Jazmín, una princesa oriental (Parte número 10).
Décima y penúltima parte de esta historia, con contenido escatólogico, que es una de las últimas que he escrito y que publico en primicia. Espero que sea de vuestro agrado.
Aquello hizo que, agradecida, Jazmín se girara en redondo en cuanto la extrajo la pirula para pedirle que se la cepillara otra vez para que la diera más leche. El hombre aprovechó la sugerente posición en la que se encontraba para volverla a “morrear” antes de introducirla, de nuevo, el pito en la boca que la obligó a chuparle con tal intensidad que parecía que la iba en ello la vida mientras la continuaba goteando el flujo y se incrementaban las pérdidas de orina. La pareja de estudiantes parecía que había conseguido calmar su desasosiego sexual después de que el chico descargara en el interior del coño de la muchacha, que permanecía con la “delantera” al descubierto y con la braga colgando de su tobillo izquierdo, por lo que se limitaban a besarse en la boca y a realizarse algunos tocamientos pero, al ver que Jazmín le estaba efectuando una nueva felación a Simón, la chavala no quiso ser menos y a pesar de que su acompañante la advirtió de que seguramente no la podría dar más leche, se colocó en cuclillas en medio de sus abiertas piernas y procedió a chuparle la polla que, aunque se mantenía con el capullo abierto, lucía a “media asta” mientras ella se acariciaba su aún caldosa seta con la mano extendida.
Mientras tanto, la intensa mamada de Jazmín había logrado que la “lámpara mágica” de Simón volviera a lucir en condiciones de darla más tralla por lo que la joven se la sacó de la boca y tras meneársela un poco con la mano, volvió a girarse para recuperar su posición inicial a cuatro patas con intención de que se la “clavara” por segunda vez, lo que hizo después de que la lamiera y la forzara, de nuevo, el orificio anal con sus dedos. Pero la excesiva humedad vaginal de Jazmín ocasionaba que el rabo se saliera una y otra vez de su chorreante almeja por lo que el varón se cansó de volvérselo a meter y optó por “clavárselo” por el culo para lo que la puso la punta en el ojete y sin demasiada delicadeza, hizo fuerza hasta que consiguió que su estrecho orificio anal llegara a dilatar lo suficiente para poder introducírsela entero. Mientras se lo iba enjeretando Jazmín sintió un intenso dolor pero se había acostumbrado a aguantarlo durante su etapa en el centro de acogida por lo que, mordiéndose los labios, lo fue soportando hasta que la punta de la salchicha se acopló a su intestino y el dolor se convirtió en escozor y molestias que, al menos, la permitían seguir al pie de la letra las indicaciones que la iba dando Simón con el propósito de que se moviera de la manera más apropiada mientras mantenía fuertemente apretadas sus paredes réctales a la tranca, la excitaba el sentir el constante golpear de sus huevos en la raja vaginal y le rogaba con bastante insistencia que se mostrara moderado puesto que hacía varios meses que no la daban por detrás.
A cuenta de las nuevas sensaciones que fue sintiendo mientras Simón la poseía entre continuos insultos no se dio cuenta de que, con la penetración anal, había liberado el esfínter y que se estaba cagando por lo que tuvo que ser el hombre el que se percatara de ello al notar que la verga se estaba impregnando en la mierda de la joven por lo que se la extrajo de golpe. Jazmín, incapaz de moverse, evacuó una impresionante descarga líquida delante del varón que, mientras la veía defecar con evidente agrado, no dejó de llamarla cerda y golfa, la volvió a castigar los glúteos y observó como iba aumentando la incontinencia urinaria de la muchacha. En cuanto terminó de evacuar y al haberse depositado la mierda en los asientos y en la chapa interna del vagón, la limpió meticulosamente el ojete con su lengua, la hizo acostarse boca arriba en el suelo y permanecer con las piernas dobladas sobre ella. En esa posición se la volvió a meter por el culo y mientras notaba como le mojaba los pelos púbicos con sus pérdidas de orina y el constante gotear de su flujo, aprovechó para sobarla las tetas y los pezones.
Para entonces la pareja de estudiantes había desistido de cualquier actividad sexual tras ver que la chorra del joven no respondía a los continuos estímulos de la chica que se sentía bastante escocida y se negó a permitir que se la “clavara” por vía anal por lo que continuaron viendo en acción a Jazmín y a Simón hasta que se volvieron a poner bien la ropa y al llegar a su estación de destino, descendieron del tren.
La tercera eyaculación del varón se hizo de rogar por lo que, después de habérsela follado por vía anal durante algo más de diez minutos manteniendo sus piernas dobladas y de cansarse de magrearlas las tetas y de sentir como le mojaba con su “baba” vaginal y su pis, la extrajo de golpe el cipote y la hizo volver a colocarse a cuatro patas, pero esta vez en el suelo, para, una vez más, metérsela por el culo. Como hacía varios años que no la “clavaban” de una manera tan exhaustiva y prolongada un ciruelo por el trasero, Jazmín llegó a pensar que con dos ó tres penetraciones más tan completas y largas como aquella acabaría convirtiéndose en una adicta al sexo anal.
Simón se la tiró con profusión de movimientos de “mete y saca” circulares antes de propinarla unos increíbles envites anales mientras, para excitarse aún más, la dedicaba toda clase de insultos e improperios. A pesar de ello y de la colaboración que encontró en la joven, necesitó emplear otros cinco minutos más para explotar de forma masiva dentro del bonito culo de Jazmín que, durante varios segundos, sintió caer en su interior chorros y más chorros de espesísima leche mientras el hombre disfrutaba de un gustazo excepcional lo que le llevó a seguir poseyéndola por detrás con el mismo ímpetu con el que había logrado descargar.
Jazmín estaba agotada y con ganas de terminar cuándo el varón decidió dejar de darla por el culo y la sacó la minga del orificio anal, una vez más sin la menor delicadeza, para aprovecharse de que su humedad vaginal se había reducido y volver a metérsela por el chocho. La chica pensaba que Simón no estaba en condiciones de darla más tralla pero, en vista del entusiasmo con el que se la volvió a trajinar vaginalmente, no descartaba que lograra echarla su cuarto polvazo aunque, si tardaba tanto tiempo en dárselo como había necesitado para explotar por tercera vez, iba a dejarla para el arrastre y el tren llegaría a su destino antes de que culminara. El hombre la sacó el nabo con frecuencia para poder cambiar de posición y a base de zumbársela con ganas e intensidad, dándola unos buenos envites que ocasionaban que sus tetas no pararan quietas un instante y que Jazmín llegara a temer por la integridad de su coño, Simón consiguió sentir que su descarga era eminente mientras, tras haberle realizado una exhaustiva cabalgada, la penetraba colocado detrás de ella y haciéndola permanecer de pie y manteniendo la pierna izquierda más elevada que la derecha. En cuanto notó el gusto previo, la extrajo el pene de golpe y haciendo que se arrodillara delante de él y sin necesidad de más estímulos, soltó una ingente cantidad de leche que la fue cayendo en la cara, en el cuello, en los hombros, en el cabello y por supuesto, en las tetas. Después de su soberbia descarga la obligó a tumbarse boca arriba en el suelo, se echó sobre ella y la introdujo entera la picha por vía vaginal para mojarla por segunda vez con otra espléndida micción mientras se la cepillaba con unos movimientos circulares de “mete y saca” y Jazmín, a pesar de darla muchísimo gusto el volver a recibir su pis, se sentía incapaz de alcanzar más orgasmos.
Cuándo la sacó el miembro viril y se incorporó, el hombre estaba tan empapado en leche como ella que optó por permanecer acostada en el suelo para recuperarse del desgaste sufrido mientras Simón la quitaba el tanga para poder limpiarse. La escasa tela de la prenda hizo que fuera insuficiente para lo que pretendía por lo que cogió del suelo su camiseta y terminó de limpiarse con ella. A pesar de que la chica suponía que iba a esperar a que se recuperara para acompañarla hasta su domicilio con intención de ponerse de acuerdo para poder repetir más veces y con mayor intimidad aquella experiencia, en cuanto el hombre observó que el tren se estaba aproximando a su destino final, se vistió, recogió su maletín y se arrodilló a su lado. Ante la sorpresa de la joven, la escupió varias veces en la cara antes de decirla que sólo era una guarra y meona aspirante a puta ya que tanto su cónyuge como su secretaria, a pesar de ser unas estrechas, le resultaban mucho más golfas que ella y le sabían complacer mejor; que aún estaba muy verde y que tenía mucho que aprender para conseguir dar plena satisfacción a los hombres que se la follaran y que debería de tener siempre en cuenta todo lo que había aprendido durante la última hora si pretendía convertirse en una dócil y obediente perrita a la que los varones pudieran tratar con sadismo ya que era la única posibilidad que iba a tener para llegar a disfrutar totalmente de su sugerente cuerpo y del sexo.
Jazmín llegó a sentir tanta rabia que, aunque tenía limitadas sus fuerzas, levantó las manos con intención de estrangularle. Simón, sonriéndola, la agarró con fuerza de los brazos y apretándoselos hasta hacerla daño, la obligó a bajarlos muy despacio mientras, tras volverla a escupir, la decía que le encantaba verla convertida en una “fierecilla” a la que había que domar pero que debería de guardar sus energías para dar más satisfacción y sacar un número mayor de lechadas al próximo varón que se la tirara. Acto seguido, la propinó unos manotazos en las tetas; la pasó sus dedos por el canalillo; la arrancó en seco parte del vello púbico con lo que la joven gritó de dolor; se incorporó; la miró con gesto despectivo y abandonó el vagón en cuanto se abrieron las puertas, dejándola desnuda y despatarrada en el suelo sintiendo múltiples náuseas.
C o n t i n u a r á