[Javi] Escenas de Sexo 5 (Parte 19)

Una noche loca y un duro despertar. Algo hará tambalear nuestros planes y nuevos sentimientos florecerán.

Tras ver un rato la televisión no tardamos mucho en irnos a la cama. Yo iba a acompañado por Marta y Yolanda, ya que así lo habían decidido. Ambas sabían que por la noche no podía pasar nada y yo tampoco iba a intentarlo, ya que quería estar descansado para la ronda del siguiente día.

Nos acostaríamos a eso de las doce de la noche. Yo en el centro y una de ellas a cada lado mío abrazándome. Pero sobre las cuatro de la mañana, me desperté demasiado encendido, con la respiración agitada y ladeado. Tenía los ojos cerrados, pero mi cuerpo empezaba a describirme lo que pasaba a mí alrededor. A mi espalda una de las chicas dormía plácidamente, incluso algo separada de mí, pero en frete mío la cosa cambiaba. Fuera cual fuera de las dos, ella también estaba excitada, y mucho.

De alguna forma, mi pene estaba fuera de mis bóxer y se encontraba entre las piernas de ella, la cual había apartado su ropa interior, de forma que mi pene rozaba toda su vagina directamente y me manchaba con sus fluidos, haciendo que aquel rozamiento fuera aun más excitante. Ella también respiraba agitadamente y cada vez le costaba más mover sus caderas adelante y hacia atrás, masturbándome con su entrepierna. Incluso, me parecía oír como de vez en cuando ahogaba algún gemido en la almohada.

Aunque sabía que no debíamos de hacer nada, y que si la que estaba detrás mío nos pillaba, aquello podría llevar a un buen lio, yo pasé una de mis manos por debajo de su cuello y con el otro la abracé, dejando mi mano cerca de sus pechos, como si estuviera dormido.

Aquello pareció sorprenderla y se detuvo de golpe, y tratando de aguantar la respiración, esperó por si yo me había despertado.

-¿Por qué te detienes?- Le pregunté en un susurró. Ella se sobre saltó ligeramente pero se mantuvo quieta y sin decir nada. Entonces comencé a mover mi mano por su estomago, acariciándole suavemente mientras con la otra mano apartaba ligeramente su pelo y empezaba a besarle en el cuello.

-Javi… ¿Y si… nos pillan?- Me preguntó ella disfrutando de mis caricias y besos. Aunque había bajado mucho la voz, casi tanto que ni yo la había escuchado, aquello me había servido para saber quién era.

-Hace un momento no te importaba.- Le contesté, sin detenerme. Ella no dijo nada, y se dejo hacer por mí, y se sorprendido aun mas cuando yo mismo comencé a mover mis caderas, rozando con mi miembro su vagina. Pero como ella al poco, me detuve en seco.

-No... pares…- Me pidió, completamente excitada.

-Tu antes también has parado, dejándome con las ganas…- Le susurré al oído. Sin previo aviso le di un suave lametón en la oreja, y le mordí con dulzura el lóbulo, mientras descendía mi mano hacia su entrepierna, para acariciar su clítoris.

Aquello pareció ser el pistoletazo de salida, para que ella volviera a mover sus caderas. Era una sensación increíble, y cada vez le costaba más aguantar sus gemidos, los cuales se ahogaban en la almohada, por lo que le obligué a girarse hacia mí y la besé. Cada vez ambos nos íbamos encendiendo mas y mas, y ahora era ella quien estimulaba su clítoris, sin detener sus caderas masturbándome, mientras yo amasaba uno de sus pechos, el cual había sacado del sujetador, y pellizcaba su pezón, completamente duro. Con un gemido, que quedo prácticamente ahogado en mi boca, ella llegó a un orgasmo que le dejo rendida en la cama.

-¿Te corres y me vas a dejar así?- Le pregunté unos segundos después. Ella se volteo y me besó directamente, mientras llevaba una de sus manos a mi pene, para comenzar a masturbarlo.

-No creas que soy tan mala.- Me sus susurró al oído. Sus manos resbalaban perfectamente, gracias a los fluidos de su vagina. Esta vez yo, mientras nos volvíamos a besar, alcancé mi orgasmo, eyaculando en su mano y su estomago. Tras sacarme todo el semen, se llevó la mano a la boca, saboreando la mezcla de sus fluidos y mi semen. -Tras una ración de leche, se duerme mejor.- Susurró ella con una risita volviendo a voltearse.

Ambos nos pusimos bien la ropa interior y yo la abracé por la espalda, quedando dormidos en pocos segundos.


A la mañana siguiente me desperté con ambas chicas abrazadas a mí. Ellas no tardaron en despertarse y nos levantamos con lentitud. Nos unimos al resto de chicas, bueno en realidad a Diana y Cris, ya que las otras aun seguían dormidas. Nos saludamos, y hablamos tranquilamente, mientras las otras chicas iban viniendo.  Desayunamos tranquilamente, mientras las chicas, sobretodo, intercambiaban opiniones y reacciones sobre la grabación de ayer y la noche con Marta y Yolanda.

Al parecer, aquel día la “escena de sexo” que íbamos a grabar se titulaba “la Cuñada y la amante”, protagonizadas por Marta, Ana y, obviamente, yo. Ambas parecían deseosas de empezar, pero hasta la tarde no haríamos nada. Poco antes de empezar a preparar la comida, alguien llamó a Carla. Lo que le contaron la dejo llorando y todos nos preocupamos por ella. Según nos contó su abuelo había muerto en el hospital por un paro cardiaco. Ninguna de las chicas decía nada, pero todas sabían que la forma más rápida de que Carla llegará al tanatorio y estar presente en el entierro y el funeral, era que yo la llevara.

-Prepárate Carla, yo te llevó.- Anuncié ante la sorpresa de todas. -Se que todas queréis protagonizar vuestra “escena”, y yo también, pero ahora lo importante es Carla, que lo está pasando mal y necesita de nuestro apoyo.- Les expliqué. Todas asintieron, entendiendo lo que yo les decía, aunque podía notar como aun y todo, les molestaba el hecho de que yo me fuera. -Cuando todo haya acabado, Carla y yo volveremos y seguiremos donde lo dejamos. Tenemos días de sobra antes de que vengan los padres de Lucia o los chicos, por lo que no os preocupéis por eso.

Tras mi pequeño discurso, Carla y yo fuimos a vestirnos. Nadie dijo nada más y en menos de una hora, Carla y yo viajábamos rumbo a la ciudad. Tuve que parar a repostar en mitad de viaje, oportunidad que ambos aprovechamos para ir al baño.

-Gracias por llevarme.- Me agradeció Carla, cuando volvimos a ponernos en camino.

-No pasa nada. Me parece lo correcto.- Le contesté con una sonrisa.

El resto del viaje lo pasamos en silencio escuchando la música de la radio o haciendo algún comentario puntual. A media tarde llegamos al tanatorio. La verdad es que no sabía qué hacer, pero por invitación de Carla, entre con ella. Entramos dentro, y fuimos a la sala donde debía de estar la capilla ardiente de su abuelo. Al llegar ella se detuvo. Tras unos segundos entramos en una pequeña ante sala, donde estaban los padres de Carla y otra chica un poco mayor que ella.

La madre era igual de pequeña que Carla, algo rellenita, y con algunas arrugas en la cara. Tenía un pelo castaño, a media melena, unos ojos marrones muy claros y vestía con un pantalón negro y una camiseta azul oscura. El padre, era alto, de grandes hombros y con un inicio de barriga. Tenía el pelo corto y marrón, y vestía casi como la madre, solo que iba de negro, completamente. La hermana, era un poco más alta que Carla, de pelo clarito, seguramente teñido, largo y liso, unos ojos marrones con un toque amarillentos muy bonitos. Tenía unos pantalones azul oscuros ceñidos, marcando unas piernas finas y un trasero firme, y una camiseta azul de manga corta.

En seguida, las mujeres se abrazaron entre sollozos, y el padre, que se quedo un poco apartado. Supuse que el abuelo seria el padre de la madre de Carla.

-Os presentó a Javi, un amigo. Me ha traído en cuanto me has llamado, mama.- Me presentó Carla.

-Encantado.- Les salude.

-Ella es mi madre, Fina.- Le di dos besos. -Mi hermana Julia.- Otros dos besos. -Y mi padre, Ricardo.- A él le apreté la mano. A todos les di el pésame. Tras las presentaciones me senté en un pequeño sillón, de dos o tres plazas, que había allí. Carla cogida del brazo de su madre entró donde estaría su abuelo, y Ricardo se marchó de la antesala, a fumar un cigarrillo mientras Julia se sentaba en el mismo sillón que yo, pero en el otro lado. Desde allí, escuchamos a Carla llorar.

-Pobre… Le quería mucho a su abuelo, ¿Sabes?- Me comentó Julia, rompiendo el silencio entre ambos.

-No, no sabía.- Contesté.

-Yo estuve poco tiempo con él, ya que me fui de muy pequeña a estudiar fuera de aquí con mi tía, y hace poco que volví.- Me explicó. Al parecer la tía a la que se refería era la hermana de su padre. Sin que ella se diera cuenta la mire de arriba abajo, y decidí que si la hubiese conocido en otras circunstancias ella sería un buen ligue.

Poco después, aparecieron Carla y su madre.

-Javi, si quieres vete a tu casa. No quiero molestarte.- Me dijo Carla sentándose entre Julia y yo.

-No es una molestia hacerte compañía en un momento como este. Además sabes que si voy a casa estaría solo.- Le contesté con una sonrisa.

-Gracias.- Me dijo mientras me daba un abrazo que yo le devolvía, con ternura y le acariciaba el pelo.

Unas horas después Carla se marchó con su familia y yo me fui a mi casa, con la promesa de Carla que si necesitaba cualquier cosa, me llamaría.

Al siguiente día, Carla me llamó para avisarme del día de la misa. Según encontraron fechas y demás, seria dos días después. Tras conocer eso, llamé a Cris y estuve hablando con ella. Me dijo que me echaban de menos y que como mucho podían esperar cuatro días, ya que sino, no habría tiempo para hacer todo lo que tenían planeado. Entendía hasta cierto punto su intranquilidad, por llamarlo de alguna forma, pero a la vez le pedí que entendiera a su amiga. Aquello llevó a Cris y yo discutiéramos. Enfadado y de mala me fui a la cama.

Al día siguiente, parecía que iba ser un día bonito y tranquilo, ya que hacia un sol espectacular y el cielo estaba completamente azul. La mañana fue agradable. Salí a dar una vuelta y sobre la una del mediodía volví a casa para comer. Después, aburrido me tumbe en el sofá viendo una película y me dormí. Serian las cuatro y media de la tarde cuando desperté, pero parecía que era otro día. Por la ventana del salón, no entraba casi luz y un sonido muy singular invadía la casa. Estaba lloviendo como si no hubiese un mañana. Ahora no podría hacer nada, más que continuar en casa esperando el siguiente día, ya que no tenía pinta de que fuera a detenerse. Por eso me puse unas pelis hasta las once de la noche, momento en el que decidí que estaría bien cenar algo.

Entonces a mitad de la preparación de mi cena, sonó el timbre de la puerta de mi casa. Sorprendido me dirigí a la entrada, vestido aun con unos vaqueros y una camiseta de manga corta y de color verde oscuro. Miré por la mirilla y abrí los ojos sorprendido. Abrí la puerta casi de golpe y miré a mi visita.

Ella me miró a los ojos. Estaba completamente empapada por la lluvia. Su camiseta de manga corta, de color naranja, estaba completamente pegada a su cuerpo, trasparentando un sujetador oscuro. Sus pantalones ahora parecían más oscuros de lo que eran. Su pelo, completamente liso, goteaba sin parar. No tenía ningún tipo de paraguas ni abrigó, por lo que supuse que la lluvia le debía de haber pillado, aunque ya era demasiado tarde como para que siguiera vestida con tan “poca” ropa.

La miré incrédulo y ella me devolvió la mirada. En ese momento reparé en que aun con todo el agua que mojaba su cara, podía diferenciar entre la lluvia y sus lágrimas. Sus ojos enrojecidos no se apartaban de los míos, y tras unos segundos estados ambos en silencio y quietos, ella se lanzó hacia mí. Yo abrí los brazos y la rodee con ellos, a la vez que trataba de consolarla, mientras rompía a llorar.

-Lo… siento…- Dijo de pronto ella separándose.

-¿Por qué?- Le pregunté sorprendido.

-Te he… mojado entero…- Contestó ella, y entonces reparé en que mi camiseta se había pegado a mi cuerpo, y mis vaqueros estaban más oscuros.

-No pasa nada. Tengo ropa en la habitación.- Le dije tratando de quitarle peso al asunto. -Pero pasa. Tu sí que estas empapada.- Le apremié. Ella entró en casa con lentitud y una gran tristeza. -Si no te importa que me cambie de ropa, luego podrías ducharte en mi cuarto y ponerte alguna ropa de Cris. Lo que quieras, seguro que a ella no le importa.- Le comenté, a lo que ella me respondió con un pequeño gesto de los hombros.

En menos de un minuto, salí de mi cuarto con un pijama de pantalón larga y una camiseta a juego con el pantalón, de manga corta. Entonces, ella entró en mi cuarto y la dejé sola, para que se quitara el frio de la lluvia y se pusiera ropa más cómoda y seca. Yo por mi parte, volví a la cocina, y aprovechando que me iba a preparar unos macarrones para mí, hice una ración para ambos.

Para cuando me quise dar cuenta, ya tenía la cena lista y servida en dos platos, y cuando fui a girarme para ir en busca de mi invitada, me sorprendí al verla en el marco de la puerta de la cocina mirándome.

-Que susto.- Me quejé, algo sorprendido.

-Perdona. No era mi intención.- Se disculpó.

-Tranquila.- Le contesté con una sonrisa. Entonces me fije bien en ella. Había cogido un pijama de Cris, el cual esta no utilizaba por que no le gustaba, de color carne compuesto por una camiseta de manga corta y un short. Podía notar como por debajo llevaba ropa interior, pero no sabría decir cual era. Su pelo seco, se había rizado un poco, dándole un toque muy sexy. Antes de darme cuenta, estaba rojo y ligeramente excitado, por lo que trate de desviar la atención sobre mí. -No sé si has cenado, pero he preparado esto para los dos, para que entres en calor y llenes el estomago un poco.

-Gracias.- Dijo mientras se acercaba a la mesa y se sentaba frente a uno de los platos.

Yo hice lo propio y me senté frente a ella. Estuvimos unos minutos en silencio comiendo, mirándonos de vez en cuando, pero sin llegar a cruzar nuestras miradas. Hasta que finalmente ella rompió el silencio.

-¿Supongo… que te gustaría saber que hago aquí… molestándote?- Preguntó.

-La verdad es que si, solo que no molestas.- Le contesté con una sonrisa.

-Gracias, Javi. Eres un cielo. No te imaginas la envidia que le tengo a Cris, por ti.- Me dijo poniéndose roja, al haberme contado aquello.

-No sé por qué dices eso, Carla. Solo trato de ayudar a una buena amiga.- Le contesté. -Si no quieres hablar no pasa nada.- Le dije tratando de tranquilizarla.

-Pues la verdad es que todo es culpa de mi puto nov… Ex-novio.- Puntualizó. -Había quedado con el hoy por la mañana. Estaba necesitada de cariño y comprensión y pensaba que él me lo daría. Pero por la tarde, cuando estábamos en su casa por culpa de la lluvia, el solo trataba de meterme mano y excitarme para que folláramos y cuando ha visto que yo no estaba muy por la labor, ha cogido y se ha puesto a jugar al ordenador. Con un portazo, me he marchado de su casa.- Contaba Carla, mientras yo le miraba a los ojos. -Se que no he sido muy buena novia, ya que le he puesto los cuernos contigo, pero él no lo sabe y que solo buscara sexo cuando me ha pasado lo de mi abuelo… Que hijo de puta.- Finalizó, casi con un grito, que le sirvió para desahogarse. Después bebió un poco de agua y esperé mientras se tranquilizaba. -Luego no se… Habré estado bajo la lluvia una hora, hasta que finalmente me decidí por pedirte ayuda. Y sin decirte nada, me has aliviado más que ese cabrón de mierda.- Yo permanecía en silencio, escuchándola, dejándole que se expresara, que se desahogara y se sintiera mejor.

Al terminar de cenar, Carla se encontraba algo mejor, aunque había vuelto a llorar. Tras dejar los platos en el fregadero, nos fuimos al salón y estuvimos tranquilamente viendo la tele. Cuando vi, que el cansancio se apoderaba de ella, la cogí en brazos y la llevé hasta mi cama, donde la metí.

-Descansa, pequeña. Mañana será otro día.- Le despedí con un beso en la frente.

-¿Tu donde dormirás?- Me preguntó con los ojos casi cerrados por el cansancio.

-Tranquila. No te preocupes por eso. Tú descansa. Mañana hablamos.- Y tras esta nueva despedida, me fui de nuevo al salón, dejando a Carla a un paso del mundo de los sueños.

Habría pasado una hora, todavía continuaba despierto pero ya empezaba a cansarme, cuando escuche unos pasos de alguien descalzo por detrás de mí. No hizo falta que me girará. En pocos segundos Carla apareció en el salón, descalza y aun vestida con el pijama de Cris. Me miró a los ojos, y pude notar que ya no parecía tener tanto sueño. Sin decir nada, se sentó a mi lado y se acurrucó contra mí.

-¿No puedes dormir?- Le pregunté mientras la abrazaba con un brazo.

-Me siento muy sola en esa cama tan grande.- Me contestó.

-¿Quieres que duerma contigo?- Me ofrecí, entendiendo por lo que debería de estar pasando.

-¿Lo harías?- Me preguntó sorprendida, mirándome.

-Claro.- Le contesté con una sonrisa. -Venga vamos.- Le insistí, levantándome y apagando la televisión, para luego tenderle una mano.

Ella agarró mi mano y fuimos hasta mi cuarto. Cada uno entró por un lado a la cama, pero una vez dentro ella busco mi contacto. Me coloqué boca arriba, pasé mi brazo izquierdo por debajo de su cuello y ella apoyó su cabeza en mi hombro. Con delicadeza, me dediqué a acariciarle la cara y el pelo con ambas manos. Ella pasó uno de sus brazos por encima de mi pecho para abrazarme e hizo lo mismo con una de sus piernas, para tenerme completamente agarrado.

Cuando finalmente Carla se durmió, deje de acariciarla para no despertarla. Poco después fui yo el que acabó dormido.


Cuando empecé a ser consciente, ya en la mañana siguiente, escuché como del salón venia el sonido de la lluvia chocando contra las ventanas, a mi lado Carla, respiraba lentamente y aun dormía. Sin despertarla me levante de la cama y fui a la cocina a preparar algo del desayuno. Como en la noche anterior, cuando me iba a disponer a buscar a Carla para llamar a la cocina, me sorprendió encontrármela ya en la cocina mirándome.

-Buenos días.- Me saludó con una sonrisa.

-Buenos días.- Le respondí. Al igual que la otra noche la volví a mirar. Era increíble lo bien que le quedaba aquel pijama. Con una pequeña invitación a la mesa, trate de que no se diera cuenta de mi excitación tras mirarla.

-¡Ay! Tengo llamar a mis padres…- Exclamó de pronto Carla, levantándose de la mesa y marchándose de la cocina. No pude evitar su pequeño y firme trasero metido en aquel pijama. Al rato volvió a aparecer con el móvil en la mano. -Les he dicho que ya les explicare lo que pasó ayer, pero me han dicho que a ver si no te importa venir al funeral.

-Claro.- Le respondí, a lo que ella me sonrió y seguimos desayunando.

La mañana trascurrió con normalidad, excepto por todas la mirada que echaba sobre el cuerpo de Carla, que me tenia embobado con aquel pijamita. Tras preparar la comida y comer, me preparé para llevar a Carla a su casa y que ella también se vistiera. Al final, junto a la familia de Carla, todos pusimos rumbo a la iglesia. Una vez allí comprobé que todos llevábamos ropas oscuras, pero no pude sino fijarme en la hermana de Carla, Julia. Aunque también iba de oscuro, vestía una camiseta oscura, una chaqueta fina por encima y una mini-falda negra junto a unas medias muy oscuras, por lo que no quedaba muy atrevido, pero estaba seguro que en una noche de fiesta así vestida, se ganaría a todos los chicos.

Nos sentamos en las primeras filas, pero yo por respeto me senté en una más atrás. Para no dejarme solo, Julia se sentó a mi lado, ya que aunque también era su abuelo, según decía ella, no tenía tanta unidad con él, como su madre o Carla.

La misa fue pasando, y como es habitual en mi, empecé a aburrirme. No es que quisiera faltar el respeto a nadie, pero eso de estar tanto tiempo sentado, escuchando a un hombre mayor, hablar sobre la palabra del señor, pues no me va mucho. Y este hecho no paso desapercibido para Julia que se pegó más a mí.

-¿Te aburres?- Me preguntó en un susurró.

-Un poco…- Le contesté recostándome en el banco, para que mi cabeza quedara a la altura de la suya y así pudiéramos escucharnos sin molestar a nadie.

-Claro, comparado con lo de ayer…- Comentó con una pequeña risita.

-¿Ayer?- Le pregunté sorprendido.

-No te hagas el tonto. Estoy seguro que la escusa de Carla es una mentira, y que la “consolaste” de otra forma.- Dijo tranquilamente, sin apartar la vista del altar, donde el cura aun hablaba.

-No sé qué os habrá contado Carla, pero no hicimos nada ayer.- Le contesté. -Ella vino a mí porque estaba mal y yo le di un hombro donde llorar…

-Y una cama donde olvidar.- Me cortó con un tono algo burlón y con una risita.

-No.- Negué susurrando.

-Chsss… Que vas a molestar al resto.- Me picó de nuevo.

-No hicimos nada.- Le volví a contestar, tratando de dejar sentenciado el asunto.

-¿Tan soso eres?- Preguntó.

-No te voy a negar que tú hermana está muy bien. Pero ayer no era un día para tener sexo, además que tengo novia.- Decidí ocultar el hecho de que no tenía una sino dos novias.

-Osea… que si no hubiera pasado lo de mi abuelo, ayer la podría haber escuchado gritar de placer desde mi casa, ¿No?- Reflexionó tergiversando mis palabras.

-Puede ser… quiero decir, no.- Contesté con poca convicción.

-Ay… que fáciles sois los tíos…- Dijo soltando un suspiró. -¿Y si yo te pidiera que me “consolaras”? ¿Lo harías?- Me preguntó cruzando sus piernas de una forma sexy y que no escapó de mi vista.

-Seguramente…- Respondí poco convencido.

-¿Pero no has dicho que tenias novia?- Inquirió un poco seria.

-No podría enterarse, además, negarme a una proposición de ese tipo, viniendo de una chica como tú…

-¿Y qué tipo de chica soy yo?- Quiso saber, volviendo a cruzar las piernas.

-Pues… guapa, sexy, con decisión, hermana mayor de una amiga…

-Asique te atrae “beneficiarte” a la hermana mayor de una amiga tuya, ¿Eh?- Se preguntó a si misma, aunque lo hizo para que yo la escuchara.

-¿Y tú qué interés tendrías en querer ser “consolada” por un tipo como yo?- Le pregunté intentado buscar una debilidad, en ella y tratar de darle la vuelta a aquel interrogatorio.

-Bueno… para empezar no estas nada mal. Y para terminar…

De pronto todo el mundo se levantó y Julia se calló. Ambos nos levantamos y me quedé sin escuchar su respuesta. Al parecer ya se había terminado la misa y Julia se fue donde sus padres dejándome solo..

-Ahora voy a ir con mis padres a visitar la tumba de mi abuelo.- Me avisó Carla. -Gracias por venir.- Me agradeció dándome un abrazó.

-De nada.- Le contesté devolviéndole el abrazó.

-Si quieres, puedes llamarme cuando os vayáis a marchar del cementerio y te voy a buscar.- Le sugerí. -Así luego si necesitas algo estaremos juntos.

-Vale. Gracias. Eres un cielo, Javi.- Tras eso nos despedimos

Al cabo de unas horas, recibí la llamada de Carla y fui a buscarla al cementerio. Me quede sorprendido al ver que junto a ella solo estaba su hermana. Más bien me sorprendió ver que no estaba Carla sola.

-Hola Javi.- Me saludo Carla montándose en el coche, en el asiento del copiloto, mientras Julia entraba en la parte trasera. -¿Te importa si viene con nosotros Julia? Es que mis padres se iban con mi tía, su marido y mi abuela al pueblo de mi abuelo, y no querían dejar a Julia sola.

-No me importa.- Respondí con una sonrisa, mientras dentro de mi cabeza, esperaba que Julia no intentara nada sexual conmigo, delante de Carla.

-Gracias, Javi.- Me contestó Julia desde atrás.

Sin esperar más, puse rumbo a la casa de Carla, para que Julia pudiera coger algo de ropa y un pijama. Después, fuimos directos a mi casa, donde pedimos unas pizzas a domicilio. Tras eso, ambas hermanas por separado se ducharon, y tras ellas yo. Al salir de mi habitación vestido con mi pijama, fui al salón para esperar a que llegaran las pizzas.

Pero al llegar, me quede quieto al ver a ambas hermanas. Carla que había sido la primera en ducharse, tenía el pelo casi seco y ondulado como la noche anterior, junto con el mismo pijama, el de Cris. A su lado, Julia, aun tenía el pelo húmedo y completamente liso, además de vestir un pijama de color rosado de una camiseta de tirantes y un pantalón largo. Me excité, fue algo inevitable, no solo por la visión sino por culpa de mi imaginación.

Justo entonces tocaron a la puerta, y me levanté rápidamente para abrir. Tras disimular mi excitación, abrí al pizzero. Poco después, estábamos ya los tres comiendo en el salón mientras veíamos una película. LA conversación fue bastante animada, sobre todo por parte de Julia, qe parecía querer animar a su hermana.

-¿Te importa si lo abrimos?- Me preguntó de pronto Julia, sacando una botella de whisky de un armario pequeño, justo cuando estaba acabando de recoger los restos de la cena.

-¿Y qué quieres hacer con eso?- Le pregunté extrañado.

-Pues beber, claro.- Respondió con una sonrisa.

-No se…- Dudé, lanzándole una mirada a Carla. Según me parecía su estado era el más idóneo para beber.

-Por mi bien.- Contestó.

-Pues adelante.- Contesté llevándome a la cocina el último cartón de las pizzas, mientras Julia ya servía en unos vasos grandes que tenía en el salón el whisky.

A mi vuelta traje tres latas, y mezclamos el alcohol con el refresco. Como la película ya había terminado para cuando había empezado a recoger, esta vez estábamos los tres mirándonos los unos a los otros, hablando y bebiendo con moderación. Para cuando Carla termino su segundo vaso, yo iba por la mitad del tercero y Julia se iba a preparar un quinto vaso, pero tras una mirada entre Carla y yo, la detuvimos.

-Vamos, Julia. Ya has bebido suficiente.- Le pedí con voz tranquila.

-¿Me quieres llevar a la cama ahora que estoy borracha?- Preguntó con cierta dificultad por el alcohol.

-No.

-Que soso, jiji…- Se rio. Y justo después su brazo resbaló del apoyabrazos del sofá y Julia quedó tirada en el sofá. –Jajaja… Creo que he bebido mucho.- Volvió a reír.

-Venga vamos.- Le dije levantándome y cogiéndola en brazos.

-Sabia que al final me llevarías.- Julia seguía a lo suyo.

-Te llevó a dormir.- Y con aquella última frase, Julia se calló y se dejó llevar por mí.

Con Carla detrás de mí, fui hasta mi habitación y deje a Julia en la cama de la misma. Ella sola se metió entre las sabanas y pude ver como Carla entraba en la cama por el otro lado.

-Gracias, Javi.- Me dijo Carla.

-No pasa nada.- Le contesté y me marché del cuarto.

En el salón mi cabeza pensaba en diferentes cosas mientras mi mirada se perdía en la televisión, aunque si alguien me mirara a los ojos, pensaría que seguía toda la trama de la serie que emitían, ya que mis ojos parecían moverse fijándose en los personajes y todo lo demás. Entonces unos pasos me sacaron de mi ensimismamiento. Pensando que sería Julia buscando una revancha y algo de sexo, empecé a pensar en alguna excusa para devolverla a la cama, pero me quede sorprendido al ver aparecer a Carla, que se detuvo justo en frente mío.

-Javi...- Empezó a hablar en voz baja. -Quiero ser tuya...- Su petición me pilló de sorpresa y me quedé quieto al ver como se sentaba a horcajadas sobre mí en el sofá. -Por favor...- Y entonces ante aquel ruego no pude hacer otra cosa que rendirme y pegué mis labios a los suyos.

Nuestro beso se alargó durante un rato, mientras nos abrazamos. Un beso apasionado lleno de ternura, con fogosidad y un delicioso baile donde las protagonistas eran nuestras lenguas.

-Carla...-Pero ella me silencio colocando uno de sus dedos índice en mi boca.

-Shhh...- No dijo nada más.

Acto seguido agarro su camiseta por la parte más baja y tiró hacia arriba, llevándose consigo el sujetador y dejando justo en frente de mí, sus precioso y redondos pechos. Ella no tardo en quitarme mi camiseta y volvimos a besarnos, esta vez dejando que nuestros cuerpos se tocaran, se sintieran.

Tras un largo rato, como un pacto de alto el fuego, alcé mis manos por los costados de su suave cuerpo, hasta alcanzar sus pechos. Los acaricié y amasé con tranquilidad. Sentía como sus pezones se iban endureciendo por el roce y entonces fue cuando me dedique a ellos, pellizcándolos suave y tiernamente, sin separar un segundo nuestras bocas. Entonces para mi sorpresa, Carla se levantó dejándome contemplar su precioso cuerpo. Con movimientos lentos, pero sensuales, mientras se rozaba el cuerpo, se deshizo del short y las braguitas que tenían puestas, quedándose completamente desnuda.

Mi mirada se perdía en su pequeño pero increíble cuerpo. Ella siguió moviéndose un poco más, hasta que se agachó entre mis piernas, y me deshizo de mi pijama, quedándose frente a mí, ya más que erecto, pene. Me miró a los ojos con una sonrisa dulce que me cautivo y con mucha tranquilidad agarró mi miembro, y comenzó a acariciarlo. Yo me arqueé echando la cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados. Momento que pareció aprovechar Carla, para empezar a lamer con mucha tranquilidad el tronco de mi pene. Era un tratamiento delicado pero realmente excitante, que me hizo acelerar mi respiración.

-Bufff… Carla… Nunca dejaras de sorprenderme…- Le felicité, bajando la mirada y clavándola en sus precioso ojos.

-Jijiji… Y esto es solo el principio.- Me contestó con una sonrisilla, para después hacer desaparecer mi pene en su boca.

Carla ya me había hecho alguna que otra felación, pero como aquella ninguna. No solo le ponía deseo y lujuria, sino también dulzura y cariño. Sus manos, sus labios, su lengua… Todo se movía solo dándome placer.

Al cabo de un rato se detuvo y se volvió a sentar a horcajadas sobre mí. Ahora los labios vaginales rozaban mi pene, masturbándome al ritmo que marcaba Carla con sus caderas. Ella se mordía el labio inferior del gusto que le provocaba el roce, y tras un nuevo beso, no tardo en levantarse ligeramente y dirigir mi miembro hacia ella para, con un ritmo lento y pausado, introduciéndoselo entero.

Carla se movía despacio, disfrutando de cada sensación que provocaba las internadas de mi pene en ella. Pero a decir verdad, era aquel ritmo que ambos queríamos. No hacía falta ir más rápido. La magia de aquel momento, todo nuestro sentimiento, se retrasmitían, en aquella cabalgada lenta. Mientras tanto, nuestras miradas estaban fijas en la del otro, diciéndose todo lo que nuestros labios querrían expresar. De vez en cuando nos besábamos, pero lo hacíamos con los ojos abiertos, sin apartar un segundo la vista del otro. Entrelazamos nuestras manos.

Aunque todo esto, no quitaba para que Carla, soltara más de un gemido, incluso un par de gritos cuando tuvo dos orgasmos, obligándola en esos momentos a llevar un ritmo más rápido, por culpa de la excitación. Hasta que finalmente, vi como venia mi propio orgasmo.

-Carla… me voy a correr…- Le avisé.

-Hazlo…- Carla, no se detuvo. A decir, verdad, pareció que en realidad estaba acelerando el ritmo de sus caderas. -Hazlo dentro…- Me pidió, apartando por primera vez la mirada, y clavándola en el techo, haciendo que sus caderas, se movieran realmente rápido. -Lléname, Javi…- Aquella última petición se mezcló con sus gemidos, que terminaron en un dulce gritó cuando mi pene empezó a expulsar chorros de semen.

Se había quedado durante unos segundos completamente estirada y con la espalda arqueada. Para después caer sobre mí, con mi miembro aun dentro de ella. Su respiración era rápida.

-Te… quiero…- Susurró Carla en mi oreja, mientras su respiración se iba normalizando.

-Y yo a ti.- Le contesté, haciendo que Carla se incorporará súbitamente y me mirara a los ojos, con una expresión dubitativa en el rostro, sin saber si lo que yo había dicho era real o se lo habría imaginado. Yo únicamente le sonreí, desde lo más hondo de mi corazón, y ella dejo escapar una lágrima de felicidad antes de volver a fundirnos en un beso.

Con lentitud, y tras un buen rato, acabamos tumbados en el sofá, aun besándonos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, hasta que el cansancio nos venció y acabamos dormidos en uno junto al otro.

P.D.: Quiero agradecerle y dedicarle este relato a Hime, por su ayuda y por su aguante. Gracias de verdad. Un beso.