Jane Morris
Así que ya saben hasta dónde una madre está dispuesta a llegar por su hijo...
2
Justo al siguiente día llegué radiante a la oficina, ¡había dormido como un tronco, la primera vez que dormía así en meses! Creo que hasta mis compañeros lo notaron.
A mi lado estaba Frank, su mujer le había dejado hacía unos meses, aunque aparentemente no le había afectado. Frank siempre tenía buen humor y era muy servicial conmigo, prestándose a ayudarme en todo momento. Me caía bien, así que aquel día decidí que ya era hora de pagarle tantos favores.
— Frank, necesito ayuda en el archivo —le dije.
— ¿Y eso? —preguntó el sonriente como siempre.
— Es que hay unos archivadores que pesan mucho y me da miedo caerme de la escalera si los cojo.
— Bueno, entonces “super-Frank ayudar” —dijo golpeándose en el pecho como si fuese Tarzán.
Ya en el archivo, me aseguré de llevarlo a la zona más discreta del mismo, rodeados de carpetas y estanterías allí sólo había un pasillo de entrada que podíamos controlar para que nadie nos viese.
Subí a una escalera y le pedí que me la sujetara, con objeto de que me viese las bragas si guastaba de tal cosa, con la falda corta que llevaba eso no era difícil.
— Bueno Frank, ¿cómo llevas lo de Evelyn? —le dije.
— ¡Oh bueno, ya pasó! —respondió el risueño.
— Vamos Frank, puedes ser sincero conmigo, ¿cómo te sientes? —le pregunté terminado de subir lo más alto que pude para asegurarme que me veía las bragas.
Frank intentaba no mirar, pero discretamente me echó un ojo, ningún hombre se hubiese resistido a algo así.
— Bueno, ya lo llevo mejor Jane, sinceramente. Gracias por preguntar.
— Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras —le dije bajando unos peldaños poniendo mi hermoso culo a la altura de su boca.
Mi compañero pareció sentirse molesto por mi acción y carraspeó nervioso.
— ¡Vamos Frank, no te pongas nervioso hombre! Aquí no nos puede ver nadie, ¿sabes? —le dije yo mientras me giraba y ponía mi coño a la altura de su boca, abriendo las piernas y subiéndome la falda para que me viese las bragas con encaje que llevaba puestas.
— ¡Oh Jane, yo no sé qué decir! —exclamó él nervioso ajustándose las gafas en su fina nariz.
— ¡Pues entonces no digas nada y come mi coño! —exclamé mientras tiraba de su cabeza y la hacía chocar con mis bragas.
Sentí su lengua lamerme la tela, justo bajo mi coño, Frank estaba muy nervioso, tanto que tuve que apartarlas para que me lamiera el clítoris en lugar de babearme más la tela. Entonces sentí su lengua ávida de jugos entrar en mi sexo y lamer y beber cuanto salía de mí. Así pasé un buen rato mientras me lo comía, allí subida en la escalera sin darle ni un respiro, ¡todo para mí! Mientras gemía y decía —¡Así, sigue chupando, qué rico! —y cosas así.
Cuando empezó a cansarse de comer mi rico coño bajé los peldaños que me quedaban y me puse de culo agarrándome a la escalera para que el me tomase por detrás.
— ¡Vamos semental, fóllame! —le ordené con presteza.
Frank, algo torpemente se quitó el pantalón y se acercó a mí con su gruesa y corta polla, lo vi de reojo mientras lo hacía y con su gran panza pensé que tal vez no podría llegar hasta mi, pero finalmente lo consiguió y la sentí entrar en mi flor. Se aferró a mis caderas y me apretó con ganas, follándome con frenesí allí mismo mientras yo me sentía fuera de mi, la más puta de la oficina sin duda, pero entonces descubrí que ya no me importaba…
Lo sentí correrse mientras me clavaba las uñas en las caderas y este detalle me hizo enloquecer, estrujé su polla hasta la última gota gozando con ella dentro de mí y cuando me la saqué noté como la leche caía de nuevo hasta el suelo, ¡en un “déjà vu” maravilloso!
3
Una tarde vino a visitar a John su amigo Kevin, quien juagaba a baloncesto con él antes de caer enfermo. Vino a su casa a interesarse por cómo le iba, ya que había dejado los entrenamientos y apenas se veían desde que le dieron el alta hospitalaria.
Les puse unos bocadillos y les di unos refrescos mientras hablaban de sus cosas. John estuvo muy lúcido aquella tarde para variar. Yo me limité a quedarme con ellos, aunque pensé que se sentían un poco violentos por mi presencia así que les pregunté si querían que siguiese allí.
— ¡Oh no señora Morris! No molesta, puede quedarse con nosotros si quiere —dijo Kevin muy amable.
— Si, no molestas mamá.
— Bueno chicos, entonces, ¿tienes novia Kevin?
Mi pregunta le alteró, pues le cogió mientras tomaba un sorbo de su cola y ésta se derramó por sus labios de la sorpresa, en el fondo sonreí, pues me divirtió poner nervioso a un joven tan apuesto como el amigo de mi hijo.
— ¡Oh señora Morris, lo siento! —dijo lamentando que parte de la bebida acabase en el suelo del salón.
— ¡Lo siento Kevin! ¿He sido indiscreta? —dije yo sonriente mientras le alcanzaba una servilleta de la pequeña mesa que teníamos frente a nosotros, donde había dejado el refrigerio.
— ¡Bueno, no importa! Bueno sí, Daisy es mi chica, salimos desde hace unos seis meses.
— ¿Y es guapa?
— ¡Ah, pues sí, es muy guapa! —exclamó Kevin muy solícito.
Crucé las piernas y me aseguré de que Kevin me viese las bragas al hacerlo dirigiendo mis rodillas hasta donde él estaba sentado. Éste volvió a sorprenderse y con los ojos como platos me miró como la mascota que solícita espera comprender a la dueña.
— ¡Tú también eres muy guapo Kevin! —exclamé mientras posaba mi mano delicadamente sobre su pierna y le soltaba un par de palmaditas al tiempo que ponía cara melosa.
Me veía un tanto estúpida, pero era muy divertido flirtear con el amigo de mi hijo.
— ¡Gracias señor Morris! —respondió él poniéndose colorado.
La tensión fue acrecentándose con mis insinuaciones y mis preguntas a Kevin y John empezó a cabrearse por aquel flirteo mío con su amigo.
— Bueno Kevin, será mejor que te marches, mi madre creo que está indispuesta —dijo en un momento dado de la conversación.
— Pero John, ¡si lo estamos pasando muy bien hijo! —protesté yo, bueno voy a hacer un pis que veo que el ambiente está muy tenso por aquí.
Me levanté y sensualmente le guiñé un ojo a Kevin. Cuando volví la cosa no se había relajado, así que me senté al lado de Kevin en el sofá, mientras Jonh nos miraba con furia reflejada en el negro profundo de sus pupilas.
Mis manos siguieron incomodando a Kevin, mientras una de ellas estaba sobre su pantalón, le pellizcaba delicadamente si entre pierna, haciendo que él lo notase. Éste se fue sintiendo así cada vez más incómodo ante la situación y mi hijo fue incrementando también paulatinamente su cabreo.
— Ya está bien mamá, ¡Kevin márchate por favor! —estalló John, tal vez celoso ante mis insinuaciones con su amigo.
— Por qué John, ¡esto es sólo conversación! Si lo echas no volveré a darte ningún capricho como el del fin de semana pasado, ¿te acuerdas? —le dije mirándolo fijamente para asegurarme de que comprendía a qué me refería.
John debió recordar la sesión de sexo que mantuvimos días atrás y al hacerlo su actitud cambió. En cambio, Kevin seguía muy incomodo entre ambos a raíz de nuestra discusión y mi flirteo con él.
— ¡Bueno señora Morris! Creo que será mejor que me marche —dijo levantándose.
Yo hice lo mismo y me interpuse en su camino hacia la puerta, parándolo con mi mano en su pecho, allí noté la dureza de sus pectorales definidos y bien proporcionados.
— ¡Vamos Kevin, quédate un ratito más! —le dije con voz dulce, verás cómo la cosa se calma y se alejan las tensiones.
— Vamos Kevin, ¡no ves lo caliente que está! ¡quédate a follar y complácela! Te va a gustar te lo aseguro —gruño John desde su asiento.
— Vamos John, no seas grosero con nuestro invitado. ¡Mamá no es ninguna puta! ¿recuerdas? —dije girándome y clavándole mis ojos encendidos en su cara estúpida allí sentado.
Pero Kevin, muy nervioso a estas alturas, me apartó a un lado y salió disparado en dirección a la puerta. Yo lo seguí y tirando de su mano traté de disuadirlo para que se quedara.
— Perdona a John Kevin, ¡aún no está bien! —exclamé antes de que la abriera—. ¡Y yo tampoco estoy bien! —agregué rompiendo a llorar ante su atónita mirada.
— Vale señora Morris, no se ponga así, tampoco ha sido para tanto, me quedaré —dijo finalmente cumpliendo su objetivo mis lágrimas de cocodrilo.
He de admitir que me había vuelto una buena actriz.
— ¡Estupendo Kevin! —dije abrazándome a él y achuchándolo contra mis pechos con fuerza mientras mis manos se cruzaban en su nuca—. ¡Eres la única visita de John en meses! —dije sollozando.
— Está bien señora Morris, me quedaré un rato más con vosotros —repitió convincente.
Ya de vuelta en el salón, pusieron una película y apagaron las luces, yo me puse frente a la tele, sentada en medio de ambos. La película no me gustaba nada, algo sobre unos robots asesinos, pero a ellos parecía divertirles. Traje unas palomitas de la cocina y todos cogían del gran cuenco que guardaba entre mis muslos abiertos, este gesto pareció divertir a Kevin y yo me aseguraba de que cada vez que cogía palomitas soltar un pequeño suspiro.
El juego fue avanzando y me dejaba caer de vez en cuando una palomita en mi escote, —porque otra cosa no, pero en tetas, ¡soy una mujer diez!
— ¡Oh Kevin, quieres esta que se me ha caído aquí! —le decía yo divertida mientras él sonreía y no se atrevía a cogerla—. ¡Vamos cógela tonto!
Entonces él, tímidamente ponía los dedos en pinza y la sacaba de entre mis pechos, rozándolos con ellos delicadamente.
Harta ya de juegos decidí atacar y poniendo mis manos en cada paquete se los acaricié a ambos al mismo tiempo. Kevin se sobresaltó un poco pero no lo dejé escapar. Sujetándolo con mi antebrazo le desabroché el pantalón y le bajé la bragueta accediendo a su verga y meneándosela hasta que se le puso dura.
Luego me giré hacia John y hice lo mismo, de modo que la final tenía las dos pollas en mis manos mientras las masturbaba y los dos chicos se quedaban extasiados mirando la peli, más pendientes de mis caricias que de las escenas de acción.
— Bueno machotes, ¡a ver si podéis satisfacer los dos a mamá!
Me arrodillé y les bajé los pantalones ambos, tras lo cual les pedí que se juntasen un poco y pasé a chuparles las pollas alternativamente, mientras a uno se la chupaba al otro se la meneaba y luego cambio.
Me desnudé por completo y me senté sobre la polla de Kevin mientras este me chupaba las tetas, lo follé despacio sin olvidarme de John a quien se la meneaba con la mano libre. Kevin comía muy bien mis pezones.
John al verme allí follando con su amigo empezó a meterme mano y a tirar de mi cuerpo hacia él, incitándome a que cambiase y me sentara sobre su polla, como había hecho con Kevin, esto me pareció excesivo, así que decidí levantarme y poniéndome a cuatro patas comencé a chupársela a John, mientras disimuladamente invitaba a Kevin a darme por detrás.
Este se puso detrás de mí y sentí su verga gorda y dura clavarse en mi coño y pegar su pelvis contra mi culo, comenzando así una serie de rápidas culadas que me volvieron loca, mientras yo me tragaba literalmente la de John que dejó de protestar y empezó a estar complacido con mi acción.
Luego cambiamos de tercio, yo me tumbé en el sofá y Kevin se acomodó entre mis muslos para que John siguiera ofreciéndome su polla desde arriba, así continuamos follando como cosacos hasta que la corrida de Kevin me sorprendió y la de John me llenó de nuevo la garganta con su leche, que no me quedó más opción que tragar.
Al acabar yo aún no había tenido mi orgasmo así que puse a Kevin a comerme el coño y a John a chuparme los pezones y con ambos sobre mi cuerpo caliente en el sofá, me dediqué a frotar mi clítoris hasta que alcancé un orgasmo demoledor.
Luego cambié de caballo y me coloqué encima de John follándolo un rato mientras le comía la boca a Kevin, su lengua era deliciosa y a él la parecía gustar también la mía.
Les pedí que me diesen por detrás para lo que me puse de rodillas en el sofá y bajé mi espalda hasta ponerla paralela al suelo y mientras se turnaran sin pelearse. Kevin de nuevo fue el primero y me folló con ganas mientras me pellizcaba mis gordos pezones, creí desfallecer con su polla metida desde atrás.
Mientras lo hacía, John se puso delante de mí y cogiéndome la cabeza me puso su gran seta en la boca para que se la comiera, así que no me quedo alternativa que abrir y tragar, lo que me mantuvo muy ocupada en los minutos siguientes. Luego le tocó el turno a John y Kevin no desaprovechó la oportunidad de ponerse delante y forzarme a tragar también lo suyo.
Cambiamos de tercio en la orgía que estábamos manteniendo y tumbándome ambos me cubrieron en la postura del misionero, mientras el otro me seguía ofreciendo su polla para chuparla.
Primero se corrió John y luego ocupó su lugar Kevin, quien me empujó con ganas hasta correrse también dentro de mí. Me tuvieron tan ocupada en satisfacer sus bajos instintos que me olvidé de mi misma y cuando Kevin ya se había marchado y John se había ido a la cama, me tumbé en el sofá y me masturbé.
Esa noche reflexioné y llegué a la conclusión de que tal vez era ninfómana, por lo que decidí que ya era hora de dar rienda suelta a mis más oscuras fantasías y desde entonces dejo que John me lo haga, principalmente los sábados. Ahora mismo me está dando por detrás mientras me pregunto hasta cuando estaremos así, pero bueno, al menos está calmado y está bien conmigo, ha vuelto al instituto, sigue con sus estudios dentro de los trastornos que padece y creo que ambos somos medianamente felices.
Así que ya saben hasta dónde una madre está dispuesta a llegar por su hijo.
Siete Madres Desesperadas es una recopilación de relatos cortos, de cuatro capítulos cada uno, con la excepción del penúltimo, que cuentan la caliente historia de una madre diferente. Acabas de leer la historia de la primera madre Jane Morris, quien fue capaz de todo por su hijo, como acabasd e comprobar, la siguiente es Barbara Jones, ¿te atreves a descubrir su historia?