Javier nos ayuda (Capítulo 31)

Pareja que incorpora un inquilino para solucionar problemas económicos. Entran en una semana relax después de casi dos semanas de relaciones y buenas expectativas de trabajo para Ana.

Capítulo 31

Cuando me levanté, pude observar que la puerta del dormitorio de Javier estaba abierta y la cama hecha, por lo que supuse que no había dormido en casa.

Miré mi móvil y efectivamente tenía un mensaje de Javier de las 3:07 horas, que lo confirmaba:

Duermo en casa de Rafa. Mañana os cuento

Abrevié en los tiempos que me quedaban y conseguí disponer de cinco minutos antes de marcharme. Me dirigí a nuestro dormitorio donde Ana estaba incorporándose en la cama.

-Hola cielo, ¿Qué tal has dormido?

-Como una marmota, después del polvo que echamos anoche.

-Mira el mensaje de Javier, -le mostré la pantalla del móvil.

-Será cabrón, seguro que ha ligado esta noche, cuando lo pille me va a oír.

-Pero Ana, si ha ligado como tú crees, él no tiene que darnos ninguna explicación, y tú tampoco le vas a decir nada.

-Llevas razón, perdona mi salida de tono, es que todavía no he terminado de despertarme.

-Además, si lo ha hecho, al menos ha sido prudente y no la ha traído aquí, ¿No?

-Sí, claro, menos mal.

-Bueno te dejo que no quiero llegar tarde al trabajo.

Le di un pico en la boca y me fui sin que ella por una vez, no me recordara que la llamara después de comer.

Pero lo hice por mi cuenta.

-Hola cariño -me saludó al contestar la llamada.

-Hola mi amor, ¿Estás ya en casa?

-Estoy entrando al complejo. Me ha llamado hace un rato el administrador.

-¿Al trabajo?

-No, cuando venía en el autobús, se ve que ha esperado a que saliera.

-¿Te ha citado para la entrevista?

-Sí, pero después te cuento, que no te quiero entretener.

-Vale, un beso cielo.

-Otro para ti, mi vida.

Estaba deseando llegar a casa para que me lo contara todo. Lo único que conseguí fue que aquellas tres horas y media, me parecieran veinte.

Por fin llegué a la hora de costumbre.

Me dirigí al salón nada más entrar, pero ella no estaba allí, así que tomé el pasillo y estaba charlando con Javier en su despacho.

-Ah, estáis aquí.

-Hola cielo, -se levantó de la silla y me dio un pico en la boca-, me acabo de levantar de una siesta y he entrado a saludar a este golfo.

-Joder Ana, que no hice nada malo anoche. Diego, solo que una chica quería estar con los dos, y claro no nos íbamos a venir aquí.

-Sí, pues dile también a la hora que te has levantado -protestó ella.

-Ya te lo he dicho preciosa, a las dos de la tarde, pero hoy tenía mi agenda libre, salvo la llamada que le hice al gerente a las 8:30, por eso me acosté a esa hora.

-¿Te das cuenta? -me dijo a mí-, encima no ha dormido casi nada y a saber lo que ha comido.

Los dos nos mirábamos aguantando la risa.

-Esta noche, cenas y a la cama, so golfo -le dije-, pero antes nos tienes que contar lo que habéis hecho los tres.

-¿Qué nos va a contar? -me preguntó Ana con cara de indignada.

-Mujer, por si podemos aprender algo nosotros.

-¿Esa es la preocupación que tienes tú?

Eso me lo dijo mientras me miraba fijamente a la cara, y yo me tuve que morder la lengua hasta hacerme sangre. El cabrón de Javier me hacía gestos de no poder aguantar la risa.

Ninguno de los dos se atrevía a hablar, porque se nos iban a escapar las carcajadas.

-Me voy al salón, no quiero seguir con esta conversación, -nos dijo y se marchó del despacho.

Nuestras risas ahogadas nos obligaba a sujetarnos el vientre, hasta que nos fuimos calmando. Luego me fui al aseo a echarme agua por la cara para quitarme el sudor.

Me senté junto a mi novia en el sofá. Ella había puesto un canal de la tele, que no estaba viendo.

-Vaya berrinche que has pillado, ¿Qué te ocurre amor mío?

-Nada, estoy avergonzada del espectáculo que os he dado. No sé qué me ha pasado.

-Ha pasado que no quieres que trasnoche, duerma poco y coma fatal.

-Qué vergüenza, qué estará pensando de mí, se me ha ido la olla.

-No pasa nada, déjalo pasar y ya está. Él no te va a decir nada más. Tenemos que procurar que esté aquí con otra chica, verás como se te pasa esa obsesión.

Ella estaba tapándose la cara con las dos manos. Entonces la incliné hacia mí y le di un fuerte abrazo.

-No seas tonta, tampoco es nada malo que muestres interés por su bienestar, creo que en el fondo has actuado con sentido maternal, te lo juro.

-¿Esa es la impresión que he dado? -me miró sorprendida.

-Algo así, repasa el diálogo y me darás la razón. Le has regañado por no haber dormido, por la comida, por levantarse tarde, pero no lo has hecho por haber estado follando toda la noche con otra.

-Es verdad... qué raro... pues me me acabas de tranquilizar.

-¿Creías que él iba a pensar que estabas celosa?

-Eso he pensado al llegar al salón.

-Nada, olvídate de todo eso y cuéntame lo del administrador.

-No sé, mejor que lo escuche también Javier, seguro que estará interesado por saberlo.

-Bueno, luego nos lo cuentas, dime solamente cuando es.

-El viernes por la tarde. En realidad se lo he pedido yo y no me ha puesto pegas.

-Vale, así Javier tiene mañana el día más despejado para estar con nosotros.

-También lo pensé, además el viernes viaja a su casa, por lo que más libre no lo vamos a tener.

-Pues mira, yo no puedo esperar más lo que nos vas a contar, así que voy a decirle a Javier que se acerque.

En un momento estábamos los tres sentados en el sofá.

-¿Te ha llamado ya el administrador? -le preguntó él.

-Sí, cuando salí del trabajo. Ahora se lo iba a contar a Diego, pero quería que tú lo escucharas también.

-Pues claro guapa, cuéntanos.

-Ha estado muy amable conmigo. De lo primero que me habló fue de la urgencia que tienen por cubrir ese puesto. Luego me dio a elegir el día y la hora para la entrevista. Yo le pedí hacerla el viernes a las cinco de la tarde, y me dijo que era perfecto.

Los dos escuchábamos atentos sin intervenir.

-Eso fue lo más importante -siguió ella-, después me pidió que le llevara las acreditaciones originales de mis títulos universitarios. Me tengo que someter a pruebas de los idiomas inglés y alemán. Tendré que hacer traducciones en los dos sentidos y dialogar con dos nativos. Bueno y eso es todo.

-Es normal todos esos requerimientos en un puesto como ese -dijo Javier.

-Imagino que es así -le respondí.

-Seguro -dijo Ana-, es su obligación.

-Te informará de tus emolumentos.

-Sí, al término de la entrevista.

-¿Y para cuando sería la incorporación? -pregunté.

-Si el resultado es favorable, me lo harán saber el mismo sábado. En ese caso el lunes pediría el despido en mi oficina, y en cuanto me lo concedan firmaría el contrato.

-Esto parece que marcha bien -dijo Javier.

-Bueno es la hora del café, hoy me toca a mi -dijo Javier.

Poco después estábamos charlando los tres sentados en el sofá y tomando nuestros cafés.

-¿Qué pasa, no nos vas a contar lo que hicisteis anoche? -le pregunté a Javier.

Él soltó una carcajada.

-¿Pero qué queréis que os cuente? Pues nada, una chica muy mona que estaba con unas amigas, luego la saqué a bailar, le presenté a Rafa y ya no quiso volver con ellas. Prefería pasar la noche con nosotros. Ya está.

-¿Cómo que ya está? Entra en detalles jodío -le alenté.

-La llevamos a la casa de Rafa y estuvimos follando hasta las nueve de la mañana.

-Más detalles cabroncete -le dije.

-Lo hicimos de uno en uno y luego nos pidió que la penetráramos los dos a la vez, de las dos maneras.

-¿Y eso que es? -preguntó mi novia.

-Pues por el culo y la vagina. Después por la vagina los dos.

-¡Joder! -exclamé-, ¿Entraban las dos a la vez?

-Costó un poco pero sí, entraron y nos corrimos los tres en esa posición.

-Menudos guarros los dos -sentenció ella.

-Un poco guarros, sí, pero no veas como gritaba de placer la muy puta.

-Le podíais haber hecho mucho daño.

-Que va preciosa, ninguno, además nos dijo que era la primera vez que lo hacía.

-Pero Javier tu polla ya es muy grande, ¿Cómo va a entrar otra más en una vagina? -le pregunte.

-Eso es imposible -dijo Ana.

-Os digo que lo hicimos, solo usamos un poco de lubricante y entraron muy bien.

-Joder, ya me he empalmado -dije yo.

-Pues ya somos dos.

-Vaya golfos que estáis hecho.

Nos quedamos callados un rato. Ni él ni yo escondíamos nuestras erecciones. Mi novia no dejaba de mirarnos a uno y a otro.

-Podríamos intentarlo nosotros -dijo él-, verás cómo sí se puede hacer.

-¿Intentarlo cuando? ¿No querrás gastar tu día de la semana ahora? -le preguntó mi chica.

-No, lo de mañana es sagrado, pero si queréis podemos probar si entra o no. Ahora estamos en disposición, -nos dijo señalando nuestros paquetes-, solo meterla y ya está.

-Pero si entran, después no vais a querer parar cabrones.

-Te aseguro que tú tampoco -le dijo él.

Se me puso la polla a reventar, ella estaba a punto de transigir, y yo era lo que más quería en esos momentos.

-Ana, cielo, deja que probemos. Solo meterlas y ya está. Mañana lo hacemos hasta el final.

Me miró con una cara de lujuria que no podía con ella.

-Solo una prueba. Una vez y os salís. ¿Cómo lo hacemos? -preguntó a Javier que era el experto.

-Lo mejor es en la cama y desnudos. Hará falta un poco de lubricante.

Nos fuimos los tres a nuestro dormitorio y nos quedamos en pelotas. Nosotros con las pollas más tiesas que un un garrote.

-Tiéndete boca arriba -me pidió y eso hice.

-Ahora tú te pones encima de espaldas a él.

Luego cogió el tubo con el lubricante, untando mi polla y la vagina. Después me la cogió, la restregó por la raja hasta que la centró en su entrada. Yo hice el resto y se la clavé.

-Tienes que hacer penetraciones lentas -me dijo.

Comencé a follarla muy despacio. Mi novia no pudo evitar los primeros gemidos. El se puso más lubricante en su mano derecha.

-Sácala pero deja el glande dentro -me pidió.

Entonces me untó algo más de lubricante y metió sus dedos índice y medio en la vagina, haciendo un poco de tijeras con ellos.

-Métela ahora despacio y hasta el fondo.

Eso hice y mi polla entró sin problemas entre sus dedos.

-Espera un poco -me dijo, y él empezó un mete y saca con los dos dedos, hasta que lo consideró suficiente.

Después sacó sus dedos y se puso de rodillas entre nuestras piernas. Se untó el lubricante en su polla, para a continuación poner su glande a la entrada de su vagina.

-Abre las piernas todo lo que puedas.

Cuando ella las abrió, hizo algo de presión hasta que aquel glande entró. Luego se quedó unos momentos esperando que ella se amoldara. Por último aumentó la presión y su polla fue entrando despacio, toda entera.

-Ahora nos movemos los dos al mismo tiempo -me dijo.

Así lo hicimos, subiendo ella el tono de sus gemidos conforme nosotros aumentábamos el ritmo de las penetraciones.

-Vale, espera, ahora me salgo yo y luego tú, la prueba ya la hemos hecho -me dijo.

-Nooo, no os salgáis ahora par de cabrones -nos ordenó Ana.

Nos quedamos parados.

-¿Lo hacemos hasta corrernos? -le pregunté a mi novia.

-Siii... venga darme fuerte... ¡¡¡quiero vuestra leche dentro...!!!

-Tenemos que aceptar los tres que este polvo es excepcional y consentido por todos -les conmine.

-Lo acepto -dijo ella primero, luego yo y por último Javier.

Sin más comentarios comenzamos a follarla a todo trapo, pasando sus gemidos a gritos en un momento.

Yo no sabía qué hacer porque no iba a aguantar más de un minuto.

-Chicos no voy a aguantar mucho más, me voy a correr.

-Espera cornudo que me falta poco, y tú dame más fuerte y córrete también. No dejes de besarme.

En un minuto nos corrimos los tres a la vez, entre los gritos de ella y los bufidos nuestros.

Qué placer sentir aquellas andanadas de semen explotando en mi polla, las contracciones de mi novia y la mayor eyaculación de mi vida.

Un minuto después Javier rodó a mi lado dejando hueco para que ella se deslizara entre los dos.

Cuando nos recuperamos nos miramos unos a otros y soltamos unas grandes carcajadas.

Javier se quedó algo pensativo.

-Y a Rafa, ¿Le vais a dar algún día?

-Lo estamos pensando. Queremos conocer también tu opinión.

-No sé...

-Mira si no te gusta la idea, no lo haremos -le dijo Ana.

-¿Necesitáis mi consentimiento?

-Claro, ya te lo hemos dicho -le confirmé.

-Si supiera el cabrón ese que follar con vosotros depende de mí, me torturaría para lograr mi aprobación.

-Si lo prefieres, si tú estás ese día lo podríamos hacer los cuatro.

-Pero ese día no contaría para el que yo tengo, ¿No?

Nos miramos los dos.

-Lo hablamos nosotros primero y luego te decimos.

-Está bien, si vosotros queréis, yo también, en las mismas condiciones y una vez a la semana.

-Lo que diga el señor -dijo mi novia con un saludo militar y nos echamos a reír.