Jekill y Hyde 3

Confesiones

CONFESIONES

RAQUEL

Estoy con Juana en el bar del hospital. Estamos tomadas de la mano conmovidas por todo lo que ha pasado. Nuestro mundo de fantasía se ha derrumbado y el artífice, ni siquiera tiene la culpa. Roberto está muy mal. En este momento está en la UCI acompañado por Rosa. No saben si lo podrán salvar. Tiene muchos huesos rotos y un importante derrame cerebral. Joaquín en cambio, está en observación en una sala intermedia. Como el golpe ha sido en la frente ha tenido más suerte. Está acompañado de sus padres. Mientras tanto Raúl está declarando en la estación de policía.

Juana se presentó en casa desesperada, vino a buscar ayuda para Joaquín. Sus padres no estaban localizables y los de él en un teatro. Me ha confesado todo lo que ha pasado y la he comprendido. Quizás todo haya sido mi culpa.

Mi carrera es exitosa, soy una abogada de prestigio y creí haber formado una familia modelo. Raúl es un buen hombre, profesional respetado y de apariencia muy agradable aunque ahora está un poco dejado. El sexo entre nosotros siempre fue muy bueno. Nunca he dejado de tener un orgasmo con él. Pero, con lo que calza entre las piernas, no se pueden hacer muchas florituras.

En la cena con las chicas, contaban todo lo que hacían con sus parejas y me daba mucha curiosidad, porque yo, lo de mamarla, solo lamer la punta y ni que pensar en sexo anal o montar a mi macho. Terminaría desgarrada en algún hospital. Lo paradójico es que todas ellas sueñan con lo que yo tengo en casa. Si supieran…

Y por último José, nuestro ángel vengador. Un niño desesperado por la traición recibida de parte de sus amigos de toda la vida, que comprueba que todos los valores que le inculcó su madre, son una falacia. Un demonio enloquecido que descargó en mi amante, lo que me tocaba a mi. Porque esa es la verdad. Bastaba ver cómo me miraba rabioso mientras descargaba golpe tras golpe. En su cabeza, era yo quien los recibía.

Verlo entrar furioso en mi habitación, con su bonito rostro transfigurado en la de una bestia del apocalípsis, es una imagen que va estar presente en todas mis pesadillas, y observar impotente, desnuda, recién follada, chorreando semen por el culo, como convertía en pulpa a mi amante, es la experiencia más aterradora que me ha tocado vivir.

Estuve siempre muy orgullosa de él. Como madre, por lo buen hijo que siempre fué, como mujer, porque pronto me di cuenta que iba a hacer felices a muchas hembras y como parte de esta familia, por lo buen compañero que siempre fue con nosotros. Integrado, colaborador y buen estudiante.

Lo criamos inculcándole los mejores valores. El problema es que la verdad y la fidelidad, también eran parte de esos valores.

Imagino que cuando vió a su padre en la misma tesitura que estaba yo, comprendió lo que pasaba, por algo tiró el palo antes de ir a ver a Juana. El drama es que se lo cruzó a Joaquín. También sé que algo le hizo a ella, pero me lo ha negado, quizás lo proteja como parte del pago por su culpa.

Yo la entiendo porque me siento igual, en realidad todos pensamos lo mismo. Por eso no lo hemos denunciado.

Pero mi culpa es mayor. Cuando hace un par de años Roberto y Rosa se mudaron al lado de nuestra casa algo se movió en mi, verlos tan jóvenes y fogosos me empezó  a traer recuerdos de lo que contaban mis amigas. Eran muy guapos y agradables, ambos rubios y mientras ella lucía unas curvas de escándalo, él parecía un adonis. Agradables y de buena charla, pronto entablamos amistad. Pensé que Raúl iba a alucinar con la vecina, pPero para mi sorpresa, casi no le prestaba atención. Con el que sí pasaba horas conversando, era con él.

Pronto empezamos a compartir horas de piscina y barbacoa, a tal punto,que removimos parte del cerco, para poder pasar de una casa a la otra sin dar la vuelta. Todo se empezó a enmarañar cuando Roberto se anotó a mi gimnasio. Verlo trabajar en las máquinas era todo un espectáculo y observar cómo me miraba cuando lo hacía yo, me empezó a excitar. Si bien es cierto es que su mujer es muy bonita, yo soy mucho más voluptuosa, y eso a él no le pasaba desapercibido.

Se hizo costumbre ir y volver juntos, tomarnos un revitalizante café a la salida y  pasar muchos minutos conversando. Hasta que todo se desmadró. Esa noche Rosa estaba de viaje, Raúl en su partida semanal de poker y yo estaba con un leve camisón estirada en la reposera al borde de mi piscina, disfrutando de un porrito liado que me relajaba. Disfrutaba de la cálida noche cuando oí chapoteos en la casa de al lado. Me acerqué curiosa al seto y vi a Roberto nadando desnudo ida y vuelta. Observar cómo sus músculos se marcaban en su espalda y como su hermoso culo se contraía con las patadas, me empezó a calentar de mala manera.

Metí la mano dentro de mi escueto tanga y me empecé a acariciar y cuando salió del agua de frente a mi, con todos sus pectorales marcados, lancé un suspiro

  • ¿ Hola ? ¿Quién anda ahí ?

Preguntó curioso.

Avergonzada me asomé

  • Soy yo Rober, escuché ruido y me asomé a ver. Disculpa si te sorprendí.

  • Para nada Raquel, por qué no vienes y tomas un bañito, el agua está deliciosa.

  • Es que no tengo el bañador en este momento.

  • Ja, ja, ja. ¿Es que ves que yo tenga alguno?

Todavía no se porque lo hice, quizás por el porro, quizas porque estaba excitada, la cuestión es que crucé el seto, pasé al otro lado y quedé parada frente a él, mirandolo a los ojos como una idiota.

Verme con el camisolín, mis grandes tetas empitonadas y con solo el tanga debajo, le provocó una erección inmediata. Por supuesto no era la polla de mi marido, pero era la que yo necesitaba en ese momento. Dura, erguida, amenazante y accesible, muy accesible. Di dos pasos adelante y me lancé. Le tomé la nuca con una mano y lo besé como hace mucho no besaba, con la otra envolví su ardiente polla y lo empecé a pajear.

El no sabía qué hacer con las manos, me acariciaba las tetas, me apretaba las nalgas, pellizcaba mis pezones, hasta que desesperado, me rasgó el tanga de un tirón. Sin dejar de besarme, me fué llevando caminando hacia atrás, hasta sentarme en una tumbona. Me recostó, subió mi camisolín y empezó a devorar mis tetas, cuando estuvo satisfecho, ante mi desesperación fue bajando con mordisquitos hasta llegar a su meta. Cuando pegó el primer lametón, exploté como una furcia.

Lo que siguió fue una clase magistral de comida de coño. En medio de mi tercer orgasmo, sin darme cuenta como, me endilgó su polla hasta la matriz, y yo, que era asidua consumidora de la madre de las pollas, lo disfruté como nunca lo había hecho. No se cuantas veces me corrí, pero cuando mi nuevo macho explotó, perdí la noción del tiempo y el espacio.

Cuando nos tranquilizamos entre besos y caricias, nos mirámos con mucha complicidad, sin ningún remordimiento. A los pocos minutos se volvió a empalmar, lo hice acostar boca arriba y tomé mi primer pendiente. Describir lo que se sentía, poder mamar mi primera polla en condiciones, sería para escribir un libro. Me la tragaba, lo besaba, lo lamia, jugaba con mi lengua con su falo dentro de mi boca, todo lo que las guarras de mis amigas detallaban que le hacían a sus parejas.

Cuando vi que lo tenía a punto, me subí sobre él y me lo follé. Por fin podía follar a un macho y no ser follada. Me contorsionaba, giraba mis caderas, pero cuando me prendí a su boca y empecé a subir y bajar mi culo a velocidad de vértigo, aluciné.

Tuve un orgasmo y no paré. Cuando ya no daba más Roberto explotó en un grito y me arrastró con él. Quedé agotada, satisfecha y para nada arrepentida. Recostada sobre él susurrando cosas dulces, como si fuéramos amantes de toda la vida.

Con disgusto, me desacoplé, era hora de volver, Raúl estaba por llegar. Pasé a nuestra casa,  me bañé desnuda en mi piscina y me tiré a secarme en una tumbona. Así me encontró mi esposo, pensando que había pasado la noche allí, me tapó con una manta y se fue a dormir.

Desde ese día, las noches de poker de Raúl, en que Rosa estaba de viaje, follabamos como conejos. Un fin de semana que Raúl estaba de viaje de negocios y Rosa en una escala en Frankfurt, fue la primera vez que dormimos juntos.

En la mañana, tumbada boca abajo, me despertaron sus besos en la nuca. Fué bajando por mi espalda y comenzó a darme mordisquitos en las nalgas. Mi piel estaba erizada, pero cuando separó mis cachetes y me lengüeteó el ano, creí morir de gusto.

Jugó con su lengua, penetró con sus dedos, me lubricó y dilató el ojete y cuando estuve lista, poco a poco me penetró. Era tan diferente y tan morboso a la vez, que no sentí dolor. Por fin otro de mis sueños se hacía realidad. Cuando se empezó a mover lo acompañé, hasta que juntos alcanzamos un orgasmo de proporciones bíblicas. Así fué como el sexo anal se hizo infaltable en nuestras citas.

Cada vez estábamos más compenetrados, no podíamos pasar semana sin follar y nos empezamos a preocupar de que nuestras parejas se enterasen. Roberto me contó que con su matrimonio, se daban algunos permitidos y después se lo contaban, que era la primera vez que le era infiel en toda la regla.

Escuchándolo se me ocurrió  narrarle lo del tamaño de la polla de mi marido y proponerle que se  lo cuente a su mujer. Quizás, si eso la calentaba, podría insinuarle que lo provoque y llegado el caso, alcanzar de a poco un intercambio.

Así fue que en una reunión que hicimos en su piscina, Rosa lo sobó toda la noche y cuando Rober y yo nos retiramos, aduciendo estar cansados, a dormir, se lo folló. Lo que no sabían era que Roberto había dado toda la vuelta y los estábamos mirando a través del seto. Vimos el preciso momento en que ella descubrió con los ojos como platos la polla de mi marido. Coincidiendo con el instante en que miraba de rodillas tras el seto, como Rosa se subió sobre él y se empaló, Roberto que estaba detrás mío me la endilgó por el culo completamente excitado.

Al otro día, Raúl arrepentido, me lo confesó. Ofendida le reclamé el mismo derecho. Así fue como el siguiente fin de semana, jugando en nuestra piscina, cruzamos las parejas y nos empezamos a morrear. Raúl solo me pidió estar en casas diferentes. No podía soportar verme follar con otro.

Con el tiempo me confesó que follar con Rosa era tocar otra dimensión, que era la primera mujer, que se tragaba todo su rabo por sus tres agujeros sin ninguna pega.

Llevábamos meses intercambiando parejas una vez al mes. Lo que Rosa y Raúl nunca supieron, fue que cada vez que ella salía de viaje, seguíamos follando como amantes. Y quizás ese fue mi pecado. Y por eso mi castigo.

Esa noche terrible, ellos cuando vieron a José ensangrentado, con el palo en la mano, vinieron corriendo por el fondo y al ver el panorama, decidimos declarar a la policía, que la que estaba durmiendo en casa con Roberto era su esposa. Que nosotros estábamos en la piscina y que subimos al escuchar los ruidos. Que algún merodeador intentó entrar y que cuando Roberto lo encaró, lo molió a palos.

Raúl había encontrado el palo en el jardín y lo escondió, por lo que no quedó otra evidencia que nuestra palabra. El oficial nos miró con cara escéptica, pero el bolazo coló. Por lo menos hasta que pudiera declarar Roberto. Los padres de Joaquín y de Juana, después de escuchar lo que habían hecho sus hijos, y como a pesar de todo los habíamos ayudado no hicieron ninguna denuncia y lo hicieron pasar como un estúpido accidente. Jugando a revolear el jarrón, se lo estampó en la cabeza en una distracción. Como Joaquín también estuvo de acuerdo, ya que tuvo tiempo de hablar con sus padres, antes de hablar con la policía. También pasó.

A pesar de toda la locura, nadie culpó a José. Es más, pensaban que tan terrible experiencia, podría haber terminado mucho peor. Juana nunca habló.

Pasaron dos años. Desde ese día todo cambió. Roberto nunca se recuperó, quedó en silla de ruedas y sin recuperar totalmente sus facultades mentales. Dos veces por semana Rosa necesita de la ayuda de Raúl para bañarlo. Durante sus viajes lo cuida una hermana.

REEMPLAZO

La angustia de no tener noticias de mi hijo es insoportable. Hemos puesto detectives, avisos en los diarios. Todo es inútil. Es como si se hubiera esfumado. Quizás haya huido al extranjero. No soportaría enterarme que algo grave le haya pasado.

Empecé inconscientemente a alejarme de mi marido. La partida de mi hijo, no saber dónde estaba, sentirme culpable por eso, me estaba pasando factura. Pero sobre todo, extrañaba el sexo con Roberto.

Las noches que Raúl juega al poker con sus amigos, se me hacen interminables, no tanto por su ausencia, sino por los recuerdos de mis encuentros con Roberto.

Hace dos sábados, estábamos tomando unas copas en nuestra salida de amigas, cuando en la mesa de al lado descubrí a Jorge, uno de los monitores de mi gimnasio, es un mestizo cubano de ojos verdes fuerte como un toro. Estaba acompañado de un colega de su misma nacionalidad y tan atractivo como él. Los invité a nuestra mesa y nos alegraron la noche. Cuando nos invitaron a ir a un local a bailar, mis amigas, que son casadas como yo, se excusaron. Quedamos solos, ellos y yo, por lo que, terminamos decidiendo, tomar la última en su departamento que estaba cerca.

Lo estábamos pasando muy divertidos, tomando ron y fumando un porrito, cuando su amigo puso música y me sacó a bailar. Con la habilidad que tienen estos chicos para el baile, me dejé llevar. Poco a poco , me fui arrimando y cuando me quise acordar, nos estábamos morreando. Mi necesidad de Roberto y mi falta de sexo, sumado a las copas y el porro me jugaron una mala pasada. Cuando Jorge se pegó a mi por detrás, supe cómo iba a terminar.

Roberto ya es pasado y las noches de poker volverán a ser divertidas

CONFESIONES

ROSA

Verlo a Roberto, tirado en la cama de la UCI, con su hermoso rostro, desfigurado por ese niñato de mierda, me parte el corazón. Verlo intubado, lleno de aparatos, con brazos y piernas enyesados, me llena de culpa.

El plan había salido tan bién, lo estaba disfrutando tanto, que cuando ví aparecer a ese loco hijo de puta ensangrentado, con el palo de amasar en la mano, pensé que estaba siendo objeto de alguna clase de broma macabra.

Cuando se paró a mirarnos fijo, con la boca abierta por la sorpresa, como si algún engranaje macabro se acabara de colocar en su lugar, pensé lo peor, algo había pasado y era grave.

Cuando se marchó, caminando despacio, rumbo a la calle, salimos corriendo por el parque a casa de Raquel y lo que encontramos en el dormitorio, era propio de una película de terror. Ella estaba en un rincón llorando en posición fetal, agarrándose las rodillas juntas, con los pies separados. En ese increíble momento alcancé a verle el coño enrojecido y el ano dilatado chorreando lefa. Buena follada le habían dado a esa puta.

Pero cuando ví el despojo que era Roberto, el alma se me  cayó a los pies. Pensé que estaba muerto. Solo la mente fría de alguien tan listo como Raúl, es capaz de razonar en ese momento. Le tomó el pulso a mi marido y al verificar que estaba vivo, me hizo sentarme a su lado y tomarle con cuidado su maltrecha cabeza. Que me manche con su sangre. Tomó semen de su polla chorreante y  me lo frotó por el coño.

Nos instruyó para decir que había entrado alguien, mientras follábamos pasados de copas después de una fiesta en su casa. Mandó a su mujer a lavarse y le dijo que si le preguntaban, ellos estaban abajo cuando todo pasó y llamó al 911. Atontada como estaba le dije a todo que sí.

Acababa de salir de la habitación su esposa, cuando el loco pasó cabizbajo hacia su dormitorio y Raquel salió corriendo detrás. Solo el miedo a que muriera me retuvo junto a mi esposo. Porque, con el odio que sentía, hubiera sido capaz de cualquier cosa. Y lo peor, tener que mentir para no perjudicar a nuestras familias. Una situación como esa podría ser motivo de escarnio en las redes.

Al rato, cuando ya los médicos habían cargado a Roberto en la ambulancia, llegó la novia y nos contó lo que pasó. Joaquín necesitaba ayuda. Raquel salió disparada con uno de los médicos, mientras ella nos contaba todo el incidente. Una vez más, Raúl inventó una historia para los médicos.

Cuando en un aparte, nos confesó a Raquel y a mí, el origen de todo, las piezas encajaron. Y si bien eso no lo disculpaba, era entendible que hubiera perdido los estribos y se la haya tomado con mi marido al ver como le reventaba el culo a su madre. Joder, era para mear y no echar gota, tanta mala suerte junta. Lo extraño era que no les hubiera hecho ningún daño a ellas.

Todo había sido tan bien planeado, que el hecho de que se viniera abajo, por un par de adolescentes salidos, era de no creer.

Cuando nos mudamos a nuestra nueva casa, me dí cuenta enseguida que iba a tener que tener atado corto a mi esposo, es que, joder, que físico se gastaba la puta de la vecina. Encima con un esposo fondón debería estar muy mal follada.

En realidad era gente muy dada y querible y pronto hicimos amistad. No se me escapaban las miradas de la MILF a Roberto, ni como se le caía la baba a él, cada vez que le miraba el culo.

Lo llamativo, era que cuando más preparada estaba para aguantar las miradas morbosas del gordo, él menos me miraba. Cuando compartíamos piscina, estaba tan pendiente de charlar de fútbol con mi esposo, que pasaba de mí, como quien salta bosta.

Eso hirió mi orgullo, y cuando nadie miraba, lo empecé a provocar. Besitos cerca de la boca. Toquecitos en el brazo, una copa de bikini que se sale de lugar mostrando de más. Y el tipo ni pelota.

Finalmente, al regreso de unos de mis viajes, estaba descansando tomando sol a media mañana en la piscina, cuando veo que Roberto estaba en  el parque trabajando online desde su  casa, vestido solamente con un escueto slip de baño. Cosa que luego me enteré que solía hacer en verano. El bulto que marcaba el tipo era para el escándalo. El sueño de mi vida, al alcance de mi mano. Encima era muy bien parecido. Si no fuera por esa panza cervecera, estaba para el sacrificio.

Si no era ese día, no sería nunca. Me saqué el corpiño y  me metí el tanga en el culo. Me saqué una de las lentillas que uso para colorear los ojos, la guardé en la caja, me arrodillé en el césped y empecé a maldecir.

-. ¡ PUTA LENTE DE MIERDA!  ¡ ME CAGO EN TODO, CON LO QUE CUESTAN !

-. ¿ DONDE MIERDA SE CAYO?

Al escuchar los gritos, Raúl se asomó. Cuando vió el panorama, tragó saliva y se acercó. Le comenté lo que me había pasado y se arrodilló a buscar a mi lado. Lo que siguió se inscribe en los anales de la provocación. Le puse el culo en la cara. Le froté las tetas por los brazos.

Finalmente se cansó. Se irguió de rodillas, me miró fijo, se paró y se bajó el slip.

-. ¿ No será esto lo que estás buscando ?

Ante mí, humilde mortal, que estaba arrodillada rindiéndole pleitesía, apareció la diosa de las pollas. La tomé temblando con la mano, la descapullé y me tragué todo lo que entró en mi boca. Como quedaba espacio de sobra sobre el tronco , lo fuí pajeando mientras chupaba. El hijo de puta aguantaba como un jabato, cuando vió que no aguantaba más. Me subió a sus hombros como una bolsa de papas y me llevó a mi dormitorio.

Me tiró en el borde de la cama y me comió el coño. Madre mía que placer. Pero cuando puso las piernas sobre sus hombros y me la empezó a meter, creí morir del gusto. Sentí como me abría, cada centímetro que entraba. Cuando lentamente y para su asombro llegó hasta el fondo, ya me había corrido dos veces.

Empezó a bombear, y fue no parar. Me debe haber follado más de media hora sin parar. Perdí la cuenta de los orgasmos. Cuando me llenó era una bomba a presión. Valoré el hecho de que se echara a mi lado cuando se rindió agotado, cuidando de no aplastarme.

Estaba encantada, todo había sido como lo soñaba. Lo puse de espaldas y se la empecé a sobar. Y para su sorpresa, se volvió a empalmar. No era normal a sus cincuenta años. Pero cuando realmente  alucinó fue cuando me senté sobre su polla y me la tragué toda. Empecé a saltar en cuclillas, a culear arrodillada, a rotar sentada. Todo el repertorio que me conocía, el malvado recién ordeñado aguantó más de media hora entre mis gritos de satisfacción.

Cuando logré exprimirlo me desmayé sobre su tripa. Cuando desperté seguía empalada. Morcillona y todo, me llenaba igual. Luego me comentó que jamás había podido meterle la polla completa a su mujer, ni pasar del misionero y menos repetir. No lo soportaba.

Los meses que siguieron fueron alucinantes. Hacer coincidir sus supuestas noches de poker con un supuesto retorno fuera de horario de mis viajes y reventarnos en un hotel, se hizo frecuente. También muchos días en los que tenía franco de servicio y me quedaba en casa, nos matábamos como el primer día.

Aprovechando un viaje a Frankfurt donde debía permanecer un día antes de regresar, Raúl se inventó un viaje de negocios y viajó conmigo. Cuando llegamos al hotel, nos pegamos una ducha juntos y llegamos a la cama ya precalentados. Me acostó boca arriba en el borde y se colocó entre mis piernas. Me sonrió con cara pícara y sacó algo del maletín que tenía a su lado.

Sin dejarme ver, puso mis piernas sobre sus hombros y se amorró a mi coño. Esta vez, a medida que mis jugos y su saliva iban chorreando, él los metía con un dedo en mi culo. Cuando me tuvo bien lubricada, me metió lo que había sacado del maletín. Una especie de vibrador que ha medida que se introducía lentamente, se iba agrandando. Cuando extasiada, alcancé mi orgasmo, lo enterró del todo y ahí lo dejó.

Cuando se levantó y me metió el pollón en el coño, con el culo lleno, creí enloquecer, en un par de arremetidas me volví a correr, cuando iba por el tercer orgasmo, en plena cumbre, me sacó el consolador, cambió la polla de lugar y me la enterró en el culo. Cuando me llegó el orgasmo,  alcancé el Nirvana.

El día cumbre de nuestra relación, fue el día que mi esposo me empezó a hablar del tamaño de la polla de Ramón y me insinuó que lo provoque. Según él, para ver si de esa manera le podía entrar a la vecina que lo tenía muy caliente.

En ese momento, estuve segura que ya se la follaba. Se lo conté a Raúl y me comentó que con eso que le contaba, le cerraban algunas cosas que veía en su mujer. Hicimos todo el paripé y el primer día que me lo follé, con permiso de mi esposo, en el que ellos supuestamente, se fueron a dormir, hasta simulé sorpresa por el tamaño de la polla.

Al otro día, cuando cínicamente, Raúl le confesó la infidelidad a Raquel. La hija de puta se hizo la ofendida y pidió compensación.

Así fue como llegamos al primer intercambio consentido. Cuando Raúl, cohibido, le pidió que lo hicieramos por separado para no verla con otro, me descojonaba. La que no quería que la vieran, era yo. Sería difícil explicar como me tragaba esa polla tan fácilmente.

Y así llegamos al día fatal, intercambios consentidos y polvos salvajes en nuestras escapadas infieles. Estábamos seguros de que nuestras parejas hacían lo mismo. Pero no nos importaba.

MORBO

Han pasado dos años, Roberto ha quedado lisiado. Tengo una persona que lo cuida y cuando viajo, su hermana  me dá una mano para controlar todo. El niñato ha desaparecido y Raquél está deprimida. Que se joda por cínica.

Le he acondicionado una pieza especial para él y su cuidadora.  Raquel no se entera de nada, no lo visita, dice que no soporta verlo en ese estado.

¿Por qué no lo tengo conmigo en mi dormitorio? Pues, porque con las excusas de los dos baños semanales y las noches  de Poker de Raúl, follamos como cosacos.

Podríamos hacerlo delante de él, que no se daría cuenta, hasta me da morbo pensarlo, pero no soy tan hija de puta.

ORGASMO FATAL

Ya hace tres años del día del incidente, Roberto ha muerto hace seis meses. Los encuentros con Raúl han ido menguando. Con cincuenta y tres años no está para grandes trotes. Aunque nada que no se solucione con ayuda química y su gran polla.

Hoy casualmente es noche de poker y Raúl no se ha podido escaquear. Sus amigos lo han amenazado con dejarlo fuera del grupo si no va de vez en cuando. Estoy tirada en la cama aburrida, la noche es cálida pero no bochornosa.

Estoy pensando en lo bueno que sería tirarme en una tumbona en el parque, cuando escucho pequeños gemidos que vienen de la casa de al lado.

Me asomo y lo que veo me deja de una pieza. Un moreno con un físico de escándalo, está tirado de espaldas sobre una tumbona, sobre él también de espaldas y bien enculada está Raquel con las piernas sobre los hombres de otro portento, que le está bombeando cadenciosamente el coño, con un pollón que no tiene nada que envidiar al de Raúl.

Y la muy puta, que se quejaba del sexo con su marido, tiene los ojos dados vuelta de lo que está gozando. La imagen es tan erótica, que no puedo evitar llevarme la mano al coño. En lo mejor de mi paja, la puerta de mi dormitorio se abre de golpe, y aparece Raul desnudo, con el mismo rostro congestionado que le vi a su hijo cinco años atrás. Tiene la polla roja e hinchada como un garrote.

Había cancelado la reunión con sus amigos y había tomado un par de  pastillitas para la fiesta conmigo. Me buscó en el parque, no me encontró pero escuchó la jodienda en el suyo, se asomó y cuando vio el espectáculo de su mujer, subió enloquecido. Me tomó de los pelos sin decir palabra y me arrastró escaleras abajo, haciendo caso omiso a mis quejas. Me llevó al parque, tomó una tumbona, la puso cerca del seto, se echó de espaldas y me obligó a montarlo.

Caliente y lubricada como estaba, no me costó nada. Su polla estaba dura y caliente como nunca. La sentí entrar en mi cuerpo como metal ardiente. Cuando estuve bien clavada me empecé a mover mirándolo a los ojos.

Tenía una mirada rabiosa. Me pedía más ritmo. Me palmeaba el culo. Yo no daba mas. Alcancé un orgasmo y me hizo seguir. Más. Más . Más. Y él seguía duro, enloquecido. Lo tomé del cuello y aceleré mis caderas. Todo era demencial. Cuando explotó en un orgasmo descomunal, clavó sus dedos en mis nalgas con un alarido. A mi me faltaba poco para repetir.

Como él seguía duro, lo seguí montando. Más. Más. Más. Él me miraba fijo, muy fijo, con las pupilas dilatadas. Sus manos me habían soltado, pero seguía duro. Más. Más. Más. No podía parar, me faltaba tan poco. Lo sentí venir. Llegaba. Llegaba. Mis manos apretaron su cuello.

No tenía pulso.

Exploté en un grito orgásmico de terror y comprensión que me rompió la garganta.

Raquel miraba sobre el seto a su esposo, completamente aterrorizada, con las manos cubriendo su boca.

Sus amantes contemplaban la escena  con la polla dura.

DESCUBRIMIENTO

Ya pasaron dos años y todavía tengo pesadillas. En la casa de al lado ya no se ve gente. Raquel sigue internada. El parque está abandonado, el césped está crecido y la piscina sucia. Yo no he vuelto a salir al mío, debe estar igual.

Estoy en mi habitación, aburrida, navegando en las redes, tengo la vista clavada en un anuncio

JOSÉ ALVAREZ BARRIOS, NUEVO ADMINISTRADOR DE LA ESTANCIA EL ROCIO

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