Japi berday

Cumplía años y su vida era un desastre. Sus amigos le organizan un festejo y le ofrecen un regalo: una gran cogida por un taxy boy.

JAPI BERDAY

(“Japi”: forma arrevesada de pronunciar la palabra pija, (verga, polla, pene, etc) en el argot argentino)

(“Berday:”  pronunciación castellanizada de la palabra inglesa birthday: cumpleaños)

Yo detesto cumplir años.   Cada aniversario de mi nacimiento es una lucha cruel para evitar que, primero mi familia y luego mis amigos, preparen una celebración, un festejo, una fiesta.  Y no era porque no me guste la vida. O celebrarla. Lo que no me gusta nada, nada,  pero nada, es la vejez.

Cumplir años para un gay puede ser una tragedia.  Mas si tu vida es un desastre, tu trabajo no te da ninguna alegría, estás solo y sin pareja, sin sexo salvo que recurras a “Manuela” (paja)  y una mañana advertís, mirándote al espejo que sólo sos un puto en vías de envejecer.  Una arruga, una pata de gallo, una canita, un rollito, la caída del pelo, la pérdida de la silueta y otras yerbas. Ahí te viene la certidumbre de que no serán los últimos signos de vejez. Vendrán otros que demostrarán que como dice la canción de aquel cubano “El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”   Pruebas,signos, que te dirán que te estás marchitando y que ya no sos competencia para esos físicos, mas jóvenes, mejor armados, más frescos que inundan los sitios del ambiente gay, con su desparpajo, su desenvoltura, sus abdominales inflamados sus bíceps enormes, sus pectorales, sus bultos sin disimular y sus culitos parados y redondos. Legiones de tipos más jóvenes, más atractivos, y con pijas de un metro de largo.

Pero quién lo para a mi mejor amigo, Toribio Natalicio Frutos, si, asi se llama pero nosotros le decimos “Toty” porque recordarle su nombre folklórico lo deprime hasta las lágrimas.  El quería hacerme una fiesta de cumpleaños y para eso le pidió en préstamo la quinta de fin de semana, de su padrino del alma, y ex amante, un empresario de pompas fúnebres, llamado Armando, Filomeno Rivera, alias “Melena” apodado así por su calvicie evidente que ningún artificio conseguía disimular. Poseía más de una docena de peluquines.de distintos colores y largos. También en honor a “Melena”, los del grupo habían bautizado el lugar “La Desmechada”, y a mi me encantaban los árboles, el césped verde, y las flores del lugar.  La paz de ese rincón tranquilo.,  Amo los gladiolos rosados.las rosas encarnadas, los crisantemos blancos, y las pasionarias. Y porque no, también amo coger en el pasto, bajo el sol o iluminado por la luna.   Pero hacia tanto que yo…… Hacía mucho que no tenía una alegría, una satisfacción, un orgasmo en compañía…..

La fiesta fue organizada por un comité  de honor integrado por Toty,, su amigo de la infancia Lucas alias “Choclo” (el que tiene dientes postizos que se le mueven), y por dos locas medio escandalosas amantes de todo tipo de fiesta,  “Uñita Pintada”, y  “Molly Brown” , sobrenombres que ocultaban sus verdaderos apelativos que eran por supuesto menos glamorosos.  Molly Brown fue campeón juvenil de Taekwondo hace unos quince años y sigue gustándole el cuerpo a cuerpo. Uñita Pintada es obrero metalúrgico, pitoniso y tragasables.

Me llamo Rodrigo pero mis amigos/as me dicen “Pantera” quizás porque me conocieron muy joven cuando a los 15 años me lancé al mundo gay con ahinco y dedicación con ciertas habilidades de succión de miembros erectos y no tanto…. Ahora más que pantera yo era un gato de albañal , histérico y deprimido por la larga abstinencia.  El sobrenombre que podrían ponerme es Malco (mal cogido).

Ese cumpleaños me encontró todavía más deprimido.  Hacía mucho que no tenía ni ganas de coger.  Mi última pareja un chileno, pinochetista él, me había dejado un año y medio antes, por un Land Rover verde militar que le regaló un general retirado de edad avanzada y bolsillos llenos, ex edecán de Pinochet. Yo lo bauticé “Chucrut” porque y no les miento, ese general, de apellido alemán, bigotito hitleriano, y maneras groseras, olía a repollo fermentado.

Mucho no lo lloré al chileno..  Amor no había.  Sexo casi no se daba.  Amistad poca y sin sentido.  Lloré más que nada por la bronca que me daba que un viejo fascista y repugnante con cara de repollo en descomposición conquistara sus favores, solo por tener dinero.   Seguramente dinero mal habido….

La lista de invitados para mi cumpleaños no la supervisé.  Y fue llegando gente.  Entre ella dos mujeres una la madre de Toty,, que por distracción se había dejado un rulero en la cabeza y la otra era una lesbiana de nombre Tomasa, que tenía unos bíceps enormes y pelos en los brazos del tamaño de  clavos de carpintería..   Más tarde llegaron varios jugadores de fútbol de un club gay, “Los Comilones” que había salido séptimo en un campeonato local.  Habìa gente linda y gente fea, sueltos y acompañados, jóvenes y viejos, flacos y gordos, tres osos muy grandotes, dos petisos con fama de pijones, un bailarin de ballet culoncito él y entrado en años,  y mi ex cuñado Roque, el que ahora se hace llamar Estelita. Y pensar las veces que de chico me había pajeado pensando en él, en su cuerpo priviliegiado y peludo: el man había recorrido un largo camino, desde su posición de “full bask” en el equipo de rugby “Federación” a las tetas redondas, el culo siliconado y la melena rubia platinada con extensiones que ahora exhibía,  Cosas del destino.

A un invitado que no conocía yo, me lo presentó un escribano de la zona, que los íntimos llamaban Maricarmen, pero que en público lucía corbata y traje muy formal.  Me dijo te presento a Gonzalo. Le di la mano porque no me atrevi a darle un beso en la mejilla como se estila por acá, y cuando le estreché la diestra sentí un calorcito rico, una llamarada delicada y suave, o sea que me calenté sin querer. Qué macho pensé, pero no lo dije.

Cuando me alejé y lo pude ver a la distancia, me di cuenta que era  el tal Gonzalo era un tipo lindo, bello, de esos que en la calle mirás dos veces,  que las mujeres observan largamente con el “chocho” humedecido y que algunos  hombres disimuladamente observan con mirada de lobo en celo..

Algo más alto que yo, flaco pero bien formado, dientes muy blancos, ojos negros brillantes nariz de cirujano estético caro, recta con punta respingada, piel perfecta, barba espesa de tres o cuatro días, cabellos cuidados, esbelto, de piernas musculosas, bulto de buenas proporciones y luego cuando lo vi de atrás, noté sus espaldas anchas y su culo espectacular.  Gonzalo era uno de esos tipos que alegran la mirada de los otros. O sea la clase de tipo que nunca me daría ni la hora.  Conozco mis limitaciones no es que sea un acomplejado.  En el mercado de la belleza masculina soy de segunda selección: algo averiado, imperfecto, de dudosa estructura, perfil bajo. Y encima esa noche cumplía un año más.

Las locas de mis amigas pusieron música.  A todas les gustaban bandas que son puro ruído, batería y percusión. Salí a bailar cuando me di cuenta que si no lo hacía me tomarían por amargado, y a cada rincón que miraba lo veía a él, al tal Gonzalo, mirándome.  Como si me estuviera estudiando los movimientos, averiguando mi ritmo, siguiendo mis pasos.

Se puso a bailar a mi lado y en un momento me di cuenta que estábamos haciendo juntos una coreografía muy caliente que generó aplausos entusiastas en la pista. El adelantaba su pelvis y yo hacía lo propio, hasta que nuestras pijas se cruzaban y se saludaban conmovidas.  Yo me daba vuelta y el se acercaba de frente y me apoyaba la verga en el culo.  Todo  un show…..

Bailamos juntos hasta que, extenuados, salimos al balcón y fue entonces que me dijo que el había sido contratado como mi regalo de cumpleaños.  Lo miré transpirado como estaba, le pedi que lo repitiera y cuando lo hizo  casi me cago encima.  Que semejante efebo, que tamaño individuo,  estuviese allí para satisfacer mi sexualidad oxidada, destapar mis cañerías obstruidas, revolver mi ensalada, regar mis plantas sedientas, me pareció sorprendente, indignante, humillante, encantador,  y no sé que más pero el culo me latìa y las manos me temblaban.  Quise mandar al demonio a mucha gente y salir corriendo pero me quedé, ahí junto a ese tipo de alquiler que era mi obsequio para esa noche-

Creo que si hubiese tenido más coraje lo hubiese desmentido.  Le hubiera  dicho que se fuera.  Hubiera tenido un poco más de dignidad.  Le hubiera echado de mi fiesta. Hubiera armado un escándalo con mis amigos que lo habían contratado.  Me hubiera ido del lugar, insultando a toda la familia de mis conocidos. Pero lo miré, lo volví a mirar, y el me devolvió esa sonrisa canalla, esa sonrisa ganadora que derribaba muros más gruesos que el de Berlín. O La Gran Muralla china. Con esos dos pocitos, esos oyuelos simpáticos que decoraban sus mejillas de barbna crecida.. Y me callé la boca.  Ahora ya que estamos disfrutá me dije, y ahí pensé con la cabecita de abajo o con el culo, no sé. La atracción sexual derrotó mi dignidad, mi orgullo y mi amor propio y me hizo latir del orto con anticipación. Me ganó el puto que vive dentro mío…….

Cuando los últimos invitados abandonaron la fiesta, y sólo quedaban un par de borrachos durmiendo la mona, tirados en algún rincón, el se me acercò y volví a percibir ese perfume fresco, o me pareció fresco a mí que emergía de su pecho semi descubierto y algo velludo.

Por fin estamos solos, dijo no sin cierta picardía, y yo lo tiré contra un sofá de cuero color crema mientras besaba su pecho sudado y lamía con mi lengua golosa sus tetillas excitadas. El me sentó sobre sus largas piernas y pude sentir su verga bajo mi pantalón negro, justo ahí donde mi culo se empezaba a dilatar y a latir. Moví mis nalgas para adelante y para atrás para regodearme en la fricción con esa pija enorme que se iba endureciendo. El culo me ardía de anticipación y deseo.

El me cargó hasta la ventana, me miró a los ojos aprovechando la luz de la calle,  y luego corrió el cortinado, apagó como pudo las luces encendidas, Esquivando a un borracho que roncaba  sobre una alfombra, con una botella en la mano y un solo zapato, me llevó hasta un dormitorio, empapelado con flores naranjas y violetas.  Caímos sobre la cama “king size”, y rodamos por todo lo ancho, hasta que el me sostuvo para no caer al piso, y me besó, y su aliento olia a anis , a menta, a eucalipto y a deseo.   O eso me pareció a mi, que ardía como una quemadura de tercer grado, de calentura y deseo.

Su boca recorrió mi cara, mi cuello, mi pecho, y su lengua jugueteo largamente con mis tetillas, su boca terminó posándose en ellas con fuerza, traté de detenerlo porque me mordía despacito, y sentía una mezcla de locura y dolor.   El me miró a los ojos y en la penumbra me parecieron grises o celestes, y en la oscuridad eran oscuros y brillantes.  Yo temblaba, sin pronunciar palabra. En un momento lo dí vuelta y quedó tendido sobre la cama y comencé a desnudarlo lentamente, y  tirando al suelo primero su chaleco , luego su corbata, su camisa,  los pantalones, el cinturón, el reloj pulsera.  Quedó con un slip que apenas podía contener semejante verga y tamaños huevos. El bulto se le marcaba con una erección imponente y yo fui bajando con mi lengua y con mi boca y con mis dientes por su pecho, y me detuve con mi lengua en su ombligo, y en la línea de vello que llegaba hasta su pubis,  y apoyando mi cabeza en su cuerpo, comencé a chupar su pija a través del slip , y estaba dura y gorda y olía a una colonia conocida, y lami también por sobre la tela sus huevos, y salivaba como loco, de la emoción de estar mamándole la poronga a semejante semental. El permanecía callado, con los ojos cerrados como si estuviera soñando algo muy placentero y bello.  O eso me pareció. Quizás era la expresión que ponía habitualmente con sus clientes, fingiéndo un placer que no sentía más allá de la piel .

Recorría una y otra vez su tronco y sus huevos, como queriendo saborear el momento para recordarlo después como fantasía para mis pajas.   El abrió los ojos y me separó despacito de su pija para evitar correrse enseguida..  Claro, los taxi-boys no pueden venirse con todos sus clientes, y deben conservar su sabia de algún modo frente a la persistencia de los mamadores compulsivos como yo.

Se quitó el slip y terminó por desnudarme y  toda mi ropa formó un montón al extremo de la cama.   Estaba abriendo el paquete de lo que se iba a comer: quitándole el moño y la tarjeta, conviertiendo a su usuario en un cuerpo masculino desnudo, listo para acometer, entregado, como yo estaba, al deseo por ese hombre comprado vaya a saber por quién para hacerme feliz de la manera más primitiva  Me puso en cuatro patas sobre la cama, y con una voz casi obscena, una voz que parecía emerger de sus testículos me dijo que me iba a chupar el culo.   Y comenzó un trabajo de lengua minucioso, lamiendo primero mis nalgas, mordiéndolas despacito, sin hacer doler demasiado pero generando el suspenso necesario, acarició mi culo con sus manos grandes y luego puso todo su afán en mi orto:  abriéndolo, mojándolo, llenándolo de su saliva , provocando mis gemidos, mi deseo de ser penetrado, invadido, dominado por ese macho experto que iba abriendo mi agujero para poder un dedo y luego dos y ensalivando la entrada a mis tripas.   Y empecé a gritar, a suspirar , a respirar con dificultad, y a decirle que me cogiera, que me garchara, que me diera su pija enorme, hasta hacerme perder la razón.

Pero el demoraba ese momento.   Seguía hundiendo sus dedos largos en mi culo, preparándome para el momento de gloria, girándolos como quien abre una cerradura, ó como quien despeja la maleza del camino para poder continuar su viaje. Cogeme puto cógeme gritaba yo. Y el se reía con esa risa de macho caliente, de perro en celo, de escalador que ve ya la cima de la montaña.

Dame ese culo putito gritó, dame ese orto blanquito que te lo voy a romper a pjazos, te voy a romper el orto para festejar tu cumpleaños putin, me dijo y en ese momento, yo en cuatro patas en la cama, con el culo abierto de par en par, respiré hondo y me preparé para  su embestida, cógeme cógeme puto grité y el se tomó su tiempo para calzarse el condón, para lubricarlo con una crema que olía a menta, a semen guardado, a leche de macho y suavemente también lo pasó por mi culo, y esa crema comenzó a calentarse , a arder produciéndome un placer inesperado, que el cortó acercando su verga enorme a mi culo para penetrarme sin atenuantes, a lo bestia, hundiéndose en mí, mientras de su boca salían palabras que no entendí, porque comencé a gozar semejante pija en mi culo , a sentir el calor de esa pija enorme que se iba hundiendo, dura, gruesa, grande, hirviendo, metiéndose en mi, mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

Lloraba.  Y no sé de qué lloraba.  No era el dolor de aquellos pijazos cada vez más profundos y seguidos,, de aquel bombeo imparable, de aquella cogida comprada.  Mi culo le daba la bienvenida luego de largo tiempo de sequía, pero mis lágrimas no eran como la lluvia que cae sobre los campos secos.   No lloraba por el placer que ese individuo anónimo me proporcionaba, con cada estocada, con cada fricción que inundaba de sensaciones mi culo.  Lloraba por mi vida.  Por esa vida que cumplía un nuevo año, en una cama ajena, haciendo una suerte da amor fingido y mercenario.   Acompañando con mi culo invadido aquella cogida, entregando todas  mis frustraciones, casi olvidando mi soledad, gozando de un placer sin amor, anticipándome a la noche de la vida que pronto vendría.

Cuando el finalmente la sacó, despacito para que no me doliera, , acabó sobre mi pecho y mi cuello y hasta salpico mi cara,  dejó mi orto con una sensación de vacío,, de abandono, de frìo.  Entonces, el me dijo “Feliz Cumpleaños Putito”.  Y yo  casi sin pensar le dije Japi Berday.

Se levantó, entró a la ducha, mientras yo yacía exhausto en la cama llena de su semen y del mío.   Después vistió y se fue,  Sin saludarme.  Sin decir palabra.  Su trabajo había terminado. El pago lo habría recibido por anticipado. Afuera cantaban los grillos o las cigarras y la noche se hacía más oscura. Sentí frío y me tapé.  Las sábanas me devolvieron su olor pero no tuve tiempo de pensar en ello.   Dormí como desmayado, hasta bien entrado el día.