que tienes, para ponerlo de nuestro lado.

  • ¿Dejarme tocar por ese grasiento ? ¿ Tu estas mal ?

  • No tienes que llegar a eso, con que lo calientes con promesas del paraíso, va a comer de tu mano.

Después de esa revelación, llame a Ramón, le hice ver el video y tracé un plan. Desde ese día puse activas todas las cámaras y me mantuve alerta.

Llegó el sábado a la noche, estaba echado en la cama, mirando las estrellas por la ventana abierta, vestido solo con un pantalón corto -la noche se presentaba agradable a pesar de ser un verano bastante bochornoso- cuando golpearon la puerta.

Al abrir, me encontré con Sara vestida con un pantalón elastizado super corto haciendo juego con un top muy estrecho, que marcaba sus pezones. Me quedé mirándola, fingiendo sorpresa. En esos años, a mi cuerpo forjado por la natación le había agregado una musculatura considerable gracias al trabajo pesado, y a mi piel blanca de rubio natural se le sumaba el tostado profundo de las largas jornadas bajo el sol. Si le sumamos la barba recortada y el pelo atado en una coleta, parecía más un guerrero vikingo que un hombre de campo.

  • Te vas a quedar mirando, o me dejas pasar.

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