Jane I y II
Este relato lo he comenzado en otra sección pero como se me ha alargado más de lo que pensaba (el relato, no penséis mal) lo he trasladado hasta aquí.
1
Al salir del tren ni siquiera el intenso sol ecuatorial que caía de plano sobre la chapa de zinc que cubría el techo de la estación de Kampala, le obligó a cambiar su sonrisa de satisfacción. Lo había conseguido. En el momento en que se enteró de que su padre y su prometido iban de safari a Uganda comenzó una operación de acoso con el objetivo de acompañarles.
Jane era la hija única del Conde de Lansing, pelirroja menuda y de tez pálida, a primera vista parecía la típica damisela frágil y sensible pero la pérdida de su madre a temprana edad le había convertido en una mujer atrevida e independiente. Su padre le había proporcionado una educación esmerada, pero incapaz de negarle nada, también le había permitido dar clases de equitación, tiro, esgrima e incluso una exótica arte marcial que le enseñaba un viejo criado chino. Primero lo pidió educadamente, más tarde lo suplicó y ante la severa negativa de ambos tuvo que recurrir al chantaje; Cuando una semana antes de partir les amenazó con romper el compromiso con Patrick, conscientes de que Jane nunca desafiaba en vano, tuvieron que rendirse e incluirla en el peligroso viaje.
La noche en que embarcaron rumbo a Suez, Patrick hizo un último intento de disuadirla. Con su ropa de viaje echa a medida, su fino bigote y sus ojos grises muertos de preocupación por ella estuvo a punto de convencerla de que se quedara, pero el deseo de correr una última aventura antes de casarse y sentar la cabeza fue más fuerte y se mantuvo firme. Con un “no me pasará nada” y un largo beso a hurtadillas zanjó el asunto y se dirigió a la pasarela del paquebote con paso firme y sin mirar atrás.
-¡Que calor más terrible! –dijo Mili, su doncella, mientras abría la sombrilla blanca de encaje sobre la cabeza de Jane.
-Vamos Mili no seas quejica, -replicó Jane con su ojos verdes brillando de emoción –ésta va a ser una aventura que no olvidaremos en nuestra vida.
Jane se giró y admiró la multitud de gente de color que se agolpaba a las puertas de los vagones de tercera clase cargados con todo tipo de mercancías desde cabras vivas hasta tejidos y cuentas de colores. Sus ropas eran sencillas pero de colores vivos y casi todos llevaban anillos brazaletes y pendientes extravagantes de cualquier material. Su padre la sacó del trance fascinado en el que estaba suspendida y con un ligero tirón le guio fuera de la estación.
A la puerta del desvencijado edificio les esperaba la calesa de Lord Farquar, su anfitrión, un viejo amigo, compañero de su padre en el ejército que tenía una finca a pocas millas de Kampala. Jane y su padre se sentaron a un lado y Patrick en el otro mientras Mili iba sentanda en el pescante cotorreando sin parar con el adusto cochero negro. Estaban al final de la estación seca, el mejor momento para cazar en la sabana ya que los animales se reunían cerca de las fuentes de agua y era más fácil localizarlos. La hierba estaba agostada y el calor hacia que el aire caliente subiese creando torbellinos de polvo y espejismos. Los únicos animales que logró ver fueron una pareja de chacales y un pequeño grupo de gacelas de Thompson que intentaban extraer un poco de comida de aquella desierta extensión.
Nunca se cansaba de mirarla, sabía perfectamente que Jane, debido a su fama de díscola e independiente no había tenido muchos pretendientes, pero cuando descubrió que su interés era correspondido se sintió el hombre más afortunado del mundo. Su piel pálida y suave, su pelo rojo y espeso, suavemente rizado y su figura atlética aunque no carente de curvas a pesar de su baja estatura le volvían loco. Cada vez que podían se escabullían de la vigilante mirada de su futuro suegro para robarse un beso y tenía que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no arrancarle la ropa y hacerla el amor salvajemente. El calor intenso del mediodía le había provocado un intenso rubor en las mejillas que la hacía aún más adorable a sus ojos.
-Vamos Patrick, no seas necio, tienes un paisaje espectacular a tu alrededor y te dedicas a mírame embobado como si no hubiese nada más en el mundo.
-Querida, no hay nada en este mundo que pueda superarte en belleza. –replicó Patrick satisfecho al ver cómo se intensificaba el rubor de Jane en sus mejillas.
-Afortunadamente pronto estaremos entre fieras salvajes y me quitaras el ojo de encima o morirás arañado, mascado, vapuleado, pisoteado… -dijo ella maliciosamente.
-Tan serena y apaciguadora como siempre hija –dijo su padre intentando cortar la conversación. –no sabes lo que me costó convencerle para que viniese de cacería, así que deja de amedrentarlo. Aquí los únicos que van a morir son las fieras que nos aguardan ahí fuera.
La Mansión de Lord Farquar era pequeña pero no le faltaba ninguna comodidad. Incluso tenía un amplio jardín y un laberinto hecho con arbustos locales que no tenía nada que envidiar a cualquier otro de Europa, si no te acercabas al follaje erizado de unas espinas largas y muy agudas.
Lord Farquar les recibió a la puerta de su hogar. Tenía la misma edad de su padre, pero el rigor de la vida en los trópicos había pasado factura, se le veía demasiado delgado y su cara estaba amarillenta y surcada de arrugas. A pesar de todo se mostró encantado de recibirles y estrecho efusivamente la mano de los dos hombres.
-¡Querido amigo! No te imaginas las ganas que tenía de verte. –dijo lord Farquar. –cuando respondiste positivamente a mi invitación me hiciste un hombre feliz. Pero pasad, por favor ahí fuera no se puede aguantar ni dos minutos. Tenéis que contarme todas las noticias de Londres. Los periódicos llegan aquí sin demasiada regularidad, las ultimas noticias que tengo son de hace más de dos meses.
-¡Oh! Me temo Henry, que vivo semirretirado en el campo, apenas voy por la capital si no es por asuntos de negocios y de política me temo que estoy igual de mal informado que tú.
-¿Y quién es esta bella dama que os acompaña? –pregunto interesado el hombre a la vez que besaba la mano de Jane.
-Es mi hija Jane, lamento no haberte avisado de su llegada, pero fue una incorporación de última hora y me temo que no tuvimos tiempo de avisarte.
-Tonterías Avery, hay sitio de sobra en la casa, le diré al mayordomo que prepare otra habitación más mientras tomáis un refrigerio, el viaje ha debido ser agotador.
-Si te soy sincero –dijo su padre – hacía tiempo que no tenía uno tan malo, tuvimos temporal en el Atlántico, las olas en Gibraltar eran del tamaño de montañas y en Eritrea tuvimos que rechazar un ataque de piratas. Y finalmente el viaje desde Mombasa en tren fue lento, caluroso y apretado. Afortunadamente hicimos casi todo el trayecto de noche y dormimos una buena parte del viaje.
Mientras su padre y su anfitrión seguían charlando y poniéndose a l día Jane y Patrick les siguieron haciendo manitas al interior de la casa. El hogar de Lord Farquar era una incongruente mezcla de recargados muebles victorianos traídos de Europa a precio de oro, armas indígenas y trofeos de caza. El ambiente en el interior era oscuro y fresco y en el centro del comedor una mesa les esperaba con emparedados, leche fresca, frutas y verduras exóticas.
Hasta que no probó el primer bocado no se dio cuenta de lo hambrienta que estaba. Henry les sirvió vino a los hombres y limonada para Jane sin dejar de hablar nada más que para picar algún que otro minúsculo bocado.
Una vez terminaron, el mayordomo indio de Lord Farquar se presentó para avisarles de que las habitaciones estaban listas. Lord Farquar les dejó tomar posesión de sus habitaciones y refrescarse un poco antes de la cena, cosa que los tres agradecieron. La habitación de Jane no era muy grande pero estaba lujosamente amueblada, la cama era enorme, de madera de nogal y tenía un recargado dosel del que colgaba la imprescindible mosquitera. Un pesado armario, un espejo de cuerpo entero, un sencillo tocador y una butaca de bambú completaban el mobiliario. Jane se tumbó vestida sobre la cama e inmediatamente se quedó dormida.
Un suave toque a la puerta le despertó indicándole que era la hora de cenar. Apresuradamente se refrescó un poco la cara y las manos con el agua que había en el tocador y se cambió el sencillo vestido de viaje por un vestido de noche color vainilla más apropiado para la ocasión.
Lord Farquar había invitado a varios vecinos, así que lo que Jane creyó que iba a ser una cena más o menos informal, se convirtió en un banquete con más de cuarenta invitados. Todos se mostraron encantados de tener alguien nuevo con quien charlar, las mujeres se mostraron especialmente interesadas en el vestido de Jane y en las novedades que venían de París.
Durante la cena se sentaron al lado de los Swarkopf un joven y simpático matrimonio alemán que había comprado una propiedad al este de allí. Comieron cebra, pintada, mijo y tortas de maíz y bebieron vino francés de la bodega de Lord Farquar. Cuando terminaron se dirigieron al salón y al ritmo de un cuarteto de nativos que evidentemente hacían lo que podían se pusieron a bailar.
Jane procuró no impacientarse demasiado y atendió todas las invitaciones a pesar de que era con Patrick con la única persona con la que quería bailar. Cuando por fin lograron bailar juntos lo abrazó y colocando su cabeza sobre el amplio pecho de Patrick se dejó llevar por la música con un suspiro de satisfacción.
-¡Oh Dios! –Susurró Jane –estaba deseando abrazarte. Esto de estar a tres metros de ti y no poder ni tocarte es una tortura.
-Tranquila, dentro de tres meses podrás hacerlo todo lo que quieras… y más que eso –respondió él con una sonrisa pícara.
Cuando levantaron la cabeza se dieron cuenta de que la música había terminado y todo el mundo les estaba mirando divertidos. Antes de que la situación se volviese incómoda Max Swarpkof levanto la copa y brindo por los novios desencadenando el júbilo general.
-Bueno señores, –dijo Henry sustituyendo a la pareja como centro de atención –siento mucho tener que interrumpir esta maravillosa velada pero la temporada de las lluvias se nos echa encima y me temo que nuestros invitados necesitan descansar si queremos salir de caza mañana mismo. ¡Un último brindis por los novios!
El calor de la noche ecuatorial y la excitación que le había producido la cercanía de Patrick en el baile no le dejaban dormir. Llevaba más de una hora dando vueltas bajo la mosquitera, insomne, pensando en su futuro con Patrick. Se incorporó y encendió la lámpara de petróleo que tenía en la mesita. Su rostro se reflejó en el espejo captando su atención. Se levantó y se miró de cuerpo entero. El fino tejido del camisón le permitía atisbar sus pechos del tamaño de pomelos, su figura delgada y sus caderas rotundas. Estaba un poco preocupada, no sabía mucho de los hombres, Patrick había sido su primer y único novio. – ¿Y si no le gusto? –pensó Jane dándose la vuelta sin dejar de mirarse al espejo. Con un gesto de disgusto se arremango un poco el bajo del camisón dejando a la vista sus piernas firmes y atléticas y su culito, blanco y respingón.
En ese momento la mujer del otro lado del espejo le devolvió una mirada decidida. Esa misma noche iba a empezar el safari.
Cogió su ligera bata de seda a juego con el camisón y descalza salió en total silencio de la habitación. El primer problema era que no sabía cuál era la habitación de su trofeo, así que tendría que explorar la zona.
El pasillo estaba oscuro y silencioso. Jane se movía como una gata tratando de no hacer ningún ruido, cada vez que una de las viejas tablas del suelo crujía se le cortaba la respiración y el corazón amenazaba con escapársele del pecho. En esa ala había otras tres habitaciones. La del fondo, con una gigantesca y recargada puerta de doble hoja la desechó inmediatamente, tenía que ser la de Lord Farquar. No le hizo falta acercarse mucho a la siguiente puerta de la derecha para identificar los sonidos que provenían de ella como los rugidos de un león particularmente grande o más seguramente los ronquidos de su padre. Siguió a la siguiente habitación y al no oír nada abrió la puerta con mucho cuidado para descubrir… que estaba totalmente vacía. Deshizo sus pasos y se dirigió a la izquierda, un crujido particularmente fuerte la obligó a paralizarse y a aguzar el oído, tras unos segundos de silencio continuó su avance hasta llegar a otra puerta, pegó el oído a la madera y le pareció escuchar algo aunque no estaba segura. La abrió ligeramente y el inconfundible aroma del tabaco egipcio de Patrick la invadió trasladándole unas pocas horas en el tiempo, a los brazos de su novio durante el baile de esa misma noche.
Excitada por el triunfo, se quitó la bata y a la luz de la luna que se colaba por la ventana abierta de par en par se acercó en camisón a la cama donde yacía ajeno a su presencia su futuro esposo. Jane apartó la mosquitera y subiéndose a la cama dónde Patrick yacía semidesnudo rozó sus labios. Patrick abrió los ojos ligeramente en la penumbra simulando estar dormido:
-Mili, ahora no…
-¿Qué demonios? -Dijo Jane separándose sobresaltada.
-Has picado –dijo Patrick divertido –Estaba despierto leyendo cuando te he oído zascandilear por el pasillo, he apagado la luz y he esperado al acecho.
-¿Cómo sabías que era yo?
-Nadie es capaz de moverse con esa gracia y en casi total silencio, no había ninguna duda. Además nadie aparte de ti tenía motivo para moverse a hurtadillas por la casa.
-Salvo Mili…
-Muy graciosa, el caso es que la astuta cazadora ha sido sorprendida por su presa. –dijo Patrick besando sus labios suavemente.
-Mierda –dijo Jane contrariada –espero ser un poco mejor con los búfalos, si no estoy arreglada.
-¿Por qué has venido? –Le preguntó Patrick –a estas horas deberías estar durmiendo.
-No puedo, estoy nerviosa.
-¿Por el safari?
-Y por otras cosas. Por ti, por la boda.
-¿Has cambiado de opinión con respecto a nuestro enlace? –Preguntó Patrick temeroso.
-No, no es eso. Te amo, pero he leído libros, ya sabes, de ese tipo, a escondidas en casa de mi padre y sé que los hombres le dais mucha importancia a la belleza de una mujer…
-No sólo a eso –le interrumpió Patrick.
-Lo sé, pero no puedo esperar a la boda para saber si te gusta mi cuerpo –dijo ella quitándose el camisón con un rápido movimiento.
Patrick se quedó helado mirando el cuerpo perfecto de Jane brillando a la luz de la luna como si fuera alabastro. Por unos segundos no supo que hacer aparte de abrir la boca extasiado admirando los pechos firmes con los pezones rosados y erectos por la excitación, su abdomen plano y su pubis rojo como la boca de un volcán en erupción.
-¿No dices nada? –dijo ella malinterpretando la estupefacción de Patrick.
-Eres la mujer más preciosa que he visto en mi vida. ¿Cómo voy a ser capaz de no volverme loco hasta el día de la boda con esta imagen grabada a fuego en mi retina, repitiéndose hora tras hora? Mi amor, esto es muy cruel.
-No tienes por qué esperar hasta la boda –dijo Jane apremiada por el hormigueo y las humedades que comenzaban a invadir su ingle.
-No debemos…
-Vamos Patrick, tienes casi treinta años, estoy segura de que no soy la primera mujer con la que yaces, aunque si espero ser la última así que, supongo que sabrás que hay formas de hacerme el amor sin que yo pierda mi virtud. –dijo ella besándole apasionadamente.
Patrick se rindió y respondió al beso abrazando su espalda desnuda. Estaba caliente y ligeramente sudorosa, Jane se movió y se sentó sobre los muslos de Patrick exhalando un ligero gemido. Patrick movió sus manos espalda abajo y tanteó su culo como había hecho otras veces solo que esta vez sin cuatro capas de tejido por el medio. Lo estrujó con fuerza y aprovechó para acercar un poco más el cuerpo de Jane hacia él hasta que el pubis de Jane estuvo encima de sus calzoncillos groseramente abultados por su erección.
Jane deshizo su beso y se irguió excitada dejando sus pechos a la altura de la cara de su novio. Patrick cogió uno de ellos con una mano y acariciándolo con suavidad se lo llevo a la boca. Jane sintió un placer nunca experimentado cuando Patrick comenzó a darle lametones y sonoros chupetones a sus pechos. Mientras, ella frotaba su sexo con fuerza contra el bulto que sobresalía en los calzoncillos de Patrick.
Pasaron unos momentos y Jane se apartó jadeando. Armándose de valor se agachó sobre la entrepierna de Patrick dispuesta a hacer lo que había visto en las láminas de aquel libro escrito en sánscrito que su padre había traído de la India.
Al apartar el calzoncillo no pudo evitar comparar el pene de Patrick con el de las ilustraciones. Parecía igual de grande pero tenía un poco de piel suelta rodeando el extremo y estaba ligeramente curvado hacia arriba. Una gruesa vena palpitaba en la parte superior.
Jane lo cogió y se lo metió en la boca imitando a la muchacha del libro. Se la intentó meter entera pero se atragantó y tosió. Patrick suspirando de placer la cogió por la melena y le indicó como hacerlo para que ella estuviese cómoda y el disfrutase más.
En pocos instantes Jane ya sabía lo que le gustaba y subía y bajaba por aquella estaca húmeda y caliente, lamiendo y mordisqueando, arrancando a Patrick roncos gemidos de placer.
Dándose un respiro, Patrick apartó a Jane y la tumbó boca arriba abriéndole las piernas. Jane esperaba expectante con su coño aún virgen las caricias de Patrick. Patrick no se dirigió directamente hacia él sino que se dedicó a besar y mordisquear sus piernas y el interior de sus muslos volviéndola loca de deseo.
Cuando finalmente le envolvió el sexo con la boca, los labios y la lengua experta de Patrick no necesitaron las indicaciones de la joven y la obligaron a doblar su cuerpo con el placer. En ese momento Patrick se giró y poniendo las piernas a ambos lados de la joven dejó su polla a la altura de los labios de Jane sin dejar de explorar su sexo con manos y boca.
Jane cogió el pene con sus manos, lo metió en su boca y comenzó a chupársela. La sensación de tener su coño en la boca de Patrick y la polla de él en su boca empujando y entrando hasta su garganta fue más de lo que pudo resistir y se corrió con un fuerte gemido que afortunadamente quedó enmascarado por las risas de las hienas.
Una vez recuperada salió de debajo de Patrick y siguió chupando su miembro hasta que este se corrió soltando varios gruesos chorreones de semen sobre los pechos de Jane.
-¿Te he gustado? –preguntó Jane aún estremecida por el orgasmo mientras jugaba con el esperma que bañaba sus pechos.
-Sí mucho. Te amo Jane. –dijo él limpiando el pecho de Jane delicadamente con una camisa sucia.
Afortunadamente un primer rayo de sol cayó sobre ellos y despertó a Jane con el tiempo justo de escurrirse a su habitación sin llamar la atención de nadie.
2
Desayunaron todos juntos en el porche huevos revueltos, leche de cabra, pan recién hecho y tortitas de maíz. Tanto Henry como su padre estaban poco habladores y no eran capaces de abrir los ojos ante el resplandor matutino debido a la resaca de tabaco y coñac. Gracias a eso, Jane y Patrick pudieron lanzarse todas las miradas cómplices que quisieron conscientes de que la única que se enteraba era la pintada que corría por el jardín. Después de desayunar comenzaron a hacer los preparativos. Jane y Patrick acabaron rápido ya que Henry y su padre se ocuparon de la mayor parte de la logística del viaje, así que sin nada que hacer cogieron sus rifles y se fueron a hacer prácticas de tiro en la parte de atrás.
-¿No es un rifle un poco pequeño? –preguntó Patrick señalando el arma de Jane y colocando unas latas en los árboles.
-La munición300 del doble Holland es más liviana y tiene menos retroceso pero si eres lo suficientemente preciso, –dijo Jane echándose el arma al hombro y derribando dos de las latas en cinco segundos –puede parar a un elefante en seco.
-Sí, bueno, en parte tienes razón, pero desde mi punto de vista no hay nada como una buena artillería –replicó Patrick haciendo saltar una tercera y una cuarta lata y arrancando de cuajo las ramas en las que estaban colocadas con su Jeffery 500.
Siguieron un rato pegando tiros y charlando, disfrutando ambos de la cercanía del otro hasta que el hombro de Jane comenzó a dolerle y se volvieron a la casa para recoger las armas e introducirlas en su equipaje. Al mediodía estaban de nuevo en la estación, listos para partir hacia el sur dónde le esperaba un refugio de caza que tenía Henry en Ibanda cerca del fin de la vía del tren. Pasarían la noche en el refugio y luego con la ayuda de las mulas y los porteadores se internarían en la sabana en dirección al canal Kazinga y el lago Eduardo en busca de piezas.
El viaje fue un poco más cómodo ya que sólo lo ocupaban ellos y su impedimenta, además Jane había cambiado la asfixiante vestimenta que había llevado puesta hasta ese momento, quitándose el corpiño y sustituyendo enaguas y faldas por unos cómodos bloomers* que no eran nada favorecedores pero que junto con las botas de montar le permitían moverse con facilidad y evitar arañazos y enganchones. Aun así el viaje fue tedioso debido a la escasa velocidad que desarrollaba la vieja locomotora que hacia aquella línea. Necesitaron casi diez horas en recorrer los escasos trescientos kilómetros del trayecto. Cuando entraron en el refugio ya había pasado la medianoche. Aquella noche no pudieron dormir juntos ya que los hombres se vieron obligados a ocupar el gran salón mientras Mili y ella ocupaban un pequeño catre en la única habitación del refugio. La noche, pese a ser corta, pasó con gran lentitud con el cuerpo de Jane hirviendo de deseo e incapaz de masturbarse con Mili roncando suavemente a su lado.
Se despertó muy pronto, de mal humor y con los ojos inyectados en sangre debido a la falta de sueño. Sólo después de la segunda taza de café empezó de nuevo a sentirse humana. Patrick se acercó a ella y se tuvo que conformar con un casto beso en la mejilla ya que había casi doce personas en la gran sala de la cabaña de caza.
Minutos después el guía nativo los esperaba a la puerta dispuesto para partir. En cuestión de minutos partió la expedición al completo. Las primeras tres horas se mantuvieron juntos avanzando en fila india por la planicie. Primero los guías y los cazadores seguidos por las mulas y en la retaguardia los porteadores llevando enormes bultos sobre su cabeza. Flanqueando la fila iban cuatro hombres armados atentos a posibles amenazas aunque a Jane se le antojó una medida excesiva dada lo consumida que estaba la hierba de la sabana a esas alturas de la estación seca, impidiendo cualquier emboscada.
Al comenzar a caer la tarde, a unas pocas millas del río, los porteadores eligieron un lugar para acampar bajo la sombra de cuatro grandes acacias mientras los cazadores impacientes hacían su primera salida.
El sol aún estaba alto en el horizonte y una brisa fresca proveniente del lago Eduardo hacia un poco más soportable el calor. Los guías sonrieron satisfechos, se estaban acercando a contraviento. Cuando empezaron a escuchar el rumor de río se desviaron hacia la izquierda buscando un lugar un poco más alto desde donde poder tener una panorámica más amplia de la orilla del río.
El espectáculo era formidable, la orilla del rio bullía de vida. A sus pies se extendía una llanura de tres o cuatro hectáreas salpicada de acacias aquí y allá. La hierba aquí aún era verde gracias a la humedad del rio y llegaba a la altura de la cintura. Entre varios cientos de cebras, ñus y antílopes, dos jirafas se movían pausadamente. Se acercaron a la orilla y Jane vio fascinada con sus prismáticos como separaban sus patas delanteras hasta que pareció que iban a romperse para poder acercar sus hocicos al agua. Las pequeñas gacelas, nerviosas se acercaban a la orilla daban unos pequeños sorbos y se alejaban con saltos nerviosos ante el más mínimo indicio de peligro. Por encima de ellos, por las copas de las acacias corrían, saltaban y gritaban pequeños grupos cercopitecos verdes.
Los búfalos tardaron casi hora y media en aparecer. Era un pequeño grupo de machos guiados por un viejo ejemplar. Sus cuernos, enormes, cubrían toda la parte superior de la cabeza y se abrían hacia el exterior para luego curvarse hacia dentro y hacia atrás terminando en unas afiladísimas puntas provocando a Jane un escalofrío.
El resto de los animales presentes se apartaron ligeramente dejando un poco de espacio a esos vecinos irascibles. Lo primero que hicieron fue resoplar y dirigir su mirada a los alrededores buscando potenciales amenazas. Los jóvenes fueron los primeros en acercarse al agua, la olfatearon desconfiadamente y finalmente comenzaron a beber. Patrick, impaciente, hizo el gesto de incorporarse para comenzar la caza pero el guía más cercano le sujeto el brazo y por señas le indicó que debía esperar.
Tras calmar su sed se alejaron un poco en dirección a una charca de barro donde esta vez fue el viejo ejemplar el que entró primero. Con sus prismáticos, Jane pudo ver por fin un gesto de placer en los ariscos animales. Fue este el momento en el que los guías les hicieron avanzar. Bajaron del montículo silenciosamente y una vez en la planicie se separaron en dos grupos: uno con Jane su padre y uno de los guías y otro con Henry, Patrick y el guía restante.
Mientras Jane y su grupo se dirigían casi a rastras directos hacia la charca, Patrick y el suyo dieron un rodeo para acercarse por la izquierda. Los minutos le parecían horas, a cada paso tenían que interrumpir la marcha esquivando un grupo de gacelas o a un ñu despistado, pero finalmente llegaron sin contratiempos hasta unos noventa metros de la charca. Se acercaron a un termitero que ya habían tomado como puesto de acecho y se ocultaron tras él esperando que Patrick y Henry se pusiesen en posición. La señal para el ataque la daría el viejo búfalo cuando saliese del barro. El animal se demoró un buen rato en el baño mientras los jóvenes, impacientes, probaban sus fuerzas peleando por parejas. Jane veía aquellas gigantescas masas de músculos contraerse y entrelazar sus cornamentas empujando y levantando nubes de polvo a menos de cincuenta metros de la acacia donde se escondía su novio y no pudo evitar un suspiro de nerviosismo.
Finalmente el gran búfalo se levantó con dos pequeños pájaros subidos a su lomo. Jane quitó el seguro a su rifle y se apostó preparada para derribar a su animal. Habían quedado en que Patrick y su padre harían los primeros disparos y Henry y Jane les cubrirían por si había algún problema. Su padre esperó tranquilamente a que Patrick hiciese el primer tiro ya que tenía a los búfalos más cerca y no se hizo esperar. De un sólo tiro derribó a uno de los jóvenes que tenía más cerca de forma que apenas pudo dar tres pasos antes de caer exánime. El resto levantó inmediatamente la cabeza en dirección al origen del estallido y en ese momento Su padre apuntó al viejo macho y apretó el gatillo. La bala impactó en el tronco en forma de barril del viejo macho pero impactó un poco más arriba de lo que esperaba y el bicho aunque soltando un chorro de sangre salió lanzado a un pequeño bosquecillos de acacias enanas que había a unos quinientos metros de allí. Jane apuntó a otro de los búfalos pero no tuvo oportunidad ya que estos saltaron como resortes y siguieron al ejemplar herido mugiendo con furia.
Cuando salieron de los escondites se reunieron junto al búfalo muerto. Era un ejemplar espléndido pero la cabeza de todos estaba en el gran ejemplar herido, así que uno de los guías se quedó sacando los solomillos y el trofeo del búfalo muerto y el resto recargaron y se dirigieron tras la pista de los otros.
El rastro era fácil de seguir por el chorro de sangre que perdía el ejemplar herido. Iba directo hacia el bosquecillo. Mientras se acercaban a los árboles el guía les previno de que esto podía pasar debido a que eran animales sumamente fuertes, que podían prolongar la caza incluso horas y tras indicarles que estuviesen atentos a posibles cargas de los jóvenes escoltas para proteger al animal herido se internaron con precaución desplegados en abanico, manteniendo el contacto visual y atentos a cualquier ruido.
Durante veinte minutos se internaron en aquel laberinto de arbolillos espinosos hasta que un sonido ronco a su derecha los alertó. Jane y su padre levantaron el rifle y avanzaron con más precaución aún. Al fin los encontraron, al viejo ejemplar aún de pie pero con evidentes signos de debilidad y uno de los jóvenes que les miraba amenazador. Lo que pasó después fue un flash, antes de que su padre hubiese terminado de apretar el gatillo para rematar al ejemplar herido, el joven arrancó como una exhalación directo hacia ellos. Jane no dudó y eligiendo el momento en el que el animal estiraba las patas delanteras, apretó el gatillo, el fusil golpeó su hombro y la bala se introdujo en el pecho del animal atravesando su corazón y derribando al animal de inmediato. Con una sangre fría que a ella misma le sorprendió se apartó un par de pasos para dejar pasar a su lado al enorme animal resbalando por el suelo inerte.
Cargaron de nuevo rápidamente el rifle y esperaron unos momentos atentos a la aparición de los dos restantes pero se habían ido sin dejar rastro.
Cuando volvieron a la charca arrastrando los trofeos de los dos búfalos el guía que había quedado estaba descuartizando el animal con ayuda de algunos porteadores que habían llegado del campamento para echar una mano.
La cena se retrasó y se prolongó hasta la madrugada recordando cada uno de los lances de la cacería. La gran protagonista fue Jane y Mili casi se cayó de espaldas cuando le contaron los detalles finales.
Jane sonreía automáticamente distraída e inmersa en los ojos grises y profundos de su novio que se revolvía inquieto en su silla sin dejar de mirarla.
El banquete terminó tarde, ya entrada la madrugada y los comensales se retiraron a sus tiendas borrachos y felices por el triunfo. Cuando se acostó en su catre, en la tienda que compartía con Mili estaba eufórica. No podía dormir, lo único que hacía era rememorar el momento en que la bestia, herida de muerte, estiraba el cuello intentando alcanzarla con sus cuernos. ¿Sería eso lo que sentían los grandes depredadores cuando derribaban a una pieza? Por un momento en aquel bosquecillo, se sintió como una leona satisfecha al lado de su presa. Recordaba el tacto aún caliente del animal y por un momento mientras examinaba la herida estuvo a punto de coger un poco de sangre y pintarse con ella los labios…
Necesitaba contárselo a alguien, Mili dormía, así que se escabulló y se dirigió a la tienda de Patrick. Esta vez había tenido la precaución de averiguar cuál era su tienda así que no tuvo que inspeccionar los refugios uno por uno.
-Sabía que vendrías –dijo Patrick que la esperaba con un codo apoyado en el catre.
La tienda de Patrick parecía un poco más grande al no tener que compartirla y había sitio para un baúl, un pequeño escritorio plegable y una silla. Apoyado en el poste central de la tienda estaba el rifle abierto y descargado. Patrick se levantó y la abrazo estrechamente.
-Hoy has sido la heroína. Estoy orgulloso de ti, -dijo él –pero júrame por Dios que no volverás a arriesgarte tanto. Me gustaría celebrar una boda, no un funeral.
-¡Oh! No seas tan melodramático –replicó ella intentando quitarle hierro al asunto pero por primera vez consciente que la que yacía en el suelo inerte bien podía haber sido ella misma.
-No soy melodramático –dijo poniéndose serio –lo único que pasa es que no quiero perderte, quiero casarme contigo, acostarme todas las noches a tu lado, hacer el amor todas las mañanas, envejecer juntos…
Jane le interrumpió su discurso con un beso en la barbilla y Patrick deslizó su abrazo para terminar con sus manos apretando suavemente el culo de Jane. Jane se colgó del cuello de Patrick obligándole a bajar la cabeza y así poder besarle en la boca. El contacto con su lengua le recordó su aventura en la casa de Lord Farquar provocándole un hormigueo de excitación. Sin dejar de besarle voluptuosamente bajo su mano hasta la entrepierna de su hombre para descubrir que él también se había animado, le sopesó los huevos y se los apretó suavemente hasta conseguir que la erección de Patrick fuese completa.
Cansada de estar de puntillas sentó a Patrick en la silla y encaramándose a él, comenzó a comérselo a besos mientras se balanceaba suavemente sobre su erección. Patrick respondió acariciando su espalda y su cuello y estrujando sus pechos hasta casi hacerla gritar.
Jane se levantó y comenzó a abrirse la bata poco a poco con una sonrisa pícara, dejando a la vista un suave camisón de seda. Sus pezones duros como piedras por las caricias y los estrujones de Patrick hacían relieve en la fina tela. Jane se llevó la mano a la boca, se chupo un dedo y se acarició el pezón con un suspiro de satisfacción. Patrick estaba paralizado observando la escena. Con la bata a sus pies Jane agarró la falda del camisón y comenzó a subirla poco a poco dejando a la vista primero las piernas y luego los muslos suaves hasta que el bajo del camisón le permitió a Patrick atisbar unos pocos pelos del pubis de Jane.
Sin dejar de contonearse sujetándose el camisón con una mano, con la otra se bajó una de las tiras de la prenda que resbaló dejando uno de sus pechos a la vista. Patrick se removía inquieto en la silla, pero temeroso de romper el hechizo no se levantó.
Fue ella la que se acercó y se montó de nuevo encima de él.
-Quiero sentirte dentro de mí. –Le susurró al oído con voz anhelante.
-Pero… -intentó resistirse Patrick.
-He tenido el día más excitante de mi vida y quiero que termine de una manera igual de memorable –replicó ella sacando su polla del calzoncillo.
-No deberíamos. –dijo él en un último y desesperado intento por ser caballeroso.
-Confió en ti, sé que en dos meses seremos marido y mujer, ¿Por qué esperar?
Patrick, sin argumentos, se rindió y la beso de nuevo. Ella se deshizo del camisón y observo el miembro erecto de Patrick bajo ella estremecida por el contacto. Por un momento le asaltaron las dudas, ¿No sería la polla de él demasiado grande? ¿Le haría daño? ¿Sería más placentero que lo de la otra noche?
El movimiento de Patrick bajo ella y el placer que le asaltó disipó sus dudas y humedeció su sexo. Estaba preparada.
Patrick estaba excitado como un burro, sentía la sangre hervir en su cuerpo y deseaba tomar a aquella mujer y destrozarla a pollazos hasta que pidiese clemencia, pero fascinado por la determinación de ella le dejo hacer. Jane no era la primera mujer que desvirgaba pero nunca había tenido una en sus brazos dispuesta a hacerlo ella misma.
-Si en algún momento quieres parar, lo entenderé –dijo al ver que Jane se incorporaba y asía su polla con nerviosismo.
Jane respondió con una sonrisa y se introdujo el pene en su sexo. Patrick se quedó quieto mientras ella tanteaba su virgo con la punta de su glande. Tras coger aire Jane se dejó caer sobre el pene de Patrick. Notó una sensación de resistencia y luego un tirón y un poco de escozor pero el miembro de Patrick resbaló con facilidad provocándole una sensación de placer y plenitud que expresó con un laaaargo suspiro de satisfacción. Se incorporó de nuevo y volvió a bajar hasta que toda la polla de Patrick estuvo de nuevo dentro de ella, su vagina se estremecía de placer y el placer irradiaba en todas las direcciones atenazando su cuerpo. Poco a poco comenzó a moverse más rápido disfrutando de la polla de Patrick tanto como de sus caricias y sus besos, hasta que éste incapaz de contenerse eyaculó en su interior. Jane notó como aquel liquido espeso la inundaba con su calor excitándola aún más y se sintió un poco decepcionada al creer que todo había terminado, pero Patrick, aún empalmado la levantó en el aire y empezó a penetrarla salvajemente. Jane se agarraba como podía con todos sus nervios agarrotados por el placer mientras él la follaba implacablemente y le tapaba la boca para amortiguar sus gritos de placer descontrolado. El orgasmo la paralizó y todo su cuerpo tembló durante unos segundos mientras él seguía penetrándola más y más rápidamente hasta correrse de nuevo y derrumbarse sobre la silla con Jane aun empalada gimiendo y besando su pecho lleno de arañazos.
-¡Dios! -dijo ella jadeando aun con la polla de Patrick dentro–ahora entiendo por qué os gusta esto tanto a los hombres.
-Créeme, mi amor, si en todas las ocasiones fuese así los hombres no haríamos otra cosa –respondió el sonriendo.
-¿Pues sabes qué? –Dijo –jane comenzando a moverse de nuevo –que yo ahora mismo no pienso en otra cosa…
La semana transcurrió en un sueño. Por la tarde cazaba, por la noche follaba y por la mañana dormía satisfecha como una leona.
Al final de la semana, su padre también estaba satisfecho a su manera, habían cazado varios antílopes de enormes cuernos tres leones, un leopardo, e incluso un elefante macho de respetable tamaño.
-Ha sido una semana excelente Henry –dijo Avery –y parece que el tiempo aún va a aguantar unos días más.
-Sí, la verdad es que ha sido una cacería muy satisfactoria Avery, pero ¿Qué tienes en mente viejo zorro?
-Había pensado que como tenemos tiempo podíamos mandar las mulas de vuelta al refugio e ir un poco más al sur, ligeros de equipaje, a por un gorila de montaña.
-Es arriesgado y las lluvias están cerca.
-¿Dices que esto es arriesgado después de lo que pasamos en la India? –Le desafió Avery –Casi nadie en el viejo continente tiene un buen ejemplar de espalda plateada, yo quiero ser uno de ellos.
-De acuerdo –replicó Lord Farquar – pero no te garantizo el éxito y si un montón de problemas.
Cuando les dieron la noticia a los jóvenes, estos insistieron tercamente en acompañarles y no hubo forma de convencerlos para que se volviesen con la impedimenta, así que se rindieron y partieron todos juntos con media docena de porteadores en dirección a las montañas que se perfilaban oscuras y amenazantes a dos o tres días de marcha hacia el sur.
*Bloomers: eran una especie de pantalones bombachos predecesores de la falda pantalón fueron creados en la época victoriana para permitir a las mujeres realizar ciertos deportes como la equitación o el ciclismo con más comodidad. Al principio estaban escondidos bajo una falda pero a finales del siglo XIX, ésta termino por desapar ecer.