Javi y su familia
Es la historia de como cambió la familia de Javi al descubrir que éste tenía el pane más grande antes visto.
Javi era un chaval normal. Un tío majo, de esos que es agradable tener cerca. Había tenido varias novias, pero ninguna le duró demasiado.
Llevaba ya casi un año que parecía que estaba deprimido y sus padres, en especial su madre, estaban bastante preocupados con él.
No salía con los amigos, no contaba nada, no se le veía con chicas y en cuanto a su humor.., cada vez era más distante y seco.
Rita, la madre sufrida de Javi, había intentado hablar con él varias veces. E incluso su padre Juan, que era más despegado de esos asuntos que a él le parecían tan personales, había intentado saber del muchacho, pero no había manera.
Ninguna de sus dos hermanas mayores, Laura y Eva, sabía tampoco nada y eso que Javi siempre había presumido de tener dos amigas más que dos hermanas en casa.
Llegó un día en que algo pasó y Rita no tuvo más que hacerle saber a Javi que su única salida era contar con sus padre, al menos con ella.
Por equivocación, Rita abrió una de las cartas de la caja de ahorros de Javi, el resumen de sus movimientos bancarios y su sorpresa fue mayúscula cuando vio que su hijo no había gastado casi nada en meses y tenía ya bastante dinero ahorrado, más de lo que cupiera esperar tener con 19 años.
Estando solos en casa hubo una fuerte discusión entre ambos e incluso Javi intentó encerrarse en el lavabo, pero al final Rita logró convencer a su hijo y éste, no sin cierto reproche, accedió a hablar con su madre.
Javi tenía un problema y durante un corto período de tiempo, mientras él entraba en detalle, Rita se veía absorta en pensamientos de antaño, cuando Javi era un crío y su padre hinchaba el pecho contando entre colegas que su hijo estaba muy bien dotado. Con solo siete años, el pene de Javi era ya de un tamaño adulto. En el momento en que el crío entró en la pubertad y empezó a demandar intimidad, ese tema se olvidó en case quedando como una anécdota infantil, de esas que se cuentan viendo fotos y riendo.
Pero ahora, varios años después, Javi le estaba contando a su madre que tenía un problema. Quería operarse el pene. Javi tenía un pene descomunal, tanto que la novia que más le duró no pasó del segundo polvo. El chico estaba tan acomplejado que hacía tiempo que se había asesorado para hacerse una reducción de pene.
Estuvieron hablando del tema largo y tendido mientras Rita trataba de convencer a su hijo para no operarse. Incluso propuso pagar a una puta de vez en cuando para desfogarse, pero Javi no accedía.
Llegó a tal punto la charla, que pasó lo que tenía que pasar, Rita le pidió a Javi que se la enseñara. Se negó en rotundo y mediante evasiva concluyó la charla.
Rita le contó a Juan lo sucedido y les llevó media noche hablar sobre el tema.
Al día siguiente fue su padre el que quiso verle el pene a Javi, pero éste se negó también.
Durante la semana siguiente Javi fue muy esquivo intentando no coincidir con nadie en casa, hasta que finalmente Rita lo pudo encarar.
Estando en la habitación del muchacho y tras mucho rogarle para dejarse ayudar, Javi accedió a enseñarle el miembro a su madre.
Se bajó los pantalones y Rita vio el bulto grande del chico en los calzoncillos, pero pensó que no era para tanto, que sería solo complejo, pero quedó blanca cuando vio, tras bajarse el slip, que Javi se la metía hacia abajo, entre las piernas, para no llamar la atención según explicó luego.
Javi tenía la poya totalmente fláccida. Debía medirle no menos de 20 centímetros y era bastante gorda.
Rita miró ensimismada unos segundos y luego extendió la mano y sostuvo la pija de su hijo mientras la miraba. Javi no decía nada, solo se quedaba quieto mientras su madre miraba.
De repente Laura entró en la habitación hablándole a Rita y quedó pasmada cuando vio a su hermano con la poya al aire y a su madre con ella en la mano, pero emblanqueció también al ver el tamaño de ese pene.
Laura tenía 23 años y llevaba encima muchas fiestas, muchos novios y más polvos encima, creyendo haberlo visto y hecho todo, pero nunca había imaginado una poya así.
Tras unos segundos sin reaccionar, Javi salió corriendo subiéndose el pantalón hacia el baño mientras Rita le contaba a su hija el porqué de la situación.
Luego de explicado el problema, ambas estuvieron un rato intentando hacer salir a Javi del baño sin éxito, hasta que llegó la hora en que Rita marchaba a trabajar, era enfermera en el turno de tarde.
Veinte minutos después de que saliera Rita de casa, Laura consiguió hacer salir a Javi del lavabo y habló con él.
Laura era muy inteligente, muy astuta. Desvió el tema del problema de su hermano hacia las relaciones con las novias y de ahí hacia sus propias relaciones hasta llegar un momento en que empezó a detallar sus mejores polvos. En ese punto, notó que Javi se incomodaba, pero lo tenía ya abierto a ella.
Le pidió verle la poya y él se negó, pero ella sabía que no tardaría en conseguirlo y le llevó relativamente poco.
Se había empezado a hinchar un poco y estaba más grande que antes.
Laura la cogió entre las manos sin parar de decir lo grande y asombrosa que era.
En menos de un minuto estaba masturbando a su hermano.
Javi no sabía qué hacer, miraba a cualquier parte intentado no gemir hasta que sus ojos coincidieron con los de su hermana y esta le habló:
Te gusta Javi?
S...si, claro.
Quieres que te haga una buena paja?
LAURA
Cuando Laura tenía cinco años, recibieron una llamada de la escuela en casa. Rita y Juan fuero y mantuvieron una charla con la profesora de Laura y la directora. Laura se masturbaba con la silla y con la pata de la mesa. Era algo inocente e instintivo. Ella tenía muy sensible el clítoris entonces y los roces le producían placer. Aquello se solucionó con un psicólogo infantil.
Antes de los diez descubrió la masturbación voluntaria y tuvo un despertar sexual precoz.
Fue la primera de la clase en besarse con alguien. La primera en dejarse sobar. La primera en comerse una poya y la primera en desvirgarse, siempre por delante de las demás.
En la universidad, descubrió las fiestas, las drogas, las orgías y que en el sexo es tan bueno un hombre como una mujer.
No era ninfómana ni nada por el estilo, esra solo una persona que vivía su sexualidad a tope.
Lo había probado todo, y desde hacía tiempo, había descubierto el porqué de su atracción por los hombres negros. Realmente sentía anhelos por las poyas grandes. Se había acostado con muchísimos negros, buscando en ellos el tópico de la poya enorme y nunca llegando a encontrar ese mito del que tanto había oído hablar y del que solo había visto en algunas películas.
De su colección de juguetes sexuales, su preferido era un consolador copia real de la poya de Lex Steele, su actor porno favorito, por supuesto, negro y con una poya más que considerable.
La verdad es que iba por temporadas. Había días, e incluso semanas, en los que se obsesionaba con un rabo enorme y le llegaba a causar cierta ansiedad.
Estaba en una de esas temporadas, llevaba tres días jugando con su pene Lex y fantaseando durante largos ratos por las noches.
Cuando pilló a su madre con la poya de su hermano en sus manos, no pudo hacer menos que entrar en shock, y tras salir de él, su única razón de ser era esa poya, saber hasta donde podía llegar.
Por eso, una vez tuvo a su hermano donde quiso solo preguntó:
- Quieres que te haga una paja?
Él dudó, no sabía como reaccionar.
Laura seguía masturbándole, mirándole a los ojos, pero notó algo en las manos.
- Joder Javi, esto que es.
En un momento la poya de Javi había casi doblado grosor y tamaño. Aquel miembro casi llegaba a los 40 centímetros y un gran grosor.
- Javi, ¿me dejas hacerte lo que quiera?
El chico, extasiado por el morbo y unos meses sin sexo, solo asintió y se dejó hacer.
Laura se desnudó por completo a gran velocidad y Javi vio botar esas grandes tetas que tenía su hermana y su poya dio un respingo creciendo un poco más.
Laura no lo podía creer y empezó a mamarla.
Al principio lamía el capullo. Luego empezó a meterse más y más cada vez hasta que le daban arcadas de lo hondo que la comía.
se escupió en las tetas y empezó a hacerle una cubana mientras le comía el capullo.
Javi estaba en otro mundo.
No avisó que se corría y pilló a Laura por sorpresa, pero por suerte, no fue una corrida abundante.
Laura no se limpió. Hizo sentar a Javi en la cama y se arrodilló en el suelo acomodándose para proseguir con la mamada. La poya de Javi seguía casi igual de grande, sólo que ahora estaba más blanda.
Pero como todo lo bueno en la vida, tuvo que acabar.
Se oyó la puerta de entrada y rápido se vistieron y arreglaron.
Era Eva, la mayor, que chillando un estoy en casa se fue directa al baño sin preguntar ni quien había.
Laura salió del cuarto tras decirle a su hermano que eso no podía acabar ahí. Él no supo sino decir que si.
Pasadas las doce de la noche, Laura llegó a casa. Estaban todos acostados menos su madre. Estaba en el salón, con la tele encendida y en cuanto vió aparecer a Laura, cerró la puerta tras ella y se sentaron en el sofá.
Rita hizo explicar a Laura todo lo que habían hablado entre los dos hermanos y se mostró preocupada sobre lo que Javi iba a hacer en cuanto a lo operarse.
Al final, ya más tranquila, Rita le preguntó a su hija si le había vuelto a ver la poya a su hermano. Laura mantuvo silencio unos segundo, luego, sin dudar lo más mínimo le dijo la verdad a su madre, que le había hecho una mamada a su hermano.
Rita se quedó un largo rato mirando a su hija a los ojos, pensando, mientras esta no decía nada.
Rompió su silencio para preguntarle algo a su hija:
- Se le pone muy grande cuando se excita?
RITA
Rita y Juan se conocieron en una fiesta progre clandestina. Eran los últimos años de la dictadura y estaba metida en ese movimiento hippy que promovía el amor y la paz.
Durante los dos primeros años en pareja, el sexo fue muy placentero para ella. Marihuana y ácido se ocupaban de acompañar sus orgasmos, fueran éstos con Juan o con otros y otras, pues ella sabía que no pertenecía a nadie más que a ella misma.
Siempre fue así, libre, hasta que decidió ir a la India con Juan. volvieron a los dos meses porque se quedó embarazada y obviamente, era de Juan.
La verdad es que fue un período duro para ellos. Juan quería una familia convencional, casarse y eso, pero ella no era capaz de aceptar limitar su libertad.
Al final, llegaron a un acuerdo de convivencia. Laura se casaría y formaría una familia con Juan, pero éste debería aceptar que ella continuara siendo libre en su vida sexual.
Con el paso de los años y dos hijos más, se fueron amando cada vez más y llegaron a un punto de entendimiento tal que no sabrían entender su relación sin la vida sexual abierta de la que disfrutaban.
Dos años antes de lo que acontece, Rita estaba en casa, creyéndose sola por unas horas, follando con un conocido y Laura les encontró en el salón de casa, totalmente visibles desde la puerta de entrada, con su madre a cuatro patas y un extraño con la poya en su culo.
Esa noche, tanto Rita como Juan explicaron a Laura y a Eva su peculiar relación y como su vida era perfecta para ellos.
A Eva le costó más aceptarlo, pero Laura se llegó a sentir más cerca de sus padres en poco tiempo, tanto que llegó un día en el que invitó a su madre a ir con ella a una fiesta que terminó en orgía y acabó follando con su madre al lado follando también con hombres y mujeres.
Rita sabía también de la predilección de su hija por las poyas grandes e incluso le había cogido prestado su consolador en muchas ocasiones y compartían películas porno del tema.
En el momento en que Laura le pilló con la poya de su hermano en las manos, no se le ocurrió que su hija fuera capaz de abstraer a su hermano para ver solo una gran poya, pero en cuanto Laura le contó lo que había hecho, durante un momento se le pasaron por la mente todas las conversaciones e imágenes de su hija follando y masturbándose con el gran consolador llegando a la conclusión que para Laura el miembro de su hermano era su mayor inspiración. Así, solo le quedaba la curiosidad por saber cual sería el tamaño de la verga de su hijo erecta y el morbo que esta curiosidad le producía.
Nada más acabar la pregunta Laura le señaló con su brazo la longitud del miembro de Javi, y Rita no acababa de creérselo.
Estuvieron un rato hablando sobre el tema. Laura se sinceró mucho con su madre y le contó lo que tenía pensado. Iba a solucionar por lo menos de momento el problema de su hermano respecto al sexo, iba a follar con él. Rita explicó lo que significaba para ella haber encontrado un hombre con esa poya y que el hecho de que fuera su hermano, solo implicaría que no podría tener con él el tipo de amor y relación que puedes tener con otro, pero no era eso lo que ella quería.
Estuvieron mucho rato hablando y Rita le confesó a su hija que ella también quería probar ese rabo, pero antes tenía que tener la aprobación de Juan, era algo demasiado complicado para dar cualquier sorpresa.
Sin decir nada, Laura se levantó y salió del salón, regresando con su consolador y una película porno. No le tuvo que decir más a su madre. Ambas se fueron a la habitación de la chica echando el cerrojo tras de si. Se desnudaron u se echaron en la cama mientras se empezaban a masturbar viendo la película.
Cuando ambas se hubieron corrido, Rita le confesó a su hija que mientras lo hacían había deseado tocarla y hacérselo ella. Laura le dijo lo mismo y tras dudarlo un poco, le propuso a su madre que lo hiciera, le pidió que le comiera el coño y se tumbó con las piernas levantadas y bien abiertas.
Rita se acercó al coño de su hija algo dubitativa y empezó a dar besitos por los labios , pero Laura le agarró la cabeza y la apretó con ganas, a lo que su madre respondió calentándose aún más. Rita lamía sin parar de salivar y la colcha de la cama se empezó a mojar de una mezcla de flujos y saliva.
Mientras le comía el coño, cogió el consolador y se lo metió a su hija, despacito primero, y furiosa y rápidamente después.
Laura estaba excitadísima, como nunca lo había estado. Sin variar la posición, se llevo su mano derecha al culo y empezó a penetrárselo con un dedo al principio, seguido de otro para terminar con tres dedos en el ano. Rita no le dejó que intentara con el cuarto, sin dejar de lamer el coño de su hija, le quitó la mano del culo y le metió la poya de látex hasta que ésta había casi desaparecido.
Al poco rato de estar follando el culo de Laura y comiendo su coño, ésta se empezó a correr gimiendo muy bajito pero con fuertes espasmos.
Rita se levantó y fue a lavarse. Cuando volvió Laura estaba desnuda aún pero sentada en la cama. La madre besó en la frente a la chica y se despidió dando las buenas noches y diciendo que hablarían al día siguiente.
Cogió el consolador negro mientras guiñaba un ojo a su hija y salió del cuarto cerrando la puerta sin hacer ruido.
Llegó desnuda a su habitación donde Juan yacía durmiendo, desnudo también, de lado en una posición casi fetal.
Rita se tumbó invertida poniendo la cara en el culo de su marido y tras besarlo un poco empezó a lamerle el ano, con Juan ya despierto. Éste no se movió mucho, tan solo abrió las piernas y empezó a masturbarse despacio mientras su mujer le abría el culo con la lengua.
Juan estiró la mano y abriendo el cajón de la mesita, cogió el bote de lubricante sabor a plátano que allí había, dándoselo a su esposa.
Rita, sin dejar de lamer, lo abrió y empezó a untar la poya de látex. Luego se untó dos dedos y los metió sin demora en el culo de su marido. Los sacó de nuevo, los volvió a untar y los volvió a meter repitiendo esto dos veces más.
Luego, subiendo su boca a los huevos de Juan, acercó la poya al ano de su marido y la fue metiendo hasta que solo quedó fuera lo justo para poder cogerla.
Juan se puso boca arriba entonces, y Rita empezó a comerle la poya mientras le taladraba el culo con furia al hombre. Al poco Juan le avisó que estaba apunto de correrse y ella paró en seco. Se tumbó al lado de su marido y le dio el lubricante diciendo: "no quiero que me folles, quiero que me jodas". Eso puso como una moto a Juan, que se arrodilló entre las piernas de su mujer y empezó a echarse el líquido transparente en toda la mano. Luego hizo a Rita abrir más las piernas y le echó un buen chorro en el coño.
En un momento Juan empezó a meterle dos dedos a su mujer. Siguieron dos más que al poco era la la palma con los dedos lo que entraba.
Juan sacó la mano y volvió a echar más lubricante y acto seguido, le metió la mano entera en el coño a su mujer.
Rita, una vez con la mano y medio antebrazo dentro del coño, se volvió como loca y se incorporó lo que pudo. Hizo a Juan poner su culo al alcance de su mano y comenzó la misma acción que él le daba en el coño.
En pocos minutos, Juan tenía en el culo cuatro dedos y parte de la mano de su mujer mientras metía y sacaba su puño del coño de ella casi con violencia.
No tardaron mucho en correrse.
Tras lavarse y volver a la cama, Juan le preguntó a Rita el porqué de tales calenturas y Ésta solo le dijo un "tenemos que hablar" que le dejó algo intrigado, pero haciendo uso de su afamado pasotismo, se tumbó y se durmió.
Continuará.
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