Javier nos ayuda (Capítulos 19)
Pareja que incorpora un inquilino para solucionar problemas económicos. Los tres establecen relaciones sexuales de acuerdo a unas reglas.
Capítulo 19
El viernes por la mañana, cuando desperté ellos ya lo habían hecho y estaban trasteando por la cocina. Me levanté, me puse un bóxer y me acerqué a desayunar.
-Buenos días chicos -les saludé.
Estaban terminando su desayuno ya arreglados para irse a sus quehaceres.
-He cambiado mi agenda -nos dijo Javier-, de forma que hoy voy a ver los clientes de mi ciudad, así que regreso mañana antes del mediodía y me quedo aquí el resto del fin de semana.
-No se porqué, pero ya suponía yo que querrías quedarte con nosotros este finde, y seguro que el siguiente también, ¿No? -le dije.
Los tres sonreíamos.
-Hombre Diego, estamos en los días de inicio, tengo que aprovecharlos.
Mi novia no hizo ningún comentario, algo raro en ella, aunque no dejaba de sonreír. El apuró su taza de café mirando su reloj.
-Dejad todo eso, yo me encargo de ponerlo en el lavavajillas.
-Te lo agradezco porque me tengo que ir ya -me dijo él, luego cogió su maletín, me dio un apretón de manos y un pico a mi novia en la boca-, hasta mañana. Os llamaré por si quedamos a comer por ahí.
-Adiós cielo -le dijo ella- ten cuidado con la carretera.
-¿Quieres que te lleve a la oficina? -le pregunté ya solos-, anda me arreglo en un momento y te llevo, si quieres hazme un café.
Luego mientras me tomaba el café, comentamos el cambio de Javier.
-Ya te dije que pasaría aquí el finde, -le comenté.
-La verdad es que tampoco le hemos dado muchos días de inicio, y el pobre querrá aprovecharlos.
-¿Y a ti también te parecen pocos? Si quieres le añadimos la siguiente semana -le dije yo.
-Nooo, está bien así, éste no va a parar ya sabes. ¿Tú prefieres darle otra?
-No sé Ana, vamos a dejarlo como está, debemos ser fuertes y cumplir lo que hemos acordado, aunque el cuerpo nos pida otra cosa.
-Me parece bien, tendremos que aprender a aguantarnos los días que no toque.
-Joder se me ha puesto dura -le dije.
-Nos quedan diez minutos para irnos -me contestó proponiendo aliviarme.
-Venga vámonos, enseguida se me baja la erección, esta tarde follamos.
A media mañana me llamó Ana.
-Hola cariño, dime.
-Hola cielo, te llamo porque me quedo a comer aquí y luego voy a ir de tiendas, que quiero comprarme alguna ropa.
-Vale, si quieres me llamas y voy a por ti cuando termines.
-No te preocupes, cojo el autobús y así tú te pones cómodo viendo una peli.
-Está bien, estoy saliendo para hacer footing, luego nos vemos.
-No te canses demasiado, que te quiero fuerte esta noche.
-Mira que eres puta...
Soltamos unas risas y nos despedimos.
Ella llegó sobre las siete de la tarde, cargada de bolsas que dejó en el dormitorio, luego regresó para sentarse conmigo en el salón.
-No sabes lo que cansa ir de tiendas -me dijo dándome un beso.
-Te hacía falta una pequeña renovación de vestuario, sé que te has reservado por nuestra situación económica, pero no sabes lo que me alegra que eso se haya acabado.
-Bueno, ahora quedo yo para encontrar un empleo al cien por cien.
-Ana, sabes que ahora ya no es necesario, que nos basta y nos sobra con lo que vamos a ingresar todos los meses.
-Pero Diego, necesitamos incrementar nuestros ahorros, mira lo mal que lo hemos pasado las últimas semanas.
-De acuerdo, pero ahora lo buscas sin prisas, de momento disfruta de tu tiempo.
-Quédate aquí que me voy a probar la nueva ropa -me dijo, yéndose al dormitorio.
Luego volvía en busca de mi opinión. Repitió sus idas y venidas hasta que me lo enseñó todo.
No es porque fuese mi novia, pero lo cierto es que toda aquella vestimenta le quedaba genial, su cuerpo no se andaba con medias tintas, las camisas, faldas, pantalones, zapatos, todo era realzado por el cuerpazo de Ana.
En el último pase se presentó con una camiseta de mangas largas y gran escote. Se abría en el centro en V casi una cuarta con cordones cruzados. Esa camiseta sería atractiva en cualquier mujer con un pecho normal, pero Ana tenía unas tetas colosales que la desbordaban tanto por arriba, como por el centro, de una manera brutal.
Abajo se puso una falda negra, lisa, muy corta y algo acampanada, que permitía ver gran parte de sus muslos, luego al girarse, se podía apreciar como se amoldaba a su hermoso culo.
Los pies se elevaban en unos zapatos de medio tacón, también negros.
Aquel conjunto hizo que me irguiera en el asiento del sofá, estaba para comérsela. Mi polla pegó un respingo en mi bóxer, por otro lado lo único que tenía puesto, junto a la camiseta de dormir.
-Ana, como estás de buena, ¿Pero tú te has visto? Menuda facha de puta tienes.
-¿Crees que le gustará a Javier cornudo?
-Si te ve así, no te va a dar tiempo a quitarte esa ropa de zorra antes de que te folle.
-Entonces no me la quitaré en toda la semana.
-¿Tantas ganas tienes de follártelo?
-Esta semana sí y seguro que tú también tienes ganas de verlo.
-Sabes que sí, me encanta ver como te mete ese pollón. Quiero que te folle diez veces cada día de esta semana. Quiero que le beses todo el tiempo.
Ella se sentó a mi lado, abrazándose a mí para darme el beso más caliente que nos habíamos dado en la vida.
-¿Y tú? ¿Cuántas veces me vas a follar tú cornudo?
-Si puedo, tantas como él, a ver como se nos da la semana.
-¿Sabes una cosa?
-¿Qué cielo?
-Me gustaría que me follara sin condón, sentirlo piel contra piel y que me echara toda esa leche dentro de mí.
-Pero eso no puede ser Ana, no sabemos si es portador de alguna enfermedad, tendríamos que pedirle un análisis de VIH.
-Ya lo sé, ¿quieres que se lo pida?
-Igual nos lo pide a nosotros también, sería lo justo, ¿No?
-Seguro que sí.
-¿Busco una clínica que lo haga?
-Sí, tú eres mas eficiente para esas cosas.
Mientras hablábamos ella me acariciaba el rabo, yo le metía la mano debajo de su falda y le apretaba las tetas.
-Mejor nos desnudamos, no vaya a ser que se estropee ese conjunto de puta que llevas y Javier no lo pueda disfrutar.
Cogidos de la mano nos fuimos a la cama que estaba llena de bolsas, las pusimos todas en el suelo y nos desnudamos en un momento.
Ella me hizo tenderme en la cama boca arriba y se puso encima, dándome un buen morreo. Estábamos súper calientes y mi polla quedó encajada entre nuestros pubis, restregándola ella con unos movimientos de lo más obscenos.
Abandonó mi boca sin parar de lamerme, besarme y mordisquearme por todo el torso, mientras bajaba lentamente buscando mi polla. Allí pasó de largo acariciándola con sus labios sin dejar de bajar. Luego se metió un testículo en la boca, saboreándolo como si fuera un caramelo. Cuando se cansó de él lo cambió por el otro. Mi polla estaba que estallaba, menudo trabajo me estaba haciendo.
Cuando pensaba que iba a cambiar de dirección, siguió hacia abajo, lamiendo con su lengua mi perineo hasta llegar a mi ano. El preseminal se incrementó en la punta de mi polla. Allí no paró de restregarlo con su dedo pulgar extendiéndolo por todo el glande, qué placer me estaba dando mi zorrita.
Después se ensalivó su dedo índice y haciendo un poco de presión, me lo clavó hasta los nudillos. Comenzó a pajearme muy lentamente, mientras incrementaba el mete saca del dedo en mi culo.
-Ana que me matas... joder... qué puta eres...
Acercó sus labios al glande y me limpió el líquido preseminal. Luego se introdujo más de media polla en la boca, sin dejar de pajearme y penetrarme con el dedo en mi culo. Aquello era como estar en la gloria. No podía aguantar más mi eyaculación y tampoco quería ya pararlo.
-Sigueeee... sigue asiiiii... no paressss... me corrooo... uffff...
Le solté tres lechazos en la boca, luego se la sacó porque no podía seguir tragando y dejó que me siguiera corriendo en su cara. Quedé extasiado con los ojos entrecerrados mientras poco a poco me iba recuperando. Mi novia se incorporó para darme un beso. Entonces abrí los ojos y me encontré con su cara a unos centímetros de mí. La tenía totalmente impregnada con mi lefa, pues mi corrida fue muy abundante.
-Lávate la cara guarra, la tienes como un putón verbenero.
Ella soltó una carcajada, se aproximó a mí y me dio un beso de lo más guarro, porque me restregó todo aquel semen en mis labios. Yo no le hice ascos a mi propia leche y le dejé la cara como una patena.
-Me has metido el dedo en el culo guarra.
-Pues no veas como te has puesto. Si quieres le digo a Javier que te meta un poco su pollón.
-Noooo, que me desgracia, ¡serás puta!
Ella volvió a reírse.
-¿No te gustaría? Su polla es espléndida y a él no creo que le importe si yo se lo pido.
-Ni se te ocurra putita.
-Y cuando en el masaje te la puso en el culo, ¿Te gustó?
-Ah, te fijaste bien, yo creí que no le habías dado importancia.
-A mí no se me pierde una cornudito mío.
-Bueno, gustarme no sé, pero que si dura más me pongo como un burro, eso también es verdad.
Los dos sonreímos.
-Pues le tengo que pedir otro masaje cuando estemos desnudos los tres. A ver que pasa cuando te la vuelva a poner, pero sin bóxer.
-Joder cielo, que puta eres. Qué va a pasar, que se me pondrá como un bate de béisbol.
-Pues vete preparando, que mañana se lo propongo al cabrón de Javier.
-Menuda zorra estás echa. Anda, échate a mi lado que te voy a devolver el favor.
La puse boca abajo a mi lado y me coloqué encima de su culo a horcajadas con la polla entre sus glúteos. Subí mis manos a su cuello y le di un pequeño masaje en la nuca con los dos pulgares, sin dejar de restregarle el rabo.
-Ahhh... que bueno, serás cabrón, me estás aplicando lo que mañana te va a hacer mi follador.
-Disfruta bandida que ahora quiero metértela por el culo de guarra que tienes.
Alargué mi mano y cogí el tubo lubricante del cajón de la mesita de noche. Le preparé el culo tal como estaba tendida en la cama, poniéndole la polla en la entrada de su ano. Luego seguí con el masaje en su cuello deslizando mi polla en el interior de aquel hermoso culo.
-¿También quieres que te haga eso Javier? ¿Estás representando la follada de mañana en tu culo?
Solté una carcajada.
-No te lo crees ni tú, pero me encanta provocarte so puta.
-Tú juega mucho con eso, que del dicho al hecho va solo un trecho, -me dijo con una gran carcajada.
Las risas se las corté arreciando con mis penetraciones en su culo y dándole besos en su cuello y orejas.
-Ahhhh... que bien me follas cabrón, dame fuerte.
Como siempre que follábamos por el culo, nos pusimos de costado para tener acceso a su clítoris, al que castigué sin descanso con los dedos de mi mano derecha.
-Me matasssss... dame más cornudoooo... agggg... me corroooo...
Su orgasmo no tardó en llegar, haciéndolo los dos al unísono como nos gustaba terminar nuestras folladas.
El sábado por la mañana Javier me llamó.
-Hola Javier, ¿Por donde andas?
-Hola Diego, ya voy de vuelta, en una hora estaré ahí con vosotros.
-Vale, conduce con cuidado.
-Oye, ¿Podríamos ir a comer los tres? Yo invito claro.
-Espera que pongo el manos libre. Ana es Javier que quiere invitarnos a comer.
-Hola Javier, ¿Cuando llegas?
-En una hora dice el GPS.
-Huy, vas conduciendo y no quiero que te distraigas, vale, iremos a comer los tres, pero corta ya que te queremos enterito.
Él se echó a reír.
-Hasta luego chicos.
-Chao -me despedí y cortamos la llamada.
-Ponte el conjunto de ayer que está a punto de llegar.
-Vamos a ducharnos los dos, que nos vea limpitos y oliendo bien.
-Pero si es a ti a quien se va a follar.
-Tú hazme caso que hoy vas a participar a tope.
-Cualquiera sabe lo que nos estás preparando putita.
-Vamos cornudo.
Tal como tenía previsto, una hora después llegó Javier. Me vio en el salón y se quedó conmigo.
-¿Y Ana ha salido?
-No, está terminando de arreglarse.
-Pero tenemos más de dos horas para irnos, ¿No? -claramente insinuaba que venía con tiempo de echar un polvo antes de la comida, por lo que no quería que se arreglase todavía.
-Sí, pero ahora me estaba arreglando para ti -dijo ella entrando al salón.
-Joderrr... qué guapa estás con ese conjunto.
-Se dice buena, que está muy buena -le dije yo.
-Tú tan mal hablado como siempre cabroncete.
-En este caso creo que se ha quedado corto cielo -le dijo él-, ven aquí.
Los dos se acercaron el uno al otro. Javier comenzó a acariciarla muy suavemente, deleitándose en aquellos tejidos, pero sin olvidarse de lo que contenían.
La cogió en brazos y se sentó con ella en el sofá. Por raro que pareciera, todavía no se habían dado ni un solo beso, él seguía admirándola, se mostraba impactado desde que la vio entrar. Levantó un poco su falda, lo suficiente para verle el tanga que se había puesto, aquella visión nos impactó a los dos. Ese tanga era negro, transparente con ribetes de encajes, pero liso en el triángulo que debía tapar su coño, de forma que se podían ver sus dos labios mayores.
Lo tuvo que haber comprado en un sexshop, menuda puta estaba hecha mi novia. Entonces le subió la camiseta, quería ver el sujetador, y la verdad es que yo también, después de lo que habíamos visto abajo.
No nos defraudó a ninguno de los dos, el sujetador hacía juego con el tanga, en la parte lisa se podían ver sus pezones enhiestos, por encima de ellos solo estaban los ribetes de encajes, que al ser tan estrechos, dejaban al descubierto gran parte de las tetas de mi novia.
Yo estaba sentado delante de ellos en el sofá, pudiendo ver aquellos muslazos apoyados en las piernas de Javier. De esa manera adquirían una redondez que me estaba volviendo loco, si a eso se le une aquel tanga, estaba más que justificado que mi polla estuviera a punto de reventar.
Luego la puso de pie delante de él, acariciando sus piernas por detrás, desde las corvas hasta sus nalgas, donde se quedaba más tiempo amasándolas. No dejaba de admirar todo su cuerpo realzado por la ropa que llevaba puesta, parecía que no quería hacer otra cosa. Estaba claro que le había impactado. Pasado un par de minutos, por fin le quitó la falda y la camiseta.
-Danos unos giros, muéstranos lo que nos vamos a follar en dos minutos -le dijo él-, ¿Tú habías visto esto? -me preguntó.
-El sujetador y el tanga de puta que lleva, no lo había visto. La cabrona se fue ayer de compras.
-No la puedes dejar sola -me dijo él.
-Pero seréis cabrones, que estoy aquí delante y no paráis de hablar de mí.
Los dos dejamos ver nuestras sonrisas más cautivadoras mientras ella se hacía la enfadada.
-Acércate putita que quiero disfrutarte yo también -le dije.
Ella se puso delante de mí, que no me demoré un segundo en sobarla por todos lados. Estaba para comérsela, las dos piezas ofrecían un tacto muy suave, ayudado por lo que había allí debajo.
-Mejor nos vamos a la cama, ¿No? -preguntó impaciente Javier.
-Tranquilo que tienes una semana por delante -le dijo ella-, deja que disfrutemos mi novio y yo. Vete desnudando mientras.
No había terminado de pedírselo Ana, cuando ya estaba desnudo situándose detrás de ella. Luego acomodó su erección entre los cachetes, le agarró las tetas desde atrás y comenzó a besarla por su cuello, la mejilla y las comisuras de sus labios, hasta que ella giró la cabeza para corresponder a esos besos.
-Desnúdate tú también -me dijo volviéndose hacia él, transformando su beso en un morreo brutal.
Me desnudé con más parsimonia que Javier, así también les daba algo más de tiempo a ellos, que seguían muy apretados delante de mí.
-Cuando queráis -les dije de pie al lado de ellos.
Se separaron poco a poco hasta que mi novia más decidida me cogió de la mano y tiró de mí en dirección al dormitorio, Javier nos siguió detrás nuestra.
Entre los dos preparamos la cama, dejándola solo con la sábana bajera, Ana se sentó en el borde, pidiéndonos que nos pusiéramos de pie delante de ella. Entonces se dedicó a chuparnos las pollas, pajeándolas a dos manos al mismo tiempo. No contenta con eso, se sacó el sujetador, haciéndonos una cubana alternativamente a cada uno.
Se tendió mirando hacia arriba en el centro de la cama.
-¿Tienes un condón? -le dijo ella.