James Dean
Dicen que James Dean era muy aficionado a masturbarse. ¿Quizás tanto como yo?
A raíz del cincuenta aniversario de la muerte de James Dean, he leído por ahí que la estrella era un onanista compulsivo. No sé si es cierto, pero me he puesto muy cachonda al imaginar a Jimmy tocando la zambomba como un desesperado. Y sólo de imaginarlo ya he tenido que actuar en consecuencia, haciendo lo que me corresponde a mí, esto es, una sesión de dedos.
Me he ido desnudando poco a poco, dejando mi ropa cuidadosamente doblada en el respaldo de la silla hasta que me he quedado sólo con mis braguitas de encaje azul celeste. Me he sentado ante el ordenador y he empezado a acariciarme mientras me imaginaba a Jimmy tumbado en la cama. Está en calzoncillos, tumbado en una cama, acariciando su cuerpo con delicadeza, aunque sus manos se concentran en el bulto que lucha insistente contra la tela del calzoncillo. Mi mano se introduce en mis braguitas, acariciando el vello púbico que rodea mi coño. Mmmmmmm, me siento tan bien Escribo este párrafo, mis muslos rozan la húmeda tela de encaje de mi ropa interior. Y yo me acaricio las tetas, el ombligo, los muslos, y vuelvo una y otra vez a mi chocho, introduciéndome uno, dos dedos mientras mi imaginación me indica lo que tengo que hacer.
Jimmy se ha quitado sus calzoncillos y se los ha llevado a la nariz, aspirando el olor de su propia hombría. Yo actúo de la misma manera, y dirijo mis braguitas a mis fosas nasales, en busca de mi feminidad. Mmmmmmm, qué aroma tan penetrante. Me siento un poco sucia, pero muy excitada. Dejo mis bragas junto al ordenador en el que escribo esto. Mi mano vuelve a concentrarse en mi coño, al igual que Jimmy se centra en su pene, agitándolo furiosamente. Abro mis piernas para facilitar el encaje de mis dedos en el interior de mi vulva, y me retuerzo de gozo mientras con mi otra mano me acaricio el hombro, el brazo, el costado, las tetas A duras penas puedo volver a concentrarme para escribir unas pocas líneas. En mi imaginación, Jimmy está dedicando toda su atención a su pene, que apunta hacia el techo, grueso, ardiente, mientras su mano baja y sube furiosa. Unas gotas de semen aparecen en la punta, pero él no les deja esperar mucho, y tres quejidos acompañan una abundante corrida de semen caliente, espeso y oloroso. Goterones que resbalan por su abdomen y sus muslos. Jimmy se lleva la mano a la boca y prueba su propio esperma. Yo hago lo mismo, y me imagino ahora lo que hubiera podido ser el tener esa polla dentro del chocho, de mi chocho.
-¡ME CORRO, ME CORRO!
Espasmos de placer que me han dado la vida mientras escribía mi experiencia. Pero no os creáis que esto ha acabado. Me voy a la cama, y allí volveré a darle vueltas a mi imaginación.