Javier nos ayuda (Capítulo 33)
Pareja que incorpora un inquilino para solucionar problemas económicos. Diego duda si seguir o no con la relación abierta, pero permite alguna excepción.
Capítulo 33
Javier se marchó a su despacho porque tenía que preparar unos presupuestos.
-Voy a hacer un poco de footing que me hace falta, me vendrá bien para relajarme un poco de tanta tensión, -le dije a mi novia.
Ella me acompañó al dormitorio donde me iba a cambiar de ropa.
-Yo veré la tele mientras regresas. Estoy muy cansada para correr.
-Vale cielo, ¿Qué te ha parecido la conversación con Javier? -le pregunté.
-No sé cariño, es que ha sido todo muy precipitado, pero creo que se lo ha tomado bastante bien.
-Ana tú quieres seguir ¿Verdad?
-Solo si tú quieres, pero no te voy a negar que lo voy a echar de menos si no seguimos. De todas formas creo que estás celoso, que eso debe ser lo que te pasa.
-No, de verdad que no mi amor y menos de Javier con el que tanto hemos disfrutado los dos. Sabes que otro en su lugar hubiera forzado más las cosas, él sin embargo ha respetado las reglas que nos pusimos, salvo pequeñas acciones debidas a la atracción que siente por ti y su potencial sexual, que es que el cabrón no para. -Le dije provocando que ambos riéramos.
-Te conozco como si te hubiera parido y sigo pensando que te ha dado un ataque de celos. Al menos no lo descartes cuando le des vueltas a tu cabeza, la de arriba claro.
-¿hacemos una prueba? -le dije.
-¿Qué prueba? -me inquirió viendo venir lo que le iba a proponer.
-Vete con él el tiempo que voy a estar fuera, a ver si cuando vuelva siento celos o no.
-¿Ahora? -me preguntó incrédula.
-Claro, mientras hago footing, tienes mi permiso.
-Pero es que no entiendo nada cariño, -me dijo.
-Solo quiero demostrarte que no tengo celos. Además no es la primera vez que os dejo solos. Me voy, luego me cuentas si lo habéis hecho.
Ella no dijo nada, solo miraba al suelo mientras se restregaba las manos viendo como me marchaba.
Volví en una hora aproximadamente, el salón estaba vacío y la ropa de mi novia y la de Javier estaban en el suelo del despacho. El dormitorio de él tenía la puerta cerrada, ellos estaban en el interior hablando casi en susurros, seguramente comentando que yo había regresado. Seguí hasta el aseo para darme una ducha. En un minuto llegó Ana con el tanga como única ropa.
-Ahora cuando termines me ducharé yo, -me dijo.
-Vale cielo, ¿Qué tal?
-Bien, todo muy bien como siempre con él, ya sabes.
Yo abrí la mampara para salir y pude observar como el triángulo del tanga estaba mojado y el semen se deslizaba por el interior de sus muslos. Le dí un fuerte abrazo y un beso en la boca antes de que entrara a ducharse, por cierto sabía a polla que tiraba para atrás.
-Menuda guarrilla estás hecha so puta.
-Solo he cumplido los deseos de mi cornudín, -me respondió con una sonrisa.
-Lávate bien que hueles a polla por todos lados -le dije mientras me secaba.
Me estaba marchando a nuestro dormitorio cuando Javier entraba al aseo vistiendo solo el bóxer.
-Vaya juerga que os habéis pegado cabronazo -le dije mientras entraba ya a la habitación.
Ella no se entretuvo después de su ducha y enseguida se vino a nuestro dormitorio, cerrando la puerta nueva.
-Ah, ¿Te has venido? -le pregunté-, creí que te ibas a quedar un rato más con él.
-No, con lo que hemos hecho ya va bien despachado. Vete arreglando porque hemos reservado en el restaurante de siempre.
-Claro cielo, tendremos que reponer fuerzas que yo estoy famélico de tanto correr y vosotros de tanto follar.
Soltamos unas risas.
-Pues mira sí porque yo me he corrido tres veces y él dos. Eso también desgasta mucho.
Volvimos a reírnos.
-Si te has tragado alguna de sus corridas no tendrás mucha hambre. Con lo que echa este cabrón...
-Imposible, me he tragado la mitad, la otra ha caído en la cama.
Mi polla se puso como un ariete, así que hice que se apoyara en la cama y tal como estaba de pie a su espalda se la clavé hasta los huevos. Ella reía en un principio por la impaciencia que mostraba, pero se le cortó en las tres primeras embestidas.
-Te vas a enterar lo que es un polvo cabrona.
Empecé a darle a tope desde el principio, casi al estilo Rafa y pensé en cincuenta cosas a cual más repelente, hasta que al cabo de un buen rato intuí que se iba a correr, así que cambié el chip para estar en lo que estaba. Los gemidos de ella junto con mis bufidos, los tuvo que oír el cabrón de Javier como si estuviésemos a su lado. Que le dieran por culo.
Caímos sobre la cama uno al lado del otro, las piernas me habían flaqueado sin saber si era por la carrera o por el polvo que habíamos disfrutado los dos. Ella no dejaba de encoger y estirar sus piernas como solía hacer en sus mejores orgasmos. Cuando ésto le ocurría mi ego subía a cumbres infinitas, henchía mi pecho de orgullo, era más alto y poderoso, vamos, un gilipollas integral en cuanto pasaban dos minutos.
-Joder tío, vaya polvo me has echado -me dijo ya recuperada.
-Y los que te pienso echar esta tarde mientras tu follador hace presupuestos -le dije soltando una carcajada.
-¿Y los celos que tal? -me preguntó.
-Ya has visto que no los siento mi vida, no soy un celoso. Confío en ti como siempre. Sé como me quieres, lo tengo clarísimo y creo que una persona siente celos cuando no se fía de su pareja. No es el caso cielo.
Ella no dejaba de acariciar mi pecho, mi cara, los lóbulos... con una entrega y un cariño que me desbordaba.
-¿Y ahora qué hacemos? -me dijo-, yo no quiero seguir haciéndolo a solas con él, solo si tú participas volvería a tener relaciones con Javier.
-Claro que sí mi vida, espera a ver si me aclaro y luego veremos.
Nos dimos un beso suave y muy cariñoso antes de arreglarnos para ir al restaurante.
A la vuelta nos sentamos en el salón como siempre solíamos hacer. Estábamos contentos y muy cariñosos entre nosotros.
Hablamos de muchas cosas, sobre todo del trabajo de Ana.
-Mañana le pediré a mi jefe la liquidación del contrato. Según el convenio me podrían obligar a seguir 15 días más, pero no creo que me ponga pegas a dármela de inmediato, ya os he comentado que el trabajo está muy flojo.
-Y tú, ¿Cómo tienes la semana? -le pregunté a Javier.
-Ahora tengo problemas con uno de mis proveedores habituales, por lo que estoy buscando alternativas. Lo malo es que tendré que viajar un par de días, uno de ellos a Madrid incluso.
-Pobrecito... -le dijo mi novia, acariciándole la cara como si fuera un niño-, te vamos a echar de menos.
Los dos nos echamos a reír. Luego ella se vino hacia mí y se sentó en mi regazo.
Él había quedado con Rafa para tomarse unas cervezas esa tarde. Nosotros aprovechamos para ir al centro y ver una película.
A la noche nos encontramos los tres de nuevo en casa. Preparamos un poco de cena y nos fuimos al salón para finalizar el día.
-El martes cojo el ave a Madrid, así que saldré de aquí muy temprano. Vuelvo por la noche en el último tren.
-No te tienes que llevar maleta, ¿No? -le preguntó ella.
-No, solo el maletín.
-¿Es una proveedora?
Él soltó una carcajada.
-No, zorrita mía, es un proveedor, gordo y feo. Si todavía se pareciera a Diego...
Los tres reíamos.
-Y mañana, ¿Madrugas?
-No, me levantaré más o menos con vosotros. Mi primer cliente lo tengo a las nueve de la mañana.
Vimos el siguiente capítulo de Juego de Tronos, ella estuvo un rato apoyada en mi costado y otro en el de Javier, la muy cabrona no sabía estar allí sin la compañía de uno de los dos. Hubo caricias entre nosotros, pero no pasamos de ahí.
Luego nos fuimos a dormir los tres a nuestra cama.
Lo hicimos en cuchara y vestidos.
Por la mañana yo me levanté primero, como era la costumbre. Procuré no despertarles y me fui al aseo, luego me vestí. Ellos seguían durmiendo en la posición de cuchara, pasándole él su brazo derecho sobre la cadera de ella. Por supuesto su rabo estaría en contacto con el culo de mi novia.
Después me terminé el desayuno, y me dispuse a darle un pico a mi chica para marcharme. Ella estaba ya sentada en el borde de la cama. Se estaba poniendo un tanga. Javier estaba despierto pero seguía acostado. No tenía puesto el bóxer y mostraba un empalme que no sabía si sería el clásico matutino, o bien, que se le había puesto dura por el contacto con mi novia.
-Ya estáis despiertos, par de vagos, -les dije acercándome a ella y dándole un pico-, bueno me voy que tengo el tiempo justo.
-Vale cielo, en cuanto hable con mi jefe te envío un mensaje.
-Ok, lo estaré esperando. Y tú tápate el rabo que hay una dama presente. Chao cabrones.
Ellos soltaban una risitas mientras yo salía de la habitación.
A media mañana recibí el esperado mensaje de Ana.
“ Mi jefe me pide quedarme hasta el miércoles que es fin de mes. Después los detalles ”
Acompañado de varios iconos con besos.
Pensé que era lógico, le pedía tres días más para que dejara sus tareas a otro compañero, haciendo que el finiquito coincidiera con la terminación del mes.
Le contesté con el clásico “OK” junto a otros emotis con besos.
Procuré aligerarme un poco en la comida y la llamé con algo de tiempo antes de reincorporarme a la oficina.
-Hola cariño, ¿Ya has comido? -me respondió enseguida.
-Sí, amor mío, ¿Por donde andas?
-A cinco minutos del portal de casa.
-Cuéntame como te fue la conversación con tu jefe.
-Tuve que esperar a que terminara una reunión, por eso no te envié antes el mensaje. Le expliqué que había encontrado otro trabajo, y que me esperaban para incorporarme en cuanto admitiera la baja. Me preguntó cual iba a ser ese trabajo, pero no le dí muchos detalles, solo que estaba relacionado con la hostelería. Luego estuvo viendo el calendario, analizando las tareas que estaba desarrollando en esos momentos, las personas que lo tendrían que asumir, en fin, que le estuvo dando vueltas para tomar su decisión. Después me dijo que según el convenio tendría que avisar 15 días antes, pero le hice hincapié en que yo estaba a media jornada, por lo que no había razón para esperar tantos días. Al final me ofreció darme la baja el miércoles, coincidiendo con final de mes.
-Creo que es razonable, ¿No? ¿A ti que te parece?
-Pues pienso como tú, solo son dos días más y el jueves, día uno, será perfecto para comenzar en mi nuevo trabajo.
-¿Te vas a poner en contacto con el administrador?
-Sí, pero cuando tú estés aquí conmigo.
-Me parece bien cielo. Bueno te tengo que dejar ya. Un beso mi vida.
-Otro para ti amor mío.
Cuando llegué a casa, ella estaba en el salón con el portátil.
-Hola cariño -le dije, mientras le daba un pico y me sentaba a su lado-, ¿Qué haces?
-Hola mi vida, aquí estoy planificando las tareas para el nuevo trabajo.
-¿Quéeee...? ¿De veras?
-Claro, también estoy buscando las mejores empresas en marketing. Sabes que necesitan mejorar las contrataciones de clientes.
-Joder, te lo dije, no veas la suerte que han tenido al dar contigo.
Ella se echó a reír.
-Venga, ya quisiera ser yo tan optimista como tú.
-Pues les vas a demostrar que eres la mejor del planeta para ese trabajo.
Ella no paraba de reírse.
-Bueno, ¿Me tienes que decir algo más de la conversación con tu jefe?
-No, solo que se lo dije a mis compañeros que se alegraron por mí, ya sabes que son buena gente.
-¿Y Cris?
-Ella ya lo sabía y cuando salí de hablar con mi jefe, te envié el mensaje y después se lo dije. La pobre se echó a llorar, haciéndome llorar a mi también, ya sabes como soy. Han sido unos años muy buenos en ese trabajo con ella a mi lado.
-Claro cielo, a mí me pasó lo mismo cuando me despidieron del mío. Pero tenemos que ser optimistas, y dar gracias por los nuevos trabajos que tenemos ahora.
-Sí, pero éste ha sido muy importante para mí. Me ha dado la experiencia que a partir de ahora voy a necesitar.
-¿Sabes algo de Javier?
-No, solo me dijo que no vendría muy tarde. Yo creo que debe estar al llegar.
-¿Hubo algo esta noche o esta mañana entre vosotros?
-Esta noche de vez en cuando me despertó con sus caricias.
-Joder con Javier. Y tú, ¿Qué sentiste?
-Vaya pregunta, -me respondió con una risotada-, pues que me encanta, pero en su momento. Estábamos en las ocho horas para descansar.
-Es que lo pones a mil, más estando acostada a su lado.
-Pues a ti también te pongo, porque tienes un empalme de campeonato.
-Vamos a la cama, antes que llegue ese cabrón, además he quedado con Carlos a las ocho para tomar unas cervezas.
Nos fuimos y nos dio tiempo para echar nuestro polvo tranquilo, pero muy pasional. Luego nos fuimos otra vez al salón.
-Llama al administrador ahora.
Ella le informó que se incorporaba el jueves día uno. Quedaron en que él mismo la recibiría. Que tenía ya el despacho preparado, además de un ordenador de sobremesa y un portátil. Luego una secretaria le ayudaría en los primeros días de trabajo. También la presentaría al resto de personas que trabajaban en aquellas oficinas.
-Todo perfecto, -me dijo cuando terminó de hablar con él. Cielo, me va a hacer falta alquilar otro aparcamiento para el nuevo coche.
-Ah, vale, pues si quieres bajamos y cogemos el que más te guste de los que hay disponibles.
En ese momento entraba Javier a la casa, justo cuando salíamos nosotros. Le explicamos a lo que íbamos y él se quedó para darse una ducha y ponerse cómodo.
Ana eligió tres aparcamientos de los que se quedó con los teléfonos. Luego subimos al ático.
Javier estaba en la ducha en esos momentos, y ella, desde el salón, consiguió su aparcamiento para todo el año en la segunda llamada.
Todo iba marchando de acuerdo a lo previsto. Después se fue a la terraza para hablar con su amiga Cris y nuestras hermanas.
Yo me puse a ver la tele, hasta que Javier llegó al salón.
-Hola tío, ¿Cómo ha ido todo con lo del trabajo de Ana?
Le conté lo del despido de su trabajo, y que se incorporaba al nuevo el jueves.
-No sabes como me alegro de que todo vaya tan bien.
-Tranquilo que no te voy a dar las gracias, porque a un amigo que te cambia la vida, que te busca un trabajo mejor que el que tenías, que se preocupa por nosotros como nadie lo habría hecho, no se le puede agradecer nada, porque encima te mete un puteo que no veas.
-Eso, no me des las gracias y déjate de historias, cabronazo.
-Mañana tenemos cita para ir a hacernos los análisis del VIH. Hemos tardado un poco, pero en unos días tendremos los resultados.
-Esta tarde habrá ido Rafa.
-Sí, él fue el que nos dio el contacto con la clínica.
-¿Y Ana?
-Está en la terraza hablando con Cris y con nuestras hermanas. Tendrá para rato.
-¿Te ha contado lo que hice esta noche?
-Claro, nosotros no nos ocultamos nada, ya lo sabes.
-Tendré que dormir en mi cama, porque estando a su lado me es imposible dormir y tampoco la dejo dormir a ella.
-Creo que será lo mejor. Debemos cumplir las condiciones Javier, y no debe haber sexo en las ocho horas antes de levantarse para trabajar.
-Llevas razón. Bueno, tampoco tuvimos sexo, ya sabes, solo roces y ya está.
-Aparte que por ahora no vamos a seguir teniendo sexo hasta que yo me aclare -le contesté.
-Me dijo Ana que el polvo del domingo fue una proposición tuya. ¿Porqué lo hiciste? -me dijo.
-Porque ella pensaba que lo que me pasaba era que estaba celoso y le dije que no. Para demostrárselo le di permiso para que se acostara contigo mientras corría.
-Joder Diego, me gustaría entenderte. Cuando vino Ana a mi despacho no podía creer lo que me estaba proponiendo, pero no sabes como te agradezco tu generosidad para con los dos.
-Ya, me dijo Ana que tuvisteis un buen revolcón.
Los dos soltamos unas carcajadas.
-¿Entonces nos vas a dejar seguir haciéndolo?
Lo miré para darme cuenta lo pendiente que estaba de mi respuesta.
-No lo sé tío. Ayer ocurrió así y me sentí a gusto, pero no sé si volveré a daros permiso. El cuerpo ahora mismo no me lo pide, lo siento.
Él asintió soltando al mismo tiempo todo el aire que tenía contenido en sus pulmones.
-Está bien, pero que sepas que siempre estaré a vuestra disposición -me dijo, entendiendo los dos que seguía disponible para follar con mi novia todas las veces que quisiéramos.
Poco después me arreglé para ir a ver a mi amigo Carlos. Ellos se quedaron en el salón viendo la tele y charlando. Le di un pico a mi novia y me marché.
Desde que Javier se instaló en nuestra casa no había tenido oportunidad de verme con Carlos, salvo la noche de que terminamos en la discoteca.
Como siempre habíamos quedado en una especie de pub, donde podíamos jugar unas partidas de billar del que ambos éramos muy aficionados desde la adolescencia. Yo era bastante bueno, pero el cabrón había desarrollado una técnica que hasta hacía que se nos arrimaran algunos espectadores. No le ganaba ni una partida.
Después nos fuimos a cenar a un chino, donde también era habitual que termináramos nuestras charlas entre semanas.
Llegué a casa pasadas las once de la noche y me fui directamente al dormitorio pues era la hora de dormir. Sin embargo Javier estaba en su despacho.
-Hola Javier, ya estoy aquí de nuevo -le dije.
Su cara seria me puso en alerta al instante. Algo había ocurrido durante mi ausencia.
Antes de que empezara a hablar mi novia ya se acercaba por el pasillo, echándose a mis brazos al instante y comenzando a sollozar. La cosa parecía que había sido bastante grave.
-Diego, ha sido imperdonable... -me dijo Javier, los codos apoyados en sus rodillas, su cuerpo inclinado y su cara cubierta por sus manos. No quería mirarme a la cara, al igual que mi novia que no se despegaba de mi cuello llorando como una Magdalena.
Debería estar nervioso, pero no lo estaba a pesar la escena que me acababa de encontrar nada más llegar. ¿Habrían llegado a practicar sexo? Eso era lo que parecía y yo seguía muy tranquilo, sin alterarme. Dejé que mi novia se fuera serenando mientras con mi brazo rodeaba su cintura, dándole leves apretones contra mis caderas.
-¿Lo hablamos tranquilos en el salón? -les dije para sacarlos del trance que estaban viviendo en esos momentos.
Ella no parecía querer moverse de allí, pero no se opuso a que la cogiera de la mano para llevarla conmigo al sofá. Javier se sentó en el butacón de enfrente por primera vez desde que era nuestro inquilino. Ella miraba al suelo sin dejar de apretar mi mano.
-¿Qué ha pasado? -le pregunté a mi novia, prefiriendo su versión a la de Javier.
-Estábamos viendo una película de la televisión y me estaba quedando adormilada. Entonces apoyé la espalda en el pecho de Javier como hacemos tantas veces cuando estamos los tres... -se entrecortó y volvió a sollozar.
No quise darle ánimos para que siguiera, sino que esperé a que lo hiciera por cuenta propia. Le acerqué un pañuelo de la caja que siempre teníamos en la bandeja inferior de la mesita de centro, secándose las lágrimas y sonándose la nariz. Al final pudo reanudar su relato.
-Los dos nos íbamos rozando y acariciando hasta que nos dimos un pico, luego pasamos a un beso más largo y ya no pudimos pararlo, hasta que le saqué el miembro del pantalón. Él me había quitado la blusa y soltado el sujetador. Entonces recuperé la cordura dándome cuenta que no estaba bien lo que hacíamos y me fui corriendo a nuestro dormitorio. No he salido hasta que tú has llegado.
-¿Y tu versión? ¿Tienes algo que decir? -le pregunté a él.
-No Diego, Ana te lo ha explicado con todo detalle. Estoy hecho polvo porque no sé que hubiera pasado si Ana no lo para. No tengo excusas, lo siento.
-Ahora mismo no deseo seguir hablando con vosotros, mejor nos vamos a dormir y mañana lo haré con mi novia. Contigo hablaré cuando vuelvas del viaje.
Ninguno dijo ni un palabra más, nos levantamos y nos fuimos a nuestros dormitorios, cerrando la puerta nueva del de nosotros.
-Deberías tomarte algo porque no has cenado, ¿No?
-No, pero no tengo ganas de cenar nada.
-Por favor ve a la cocina y te preparas cualquier cosa, si quieres te acompaño.
-No Diego, no puedo, no se me apetece comer nada ahora.
No hablamos nada más, fui al aseo un par de minutos, después lo hizo ella y enseguida nos acostamos a dormir. Se acurrucó contra mí cogiéndome la mano para colocarla entre las suyas, pero esa noche no pegué ojo, ella creo que tampoco.
Cuando nos levantamos pudimos observar que Javier ya se había marchado. Su AVE salía muy temprano.
Siempre era yo el que se levantaba antes, pero ese día Ana lo hizo conmigo y mientras yo me aseaba, ella hizo el desayuno para los dos. Estaba muy seria seguramente pensando que íbamos a comentar algo de lo de la noche anterior, por una vez había perdido la iniciativa y solo hablábamos para darnos la mantequilla, arreglarme el nudo de la corbata, en fin lo típico de cualquier mañana cuando desayunábamos juntos.
Pensaba hablar con ella a la tarde sin prisas, después de meditarlo bien durante el día, si es que el trabajo me daba un poco de tregua. Así que ya se estaba haciendo la hora en la que me tenía que marchar.
-Hasta luego cielo -le dije mientras me acercaba para darle el pico de todos los días.
Pero no pude dárselo porque se me abalanzó al cuello comenzando a llorar de nuevo.
-Perdóname amor mío, perdóname porque no sabes lo que estoy sufriendo desde anoche. Me quiero morir cielo, te he traicionado y no te merezco vida mía...
Joder, qué papeleta me acababa de encontrar. Si ella se quería morir, yo la acompañaría al cielo sin ninguna duda.
-Para, para por favor cariño, no quiero que te agobies. Déjame pensarlo y luego a la tarde lo hablamos, ¿Quieres? Pero no tengo nada que perdonarte, fui yo el que te eché en los brazos de Javier, no lo olvides. Tranquilízate porque me conoces y sabes que así no puedo irme si no lo haces.
En unos segundos comenzó a soltarse de mí agachando la cabeza sin poder mirarme a los ojos. No lo permití y asiéndola por la barbilla la obligué a hacerlo para dejarme hecho polvo al verlos anegados de lágrimas y sufrimiento.
-Te he manchado la chaqueta -me dijo, creo que para soltar algo de adrenalina-, vamos al dormitorio y te la cambias por otra.
Me agarró la mano y con cierta prisa hicimos el cambio. Luego me acompañó nuevamente al recibidor para despedirse de mí.
-Ya estoy bien cariño, vete tranquilo y luego hablamos. ¿Me sigues queriendo? -me preguntó mostrando una gran ansiedad por conocer mi respuesta.
-Amor mío, te sigo queriendo y te querré hasta que me muera. Lo que ha ocurrido no me va a hacer cambiar el inmenso amor que te profeso.
-Yo te quiero más que nunca, mi vida. Anda vete que vas a llegar tarde. No corras mi amor.
Ahora sí nos dimos el pico de todas las mañanas y me marché al trabajo.
Algo habíamos podido hablar. En los términos que lo hicimos sabía que ese bache lo íbamos a superar de inmediato. ¿Pero habría más baches en el futuro? Ese era el dilema que más me preocupaba ahora.
Menos mal que en el trabajo no paré ni un minuto, estábamos en medio de un proyecto vital para la dirección y mi jefe de informática no paró de darnos caña en el buen sentido de la palabra.
Llegué a casa casi una hora antes que mi novia que me había mandado un mensaje avisándome que se retrasaría. Me dio tiempo de hacer un poco de bicicleta estática, ducharme, ponerme la ropa de estar por casa y esperarla sentado en el salón mientras me entretenía con el móvil.
No llevaba ni cinco minutos esperándola cuando oí que abría la puerta. Venía con varias bolsas de las compras que había realizado. Las soltó en el butacón y se acercó para darme un pico. Yo ya me había incorporado y conforme venía la así por la cintura para darle un beso en condiciones, cariñoso como decíamos nosotros.
-¿has comprado muchas cosas? -le pregunté a modo de saludo mirando las bolsas.
-Es ropa de cara al nuevo trabajo que empiezo el jueves, tenía poca del estilo que me va a hacer falta allí.
-Me parece muy bien cariño, no te preocupes que yo he estado entretenido mientras llegabas.
Ella fue a cambiarse para regresar diez minutos después vestida como siempre con su tanga y su camiseta de verano. Se sentó a mi lado enlazando su brazo en el mío y cogerme de la mano.
-¿Has pensado en lo que pasó ayer? -me sorprendió su ansiedad por entrar en el asunto.
Yo la verdad es que muchas vueltas no le había dado desde mis elucubraciones matutinas.
-Lo que me contaste fue todo lo que ocurrió ¿Verdad? -le inquirí.
-Sí cariño, no hubo nada más, te lo conté tal como ocurrió.
-No le voy a quitar importancia a lo que pasó, que la tiene y mucha, porque se hizo sin que yo estuviera delante o tuvieseis mi permiso como dicen las reglas, todo lo contrario, porque en estos momentos las relaciones sexuales están suspendidas a petición mía, -le dije en un tono más serio-, pero tengo que valorar tu reacción con una matrícula de honor. Otra en tu lugar hubiera terminado la faena, eso te lo aseguro, pero tú lograste imponer tu fuerza de voluntad a la atracción que sientes por Javier.
Ella no quería mirarme a la cara, sus ojos se dirigían a cualquier parte del salón como si esos puntos tuvieran la máxima importancia. Se hizo una pausa demasiado alargada que nos estaba agobiando a los dos.
-Necesito despejar varia dudas que me ronda por el cerebro cariño, -seguí yo-, la primera es si sientes algo más que atracción sexual por Javier.
-No, te aseguro que no, incluso te puedo decir que tampoco siento tanta atracción sexual por él. Solo que si nos tocamos pues sí que me apetece. Lo mismo que cuando tú me das permiso lo he hecho sin ningún problema, cuando no lo tengo ni siquiera me lo planteo.
-¿Crees que lo que pasó ayer se puede repetir? -le pregunté por la segunda cuestión.
-En las mismas circunstancias podría ocurrir, sabes que si me caliento me cuesta trabajo poder pararlo. Lo importante es evitar esos precalentamientos, los roces, caricias, besos... en definitiva mantenernos alejados, eso es lo más importante para que no se repita lo de ayer.
-Ana eso no me tranquiliza mucho y tú lo sabes. Javier vive con nosotros, las ocasiones se van a multiplicar con el tiempo y ya no puedo confiar en su palabra, el deseo carnal por ti supera sus buenas intenciones.
-Pero es que yo no me voy a dejar tocar por él si no se dan las condiciones que tenemos acordadas. En eso estoy muy segura.
-Está bien, vamos a olvidar este incidente y sigamos como siempre. Hablaré con él cuando vuelva pero de momento hazte a la idea que no habrá más permisos.
Decidimos hacer limpieza del ático como hacíamos regularmente, luego vimos un rato la tele, nos hicimos algo de cena y nos disponíamos a irnos a dormir cuando Javier volvía de su viaje a Madrid.
Nos saludó con más seriedad que otras veces, nos dijo que iba a cambiarse para volver con nosotros y poco después estábamos los tres en el salón, repitiendo lo de sentarse en el butacón.
-¿Cómo te ha ido el viaje? -le pregunté para bajar un poco la tensión del ambiente.
-Bien, mejor que bien, he conseguido los objetivos que pretendía y ya tengo el problema del proveedor solucionado -me respondió.
-Me alegro mucho Javier, veo que tienes mucho trabajo, si alguna vez necesitas que te echemos una mano en algo, solo tienes que pedírnoslo.
-Puede que próximamente necesite una persona que me ayude en las, facturas, pedidos, presupuestos, ya sabéis, todo el tema del papeleo, pero de momento me basto yo solo. Si me decido, lo tendré que hablar con vosotros.
-Cuando tú quieras. Ahora vamos al tema que más nos preocupa a los tres. ¿Te parece bien? -le pregunté.
-Claro que sí -afirmó.
-Lo que ocurrió fue muy grave Javier y si Ana no lo hubiera parado, habríais llegado hasta el final. No quiero que me digas que eso no va a volver a ocurrir, porque eres incapaz de cumplirlo. He perdido la confianza en ti Javier, eres la mejor persona que he conocido en mi vida, pero tu fogosidad te pierde hasta el punto que no respetas ni a uno de tus mejores amigos, o sea, yo.
-Es que no sé lo que me pasa pero no puedo estar junto a Ana sin dejar de tocarla. Te juro que no es otra cosa que un deseo carnal, ya te lo he dicho varias veces, no hay nada más, de verdad, créeme por favor. Esta semana volveré a ver a Claudia y me acostaré con ella porque me pasa lo mismo, siento una gran atracción sexual por ella, también os lo he dicho en alguna ocasión, pero tampoco estoy enamorado de ella, ni quiero que sea mi novia, ni vivir en pareja, ni nada por el estilo, ¿Comprendes? -se defendía mostrando bastante convicción en sus palabras-, lo vuestro es sagrado para mí y soy muy feliz viendo lo mucho que os queréis. Es que sois como mi única familia ¡Joder!
Se hizo una pausa, que volví a cortar.
-Entonces dime cual es la solución, teniendo en cuenta que ni mi novia ni yo queremos que volváis a tener relaciones si uno de nosotros no quiere y yo, ahora mismo no quiero.
-La solución es no volver a estar juntos cuando estemos solos en la casa. Tendremos que estar retirados físicamente. No veo otra Diego.
Giré mi cara para mirar a mi novia a los ojos. Los dos me habían dado la misma respuesta. Si se tocaran, ambos perderían los papeles, se olvidarían de mí y se pondrían a follar como conejos. Ella me sostuvo la mirada como confirmando todos mis pensamientos.
-Creo que esto se nos ha ido de las manos, sobre todo a mí, claro, yo fui el que inicié todo ésto sin ver hasta donde se podría llegar. Me siento más culpable que vosotros y la verdad es que no se qué hacer, ni qué decir.
-No digas eso Diego, la solución es bien sencilla. Cuando estemos solos nos pondremos lejos el uno del otro y no pasará nada entre nosotros. ¿Tú estás de acuerdo? -le preguntó a mi novia.
-Javier yo estoy dispuesta a que lo nuestro termine de una vez, así no habrá más conflictos. Yo quiero a mi novio, no me hago la idea de poner en un brete nuestra relación por un polvo ocasional del que después me arrepentiría toda mi vida. Ni habrá más acercamientos ni más sexo entre nosotros.
-Bueno pero si Diego nos da permiso, lo podremos hacer ¿No? -se dirigió a mí.
-No sé si eso va a ocurrir, pero ya te he dicho que con el consentimiento de los tres, no tiene que haber problemas si yo comparto o no. ¿Estás de acuerdo? -ahora buscaba la respuesta de mi chica.
-Sí, si es así ¿Porqué no?
La conversación había terminado sin que yo las tuviera todas conmigo, pero era la mejor solución a lo que habíamos planteado esa noche.
-¿Has cenado? -le preguntó Ana. Si quieres te ayudo a prepararte cualquier cosa.
-Tomé un bocadillo en el Ave, pero si me ayudas te lo agradecería.
Los dos se fueron a la cocina y yo me quedé en el salón mirando las redes sociales de los amigos. Ellos hablaban en la cocina, pero lo hacían muy bajo y no me enteraba de nada. Convenía que se dijeran lo que fuera para que ellos se aclararan también. Al rato volvieron los dos algo más relajados al salón. En una bandeja traía un caldo de pollo y un perrito caliente. Estaba claro que tenía hambre.
-Hemos estado comentando el problema en la cocina, -me dijo mi novia-, nos hemos prometido que ésto no va a repetirse más. Si no tenemos tu permiso, no hay nada de nada.
-Está bien, ahora lo que hace falta es cumplir esa promesa. Doy por cerrado el problema. Se hizo un nuevo silencio mientras él tomaba el caldo sin levantar la cara del plato. Cuando terminó levantó la cara y con los ojos brillantes nos pidió darnos un abrazo.
Los tres nos incorporamos para abrazarnos muy fuerte y por cerca de un minuto. Luego esperamos que él terminara la cena y nos fuimos a dormir. Mañana sería otro día.
El miércoles por la tarde la doctora de Ana le dio los resultados de las pruebas. Cuando llegué a casa la encontré en el dormitorio cambiándose de ropa porque acababa de llegar casi a la par mía, así que la senté a mi lado en el borde de la cama para que me contara cómo había ido la consulta.
-Como había previsto la doctora, todas las pruebas han dado como resultado que todo está normal, vamos que todo está bien. No me ha recetado ni una pastilla. Solo me ha dicho que si en algún momento noto que me puede repetir, que intente relajarme, que no me centre en lo que me va a llegar en pocos momentos.
-Vamos que pienses en una campaña antes de que te llegue el orgasmo -le dije soltando una carcajada.
-Pues sí, lo que pasa es que tú eres muy bestia para decir las cosas.
Me eché sobre ella quedando los dos abrazados en la cama con las piernas en el suelo. Así estuvimos un buen rato, pero veía cómo ella mostraba un puchero y quise cortarlo. Era un momento de alegría y quería que se emocionara por otras cosas.
-Anda vamos a prepararnos para irnos al salón con el mamonazo éste.
-Menuda pieza estás hecho...