Javier nos ayuda (Capítulos 21 y 22)
Pareja que incorpora un inquilino para solucionar problemas económicos. Los tres establecen relaciones sexuales de acuerdo a unas reglas.
Capítulo 21
El lunes tuve que levantarme a las 6:45, para poder llegar a las 8:00 a mi nuevo trabajo. Lo primero que pensé es que para disfrutar de mis ocho horas de descanso, teníamos que terminar media hora antes las actividades sexuales con Javier.
Coincidimos unos minutos a la hora de marcharme a mi trabajo, suficientes para comentarlo con ellos, y quedar los tres de acuerdo de aquel ajuste horario.
Lo primero que hice al llegar fue firmar el contrato definitivo con el administrador general, después conocí al que sería mi jefe de informática desde aquel momento, éste me presentó a mis nuevos compañeros. A las 13:00 tendría una hora para comer y salía a las cinco de la tarde. Los viernes solo se trabajaba hasta el medio día.
Por la mañana tenía un descanso de 20 minutos para desayunar. En definitiva, era un buen horario.
Me fui a desayunar con dos compañeros, que me llevaron a la cafetería donde ellos lo hacían habitualmente, la misma donde además solían comer.
Aproveché un momento que fui al aseo para enviarle a Ana, un escueto.
“ Todo bien. Luego te lo detallo en casa ” junto con el clásico emoticono de cara con beso, que ella contestó con un “OK” y el mismo emoticono.
Cuando llegué a casa por la tarde, mi novia estaba sentada en el sofá con nuestro portátil y Javier en su cuarto trabajando también con el suyo.
Me acerqué a mi novia y le di un pico en la boca.
-Hola cielo, qué tal, siéntate que me lo tienes que contar todo.
Estaba vestida con la ropa que compró el viernes, seguro que la misma que llevó a la oficina.
Enseguida entró Javier al salón, que vestía una camisa de mangas largas, con el cuello desabrochado y un pantalón azul marino que formaba parte de uno de sus trajes.
La actitud de ellos y su vestimenta, me transmitió una especie de tranquilidad en mi cuerpo, por otra parte totalmente injustificada, pues tenía la seguridad que aquello iba a ser siempre así, seguridad en mi novia y confianza también en Javier.
-Venga, empieza a cantar, que yo también quiero saber como te ha ido hoy en tu nuevo trabajo -me dijo Javier.
Les tuve que detallar todo lo que hice ese día, quiénes eran mis compañeros, los horarios de la jornada y que el viernes no trabajaba por la tarde. A Ana le tuve que explicar lo que comí ese día.
-El jefe de informática me ha comentado que en un par de semanas tendré que ir a Madrid. Es para realizar un curso sobre una nueva herramienta de diseño que la empresa quiere incorporar.
Ellos se ofrecieron a hacerme una merienda, por lo que nos fuimos los tres a la cocina, donde hicieron café que tomamos allí mismo acompañados de unas pastas.
Ella lo hizo sentada en mis rodillas, mientras seguíamos hablando de mi nuevo trabajo. Javier se sentaba en la silla enfrente a nosotros, participando en aquella charla, con una actitud muy positiva. Luego terminamos y nos fuimos al salón.
-¿Nos ponemos cómodos y tomamos una copa? -nos propuso él.
-Vale -dije yo-, que tengo esta ropa desde que me levanté.
Nos fuimos a asearnos y ponernos cómodos. Ana me dijo que me fuera yo al salón mientras ella terminaba. Fui el primero en llegar y me entretuve con el móvil, hasta que llegó Javier unos minutos después. Ana tardó algo más.
Cuando llegó al salón se paró bajo el marco de la puerta de entrada, colocando su mano derecha muy arriba del mismo, con su izquierda en jarra sobre su cadera. La muy zorra llevaba puesto un camisón de dormir blanco, totalmente transparente, pero con algunos encajes que dificultaban la visión de sus pezones. Estaba abierto desde la unión de sus pechos, y llegaba de largo hasta cubrir sus nalgas mostrando su tanga también blanco, confeccionado del mismo tejido y transparencia que el camisón. Tenía el pelo suelto muy bien cepillado, y calzaba unas sandalias negras, con tacón de aguja de más de diez centímetros.
Nos quedamos mirándola embobados, sin hacer ningún comentario. Su pose de mujer fatal, con aquella mínima vestimenta, que nos insinuaba su espléndida figura, su pelo, su bello rostro levemente maquillado, toda ella ofrecía la imagen de una diosa, indecente, pero una diosa.
-¿No vais a decir nada? -nos dijo con voz melosa, meneando sus caderas muy lentamente, como ofreciéndose al mejor postor, como la reina del mejor burdel del mundo.
-Ana nos vas a matar, cacho puta -le dije-, eres la mejor.
-Joder Ana, me has dejado sin palabras, eres única, superas todo lo que conozco, ni la mujer diez...
-Vale, vale, qué exagerados sois los dos.
-Exagerados... mira como me has puesto la polla -le respondió él cogiéndosela por la base del bóxer.
-Anda zorrita, acércate para que te veamos mejor -le pedí-, y date un par de giros para ver tu culazo.
Se acercó moviendo sus caderas con unos bandazos que hipnotizaban más que el péndulo de un psiquiatra. Luego se paró muy cerca de los dos haciendo un giro con los brazos en jarra. Después nos dio el segundo giro, pero levantándose el camisón mostrándonos su hermoso culo desnudo, pues aquel tanga no tapaba nada por detrás. No pude aguantar ni un segundo más, y me incorporé para abrazarla.
-Gracias cielo, gracias por esmerarte para nosotros -le decía mientras la abrazaba.
Javier se pegó a ella por detrás metiendo, su paquete entre los glúteos de Ana, donde yo ya tenía mis manos, pero a los dos nos dio igual, ni yo retiré mis manos, ni él su paquete. Ella me estaba besando a mí, pero luego giró su cara y lo besó a él. Javier y yo la reclamábamos para besarla, eran besos cortos, pero intensos. Ella bajó sus manos para sobarnos la polla.
-Vamos a la cama y me folláis, que ya no aguanto más cabrones.
Nos fuimos los tres al dormitorio principal, una vez desnudos, ella se acostó en medio de los dos, de frente a Javier al que besaba y de espaldas a mí.
-Métemela desde atrás -me dijo mi novia echando su culo hacia atrás.
No tardé ni cinco segundos en penetrarla, comenzando un mete y saca algo lento, para poco a poco ir incrementándolo hasta coger un ritmo medio. Delante mía Ana y Javier se daban un gran morreo. Ella le pajeaba muy despacio, más bien pretendía mantenerle la polla en su máxima erección. El por su parte repartía su mano entre sus tetas y su culo.
-Cambiamos -nos pidió ella, luego se dio la vuelta, invirtiéndose nuestros papeles.
Ahora era él el que la follaba desde atrás, y yo el que me morreaba con ella. Realizamos ese cambio varias veces más, hasta que se corrieron ellos en un gran orgasmo.
Aquello me produjo un morbo tremendo, era la primera vez que nos besábamos, al mismo tiempo que se corría follada por otro que no era yo, sus jadeos quedaban ahogados en mi boca, todas sus contracciones fueron sentidas y aplacadas contra mi cuerpo, también pude sentir los espasmos de él al correrse.
Bajé mi mano a su sexo, pudiendo comprobar que la polla de él continuaba con los espasmos, menuda corrida le estaba soltando en su interior. Poco a poco se fueron calmando. Mi novia abrió los ojos para encontrarse con los míos, volví a besarla muy suave como correspondía en esos momentos. La polla de Javier también se había calmado, y noté como se iba retirando de su interior. Mi mano se inundó de lefa, cosa que no me sorprendió lo más mínimo. Cogí todo lo que pude con los dedos para llevarlos a su boca y ella no dudó en limpiármelos, luego volví a repetir la operación. Al final nos dimos un beso muy guarro, repartiéndonos toda aquella leche.
-Ahora quiero la tuya -me dijo y se volvió otra vez de espaldas a mi, y de cara a Javier que seguía todos nuestros movimientos.
La volví a penetrar y mi polla entró como un cuchillo en la mantequilla, allí seguía una buena parte del semen de él. Aquello me dio más morbo, tanto, que no tuve más remedio que incrementar mis embestidas y correrme en menos de un minuto.
Javier se fue dejándonos solos, Ana se volvió hacia mí y me miró como pidiéndome disculpas.
No se había corrido conmigo, se sentía algo culpable. Yo lo advertí, por algo llevamos seis años de novios.
-Tranquila cielo, he sido yo el que se ha precipitado -le dije.
-Sí, pero me podría haber corrido contigo primero -respondió muy seria.
-Shissst, te ibas a correr con uno de los dos y te tocó hacerlo con él, no pasa nada, eso va a ocurrir más veces, te aseguro que no me preocupa lo más mínimo.
No dijimos nada más, estuvimos muy abrazados un buen rato.
-¿Cómo está tu culito? ¿Has tenido molestias?
-No, ninguna, pero hoy no lo vamos a hacer, otro día.
Nos arreglamos para irnos al salón con Javier, ahora con la ropa de dormir de siempre. Pero la detuve antes de salir.
-Te noto algo tensa cariño, dame un abrazo.
Nos quedamos de pie abrazados, junto a la puerta de nuestro dormitorio. Tenía que soltar toda la adrenalina que le produjo aquella frustración.
-Cielo deja de preocuparte por eso, yo no lo estoy, de verdad, te juro que he disfrutado mucho de como lo hemos hecho hoy, ha sido súper morboso para mí. Tenemos que repetirlo más veces y te correrás con cualquiera de los dos.
-¿No estás nada molesto?
-Mira, ha sido la primera vez que te has corrido con otro mientras me besabas a mí, te he sentido a ti y lo he sentido a él también, me ha excitado tanto que no he durado nada después.
-¿Y quieres repetirlo? -me dijo con una leve sonrisa.
-Pues claro putita mía. Pero no lo haremos hasta que te folle el culo.
-Serás cornudo...
-No lo sabes tú bien, y ahora salgamos que estará muy solo.
Capítulo 22
Cuando llegamos al salón, Javier estaba finalizando una llamada.
-Me acaban de anunciar que adelantan al miércoles la instalación del despacho, también la puerta de vuestra habitación.
-Pues mira, ya tengo ganas de verlo todo acabado -dijo Ana-, ¿A qué hora vienen?
-Querían venir por la mañana, pero les he dicho que no habría nadie, así que hemos quedado sobre las cuatro de la tarde. No te preocupes que yo estaré aquí contigo por si tengo que echar una mano, además tú llegarás antes de que terminen -se dirigió a mí-, dejaremos para el final la puerta, por si tenéis que tomar alguna decisión sobre la misma.
Ana y yo asentíamos a los que nos decía Javier y no hicimos más comentarios. Me encantaba cómo hablábamos entre nosotros de temas domésticos, con la más absoluta normalidad, nos habíamos compenetrados los tres de tal manera, que parecía que llevábamos toda la vida viviendo juntos y follando juntos, claro.
-Bueno, pues ahora con la puerta ya podrás traerte una chica a pasar la noche contigo -le dijo Ana.
-Eso será otra semana, porque ésta la tengo ya asignada a vosotros.
Mi novia se echó en el regazo de él, y yo le quité las sandalias para poner sus pies en el mío. A partir de ahí Javier no dejó de acariciarla desde el muslo hasta el pelo, sin dejar nada de por medio. Cuando lo hacía en sus tetas, las acariciaba, las apretaba y le retorcía los pezones con los dedos pulgar e índice.
Mi polla estaba a mil, más aún porque ella no dejaba de frotarla con sus pies. Suponía que la de él estaría igual que la mía, aunque no la podía ver, porque la tapaba el cuerpo de mi novia.
-Desnudaros los dos -pidió ella incorporándose para quitarse la camiseta y el tanga-, esperad un momento.
Fue al dormitorio y regresó enseguida, luego se puso en cuatro patas sobre el asiento del sofá.
-Toma cielo -le dijo a Javier dándole el tubo con el lubricante-, prepárame el culo con esto para mi novio.
-Joder Ana, menuda locura ésta, -respondió cogiéndolo-, no se si me voy a correr antes que te la meta Diego.
-De eso nada, no te puedes correr hasta que yo te lo diga -le respondió-, igual al final tienes premio.
Él le soltó un chorro de lubricante sobre su ano y se untó el dedo medio que lo introdujo sin ninguna dificultad, luego de echar algo más de lubricante, le añadió el dedo índice metiendo los dos, esta vez poco a poco, comenzando a moverlos en giros de 90 grados. Después comenzó un mete y saca algo más ligero a la vez que abría los dedos haciendo una tijera, de forma que amplió algo más el tamaño de aquel ojete. Ana miraba hacia atrás sin perderse nada de lo que allí hacía Javier.
-Yo creo que ya puedes probar -me dijo.
-Espera -se volvió a dirigir a él-, ensalívala bien antes. -El se llevó la mano derecha a la boca para escupirse en ella-, no Javier, directamente hombre, os lo tengo que explicar todo...
Él me miró y yo le dediqué una gran sonrisa.
-Donde las dan, las toman -le dije dirigiendo mi polla en su dirección.
-Serás cabrón -me contestó muy serio, miré a mi novia y nos aguantábamos las risas los dos, mientras él comenzaba a darme un buen chupetón, llenándome todo el cipote de saliva. Luego sin soltarla de la mano, la puso encima del ojete-, empuja -dijo igual de serio.
Empujé y aquello entró de forma muy suave. Yo me paré cuando tenía media polla dentro de su culo.
-¿Va bien? -le pregunté a ella.
-Sí, sigue despacio.
Entonces se la metí hasta los huevos, la dejé allí un momento parado, hasta que comencé a moverme muy despacio adelante y atrás. Después cogí un ritmo más sostenido, sin precipitarme pues no quería correrme muy pronto.
-Ven que te la chupe.
Javier se puso delante de ella ofreciéndole su pollón. Ana no tardó ni dos segundos en capturarlo con su boca. Al tener la cara algo girada hacia fuera, yo podía ver como aquellos labios carnosos se estiraban para abarcarlo, menuda polla se tragaba la puta de mi novia. Tuve que ralentizar mis penetraciones para no correrme ya.
-Esperad un momento que estoy un poco incómoda en esta postura, -nos dijo y me salí de su culo y él de su boca-, tiéndete tú.
No la hice esperar y me eché a su lado con la cabeza apoyada en el brazo del sofá. Ella se sentó encima de mí dándome la espalda.
-Métela otra vez -le ordenó a Javier, que lo hizo sin hacer ningún comentario.
Se dejó caer sobre mi polla que se coló en su culo hasta el final. Después metí mis dos manos bajo sus nalgas, sosteniéndola en alto mientras la penetraba algo más rápido.
Ella se echó más atrás sosteniéndose con sus brazos a mis costados, las manos apoyadas en el sofá y sus piernas muy abiertas.
-Bésame -le pidió a Javier, que se echó al momento encima de ella para satisfacer su deseo.
No tuvo más remedio que poner sus brazos estirados a los costados de nosotros dos, apoyando sus manos también en el sofá. El morreo fue de inmediato, pero su polla quedó dando justo en la raja de su coño.
-Para un poco cielo y méteme su polla -me dijo.
Alargué mi mano derecha para coger su verga que estaba como un garrote, la puse en la entrada de su vagina, y él la metió de un tirón hasta el fondo.
Yo permanecía quieto, no así Javier, que le dio un montón de cipotazos, que sentimos en nuestros sexos tanto mi novia como yo. Luego frenó esperando que yo reiniciara las penetraciones y poco apoco nos fuimos acompasando, de modo, que cuando uno entraba el otro se retiraba.
Una vez acoplados incrementamos aquellos movimientos. Yo notaba su polla frotándose con la mía, lo que me producía un placer inenarrable, supongo que a él le pasaría lo mismo, pero la que no dejó lugar a dudas del placer que sentía, era mi novia. Sus gemidos eran verdaderos gritos.
-Uhmmm... me vais a matar de gustooo... no paréis cabrones... más fuerteee... ahhhh...
Sabía que no iba a poder aguantar mucho más, metí mi mano derecha entre las pelvis de ellos, frotando muy fuerte el clítoris de mi novia.
-Correros ya que no puedo más -les dije para nada, porque los dos estaban al borde del orgasmo.
Nos liberamos prácticamente al unísono en una corrida apoteósica, los tres sentíamos las contracciones de los otros dos, al mismo tiempo que las nuestras. Ana notaba como le íbamos llenando de leche sus dos agujeros, sus gritos fueron clamorosos y se tuvieron que oír en todo el complejo.
-Ahhhh... ahhhh... agggg... ahhhh...
No fue capaz de pronunciar ni una sola frase, solo gritos.
Cuando acabaron nuestros espasmos, Javier se salió primero echándose sobre el otro brazo del sofá. Ana se desplomó casi desmayada sobre mi pecho, la polla seguía dentro de su culo y mis huevos recibían la lechada de él que bajaba hasta el asiento del sofá.
Yo la tenía abrazada desde atrás, temiendo incluso que se cayera al suelo. Enseguida se acercó Javier y se arrodilló a nuestro lado.
-Ana, Ana cariño qué te pasa, ¿Estás bien? Háblanos Ana, dinos algo preciosa -les decíamos los dos a la vez muy preocupados porque ella no reaccionaba.
Ella parecía que nos quería hablar, pero no era capaz de emitir ningún sonido.
-Moja una toalla y la traes -le dije a Javier que salió escopetado al aseo, volviendo de inmediato.
Le puso la toalla en la frente y mi novia pegó un repullo agitando sus brazos pareciendo que se recuperaba. El siguió refrescando su frente, cara, cuello y pechos. Poco a poco ella fue abriendo los ojos y sus manos se aferraron a los brazos de Javier.
-Es... estoy bien... -nos dijo, haciendo que nos tranquilizáramos de inmediato.
Su recuperación, a partir de esos momentos fue muy rápida. Nos miró a uno y a otro y nos dedicó una gran sonrisa.
-Cariño menudo susto nos has dado -le dije dándole un pequeño apretón contra mi pecho.
-¿Ana como te encuentras preciosa? -le preguntó Javier mientras le acariciaba el pelo.
-No ha sido nada, es que no podía hablaros, pero os escuchaba a vosotros, estaba en la gloria, de verdad. Ayúdame -le pidió a Javier echándole los brazos para que él la levantara.
Con los brazos de ella en su cuello, él se incorporó llevándosela consigo con las piernas rodeando sus caderas, hasta que estuvo de pie, quedando los dos abrazados. Yo me incorporé enseguida colocándome entre los dos para poder verle la cara a mi novia, entonces echó los pies al suelo y quedamos los tres abrazados, recuperando la normalidad que hasta hacía un momento nos faltaba.
Ella me miró y vio que no pude evitar, que mis ojos estuvieran empañados por las lágrimas, soltó a Javier quedando nosotros abrazados.
-Diego cielo, estoy bien, siento haberte preocupado, tranquilízate que no ha sido nada.
Esas palabras me provocaron más zozobra y unas lágrimas que ya no pude aguantar. Estaba muy nervioso y ella me llevó hasta el sofá, donde hizo que nos sentáramos los dos.
-Ya ha pasado vida mía, tranquilízate mi amor, no ha sido nada. Ya estoy bien cariño -me decía mientras me abrazaba y sollozaba conmigo.
Poco después nos separamos, pudiendo ver rodar nuestras lágrimas por las mejillas de ambos. Los dos sonreímos y nos las secamos mutuamente. Estábamos solos, Javier se había marchado posiblemente a su cuarto.
A nuestro lado en el sofá, había una mancha increíble de semen.
-Jamás te había pasado eso amor mío -le dije-, cuando te vi en ese estado me quise morir cielo. Yo tengo la culpa por ser un cornudo, nunca te habría pasado eso si fuese una persona normal.
-¿Pero qué dices? Tú eres el mejor novio que una chica quisiera tener, lo que tú crees un problema, es lo que nos está dando todas estas experiencias maravillosas, incluida la que acabo de disfrutar.
-Está bien, lo dejamos por hoy cielo. No me encuentro con fuerzas para seguir.
-Claro, lo que tú quieras amor mío. Mañana será otro día.
-Sí, pero lo que te ha pasado no es normal y mañana quiero que pidas cita para que te hagan un reconocimiento general. Es que has perdido el conocimiento cielo.
-Si es para que te quedes más tranquilo, eso haré.
-Pues venga, limpiamos este estropicio, nos aseamos y nos pedimos unas pizzas. ¿Te parece?
Ella asintió, luego con la toalla húmeda que estaba en el suelo, limpió como pudo el sofá. El suelo tenía manchas de semen por todos lados, así que fui por la fregona para limpiarlo.
Después fuimos a nuestra habitación. Javier se acercó con muchas precauciones.
-¿Todo bien? -dijo desde la entrada. Se había vestido de nuestra forma habitual para la noche, nosotros seguíamos desnudos.
-Sí, pasa si quieres -le dijo ella y él se acercó dándole un abrazo muy suave.
Nuestro amigo no hacía ningún comentario, solo la abrazaba.
-Gracias por preocuparte, pero de verdad que estoy bien.
-Menudo susto nos has dado a los dos -dijo por fin.
-¿Bueno pero ya pasó y sabéis lo que os digo? Que tenemos que repetirlo, nunca he disfrutado tanto, que lo sepáis.
Entonces le dio una fuerte nalgada a él.
-Menudos cabrones.
Ellos rieron, pero yo no las tenía todas conmigo y solo pude ofrecer una leve sonrisa.
-Y ahora nos vamos a duchar y nos pedimos unas pizzas para cenar. Luego si queréis vemos la tele un rato.
Yo fui el primero en ir a la ducha y Javier se fue de inmediato a su cuarto.