Jazmín: Mamá, el autobús y el gaditano (2)
Segunda parte del relato del autobús. Lo primero, pedir disculpas por el enorme retraso, pero la explicación a todo ello está publicada en mi blog. Sólo esperar que disfrutéis del relato.
Allí estaba mi madre, con la cara roja y tratando de coger aire, tirada en el suelo de los baños de un cutre restaurante de carretera. Desde la ventana superior donde había estado observando aquella tórrida escena distinguir el semen de Capi adornando la cara, y en especial el pelo de mamá. El generalmente liso y brillante pelo de mamá se veía sucio y algo desaliñado. Observé cómo aún de rodillas sobre ese suelo de cuestionable limpieza, iba recogiendo sus escasas piezas de ropa.
Mientras se iba vistiendo, aquella estúpida sonrisa que había asomado en su cara tras recibir la corrida de Capi había desaparecido, y había dado paso a una expresión de culpabilidad. Estando aún de rodillas, se limpió las tetas con el top y se lo puso. Los islotes circulares de semen que había quedado en su pelo habían sido barridos por el top y ahora eran borrones pegajosos que parecían resbalar por su larga melena. Se levantó ayudándose del lavabo en el que hace unos minutos aquel macarra se la había clavado sin pudor, y con algo de esfuerzo consiguió ponerse las bragas y el short. Se quedó un rato mirándose al espejo, con expresión vacía. Abrió el grifo y se lavó la cara un poco.
El mareo que tenía en el autobús no era nada comparado con el que sentía ahora. La cabeza me daba vueltas y sentía un dolor en el estómago como si me hubieran dado un puñetazo. No tenía fuerzas para seguir viendo a mi madre así. La dejé lavándose y sin hacer ruido me puse de pie como pude y volví a donde se encontraba el autobús.
El conductor estaba hablando por el móvil, supuse que con alguien de la compañía de transporte. Me apoyé en el autobús esperando a que abriese las puertas para subir y entonces vi a Kaku y a Manu sentados en una de las mesas que había fuera del restaurante, estaban riéndose de alguna chorrada, cuando llegó Capi. A él también se le veía rojo por el ejercicio realizado hace unos minutos, y con sus dos coleguitas mirándole tomó asiento entre ellos. Dijo algo en bajito, y tras un segundo de silencio, los otros dos se empezaron a descojonar dando golpes a la mesa como monos. Y haciendo el mono estaban cuando mi madre salió por la puerta del restaurante. Éstos se le quedaron mirando, Manu y Kaku con lascivia y Capi con una sonrisa cómplice. Mamá se paró y le echó una rápida sonrisa avergonzada a su joven amante, tras lo cual prosiguió su camino hasta llegar a donde estaba yo esperando a que se abriesen las dichosas puertas.
¿Qué tal hijo? ¿Qué has estado haciendo? – preguntó con tono culpable.
Pues nada, esperar aquí – mentí con tono borde. Me estaba dando un asco tremendo, y no tenía muchas ganas de hablar con ella, y justo en ese momento sonó el “pssshhh” de las puertas al abrirse. Sin decir nada más, me subí al autobús y me senté mirando hacia la ventana, evitando mirar a mamá.
Noté cómo mamá se sentaba a mi lado y tocándome el brazo me preguntaba:
- ¿Oye, Carlos, seguro que estás bien? Tienes la cara algo pálida. ¿Sigues con los mareos? – el roce de su mano, aquella mano que había estado pajeando a aquel gorila casi me hizo tener arcadas. Aparté el brazo bruscamente y le iba a decir una bordería cuando escuché los pesados pasos de Capi y sus colegas subiendo al autobús.
Mamá se giró hacia ellos mientras subían, y Capi se paró delante de mamá. Se miraron un instante, éste le guiñó el ojo y ella bajó la mirada pero pude ver una pequeña sonrisa en sus labios. Entonces Capi centró su atención en mí.
Eh, Carlitos, ¿cómo vas? ¿Estás mejor, o sigues con tus mareos? – me dijo con algo de burla en su tono – Porque vaya siestecita que te has echado, jaja.
Pues sigo con mis mareos. Lo mismo si os calláis un poco, consigo dormir otro poquito más– le dije tratando de controlar la furia en mi voz. El muy idiota no sabía que había estado despierto todo el rato.
Bueno, pues intentaremos estar más calladitos, jaja. Por cierto, Mireia, si el chaval se va a dormir otra vez, ya sabes, vente para atrás y nosotros te amenizamos el viaje, ¿vale? – le dijo con tono chulesco.
Esto… No te preocupes. Creo que es mejor que me quede con Carlos. El pobre no tiene buena cara y… y creo que en este viaje ya ha habido suficiente diversión. Ahora creo que sería mejor estar con mi hijo – le contestó dejándoselo claro.
Como tú quieras, Mireia – dijo indiferente. Tras echar un último vistazo a las tetas de mamá se fue para atrás con su tropa.
Las puertas del autobús se cerraron y el conductor arrancó hacia lo que quedaba de viaje. No había hecho el autobús ni medio kilómetro cuando de repente me golpeó un olor nauseabundo. Tal vez ya lo había notado antes, pero fue a los pocos minutos de haber subido al autobús cuando tuve plena consciencia de ello. Mi madre olía a lefa que tiraba para atrás. Me quité las gafas de sol y la miré. Y entonces lo vi. Sí, tal vez se había lavado la cara, y las manos, tal vez hasta se había enjuagado la boca. Pero su pelo aún tenía rastros pegajosos de leche, y el top que había usado para limpiarse las tetas de semen y saliva tenía zonas más oscuras de las que también emanaba aquel insufrible olor. A lo mejor mamá no lo podía oler porque hace unos minutos había estado con toda la cara llena de corrida, y se había hecho al olor, pero a mí me estaba matando de asco y noté las primeras arcadas.
Me di la vuelta hacia la ventana, casi encogido, sujetándome la barriga tratando de contener las náuseas. No podía creer que allí estuviera mi madre, sentada a mi lado, preocupándose por mi estado mientras su pelo y su ropa apestaban a leche de hombre. Mamá se dio cuenta de que algo me pasaba, y me preguntó si me encontraba bien. Yo traté de aguantar otra arcada y le dije que sí, que sólo quería dormir un poco.
Continué así unos diez minutos pero el olor a leche sobre el cuerpo de mamá penetraba por mi nariz revolviéndome el estómago. Al final no pude más, y le dije a mi madre que quería medio tumbarme un poco, y que si se podía ir a los asientos de enfrente. Ella me miró con pena y me dijo que sí, que lo que necesitase. Se levantó y se fue a sentar en los asientos que quedaban a un lado de las escaleras y se sentó en el lado de la ventana. Una vez que mamá se hubo llevado con ella el olor a lefa, ya pude estirarme, apoyarme en la ventana y sentarme de lado estirando las piernas. Me puse las gafas de sol y enfrente vi a mamá con cara de pena y probablemente mucha culpabilidad. La veía tan triste que hasta me dio algo de pena haberla “echado” de mi lado así, pero tengo que reconocer que estar sin ese olor, y cómodamente estirado me hacía sentir muy a gusto. Ella acabó por dejar de mirarme y se puso a mirar al exterior, con expresión pensativa. ¿En qué estaría pensando? Probablemente en lo que acababa de hacer con un chico que había conocido en un autobús. Yo por mi parte, traté de dejar de pensar en nada de aquello y dejar la mente en blanco. Con un poco de suerte lo mismo conseguía dormir de verdad. Hasta podía notar como el mareo mejoraba considerablemente.
Me estaba empezando a quedar traspuesto de verdad cuando escuché a mi madre llamarme.
Hijo, ¿estás mejor? – me preguntó con tono dulce y precavido. Podía haberla contestado, pero ya me empezaba a quedar dormido y no quería perder el tren del sueño. Decidí hacerme el dormido, total, no sería la primera vez ese día.
¿Carlos? ¿Estás despierto? – volvió a preguntarme. Yo seguí haciéndome el dormido, pero la miré escondiéndome tras las gafas de sol. Se la veía con cara de sincera preocupación, y al convencerse de que yo estaba frito esbozó una sonrisa de alivio y se relajó de nuevo en su asiento. Yo cerré los ojos y aunque no conseguía dormir, sí logré relajarme lo suficiente como para combatir bien mis mareos. De vez en cuando miraba de reojo a mi madre, y notaba en su cara su preocupación por mí. Tras un buen rato al verme tan “dormido” mamá también debió relajarse, y mi estado debió de dejar de ocupar un lugar en su mente. Es más, su expresión de preocupación empezó a ceder sitio a una expresión de ansiedad, y casi diría que excitación. No era necesario ser un genio para saber claramente que estaba recordando lo que había ocurrido en los baños del restaurante de carretera. Se encogió aún más en su asiento, y hasta comenzó a morderse los labios. Así estuvo la muy cabrona un buen rato, cuando algo interrumpió su flashback sexual.
¿Se ha quedado dormido el chaval? – oí al puto Capi preguntar.
Si…, si, no hagas ruido, que… el pobre lo pasa fatal en los autobuses y le vendrá bien dormir un poco – dijo mi madre en bajito, notablemente sobresaltada y tratando de evitar la mirada de Capi.
Oye, pues ya que tu hijo está dormido, ¿por qué no te vienes conmigo para atrás? – le sugirió ese desgraciado a mamá. Yo volví a abrir los ojos y vi al gorila de Capi apoyado en las escaleras y apoyado en la barandilla, enfrente de mamá, tratando de convencerla.
Capi… no me parece buena idea – dijo mamá sonrojándose.
Venga, no seas tonta. Si sólo vamos a charlar un rato. Ya sabes que es mejor que estar aquí sola y muerta de aburrimiento. Y no pongas la excusa de Carlitos, que tu chico se ha quedado frito. – le dijo tratando de convencerla.
No sé… yo…. – decía mamá dubitativa. Mamá parecía resistirse y seguro que hubiera dicho que no, cuando el autobús paró para hacer su penúltima parada antes de llegar a Granada.
Las puertas traseras que estaban a los pies de mi madre se abrieron y los ancianos lentamente se dirigieron allí. Mamá y Capi dejaron de hablar. Ella miraba por la ventana como avergonzada y él la miraba el escote descaradamente. La parejita de ancianos comenzó a descender por las escaleras cuando la viejecita se giró a mi madre con cara de desaprobación y le dijo:
- Es usted una descarada. Una mujer de su edad no hace el tonto con jovencitos como éste(refiriéndose a Capi, que sonrió desdeñoso) y menos si está viajando con su hijito. ¡No tiene vergüenza! – y se bajó.
Las puertas se cerraron, y mi madre tenía una expresión de sorpresa y culpabilidad en su cara por lo que acababa de escuchar. Se le puso la cara roja, con la boca abierta, tal vez todavía buscando alguna respuesta a aquella anciana que la había puesto en su sitio, y eso que ella sólo sabía de sus “tonteos” y nada de la sesión de sexo que acababa de tener mamá con el gorila ése.
Capi la sacó de su estado de shock tocándola el hombro y la tranquilizó.
- Mireia, no hagas caso de esa vieja, que está amargada. Pero en una cosa sí tenía razón, y es que no es recomendable que estemos hablando tú y yo aquí delante de Carlitos, así que yo creo que lo mejor va a ser que te vengas para atrás, jeje.
Mamá se quedo unos segundos pensativa, y tras lanzar un suspiro accedió:
- Está bien, tienes razón – y acto seguido se le escapó una sonrisilla. A pesar de sus anteriores dudas, sólo había necesitado una pequeña excusa y un poco de insistencia para acceder a algo que por la sonrisa de su cara no le desagradaba en absoluto. La muy guarra estaba encantada de acceder a la petición de aquel gorila.
Capi sonrió y cogiéndola de la mano la ayudó a salir de su asiento, dejándola pasar primero para así poder llevarla para atrás mientras volvía a admirar su culo. Yo no podía creer que mi madre volviese con ese cabrón atrás, donde había empezado todo. Adopté la misma posición que antes para poder observar mejor tras mis gafas de sol, y vi cómo Capi sobaba el culo de mamá mientras se la llevaba a los asientos de atrás. Se volvieron a sentar en cuadrado, pero la conversación fue completamente diferente. Al principio estuvieron hablando de tonterías, siempre con segundas, como que qué tal estaba siendo el viaje, si se lo estaba pasando bien, que qué tal me encontraba yo, si se me pasaban los mareos, etc. Básicamente eran Kaku y Manu, especialmente el primero, los que le daban palique a mamá, tratando de aumentar el tono de temperatura de la conversación, aunque mi madre no daba mucho juego y estaba más interesada en llamar la atención de Capi, pero éste no decía nada, tan sólo sonreía triunfal y lo poco que decía lo hacía como invitando a mi madre a entrar en el juego de sus amigos. , El primero en hablar fue Kaku.
Mireia, me han dicho que te has quedado con las ganas de correrte, ¿eh? Jejeje. – le soltó a mi madre riéndose. Mamá miró con furia al cabrón de Capi. Éste se encogió de hombros.
Qué quieres que te diga, mujer. Yo a mis chicos se lo cuento todas mis conquistas – dijo con tono triunfal.
Ha dicho Capi que la chupas muy bien, Mireia. – apuntó Manu con tono cortés, al menos todo lo cortés que uno puede ser cuando le estás diciendo a una mujer que la chupa muy bien. Mamá se sonrojó a la vez que sonreía de forma amorfa, sin saber si sonreír o indignarse.
Oye, Mireia, si te has quedado con las ganas, seguro que sigues cachonda como una perra en celo, ¿no? – siguió preguntando Kakú mientras se daba la vuelta y se ponía de rodillas sobre el asiento mirando hacia ella. Mamá no dijo nada, pero bajó la vista al suelo, lo cual fue casi como decir que sí – Pues si sigues cachonda, seguro que te apetece meterte una buena polla en la boca.
La verdad es que no – dijo mi madre poco convencida. Kaku debió de notar la debilidad en la voz de mamá, y lo que vi no me gustó un pelo. El cerdo se movió un poco a la derecha, quedando con la separación de los asientos en medio de su cuerpo. Dirigió las manos a donde su entrepierna y desde atrás pude ver un movimiento que me dejaba claro que se estaba bajando la cremallera y sacándosela ahí, en medio del autobús. Con la polla fuera, se apoyó en los respaldos, dejando su carne entre medias.
Mira, ¿qué te parece? ¿Te gusta? – preguntó Kaku sonriendo maliciosamente – Venga, no seas tímida, que con el calentón que llevas seguro que se te está haciendo la boca agua.
Mamá apartó la vista y cruzó brazos y piernas, aparentando desinterés, pero el sonrojo de su cara descubría que el pene de Kaku no la había dejado indiferente.
Kaku seguía meneando su cosa delante de la cara de mamá, mientras ella se hacía la desinteresada, y así estuvieron un rato; él intentando convencerla de que probase su pene y ella tratando de ignorarle. Se empezaba a notar algo de tensión, hasta que Capi tomo acción.
- Vamos, Mireia. No te cortes. Se te nota que sigues cachonda, y que no te importaría lo más mínimo meterte la polla de mi amigo en la boca – intervino acariciando con el dorso de su mano el brazo de mamá – Además, puede que sea la única manera de que se calle el pesado, jajaja.
Mamá sonrió con la gracia, y miró a Capi fijamente con expresión juguetona. Después volvió a mirar a donde estaba la polla de Kaku y lentamente descruzó brazos y piernas, echándole una mirada de “Kaku, hoy es tu día de suerte, no te acostumbres”. Sin moverse del sitio, se inclinó hacia adelante y el suspiro profundo de Kaku me indicó que mamá se acababa de meter su polla en la boca. Los suspiros se sucedían y eran cada vez más altos. Yo no podía ver a mamá comiéndose aquella polla por los asientos y la espalda de Kaku, pero no era necesario.
- ¡Bufff! ¡Joder Capi, tenías razón! ¡Pero qué bien la chupa la cabrona esta! – decía Kaku resoplando. De vez en cuando miraba hacia atrás como para asegurarse de que yo seguía dormido y los ancianos no curioseaban - ¡Aahhhh, eso es, vamos, Mireia, joder que ganas tenía de ver si la chupabas tan bien como decía Capi!
Yo seguí viendo las piernas de mamá, y la parte superior de su cuerpo inclinada, ocultándose tras los asientos, en lo que debía ser una mamada espectacular por lo que iba comentando Kaku. Así prosiguió la acción durante lo que me pareció una eternidad, hasta que la espalda de Kaku pareció tensarse y las manos de éste agarraron las cabeceras de los asientos con fuerza.
- ¡Joderrrrr! ¡Así, Mireia, así! Mireia… Mireia, me voy a correr ya… - decía con esfuerzo – Ohhh... Ohhhh… ¡Oohhh!
Kaku soltó las cabeceras y sus manos se dirigieron a donde asumí que estaba la cabeza de mi madre chupándosela, echó la cabeza hacia atrás y su cuerpo se puso rígido.
- ¡Ah…! ¡ah…! ¡ah…! – Kaku resoplaba de forma entrecortada mientras se corría en la boca de mamá – ¡Eso es! ¡traga… sigue tragando… hasta la última gota!
Tras unos segundos en los que sólo se oían los resoplidos de Kaku y los sonidos ahogados de mi madre mientras tragaba la leche de aquel desgraciado, los hombros de éste comenzaron a relajarse y sus manos soltaron la cabeza de mamá. Al instante se la escuchó decir:
¡Mmmggg¡ ¡Cabronazo! ¡Casi me ahogo! – pero en el tono de mamá no había enfado en absoluto. Más bien una mezcla de diversión y excitación. Era acojonante. Hace unas horas habría jurado que mi madre no tragaba al payaso de Kaku, y ahora parecía aún más encendida tras haberse tragado la corrida de aquel gilipollas.
Pero has conseguido tragártelo todo. No pensaba que fueras a ser capaz – le dijo Kaku en forma de felicitación.
Bueno, como ha dicho Capi, sigo muy cachonda. Eso ayuda mucho, ¿sabes? – contestó mamá riéndose con cara de vicio. Todos se rieron con ella.
Mireia, eres una mujer increíble. De verdad, eres la bomba, mujer – la piropeó Capi mientras le ponía una mano sobre la pierna. A ella no pareció importarle y ella mismo puso su mano sobre la pierna de Capi, sospechosamente cerca del paquete de éste. Éste, viendo que ella seguía todavía más cachonda tras la mamada a su amigo, empezó a deslizar su mano hacia el interior del muslo de mamá, haciendo que ella cerrase sus piernas y agarrase el brazo musculoso de Capi, más para agarrarlo que para apartarlo.
Kaku observaba la escena con diversión y Manu no paraba de recorrer con la vista el cuerpo de mi madre que se retorcía ligeramente ante los tocamientos de su líder en su entrepierna. Sin poder aguantar más miró a Capi, y éste entendió perfectamente.
Mireia, bonita, ¿vas a dejar que mi buen amigo Manu sea el único que se quede sin probar lo bien que usas tu boquita? - dijo mientras los músculos del brazo con el que estaba acariciando el interior de los muslos de mamá se tensaban, denotando claramente que había incrementado su actividad manual en aquella zona. Mamá no respondió al instante, tal vez porque quería seguir disfrutando de las caricias de Capi en aquella zona tan peligrosamente cercana a su intimidad.
¿Eh, Mireia? ¿No le irás a hacer esa putada a mi amigo? – siguió insistiendo con tono de complicidad.
Mamá hizo un esfuerzo para apartar el brazo de Capi y levantándose de su asiento se dirigió hacia Manu con cara juguetona, no sin antes echar una mirada desafiante a Capi, que rió satisfecho del comportamiento de mi madre.
Manu se echó hacia el asiento de dentro para hacerla un hueco, pero ella en lugar de sentarse, apoyó su rodilla sobre el posabrazos del asiento y empezó a inclinarse hacia abajo, dejando su culo en pompa ante la vista afortunada de Kaku. A los pocos segundos pude escuchar el sonido de una cremallera abriéndose y a Manu invitando a mi madre a no pararse ahí.
Venga Mireia, no me dejes con las ganas – dijo casi rogando. Se escuchó una corta risa juguetona de mi madre y acto seguido un resoplido de placer proveniente de Manu.
Ohhh dioss, joder, pero qué bien la chupassss…
Mi madre no decía nada, sólo se escuchaba su respirar profundo y yo sólo alcanzaba a ver su culo moviéndose ligeramente como consecuencia de la mamada que estaba regalando a Manu. Desde donde estaba, no podía evitar reconocer que el culo de mi madre era un espectáculo, y sus shorts vaqueros se apretaban contra sus nalgas marcando perfectamente la redondez de su trasero. Kaku parecía hipnotizado, con su cara a escasos centímetros del culo de mamá, y sin poder resistirse puso una de sus manazas sobre la nalga derecha de ella.
Hhhmmm – fue lo único que dijo mi madre, que seguía mamándosela a Manu mientras este emitía continuamente sonidos de placer. Ante tal respuesta de mamá, Kaku agarró ambas nalgas y empezó a masajearlas de abajo a arriba, y los sordos sonidos de placer de mi madre fueron aumentando. Pronto una de las manos de Kaku se dirigió hacia el centro, y empezó a restregar su palma en la entrepierna de mamá.
¡Hhmmmfff! – resopló mamá con la polla de Manu claramente todavía en su boca, y esos resoplidos fueron en aumento junto a la intensidad con que Kaku frotaba su entrepierna. La intensidad de la mamada de mamá también debió aumentar considerablemente, porque los bufidos de Manu fueron aumentando a su vez, hasta que de repente se quedó callado y lo único que se escuchaba eran los apagados gemidos de mi madre mientras probablemente se tragaba la leche de éste.
Manu había acabado, pero Kaku seguía frotando el coño de mi madre por encima de sus shorts, y ella contoneaba su empinado trasero en señal de que le estaba gustando. Sus gemidos ya no eran sordos y apagados, sino perfectamente vocalizados y audibles, prueba de que se había sacado ya la polla de Manu.
- Ahhh… Kaku… si…ay dios… - se escuchaba a mi madre. Kaku se lo estaba pasando en bomba viendo como el culo de mamá se movía pidiendo más, pero por fortuna para mí, la diversión se acabó en ese instante. De todo lo que estaba pasando, nadie salvo el conductor nos habíamos dado cuenta de que el autobús ya había llegado a la estación de Granada.
Los tres cabrones comenzaron a mirar por la ventana como para asegurarse de que eso era la estación de autobuses, mientras mi madre seguía buscando con su culo el roce de la mano de Kaku. Las puertas se abrieron y el conductor gritó tímidamente: “Ya hemos llegado, bájense, por favor” para seguidamente salir pitando, supongo que para abrir los maleteros y por lo incómodo de la situación.
A mi madre parecía no importarle que ellos hubieran seguido jugando con ella, pero Capi no parecía dispuesto a ello. Se levantó de su sitio y dándole un toque en el brazo a Kaku, le indicó que parase.
- Vamos chiquillos, que después de todo esto, me ha entrado un hambre que te mueres, jaja – dijo completamente en serio – Bueno Mireia, ha sido un placer, ¡y creo que para ti también, jajaja!
Sus dos compañeros le rieron la gracia, y Kaku le dio un buen azote en el culo a mamá:
Jeje, sí que estás cachonda, sí – dijo apartando su mano y levantándose – Cómo le gusta que le frote ahí a la muy guarra, jeje.
Bueno, al menos la hemos dado bien de merendar, ¡jaja! – dijo apartando a mi madre y poniéndose de pie - Yo también tengo un hambre que te cagas. Venga, vamos a pillar algo de comer.
Y diciendo estos los tres bajaron juntos, no sin antes reírse de mí.
Mira al tontaina éste, que sigue más sobao que yo que sé – señaló Kaku.
Bueno, mejor para él, que imagínate que hubiera visto cómo se divierte su mami en los viajes de autobús, ¡jaja! – dijo Capi.
Pude escuchar sus risas mientras bajaban y fuera del autobús mientras cogían sus maletas. Cuando me giré hacia mamá, ella estaba mirándoles a través de la ventana, y en su cara había una clara expresión de culpabilidad e insatisfacción por haberse quedado tan caliente. Se arregló un poco el top y se sacó los shorts del culo, y vino hacia donde estaba yo mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
Yo rápidamente me hice el dormido, porque sinceramente, no hubiera sabido cómo reaccionar o qué decir de haber hecho lo contrario. Casi me dan los siete males cuando noté la mano de mamá tocándome el hombro para despertarme.
- Carlos, cariño, ya hemos llegado. Vamos hijo, que tienes que comer algo, te vendrá bien para el mareo – me dijo con la voz más dulce que tenía.
“Yo sí, tú desde luego te has comido tres pollas y sus correspondientes corridas, cabrona” – pensé de mi propia madre.
Haciéndome lo mejor que pude el recién despertado me incorporé y baje las escaleras sin decir nada a mi madre. Nuestros bultos eran los únicos que quedaban en el maletero del autobús, y del conductor no había ni rastro. Tras sacar las maletas nos dirigimos dentro de la estación.
Mi madre insistía en que cenara algo, y aunque lo cierto es que no tenía mucha hambre, no me apetecía discutir con ella, así que le dije que vale, que fuéramos a cenar algo. Había una especie de bar restaurante bastante amplio, y tras pedir un bocata y una coca-cola, dejé que mi madre pagase y yo me senté un poco alejado. Empecé a mordisquear el bocata de salchichón sin muchas ganas, mientras veía a mi madre terminar de pagar. Cuando vino a sentarse en la mesa en que estaba comiendo me comenzó a preguntar que qué tal el viaje, si había estado durmiendo todo el rato del tirón, etc. Estaba claro que aparte de su preocupación por mí, estaba tratando de asegurarse de que yo no me hubiera enterado de ninguna de las guarradas que había estado haciendo, y supuse que si estaba exageradamente cabreado con ella podría parecer que sí sabía lo que había ocurrido, así que decidí dejar que “se me pasase el enfado” y tras asegurarla que había dormido como un lirón, empezamos a hablar de tonterías.
Al ver que mi humor mejoraba, mi madre pareció aliviarse, y aunque no me gustó mucho, parte de sus expresiones de culpabilidad fueron desapareciendo.
Llevábamos más de una hora hablando y ya casi hablábamos con normalidad, hasta el punto de que parecía que mi madre no acababa de dejarse follar por un gorila y chupársela a sus dos amigos, cuando todo se fue al garete. Vi que la cara de mi madre cambiaba, y a los pocos segundos pude escuchar unas voces más que reconocibles.
Los tres imbéciles esos venían hacia donde estábamos nosotros armando escándalo, y mi madre les miraba con una mezcla de angustia y placer culpable. Cuando estuvieron bastante cerca, mi madre apartó la vista y se quedó mirando al suelo. Yo no dije nada, pero Kaku sí.
Holaaa Mireiaaa – saludó el muy imbécil. Mamá al principio hizo como que no le había oído, pero ante la insistencia de éste no le quedó más remedio que devolver el saludo con un tímido hola y una tímida sonrisa.
Hola Mireia, hola Carlitos. – saludó Capi con su chulería – Mireia, ¿no te estarás aburriendo, verdad? Jajaja.
No, estoy bien, gracias. – contestó “amablemente”. Capi contestó con un simple “Vale, pues encantado de haberte conocido”, y los tres siguieron andando.
Mi madre se les quedó mirando, y eso hizo que me volviera a enfurruscar de nuevo. Mamá notó que estaba de mala leche de nuevo, y trató de que me pusiera de buen humor, pero ante mi cabezonería se dio por vencida, y hasta se atrevió a enfadarse conmigo. Tras decirme que no podía estar de ese humor tras haber acabado exámenes, me dijo que se iba al baño y que cuando volviese esperaba que estuviese de mejor humor. Mi cabreo fue a mayor. “Encima de que se ha portado como una guarra, tiene el valor de decirme que ponga buena cara”, pensé. “Pues ya te puedes ir un buen rato al baño, porque a mí este cabreo no se me va a pasar así como así”.
Seguía intentando mis ganas de pegar un grito y cagarme en todo, cuando me di cuenta de que ya había pasado un rato desde que mamá se había ido al baño. Me fijé en la hora y era pasada la medianoche. Me empezaba a preocupar, pero tampoco quería darle el gusto a mi madre de que viera que a pesar de mi cabreo la seguía buscando. Decidí seguir allí esperando, pero los minutos pasaban y mamá no volvía. Llegó un momento que el sitio donde estaba iba a cerrar y me pidieron que me fuese. Sin quedarme otra, decidí que mejor que estar de pie, ya aprovechaba para buscarla y así tenía la excusa de que me había echado del sitio donde estaba sentado. Además, empezaba a tener ganas de mear.
Empecé a andar hacia donde se había encaminado ella para ir al baño, y me di cuenta del largo rato que habíamos estado hablando. El semi bullicio inicial de cuando habíamos llegado había dado paso a una calma nocturna silenciosa, sólo perturbada por el andar de unos pocos viajeros nocturnos y el ruido de sus maletas rodando por el suelo. Llegué hasta los baños y me quedé a escasos metros esperando a que saliera mi madre. Los minutos pasaban y de allí no salía nadie. Tal vez ella ya había salido del baño y había ido a donde habíamos estado antes, pues había pasado un buen rato desde que había dicho que se iba al baño. Sea como fuere, decidí echar una meada ante de nada, y me dirigí al baño de caballeros. Ya casi entrando a lo que eran los baños propiamente dichos, vi algo que me dejó helado. Un top femenino verde yacía en el suelo, tirado como un trapo a la entrada del baño de hombres.
Eso hizo saltar las alarmas en mi cabeza, y sin estar muy seguro de si quería descubrir qué hacía allí un top igualito que el que llevaba mi madre, comencé a andar hacia los baños. Según me iba acercando, se distinguían algunos ruidos que indicaban movimiento, junto con voces tanto masculinas como femeninas que parecía estar emitiendo jadeos. Tragué saliva. Cuanto más me acercaba más claros eran los sonidos procedentes del interior del baño de caballeros.
Casi estaba dentro, a punto de girar la esquina con la que ya estaría dentro del baño de señoras cuando empecé a escuchar claramente lo que estaba pasando allí
- ¡Ahh… siiii…. sigue así! ¡No pares! ¡Lo hacéis genial chicos…!
Mis peores temores se hacían realidad, y casi sin querer, ya casi por inecrcia, me asomé por la esquina para ser testigo del tórrido espectáculo que acontecía allí dentro.
Lo primero que vi fueron los shorts de mi madre tirados en el suelo, a menos de un metro de donde estaba yo mirando, con su tanga dentro. Su top estaba tirado un par de metros más allá, bajo los pies de Capi, que estaba desnudo de cintura para abajo mientras se manoseaba el miembro algo flácido.
Manu la tenía contra los lavabos igual que Capi la había tenido unas horas antes, y los músculos de su culo se contraían cada vez que embestía el coño de mamá. Ella se encontraba abierta de patas, con un pie en el suelo y el otro apoyado en el lavabo, recibiendo las embestidas de aquel capullo, apoyándose con una mano para no caerse hacia atrás y con la otra pajeando la polla de Kaku, mientras este jugaba con sus tetas.
- Venga, chicos, dadme más… más fuerte….así…¡haced que me corra de nuevo!
Kaku la cogió de la nuca y empezó a hacerla bajar hacia donde estaba su pene, sin ninguna oposición por parte de mi madre. Poco a poco fue reclinándose de lado, hasta que quedó en una especia de L ladeada, siendo follada en su coño por Manu y con la parte superior de su cuerpo girada e inclinada para permitir que su boca se llenase con la carne de Kaku.
Así estuvieron un buen rato, con Manu taladrándola y mamá contorsionándose para poder chupársela a Kaku, hasta que Manu empezó a aumentar los ritmos de sus pollazos.
-¡Oh, joder, qué prieto tiene el coño esta tía. Kaku, cámbiame el sitio, que yo así no aguanto mucho más! – pidió Manu a su camarada.
- Jeje, no hay problema hermano – contestó Kaku encantado – Tengo unas ganas locas de meterla en ese chochito de nuevo. Ven, Mireia.
Manu la sacó de dentro de mamá arrancándola un gemido, y entre los dos la ayudaron a bajarse del lavabo. Kaku, con su mano todavía en la nuca de mamá, la hizo inclinarse hacia la polla de su amigo, y ella dejándose guiar comenzó a chupar esa verga que acababa de estar en su coño. Kaku se puso detrás, y levantándola un poco de las caderas, apuntó bien y se la clavó de una tajada, arrancando un grito ahogado de mi madre.
Ahh, Mireia, ya veo cómo te gusta, joder. Si es que ya entiendo a Manu. Dos polvazos y sigues apretando como si fueras una virgencita, jaja – decía Kaku riéndose.
Eso es, vamos Mireia, joder qué bien la chupas. Te voy a meter mi corrida hasta el fondo de tu estomago otra vez. ¿Te gusta la leche de hombre?¿Eh, te gusta? – preguntaba Manu tremendamente excitado.
Mmhhm – fue lo único que se le escuchó decir a mamá.
¿Cuántas corridas te has tragado hoy, Mireia? – continuó inquiriendo Manu mientras la agarraba del pelo mientras ella se la chupaba. Tirando de su pelo, le sacó la polla de su boca y volvió a preguntar – Dinos, ¿cuántas raciones de leche te has bebido hoy?
Entre los jadeos causados por los pollazos de Kaku, mamá contestó como buenamente pudo, dejándome helado con su respuesta.
- Ahh…cinco…¡cinco!... ahhh siiii Kaku…¡sigue así Kaku! – gemía la muy guarra.
Satisfecho con la respuesta, Manu volvió a dirigir la cabeza de mamá hacia su polla, volviendo a resoplar de placer causado por la boca de esa guarra que estaba demostrando ser mi madre.
Entre los dos siguieron follándosela sin compasión, y mientras tanto Capi había recuperado todo el esplendor ahí abajo, y sin perder el tiempo se dirigió hacia donde estaban mamá y sus dos folladores.
- Kaku, apártate y déjame un hueco – ordenó Capi. Kaku no parecía muy contento, pero ante la orden del cabecilla se apartó a regañadientes. Mamá no varió su actividad, y seguía mamándosela a Manu, dejando la puerta abierta esperando a Capi. Éste no se hizo de rogar, y tras agarrarse la polla para dirigirla al coño de mamá, la metió de una tacada y tan pronto lo hizo comenzó a bombear a ritmo frenético, haciendo que su boca liberase momentáneamente la polla de Manu. Con expresión complacida y dolorida a la vez, se giró hacia Capi sin dejar de pajear a Manu, para acto seguido volver a sus tareas de chupapollas.
Mientras Capi la bombeaba y Manu recibía una buena mamada, Kaku estuvo allí esperando durante unos minutos. tocándosela, aburrido, observando la escena y sin saber qué hacer, hasta que cansado de su situación le pidió a su líder:
-Joder Capi, déjame a mi también un poco, que al final se me va a poner floja – se quejó Kaku. Al principio Capi optó por ignorarle, pero ante la insistencia de su amigo, se la sacó de golpe a mamá, cuyas rodillas flojearon de forma exagerada, teniendo que agarrarse a las piernas de Manu, deteniendo momentáneamente su tarea oral.
- Joder, qué pesado puedes ser Kaku, pero mira, se me ha ocurrido una buena idea. Kaku, túmbate en el suelo – ordenó. Kaku viendo lo que venía lo hizo sin rechistar. Luego cogió a mamá del brazo y la llevó donde se había tumbado Kaku. – Venga, guarra, ensártate esa polla en tu coño.
Mamá tuvo dificultades, pues entre que le flojeaban las piernas y debía estar bien escocida, no debía ser tarea fácil sentarse sobre esa cosa. Tardó un poco, pero lo consiguió ella solita, y al momento comenzó a botar lentamente sobre la polla del imbécil de Kaku. Manu se acercó hacia ella con la polla brillante de la saliva de mi madre, y acariciándola de la cabeza la invitó a seguir chupándosela.
Mientras mamá botaba sobre la polla de Kaku y se comía golosa la verga de Manu, Capi se fue acercando por detrás, y poniendo su mano sobre la espalda, la hizo arquearse, dejándola a huevo para lo que le iba a hacer. Se escupió varias veces sobre la mano y se lubricó bien su pollón, y situándose encima de mamá como si la fuera a montar, apuntó con su miembro al único agujero que quedaba libre. Al darse cuenta de lo que se le venía encima, mamá se empezó a revolver.
¡Mmmmhhh… nnnnnn! – protestó mamá mientras con una mano golpeaba los gemelos de Capi en un intento futil de detenerle.
Quita, perra, que con lo cachonda que estás te va a encantar – le aseguró Capi, mientras comenzaba la penetración anal.
¡Nnnnggg… unnnggg….! – gritaba mamá. Consiguió sacarse la polla de Manu de la boca, y poniendo una mano sobre el pecho de Capi comenzó a empujar tratando de quitárselo de encima. - ¡Ay, Capi…ahhh..no! ¡Así no…ufff…para! ¡Me vais a romper así! ¡Ahhhhh!
Te han dicho que te calles, jaja – rió Manu, que agarrándola del pelo volvió a taponar su boca con su rabo para acallarla – Venga, Capi, ¡métesela ya a la guarra ésta, jaja!
Capi no dudó un instante, y separando las nalgas de mi madre con sus manazas, se la metió lentamente hasta el fondo.
¡Uhhmmmfff! ¡Uhmmmnngg! – trataba de gritar mamá, apoyando las manos en el suelo y arqueando su espalda hasta el punto que parecía que iba a romperse. Por fortuna para ella, el asalto anal de Capi se estaba produciendo con lentitud.
¡Aarrgghh! ¡Pero que culito más prieto tienes, Mireia! Pero tranquila, que te lo voy a dejar bien relajadito – dijo Capi desafiante. La aparente estrechez anal de mi madre estaba causando dificultades en Capi, pero él no cejaba en su empeño, y ahí estaba ella, casi inmóvil, tratando de no moverse por el dolor, con su boca fijada en la polla de Manu, Capi estirando su ano y Kaku con sus manos en su cintura ayudándola a subir y bajar por su polla.
Tras unos minutos, que se me hicieron eternos, y seguro que a mi madre también, las lentas y cuidadosas penetraciones de Capi fueron cogiendo mayor cadencia, hasta casi sincronizarse al ritmo de los pollazos de Kaku. Mamá parecía que se empezaba a adaptar al tamaño de esos tres trozos de carne dentro de sus orificios, y la inmóvil tensión de su cuerpo comenzó a ceder para dejar paso a unos movimientos más rítmicos que acompañaban al de sus tres folladores.
¡Ufff… joder, Capi! ¡Mira a esta puta! Parece que su coño va a aplastar mi polla, jajaja – gritaba excitado Kaku.
¿Ves Mireia? Te dije que te iba a gustar. Venga, ahora demuéstranos cuánto te gusta tener tres pollas dentro de ti – le dijo Capi suavemente al oído. Eso pareció encender a mi madre que empezó a mover sus caderas a ritmo frenético mientras que su boca succionaba a Manu con frenesí, usando sus manos para pajearle al mismo tiempo.
Ayyyy… ¡Ayyy! Madre mía, esta mujer es acojonante… - suspiraba Manu – Dios… como sigas así… como sigas así te voy a llenar tu boquita con mi lefa, so guarraaaa…..
Mi madre , en vez de decelerar, empezó a pajearle con más fuerza y a chupársela como una loca, provocando que Manu se echase las manos a la cabeza, resoplando cada vez con más frecuencia. Manu empezó a echar las caderas hacia adelante, como tratando de meter su polla aún más en la boca de mamá, hasta que uno de sus resoplidos se cortó a la mitad, su cuerpo se tensó, y poniendo sus manos sobre la cabeza de ella empezó a descargar.
- ¡Uuuuufffff! ¡Madre del amor hermoso, qué increíble…! ¡Aaahhhh, eso es, tómala toda en tu boquita! – Manu ya se había corrido, pero mamá no dejaba de rebañar en su polla a base de lengüetazos, hasta que éste dio un paso atrás para retirarse de la follada – Ay, ay, ay, que me he vaciado los huevos en la boca de esta puta otra vez.
Con paso tembloroso Manu se acercó hasta el lavabo y se apoyó allí, con cara de cansado pero feliz, observando el resto de la follada como mero espectador.
Con la polla de Manu fuera de su boca, ahora sus gritos y gemidos se entendían a la perfección, y se la notaba cada vez más excitada.
¡Aaaannggg! ¡Dios qué bueno! ¡Así, joder Capi, sigue! ¡Sigue! – pedía mamá – Y tú también, Kaku, ¡clávamela hasta el fondo!
¿Tanto te gusta putita? Si ya sabía yo que seguías “aburrida” – le espetó Capi - ¿De verdad te piensas que me creí por un segundo tu historia de que te habías equivocado de baño? Mireia, putita, que te he visto cómo nos mirabas cuando hemos entrado al baño, ¡jajaja!
¡Ohhhh… siiii… me encanta! ¡Siiiii… lo reconozco…. No sé ni porqué…ufff, pero sí, os he seguido al baño… y me alegro… diosss… de haberlo hecho! ¡Ahhhh, que bien me folláis, siiiiii…..! – gemía mi madre llena de placer, mientras su cuerpo buscaba cada vez con más celeridad los troncos de carne caliente de Capi y Manu - ¡Ahhhaannngg! Creo…. Creo que me voy…a correr… ¡¡Capi, me voy a correr otra vez!!
¿Pero cuántas veces se había corrido ya la muy puta? No me podía creer que esa mujer que botaba de arriba abajo, de adelante a atrás, absorbiendo con su culo y su coño las pollas de dos macarras a los que normalmente mi madre ni hubiera hecho caso. Pero allí estaba ella, follándose a aquellos dos capullos sin reparo alguno, gritando que se iba a correr de nuevo.
Capi y Kaku decidieron que iban a ayudarla en su empeño de llegar al orgasmo, y aceleraron sus bombeos al interior de mi madre, con el consecuente aumento de placer en ella, que se agitaba y estremecía en lo que parecían ser las primeras señales de su orgasmo.
Al cabo de unos segundos mi madre se estiró casi por completo, y con una especie de aullido femenino anunció que se corría:
-¡Kyaaaaaa….! ¡Me corro… me estoy corriendo! ¡Aaaaaaaanngggg, seguid, seguid, cabrones! – mi madre estaba en su clímax y aquellos dos cabrones no paraban de bombearla. Mi madre ya se había corrido y parecía agotada, pero las embestidas de sus dos nuevos amigos parecían seguirla dando placer, y aunque ya no de forma tan enérgica, siguió ofreciendo sus orificios para el disfrute de éstos.
Tras unos breves momentos, era Kaku el que parecía estar sufriendo para aguantar la follada. Capi debió notarlo, y agarrando a mamá por la cintura, la levantó lo justo para que Kaku pudiera salir de debajo.
- Venga Kaku, que te veo a punto. Salte de ahí y llénale la boca de leche a Mireia, que seguro que lo está deseando.
Kaku lo hizo con presteza, y apenas había puesto su mano en la nuca de mamá, ella misma se lanzó a por su polla para recibir toda la lefa en su boca. A Kaku no le hizo falta ni empujar, y tras unos segundos de mamada por parte de mi madre, su cara se arrugó y con un bufido comenzó a correrse dentro de su boca.
- ¡Ahhh, qué hija de puta, te lo estás tragando todo de nuevo! – dijo Kaku a modo de felicitación – Ven, toma hasta la última gota, que yo te la exprimo, Mireia, jeje. Eso es, buena chica…
Kaku estaba exprimiendo su polla de abajo arriba, sacando hasta la última gota, que mi madre iba recogiendo gustosa con su lengua. Cuando Kaku quedó satisfecho, se retiró al igual que Manu, y entre los dos observaban, con mezcla de burla y excitación, a mi madre siendo sodomizada por su cabecilla, mientras le animaban a que la diese más fuerte.
¡Vamos Capi! ¡Móntala, móntala bien, jajaja! Que no se te escapen las riendas – se reía Kaku.
¡Ohhh siii…. Capi! ¡Eso es, móntame, móntame duro, cabrón! – refrendaba mamá.
Capi siguió bombeándola el culo durante varios minutos, hasta que su follada fue incrementando en fuerza, arrancando gritos de dolor a mamá, que a pesar de ello movía su culo contra la pelvis de Capi, indicando que ese dolor más bien le gustaba.
¡Venga Capi! ¡Fóllame el culo bien, y cuando lo hagas, quiero que te corras en mi boca, cabrón! – desafiaba mi madre. Eso excitó a Capi, que la follaba cada vez con más ímpetu, hasta que de repente se salió de su culo, y agarrándola del pelo le puso la polla a escasos centímetros. Entonces se puso a pajearse furiosamente, mientras la retaba:
Puta, si quieres mi leche, tendrás que cazarla al vuelo, ¡jajaja! – dijo Capi, mientras sus amigos se descojonaban por la ocurrencia de su líder. A pesar de esas vejaciones, mamá inclinó la cabeza y abrió la boca, preparándose para recibir la corrida de aquel gorila. Y así, en un instante, de repente, Capi bufó como un toro, y de su polla comenzó a brotar lefa de forma que parecía casi interminable. Debió de echar 5 o 6 chorros, todos ellos bastante abundantes, de los cuales a la boca de mamá no debieron caer más de 3. El resto fue a caer en su cara, pelo y hasta cuerpo.
Ohhhh dios, qué a gusto me he quedado. – dijo Capi satisfecho – Toma Mireia, rebaña los restos si quieres, putita, jajaja.
Y lo peor es que así lo hizo ella. Con su lengua fue limpiando los restos que habían quedado en la punta del rabo de Capi, haciéndole estremecer de placer. Cuando hubo terminado, Capi se dio media vuelta y se empezó a vestir. Sus amigos hicieron lo mismo, mientras mamá estaba allí en el suelo, bañada en leche, sudorosa, y mirándoles con cara de felicidad.
Bueno, Mireia. Ha sido todo maravilloso, ¿verdad, chicos? – preguntó Capi.
Mireia, eres un portento de mujer – corroboró Manu.
La chiquilla más guarra con la que me he topado en los últimos meses, jeje – dijo Kaku.
Gracias chicos. Vosotros también habéis estado increíbles. Creo que no hay mejor forma que ésta para empezar las vacaciones más relajada que nunca – agradeció mamá sonriéndoles.
Bueno, si te ha gustado, podemos repetir en unos días, preciosa. – le propuso Capi.
¿En unos días? – preguntó mi madre. La verdad es que yo tampoco entendía mucho.
Claro, mujer, que yo soy de Cádiz, y tengo a toda mi familia allí. Ahora vivo en Granada por la universidad, pero sabiendo que vas a estar allí por mi tierra, ya tengo excusa para ir a visitar a la familia. Seguro que a mis primos les encantará conocerte, jeje.
Mi madre se rió con él y dijo que estaba segura de que sí, y tras intercambiarse los móviles, ellos terminaron de vestirse y se dispusieron a salir. Yo di marcha atrás rápido para que no me descubriesen, y me metí al baño de mujeres a esperar a que se fuesen. Mientras salían pude escuchar lo que decían.
Menuda puta que te has echado, Capi – felicitaba Manu a su amigo.
Ya te digo, ya la quisiera yo para mí – decía Kaku.
Y yo que me iba para Granada porque pensaba que no iba a tener nada que hacer en Cádiz… a esta puta me la voy a follar hasta que reviente, ¡jajaja! – aseguró Capi.
Tras ese espectáculo yo no sabía cómo reaccionar. Mi madre se había convertido en una guarra delante de mis propios ojos, y encima parecía que no le importaba ser el juguete sexual de aquel cabrón. Sin saber muy bien a dónde ir, vagué como un zombi hasta llegar a los bancos de espera. Me dejé caer en uno de ellos y me quedé con cara de gilipollas. Miré el reloj. Las 2:00. No sabía si llorar, si enfrentarme a mi madre, si contárselo a mi padre…
Sobre las 2:30 vi a mi madre aparecer a lo lejos. Al menos se había conseguido arreglar un poco. Desde luego, la gente que la viese pensaría que estaba algo desaliñada por un viaje largo en autobús. Nadie podría pensar que hace un rato se la habían estado follando como a una puta ninfómana.
Hijo, te he estado buscando, ¿dónde te habías metido? – me preguntó a modo de regañina.
Yo… - empecé a contestar tratando de medir mis palabras, pero mi madre me cortó.
Bueno, me da igual. Me he vuelto loca buscándote. He ido al sitio dónde estábamos comiendo y estaba cerrado, y luego… - oía a mi madre hablar, pero yo no escuchaba. Lo único que llegué a escuchar fue lo último que dijo.
En fin, cariño, que vaya viaje me has dado.
“Hija de puta, el viaje te lo has dado tú con esos gorilas” pensé yo.
- Bueno, no importa, cariño, ahora cuando lleguemos a Cádiz, tú y tu padre a hacer vuestras cosas y yo a tomar lech..digo el sol.
Se inclinó, me dio un beso que me dio muchísimo asco y se sentó a mi lado, llegándome un olor a lefa que tiraba para atrás. Trataba de aguantar, pero eso era una tortura.
Afortunadamente, el autobús llegó a su hora a las 3:00 de la madrugada y con la excusa de dormir estirado conseguí quitarme a mi madre de mi lado junto a su olor a semen.
Tras tanto trajín emocional y físico, mamá cayó rendida a los pocos minutos, y yo, que tampoco había tenido un día fácil, hice lo propio. Esa noche soñé, o más bien, reviví todo lo ocurrido entre mi madre y esa panda de gorilas. Lo cierto es que dormí fatal.
Cuando desperté habíamos llegado a Cádiz, y la gente ya se estaba bajando del autobús. Cuando bajé, mi madre estaba sacando nuestras maletas. Su cara había cambiado. Parecía descansada, al contrario que yo, y parecía tremendamente feliz. Por lo visto ella había soñado lo mismo que yo, sólo que para ella no había sido una pesadilla, sino más bien lo contrario. Tras dedicarme esa sonrisa que hasta hace menos de un día siempre había considerado angelical, me dijo:
“Hijo, creo que van a ser unas vacaciones estupendas”.