Je ne sais quoi: Día uno

Ella se acerca a mí y me besa. Primero despacio, rozando sus labios contra los míos, con dulzura. Después introduce su lengua dentro de mi boca y juguetea; yo sólo le sigo el juego como una niña pequeña.

Espero que les agrade y no intenten lincharme porque no sé si tenga continuación D: [aún no tengo nada en mente].

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Saludos desde Lima, Perú :3

Día uno:

A veces juego a ser lesbiana, y me limito a tocarla dos veces, en el cuello, con los labios. Rozo sus mejillas con la punta de mi nariz y acaricio su espalda, recorro su piel de arriba hacia abajo y la desnudo, lento, muy lento. Acto seguido me aferro a su cintura, con ambos brazos, y me tumbo a un lado de la cama tan sólo para observarla, de cerca. Puedo sentir su respiración agitada a escasos centímetros; le abrazo, sonrío. Paso mis manos por su melena dorada, desenredando de a pocos, a cada paso. Siento como esboza una sonrisa y se le escapa un ligero suspiro, y me alegro; me alegro de jugar así con ella, porque es entonces cuando me convierto en un ser del que poco me acuerdo, un ser al que ella ama.

La noche ha terminado esta vez y parpadeo. Los ojos me pesan una vez más, como después de cada aventura. Ella aún duerme entre mis brazos y los débiles rayos de luz le iluminan la cara. Se le notan dos pequeñas arrugas entre las comisuras.

-«Eres hermosa», pienso, «es una lástima que no te quiera. Habríamos podido ser felices, tal vez la pareja perfecta...»

El reloj toca las cinco y me despido, en silencio. Tomo la chaqueta negra que tanto le gusta verme puesta, la sacudo. Aún está aquí la carta que tenía preparada. La coloco sobre la mesita de noche, con cuidado. No vaya a ser que tumbe todo como ayer y se pierda, como el anillo. Le acomodo las sábanas para recordarla, para tener el calor de su cuerpo tan cerca al mío por última vez.

-«No te vayas», me dice entre un susurro entrecortado, «necesito tenerte cerca...»

Se le quiebra la voz al decir esto. A mí se me encoje el corazón con sólo oírla, pero no debo. Intento regresar y tomar el pomo de la puerta pero ella me abraza, se aferra contra mi pecho y solloza.

-«No quería que hicieras esto», le digo, «lo haces aún más complicado»

Me zafo de su abrazo y le observo. Se le ha corrido el rímel por primera vez pero no deja de ser hermosa. Aún con los ojitos hinchados y rojos es hermosa. Paso dos de mis dedos por el borde de su mejilla, para frenar a aquella lágrima inquieta que ha salido desesperada. Ella continúa quieta frente a mí, arrugando el borde de mi camiseta con una de sus manos.

-«No puedo hacerlo si te vas, si no estás conmigo», susurra

Desvía la mirada hacia el armario y me arrastra hacia él. Abre una de las puertas y tantea en el interior; me sonríe. Saca un sobre blanco y lo aprieta. Tiene un sello azul, lo reconozco. El corazón se me paraliza una milésima de segundo y empieza todo a darme vueltas. Ella lo sabe, no hacía falta decírselo.

-«Sé por qué estás aquí», dice, y me entrega el sobre, «sé lo que quieres de mí pero me es inevitable quererte».

Siento mis latidos en la garganta, la sangre me sube a la cabeza. Me coloco junto a la pared, me ahogo. El aire que ingresa a mis pulmones es insuficiente.

-« ¿Qué me está pasando?», le pregunto, « ¿qué demonios me has hecho?»

Ella se acerca a mí y me besa. Primero despacio, rozando sus labios contra los míos, con dulzura. Después introduce su lengua dentro de mi boca y juguetea; yo sólo le sigo el juego como una niña pequeña. Me estoy muriendo y al menos he de irme con una sonrisa, de manera discreta. Lo poco de dignidad que me queda al menos debe de servirme para algo.

-« ¿Sientes cómo tu corazón se retuerce dentro de tu cuerpo?», susurra cerca de mi oído, « ¿lo sientes, cariño?»

No le respondo, no tengo fuerzas, ella sólo lo intuye; yo sólo quiero que me bese.

-«Es lo mismo que sintió mi madre aquella tarde de diciembre, cuando la envenenaste con tu amor»

-«Entonces estamos a mano», le digo y sonrío

Sus celos la convierten en alguien irresistible. Pasa su lengua por mi cuello y lame sin esfuerzo el lóbulo de mi oreja. Me agito, me estremezco; ella lo nota y se aleja.

-«Pero la diferencia entre ella y yo es que yo sí te quiero»

Suspira y me observa. Es entonces cuando el aire se me escapa, el cuerpo se debilita, mi corazón estalla y muero, muero de amor al sentir por primera vez a aquellas mariposas. Caigo al suelo, de rodillas, ante ella. Otra lágrima se asoma y sólo gira, me deja allí, tirada. Se coloca mi chaqueta y acomoda los jeans. Está hermosa, nuevamente hermosa. Toma las llaves del auto, cierra las cortinas, sale por la puerta y desaparece, tal y como vino; sin más. Se aleja, dejándome pálida y abrazada a mis piernas junto a la puerta. Una diminuta lágrima empieza a rodar por mi mejilla y lo acepto en silencio; me enamoré.