Jazmín, una princesa oriental (Parte número 9).
Novena parte de esta historia, con contenido escatólogico, que es una de las últimas que he escrito, que publico en primicia y que va llegando a su final. Espero que sea de vuestro agrado. ¡Os deseo un feliz año 2.014 lleno de dicha y de sexo!.
Sin darla tiempo a reponerse y haciéndola permanecer con el fino tanga bajado para que se la aireara su jugoso coño, el hombre la introdujo sus manos por debajo de la camiseta y tras sobarla unos instantes las tetas a través del sostén, extrajo de uno de sus bolsos unas pequeñas tijeras sin punta con la que, comenzando por los tirantes y por la unión de las copas, la cortó el sujetador, a juego con el tanga, que fue sacando a trozos al exterior para, tras mirar, oler y frotar las copas en su chorreante raja vaginal, tirarlos al suelo antes de volver a meterla sus manos con intención de magrearla y de apretarla las “peras” mientras se recreaba observando lo bien que se la marcaban los pezones en la camiseta. Pero, junto al clítoris, los “botones” eran el “punto g” ó de máxima estimulación sexual de Jazmín por lo que, en cuanto la obligó a mantenerlos en contacto directo con su camiseta, la resultó imposible permanecer con su culo quieto en el asiento y cuándo el varón se los excitó con los dedos gordos de sus manos logrando que se la pusieran totalmente erectos con suma rapidez, la chica se levantó del asiento y le puso su “delantera” a la altura del rostro mientras el hombre aprovechaba su posición para observar que no dejaba de gotearla flujo y que sus labios vaginales se mantenían abiertos y húmedos.
El varón, seguramente, tenía la intención de subirla la camiseta para poder mamarla las tetas pero ante el elevado grado de excitación sexual de Jazmín, dejó de magreárselas, la hizo volver a acomodarse en su asiento, la subió la falda por encima de la cintura y procedió a despojarla del tanga que quedó enrollado en la parte superior de su pierna derecha. Después y haciéndola colocar los pies sobre el asiento, la obligó a abrir las piernas y colocándose de rodillas en medio de ellas, la perforó el ojete con uno de sus dedos y la comió la seta mientras con otro la estimulaba el clítoris. La joven tardó muy pocos minutos en agradecérselo meándose en su boca al más puro estilo fuente. El hombre, entre muestras de agrado y de satisfacción, ingirió prácticamente íntegra su abundante y larga micción sin dejar de estimularla a través de sus agujeros anal y vaginal.
A pesar de que había llegado a desear el encontrarse en una situación así, a Jazmín no acababa de llenarla el verse forzada y humillada de aquella forma en público pero, aunque se sentía incomoda y violentada y pretendía evitar que sucediera, el varón sabía como estimularla por lo que, tras darle su orina, volvió a “romper” y sus orgasmos comenzaron a producirse, con celeridad e intensidad, uno tras otro mientras el hombre se mostraba muy complacido por ello y continuaba dándola satisfacción.
Sus gemidos de placer y la agradable y envolvente “fragancia” con la que su flujo y su reciente meada habían impregnado el ambiente del vagón ocasionaron que los demás viajeros volvieran su cabeza para verles en acción y que una pareja de jóvenes estudiantes, que evidenciaba haber estado retozando al aire libre, se fuera aproximando a su posición hasta acomodarse frente a ellos. La chica, manteniendo sus pies sobre el asiento como Jazmín, se abrió de piernas para facilitar a su acompañante que la introdujera la mano por debajo de la falda de su uniforme colegial y que, a través de su prenda íntima, la sobara la almeja y la masturbara.
Jazmín, después de haberse meado en la boca de su agresor y de alcanzar varios orgasmos, se encontraba pletórica y de lo más salida. El varón, tras ocultar su erecta verga, estuvo hablando con los estudiantes hasta que consiguió convencerles para que siguieran magreándose a cierta distancia de ellos. A continuación, dio un breve “morreo” con lengua a Jazmín y se despojó del pantalón y del calzoncillo para lucir ante ella una estrecha y puntiaguda, pero sumamente larga, chorra que se le mantenía tiesa hacía arriba. La joven, al vérsela, pensó que sus dimensiones dejaban mucho que desear con respecto a la “lámpara mágica” de Günter pero, al sentirse sumamente golfa, la encontró tan apetecible que procedió a “cascársela” con su mano mientras se levantaba del asiento para arrodillarse delante del hombre y metérsela entera en la boca para proceder a chupársela lentamente, de la misma forma que hacía con su jefe, mientras su agresor la agarraba con fuerza de su media melena de ondulado cabello moreno para obligarla a mantener el cipote lo más profundo que pudiera dentro de su boca. La muchacha intentó esmerarse para, entre sus continuos insultos, darle tanta satisfacción como había recibido ella pero, a pesar de que pretendía que aquello durara como sucedía cuándo se la chupaba a Günter, el hombre se encontraba tan salido que no tardó en darla un buen “biberón” mientras la decía:
- “Trágatela toda, so puta” .
La leche, en calientes y espesos chorros, la cayó directamente en el gaznate por lo que no tuvo más remedio que “degustarla” e ingerirla a medida que la iba recibiendo. El varón, que en plena explosión la dijo que se llamaba Simón, quedó tan sumamente complacido tras su masiva descarga que la hizo seguir chupándole el ciruelo con la misma entrega y esmero que hasta entonces con intención de evitar que llegara a perder la erección mientras observaba que la chica de la pareja de estudiantes acababa de lograr que su acompañante la echara un polvazo en el interior del chocho como culminación a la breve pero intensa cabalgada que, dándole la espalda, le había efectuado.
Cuándo la joven estudiante se incorporó con el propósito de que la minga de su pareja tuviera que abandonar su coño, Simón la sacó bruscamente la suya de la boca, ayudó a Jazmín a incorporarse, la quitó la falda que quedó tirada en el suelo junto a su desgarrado sujetador y la obligó a colocarse a cuatro patas sobre la fila de asientos en la que habían estado sentados. Después de recrearse viéndola bien ofrecida procedió a darla unos cuantos lametones en la seta y en el ojete mientras la propinaba unos cachetes en los glúteos, que enseguida se la pusieron como un tomate, antes de perforarla el orificio anal con dos dedos y hacerla apretar al mismo tiempo que la efectuaba unos hurgamientos circulares con los que Jazmín, que cada vez anhelaba más sentirse penetrada y jodida, pensó que pretendía conseguir que liberara el esfínter para que tuviera que evacuar en público por lo que se sintió aliviada en el momento en que, cuándo comenzaba a notar que no iba a tardar en impregnarle los dedos en su caca como preludio de su casi eminente defecación, dejó de forzarla.
Su agresor la propinó otra serie de cachetes en la masa glútea antes de ponerse detrás de ella y pasarla repetidamente la punta del nabo por la raja vaginal. Deseosa por sentirse penetrada la joven le ofreció los condones que llevaba en su bolso pero Simón los rechazó. Mientras los volvía a depositar en el bolso, que era cuándo menos se lo esperaba, aprovechó para “clavárselo”. Jazmín sintió tantísimo gusto al notarlo en su interior que, en cuanto comenzó a darla los primeros envites vaginales, fue incapaz de retener la salida de su pis y se volvió a mear convirtiendo aquella penetración en un espectáculo puesto que su lluvia dorada sólo podía salir al exterior, eso sí a chorros, cuándo los movimientos de “mete y saca” del varón y la presión que su pene ejercía en su vejiga urinaria lo permitían. Mientras le iba empapando con su micción la zona baja del estómago, el hombre, sabiendo que su segunda eyaculación iba a tardar en producirse, la quitó la camiseta para dejarla las tetas al descubierto y echándose sobre su espalda, se las sobó y la tiró repetidamente de los pezones con su mano derecha al mismo tiempo que con el dedo gordo de la izquierda la estimulaba el clítoris lo que originó que la cueva vaginal de Jazmín se convirtiera en un río de “baba” vaginal y que la joven, a la que Simón poseía cada vez con mayor intensidad, alcanzara un par de orgasmos bastante seguidos que la ocasionaron un ligero escozor vaginal y unas leves pérdidas de orina.
La joven no había llegado nunca a alcanzar tan alto grado de excitación sexual cuándo, en pleno clímax, sintió caer y depositarse en su interior los primeros chorros de la espesa leche de Simón que, acto seguido, la saco la picha para, dejándola libre, permitir que el resto de su “lastre” se fuera depositando en la zona externa de la almeja, en la masa glútea del delgado y terso culo y en la parte superior de las esbeltas piernas de la chica. La eyaculación resultó realmente impresionante y mientras disfrutaba del orgasmo, la joven pudo sentir caer sobre su cuerpo leche y más leche. Aún no había terminado de descargar cuándo su chocho devolvió una parte de la lefa que el hombre la acababa de echar pero, para asegurarse de que no la dejaba preñada, la volvió a introducir la pilila en la cueva vaginal y mientras la “machacaba” con unos movimientos de “mete y saca” circulares, la soltó una abundante y larga micción con la que Jazmín, gratamente sorprendida, llegó de nuevo al clímax mientras se iba depositando en su interior la lluvia dorada del varón que, entre insultos, la indicó que la orina evitaría el que existiera la más mínima posibilidad de que el esperma llegara a fecundar sus óvulos.
C o n t i n u a r á