Javier nos ayuda (Capítulo 32)
Pareja que incorpora un inquilino para solucionar problemas económicos. Diego duda si seguir o no con la relación abierta.
Capítulo 32
El jueves cuando llegué a casa, estaban los dos en el sofá del salón con la tele puesta. Nada más entrar me acerqué a ellos y mi novia se vino a mi encuentro para darme un beso en los labios. Enseguida regresó al sofá pero se sentó en las rodillas de Javier, que inmediatamente le dio un morreo y una sobada de tetas impresionante.
Estaba claro que me estaban esperando para dar rienda suelta a sus apetitos sexuales.
Aquella tarde les dejé echar ese primer polvo que al parecer tanto necesitaban. Yo no llegué a intervenir y cuando terminaron nos fuimos los tres al salón para ver una película. Seguíamos con una buena charla como siempre, pero advirtieron mi poca disposición al sexo en esa tarde y no hubo nada más.
Sabía que aquella situación no nos beneficiaba a ninguno de los tres, así que le estuve dando vueltas a todo lo que nos había ocurrido desde que llegó Javier a nuestras vidas. Me costaba trabajo sacar una conclusión. Pensé en que antes de que llegara él, nuestra relación de pareja era inmejorable, cierto que en muchas ocasiones yo le comentaba a mi novia que me gustaría verla follar con otro tío, sobre todo durante el acto sexual.
Él fue el detonante que me llevó enseguida a desear hacer realidad aquellas fantasías. Su buena presencia, su vitalidad, su manera de ser, el deseo que mostró por Ana desde el primer momento y sobre todo su descaro con nosotros guardando el máximo respeto, le hizo ser el mejor candidato de todos los que yo había imaginado.
Pero la situación se nos estaba yendo de las manos, como me demostró el ansia que mostraban los dos esa tarde del jueves. Llegué a pensar que si hubiese llegado más tarde, ellos habrían empezado sin mí. En definitiva que la atracción que sentían podía poner en peligro nuestra relación de pareja y eso sí que no lo podía soportar.
No sabía qué hacer pero ante este último pensamiento, sentí un rechazo total a seguir compartiendo mi novia con Javier y con Rafa.
Me vino bien que el viernes no estuviera en casa. Ese día ni en el trabajo me pude concentrar, menos mal que la jornada acababa al mediodía. Fue en la comida cuando ella sabiendo que algo me pasaba y que persistía mi actitud de la tarde anterior, se interesó por saber a qué era debido.
-¿Qué te pasa cielo? Te noto algo preocupado.
-Ana cariño, no sé que me pasó ayer cuando os vi al entrar en casa, pero te juro que no disfruté con vuestro sexo, todo lo contrario, sentí un cierto rechazo por lo que estabais haciendo, por eso procuré que no lo hiciéramos más a pesar de que era el día que eligió para la semana.
Ella me miraba con gran preocupación y el ceño fruncido, esperando que siguiera con mis razonamientos.
-El caso es que sé que todo esto lo comencé yo mismo y no dejo de pensar si en estos momentos tú podrías parar si yo te lo pidiera, -le dije con toda la sinceridad que me pedía el cuerpo.
-¿Es que tú quieres pararlo definitivamente? -me preguntó.
-Tampoco lo sé cariño. No estoy seguro de que sea definitivo, pero sí quiero que estas relaciones se paren ahora.
-Cariño, si paramos ahora sería para no volver a retomarlo. Creo que deberías asegurarte que no es una decisión momentánea, para luego volver a seguir como estábamos.
-Entonces lo vamos a dejar unos días hasta que yo me aclare, si hace falta lo comentamos con Javier. Así tengo más tiempo para meditarlo tranquilamente.
Ella seguía preocupada mirándome de soslayo de vez en cuando, absorta en sus propios pensamientos.
-¿Tú podrías pararlo si yo te lo pidiera? -le pregunté porque de verdad que no lo sabía.
-Si me lo pides de forma tajante, por supuesto que lo paramos, pero quiero que sepas que lo echaría mucho de menos, sabes la atracción sexual que sentimos los dos, eso no quita que a quien amo y amaré toda mi vida es a ti. Nuestra relación de pareja jamás estará en peligro porque yo folle con Javier de vez en cuando. Tampoco él siente otra cosa por mí, ya sabes que no deja de acostarse con toda la que se le pone por delante.
-De todos modos -le respondí-, no es que yo quiera o no quiera dejarlo, es que al veros ayer echar el último polvo no me sentí partícipe de aquello.
-¿Sentiste celos?
-No, eso seguro que no, pero compartirte con él tampoco.
-Bueno, ya seguiremos hablando más tarde, ahora nos tenemos que arreglar para la entrevista con el administrador.
Más tarde la acompañé a la entrevista. Yo estaba más nervioso que ella, así que me puse los auriculares para oír música mientras esperaba.
Al final, esa espera fue de algo más de una hora, que a mí me parecieron diez. Por fin la vi como se acercaba adonde yo estaba. En cuanto me vio en su cara apareció una gran sonrisa. Había sido aceptada, eso era seguro.
Le abrí los brazos y ella se me lanzó al cuello, fundiéndonos en un fuerte abrazo y unas risas.
-Ha salido todo perfecto, amor mío. Mañana me darán el resultado, pero creo que le he causado una buena impresión.
-Sabía que lo ibas a hacer muy bien, eres muy lista y a partir de ahora lo vas a poder demostrar.
-Vamos a una cafetería y me lo cuentas todo.
Muy cerca encontramos una que estaba casi vacía de clientes y nos fuimos a una mesa algo apartada. Por costumbre pedimos dos cafés y unas pastas.
Ella me explicó como se desarrolló toda la entrevista, las traducciones y las charlas con un inglés y una chica alemana. Mi novia le entregó los originales de sus títulos universitarios, quedándose ellos con unas fotocopias de los mismos. Después y aprovechando que no quedaba nadie en las oficinas, le hizo un recorrido para mostrárselas, e incluso pudo ver cual sería su despacho si finalmente se formalizaba el contrato. Estaba encantada y yo era el novio más feliz del mundo.
Por último me dio un folio donde se especificaban sus emolumentos básicos, seguidos de una serie de primas según objetivos conseguidos, desplazamientos, dietas, en fin todo muy específicamente detallado.
-Pero Ana cielo, estos son los emolumentos del presidente de un banco, -le dije todo perplejo-, si en el sueldo básico casi me triplicas el mío.
Ella no dejaba de sonreír, sabiendo de antemano que me iba a sorprender.
-Pues queda el vehículo. Dispondré de uno en modalidad de renting, con cargo a la compañía y con aparcamiento reservado en la sede.
-Joder cariño, qué pasada de trabajo. Estoy alucinado, pero y tú, ¿Tú como te encuentras?
-Si te digo la verdad, con muchas ganas de empezar. Al parecer no se están cumpliendo las expectativas, y nos estamos acercando a la temporada fuerte de verano.
-Entonces tendrías que activar las campañas de inmediato.
-Sí, principalmente en España, Reino Unido y Alemania. Después habrá que analizar el resto del mercado.
Miedo me daba eso del resto del mercado. Pero para qué me iba a adelantar a los acontecimientos.
Nos fuimos a casa sobre las ocho de la tarde.
-¿Qué hacemos? -le pregunté.
-Ver la tele un rato, luego nos hacemos una ensalada y nos ponemos una peli.
Aquella noche tuvimos un sexo maravilloso. Los dos estuvimos muy cariñosos, olvidando por completo lo que hablamos esa tarde.
El sábado la llamó el administrador para decirle que ya lo había hablado con el gerente y que el puesto era suyo.
Ella estuvo muy correcta en la conversación con ese hombre. Pero cuando cortaron la llamada pegó un grito que se debió oír en la propia compañía.
-¡¡¡Síiiiiiiiiii, joder!!!
Se tiró a mi cuello y me dio cincuenta besos, tan eróticos como las cincuenta sombras, mientras yo no paraba de reír.
Un poco más tarde me llamó Javier.
-Hola guapetón, ya estoy de vuelta. ¿Qué os parece si os recojo al llegar y nos vamos al restaurante?
-Espera que se lo propongo a mi novia -le dije con una gran sonrisa a Ana que estaba a mi lado, mientras ponía el manos libre.
-Es Javier que quiere recogernos para ir al restaurante.
-Sí, claro que vamos, pero invitamos nosotros y ahora corta ya, que no me gusta que hables cuando conduces.
-¿Y la entrevista?
-Pues ya está aceptada. El puesto es suyo -le dije-, pero no sigas hablando y danos un aviso cuando estés cerca, para que bajemos.
-¡¡¡Joderrrr!!! Qué notición. Venga ahora os veo, pero yo subo, que os quiero dar un fuerte abrazo y en la calle no puedo.
Cuando entró por la puerta nosotros lo estábamos esperando en el salón. Dejó unas bolsas en el suelo, y mi novia acudió a su encuentro para abrazarlo muy fuerte. Yo me acerqué uniéndome a ellos en aquel abrazo.
Después ella se retiró un poco y él me abrazó dándonos palmetazos en la espalda.
-Enhorabuena, os felicito. Estoy muy contento por Ana que de verdad creo que se lo merece.
Le pusimos al día de cómo fue la entrevista. Ella le llevó el folio con los emolumentos que iba a cobrar. Después, aunque él no lo admitía, le volvió a dar las gracias.
-Pero Ana, ya os lo he dicho otras veces, no me deis más las gracias. Los amigos no necesitamos que nos agradezcamos los favores.
-Es que tú has hecho por nosotros muchísimo más que ningún amigo -le dije-, nos has cambiado la vida desde que nos conocimos Javier.
-Pues me alegro mucho, pero estas cosas se logran gracias a los méritos de los tres. Así que disfrutemos de estas mejorías y ya está.
-Vale tío, pues venga todos contentos y a comer.
Cuando volvimos del restaurante, nos preparamos unas copas.
-¿Fuiste anoche a la discoteca? -le preguntó mi chica.
Él soltó una risotada.
-No, anoche tuve una cena con una clienta.
-¿Y que tal la clienta? -le pregunté.
-Bien. Terminamos en mi casa como siempre que cenamos juntos.
-Serás jodido... -le dijo mi novia- ¿Es que no te cansas de follar?
-Somos jóvenes, cielo. Ya nos cansaremos cuando seamos mayores.
-¿Cómo es ella? -preguntó Ana.
-Es un poco más mayor que nosotros, pero está muy buena. Si queréis un día os la presento. Igual os hace un poco de tilín y formamos un cuarteto.
-Javier ya te dije que yo no... -comencé a decirle.
-Diego, a ti te gustaría hacerlo, ¿Verdad?
-Qué preguntas haces -se adelantó mi novia-, pues claro que le gustaría y mucho al muy cabrón.
Nos echamos unas risitas.
-Pues déjale disfrutar un poco, a lo mejor se le quitan algunas de sus ideas. Tú también lo gozarías, eso tenlo por seguro.
-Se ve que tú has hecho unos cuantos cuartetos, ¿No?
-Sí, y algunos con Rafa, también con mi amigo Kimbo que es un mulato súper cachondo y superdotado, vamos que tiene una anaconda por polla -nos dijo soltando una carcajada-. No sabes lo placenteros que son. Es solo sexo Ana, pero un sexo divino.
-Nunca se me habría ocurrido hacer algo así -dijo mi novia, cediendo claramente un poco de terreno a las propuestas de Javier.
-Mira, yo jamás había tocado a un hombre, sin embargo desde que empecé a follar contigo, no he parado de hacerlo con Diego o incluso con Rafa, ¿Y sabes qué? Que lo he disfrutado, porque solo es sexo y muy bueno por cierto.
-¿Tú serías capaz de hacerlo? -me preguntó mi chica.
-Mujer pues claro, pero no sé... sabes que soy incapaz de hacerte el menor daño, y me parece que tu no soportarías verme follar con otra.
-Bueno, tú lo estás soportando y quizás más de la cuenta. Sería cuestión de mentalizarme y darte una alegría sexual.
-Vamos a echar una siesta que esta noche tendremos que estar descansados -les dije, yéndonos cada uno a su dormitorio.
Nos levantamos tres horas después y Ana se dio una ducha, mientras volvía a cantar Estadio Azteca, la verdad que lo hacía bien, aunque yo tuve que soltar unas risitas, recordando la simulación que le hice el otro día.
Después entré yo para ducharme también. Ana estaba envuelta en una toalla y se fue al dormitorio para secarse el pelo. Cuando terminé le dije a Javier que se fuera arreglando porque pronto nos iríamos a cenar con los amigos.
Se vino conmigo al aseo, dándose una ducha mientras yo me afeitaba y terminaba de arreglarme frente al lavabo.
En ese momento entró Ana, justo en el momento que Javier salía de la ducha secándose con una toalla.
Seguíamos arreglándonos frente al espejo. Yo procuraba afeitarme, ella cepillándose el pelo y Javier secándose con la toalla de baño detrás de mi novia.
-No seas guarro tápate la polla y no me calientes más -le dijo, y yo miré a ver como pegaba su rabo morcillón a su culo.
Los tres soltamos unas carcajadas.
-Anda, que tengo que terminar, que ya mismo están aquí mis amigas a recogerme.
-Joder como te pones por un roce de nada -le dijo Javier.
Los tres nos reímos, pero la tensión seguía entre nosotros. Yo terminé primero y me fui a vestirme. Desde la habitación sentía sus risas. Había buen rollo, eso estaba claro, aunque la cosa no iría a mayores.
-No me toques las tetas cabronazo. Y termina ya, que a mí me queda un rato aquí.
Javier soltó una carcajada, luego oí una buena nalgada y los pasos de él yendo para su cuarto de aseo.
Más tarde ella esperaba arreglada a sus amigas. Estaba despampanante, con su falda roja y algo corta, su camisa celeste, desabotonada lo justo para mostrar el esplendor de sus tetazas, y sus zapatos negros de tacones muy altos que realzaban sus hermosas piernas. Además con aquel balanceo de sus caderas al caminar... Estaba para comérsela.
Tan guapa y espectacular iba, que llegó a darme un poco de celos. Increíble.
-Ana, pórtate bien mi vida, no bebas mucho y controla todos los maromos que se te acerquen, -le dije.
-¿No me digas que te has puesto celoso? -me dijo con una carcajada.
-Pero hija, ¿Tú te has visto como vas?, -le dijo Javier que estaba a mi lado.
-Pero si voy como siempre, más o menos, claro.
-Te aseguro que hoy, vas más que menos -le respondí.
-¿Quieres que me cambie algo?
-No cielo, pero ya te digo, controla al personal masculino.
-Y algún que otro femenino -añadió Javier.
Al momento sonó el portero electrónico. Eran sus amigas que la esperaban abajo. Nos dio un pico a cada uno y se marchó.
-Joder Diego, qué guapa va tu novia.
-Es que ella es una preciosidad y cuando se arregla se potencia una barbaridad. Yo creo que no es consciente de lo hermosa que es.
-Todavía hay momentos en que no me puedo creer que tenga relaciones con ella.
-Pues las has tenido.
-Es que además hoy está brutal, mira como se me ha puesto la polla, -me dijo cogiéndosela por la base.
-Menudo pollón tienes cabronazo, ya quisiera yo tener una así.
-Oye, que la tuya es algo más de lo normal, no te quejes.
-Si no me quejo de la mía, me quejo del pollón que tienes tú, -le respondí haciendo que los dos volviéramos a reír.
Un rato más tarde nos fuimos a la pizzería, donde habíamos quedado para cenar con Carlos y los demás.
Llegamos los primeros, así que cogimos dos mesas y cinco sillas mientras esperábamos a los otros tres.
Diez minutos después llegaron ellos. Les presenté a Javier que con su buen hacer, se los ganó en cinco minutos de conversación.
Los otros dos eran Alberto y Juan, a los que solo veía prácticamente cuando quedábamos algún sábado. Sin embargo, con Carlos era rara la semana que no quedábamos para tomar unas cervezas. En esta ocasión hacía más de dos semanas que no nos veíamos.
-Ya me ha dicho Diego lo bien que te estás portando con él y con Ana -le dijo a Javier-, eres un buen tío, de verdad y yo que soy su amigo de toda la vida, no tengo más remedio que darte las gracias.
-¡¡¡Nooo!!!... ¡¡¡no le digas eso hombre!!!... es que se cabrea si alguien le da las gracias.
Nos echamos a reír todos ante aquella salida mía.
-No, es que es verdad. No tienen nada que agradecerme, ellos me han dado un hogar donde vivir. Una compañía de la que estaba muy necesitado. Tened en cuenta que tengo 29 años, y no podéis haceros una idea lo solo que me encontraba cada vez que terminaba mi jornada laboral, siempre de hotel en hotel. Luego los fines de semana regresaba a mi casa, donde tampoco tenía compañía. Salvo cuando quedaba con alguna chica, claro.
A partir de ahí la noche se desarrolló con un muy buen rollo entre nosotros. Estuvimos en un par de pub, donde tomamos unas copas. Al final terminamos en la discoteca donde estuvimos los tres un par de veces.
Yo no tenía mucho interés, porque sabía que Ana solía terminar allí con sus amigas, antes de volver a casa. Pero tuvimos suerte y esa noche no aparecieron.
Javier fue abordado por una de las amigas de la chica que pasó la noche con él y Rafa.
-Hola, tú eres Javier, el amigo de Rafa.
Él se quedó sorprendido, pues no parecía conocerla.
-Yo soy amiga de Inma, la chica que estuvo la otra noche con vosotros.
-Ah, tú estabas con el grupo de amigas de Inma, ¿No?
-Sí, soy Lola. Inma y yo somos muy amigas desde pequeñas.
Lola estaba para mojar pan. Un poco delgada, pero con unos muslos muy redondos, que le hacían un culo precioso. Las tetas parecían implantadas, pero como decía mi amigo Carlos, “¡Viva la silicona!”. Aparentaba algo menos de treinta años. Era morena con el pelo corto y una cara muy guapa. Llevaba una camiseta muy escotada y una falda estrecha y muy corta.
Javier le pidió ir a la pista a bailar y allí se fueron de la mano, él giró la cara hacia nosotros, y nos ofreció un guiño acompañado de su sonrisa más dentífrica.
Mientras Alberto y Juan se entretenían charlando entre ellos, Carlos aprovechó para ahondar en conocer el nuevo trabajo de Ana.
Le expliqué cómo iba a ser su trabajo, los problemas de los viajes y en definitiva, la merma de su presencia en nuestra casa.
En línea a sus expresiones de siempre, me dijo que vaya suerte que tenía por ser su novio.
-Oye, cuando quieras descansar un poco de ella, me hago su novio por un mes, ya sabes.
-Serás cabrón, ¿Y qué le vas a decir a tu novia?
-Ella me comprende, Ana tiene muchos méritos y mi novia me perdonaría todo, además si quieres te quedas con ella ese mes.
Los dos nos reíamos por aquellas ocurrencias de Carlos.
-Pero si tú no puedes pasar sin ella ni un solo día.
Seguíamos riendo.
A Javier le perdimos de vista, ya era muy tarde y ellos se tenían que marchar. Al final nos despedimos regresando cada uno a nuestra casa.
Cuando entré me quedé de piedra. Ana, Javier y Lola, estaban charlando tan tranquilos sentados en el sofá del salón, con él en medio de las dos.
Mi novia se levantó enseguida para darme un pico en los labios.
-Hola cielo, te estábamos esperando -me dijo ella.
-Pues nos hemos entretenido algo más, por si volvías -le dije a Javier.
-Pero si te he enviado un mensaje.
-Con el ruido de la disco, ni me he enterado -le contesté.
-Hemos llegado los tres a la vez, -me dijo Ana, como justificando que le hubiera cortado el rollo a Javier.
-Diego, te presento a Lola que es muy buena amiga de Inma.
-Y muy guapa, -dije yo con una gran sonrisa mientras nos dábamos dos besos en las mejillas.
-No estáis tomando nada, ¿Queréis una copa? -les dije.
Ellos aceptaron y preparé una copa para todos. El ambiente era muy agradable, pero estaba claro para qué estaba allí Lola y pensé que tampoco debíamos demorar el desenlace. Sin embargo, era ella la que más dialogaba de forma muy extrovertida. Ya lo demostró cuando se presentó a Javier en la disco.
Nos contó su vida en menos de media hora de charla. Luego, la conversación derivó a temas más íntimos.
-Yo soy una chica muy abierta. He tenido dos novios, pero no me duraron nada. Soy incapaz de serles fiel y preferí dejarles antes de que me pillaran -nos dijo, mientras reía con grandes carcajadas.
-Bueno, seguro que algún día quedarás pillada por un buen tío, uno que te haga cambiar de idea -le dijo mi chica.
-Sí, pero mientras tanto seguiré disfrutando. A lo mejor Javier es el que logre cambiarme, -dijo mientras seguía riéndose.
Cada vez que soltaba una de sus carcajadas, se removía en el sofá y levantaba algo sus piernas. Eso hacía que con lo corta que era su falda no dejara de verle el triángulo blanco del tanga. De la misma manera, cada vez que se inclinaba para coger o soltar su copa, sus tetas quedaban tan expuestas que casi se le veían los pezones. Yo estaba más que seguro que a ella eso le importaba un pepino.
-Igual sales corriendo cuando me veas desnudo -le respondió él.
-Que va, tengo buenas referencias tuyas y muy fiables.
Ahí nos reímos todos, y la chica se incorporó para sentarse en el regazo de Javier.
-Bueno pues ya va siendo hora de irnos a la cama -dijo mi novia.
-Tú eres preciosa Ana -le dijo Lola-, y tu novio tampoco está nada mal, menuda pareja hacéis los dos.
Ante esas palabras no tuvimos más remedio que sonreír.
-¿Tú lo haces con chicas? -le preguntó Javier.
-Pues claro, ¿Y quien no? Casi todas mis amigas lo hacen. ¿Tú lo haces con chicos?
-Últimamente un poco, -le respondió mientras nos miraba sonriendo.
-¡Ah!, ¿Con Diego? ¿Te gusta?
-Ya lo has dicho antes, está muy bueno -respondió.
-Oye, que estáis hablando de mí -les increpé con una sonrisa.
-Y a ti, ¿Te gusta Javier? -me preguntó.
-Un montón, ya lo verás después -le respondí riendo y ella soltó otra gran carcajada.
Ahora, al estar sentada en el regazo de Javier mirando hacia donde estábamos mi novia y yo, el tanga se le veía entero, aparte de que la tela era la mínima expresión de un triángulo.
Ana no había hecho ningún comentario y la muy cabrona nos estaba estudiando, mirando ahora a uno y luego a otro. Al final no pudo aguantar más sin hablar.
-Pues tú también te ves estupenda.
-¿Queréis verme mejor? -nos invitó ella.
-Claro que sí -ahora fue Javier.
Ella se puso de pie y se sacó la camiseta, luego se bajó la cremallera de la falda y la dejó caer al suelo.
El sujetador era tan pequeño que apenas le tapaba los pezones. El tanga ya lo había visto. Solo añadir que su coño debía estar totalmente depilado, en caso contrario, mostraría cualquier pelo suelto.
Rotó un par de veces sobre sí misma y nos mostró su esbelto culo. Era una preciosidad de culo.
-Me gustaría verte ahora a ti -le dijo a Ana-, estarás espectacular.
-No lo sé, quizás más tarde, ahora mi novio y yo nos vamos a la cama.
Me cogió de la mano y nos levantamos para irnos a nuestro dormitorio. Ellos quedaron allí en el salón. Él seguía sentado y ella encima a horcajadas.
Conforme llegamos, nos desnudamos y nos tendimos en la cama boca arriba. Después la agarré y me la puse encima. Era la mejor postura para besarnos.
-¿Que tal en tu noche de chicas?
-Muy bien, salvo que hubo tres tíos que no nos dejaban tranquilas, ya sabes.
-Lo que me extraña es que no fueran cuarenta. Con lo buena que estás y como ibas esta noche, tres eran muy pocos.
Nos reímos mientras nos seguíamos besando.
-¿Estás celosilla con la Lola esta?
-Un poco, no creas, es como si se apropiara de algo nuestro, aquí en nuestra cara.
-Es una situación temporal, mañana se marchará.
Los dos reímos de buena gana. Luego la acomodé mejor y la penetré, comenzando nuestro polvo relax.
No llevábamos dos minutos follando, cuando oímos risas en la entrada de nuestro dormitorio. Ellos entraban en el aseo. Al momento escuchamos el ruido de la ducha. Desde luego eran muy limpios, querían ducharse antes de follar.
-Joder Ana, qué morbo. Se van a hinchar a follar a dos puertas de la nuestra.
-¿Te gusta la putilla esa?
-Claro cielo, está muy buena la jodía -le respondí dándole un pico.
-Bueno, anda sigue follándome que lo estás haciendo muy bien cabrón.
Diez minutos después nos corríamos los dos.
-¿Te apetece una ducha? -me preguntó.
-Pues sí, vamos.
Nos fuimos al aseo y ella entró a ducharse, mientras escuchábamos los gritos de Lola.
-Menuda follada le está dando -le dije.
-Joder como chilla.
-Ya sabes como las gasta Javier. Tú mejor que yo.
-Ya... pues venga dúchate tú ahora -me dijo abriendo la mampara.
Ella se secaba con la toalla, quitándose el gorro de baño de la cabeza.
Los gritos de Lola anunciaron su orgasmo y su corrida fue inmediata. Al momento se hizo un silencio que solo era alterado por el grifo del lavabo.
Estaba lavándome los dientes, cuando se abrió la puerta del aseo y entraban los dos en pelotas.
-Huy, perdón -dijo Lola que era la primera que entraba.
Javier entró detrás de ella.
-Joder, perdonadnos, creíamos que estabais dormidos.
Sus tetas estaban muy firmes, lo que confirmaban mis sospechas del implante, pero el resultado era que las tenía preciosas.
Su culo sí que era natural y espectacular. Menuda suerte tenía el cabrón de Javier.
-Vaya cuerpo tienes -le dijo Lola-, tenía muchas ganas de verte. Ya eras preciosa con ropa, pero así en pelotas eres la leche.
-Gracias -le respondió Ana.
Lola se colocó junto a mi novia.
-Tus tetas son naturales, eres una diosa. Las mías son de silicona, aunque no me quejo porque a todos los tíos les gustan.
-¿Quieres tocármelas?
Con esa pregunta, Ana me dejó a cuadros.
-Claro -le respondió.
Lola llevó sus manos a las tetas de mi chica, donde las acarició y sobó todo lo que quiso. Después se las chupó de forma suave. Esto último puso muy caliente a mi novia, que subió sus manos a los pechos de Lola, devolviéndole todos los favores que ella le estaba haciendo.
Javier se unió a ellas y las rodeó con sus brazos por la cintura. Enseguida comenzaron a morrearse y tocarse por todas partes con mucha entrega por parte de los tres. Ellas con los pezones muy duros y él con su pollón a diez mil.
A mí nadie me preguntó nada, ni contaban conmigo en todo lo que estaban haciendo. Al momento y sin saber porqué, me quedé muy bloqueado, yo ni había abierto la boca. Aquello iba demasiado deprisa para mí. Lo único que quería era irme a dormir con mi novia. No sabía que hacer, hasta incluso mi verga se vino abajo del todo.
Un momento después Ana se giró hacia mí y al ver mi cara los dejó de inmediato y se vino conmigo.
-¿Qué te pasa cielo, estás incómodo verdad?
Yo no le dije nada y ella me cogió de la mano y me llevó al dormitorio. Luego me tendió en la cama y se sentó a mi lado.
-¿Estás mejor? Dime algo cielo. ¿Qué te pasa amor mío?
Poco a poco parecía que la sangre volvía a fluir en mi cerebro.
-No me pasa nada cariño. Solo que me he bloqueado un poco.
Ellos estaban bajo la nueva puerta del dormitorio, mirándonos expectantes, sin saber que me pasaba. Javier no esperó más y se acercó a nosotros, poniéndome una mano en mi hombro.
-Diego, ¿Te pasa algo? ¿Te puedo ayudar? ¿Ha sido porque hemos entrado al aseo sin permiso?
Estaba verdaderamente tan preocupado como mi novia. La situación me superó y me abracé a Ana soltando unos sollozos que ni yo mismo sabía a qué se debían.
Lola no sabía qué hacer, pero reaccionó como la más lista. Fue a la cocina y me trajo un vaso de agua.
-Toma Diego, bebe un poco, verás como se te pasa.
Me sentaron contra el cabecero y me dieron a beber el vaso de agua.
Fue mano de santo y me recuperé enseguida.
-No me pasa nada, de verdad. Ya estoy bien.
-Ha sido porque te has quedado solo, mientras nosotros nos abrazábamos, -me dijo mi novia que me conocía como si me hubiese parido.
-Creo que sí, pero no había ningún motivo os lo juro. Me hace feliz verte con Lola. Habrá sido un ataque de felicidad -les dije con una gran sonrisa-, ya se me ha pasado.
-Pues nosotros nos vamos, -nos dijo Javier llevándose a Lola de la mano-, y tú relájate. Mañana será otro día.
Aquella noche no dormí bien, seguía con un nudo en el estómago que me tuvo varias horas en vela. Ana dormía a mi lado, más abrazada a mí que nunca. Creo que sentía que me tenía que proteger de alguna manera.
En cuanto el día amaneció, ya no pude dormir más. Un poco más tarde me levanté, me aseé y fui a la cocina a prepararme un desayuno. Al final solo tomé una taza de café en el salón, pues no me apetecía nada más.
Luego fui a la terraza a dar pedales en la bicicleta estática. Allí me dio tiempo a analizar el porqué de mi reacción.
Volví a repasar todo como si fuese una película, desde que entraron los dos en el aseo. Ninguno me prestó la más mínima atención. Era como si se diera por hecho que yo no tendría nada que decir. Ellos tres estaban decididos a tener relaciones sexuales, presuponiendo que yo aceptaría todas sus propuestas sin más. Además Ana sabía que de momento no quería que tuviera más relaciones con Javier.
Reviviendo aquellas imágenes, volví a sentir con más fuerza el nudo en mi estómago. Seguramente todo lo ocurrido en tan poco tiempo, me colapsó en aquellas últimas circunstancias. Necesitaba un poco de relax. Más tarde ya veríamos.
Tenía que hablar con Ana primero y con Javier después.
En esas estaba cuando mi novia apareció a mi lado.
-Hola cielo, ¿Qué tal te encuentras?
-Bien cariño, dándole vuelta a los pedales y de camino a mi cabeza.
-No has dormido en toda la noche y yo tampoco, viendo como te movías sin parar.
-Pues creía que dormías. Perdona cielo, me tenía que haber ido al sofá y dejarte tranquila.
-Ni se te ocurra, solo dormirás allí cuando yo te destierre de la cama.
Ambos sonreímos.
-Nunca te voy a dar motivos para ello.
-Bueno, y después de darle vueltas a tu cabeza, ¿A qué conclusión has llegado?
-Pues que tenía que hablar contigo y con Javier.
-Pues a mí ya me tienes aquí. Pero si quieres te digo yo lo que te pasa.
-¿Si? Pues venga, dímelo listilla.
-Que hemos ido muy deprisa en todo esto, que no estamos cumpliendo las condiciones pactadas, vamos, que en cuanto hay algo nuevo que probar, no dudamos en hacerlo. Anoche fue la gota que colmó el vaso, ¿Verdad?
-Joder Ana, pues ya te lo he dicho casi todo, añade que no quiero de momento que tengas más relaciones sexuales con otros.
Ambos nos dedicamos una leve sonrisa de aceptación.
-¿Y qué medidas tendríamos que tomar?
-Creo que tendremos que esperar a que yo te pueda dar mi decisión.
-¿No crees que sería mejor cortarlo todo? Un mes por ejemplo. Todo esto se nos está yendo de las manos.
-Tengo que seguir dándole vueltas a la cabeza, sobre todo porque creo que tú en el fondo no quieres dejarlo.
-Se me haría muy cuesta arriba -me confirmó.
-¿Y Rafa? Ya le hemos dicho a Javier que lo haremos una vez a la semana con él y seguro que ya lo sabe.
-Menudo lío, -me respondió-, habrá que aclarar este asunto antes de que Javier se pida el día de la semana, ¿No crees?
-Creo que estaría bien que le dijera lo que me está pasando. Él va a entender que tendrá que esperar a que yo me pronuncie.
-Pues después que se vaya Lola, hablamos los dos con él.
-Vale, dame un abrazo.
Los dos estábamos bajo la pérgola y nos abrazamos con fuerza. Es verdad lo que dicen, que un abrazo es la mejor terapia que existe para relajarnos, más aún, si te lo da la persona que amas.
-No has desayunado.
-No, solo he tomado un café.
-Venga, vamos a desayunar los dos, que con la preocupación yo tampoco lo he hecho.
Nos fuimos a la cocina y nos pusimos un buen desayuno, porque la verdad, es que los dos estábamos famélicos.
En ello estábamos cuando apareció Javier.
-Hola guapetones, ¿Desayunando los dos sin mí? -nos regañó.
-Siéntate que te lo preparo yo ahora mismo, -le dijo Ana-, ¿Le hago otro a Lola?
-No cariño, ella se fue hace un rato, había quedado.
-Bueno, ¿Qué tal con ella? -le preguntó mi chica.
-No mucho, ya sabéis, estábamos preocupados por ti, sobre todo yo, claro -se dirigió a mí.
-Esta mañana he meditado bastante sobre lo que me ocurrió. Ya lo hemos hablado Ana y yo, ahora nos queda hablarlo contigo.
-Creo que traer Lola a la casa ha sido el problema, ¿No?
-Solo indirectamente, el problema estuvo cuando entrasteis al aseo con nosotros.
Entonces intervino Ana.
-Javier, han sido muchas novedades, una tras otra, en apenas unas semanas que llevamos juntos. Diego anoche no pudo digerir que estuviéramos los tres tan implicados, sin contar con él para nada. Eso fue todo.
-Y ahora, ¿Cómo te encuentras?
-Después de hablarlo con mi chica, estoy más relajado.
-Te pido disculpas Diego. Creí que ni nos íbamos a encontrar en casa.
-Eso es lo de menos, cielo -le dijo ella, acercándose a él para darle un beso en la mejilla-, tú puedes traerte a las chicas que quieras.
-Claro Javier, faltaría más -agregué yo. El problema es que disteis por hecho que no tendríais que consultarme vuestras decisiones. Pero yo no estoy aún preparado para incluir otra persona en nuestras relaciones. Necesito aceptarlo en mi cabeza, la de arriba, claro. Pero hay algo más Javier.
Hice una pausa para ver como le decía todo lo que estaba pasando por mi cabeza desde el jueves. Sonrieron los dos, pero no se les iba la preocupación. Por fin me arranqué.
-Verás, sabes que el jueves durante el tiempo que duró vuestro polvo yo no intervine para nada.
Él asintió con la cabeza. Mi novia me miraba sufriendo por mí, por la papeleta en la que me encontraba en ese momento. Yo continué.
-No sé a qué fue debido, pero sentí un fuerte rechazo al veros tan entregados los dos, bueno, como siempre lo soléis hacer. Lo cierto es que solo tenía ganas de que aquel polvo acabase de una vez, porque no soportaba veros follando, en fin, que desde entonces no soporto la idea de compartirla ni contigo, ni con nadie.
-Joder Diego, eso sí que no me lo esperaba. Sabía que el jueves estabas algo raro, pero todos tenemos un mal día y no le había dado más importancia, por eso ni siquiera lo comenté con vosotros. Entendí que ese día no había más sexo y ya está.
-Lo siento Javier, sabes que no es por ti, tú no tienes nada que ver con lo que me ha pasado y Ana tampoco, claro.
-Entonces qué quieres que hagamos a partir de ahora.
-Ya lo he hablado con Ana, lo voy a seguir pensando y cuando tenga tomada una decisión os la diré.
-Está bien Diego, no te preocupes por mí, piensa en qué es lo mejor para ti. Lo que sí te digo es que con Ana solo tengo un gran cariño porque es una mujer excelente en todos los aspectos, por supuesto que siento un gran deseo por poseerla porque no conozco una mujer que sexualmente me llene más que ella, pero hasta ahí llego, no pienses otras cosas raras. Además sabes que mantengo relaciones con otras chicas. Es solo sexo Diego, de verdad.
-Sí, ya te he dicho que no es por ti ni por ella. Espera unos días a que yo me aclare.
Él miró a mi chica preguntándose seguramente qué opinaba ella de todo esto.
-Yo le he dicho lo mismo que tú, que lo nuestro es solo sexo, pero como dijimos en un principio, si uno de nosotros no quiere continuar, pues se para y ya está.
Estaba claro que por ella seguiría con las relaciones sexuales, que el problema era yo.
Javier se vino hacia mí y me dio un fuerte abrazo. Aquello duraba y él no tenía intención de separarse, luego mi novia se unió a nosotros sollozando. Al final la cabrona nos hizo llorar a los tres.