Javier y su tío…abrazo interminable en la poza

La excitación de tío y sobrino se hace manifiesta en ese primer abrazo. Ninguno de los dos dice nada, sólo se sienten el uno al otro.

Javier y su tío…abrazo interminable

Los protagonistas de esta historia son: Javier, doce años, tímido, de tez blanquecina, cuyo pubis  empezaba a mostrar tímidamente los primeros vellos púbicos en torno al pene; y su tío; un maduro, de cuarenta y dos años, estatura media,  tez morena, curtida por el sol y por el trabajo en el campo; de complexión fuerte, nariz aguileña, espalda ancha, pelo castaño, que  empezaba a escasear; de fuertes brazos, producto del trabajo en el campo; pecho amplio, poblado por un frondoso bosque de vellos rizados, que dejaba intuir a través de los primeros botones de su camisa; tremendamente viril, un hombre al que Javier, su sobrino político, tenía como modelo a emular.

Nuestra historia transcurre en una zona rural de aquella  España de finales de los setenta, ávida de modernidad en la urbe; pero aferrada a tradiciones y comportamientos ancestrales en el campo.

Javier había tenido  la oportunidad de compartir lecho con su admirado tío, en el cobertizo de la finca; ya que dos semanas antes, una tormenta de verano les había obligado a permanecer allí unas horas hasta que amainara . Durante esas horas de intimidad totalmente inocentes, hubo roces furtivos, inevitables debido a la estrechez del lecho que ambos compartían. A partir de ese momento el cuerpo del adulto y sus olores se convirtieron en una obsesión para el niño, en objeto de culto. La imagen del tío en calzoncillos, su frondoso pecho castaño, su sobaco, sus fuertes piernas o el bulto que se intuía a través del calzoncillo le persiguieron, formaron parte de su primera masturbación y de todas las que hubo posteriormente. Aunque los condicionamientos morales del niño a veces le torturaban y se decía que aquello no estaba bien, sus erecciones eran cada vez más frecuentes, y también lo era su necesidad de expulsar aquel líquido blanco, que cada vez se tornaba más viscoso. El deseo del niño se volvió tan intenso que incluso llegó a husmear entre la ropa sucia las prendas más íntimas  de su tío, buscando su olor más personal, restos de orina, manchitas blancas parecidas a las suyas cuando se corría o algún vello púbico que había quedado atrapado en la bragueta del calzoncillo del adulto, y que cuidadosamente el chico guardaba dentro de un trocito de papel higiénico como una reliquia, ya que sería objeto preciado en sus futuras masturbaciones. El niño aspiraba el aroma de la prenda íntima de su tío, y esto no le producía ningún efecto de rechazo; al contrario, aquel almizcle tan intenso le excitaba sobremanera.

Sin embargo todo esto atormentaba al niño, ese deseo que se apoderaba de él en cualquier momento del día, sobre todo por la noche. Empezó a estar más pendiente de los ruidos procedentes de la alcoba de sus tíos, sabía que su tío llevaba tiempo intentando dejar embarazada a su mujer, sin que fructificara; en el fondo esto satisfacía a Javier porque sabía que hasta que este hecho no ocurriera,  todas las atenciones de sus tíos serían para él, especialmente las de su tío. Los ruidos de la alcoba de la pareja le alteraban, le desestabilizaban, empezó a sentirse celoso y envidió a su tía; cuánto le hubiera gustado ocupar el lugar de la esposa y que el maduro le cabalgase hasta vaciarse y más. En alguna ocasión por la mañana tuvo la oportunidad de curiosear en la alcoba de la pareja, aprovechando que su tía se había desplazado al pueblo y la casa quedaba a su merced; y se dirigió a la parte que su tío ocupaba en el lecho, y aspiró su olor, y buscó huellas de su tío, manchas, vello, sudor… y se empalmó bestialmente.

Javier intuyó que la relación con su tío no era igual y eso le disgustaba, se sentía culpable por convertir a su tío en objeto de deseo, de sus masturbaciones, pensaba que su tío no aprobaría esto, que se disgustaría si descubriera  lo que su querido sobrino estaba haciendo. En las jornadas que siguieron a la tarde de la tormenta un ambiente tenso cortaba el aire; ayudaba a su tío en las faenas diarias, sin embargo ya nada era igual, notaba a su tío menos cariñoso, más distante, y él se sentía sucio, como si hubiera estado haciendo algo espantoso, como si hubiera incurrido en algo terrible. Para colmo, días más tarde sus tíos recibieron la buena nueva, su tía estaba embarazada, la felicidad embargaba a la pareja y Javier tenía que hacer de tripas corazón, quería alegrarse pero no lo lograba y se sentía mal por ello. Su tío se volcaría en su primo y a él le darían de lado, pensaba el niño. Para colmo el final del verano estaba próximo y con ello el regreso a la ciudad, sus padres, las clases, etc.

Esa jornada habían trabajado duro, su tía les había preparado la comida y pasaron el día solos en el campo y Javier se sintió feliz,  notó que su tío también lo estaba, tal vez porque desde hacía una semana sabía que iba a ser padre, y el chico lo percibió tan cercano como siempre  y eso le hacía inmensamente feliz. El sudor y el polvo cubría el cuerpo de ambos.

_ ¿Qué tal si nos damos baño en la charca Javier? Sugirió el tío al sobrino al caer la tarde.

_ Así llegaremos con un aspecto más decente a casa de tu tía para cenar.

_ Pero tío, no tenemos bañador en el cobertizo.

_ ¿Quién dijo que eso era un problema? ¿Acaso no tenemos calzoncillos?

Entraron en el cobertizo, el adulto se desvistió y le dijo a su sobrino que hiciera lo mismo.

_ Venga dame la ropa, que voy  afuera a sacudirla.

El hombre volvió a entrar en el cobertizo y el sobrino le esperaba en calzoncillos.

_ Vamos a la poza, hemos trabajado duro y nos lo merecemos.

El sobrino siguió al tío evitando fijarse demasiado en el cuerpo de éste, creía que aún podía canalizar ese deseo obsesivo que le había atormentado durante dos semanas,  y tener esa relación tan especial que siempre habían tenido.

El tío fue el primero en adentrarse en la poza, era una charca pequeña rodeada de arbustos, a doscientos metros del cobertizo.

_Venga, ¿a qué esperas?

_ Uff, está fría.

_ ¡Cobarde! Rió el tío y se fue hacia el sobrino, el joven se resistía y comenzó el juego, un juego en el que el tío arrastró en volandas al sobrino dentro de la charca. Ambos rieron y comenzaron a jugar dentro del agua , así estuvieron largo tiempo uno intentando coger al otro por los hombres y haciéndole presión para que se sumergiera. Siempre ganaba el tío, pero inesperadamente Javier logra ahogar al hombre, éste se sumerge y cuando sale a la superficie simula haber tragado agua, Javier preocupado se acerca a socorrerle y el tío aprovecha para atraparlo entre sus brazos y reírse de él. Ambos ríen. Están extenuados por el juego. El tío mantiene el abrazo y el sobrino tampoco hace nada por liberarse.

_Tío, qué bien lo he pasado hoy.

_Yo también, Javier.

Y siguen abrazados, ninguno de los dos dice nada, simplemente se sienten a gusto en ese abrazo que ninguno de los dos quiere romper. Javier se abraza con más fuerza al tío mientras este lo lleva a un rincón de la poza, así permanecen minutos y minutos. Mejilla con mejilla. El niño sintiendo la aspereza de la barba de tres días del adulto y éste sintiendo la  suavidad de la mejilla del chico.

_Tío, me vas a seguir queriendo cuando nazca el niño.

_ Claro, qué cosas dices, tú siempre serás mi preferido.

Esto reconforta al niño que se abraza al adulto como si fuese una tabla de salvación. Esta ternura complace tanto al maduro que aparta un poco la cara para besar la mejilla del niño, y en un movimiento confuso, sus labios llegan a los labios del niño y allí quedan unos segundos que a Javier le parecen eternos y maravillosos, para volver a poner otra vez mejilla contra mejilla. El niño siente como si el adulto le hubiera dado permiso, y se aprieta mucho más contra él. Nadie habla. El uno siente la respiración del otro. El chico se aprieta contra ese pecho masculino tan deseando por él y siente como su sexo crece dentro del calzoncillo, intenta reaccionar retirándose hacia atrás para que el adulto no note su erección, pero éste no le permite zafarse y parece no darle importancia al miembro de Javier duro contra su bajo vientre; ninguno dice nada, mejilla contra mejilla, pecho adolescente contra pecho adulto. Los muslos del chico comienzan a sentir una presión procedente del sexo del hombre, lo nota duro contra sus muslos, de la misma forma que el maduro nota el sexo del sobrino contra su vientre y así permanecen durante largo tiempo, sintiéndose, sin que ninguno de los dos quiera romper la magia del momento. A Javier le gustaría sentir el sexo de su tío frotándose contra el suyo, lamentablemente no coinciden las alturas, ninguno de los dos da el paso, se sienten bien así.

_ Es tarde, tú tía debe tener la cena lista. Por cierto, feliz cumpleaños. No se me había olvidado, je, je…_  ríe el adulto _ Te hemos comprado algo, pero espera a llegar a la casa para averiguar qué es, que trece años no se cumplen todos los días.

Para Javier, este había sido su mejor regalo de cumpleaños. Tío y sobrino salieron de la poza abrazados. Al chico no se le había bajado la erección, mientras que el maduro aún mantenía parte de la suya; ninguno de los dos decía nada, tampoco hacían nada para disimularlo. En el cobertizo se quitaron los calzoncillos húmedos frente a frente, observándose, reconociéndose. Cada uno secó su cuerpo con una toalla. El niño pudo contemplar por primera vez el sexo abultado del adulto deseado, aquel miembro semierecto, que le pareció enorme. Su pubis poblado de un espeso vello crespo, de color castaño oscuro, sus nalgas fuertes, en las que también crecía una capa de vello más fino, las dos columnas de sus piernas fuertes y peludas. Mientras, el maduro escudriñaba el cuerpo de su querido niño, su miembro  ya comenzaba a tener unas dimensiones respetables, en estado de total erección, su incipiente vello púbico de color dorado, sus piernas donde  ese mismo vello rubicundo hacía acto de presencia, incluso en las axilas asomaban tímidamente los primeros pelos ralos. Todo esto tenía maravillado al adulto, su niño se estaba convirtiendo poco a poco en un atractivo adolescente y seguramente iba a tener mucho éxito con las mujeres. Instintivamente la pija del hombre se alzó más, alcanzando casi una total erección. Entonces sí, el maduro notó una señal de alarma y comenzó a ponerse el pantalón y el resto de la ropa mientras su sobrino hizo lo mismo.

Lo que había ocurrido aquella tarde había sido mágico para Javier.

_ Vamos que llegamos tarde a tu cumpleaños.

Javier sonrió. Él ya había tenido su cumpleaños más feliz.