Jara y sedal
Una coincidencia puntual me premió con un pañuelo para limpiarme mis babas. Marta y Erlinda. Erlinda y Marta........Jara y Sedal.
JARA Y SEDAL
Sonó el timbre de la puerta. Eran las dos de la tarde. Al abrir me encontré con mi vecina. Erlinda es una chica joven. Es brasileña. Es mulata, pequeña y de ojos negros. Huele bien. Desde que vive en España reside en mi mismo bloque de pisos. Está casada con Humberto. El es argentino. Le gusta la caza. No se pierde nunca el programa Jara y Sedal de TV. Ni sé ni me importa como se conocieron. Sólo sé que son pareja y que viven en el piso frente del mío. Y también se que tiene un cuerpo ..de brasileña excepcional.
Con la puerta abierta la contemplé. Babeando como siempre. Estaba radiante, con una camiseta rosa excesivamente corta. Sus pechos voluminosos empujaban la tela de algodón con descaro. Sus pezones manifestaban su jerarquía dentro de aquella camiseta.
-Vengo a invitar a tu mujer a un café.
-¡Pero no hemos comido aún! Dije.
Mi mujer salió al recibidor portando en su cara una sonrisa inusual. Absurda. Estúpida. Boba.
-¡Erlinda! Exclamó Marta.
-Vengo a invitarte a un café. Cuando comas. Ya me ha dicho Pablo que aún no lo habéis hecho Quiero enseñarte algo que me he comprado esta mañana.
-¿No me lo puedes enseñar a mi también? Pregunté bromeando con cara de bobo mientras mis babas llegaban al suelo.
-¡Claro! Es un vestido que me he comprado. Quiero que lo veas Marta.
-Cuando termine de comer y se haya ido Pablo, paso a tu casa. Dijo mi mujer sin abandonar esa estúpida sonrisa de su cara. ¿O era envidiosa sonrisa?
Terminamos de comer sobre las 3,30. Como todos los días, me apresuré a marcharme de casa. Tenía la costumbre de tomar café con un par de compañeros de trabajo en un bar cerca de nuestra oficina. Me despedí de mi mujer besando su mejilla y me marché de casa.
Cuando hubo recogido todos los enseres de la comida, Marta salio de casa y llamó a la puerta de enfrente. Erlinda la recibió con la misma camiseta puesta que había usado cuando llamó a mi puerta.
-Pasa Marta. Pasa. Siéntate. Tomaremos café. Es colombiano. Lo ha traído Humberto del restaurante donde trabaja.
Marta se sentó en el salón a esperar que Erlinda sirviera los cafés.
-Sabes Marta, este verano prevén que haga mucho calor.
-Eso dicen, si. Vosotros con el aire acondicionado no sufriréis por las noches. ¡No hay quien duerma!
-Ahora te enseñaré el vestido que me he comprado esta mañana. Tengo dudas si devolverle.
-¿Porqué? ¿No te queda bien?
-Si. Me queda estupendamente. Pero es muy escándaloso. Llama mucho la atención. Ahora verás.
Después del café toman un licor y con las copas en la mano se van las dos a la habitación de Erlinda y Humberto. Sobre la cama yace un vestido blanco. De gasa transparente.
-¡Ahí está! Señala Erlinda muy satisfecha.
-Un poco transparente ¿no? Dice Marta.
-¡Pues verás ahora cuando me lo pruebe!
Erlinda se saca la camiseta por la cabeza y se queda sólo con la braga puesta. Sus pechos voluminosos reclaman la atención de Marta. El vestido desciende por su cuerpo moreno. Lo atusa, lo ajusta y se mira en el espejo del armario de su habitación.
-¿Que tal me queda Marta? ¿Me hace alguna arruga en el culo?
-Perfecto. No te hace arrugas. Sólo un pero, pero ese ya le conoces, se te trasparenta todo.
-Eso es. La braga. Por eso es por lo que no sé si lo voy a devolver. No me gusta que se me note.
-No sólo se te nota, se te ve. Pero eso tiene fácil arreglo Erlinda. Te la quitas y ya está.
-¡Eso es Marta!
Erlinda levanta la gasa y se baja la braga. La saca por sus pies. Atusa su vestido y se vuelve a mirar al espejo.
-Se te nota hasta la raja Erlinda. Es demasiado transparente. Tal vez si te pones un tanguita ...
-Probaremos. Dice la brasileña.
Después de extraer un tanga del cajón del armario se lo pone. Vuelve a mirarse en el espejo. Se ve mejor.
-¿Y ahora que te parece?
-Mejor. Pero aún se ve todo. Quiero decir que se nota que llevas tanga. Te pongas lo que te pongas se te notará.
-Pues lo arreglo rápido. ¡Mira que no me pongo nada y ya está!
-Se te verá la raja. ¿Qué dirá Humberto?
-Probablemente nada. Le gusta que vaya enseñando por ahí. Dice que eso le excita. ¡Con estos pechos!
-¡Y claro tu haces lo posible por enseñar comprándote estos vestidos! Todos los hombres ..y mujeres se fijarán en tu raja. ¡Es como si no llevaras ni siquiera el vestido ¡ ¡No sé para quien hacen estas prendas!
-Para mí. Para gente como yo. Soy brasileña Marta. Para nosotros no es como para las españolas. Estamos más acostumbradas a enseñar.
-Si...Si si...Si Dice mi mujer ladeando la cabeza a ambos lados.
-Anda ven, vamos al salón. Me quitaré este vestido y pensaré que hago con él. No se, tal vez lo devuelva.
Erlinda se quitó el vestido mientras mi mujer sostenía las dos copas de licor en sus manos. Quedó completamente desnuda una vez se hubo despojado del tanga. Su camiseta rosa volvió a su cuerpo, pero esta vez no había braga ni tanga bajo ella. Mi mujer lo advirtió.
-¿No te pones nada debajo?
-No. No espero visitas. Hace calor. Estaremos sólas. Humberto no vendrá hasta la noche. ¿No te molesta verdad?
-¿A mí? ¡Claro que no! Estás en tu casa.
-¿Sabes Marta? Es una sensación única estar sin nada debajo. No sé como algunas mujeres no se hacen a estar así. Para mí es muy cómodo. E incluso algunas no soportan llevar tanga. Dicen que se les mete la cinta en la raja del culo y les molesta en el ano.
-Gustos Erlinda. Yo alguna vez lo uso.
-¿No tienes calor Marta? Pongo el aire acondicionado si quieres .
-No. En tu casa hay buena temperatura.
Mi mujer lleva por toda vestimenta una camiseta de manga corta, similar a la de Erlinda, que le llega hasta medio muslo. Bajo su camiseta, su braga. Sus pechos balancean libres de sujetador de un lado a otro mientras camina tras Erlinda hacia el salón. Mira el cuerpo de su vecina y lo envidia. Tiene buenas formas. Y es más joven que ella.
Al llegar al salón mi mujer deja las copas encima de la mesa y toma asiento en el sofá mientras Erlinda sirve otro licor en las mismas copas.
-Ey, ey .ya es mucho Erlinda. No estoy acostumbrada. Uno después del café puede pasar, pero dos
-Este licor está bueno. No te vas a emborrachar ¿no?
-¡Quien sabe! Lo mismo se me sube a la cabeza y cuando venga Pablo le hablo de usted, Jajajaja.
-Jajajajajajajaja. Ríe la brasileña.
Las dos ríen como chiquillas. Marta tiene 35 años, Erlinda 30. Esta última lleva en España 10 años. Se vino a vivir a mi bloque hace 5 años. Ya venía con Humberto. Casados. Liberal a más no poder, despierta la envidia de Marta en alguna ocasión. Y también consigue despertar mi excitación de vez en cuando. Sobre todo cuando enseña más de la cuenta. Muy a menudo por cierto.
-Marta, ¿cómo es que no tenéis hijos? ¿No queréis?
-No. No llegan. Ya llegarán si tienen que hacerlo.
-Pues con 35 años no deberías dejarlo mucho tiempo.
-No lo dejo Erlinda. No llegan. No me quedo embarazada. Además no me gusta hablar de esto.
-Comprendo.
-¡No! No pasa nada. Sólo que no me quedo embarazada. Y no te vayas a pensar que me obsesiona. Miro la parte positiva del caso. Si no tenemos hijos tendremos menos preocupaciones.
-Eso es verdad. La vida aquí en España, como en Brasil, es complicada. ¿Te he dicho alguna vez que tengo 9 hermanos?
-Creo que sí. Creo que me lo contaste en alguna ocasión.
-Eso fue lo que hizo que saliera de Brasil. Tenía que ganarme la vida y de paso aligerar de responsabilidades a mis padres.
-¿Llevas mucho sin verlos?
-Los cinco años que llevo siendo tu vecina.
-¡Vaya!
-El viaje es caro. Pronto iremos. Humberto y yo.
-¿Y para cuándo a Argentina? ¿Humberto querrá ir a su país? Preguntó Marta.
-Cuando vayamos a Brasil, al paso lo haremos por Argentina. Pero eso cuesta mucho dinero. Y Humberto es camarero. No gana tanto, aunque las propinas se notan a final de mes. Pero también trabaja muchas horas. Llega muy cansado todos los días. ¡Y no me atiende como es debido! ¿Sabes a qué me refiero no?
-Lo supongo. Jajajaja.
-Menos mal que me las apaño. Dijo la brasileña.
-¿Te las apañas?
-¡Claro boba! Exclamó Erlinda.
-¿Cómo es eso?
-Me masturbo. Confidenció la brasileña.
-¡Ah!
-Me compré un vibrador. Y también lo hago con la mano.
-Y . ¿lo sabe Humberto?
-¡Por supuesto! El me incita a que lo haga. Así le libero de cumplir. Sólo lo hacemos un día a la semana. El día que libra. Los martes. Tu con Pablo . ¿lo harás mas a menudo no?
-Si supongo que sí no se .Huy Erlinda ¡Vaya conversación!
Marta es una mujer no muy dada a espectáculos sexuales. Nuestras relaciones se basaban en cosas normales y unas cuatro cinco veces al mes. Y diría que aún la sobraban tres veces.
-¿Quieres que te enseñe al pequeño Humberto?
-¿El pequeño Humberto?
-El vibrador. Lo llamo así. Espera.
-No es necesario. ¡Déjalo! ¡Déjalo Erlinda!
Erlinda echó mano a un cajón del mueble del salón.
-No está aquí. Dijo.
-¿Lo guardas aquí?
-No. Lo tengo en la habitación pero la última vez lo usé aquí, en este mismo sillón. Y creo que lo guardé aquí. A ver .
Rebuscó en el cajón pero no lo encontraba. En cambio tropezó con una cinta. La cinta que le servía de inspiración en sus masturbaciones solitarias.
-Mira Marta . ¿Quieres que te enseñe una cosa muy personal?
-¿Qué es? Preguntó mi mujer.
-Ahora verás. Pero me has de prometer que no le dirás nada a tu marido.
-Yo soy una tumba Erlinda. Tú ya lo sabes.
Erlinda tomó la cinta de video y la deslizó dentro del reproductor. Encendió la tele y pulsó el botón play en el mando a distancia. Se sentó en el sillón más pequeño de los tres que amueblaban el salón.
Aparece un título en la pantalla y acto seguido se puede ver el salón donde ellas se encuentran. En la imagen se ve a Erlinda haciendo un striptis. Quitándose la ropa poco a poco. De fondo suena una música que se parece a la banda sonora de Emmanuelle. A su compás ella va despojándose de la ropa hasta quedar completamente desnuda. Mi mujer mira con atención y de vez en cuando sonríe. Mi vecina también lo hace. Se muestra orgullosa.
Mas tarde, en la imagen aparece mi vecino. Humberto es un hombre normal, de aspecto muy saludable. En la pantalla pueden ver cómo el se desnuda también. Erlinda sale de plano. Al parecer han dejado la cámara de video encima del mueble.
-¿Dónde .donde dejáste la video? Pregunta Marta para disimular sus nervios.
-Ahí encima. En esa repisa. En el mismo lugar que está. Dice Erlinda muy engreída de lo que está compartiendo con mi mujer.
-¿Y como sabías que te encuadraba el salón entero?
-Probando una y otra vez. Por eso la he dejado aquí, dice tocando la cámara suavemente, para no tener que hacer más pruebas de enfoque.
Él está a punto de quitarse los calzoncillos y se puede apreciar un buen bulto entre sus piernas, bulto que crece de tamaño cuando Erlinda lo toca por encima del calzoncillo. Mi mujer se sonroja un tanto.
-Verás Marta, ahora viene lo mejor. Comenta la brasileña visiblemente excitada.
Ella se agacha frente a Humberto y le baja el calzoncillo. Aparece un hercúleo erguido, más bien largo, pero no excesivamente grueso. Erlinda se lo mete en la boca y comienza a chupárselo. Baja y sube su boca por esa barra que ha adquirido unas dimensiones exageradas. Mi mujer, al ver las imágenes, siente un hormigueo por dentro, se le despierta el deseo. No había, o al menos no recuerda, haber pensado en sus vecinos de esa guisa, pero ahora puede ver con todo lujo de detalles cómo se comporta su vecino haciendo sexo con su mujer, y eso le excita, la está poniendo a cien. Piensa en masturbarse nada más llegué a nuestra casa. Se sirve otro trago de licor y sigue mirando con atención cómo mi vecino ha tumbado a Erlinda en el sillón donde ella se encuentra sentada, y separando sus piernas le lame la hendidura muy lentamente. Mi vecina se excita, mi mujer también. Se nota agitada. Violenta tal vez. Incómoda.
-¡Oh Marta, no sabes que bien lo pasé! ¡Humberto tiene un don especial para esto!
Erlinda es sagaz y atrevida. Levanta el borde de su camiseta y deja su sexo depilado a la vista de Marta. Abre sus piernas más para asegurarse que queda bien expuesto. Comienza a acariciarse con una mano sobre su pecho. Mi mujer la mira y no dice nada. Nerviosamente toma un cigarrillo y se lo lleva a la boca. No atina a encenderlo. La brasileña devuelve la mirada y sonríe.
-¿No quieres Marta? Pregunta.
-¿Querer qué? Atina a balbucear mi mujer.
-Que nos masturbemos. Dice la brasileña a la vez que su mano desciende hasta su raja.
-No .no ..no Erlinda. Hazlo tú si quieres .yo no .
-¿No te masturbas nunca?
-Alguna vez lo he hecho. Como todas. Pero vamos, no .
Pero Erlinda es avispada. Ha notado el deseo en Marta. La excitación. Se levanta del sillón donde está sentada y se acerca hasta Marta. Se sienta a su lado. La mira tiernamente y sonriendo. Marta ha enrojecido sus mejillas. Siente calor. Sofoco.
Erlinda lleva una mano hasta el pecho de Marta. Por encima de la camiseta. Ella se queda paralizada. Las imágenes del televisor siguen sucediéndose. Humberto bombea a Erlinda sobre el sillón. Ella gime y levanta sus piernas para asegurarse que el titán entre lo más hondo posible y la colme.
-¡Déjame hacer Marta! Exclama suavemente Erlinda a la vez que sus manos empujan hacia arriba el borde de la camiseta de mi mujer. Te voy a enseñar algo nuevo.
Las imágenes siguen y siguen. Marta está embobada viendo ese polvo de sus vecinos. Observa como Humberto saca su pene de dentro de su mujer y con él, aún duro, golpea sobre el clítoris de ella para de inmediato volver a incustrarlo dentro.
Erlinda está intentando separar los muslos de mi mujer. Necesita tener vía libre para intentar alcanzar el sexo de ella. Marta no hace nada. Sigue como transpuesta. La brasileña gira la tuerca un poco más y sus dedos recorren su raja lubricándolos con su flujo. Los retira. Los mira atentamente. Observa como brillan con el flujo adherido. Se los pone a la vista Marta ..y se los acerca a la boca.
Con ellos lubricados los pasea por los labios de mi mujer. Marta abre su boca en el momento en que Erlinda los desliza dentro de esa oquedad. Mi mujer los recibe con cierto agrado. Los chupa como si lamiera el pene de Humberto. Se nota muy húmeda. Su braga pegada a su raja la recuerda el deseo. Mira de nuevo la imagen del televisor.
Después de cambiar dos o tres veces de postura, Humberto se corre, pero se corre encima del vientre de su mujer y se puede apreciar un buen chorretón de semen, que ella se extiende con la palma de la mano mientras se incorpora y le vuelve a chupar la polla cómo para extraer hasta la ultima gota que haya quedado en su conducto. Así llega la cinta a su fin.
Mi vecina ha conseguido reclinar ligeramente hacia atrás a mi mujer. La levanta la camiseta y besa sus muslos. A la vez va susurrando muy lentamente, que quiere masturbarse con ella, que se ha puesto cachonda y que desea correrse. Comenta que nadie lo sabrá, ni siquiera su marido y que si ella no me lo cuenta a mí, yo tampoco sabré nada.
La braga de Marta es deslizada por sus bonitos muslos hasta llegar a las rodillas. En ese punto frenan su carrera. Erlinda es persistente. Con la camiseta de Marta aupada hasta el ombligo la está besando el vientre y mi mujer abre sus piernas levemente. Le molesta la braga depositada en la barrera de sus rodillas. Definitivamente y mientras se acaricia un pecho, con la otra mano se quita la braga. Mi vecina sigue siendo solícita y va cada vez más lejos, ahora del vientre ha pasado directamente a lamer el coño de mi mujer, que se arquea y se retuerce de placer. Siente tanto placer que ya no se limita a dejarse hacer. Ahora es ella la que toca los pezones de Erlinda por encima de su camiseta.
Erlinda se desnuda por completo mientras Marta con la boca abierta la mira deseosa. La brasileña ayuda a despojar de la camiseta a Marta. Ambas están desnudas. Se arrodilla delante de Marta y tomándola por las rodillas las separa más. Su lengua va rauda al encuentro con el sexo caliente y viscoso de mi mujer.
Han abandonado el sillón y se han tumbado en la moqueta directamente. Mi mujer ha quedado tumbada en el suelo y mi vecina se ha instalado encima suyo, quedando los dos coños uno sobre el otro. Con sus piernas entrelazadas. Mi vecina se mueve friccionando su coño contra el de mi mujer, toca sus pechos a la vez. De vez en cuando se lleva la mano derecha hacia atrás y se toca el ano mientras gime de placer. Mi mujer saborea el momento preguntándose si será lesbiana, pero la imagen de la polla de mi vecino la aleja de toda sospecha. Tal vez bisexual. Se imagina esa polla erguida y rememora las imágenes que ha estado viendo y se excita aún más.
Suena la puerta de la casa. Alguien ha entrado y ellas se quedan petrificadas. Aparece la figura de un hombre en la puerta del salón. Queda de pie mirando la escena que se le ofrece. Ellas, una encima de la otra, quedan perplejas. Mi mujer trata de zafarse de mi vecina y vestirse o cubrir su desnudez con algo, pero la voz Humberto se lo impide. El se acerca en dos pasos a ellas y les pregunta si lo están pasando bien. Marta está muda. El deja las llaves que aún sostiene en la mano, y agachándose en cuclillas besa a su mujer en la boca, que aún permanece encima de la mía.
-¿Me invitáis? ¿Os puedo ayudar? ¡Dejarme un hueco!
Rápidamente, sin perder tiempo para evitar la reacción propia de mi mujer, Humberto se desnuda por completo mientras Erlinda sigue encima de Marta. La polla le cuelga flácida. Se ha arrodillado al lado de la cabeza de mi mujer y la invita a chuparle la polla.
-Vamos Marta, chupa. Es el mejor remedio para acabar con la flacidez.
-No no .yo .no por favor . ¿Qué estámos haciendo?
-Chisssss ..silencia la brasileña. Lo pasaremos bien Marta.
Erlinda se aúpa sobre el cuerpo de Marta y lame sus pezones y sus labios. Mientras tanto, mi vecino, se ha agachado de rodillas entre los muslos de Marta. Su mano ha ido directamente a comprobar el estado de lubricación. Agacha su cabeza entre sus muslos y lame con su lengua esa grieta de forma apasionada y lenta, recreándose en cada milímetro de clítoris. Mi mujer lo agradece en su interior, está gozando sin preguntarse por las consecuencias que esto les traerá. Ella sigue con la boca abierta cuando se lo permite Erlinda, que la besa ávidamente y palpa su cuerpo desnudo. Humberto tiene la polla hinchada y duda si metérsela directamente o esperar acontecimientos, pues no olvida pese a la excitación que ella es su vecina y están en su casa, y si no manifiesta su deseo de ser penetrada, pueden generarse problemas. Poco a poco él se va convenciendo de los deseos de mi mujer. Observa cómo cada vez que le lame el coño ella se empuja hacia su boca, abriendo más las piernas. Ofreciéndose más. Mi vecina se ha introducido un dedo dentro de su coño y se masturba mientras presencia como su marido satisface con su lengua a Marta. Humberto está desquiciado y se levanta. Abandona el coño de mi mujer y se sienta directamente en el sillón, con la polla erguida. Llama a su mujer, que se acerca, y le besa en la boca mientras él se estruja los testículos con la mano en un afán de mostrar sus deseos más inmediatos. Ahora solicita de la mía que se acerque también. Mi mujer es reacia, aunque su cabeza sólo piensa en esa polla. Mis vecinos le animan y ella se une a ellos. Se arrodilla entre las piernas de Humberto y abriendo su boca introduce parte del capullo en ella. Chupetea y juguetea con el glande. A medida que chupa va adquiriendo más confianza y ya no se mete sólo parte de la seta en la boca, si no que se introduce el tallo hasta la mitad, amagando con darle arcadas debido al tamaño del cipote.
Mientras tanto mi vecina se ha tumbado encima de la moqueta de nuevo, y entre las piernas de mi mujer, ha metido su cabeza para seguir lamiendo su raja.
Mi vecino permanece sentado con esa barra tiesa. Mi mujer sigue chupándole la polla. Erlinda se ha incorporado y levantando a mi mujer la lleva hasta la mesa baja del salón. Su marido se incorpora y las sigue. Tumban a mi mujer encima de la mesa con los pies apoyados en la moqueta y Humberto arrima su culo hasta el mismo borde de la mesa. Mi vecino arrima su polla al coño de mi mujer, restriega su capullo hinchado por la raja del coño sin llegar a penetrarla, se agacha y lame sus pezones a la vez que roza con su tronco esa grieta diminuta, primero uno y luego otro, y vuelve a incorporarse y lame nuevamente ese riachuelo de flujo. Se da un respiro y vuelve con la polla firmemente sujetada por su mano a enchufarla a la entrada del coño pero sin penetrarla. Erlinda mientras tanto se ha subido en la mesa, se ha puesto en cuclillas con las piernas abiertas encima de la cabeza de mi mujer y ofrece el coño a su marido, que lo lame ávidamente. Mi mujer gime, mi vecina mira a su marido y le pide un gesto para su amiga, este sin más dilación y apuntando su capullo hacia la abertura del coño expuesto, después de mirar a los ojos a Marta, se introduce en él muy lentamente. Se retira y vuelve a introducirse, la saca y la restriega por el clítoris de mi mujer, vuelve a introducirla y comienza con el movimiento rítmico que antes había presenciado Marta en la cinta de video. Ella goza y gime de placer, se aprieta contra su polla, arquea el culo todo lo que la mesa le permite para así sentir más el roce en su clítoris. Se corre. Le dan convulsiones y se corre. Mi vecino todavía tiene aguante. La levanta y la lleva al sillón de la tortura y allí se la folla otra vez de idéntica manera que en la cinta de video se folló a su mujer. Erlinda mientras, permanece sentada al lado de la mía y se masturba a la vez que besa en la boca a Marta. Su marido sigue follando y con un gesto compungido saca la polla del coño de mi mujer y se corre encima de su vientre. El chorro cae limpiamente bajo sus pechos y su ombligo, y ella imitando lo visto antes en la cinta de video, se lo extiende con la palma de la mano por el vientre y el pubis, acariciando a la vez y con la mano mojada en semen, su clítoris. En un instinto de agradecimiento, se incorpora hasta sentarse y se introduce la polla de mi vecino en su boca y absorbe hasta la última gota de su cañería, perdiendo el titán su tamaño y volviendo a su estado flácido en unos minutos.
Se abrazan los tres en el sillón y se besan formando un único cuerpo. Desnudos beben otra copa de licor y brindan con los brazos en alto por el sexo.
Al cabo de un rato y con los cuerpos saciados, mi mujer, sucia como está, se viste y entra en mi casa. Se ducha, lava sus dientes, bebe gran cantidad de agua y vuelve en casa de mi vecina a recoger una orquilla del pelo que se ha dejado encima de la mesa. Abre la puerta Humberto. Desnudo aún. Al entrar al salón descubre a Erlinda masturbándose a la vez que mira la tele. Mira hacia ese lugar y se ve ella misma, allí tumbada encima de la mesa siendo follada por mi vecino, que ahora y al llegar a esa escena, se ha vuelto a erectar. Se deshace de la camiseta que se ha puesto después de ducharse y se queda desnuda sentándose entre ellos dos.
-¿No llevas braga Marta? Pregunta la brasileña.
-No. Me acabo de duchar. Sigo tus pasos.
-Eso está bien Martita. Dice Humberto a la vez que la toma por los hombros y la agacha ante su poderoso miembro. ¿Nos divertimos de nuevo?
Marta engulle de manera regular aquél miembro y procura ofrecer lo mejor de sí misma. Los tres inician una nueva sesión de sexo. Faltaba mucho para que yo volviera a casa. No tuve la suerte de Humberto, que una avería de luz en el bar, le proporcionó aquel hermoso polvo con mi mujer.
De regreso a mi casa, Marta se comporta como siempre. No noto nada extraño en ella. La veo radiante y feliz. Pienso en la cuenta del banco y en el desfalco que hará en ella cuando se marche con Erlinda de compras. Pienso que ese debe ser el motivo que le hace sentirse feliz. Las compras de ropa.
A los tres días vamos en casa de mis vecinos para pedirle a Humberto una cinta de video para grabarle un programa que van a echar en el satélite sobre caza. Tiene mucho interés en verlo y como no tiene TV por satélite me ha pedido que se lo grabe. Noto un gesto y una mirada entre Humberto y Marta que encela. Mi vecina se está duchando y él nos prepara en la cocina unos cubalibres. Nos sentamos en el sillón grande. Desde la cocina me dice que coja del primer cajón del mueble una cinta y pruebe a ver si está limpia. Me incorporo del sillón y abro el cajón del mueble. Tropiezo con una cinta que no tiene funda. Supongo que estará usada. No tiene pinta de ser nueva.
-Humberto, he encontrado una cinta sin funda. Digo en voz alta mientras mi mujer ojea una revista de moda.
-¡Pruébala a ver si está limpia! Seguramente habrá que borrarla. Erlinda no borra jamás las cintas después de ver alguna película.
Lo hago y la meto en el video. Le doy al play y aparece un título que dice "Marta, mi vecina la cochina", seguidamente puedo distinguir a mi vecina levantando la camiseta a mi mujer y besando sus muslos, le ha bajado la braga y besa su vientre.
Mi mujer se ha puesto roja primero, después su cara se ha quedado lívida. Aparece mi vecino y me ve visionando la cinta. También lo hace Erlinda, que ha salido del baño con el albornoz puesto y atado a su cintura. Marta los mira. Mi mujer parece pedir explicaciones de esa grabación, pero no articula palabra. Yo tampoco. Mi vecina toma la palabra para decirme, desatándose el albornoz y dejando ver su cuerpo desnudo, que si me gusta su cuerpo. Sin darme tiempo a contestar me dice que lo tome, que lo posea. Se deshace del albornoz y se acerca a mí a la vez que le dice a Humberto que prepare la cámara de video.
Humberto se acerca a la repisa donde se expone la video cámara. Sólo tiene que apoyar su mano encima del botón rojo del aparato y la grabación comienza. El botón de rec. se acciona como días antes lo había accionado Erlinda cuando estaba con Marta a sólas.
De lo que pasó en esa casa aquella tarde, no quiero hablar. Ni lo quiero pensar. Descubrí una Marta bien distinta a la mujer con la que me había casado. La pude ver follar finamente con Humberto de mil formas distintas. La vi berrear de placer. La escuché gemir intensamente. Y vi su cara de deseo cada vez que se enfrentaba a la polla del argentino. Y me excité al verla lamiendo a Erlinda. Y me descubrí a mi mismo con unas ansias de sexo desconocidas. A fin de cuentas, era un intercambio de juguetes. De cuatro juguetes.
La video cámara de mis vecinos pasa de una casa a otra sin llamar al timbre, suministrándonos imágenes que hacen que nuestro deseo no decaiga. Es un ritual. Todos los martes por la tarde. Es el día que Humberto libra en el bar.
Algunos sábados por la noche, al terminar el trabajo de Humberto, este va directamente a mi casa. Allí esperamos Marta, Erlinda y yo. La videoteca aumenta de forma exagerada. Y es que amigos míos, ellas son como la Jara y el sedal. Una huele bien y la otra es fina como el hilo.
Y por cierto, una última cosa. Ya no babeo al ver a Erlinda. En estos últimos meses he follado más con ella que con Marta. ¡Y es que cuando me tiene dentro y mueve sus caderas, me siento morir!. ¡Brasileña tenía que ser!
Coronelwinston